𝐋𝐀 𝐏𝐀𝐑𝐂𝐀 𝐏𝐀𝐑𝐓𝐄 𝐈
Capítulo 59
Los barcos navegaban sigilosamente a las orillas de la isla Blondi aproximándose cada vez más a la orilla de la isla
Los quince barcos que estaban a punto de arribar llevaban un considerable número de soldados junto con los hijos del rey Valko y a sus espaldas se acercaban otros ocho barcos más, equipados con más soldados.
El rey Valko y el príncipe Valero habían entrado como civiles al reino de Lussox junto a un gran número de soldados. Valko haría estancia en los bosques de Lussox mientras que sus hijos estaban a punto de tocar las puertas del palacio que tenía prisionera a la princesa Arlette.
Valerio se encontraba en uno de los barcos junto a su hermano Carsten y un grupo de arqueros que estaban constantemente en guardia. Veikan y Aiseen iban en otro barco junto al príncipe Aleister y el príncipe Jaden Brandenhill dirigiendo la navegación, si lograban tocar tierra no había vuelta atrás.
HORAS ANTES
—¿Te vas? —preguntó una desesperada Diana colocando a su recién nacido sobre la cuna.
—Sí —respondió Veikan sin más.
—¡Veikan! ¿Valko acaba de nacer y ya te vas?
—Mi amor sabes que en el fondo no quisiera irme, quisiera quedarme aquí junto a ti y nuestro hijo, pero es mi deber. Algún día seré rey e igual que mi padre tendré que estar en batallas dando la cara por la guardia y el reino, sabes que esto es importante.
Diana miró a Veikan reconociendo que él tenía razón.
—¡Lo sé! ¡Pero tengo miedo! —exclamó ella con sus ojos empañados. Veikan la abrazó para darle confort y hacerle saber que apresar de todo él volvería con ella—. Tengo miedo de que no vuelvas más —sollozó—. Tengo miedo de que Valerio, Carsten, Aiseen, Jaden o papá no vuelvan más.
—Diana, mírame y escúchame —él buscó su rostro—. Voy a volver; todos vamos a volver, padre va a volver, te lo juro.
—Prométeme que vas a volver con padre y mis hermanos.
—Lo prometo mi amor.
Diana lloró en los brazos de Veikan mientras él dejaba besos en sus rubios cabellos para tratar de darle calma. A él le dolía irse sin saber qué pasaría, pero de igual forma él lucharía para volver a casa con ella y su hijo.
—Merrie tienes que calmarte —le pidió Carsten a su esposa mientras ella caminaba de un lado a otro nerviosa y ansiosa.
—¡No me pidas eso!, sabes que no es fácil para mí. Tú no eres como Veikan, como Valerio o como Aiseen.
—Mi amor —él le dio un beso—. No soy como ellos, pero sé defenderme. Ahora tranquilízate, no quiero que nada malo te pase ni a ti ni a nuestro hijo.
En aquella habitación matrimonial la desesperación de una esposa afligida se sentía mientras trataba de ser calmada por su esposo. Merrie asintió aceptando calmarse, mientras sus lágrimas caían al ver cómo Carsten se inclinaba para besar y acariciar su vientre.
—¡Salgan ahora! —exclamó Valerio viendo a su esposa tratando de respirar—. Mi amor— se acercó a ella—. Asenya mi amor, ¿qué pasa?
—¿Y me preguntas qué pasa? —reclamó entre lágrimas.
—Sabías que esto pasaría; Tenemos que ir a rescatar a Arlette.
—¡Lo sé! Y sé que eres un excelente arquero y un buen guerrero, pero aun así no dejo de sentirme asustada. Quiero que veas nacer a nuestro hijo y no quiero que te pase nada malo.
—Lo veré nacer, escúchame, mírame —buscó su rostro—. Lo veré nacer, tranquilízate. —Valerio cobijó a Asenya en sus brazos para calmarla—. Todo va a estar bien.
Fueron las palabras del arquero a su esposa para darle confort en un momento delicado y temeroso para ella.
—Que los Mayores te guíen en esto esposo —dijo Litta calmada ante la partida de Valero. La princesa estaba nerviosa, pero ante la experiencia, ella sabía manejar bien sus emociones.
—Gracias esposa —le dio un beso.
—Cuida mucho de Jaden y cuida de ti.
—Lo haré y te prometo que traeré a Arlette de vuelta juntos de nuevo como una familia, como la familia que somos —Valero le dio un beso a su esposa para expresar su amor por ella diciendo—. Te amo.
—Yo también te amo.
—No entiendo, debería llorar; estar triste y asustada. Mis hermanos se van, mi padre también y tú, mi esposo también te vas, pero soy incapaz de estallar en nervios —dijo Tanya asomada en la ventana de su habitación, mirando hacia el jardín con la mirada gélida.
—No te sientas mal por eso mi amor —Jaden se acercó a ella y la besó—. Ese es tu carácter, eres objetiva, y ves las cosas con claridad.
—¿A qué te refieres? —ella lo miró.
—Sabes que tus hermanos son excelentes guerreros y sabes que tu padre es el señor y amo de esto.
—¿Por eso no debo tener miedo a que no vuelvan?
—No es que no temas. Tú sabes que van a volver, sabemos que vamos a volver.
—Tengo miedo, Jaden —se sinceró Tanya dejando salir sus emociones. Él la miró y vio sus ojos ligeramente empañados.
—Está bien, esposa. Permítete sentir emociones, Tanya, eso no está mal. No está mal si te sientes triste o asustada, sabes que vamos a volver —ambos se besaron en la privacidad de sus aposentos.
La reina Elizabeth se encontraba en la sala privada del rey mirando por la ventana. Su mirada era fría y sin emociones, pero de la nada una lágrima rodó por su rostro, las puertas de aquel sitio se abrieron y el rey Valko entró cerrando las de vuelta, mientras veía a su esposa aún estática frente la ventana.
Él se acercó a ella y la abrazó rodeando su cintura con sus fuertes manos y dijo plantando un beso en su mejilla.
—¿En qué piensas Mujer?
—En el día en que te conocí —ella volteó para mirarle y sin previo aviso retiró su parche del ojo—. El día que te vi por primera vez. —Él la miró.
—¿Por qué piensas en eso?
—Fue el día en que mi vida cambió, Valko, fue el día en el que conocí al amor de mi vida; aunque yo no sea el tuyo, tú eres el mío.
—No digas esas cosas —acarició su mejilla con ternura.
—No me duele aceptar la verdad —sonrió—. Fuiste el primer y único hombre al que amé y al que amo y sé que eres capaz de todo, pero tengo miedo.
—¿Miedo a qué?
—A qué no vuelvas —le miró con tristeza.
—Elizabeth...
—Valko —ella le interrumpió—. Sé que eres un gran guerrero y que tu habilidad con la espada es excepcional, pero eres un ser humano y quiero que me entiendas. Tengo miedo de que sea el último abrazo o el último beso.
Valko besó a Elizabeth, y él, al igual que ella, sintió exactamente lo mismo que cuando la conoció y cayó rendido a sus pies.
—Te amo Elizabeth, eres la mujer que me salvó de mí mismo y del abismo en el que estaba cayendo y todos los días le agradezco a los dioses de tenerte a mi lado, no tengas miedo.
—Hijo —interrumpió la reina Ahela entrando a la sala.
—Madre.
—¿Ya van a partir?
—Sí, en unas horas nos iremos.
—No se te olvide el camino de regreso a casa, mi amor —Ahela se acercó a su hijo, le besó la frente y él la abrazó.
—Nunca se me olvidará el camino de regreso a casa madre.
ISLAS BLONDI (PALACIO TURQUEL)
El destino estaba cerca, los barcos casi llegaban a tierra sin ser vistos, el peligro acechaba a la Isla y ningún hombre de Graner se percataba de ello y aunque se percataran ya era demasiado tarde.
Finalmente, los barcos arribaron y los príncipes y soldados pisaron tierra y se acercaban sigilosamente entre los árboles del bosque hacia el palacio.
A medida que iban avanzando, más se iban a cercando al punto y objetivo. Todos permanecían en guardia y por suerte el camino de salida al bosque dio justo en la parte de atrás del palacio donde se pudieron percatar que había guardias resguardando sus muros, pero tras una buena observación se dieron cuenta de un detalle; de que en lo alto de la fortaleza no había guardias vigilando y ese era el momento de atacar.
Ferozmente, los hijos de Valko junto a los soldados se acercaron a los hombres; Veikan sorprendió a uno de ellos desprevenido y le acuchilló múltiples veces en la garganta, hundiendo una y otra vez su daga con fuerza y rapidez, desgarrándola por completo para dejar salir chorros de sangre. Aiseen hizo lo mismo con otro soldado abriéndole la garganta en la primera oportunidad, mientras que Valerio empuñaba su espada atacando a otros guardias que se encontraban en su camino, Jaden atravesaba a otros guardias con su espada y el calmado Carsten enterró una lanza en el pecho de un guardia atravesándolo por completo; el príncipe Aleister le indicó al Worwick como mover la lanza para que el hombre perdiera la vida de inmediato y Carsten lo hizo girándola una y otra vez dentro del hombre, mientras el resto de los guardias eran masacrados por los soldados y cuando acabaron con los que estaban afuera se prepararon para entrar y derribar las puertas traseras del palacio que no tenían contención alguna, Graner estaba demasiado confiado en que nadie atravesaría la isla, ese fue su error.
Y el enfrentamiento empezó.
La pelea entre guardias del palacio y soldados de la casa Worwick y la casa Vikernes había iniciado sin misericordia.
Todo el palacio estaba siendo alertado mientras cabezas rodaban por doquier; sangre, extremidades, gritos de dolor, todo era un caos. Los guardias de Graner no estaban preparados para esto y no sabían qué hacer, siendo todo realmente confuso para aquellos hombres que también estaban demasiado confiados en la isla.
Valerio pidió protección con escudos a sus hombres para entrar a los pasillos del palacio previniéndola presencia de arqueros en la fortaleza; él buscaría a Arlette, ya que el rubio tenía un plan que si se ejecutaba con precisión sería este efectivo, después de todo, él sabía jugar con su arco, pero también sabía jugar con sus dagas y espada demostrando que un Worwick rubio también podría ser asesino a sangre fría.
El arquero le comunicó entre gritos a Aiseen y a Veikan que entraría a buscar a Arlette y que le siguieran lo más rápido que pudieran. La pelea era intensa y para ese punto ya todo el palacio había sido informado de lo que estaba ocurriendo.
Uno de los guardias del rey entró rápidamente a su salón privado donde esté se encontraba junto a su mujer en turno, en una comprometedora situación sobre el escritorio del rey, quien de inmediato fue informado de la devastadora situación que ocurría en ese momento. Él reventó de la ira tratando de entender cómo habían hecho para que esos soldados llegaran a la isla sin ser vistos. A Graner se le pidió salir del lugar, mientras sus soldados le protegían, y él accedió, pero antes debía ir por alguien.
—Iré por la reina.
—Su madre está siendo custodiada también por soldados mi rey.
—¡Estoy hablando de mi esposa imbécil! —gritó Graner tan desagradable y grosero como él solía ser y de inmediato ordenó que todo el cuidado lo colocarán sobre él y sobre ella. El guardia preguntó que harían con la reina Kathie y Graner simplemente contestó diciendo: “Que se joda la puta vieja”
La ramera de Graner corrió tras él pidiendo protección, pero él la empujó a un lado exigiéndole que le quitara las manos de encima y salió del salón privado para ir en busca de Arlette.
Valerio cruzaba los pasillos del castillo, respondiendo agresivamente a los ataques de los guardias y soldados de Graner hasta que derribó a uno que suplicó por su vida. Valerio se acercó a él con su daga en la garganta y ordenó que lo llevara con la princesa Arlette, pero el guardia se negó. El hombre trató de engañar al príncipe pidiendo piedad e intentó zafarse de Valerio tendiéndole una trampa, pero vaya que estaba equivocado si pensaba que podría burlar al menor de los hijos del rey Valko. Valerio golpeó su mano tirando su espada lejos del hombre y acto seguido apuñaló su cara en repetidas ocasiones, sacándole un ojo, el cual quedó enganchado en la punta de la misma y finalmente le cortó la garganta en dos.
Una mujer de la servidumbre intentaba huir por ese pasillo tropezándose con el príncipe, quien al verlo rogó por su vida entre lágrimas y él se acercó a ella y le dijo: “Si me llevas con la princesa Arlette, no te mataré”. La mujer accedió llevando al príncipe con la amenaza constante de una daga en su garganta y, gracias a los dioses, no estaban lejos. Valerio llegó a la habitación y la mujer abrió la puerta, entrando junto con el rubio en ella.
Al asomarse tras la puerta y cerrarla, Arlette corrió de inmediato hacia su primo y él la recibió en brazos, mientras ella sollozaba sorprendida al verlo ahí y Valerio no tardó en intentar calmarla al tiempo que le hacía saber que ya todo había terminado y que estaban ahí por ella, logrando que la joven sonriera de felicidad aferrándose al rubio el cual la miró a los ojos y le pidió que guardara silencio, que la sacarían de ahí, pero debía hacer lo que él le pidiera y Arlette accedió.
Afuera, la lucha y pelea a muerte era sangrienta. Los soldados de la casa Worwick y la casa Vikernes estaban derrotando fuertemente a los guardias y soldados mal organizados del rey Graner como si de fichas de dominó se tratasen; caían uno a uno y el príncipe Aleister estaba disputándose un enfrentamiento frenético tratando de sacarse cuatro soldados capas rojas de encima con éxito, la diversión al matar y ver la sangre salpicar en su rostro era indescriptible, a la vez que Jaden mando a contener a un grupo de soldados que estaban fuera de los muros del palacio, los cuales trataban de derribar las puertas delanteras con refuerzos para poder ingresar.
El príncipe Jaden Brandenhill portaba el uniforme militar del reino de Lussox y con propiedad sobre el reino que sabía era legítimamente de su padre ordenó que los guardias traidores fueran rociados con gas y que fueran prendidos vivos, nadie evitaría ese día que ellos salieran de ahí con Arlette. Los gritos de los hombres eran ahogantes y desesperantes ante aquella dolorosa muerte, a él le dolió ver cómo soldados de su casa morían por un rey usurpador faltando al juramento de sumisión ante la ley de los Mayores, pero en ese momento ellos estaban traicionando a sus gobernantes legítimos por elección, simplemente podrían quedarse afuera dejando que el estandarte de Graner callera.
Los hermanos Worwick se adentraron al palacio peleando a espadas mientras que Carsten decidió hacer estancia en una parte segura en compañía de otros soldados que le protegían. Él debía cuidar desde aquel punto que la estrategia estuviera saliendo a la perfección.
Veikan y Aiseen avanzaban salvajemente, luchando casi que tres contra uno. Los cabellos blancos de los príncipes se estaban tiñendo de rojo, igual que sus vestiduras. Aiseen portaba una espada y un escudo de la casa Worwick, mientras que Veikan traía consigo dos pequeñas hachas con las que mataba, decapitaba y mutilaba a sangre fría a quien fuera que se le atravesara en su camino. Después de haber derribado aquella cantidad de soldados, el pasillo quedó aparentemente solo, hasta que un soldado tuvo la mala idea de querer enfrentarse solo a los dos príncipes. Aiseen dio una gran carcajada divertidamente asesina, mientras Veikan esperaba con ansias la cercanía de aquel hombre al que Veikan le lanzó el hacha con precisión impactándole justo en su frente, el hombre cayó al suelo y el mayor de los Worwick se acercó a él, colocó su pie en la cara de este, sacó el hacha y consigo una enorme cantidad de sangre salió de la cabeza del hombre dividida en dos, Veikan siguió de largo y Aiseen alzó su espada decapitando al hombre a sangre fría.
El rey Graner llegó a la habitación de Arlette y al entrar la encontró sola en sus aposentos junto a su sirviente, la misma mujer que había guiado a Valerio hasta ahí. Graner agarró a aquella mujer por el cabello y arrastrándola la sacó de la habitación arrojándola al pasillo y cerró la puerta.
—¿Qué está pasando afuera por qué tanto bullicio? —preguntó Arlette a su esposo y rey.
—No es nada cariño, ven conmigo —respondió Graner con una sonrisa en su rostro, pero sus ojos seguían destilando maldad. Arlette dudó en acercarse a él, pero lo hizo y de inmediato Graner la colocó de espaldas a él y susurró a su oído: “saldremos juntos de aquí mi amor, muertos o vivos”.
Las puertas de la habitación se abrieron de golpe y dejaron ver a los príncipes Aiseen y Veikan juntos. Arlette se emocionó al ver a Aiseen después de tanto tiempo que quiso correr hacia él, pero Graner apretó su amarre agarrándola por el cuello con fuerza.
—Suéltala Graner —sentenció Aiseen al hombre—. Suéltala y pelea como un hombre.
—¿Pelear como un hombre? —sonrió en burla, Arlette es mi esposa y saldrá conmigo de aquí viva o muerta—. Culminó sus palabras para colocar una daga sobre la garganta de ella.
—¡Suéltala! —gritó Aiseen.
—¿De verdad creyeron malditos Worwick que iban a poder burlarse de mí? —habló con arrogancia.
—No tientes a tus dioses Graner —se expresó Veikan
—Ellos no deberían tentarme a mí, ni ustedes tampoco.
—Si la sueltas y la dejas ir, me rendiré y puedes hacer conmigo lo que quieras, juro que esta matanza acabará y el trono será tuyo, sin peleas —habló Aiseen buscando la seguridad de la mujer que amaba a toda costa, dispuesto a todo, aunque en el fondo solo estuviera mintiendo para que él la soltara.
—¿Y tú qué peligro representas para mí?
—Porque si te niegas a soltarla, estoy dispuesto a matar y a enfrentar mi muerte por esa mujer, pero si la dejas ir y yo muero, ella será toda tuya.
—¡No Aiseen! —gritó Arlette asustada.
—¡Cállate! —le gritó Graner a Arlette sacudiéndola—. ¿Qué tal si la vez morir? —Graner amagó a mover la daga que tenía presionada sobre la garganta de Arlette, pero antes de que él lo hiciera una flecha salió directo del cuarto de baño y se incrustó en la mano del rey, haciendo que este gritara de dolor y arrojará su daga al suelo. Arlette intentó correr, pero él agarró su vestido con su mano libre y de inmediato Aiseen se acercó para zafarla de él, y cuando lo logró rápidamente, Graner alcanzó su daga y logró pasarla por el costado del abdomen de Aiseen cortándole. Veikan lo pateó por la espalda tirándolo al suelo, mientras que Arlette ya estaba segura en los brazos de Aiseen. Veikan le pidió Aiseen que saliera de ahí con ella, que ellos se encargarían del resto.
Valerio salió del cuarto de baño y le disparó cuatro flechas más a Graner en puntos estratégicos dónde no pudiera encontrar su muerte aún, pero que sí quedará herido e imposibilitado por el momento. Un fuerte y rudo golpe del puño de Veikan sobre la cara del inútil rey le dejó inconsciente al pelirrojo que quedó tendido en el suelo.
Aiseen salió del palacio con Arlette, a la que tuvo que cargar consigo para poder correr más rápido mientras se defendía como podía con una espada en su mano y con la otra sostenía a la mujer que había ido a rescatar. Un grupo de soldados de la casa Worwick se hicieron presentes socorriendo al príncipe que se apoyó en ellos para poder salir a salvo de ahí y sin demora Veikan y Valerio se sumaron también a esta masacre.
Aiseen salió a las afueras del palacio con Arlette en mano, mientras ella veía la cantidad de personas muertas; soldados y servidumbre guardias y demás, y entonces Arlette recordó a su sirviente, la misma mujer que llevó a Valerio a sus aposentos, ella era la que había estado al pendiente de Arlette todo ese tiempo y entre llantos ella llamó a Aiseen mientras seguía viendo el horrible panorama. Guardias muertos, restos de cuerpos sin sus extremidades, vio a un hombre matando a otro cruelmente y pudo ver a su hermano a la distancia pelear desesperadamente contra unos capas rojas y Aiseen volteó a verla al oír su llanto.
—Arlette, mi amor no mires eso —él buscó su rostro.
—Pero Aiseen ¿por qué todos ellos? —preguntó llorando.
—Escúchame, no había otra forma —la besó en la frente—. No había otra forma —él cubrió levemente sus ojos con su mano para que ella no viera toda esa masacre que se estaba presentando.
—Quiero llevarme a Danina.
—¿Quién es Danina?
—Mi sirviente, la mujer que me cuido estando aquí Aiseen.
—Escúchame Arlette, ahora no podemos volver por ella, pero te juro que la llevaré contigo en cuanto pueda, ahora vamos.
Bastó que Carsten se percatara de que su hermano y su prima estaban juntos saliendo del palacio como estaba planeado para que él ordenara la retirada de inmediato. Al llegar al punto acordado, se les facilitó un caballo donde ambos se subieron rápidamente. Aiseen se mostró un poco molesto, sintiendo un dolor en su costado. Él se tocó ese lado y sus dedos salieron manchados de sangre, pero no le dio importancia. El caballo los llevó hasta la orilla más cercana, donde les esperó un barco que navegaría con ellos hasta las costas de Southlandy.
Aiseen ignoró el sangrado que estaba presentando, no era momento de pensar en él.
Mientras tanto, los soldados y los príncipes de la casa Worwick y de la casa Vikernes se retiraban del lugar a toda prisa, dejando más de la mitad de los guardias de la casa Brandenhill muertos. La retirada fue certera como lo habían planeado.
Ya habían logrado lo que querían, rescatar a Arlette.
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