𝐌𝐈 𝐏𝐄𝐐𝐔𝐄Ñ𝐎

Capítulo 39

Una enorme tensión se produjo al Valerio confesar lo que había hecho con Asenya. Valko no podía creer que su hijo hubiera hecho aquello de lo que él mismo se acusaba; le parecía una falta de respeto terrible no solo hacia la joven y hacia su padre, sino que también a su misma familia, pero el monarca sabía que Valerio no era de estas conductas y aunque esto no le cayó en gracia decidió tratar de no alterarse tanto y así poder entablar una conversación sería con su hijo.

El rey ordenó que todos salieran de la sala privada y los dejarán a solas. Los príncipes se retiraron y en el lugar solo quedaron Valko y Elizabeth junto al príncipe rubio.

—¿Me quieres explicar Valerio Worwick que significa todo esto? —exigió Valko con molestia en su mirada.

—Lo que oyó, padre, no hay nada que explicar. Yo amo a Asenya y estoy harto de fingir que no me importa —expresó el príncipe con su voz quebrada en una mezcla de rabia y melancolía. Él estaba cansado de esconder lo que sentía y quería.

—Lo que hiciste es muy grave —habló Valko con carácter imponiéndose sobre su hijo.

—¡No me importa si es grave o no! —alzó él su voz—. No me importa a quién le moleste lo que yo siento y quiero.

—¡La condición de Asenya es muy delicada, Valerio! —alegó Valko.

—¡A la mierda su condición! —exclamó con rabia—. Para mí, Asenya es una bella y hermosa dama que quiero y estoy dispuesto a desposar. La quiero para que sea mi esposa y la madre de mis hijos, ¡yo soy el que debo hacerme merecedor de ella, no ella de mí!

Valko encaró a su hijo para que entendiera su punto de vista sobre el tema. —No debiste haber hecho lo que hiciste si tanto la querías.

—¡Tuve que hacerlo! Todo el maldito consejo siempre ha murmurado de su legitimidad como hija de Sr Molton y tienen tan sofocada a Asenya que ella misma me colocó condiciones para que esta relación funcionara. Ella no quiere perjudicar a su padre, ni a mí y estoy cansado de que ella tenga que esconderse tras Tanya para poder estar conmigo. Asenya merece ir de mi mano como mi prometida, ella no le ha hecho daño a nadie y no tiene la culpa, ¡ella no pidió nacer!

—¡Lo siento Valerio, pero no puedo admitir ni aprobar tu comportamiento! —aclaró Valko logrando enfurecer más a su hijo.

—¡¿POR QUÉ NO?! —reclamó Valerio con un grito de rabia hacia su padre.

—PORQUE NO ES DECENTE, ¡Y DIRÍGETE A MÍ CON RESPETO CUANDO ME HABLES! —gritó Valko de vuelta.

—¡No voy a permitir un insulto sobre ella! —se oyó fuerte el reclamo de Valerio hacia su padre, pero Valko no toleraría una falta más de respeto hacia él.

El rey se encaminó hacia su hijo con claras intenciones de darle una bofetada por su actitud para con él, pero la reina Elizabeth logró percibir  las intenciones de su esposo y sin rodeos ella se interpuso entre los dos para proteger a Valerio, y gritó:

—¡Valko no te lo permito!

—¡Elizabeth retírate ahora! —ordenó el rey molesto bajando su mano.

—¡No lo haré! Mide tus actitudes, ¡es tu hijo! —exigió ella defendiendo a Valerio.

—¡Ya no importa! —Encaró Valerio a su padre saliendo de las espaldas de Elizabeth—. Si usted ni nadie aquí acepta lo que yo siento por Asenya entonces me iré.

—¿Qué? —preguntó Valko confuso.

—Lo que escucha padre. Me iré, si me obligan a separarme de ella; entonces me iré. A mí no me importa tener todo esto, si ella no va a estar conmigo; no quiero terminar siendo un miserable príncipe durmiendo al lado de una mujer con la que no me apetecerá estar solo para que esa mujer me termine odiando en un matrimonio infeliz y frígido por evitar la habladuría de los cerdos de su corte. Si tengo que renunciar a mi título y a mi nombramiento, lo haré —dijo el rubio, seguro de sus palabras.

—Valerio no serías capaz —advirtió Valko.

—Lo soy, yo soy capaz de lo que sea con tal de proteger a Asenya y estar con ella. No quiero que nadie ponga en duda su decencia porque ella solo se entregó a mí por amor y solo yo sé lo que hemos pasado. —Valerio sacó su espada de su funda y la arrojó sobre el escritorio de la sala—. Le entrego mi espada y mi capa, tome también mi nombramiento militar. Si usted no me apoya y nadie lo hace me iré con ella y no se preocupe por Sr Molton, yo hablaré con él y pondré la cara.

El príncipe comenzó a caminar a paso apresurado fuera de la sala.

—¡Valerio Worwick vuelve aquí! —se escuchó la voz de Valko exigirle a su hijo, pero el príncipe no obedeció.

—¡Valerio, hijo, espera! —gritó la reina con agobio tratando de detener a su hijo, pero él se terminó de ir de la sala sin mirar atrás. Ante esto, Elizabeth se dirigió con molestia a Valko y dijo: —¡Espero que hagas lo correcto si realmente quieres a tu hijo y dejes de lado las tradiciones absurdas de tu familia!

—¡No son absurdas! ¡Todos los bastardos siempre traen problemas consigo y no se pueden desafiar las leyes en las que fueron cimentadas las raíces de la casa Worwick ni mucho menos pasar por alto la ley de los dioses, sabes bien que gracias a eso se ha mantenido este linaje!

—Asenya no es una bastarda de tu familia, así que si de verdad amas y quieres a tu familia, espero hagas lo correcto como lo hiciste con Diana y Aiseen. Tú siempre te jactas de hacer lo correcto, entonces espero que lo hagas, ¡porque sé que si Anya estuviera viva, ella haría lo correcto por amor a su hijo!

Elizabeth se retiró de la sala molesta con su esposo y no era para menos; pero detrás de todo esto, Valko en sí no estaba molesto por la bastardía de Asenya. El rey solo reclamaba a su hijo la forma en la que había hecho las cosas cuando él podía confesarle a quien quería y hacer todo correctamente para ganarse su favor, pero el calor del momento no dejó esclarecer las cosas y ahora el monarca solo esperaría a que su hijo Volviera ante su presencia.

Valko trató de meditar todo lo que había ocurrido por un momento en la soledad de su sala privada, hasta que en su mente resonó un evento puntual. El sueño que él tuvo con su fallecida esposa Anya Worwick, donde ella le pidió que estuviera muy al pendiente de sus hijos, más que todo de Veikan y Valerio, ya que ellos iban a necesitar mucho de su comprensión y su apoyo y entonces entendió las palabras de su esposa Elizabeth. Él debía hacer lo correcto por sus hijos, debía hacer lo correcto por Valerio.

El príncipe Valerio intentó acercarse a Asenya esa noche, pero no pudo hacerlo y, en su lugar, la princesa Tanya se quedó cuidando de su amiga mientras él solo debía conformarse con irse a descansar a su habitación; cuestión que lo colocó mucho más impotente. Él se sentía mal por la discusión que tuvo con su padre, ya que él nunca le había faltado al respeto, jamás le había cuestionado nada y siempre había estado a sus servicios.

Él había acabado de entregar su capa y espada, lo que simbolizaba que pronto entregaría su título si terminaba por irse con ella y esto lo tenía muy pensativo. Él había revelado lo que ambos tenían y ahora no sabía cómo iba a reaccionar ella, pero fuera lo que fuera, él se haría cargo siempre.

Valerio se relajó un poco en la privacidad de su habitación y suspiró cerrando sus ojos. Al abrirlos de nueva cuenta, él miró a su alrededor, observó el vino que había sobre la mesa del té y se acercó a él para servirse una copa que finalmente bebió para tumbarse de nuevo sobre su cama, sintiéndose cansado. Él miró por la ventana del lugar y se quedó perdido, observando el paisaje diminuto que se dejaba ver a través de los cristales para poco a poco ir cerrando sus ojos, dejándose  caer en un sueño profundo.

Una figura femenina se hizo presente en la habitación, aquella mujer de cabellera rubia dorada y ojos grises se acercó al príncipe, sonrió al verlo y citó “mírate mi pequeño, cuánto haz crecido” Anya se hincó para darle un suave y tierno beso a su hijo en la frente causando que Valerio se despertara de golpe.

Él vio aquella mujer hermosa y majestuosa, como los retratos colgados en cada castillo y palacio que pertenecía a la familia Worwick y no pudo evitar reconocerla; era su madre, la mujer que lo trajo al mundo y con la que no tuvo nunca oportunidad de crear un recuerdo.

—¿Madre? —La miró melancólico—. ¡Mamá! —el rubio se arrojó sobre los brazos de su madre y de inmediato rompió a llorar mientras Anya lo acunó en sus brazos consolándolo.

—Shh, shh ya mi niño, tranquilo mi amor no llores, ya estoy aquí, ya estoy aquí. —Anya abrazó a su hijo con fuerza y lo escuchó llorar por un momento mientras acariciaba su rubio cabello.

—Gracias por venir mamá —sollozó.

—No me des las gracias, mi amor. Sé que me necesitabas y yo siempre estaré aquí para ti. —Anya lo miró a los ojos y le sonrió—. Ven.

La rubia tomó la mano de su hijo y ambos se colocaron de pie. El arquero era mucho más alto que su madre, pero ella parecía ser la protectora de su pequeño en ese momento. —Mira lo grande y guapo que estás mi amor, ya eres todo un hombre —ambos sonrieron.

—Necesito ser todo un hombre de ahora en adelante, más ahora que siento que he quedado solo.

—No mi amor, tú no estás solo; tu padre, tus hermanos y Elizabeth están aquí, ellos están contigo.

—Mi padre no, él no me entiende —hablo él con su voz quebrada.

—¿Quién dice que no?

—Él mismo madre, él no entiende lo que siento y pienso. Yo estoy enamorado madre, estoy enamorado de una gran mujer, pero mi padre no lo acepta y si él no lo acepta yo…

—No lo digas mi pequeño —interrumpió Anya—. Estoy segura de que él lo aceptará. Tu padre es algo temperamental, pero estoy segura de que él hará lo mejor para ti sin importar nada.

—¡Yo la amo, mamá! —sollozó.

—Lo sé, mi amor, lo sé, y sé que ella también te ama.

—Si no lo aceptan me iré lejos, ya entregué todo.

—No importa cuánto entregues mi amor, tú jamás dejarás de ser un Worwick y tu padre jamás dejará que eso pase. Tenle paciencia, te prometo que todo se va a solucionar.

Valerio lloró sobre los brazos de su madre mientras sus labios pronunciaban la palabra mamá una y otra vez.

—Estoy orgullosa de ti mi cielo. —Él la miró—. Eres todo un soldado arquero y escúchame bien, jamás permitas que nadie vulnere lo que es tuyo y deja que la vida se encargue del resto.

—¿Qué significa eso, madre?

—Que la vida se encargará de poner en su lugar a los que quisieron hacerte daño. Ahora ven a descansar, necesitas estar en pie para mañana.

Valerio se acostó sobre la cama y Anya le cubrió con el tendido de las sábanas y después de envolverlo con mucho amor, ella le dio un beso en la frente, comenzó a acariciar su cabello y susurró “Todo estará bien”

Valerio calló en un profundo sueño sin darse cuenta del momento exacto en el que su madre se levantó de su lado y caminó hasta la puerta. Ella la abrió y salió de la habitación, desapareciendo después de cerrarla. Valerio se movió ligeramente al no sentir el suave y acogedor tacto de su madre y el  miedo no tardó en invadirle, «Se fue»  pensó él, Él rubio  abrió los ojos para buscar la figura de Anya en la habitación, pero solo se encontró con la luz del sol entrando por las ventanas de sus aposentos y se dio cuenta de que ya había amanecido.

Él se quedó anonadado al recordar como algo real lo que había sucedido, pero también se sintió confuso, «¿Fue un sueño?» Se preguntó el príncipe observando su habitación, y entonces percibió la sabana que lo cubría recordando que él no se la había puesto y aquella estaba acomodada de la misma forma en la que su madre lo había hecho.

En ese momento, él se preguntó si todo fue un sueño o había sido real.

Horas más tarde, Valerio se dirigió hasta la habitación de Asenya encontrándose con dos guardias custodiando la puerta de la joven por orden del rey, ocasionando esto confusión en el príncipe; puesto que se suponía que su padre no estaba contento con lo que se descubrió sobre la joven o al menos eso pensaba el Worwick rubio.

El príncipe ingresó sin pedir permiso. Valerio no estaba en un buen momento como para ser cuestionado y mucho menos permitirlo; su humor estaba mal ese día, lo que no era muy común en la personalidad bromista del rubio, pero entre el enfrentamiento con su padre, lo ocurrido con Asenya y lo de su madre lo único que lo podía calmar era hablar con su amada y corroborar que todo estuviera bien con ella.

Al entrar a la habitación, él la vio aún acostada y ella no tardó en abrir los ojos al sentir movimiento y al verlo frente a ella, Asenya se sentó sobre la cama dejando a la vista sus ojos rojos con claras señales de haber estado llorando.

—¡Valerio!—exclamó Asenya ansiosa al verlo como si le necesitase.

—Asenya mi amor. —Él se sentó junto a ella en la cama—. ¿Cómo te sientes? —Ella se metió en su costado buscando refugio en sus brazos y él no tardó en abrazarla haciéndole saber que él estaba ahí.

—Pensé que no vendrías.

—¿Cómo no iba a venir? ¿Creíste que te dejaría sola?

—Ya lo saben —Ella se separó de él mirándolo—. Lo de mi virtud, mi padre está enojado conmigo.

—No tienes por qué preocuparte, yo ya me encargué de eso —El príncipe acarició las mejillas de Asenya.

—¿Cómo? —La confusión de la joven tenía consigo un miedo que esperaba no fuera detonado en ese momento. Ella lo miró con el ceño fruncido, esperando que no fuera lo que se estaba imaginando.

Valerio se levantó de la cama y mirándole citó: —Asenya sé que tú y yo teníamos un acuerdo de callar lo nuestro por el bien de ambas partes, pero tuve que decirle la verdad a mi padre.

—¿La verdad?, ¿Qué verdad Valerio?

—Lo que tenemos. Le dije que yo fui quien te arrebato la virtud.

—¡¿Qué?! ¡¿Por qué hiciste eso?! —Asenya se levantó de la cama dejando ver su agobio, lo que ella había querido tratar de evitar sucedió, y ahora habría grandes problemas.

—¡Tenía que hacerlo, Asenya! ¡El encargado que te revisó le dijo a mi padre que tú ya no eras una doncella y tú les dijiste a ellos que esos hombres no te habían tomado por la fuerza!

En ese momento, Asenya calló en cuenta que su declaración ante las preguntas del encargado había sido un error. Decir que no había sido violentada, colocó todo en evidencia.

—¡No puede ser!, ahora mi padre...

—Asenya ya eso no importa —interrumpió Valerio—. Ya deja de pensar en eso.

—¡¿Pero por qué?! —reclamó ella—. Con razón me ignora. Seguramente tu padre ya le dijo algo, o le pidió que entregará su cargo como su consejero. —La mirada molesta de Asenya se posó sobre él—. ¡No debiste hacer eso!

—¿Qué querías que hiciera? —él frunció el ceño mirándole con molestia—. No iba A permitir que tu honor y valor se pusieran en duda cuando fue conmigo, con quien perdiste tu virtud. Sería un poco hombre si lo dejara así solo por no ganarme un maldito problema de mierda que no me importa ahora, así que Asenya Molton espero que no me cuestiones por esto que hice ¡ya basta de esconder lo que sentimos y lo que somos y déjame protegerte carajo!

Asenya agachó la cabeza ante el regaño y las fuertes palabras de Valerio. Ella rompió en llanto y él se acercó a ella para tratar de consolarla. —No, no, no quiero que llores Asenya. — La abrazó.

—Es que tienes razón, siempre he estado tratando de luchar por esconder esto que tenemos y siento que he sido egoísta —sollozó.

—No eres egoísta, yo entiendo tu posición. Por eso decidí tomar medidas sobre el tema.

—¿Medidas? —ella lo miró confundida.

—Sí. Yo me enfrenté a mi padre Asenya, le dije la verdad y le entregué mi espada y mi capa.

—¡¿Qué?!

—Si él no acepta lo que tenemos y que es a ti a quien quiero, entonces me iré, nos iremos; no sea donde, pero lo haremos. Hablaré con mi abuela Ahela quizás ella me deje estar en Northros un tiempo junto a ti y tu padre.

—Valerio perderás todo lo que eres; irte de aquí y entregar tu título, solo te hará perder tu propio ser.

—Mi ser eres tú, mi Asenya, y yo no me veo casado con otra mujer que no seas tú. Quiero despertar una mañana junto a ti y mirarte a los ojos, sin miedo de ser descubiertos, sin prisa en nuestra habitación. Tener a nuestros hijos, protegerlos y no quiero tener que vivir esto con otra mujer porque no voy a poder hacerlo.

Ambos jóvenes se dieron un beso decididos a estar juntos a pesar de todo lo que ocurriera en ese momento y de la tormenta que estaban atravesando. Valerio sintió calma y Asenya también, y eso era suficiente para que ellos se sintieran completos.

—Ahora dime, ¿recuerdas lo que pasó anoche?

—Sí.

—¿Puedes decirme? —pidió el príncipe.

Tranquilamente, Asenya tomó lugar sobre la cama y empezó hablar.

—Recuerdo estar aquí en mi habitación y oír que tocaron mi puerta, yo me asomé para ver quién era, pero no vi a nadie, así que cuando la iba a cerrar me encontré una nota tirada en el suelo lo que me pareció muy curioso así que la agarré y cuando la abrí para leerla me di cuenta de que era una nota tuya. Tú me pediste que nos viéramos en las afueras del castillo; esa nota decía que había un guardia esperándome, que él me guiaría hasta donde tú estabas y lo hice; fui con él, pero de la nada unos hombres aparecieron y me apresaron rodeándome, fue horrible, pensé que moriría.

—¿Asenya ellos te dijeron algo, escuchaste algo sobre quién los envío? Mandé a torturar a uno de ellos, pero no ha querido hablar.

—¿Torturar? —preguntó la joven con horror.

—Sí, no sabes la rabia que sentí cuando los descubrí intentando hacerte el… —Valerio guardó silencio—. Si ellos dijeron algo, solo dime.

—Sí, dijeron algo.

—¿Qué dijeron?

Ella tragó en seco y bajó la mirada. —Te lo diré, pero prométeme que no habrá problemas.

—¡Asenya por favor!

—Uno de ellos me susurró al oído algo mientras me rasgaba mi vestido ... Ese hombre dijo “El Príncipe Aiseen te manda saludos”

La sorpresa en el rostro de Valerio se dejó ver de inmediato al  no esperarse dicha revelación, pero tampoco dudó de la palabra de Asenya. Valerio sabía muy bien de lo que era capaz su hermano. —¿Qué? ¡Ese desgraciado!

—Valerio —intervino Asenya tratando de apaciguar la eventual irá que había en él.

—¡Maldito hijo de perra!, ¡Voy a matar a ese miserable! —exclamó con ira.

Asenya corrió hacia él para detener lo que sea que fuera lo que estuviera pasando por su mente. —¡Valerio, espera, no lo hagas!

—¡Asenya por los dioses!, ¿cómo fue capaz de hacerte esto? ¡No lo voy a permitir!

—Si lo haces me iré y te juro que no volveré a verte nunca más.

—¿Qué? —preguntó él atónito.

—¡Por los dioses Valerio! Entiende que no estamos en posición de un problema más, ya suficiente es con todo lo que ha pasado y de todo lo que tu padre se ha enterado. No quiero seguir dando problemas; además, ya tu padre ha tenido muchos contratiempos con Aiseen por todo lo que pasó con Diana, ¡por favor Valerio te lo ruego!

La respiración densa de Valerio revelaba su enorme molestia, pero también su incapacidad para dar un paso más, él no quería perder a Asenya.

—Está bien, lo haré solo por ti y porque me lo pediste, pero algo que si no puedes pedirme es que me enfrente a él.

—Pero Valerio…

—Te prometo que nadie lo sabrá.

Valerio salió de la habitación azotando fuertemente la puerta, él no se quedaría con esa.

El príncipe Aiseen había estado entrenando en el patio de entrenamiento por órdenes de su padre, el rey Valko.  Antes, el príncipe no entrenaba como de costumbre para forjar su formación guerrera militar, pero después del incidente con Diana y Veikan las reglas que se le impusieron a Aiseen eran justamente las que el no quería acatar.

El Worwick se defendía como podía, y después de tantos años ignorando esta formación avanzada a él se le hacía difícil sostener un combate tan sencillo que para su hermano Veikan o Valerio era tan fácil de llevar a cabo y finalizarlo en un breve momento.

Al final y una vez más, el guardia derribó al príncipe y le informó que el entrenamiento había sido suficiente por el día. Aiseen había mejorado un poco, pero no lo conveniente, y debía seguirse esforzando. El Worwick entregó la espada que usó para entrenar y se adentró al pasillo del castillo para ir a su habitación.

Él caminaba tranquilamente por los pasillos cuando fue sorprendido por su hermano Valerio, quien lo agarró por su camisón de tela y lo empujó con fuerza estrellando lo contra la pared.

—¿Qué te pasa imbécil? —gritó Aiseen exigiendo una explicación estando entre la pared y los fuertes puños de su hermano menor.

Un fuerte golpe salió del puño a mano cerrada de parte de Valerio hacia el rostro de Aiseen reventando su boca. —Sé que fuiste tú el que envío a qué violentaran a Asenya. Juro que deseo matarte y decirle a padre lo que hiciste, pero no lo haré, solo por Asenya y porque ella me lo pidió.

Aiseen se burló de su hermano como si aquel puñetazo no le hubiera causado dolor, y mientras la sangre corría por su boca, él se burlaba más y más.

—¡Vaya, vaya!, como te tiene controlado la bastarda.

Un golpe más se estampó sobre la cara de Aiseen al que él reaccionó con rabia tratando de devolvérselo a su hermano menor, pero Valerio fue más ágil y lo esquivó dándole otro golpe de vuelta.

—Ni para dar un simple golpe sirves maldito, inútil. Te juro que esto no se quedará así, vas a apagar por lo que hiciste, ahora ve a llorarle a tu mami si es que la encuentras.

Las últimas palabras de Valerio enojaron terriblemente a Aiseen, Lana era sagrada para él y ellos lo sabían, pero si él tocaba lo sagrado para los demás, los demás harían lo mismo con el sin dudar.

Valerio se retiró, dejando a Aiseen golpeado, alterado y molesto. Él no entendía cómo era posible que supieran que él había ordenado hacerle eso a Asenya, él no había dado esas instrucciones y se suponía que eso no debía de saberse. Aiseen  trataba de pensar qué hacer si es que a Valerio se le ocurría acusarlo, porque si lo hacía, él estaría metido en un grave problema y esta vez su padre no tendría contemplaciones con él, y entonces escuchó la voz de una mujer tras sus espaldas.

—¿Tú lo hiciste?

Aiseen miró a la persona que le habló encontrándose con la figura de Arlette frente a él. Ella lo miraba con decepción y confusión.

—¿Qué te importa? —respondió el groseramente mientras secaba la sangre que corría por su boca.

—¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué le haces cosas feas a todo el mundo? Ella no te ha hecho nada malo.

—¡Pero él sí! —exclamó con rabia.

—¿Por qué tienes que cargar con tanto odio y resentimiento por tu familia? Eso no te hace bien, solo mírate —preguntó Arlette con voz tierna y apacible tratando de entender las actitudes del príncipe.

—¿Tú que sabes que es lo que a mí me hace bien o mal niña?, Tú no sabes nada de mí y no sabes nada sobre esto. Solo eres una estúpida mocosa sobreprotegida incapaz de hacer o decir algo por sí misma, así que deja de meterte en mi vida como si te importara lo que yo hiciera o sintiera; deja de hablarme y de portarte como una tonta porque no te creo y no me importa tu estúpida piedad hacia mí, ¡solo aléjate de mí y déjame en paz Arlette! —le gritó Aiseen despiadadamente acorralando la contra la pared.

Las palabras de Aiseen afectaron a Arlette terriblemente, ella no se sintió bien por el mal trato que estaba recibiendo de parte de Aiseen y no pudo evitar llorar. Su sensibilidad había sido tocada.

—No tienes por qué ser así, Aiseen yo ... —sollozó.

—¡Ya cállate y deja de llorar! —le gritó aún más fuerte, asustándola—. Me irritas terriblemente, no sé qué te ha hecho pensar que me interesa tu opinión y si esto es por qué te acerqué a tu habitación aquella noche, yo solo lo hice porque sabía que te irías tras de mí convirtiéndote en un fastidio y lo del baile solo fue para molestar al maldito de tu hermano. No me interesa tener una amistad ni nada contigo, espero que eso te quede claro y que te alejes de mí ¡y me dejes en paz!

Aiseen se fue dejando a Arlette, aturdida y triste por su actitud con ella, quien no buscaba nada más que saber por qué le había hecho eso a Asenya.

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