𝐌𝐈𝐍𝐄𝐑𝐕𝐀
Capítulo 28
MINERVA
Al terminar el entrenamiento, Veikan fue anunciado como el ganador del enfrentamiento, tengo que admitir que me gustó verlo entrenar, ver lo fuerte y astuto que puede ser, pero había algo de todo esto que no me terminaba de calar.
No consideraba necesario estos actos de enfrentarse uno contra otro, debo admitir que por más que quise no terminé de acostumbrarme a toda la opulencia que se vive tras las paredes de los dos castillos que apenas he visitado. En el pueblo y el campo todo se sentía distinto, esos eran dos mundos totalmente diferentes.
La victoria de Veikan me alentó, yo lo miraba fijamente mientras él parecía alegre de haberse llevado esa victoria, pero lo primero que hizo fue mirar a su hermana, Diana.
Yo no era estúpida, pude observar como se miraban; más que todo como lo miraba ella. Él me había mencionado en una ocasión que quiso desposarla, y si lo quiso hacer fue por alguna razón, no porque sí, y lo entendía, ella era realmente bella y tenía un brillo inigualable, pero me partió el corazón ver como lo primero que hizo él fue volcar su vista en ella como si fuera lo único en ese lugar.
Para ese punto yo me empecé a sentir realmente incómoda. La hermana gemela de Veikan no fue amable, de hecho creo que me miró despectivamente, Valerio y Carsten fueron amables, igual que las otras dos jóvenes, pero al mismo tiempo sentí que no me determinaban en lo absoluto y bueno, está bien, no tenía que gustarle a los demás; pero si esto iba a ser así, sería algo muy difícil de lidiar para mí.
Veikan volteó su mirada hacia mí y me sonrió. Yo hice lo mismo, porque, ¿qué más iba a hacer? Yo no podía reclamarle nada, y al instante, sentí cómo dos manos agarraron mis brazos delicadamente, y oí una voz masculina a mis espaldas decir:
—¿Te gustó el espectáculo Minerva?
Volteé de inmediato para saber quién me había hablado, y me encontré con Valerio, el hermano de Veikan, ¡Dioses! ¡Me había asustado! Y al parecer él se logró dar cuenta.
—¿Te asusté?, ¡lo siento!
—No, yo, yo estoy bien, gracias y sí, disfruté el entrenamiento —comenté tratando de disimular que en realidad no le había encontrado gracia a lo que había visto.
—¡Me alegro!, vamos abajo, estarás mejor con nosotros.
Seguí el camino que Valerio me marcó para ir donde sea que estaría mejor según él, y sinceramente yo dudaba que eso fuera cierto, pero intentaría averiguarlo.
Al bajar al patio de entrenamiento me quedé a un lado de la entrada que daba con un pasillo y pude observar a los hermanos de Veikan reunidos en grupo hablando a cierta distancia. Diana se acercó a ellos lanzándose a los brazos de su hermano Carsten y él la abrazó al recibirla en su costado.
Ella parecía estar más que consentida, y entonces vi sus ojos mirarme; su mirada no era amable, pero tampoco era frívola, y prontamente retiré mi vista de ella buscando a Veikan, pero no logré dar con él, hasta que la presencia de la reina Elizabeth me acompañó.
—Hola cariño, ¿cómo te sientes?, ¿te gustó el entrenamiento?
—Hola —sonreí—. Sí, estuvo excelente.
—Me alegro de que te haya gustado, Veikan está haciendo méritos para ser el futuro primer jefe comandante de la guardia real, igual que su padre.
—No lo dudo reina Elizabeth.
—¡Madre! —interrumpió la voz de Veikan haciéndose presente entre la reina y yo—. ¿Ha visto a padre?
—Está con tus hermanos, ya vuelvo —dijo la reina alejándose para ir en busca del rey Valko mientras Veikan y yo nos quedábamos a solas en ese pequeño espacio.
—¿Te gustó? —preguntó él sosteniendo mi mano.
—Sí, estuvo entretenido —sonreí.
—Bueno, es momento de que vengas conmigo para que padre te conozca.
—¿Tiene que ser ahora? —pregunté con temor, el rey Valko me causaba justo eso, tenía miedo de no ser agradable para el padre del hombre que me quería como esposa y al que yo amaba.
—Sí, ven confía en mí, no pasará nada.
Veikan me agarró de la mano y me llevó junto a sus hermanos y su padre, lo primero que noté es como Diana estaba metida esta vez entre los brazos del rey y no me quedó dudas de que ella era la más favorecida al parecer.
—Padre —dijo Veikan captando la atención del rey—. Quiero presentarle formalmente a Minerva Mirth.
En ese momento un hombre, el mismo hombre que estaba con el rey y la reina en el balcón del patio de entrenamiento, se acercó al rey y le susurró algo al oído y por las facciones de su rostro parecía ser algo muy serio lo que le habían acabado de comunicar.
Una vez aquel hombre terminó de trasmitirle el mensaje, el rey volcó su mirada en mí y dijo:
—Es un gusto conocerte Minerva, siéntete en casa. —El rey asintió amablemente y procedió a decir—: Jaden ven conmigo.
Ambos hombres se alejaron; y bueno, por suerte el rey tuvo que irse, pero vaya que esa había sido la presentación más rápida y poco atenta que había tenido, aunque para ser sincera fue mejor así, aún me causaba temor tener que hablar con el rey Valko.
La reina Elizabeth se alejó también despidiéndose de mí y de los hermanos de Veikan y ahora me encontraba junto ellos y junto a él.
—Hermanos, ella es Minerva, la mujer de la que les hablé en la cena familiar. —Él se dirigió a mí—. Minerva, ella es Lady Merrie, futura esposa de mi hermano Carsten ya lo conoces.
Ellos dos se presentaron amablemente y yo me reverencié ante ambos, realmente no sabía que más hacer.
—A él ya lo conoces, es mi hermano Valerio, y ella es mi hermana gemela, Tanya Worwick.
Fue muy lindo sentir el orgullo con el que me presentó Veikan y lo amé. Yo me reverencié ante ella, pero al subir mi rostro me topé con la mirada altiva de su gemela, atravesándome el alma con sus grandes ojos azules y con su rostro totalmente inexpresivo. Ella no articuló palabra ni gesto alguno, y posterior a eso solo dijo:
—¡Que bien! Bienvenida.
Noté cómo Veikan la observó y cómo ella simplemente pasó de su mirada. Evidentemente, a él no le gustó lo que hizo su hermana, pero nadie dijo nada. Ella se veía tan fría y tan dura, dándome un leve aire a su padre, el rey Valko. La verdad es que esperaba que nos pudiéramos llevar bien con el tiempo si llegaba a convertirme en la esposa de su gemelo.
Veikan suspiró levemente irritado, y se dirigió a la chica que acompañaba a Tanya diciendo: —Ella es la señorita Asenya Molton, hija del consejero del rey.
Me reverencié ante Ella, pero la misma joven me detuvo con una sonrisa inocente. —No, no espera, no tienes que reverenciarte.
—Yo …—estaba confundida.
—Tranquila Minerva, Asenya no tiene un título, por eso no es necesario que te reverencies ante ella.
—Lo siento —dije apenada.
—Tranquila, no te disculpes —Veikan trató de reconfortarme —. Por último, ella es mi hermana, la princesa Diana.
Diana y yo nos vimos frente a frente; no quería hacerlo, lo juro, pero me tuve que reverenciar ante ella y lo hice. Al alzar mi mirada hacia ella la vi observarme con una fuerte mirada gélida y después volcó su mirada en Veikan y dijo.
—Permiso.
Diana se dio la vuelta retirándose del patio de entrenamiento, dejando a Veikan desconcertado y más que eso lo noté molesto. Carsten suspiró observando a Veikan, su mirada hacia él era extraña, era como si lo estuviera sentenciando con la misma y solo después de que su hermana se retirara molesta, él agarró a su prometida de la mano y dijo:
— Yo me retiro, iré con Merrie a la biblioteca, no dejen sola a Diana
Posterior a eso, Tanya también anunció su ida junto a su amiga y Valerio dijo que iría con ellas, así que al final solo quedamos Veikan y yo en el patio de entrenamiento.
En la sala privada del castillo; la presencia de Jaden Brandenhill y la del consejero del rey acompañaban al rey Valko Worwick.
El monarca fue anunciado brevemente de un comunicado que había llegado de Casteloduth para él y recibió también otro comunicado proveniente del reino de Lussox. Valko leyó ambos papeles con mucha atención para abrirse un debate sobre el tema que más preocupaba en ese momento, la seguridad de la familia del príncipe Valero y la muerte del rey Hasper.
—¡¿A esa maldita escoria Winder cómo se le ocurre amenazar a mi padre?! ¡A la verdadera sangre Brandenhill! —expresó Jaden con Irá.
—Es obvio que lo está incitando Jaden —comentó Valko sentado en su silla luciendo más sereno y calmado de lo normal, Para Valko Graner Brandenhill era un niño berrinchudo, pero que él lo percibiera de esa forma no significaba que no lo percibiera peligroso; Valko sabía que las mismas idioteces de Graner podían ser una gran amenaza.
—Hay que hacer algo —dijo Jaden.
—No hay que hacer nada —intervino Valko.
—¿Qué?
—Debes aprender a controlarte —dijo Valko mirando fijamente a Jaden con mucho carácter en su voz—. Él los está provocando, los está incitando y si sales a atacar ahora solo lograrás iniciar un enfrentamiento tan innecesario, que terminara provocando muertes innecesarias.
—¿Entonces qué haremos? —preguntó el pelirrojo.
—Hay que esperar pacientemente. Tu padre, tu madre y tu hermana vienen hacia acá; aquí estarán seguros, yo mandaré a reforzar la guardia en la entrada del los bosques, en el pueblo, en toda la fortaleza y continuaremos con nuestra vida, si él ataca será el peor error que haya cometido, escucha bien quien te lo está diciendo.
—Confío en usted rey Valko, lo considero un gran guerrero y un excelente gobernante —afirmó Jaden.
—Entrena duro muchacho, lo necesitarás.
—Rey Valko.
—¿Sí?
—¿Mi matrimonio con Tanya aún se encuentra en pie?
—¿Aún deseas tomarla por esposa?
—Sí, pero no quiero exponerla a ningún peligro.
—Bien pensado, pero no te preocupes, todo a su tiempo. Si algo la amenaza solo debes defenderla y protegerla. Créeme que no estarás solo, seríamos seis contra uno.
—Gracias Rey.
El rey Valko abandonó la sala privada para ir en busca de su esposa, la reina Elizabeth. La llegada de Valero Brandenhill, la de su esposa Litta Larris, y la pequeña Arlette Brandenhill sería en poco tiempo y él le pediría a ella estar pendiente de ello.
Veikan y yo caminamos por uno de los pasillos que daba directamente con el jardín principal y no evité recordar ese lugar. Las flores, la vegetación y, bueno, el jardín en general me encantaba indiscutiblemente. Veikan me abrazó al llegar ahí y me dio un tierno beso en la frente. Algo curioso de lo que me percaté en ese momento fue que, desde que estuvimos juntos en el castillo, él no me había dado ni un solo beso en los labios, pero aunque lo pensé, no quise darle color a la situación y entendí que quizás ese no era momento.
Veikan me preguntaba una y otra vez si me sentía bien y cómoda, pero no pude seguir fingiendo que estaba bien y le dije que quería irme de ahí dando razones nada reales para evitar problemas, para ese punto él ya tenía que imaginarse por qué quería irme y porque razón no me sentía cómoda.
Él me invitó a ingresar a los pasillos del castillo y tomándome de la mano, me llevó junto a él, prometiéndome que nos iríamos pronto, pero que antes debía ir por algo; exactamente no entendí por qué iría, pero preferí no preguntar tampoco, ya pronto saldríamos de ahí.
En medio de nuestra caminata al interior del castillo, una sirviente que se parecía mucho a las niñas que me colocaron a mi disposición en el castillo Azzex se acercó a nosotros, y dirigiéndose a Veikan la doncella le comunicó que la princesa Diana lo estaba esperando en una pequeña biblioteca que se encontraba cerca de donde estábamos; Veikan me miró y me pidió que esperara un momento que él no demoraría en volver y soltando mi mano se dirigió a la biblioteca donde lo estaba esperando su hermana Diana. Él me había pedido que esperara, pero la curiosidad me ganó, ya que por algún motivo en mi interior yo necesitaba saber de qué hablarían.
Esperé a que él se alejara lo suficiente y lo seguí tomando el camino por el que él había ido y eventualmente lo vi entrar en la biblioteca. Al acercarme, me di cuenta de que él no había cerrado del todo la puerta; era una suerte, iba a poder escuchar lo que hablarían sin hacer esfuerzo alguno, no sabía si me iba a arrepentir de ello, pero me arriesgué hacerlo.
Veikan entró en la sala y se encontró con su hermana sentada en una de las sillas mientras él se mantuvo de pie cerca a la puerta; eso fue lo que alcancé a ver por la puerta entre abierta y él con seriedad en su voz se dirigió a ella preguntando:
—¿Me llamaste?
Diana se levantó de la silla y se colocó frente a él.
—Sí —respondió ella en aparente calma—. No pensé que vendrías enseguida.
—Ya me iba, debo salir de aquí con Minerva, ella al parecer no la ha pasado bien y la entiendo, ya que se han encargado de hacerla sentir mal, ¿Creen que por la supuesta discreción que tomaron no me daría cuenta?
Veikan aclaró la razón claramente incluyéndola, ella había contribuido también en la incomodidad que sentí en el castillo.
—¿Si sabías cómo iban a ser las cosas, para qué la trajiste aquí? Te advertí que no la trajeras, te dije que no quería verla aquí en mi casa, ¡y te atreviste!
Gritó ella casi que rallando en el llanto. Sus reclamos salían con dolor de lo más profundo de su alma y yo los podía sentir.
—¡Minerva será mi esposa Diana!
—Yo seré tu esposa, no ella. Tú me lo pediste a mí.
—Tú decidiste irte con Aiseen Diana, yo debía hacer mi vida, ¡no puedo estar a expensas de lo que tú quieras, ni de tus cambios de ánimos ni de decisión!
—¡No son cambios de ánimos Veikan!, yo te dije las razones del porqué me fui, eso no significa que yo lo ame o que quiera estar con él, yo quiero estar contigo y yo sé que tú también, ¡Yo sé que tú me amas a mí y no a ella!
Un fuerte miedo se apoderó de mí al oír eso y rogaba en ese momento porque Veikan dijera algo que matara el temor que sentí ante las palabras de ella.
—¡Pero lo haré Diana!, talvez no la ame ahora, pero sé que me enamoraré de ella.
—¡No podrás hacerlo mientras me ames a mí! ¡Tú me enseñaste lo que se siente ser querido y valorado de verdad, hiciste muchas cosas por nosotros!
—¿Y de qué me ha servido amarte como te amo? —reclamó Veikan quebrándose con ira ante su hermana, mientras mi corazón se partía al oír en su voz el claro indicio de su dolor y anhelo por ella—. ¡Porque por los dioses sí te amo Diana, te amo demasiado, incluso más que a mi misma vida, pero no puedo amarte más a ti de lo que debo amarme a mí, no está bien, y yo debo cumplir mi deber!
Tapé mi boca para no hacer ruido alguno, mis ojos estaban empañados en lágrimas y el vacío en el pecho era horrible de sentir.
—¿De verdad vas a seguir con esto?, ¿No te das cuenta de que ella solo es tu deber y yo soy tu amor? Si te casas con ella, solo condenarás su vida a la infelicidad y, cuando te des cuenta de que no puedes amarla, querrás huir porque yo te juro que siempre voy a estar aquí recordándote que te amo y que tú me amas a mí.
Ella no paraba de luchar por lo que sentía que era de ella, y cuánta razón tenía. Él estaba conmigo, pero su corazón era de ella.
—Cuando me case me iré.
—No Veikan, ¡no puedes hacer eso!
—¡Lo haré Diana! No solo lo haré por ti, sino por mí. Necesito estar lejos de ti, de lo contrario jamás podré mirar a otro lado.
—¿Estás dispuesto a aceptar que otro hombre me despose?
—Escúchame Diana, te amo, sí, lo acepto, y lo único que he querido es tenerte conmigo, pero no siempre tenemos lo que queremos, y sé que el día que te cases con alguien más me va a doler demasiado y quizás odie a quien te tome, pero sé que me odiaré más por no haber evitado que te prometieran con Aiseen porque gracias a eso es que llegamos a esta maldita situación. Yo necesito olvidarme de ti y lo haré, Diana. Ahora debo ir con Minerva, no pienso hacerla esperar más.
Veikan apresuró su paso para salir, pero sé escuchó la voz de su hermana rogar.
—Veikan no te vayas.
—Adiós, Diana
Yo corrí tan rápido como pude para llegar al lugar donde él me había pedido que lo esperara mientras secaba mis lágrimas queriendo estallar, pero debía contenerme un poco más, ya que aún no había salido de ese lugar que me estaba asfixiando terriblemente.
Vi a Veikan venir hacia mí y traté de actuar con naturalidad. Él me agarró de la mano y caminando apresuradamente dijo: —Es hora de irnos de aquí.
Él y yo salimos del castillo Worwick para dirigirnos a la pequeña cabaña donde solíamos ir a disfrutar de nuestra soledad e intimidad. Estuve en silencio durante todo el camino fingiendo estar cansada; Veikan siempre me llevaba en la parte delantera de su caballo rodeándome con sus brazos para protegerme y ahí me encontraba con un terrible nudo en la garganta fingiendo estar dormida mientras pensaba, yo necesitaba pensar que hacer porque no quería dejarlo ir, yo amaba a ese hombre y todo en él era sumamente bello y encantador, pero su corazón que era extraordinario y hermoso no era mío, no me pertenecía y eso me dolía.
Al llegar a la cabaña nos adentramos y él prendió el fuego de la pequeña chimenea para acostarnos en la pequeña cama donde muchas veces había hecho el amor con él. Fue en esa cama donde me entregue a él por primera vez y ahí mismo al parecer sería la última vez que estaríamos.
Quise sentirlo una vez más como si mi mundo se fuera acabar y se fuera a ir junto con su partida. Él volvió a despojarme de mi vestido y también retiró su traje militar tomándome una vez más entre sus brazos haciéndome el amor con deseo y desesperación; el roce de su piel, lo delicado de sus fuertes manos recorriendo mi cuerpo y sus suaves labios me trasportaron a otro mundo, un mundo del que no quería volver, pero siempre estuvo ese miedo latente de en quien estaría pensando él mientras estaba conmigo, aun así lo amé y lo hice mío completamente esa tarde.
Finalmente, mi cabeza reposó en su pecho desnudo, al tiempo que él me acariciaba el cabello y yo me aferraba fuertemente a su cuerpo como si se fuera a ir de mi lado, y entonces escuché su voz decir:
—¿Estás bien?
Suspiré. —Sí, ¿por qué no lo estaría?
—Podría decir que te siento algo ausente.
—Aquí estoy, disfrutando de cada momento juntos. —plasmé un beso en su costado mientras disfrutaba del aroma de su piel.
—Todo será mejor ya verás.
—Te amo Veikan. —alcé mis ojos para verlo directamente a los suyos y él se quedó observándome mientras yo esperaba que él dijera algo, pero de nuevo el silencio reinó entre ambos.
—Eres tan hermosa —interrumpió Veikan el silencio.
—Te amo Veikan —repetí, pero de nuevo se interpuso entre ambos ese mismo silencio y ya no pude soportarlo más.
Me levanté de su lado y agarré mi vestido para colocarlo. Su silencio me hizo darme cuenta de que no iba a soportar ser la tercera y quizás la que nunca llegará a estar en su corazón.
—¿Minerva espera qué haces, a dónde vas? —preguntó él, sonando preocupado, igual que yo Veikan se levantó de la cama y comenzó a vestirse.
—¿Por qué sigues fingiendo? —pregunté molesta.
—¿Fingiendo? ¿De qué hablas?
—No me amas Veikan, por eso no me lo dices.
—Minerva sabes que te quiero, lo sabes.
—¿Pero amas a tu hermana Diana no es así? —exploté escupiendo lo que tenía atorado en mi garganta al no soportar esa dolorosa realidad.
Veikan se congeló ante mis palabras, pero no me las refutó y no me las negó, solo calló y si algo tenía muy claro es que el que calla otorga.
—Minerva escucha…
—¡Ya basta Veikan! —interrumpí—. Te escuché hablar con tu hermana.
—¿Qué? ¿Qué escuchaste? —preguntó él con evidente preocupación. Él era consciente de la gravedad de lo que había hablado con su hermana, y sabía que eso pudo haberme herido demasiado.
—¡Todo! ¡Lo escuché todo! —comencé a sollozar—. Escuché como admitías que la amas y como deseas que ella sea tu esposa, pero ella al parecer tuvo que ir con alguien más.
—Está bien, lo acepto, sí, la amo, pero ella y yo no podemos estar juntos porque ella está comprometida con otra persona.
—Pues al parecer ella haría lo que sea por estar contigo, eso fue lo que escuché.
—Minerva...
—¡Veikan yo escuché su voz! —grité con mi voz quebrada en llanto—. Escuché cada una de sus palabras; ella te ama, te reclama como suyo, ¿por qué no la escuchas?
—Me cansé de intentar hacer que ella se diera cuenta de que él no la merece.
—¿Acaso no te das cuenta de que ella ya lo sabe? ¡Ella sabe que tú eres lo mejor y lo único para ella, y tiene razón, porque tú eres lo mejor y lo único para mí, y sé lo que se siente! —rompí en llanto—. Sé lo que se siente amarte y tenerte —lloraba a mares como una niña pequeña mientras Veikan me abrazaba tratando de consolarme.
—Ya no llores, por favor —susurró él delicadamente a mi oído—. Tú eres una hermosa y maravillosa mujer y daría lo que fuera por amarte, Minerva, lo juro.
—Te creo —me separé de él—. Pero esa no es la realidad y no siempre se puede mandar en esos sentimientos.
—¿Dime que hago para que te sientas mejor? Lo que sea lo haré, lo juro.
—Ve con ella.
Juro que me constó decir eso.
—¿Qué? —preguntó él sorprendido, era más que obvio que no se lo vio venir.
—Ve con ella, Veikan, ve con ella y escúchala, escucha lo que sea que tenga que decirte. —Me dolía cada palabra que decía, me quemaba y me ardía en el corazón—. Habla con ella, yo te amo, pero no puedo ser egoísta y tenerte conmigo si no me amas. Si hago eso, entonces esto no sería amor, y tengo que hacer lo correcto para mí.
Veikan me miró desconsolado, pero no se opuso porque en el fondo él quería ir tras ella y, aunque me doliera, tenía que reconocer que yo era lo único que lo detenía. Él no quería romperme el corazón, porque a pesar de todo él se hacía cargo y responsable de sus palabras.
—¿Cómo sé qué estarás bien?
—Te juro que aguantaré —hablé contra mi corazón enamorado.
Veikan me volvió a abrazar una vez más y yo me aferré con desesperación a esos brazos que sabía que no volvería a sentir más, seguidamente él me miró a los ojos y plantó un beso en mi frente y dijo: —No quiero mentiras Minerva.
—Yo estaré bien Veikan, yo estaré bien, es hora de irnos.
Veikan se acercó a la puerta de la cabaña y la abrió para salir, en ese instante volteó y mirándome dijo: —Te espero afuera, te llevaré a casa.
—No yo… Yo quiero quedarme aquí a solas.
—No te dejaré aquí sola Minerva, no me iré tranquilo sabiendo que te dejé aquí.
—Debes irte ya Veikan, por favor vete y déjame sola, necesito estar sola.
—Minerva…
—¡Por favor Veikan!
—Está bien… si es lo que tú quieres —dijo él mirándome con ternura y juro que quise abrazarlo y no soltarlo, pero ya había tomado mi decisión—. Sobre la mesa está el té rojiza. —Miré la taza sobre la mesa—. Te quiero, nunca lo olvides.
—No lo olvidaré —esas fueron mis últimas palabras.
Él salió cerrando la puerta mientras un sentimiento de agobio y desesperación se apoderó de mi pecho; todo había sucedido tan rápido y yo sabía que él me quería, pero no me amaba. Él no luchó desesperadamente por quedarse ni por mantener lo que teníamos, solo fue cuestión de hablar con la verdad para que él diera un paso atrás. Era más que obvio que solo me quería y eso me confirmó que había hecho lo correcto.
Acaricié mi vientre, y me acerqué al té que estaba sobre la pequeña mesa y que se supone debía tomar, pero el que al final decidí no ingerir. Él se había ido de mi lado ese día, pero yo quería conservar una parte de él conmigo. Veikan fue una hermosa etapa de mi vida que prontamente se me había desvanecido entre mis manos y no dejaría ir el hecho de poder tener una parte de él junto a mí.
Lloré amargamente en aquella cama hasta quedarme dormida, necesitaba no pensar ni sentir, y en ese breve momento lo conseguí.
Sigues y sigo, Mi amor no fue garantía para que esta relación corta no acabara.
Solo bastó dejar ir lo que nos estaba quebrando, con lágrimas cayendo que nos costó retener.
Rompimos en llanto, fuimos un anhelo, el cual sabías que no debimos calmar.
No puedo creer que todo ha terminado, pero eso está más que claro.
No puedo dejar tus ojos, o pensar que todo acabó, no deberías detenerme, por favor entiende lo que hiciste y luego márchate, que yo estaré bien.
Tu amor seguirá siendo mi heroína.
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