𝐌𝐈 𝐀𝐑𝐋𝐄𝐓𝐓𝐄

Capítulo 53

La llegada de Lady Vera Glasser al castillo esa noche fue una sorpresa para Merrie y el príncipe Carsten, quienes no se esperaban la presencia de la mujer en el lugar.

Valko se reunió con la pareja, la mujer recién llegada y su esposa en su sala privada para sostener una sería conversación con la mencionada sobre su inesperada llegada.

—Es muy grave lo que me comenta Lady Vera —se escuchó la voz de Valko.

—Lo sé, mi rey, pero es cierto, si no escapaba ahora nunca lo iba a hacer. Sergi quedó muy afectado desde que usted le retiró su título y lo desterró de Escandineva —comentó la mujer preocupada—. Él todo el tiempo estaba fúrico, de mal humor y yo tuve que aguantarme su frustración por muchos días hasta que fuimos al reino de Filhouse. Él tiene buenas relaciones ahí y los Filty nos acogieron con amabilidad hasta que él presenció un aviso que llegó desde Lussox a manos del rey Yeser Filty donde el rey Graner le ofrecía riquezas y posición a cambio de retirarle la lealtad que ellos le tienen a usted y el rey Yeser se negó, pero él… —ella hizo un breve silencio—. Sergi nunca ha medido su ambición y decidió ir a Lussox a tomar la oferta, por suerte yo me pude escapar.

—¡No puede ser! —comentó Merrie indignada.

—Quiero disculparme en nombre de mi hija rey Valko por todo lo que Sergi ha estado haciendo.

—Lady Vera no se preocupe, entiendo lo que dice —sonó Valko empático.

—Sé que debí  haber hablado antes, pero desde que mi hija confesó los planes de Sergi a su esposo y él fue destituido, toda su rabia reposó sobre mí una y otra vez —sollozó la mujer entre lágrimas—. Quise escapar muchas veces, pero no pude, y quiero que me perdones, hija —Vera se dirigió a su hija—. Sé que debes pensar que jamás te defendí de él y de sus presiones, pero nos sabes cuántas veces en mis aposentos le rogué a Sergi que no te casara tan rápido. —Todos los presentes miraban conmovidos la escena—. Le pedí que no te usara para sus intereses, porque yo sé lo que eso se siente. Yo lo viví cuando me dieron a él en matrimonio, pero fui muy débil y no pude hablar, no tuve el valor que tú para enfrentarlo.

—No solo fui yo mamá, si no hubiera sido por Carsten jamás me hubiera liberado de él y no es que usted fuera débil, es que nadie la protegió de él y yo lo entiendo. No tiene que pedirme perdón —le expresó Merrie a su madre con amor.

Valko y Carsten se miraron conmovidos ante las palabras de las mujeres.

—Rey —Merrie se dirigió a Valko—. Sé que usted destituyó a mi padre y lo entiendo, pero mi madre, ¿puede tener usted misericordia?

—Merrie —la joven hizo silencio ante la voz de Valko—. No tienes que implorarme misericordia, tu madre se quedará aquí con nosotros y contigo —El rey miró a la mujer—. Lady Vera, su matrimonio con Sergi se celebró bajo la fe de los dioses de esta casa y el rey está facultado para conceder ante el consejo la petición de anulación de matrimonio, si usted lo desea puedo concedérsela.

—Sí, lo deseo, rey —comentó la mujer.

—Perfecto, mañana podremos arreglar el asunto, por ahora Lady Vera puede instalarse en una habitación del castillo. Mi esposa, la reina Elizabeth, le puede ayudar; siéntase como en su casa.

—Gracias rey.

Ambas mujeres se levantaron y salieron del estudio. Carsten se quedó solo junto con su padre anonadados por lo comentado por Lady Vera.

—Espero que Sergi no tenga el infortunio de toparse conmigo, juro que no lo dejaré vivo —comentó Valko tan sereno, pero tan peligroso como podía ser si quería.

Carsten, por otro lado, se notaba molesto. —¿Cómo alguien puede hacerle tanto daño a dos seres tan vulnerables que deben ser tratados con delicadeza y tacto? No lo entiendo, no entiendo qué tienen en la cabeza.

—Hijo, no debes entenderlo; no te esfuerces en ello, solo sigue haciendo la diferencia.

El rubio suspiró. —Gracias padre.

Carsten salió de la sala del rey para ir con su esposa a sus aposentos.

La mañana siguiente, unas carrozas fueron debidamente preparadas para la partida de los príncipes a Thousands como lo había pedido la princesa Diana a su padre, para cuando estos quisieron irse, ya el príncipe Aiseen había partido en su caballo blanco hacia aquel lugar perteneciente a Southlandy.

Veikan, Carsten y Valerio  iban en sus caballos junto a los guardias custodiando la carroza donde iban las princesas, mientras una caravana de soldados iba a sus espaldas protegiéndolas. La carroza desfiló por un camino bastante seguro para llegar a Thousands y pronto llegaron al destino.

Los príncipes fueron recibidos cordialmente por Lord Foul, quien ya tenía conocimiento de la llegada de los príncipes, y el Lord ordenó a Izar la bandera de la casa Worwick, para que todo el pueblo supiera que en el castillo se encontraban miembros de la familia Worwick.

Arlette se veía muy emocionada por el lugar, ella jamás había visto el castillo Azzex y le gustaron sus jardines mucho más tupidos en rosas y plantas que el de Southlandy. El castillo contaba  con un lindo estanque en el segundo jardín donde le aclararon que podía ver a los peces que hay crecían.

Las habitaciones fueron repartidas debidamente a los tres matrimonios, a Merrie ya se le notaba su vientre un tanto abultado y al llegar se sintió muy fatigada y lo primero que hizo fue ir a su habitación para descansar un poco del viaje.

Diana quiso pasear un rato por los jardines luciendo una bella bata de maternidad color lila por su embarazo mientras iba de la mano de Veikan quien  la acompañó en su recorrido.

Lady Asenya fue a sus aposentos a descansar un poco y a relajarse, dándose un baño de tina, mientras Valerio iba con Arlette y Lord Foul recorriendo los pasillos del castillo hacia la habitación que habían elegido para la joven.

—¿La habitación tiene vista al jardín? —preguntó Arlette emocionada.

—Sí, mi princesa —respondió el Lord.

Ella se emocionó aún más y sonrió inocentemente mirando a Valerio, el que también le sonrió de vuelta.

—¿Lord, mi hermano Aiseen se encuentra con Lord Demian? —preguntó el rubio.

—No, mi príncipe —respondió el Lord—. El príncipe Aiseen no ha llegado al castillo aún, pero su habitación fue preparada al final de este mismo pasillo —señalo el hombre.

—¿Por qué no ha llegado? —sonó ella preocupada.

—No lo sé, pequeña —contestó Valerio.

El Lord, Valerio y Arlette llegaron a la habitación de la princesa y el hombre dijo: —Esta es su habitación, princesa.

—Gracias —sonó ella distraída mirando la puerta.

—Gracias Lord, puede retirarse —ordenó Valerio amablemente.

Ambos entraron a la habitación y Arlette corrió a sentarse sobre la cama mientras Valerio inspeccionaba el lugar.

—¿Y si le pasó algo? —indagó ella preocupada.

Valerio se sentó en uno de los sillones quedando frente a Arlette y comentó: — ¿De verdad crees que a eso le puede pasar algo?

—¡Valerio!

—¿Qué? Tranquila debe estar llegando —comentó el rubio tratando de calmar a su prima—. Quizás agarró un camino más largo.

—Ojalá sea eso y llegué en cualquier momento.

—No te preocupes tanto por él. Aiseen sabe cuidarse muy bien; además, mala hierba nunca muere.

Arlette miró a su primo traviesamente por unos segundos y después  soltó la risa más divertida ante el comentario de Valerio, al que le causó gracia la risa contagiosa de ella y también sonrió. Valerio se levantó de la silla y acercándose a ella dijo:

—Acomódate, y si quieres salir al jardín a avísale a Lord Foul para que Veikan te lleve o consiga a alguien de confianza que te dé un paseo —le dio un beso en la frente—. Pero no salgas sola de aquí, ¿entendido?

—Está bien —sonrió.

—Descansa.

Valerio se retiró de la habitación dejando a la jovencita sentada en la cama esperando la llegada del príncipe Aiseen al castillo.

La tarde había caído sobre el castillo Azzex mientras los hijos del rey Valko se encontraban cómodamente en las instalaciones del lugar,

El príncipe Aiseen no había llegado aún y la princesa Arlette ya estaba rayando en lo nerviosa y desesperada por saber qué había pasado con él. El príncipe había salido de Southlandy primero que ellos y aún no había llegado a Azzex y para ella eso ya era sumamente preocupante.

Arlette se había negado a comer en el comedor junto con los príncipes; asunto que les llamó la atención a los hijos de Valko y estos se presentaron en la habitación de la princesa para averiguar cómo se encontraba ella.

Lidiar con Arlette no era cosa común, ella toda la vida había estado rodeada de atención especial; muchos mimos, cariño y mucho amor familiar, lo que la hacía muy sensible y vulnerable. Los príncipes eran conscientes de esto y por eso la trataban con el mismo cuidado que sus padres o hermano lo hacían.

Los golpes en la puerta despertaron la atención de Arlette quien corrió a abrirla pensando que podría ser Aiseen que al fin había llegado, pero al abrirla la puerta se dio cuenta de que eran sus primos.

—¿Arlette estás bien? —preguntó Veikan entrando a la habitación—. ¿Por qué no bajas a cenar con nosotros?

—No tengo hambre —comentó ella decaída mientras se sentaba en el sillón.

—¿Esto es por Aiseen? —preguntó Carsten.

—De verdad me preocupa y quiero que me entiendan —sollozó ella al borde del llanto—. Él todo el tiempo está matando personas y no está mal que me preocupe al pensar que algo le sucedió en el camino y él no está bien.

Los príncipes se miraron sabiendo que Arlette tenía razón. Las esposas de ellos sentían el mismo temor las veces que ellos debían cumplir su deber militar, donde sus vidas mortales podrían correr peligro.

—Escúchame Arlette, no te sientas triste y no pensemos mal; recuerda que las malas noticias son las primeras que se saben —comentó el rubio sentándose en el brazo del sillón mientras acariciaba el cabello de su prima.

Veikan se hincó para ver a Arlette a los ojos y preguntó: —¿Quieres que vayamos a dar una vuelta al rededor del castillo para ver si damos con él?

—¡Sí! Por favor —exclamó la princesa abrazando a su primo Veikan.

—Creo que eso no será necesario —habló Valerio desde el balcón de la habitación—. Aiseen acaba de llegar.

Arlette corrió hacia el ventanal dónde se encontraba Valerio asomado. Los príncipes se acercaron y vieron a Aiseen entrar junto a un grupo de soldados. Ella descansó al verlo y su animosidad subió.

En la entrada al pasillo principal del castillo; Aiseen se encontró con Lord Foul, quien lo recibió cordialmente. Aiseen no era de visitar mucho el castillo, de hecho la última vez que estuvo ahí a lo mucho tenía unos dieciocho años y solo duró un día en el lugar.

Junto a ellos había una joven sirviente que se deslumbró viendo al hijo de Valko en su traje militar. Aiseen observó a la jovencita de cabellera roja salmonada y extremadamente pecosa. Justo eso fue lo que le llamó la atención a él, la cantidad de pecas que ella tenía, pero nada más. Después de eso, el príncipe retiró su mirada, ignorando por completo la presencia de la joven como si no existiera.

—Príncipe, sus hermanos ya se encuentran en el castillo instalados.

—Gracias Lord. —dijo retirando sus guantes—. Por favor, quiero que resguarden bien a mi caballo y le den buena agua y comida, está cansada por el viaje.

—Cómo ordene usted príncipe.

—Mañana quiero hablar con Lord Demian, así que por favor hágale saber que mañana me busque en el patio de armas en las horas de la mañana o al medio día y por cierto ¿en qué pasillo está mi habitación?

—Usted fue ubicado en el tercer piso, en el primer pasillo príncipe. Su habitación está al final del corredor, los aposentos de la princesa Arlette están al comienzo, ambos están en el mismo pasillo.

Aiseen sonrió. —Gracias, permiso.

—Propio —respondió el Lord y Aiseen se retiró para adentrarse al castillo mientras Lord Foul se acercó a la joven sirviente y dijo—: Por su propio bien, por favor, deje de mirar así al príncipe Aiseen. No quiera usted ganarse un problema con el mal genio del hijo del rey.

—Sí, Lord —agachó la cabeza—. Disculpe.

Lord Foul se retiró de inmediato de lugar.

AISEEN

Subí al tercer piso buscando la habitación de Arlette para hablar con ella, todo el día estuve ansioso esperando poder llegar a Azzex, pero algunos asuntos de sangre me limitaron a llegar temprano como estaba planeado. El camino estuvo lleno de obstáculos humanos que tuvimos que eliminar por seguridad, pero mis pensamientos siempre estuvieron anclados a ella.

Me imaginé que al llegar la encontraría preocupada y llorando; ella era demasiado sensible y cualquier cosa mínima la hacía estallar en lágrimas o en risas. Aún seguía pensando que era irritante, pero lo amaba porque solo ella logró que mi frialdad se sintiera cálida ante la forma de ser única que ella poseía, poseyendo me a mí también.

Llegué a la habitación y miré el pasillo, estaba vacío, sujeté la manija de la puerta y entré asomándome para encontrarla esperándome, ella corrió a mis brazos y se lanzó sobre mí arropándome con los suyos; por suerte era lo suficientemente fuerte para sostenerla sin problemas.

—¡Aiseen llegaste! —exclamó ella alegre, con una sonrisa hermosa en su bello rostro.

Mi mano y mi brazo la sostuvieron de la cintura fuertemente, mientras mi mano libre cerró la puerta.

Miré su rostro, dándome cuenta de que estaba colorado. —¿Estuviste llorando? —la bajé.

—Solo un poco —dijo ella tímidamente coloreando sus mejillas.

Ella retrocedió un poco apenada, mientras que yo me recosté sobre el mueble que estaba al lado de la puerta, observándola con mis manos metidas en los bolsillos de mi pantalón sin evitar mi típica mirada con una ceja arqueada.

—¿Por qué? —pregunté.

—Es que no llegabas —se alejó aún más como si estuviera regañada—. Pensé que algo malo te había pasado porque siempre estás peleando con personas.

Mi mirada se posó provocadoramente sobre ella, pero no era por lo que estaba diciendo en sí, sino por el atuendo que llevaba puesto, el que me desconcentró de sus palabras, esa bata algo transparente color rosa que  me dejaba ver su silueta femenina fácilmente, sus hermosas piernas y otros atributos más que no vi con mucha claridad, pero que despertaron mi imaginación y máxima curiosidad, ¿Cómo alguien podría ser tan hermosa, sensual y tierna al mismo tiempo? No lo sabía, pero me encantaba.

Me acerqué a ella de inmediato sin dar aviso, y la besé calmando sus miedos, sus preocupaciones, sus temores y mis ansias por tenerla, besarla y sentirla.

—Ya estoy aquí, eso es lo que importa —dije mirándola a los ojos, y pude ver el descanso en los suyos.

Me di la vuelta y entré al cuarto de baño donde me di cuenta de que había una tina preparada y tomándome un tiempo, retiré mi uniforme y tomé un ligero baño. Al no tener ropa en aquella habitación, volví a colocar mis pantalones dándome cuenta de que tenían salpicaduras de sangre seca. Si nada más que hacer, salí a la habitación encontrándome con ella sentada en uno de los sillones.

—Lord Foul me preparó una habitación al fondo del pasillo, pero si te soy sincero no quiero quedarme ahí.

—¿Dónde te quieres quedar? —preguntó ella observando mi torso desnudo.

—Aquí —respondí secando mi cabello con una toalla—. ¿Quieres?

Ella Asintió tímidamente, y me volví a acercar a ella tomándola de nuevo entre mis brazos para detallarla bien. Me gustaba mirarla y contemplar su más hermosa y encantadora belleza.

—Al fin estaremos solos sin el fastidio de tu hermano —dije.

—¡Aiseen! —fingió estar molesta—. Es que tú también lo provocas.

—Él se lo busca, sabes que no me gusta que me reten —amagué a darle un beso, pero ella alejó su rostro del mío y fruncí el ceño ante ese gesto mientras ella me miraba divertidamente.

—¿Me estás retando? —pregunté sonriendo, porque no me había dado cuenta de que ella era la única persona que podía retarme sin despertar mi más profundo enojo.

—Sí. —Se zafó de mis brazos y se alejó de mí haciendo que yo fuera tras ella y sin darme cuenta me hizo perseguirla como un estúpido niño por la habitación. No sé cómo terminé en eso, pero no podía detenerme con ella. Todo mi mal carácter de mierda se iban al demonio y solo quedaba yo, un hombre enamorado de su tierna y dulce mariposa.

La atrapé tomándola por la cintura, quedando ella de espaldas a mí y sentí un aroma emanar de su cabello; ese aroma a fresas dulces y suaves que me encantaban. Ella sonreía y eso era música para mis oídos; me gustaba verla así y sentirla feliz. Acomodé su cabello a un lado y comencé a besar su suave y terso cuello y escuché como salió de ella un quejido ahogado de placer que le producía sentir mis labios recorriendo su piel, la volteé para quedar de frente con ella y la besé; me gustaba tanto el sabor de sus labios, eran sumamente adictivos para mí y no podía parar de saborearlos.

Agarré sus piernas y las subí a la altura de mi cadera, envolviéndome con ellas, mientras la besaba aún más intensamente una y otra vez. Mi caminar se aceleró hasta la cama, donde la posé suavemente sobre las sábanas y ella continuaba sujetada a mi cintura, mientras sus ojos observaban los míos.

Su mano se deslizó suavemente hasta mi cabello, colocando un mechón de estos tras mi oreja, y escuché su voz decir.

—Quiero estar contigo Aiseen. —La miré mientras agarraba su mano para besarla y pregunté—. ¿De verdad quieres eso?

Ella asintió que sí quería con las mejillas coloradas. Iba a ser complicado, ya que sería su primera vez, pero me sentí halagado y orgulloso de saber que era conmigo con quien ella quería estar y entregarme esa parte importante de ella, su inocencia.

—Te amo Arlette —dije sin pensarlo y solo expresé lo que salió de mi corazón en ese momento y que mi alma estaba callando porque ni yo  mismo lo podía creer, pero ahí me encontraba confesando lo que mi corazón sentía en completa intimidad.

—Y yo te amo a ti, Aiseen —respondió ella en un susurro, no sé por qué siempre susurraba misteriosamente. Sonreí al oírla hablar así y observándola, deseé que jamás esa ternura desapareciera de ella.

Los besos se hicieron presentes de nuevo en aquella cama mientras la luz de las velas envolvían la habitación. Mis manos se deslizaban bajo su bata de dormir tocando sus muslos y los apreté fuertemente para sentirlos.

Mis labios recorrieron su cuello, dejando besos estampados en su piel, tatuándose sobre ella suave y agresivamente. Bajé a su escote, odiaba encontrarme siempre con ese maldito escote que no me dejaba sentir la piel de sus pechos y en un impulso, rasgué el vestido con fuerza sorprendiéndola. Ella no esperaba eso.

Continúe rasgando el vestido mientras la besaba; yo necesitaba deshacerme de esa maldita bata cuánto antes. Levanté mi vista para ver su cuerpo desnudo, sin nada que lo cubriera, viendo sus senos expuestos y su figura ante mis ojos. Ella era hermosa de ver y era mía. Me despojé de las prendas que me quedaban y ella tapó su rostro de pena al verme desnudo mientras yo volví a posarme sobre ella, retirando sus manos de su rostro.

—No tengas pena mi amor, confía en mí.

Comencé a besarla de nueva cuenta y me aventuré a sentir la suavidad de sus senos, dejando besos en ellos. Mi  vasta mano agarró uno de ellos para tocarlo y apretarlo con fuerza y delicadeza al mismo tiempo, mientras yo degustaba en mi boca la suavidad de sus pezones. Ella temblaba y yo sentía sus espasmos recorriendo su cuerpo, mientras tapaba su boca con sus manos y yo sonreí al darme cuenta de eso.

Continúe mi recorrido hasta bajar a su abdomen, dejando besos en él. Bajé más a su centro besando suavemente su piel y sentí el roce de su mano temblorosa sobre mis hombros y la agarré para sujetarla mientras la oía tratando de reprimir los gemidos que aquel placer le causaba y la humedad de su zona no se hizo esperar. Ella se comenzó a liberar poco a poco, dejándome oír su delicada voz, entre gemidos, mientras mordía sus labios susurrando mi nombre y yo continuaba jugando con su placer, produciéndoselo más y más.

Sentí que ella estaba a punto de explotar y me detuve escuchando un suspiro salir de lo más profundo de su ser. Subí hasta ella de la misma forma en la que bajé y volví a besarla, me posé entre sus piernas y ella no evitó sentir mi erección que estaba en su máximo punto.

Me gustó verla buscar mis labios y cómo sus manos se aferraban a mi espalda desesperadamente. Me acomodé delicada y suavemente entre sus piernas, y cuando su mirada me decía en silencio que deseaba aún más, me uní a ella con fuerza y delicadeza al mismo tiempo, mientras oía un quejido salir de sus labios y sentí cómo ella clavó sus uñas en mi espalda.

«Diablos, esto se siente jodidamente rico», pensé.

Comencé a hundirme más dentro de ella con suavidad, mientras ella se aferraba más a mí, dejándome saber a través de su cuerpo que quería más de esto, aunque fuera un tanto difícil. Me intenté incorporar para darle descanso, pero ella me sujetó y me pidió en un gemido desesperado que continuara. Sus manos y su cuerpo temblaban y yo comencé a moverme delicadamente buscando lograr escuchar placer salir de su interior, y poco a poco lo conseguí, mientras me movía más y más buscando hacerla sentir eso que tanto deseaba. Sujeté su pierna fuertemente contra mi cuerpo para continuar embistiéndome dentro de ella cada vez más rápido y más duro según su cuerpo me lo permitía; su estreches era jodidamente placentera para mí, logrando que yo también gimiera y quisiera perder el maldito control.

Ambos nos sacudimos uno contra el otro a más no poder en aquella cama y cuando menos lo esperé mi hermosa mariposa se posó sobre mí liberando su timidez en busca de más placer sacudiéndose una y otra vez mientras yo la envolvía en mis brazos saboreando de nuevo sus senos; sus gemidos inundaban la habitación a más no poder, mientras que a la luz de las velas, amé hacerla mía esa noche.

A la dueña de mi corazón, porque ella se convirtió justamente en eso, en mi corazón, mi vida y mi alma.

Mi Arlette

Te amo, mi mariposa que muere agitando las alas, haciendo el amor en sus brazos, evitando mi propio fracaso. Hoy necesito tenerla, voy a amarle con coraje. Yo te amo, perdóname, siempre recuérdame. Ábrele la puerta a un guerrero sin armas ni ejército y dame de tu vino ligero, ¿qué hiciste mientras no estaba? En las sábanas perdida, dame el sueño de un niño que da vueltas, soñando con nubes. Déjame quererte, hazme abrazar a una joven que sueña despierta y hazme rogarte un poco, antes de hacer el amor, viste de calma mi furia, con tu mirada sobre la mía.

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