𝐇𝐀𝐒𝐓𝐀 𝐍𝐔𝐍𝐂𝐀
Capítulo 46
SOUTHLANDY
La revuelta en el bosque de Southlandy era caótica y desesperante. Muchas casas de campesinos estaban siendo saqueadas y quemadas por Cangrinos, con las personas que las habitaban dentro de ellas. Estos hombres también estaban apresando mujeres jóvenes y niños, y asesinando hombres y mujeres mayores.
Cada casa que masacraban a su paso era destruida en llamas, y todo lo que tenían consigo estas pobres familias de campo.
En medio de la revuelta, se encontraba Minerva tratando de escapar de un hombre que la estaba persiguiendo. Ella corría para tratar de llegar a casa junto a su familia, pero en medio de aquella huida la joven pelirroja perdió el equilibrio y calló al suelo estrellándose contra unas piedras, lo que le ocasionó un fuerte dolor en todo su cuerpo.
Minerva se levantó como pudo escapando de aquel Cangrino; al llegar a su casa, la encontró terriblemente destruida y entonces un agudo dolor se apoderó de su vientre bajo, dolor que la hizo postrarse de rodillas hasta que empezó a sentir cómo algo escurría de ella. La rojiza metió su mano bajo la falda de su vestido solo para darse cuenta de que era sangre lo que salía de ella y de la nada escuchó a alguien llamarla. Esa voz le parecía conocida, era su amiga Caroline, que también estaba en medio de aquella masacre tratando de huir.
—Hay que irnos, Minerva, vamos —dijo Caroline, instando a Minerva a salir de ahí.
—No puedo Caroline —se quejó estando en el suelo con la mano llena de sangre.
—¡Minerva! —exclamó Caroline al darse cuenta de su sangre—. No puede ser ¿Qué te sucedió?
Caroline se arrodilló para ver mejor el estado de su amiga.
—Ve por ayuda Caroline —pidió Minerva adolorida.
—¿Pero dónde? —preguntó casi que rayando en el llanto.
—Solo ve por ayuda, yo no puedo ir así.
—Minerva no puedo dejarte aquí sola.
Minerva sacó un pedazo de papel que llevaba en la cintura de su falda rasgada y sucia por las caídas que había tenido y se lo extendió a su amiga.
—Tenla contigo. Si algo me llega a pasar por favor entrégasela a él —pidió Minerva entre lágrimas y dolor.
Caroline lloró al ver en el estado en el que tenía que dejar a su mejor amiga para ir por ayuda. ¿Dónde iría? Ella no lo sabía, pero debía buscarla de inmediato.
Caroline se alejó llorando en medio de la revuelta sin mirar hacia atrás. Solo había un lugar donde podrían ayudarla y solo una persona se interesaría en darle atención.
El príncipe Veikan Worwick.
—¿De verdad esto no es una broma y el desgraciado ahora es un alma de los dioses? —preguntó Valerio en sarcasmo al enterarse en su regreso de Azzex todo lo que había pasado con Aiseen.
—¡Valerio! —exclamó Asenya ante las palabras de su esposo.
—¿Qué? Solo digo la verdad —todos los presentes rieron—. Me cuesta creer que ahora Aiseen sea una gran y bella persona.
—No es una gran y bella persona —comentó Diana sentada en una de las sillas de la sala—. Él sigue siendo Aiseen, solo que tuvo un fuerte choque con la realidad. Aún no puedo olvidar todo lo que me dijo ese día cuando pidió hablar conmigo, nunca había visto a Aiseen llorar pidiéndome perdón.
—¿Perdón? —se sorprendió Valerio—. ¿Te pidió perdón?
—Sí, me aclaró las razones del porqué se portó como se portó conmigo y créanme. No es fácil enterarte de que la mujer que más veneraste y por la que estabas peleando con casi medio mundo resultó siendo todo lo contrario a lo que se creía. En parte, él también fue víctima.
—¿Y tú la dejaste hablar con él? —preguntó Valerio mirando a Veikan.
—Pues, los escuché hablando. La doncella de Diana me dijo que él pidió hablar con ella a solas y subí de inmediato temiendo que pudiera hacerle algo, pero cuando llegué solo encontré la escena más emotiva y calmada del mundo. Por suerte, él no se dio cuenta de que yo estaba ahí oyendo todo —contestó Veikan con seriedad en su voz. El mayor no tenía intenciones de burlarse de la situación que se estaba presentando.
—¿Y? ¿Le creíste? —preguntó Valerio sorprendido.
—Pues Valerio, no lo sé —Veikan suspiró—. Lo único que sé es que después de eso él no ha intentado nada contra ninguno de nosotros y no es que me sienta tranquilo, pero si él ahora es diferente o no, solo nos los dirá el tiempo y sus actitudes.
—Aiseen siempre será Aiseen —se expresó Tanya—. Si esperan una dulce paloma no lo hagan; hay cosas que no cambian jamás, el resto solo lo dirán sus acciones.
—¿Es verdad que casi lo matas? —preguntó Valerio a su hermano Carsten.
—Estuve a punto, de no ser por la abuela que llegó en ese momento, la historia pudo haber sido otra —respondió el rubio a su hermano.
—¡Oigan ya! —intervino Diana—. Sé que Aiseen nos cae mal a todos, pero solo hay que mantenernos alejados y esperar que no intente algo malo contra nosotros y que de verdad cambie su actitud para con su familia.
—Nadie dice lo contrario —respondió Carsten—. De echo me he sentido mal al saber que talvez lo que me dijo de mi padre era cierto, reconozco que eso me dolió, pero sé que mi padre mejoró para bien y al final hizo lo correcto. Pero él se debe sentir horrible al saber que su madre jamás lo quiso.
—Lo entiendo, entiendo el sentimiento —dijo Asenya sabiendo que a ella la abandonaron sus dos padres, quedando toda su vida con la duda del porqué.
Todos observaron a Asenya al ella decir eso, incluso Valerio, quien la rodeó con su brazo y la llevó a su costado abrazándola.
—Me cuesta Diana —comentó Valerio para desviar el tema.
—A todos nos cuesta Valerio, a todos. Todos fuimos sus víctimas en algún momento, pero después de lo que oí de su boca, no quiero mantenerme cerca, pero tampoco lejos. Nos guste o no, él es nuestro hermano, y también es hijo de nuestro padre, y si algo llega a pasar, debemos apoyarnos todos como familia. —Diana se levantó de la silla—. Ahora quiero ir a tomar aire fuera de aquí.
—Vamos, Diana, yo también quisiera salir —comentó Merrie levantándose de su silla para ir junto a Diana.
—¿Las puedo acompañar? —preguntó Asenya.
—¡Sí, vamos! —respondió Diana con emoción.
—¿Vas con ellas Tanya? —preguntó Veikan a su gemela.
—No, me quedaré aquí con ustedes, no tengo ánimos de salir hoy —respondió ella mirando a su hermano.
—Cuídense, vayan con los guardias —Veikan las acompañó a la puerta de la sala para darle instrucciones a los guardias con respecto a las damas y volvió a entrar a la sala de nueva cuenta.
La puerta del lugar se cerró y Tanya se quedó junto a sus hermanos en la sala sentada e imponente en aquella silla y no tardó en tomar la palabra —Jaden está preocupado por Arlette.
—¿Por qué? —preguntó Valerio mientras se servía un baso de vino.
—Él está empeñado en que Aiseen está rondando a su hermana, pero no tiene pruebas para demostrarlo. Me parece absurdo, pero él no quita el dedo del renglón.
—¿Arlette? ¿No es verdad o sí? —preguntó Valerio dudoso.
—No lo sé Valerio.
—Arlette es muy inocente y no es el tipo de mujer que deslumbre a Aiseen —comentó Veikan incrédulo.
—El caso es que él quiere que la vigilen, pero no puede ordenar a ningún guardia hacerlo a menos que su padre de la orden, o el mío, o ustedes.
—¿No crees que eso es demasiado? Arlette es una niña, quizás ella no vea a Aiseen con malicia y talvez él no ha sido malo con ella —comentó Carsten.
—He intentado hacerle caer en cuenta sobre eso, pero se me ha hecho imposible, y no poder hacer nada lo tiene de mal humor todo el tiempo —comentó Tanya.
Veikan miró a su hermana entendiendo que trataba de decir ella y preguntó: —¿Quieres que hagamos algo?
—¿Podrían ayudarme en eso?
—Claro que sí, hermana, lo que sea que necesites— dijo Valerio.
—Le pediré a unos guardias que la vigilen discretamente, pero ellos me rendirán cuentas a mí. Trataremos de que él no se altere si hay algo más de por medio —dijo Veikan dando una solución al problema.
—Si algo pasa, yo hablo con padre —comentó Carsten.
—Pídenos lo que sea hermana, te ayudaremos en lo que podamos —confirmó Valerio.
—Se los agradecería mucho —Tanya cerró la conversación con aquellas palabras hacia sus hermanos.
Diana, Asenya y Merrie paseaban tranquilamente por el castillo hasta que llegaron al patio de Armas cerca a la entrada del mismo. Las mujeres estaban distraídas, viendo a todos haciendo sus labores diarias y charlando entre ellas mismas de diversos temas, hasta que un bullicio las sacó de la grata conversación que estaban teniendo. Las tres mujeres vieron a una mujer que lucía despeinada y algo sucia con el vestido roto y completamente desaliñada pidiendo ayuda y llorando frente a unos guardias; otros dos pasaron al lado de las damas para adentrarse rápidamente en el castillo, lo que preocupó a Diana y ella quiso saber qué estaba pasando.
Asenya le pidió a Diana que mejor se fueran de ahí, pero Diana quiso acercarse logrando caminar hasta donde se encontraba la mujer, mientras Merrie y Asenya le seguían.
La voz de Diana se pronunció. —¿Qué está pasando?
—Princesa —dijo la mujer sollozando—. Princesa ayuda por favor, llámelo a él —rogó.
—¿A quién él? —preguntó Diana incrédula.
—Princesa es mejor que vuelva usted dentro —sugirió el guardia de custodia de Diana.
—Le ordeno que se aleje ahora mismo —advirtió la rubia—. ¿Dígame a quién busca? —preguntó Diana de nueva cuenta a la mujer.
—Al príncipe Veikan. Los están matando a todos en el bosque —dijo la joven entre lágrimas.
A Diana le dio mala espina el que esa mujer pidiera a Veikan y tras mencionar el bosque ella no dudó en recordar a alguien que se le hacía familiar con el lugar, Minerva.
—¿Por qué a mi esposo?
—¡Diana! —se oyó la voz de Veikan llamar a su esposa. El príncipe se acercó hasta ella y vio a la mujer envuelta en lágrimas, ya él había sido informado sobre lo que estaba pasando con esa mujer—. Ve a dentro ahora, yo iré con mis hermanos al bosque.
—¿Pero a qué irás a ese lugar? —preguntó Diana reacia.
—Los Cangrinos están masacrando personas ahí, Diana, debemos ir por ellos.
—¿O por ella? —preguntó Diana a su hermano con su voz apagada. Veikan la observó seriamente y contestó:
—No sé qué personas están en peligro y debo ir, Diana, mis hermanos irán conmigo y un grupo de soldados también. Nuestro padre ya fue informado; mi amor, escúchame. —Diana se desencajó—. Ve a dentro y resguárdate, no quiero que nada de esto te afecte a ti o a nuestro hijo, no soportaría si algo malo les llega a pasar a ambos, sabes que te amo.
—¿Volverás conmigo? —preguntó ella luciendo triste, sabiendo que si él se iba a enfrentar a cangrinos corría peligro.
—Te lo prometo —Veikan besó a Diana y de inmediato los guardias rodearon a las mujeres para llevarlas dentro. Los caballos de los príncipes llegaron ante ellos, y estos se subieron a sus lomos. A Valerio se le fue dado su arco y flechas más un escudo, mientras Asenya se notaba nerviosa, observándole alejarse igual que Merrie, pero ellas debían ir dentro y protegerse mientras ellos iban al bosque con un grupo de soldados que los ayudaría a cumplir su función.
Los caballos se acercaron más al bosque, donde poco a poco se comenzó a ver los estragos de aquella masacre, haciendo visibles los primeros cuerpos de personas muertas en diferentes direcciones. Incluso lograron ver a una pequeña enredada muerta en la maleza con su cabeza y piernas dislocadas. Los Cangrinos no solo eran asesinos, ellos robaban mujeres jóvenes y de mediana edad para venderlas como esclavas de cualquier índole, pero se decía que las más jóvenes tenían peor suerte, puesto que primero eran sometidas y tomadas por la fuerza de manera encarnizada por ellos durante días para posteriormente marcarlas y venderlas.
El camino fue tortuoso por todo lo que tuvieron que ver a su paso. Ellos estaban acostumbrados a matar y ver personas muertas, incluso peores escenarios, pero esto era distinto, estas personas eran inocentes buscando huir de aquellos asesinos. Si algo se sabía era que al rey no le agradaba que personas inocentes salieran heridas en este tipo de masacres, por esa razón Valko llevó a cabo la extinción de Cangrinos que había en Southlandy años atrás, eliminándolos por completo, y por su puesto sus hijos tenían los mismos ideales de su padre.
Al llegar al lugar donde se encontraba el hogar de Minerva, los príncipes se bajaron de sus caballos; todo estaba tranquilo, pero el desastre era terrible y una nube de humo se disipaba en el aire.
Los soldados fueron ordenados a hacer un despliegue silencioso por la zona y los príncipes comenzaron a recorrer el lugar. De la nada, Carsten observó algo que le llamó la atención y llamó a Veikan de inmediato. El peliblanco se acercó para ver cómo su hermano le señalaba el cuerpo sin vida de una mujer totalmente desnuda que habían arrojado junto a un árbol. La mujer tenía el cabello rojo y su espalda estaba lacerada.
Veikan respiró profundo y sus temores se agudizaron por completo. «“Por los dioses que no sea ella”» rogaba el mayor con desespero. Veikan se fue acercando para descubrir si era o no Minerva e instintivamente su rostro se llenó de tristeza. Al acercarse, él respiró aún más profundo, preparándose para lo peor y sin vacilar volteó el cuerpo de la mujer y un grito ahogado se produjo en el príncipe.
Carsten y Valerio descansaron, esa mujer no era Minerva.
La joven que llegó pidiendo ayuda al castillo, se acercó a los príncipes y los llamó para guiarlos hacia donde debía estar Minerva y ellos fueron de inmediato tras ella, pero al llegar lo único que encontraron fue el hogar que alguna vez Veikan vio a la distancia mientras estaba en lo alto del pequeño risco totalmente consumido y carbonizado ahora, ya nada quedaba de aquella casa y esto le dolió en el corazón a Veikan.
La chica empezó a llamar a su amiga con la esperanza que la pelirroja se hubiera escondido mientras ella iba por ayuda, pero nadie respondió. Su llanto se empezó a pronunciar aún más hasta que de nuevo el príncipe Carsten observó algo que lo doblegó como si aquello le fuera dolido intensamente y llamó a su hermano de inmediato.
Veikan se acercó.
Paso a paso pudo divisar la escena completa del horror que se sufrió en el lugar. Él rompió su más fuerte coraza y calló de rodillas ante tres personas amarradas y quemadas, reconociendo a una sola de esas personas porque el vestido que llevaba no se había quemado por completo y ese vestido él lo conocía bien.
Caroline lloraba viendo como su amiga no resistió su ida por ayuda.
Veikan rompió en llanto al ver el cuerpo de Minerva ante él quemado. «¿Por qué no fuiste tú a pedirme ayuda, Minerva? Yo te hubiera protegido», susurró él en el suelo con una mezcla de llanto y dolor mientras pasaba su mano por el cuerpo quemado de la rojiza. Después de todo, él sabía que ella no le había hecho ningún mal y que ella no tuvo nunca la culpa de haberse tropezado en su camino. Minerva era inocente de aquella confusión amorosa donde ella salió perdiendo y sí que perdió.
Valerio y Carsten observaban la escena apenados y tristes, a pesar de todo; ellos creían que ella tampoco tenía la culpa de haberse enamorado de Veikan como lo hizo, y sabían que ella no merecía ese destino, fuera de cualquier cosa; la joven lo había dejado ir tras la mujer que él amaba.
Algo se movió entre los árboles y Valerio logró sentirlo y de inmediato se tensó observando. Su vista no podía fallarle en ese momento, y a decir verdad era algo que no le fallaba.
—¡Abajo! —gritó el arquero para ver unas flechas salir de los árboles. Él pudo ver exactamente de dónde venían al esconderse atrás de un árbol y de inmediato preparó su arco, lo empuñó con una flecha y esperó unos segundos mientras todos estaban tratando de esconderse esperando que el arquero diera su estocada. Valerio esperó pacientemente, esperando un minúsculo movimiento, y al tenerlo, disparó su flecha dando en el blanco.
Era un experto en esto.
El rubio corrió buscando al hombre al que él le había disparado y lo vio huyendo entre los árboles con su flecha clavada cerca al cuello y rápidamente el menor preparó otra flecha ágilmente y la disparo dándole en la espalda para lograr tumbarlo, mientras Carsten iba tras su hermano.
Ese hombre era uno de ellos, un Cangrino que estaba observando a los príncipes ver aquellas personas quemadas. Un grupo de soldados se acercaron al escuchar la revuelta, llegaron hasta los príncipes y uno de ellos dijo: —No hay Cangrinos por la zona mi príncipe, parece que se han ido ya.
El hombre tirado en el suelo arenoso reía con burla y maldad, diciendo: —No podrán con todos nosotros.
Valerio pidió una soga que se le fue dada y la amarró de inmediato al cuello del Cangrino ejerciendo presión, consejo que le dio su hermano Carsten el cual había leído lo que esto ocasionaba, implementándolo de cierto modo. —Ya empezamos por el primero —dijo el príncipe respondiéndole al hombre.
Valerio sacó al Cangrino arrastrándolo con la soga de su cuello sin quitarle la vida; lo que era una agonía para el hombre, puesto que él lo dejaba agarrar airé por unos segundos, pero al instante se lo cortaba de inmediato sin dejarlo respirar bien, consejo que Carsten le había dado para no matarlo pero sí hacerlo sufrir un poco. Al llegar al lugar donde se encontraba Veikan, Valerio dejó al hombre en el suelo y el mayor lo observó con molestia, mientras que el tipo de mirada malévola, rostro sucio y dientes casi que negros y podridos se reía del príncipe diciendo:
—Gritaban como cerdos mientras ardían —se burló.
Veikan sacó su espada y clavo su hoja afilada en el pie del hombre cortándoselo de inmediato dejando expuesto su hueso tendones y músculos, lo que hizo salir del Cangrino unos alaridos de dolor casi que insoportables de oír, Veikan se acercó a él y le dijo con rabia en su oído: —Vas a morir maldito Cangrino, pero primero te oiré gritar como cerdo, te cortaré a pedazos procurando no matarte y tu lengua será lo último que mutile para deleitarme con tus gritos de dolor.
—¡MALDITOS WORWICK! ¡ALGÚN DÍA CAERÁN TÚ Y TUS MALDITOS HERMANOS MORIRÁN COMO GUSANOS, EL MALDITO REY MORIRÁ POR SU MANO! —gritó el Cangrino que solo guardó silencio ante el golpe que Carsten le propinó a puño cerrado, quedando inconsciente de inmediato.
Un grupo de soldados se presentó con seis Cangrinos apresados en ese momento, todos ellos ya estaban heridos y Veikan ordenó que los amarraran de las piernas y de las manos y los ataran a las colas de sus caballos para llevarlos a rastras al castillo.
Por último, el mayor le pidió amablemente a un soldado que levantaran el cuerpo de las tres personas quemadas y les dieran una sepultura digna, que él se encargaría del resto.
Cuando todos se estaban alejando, Caroline llamó al príncipe aparte y entregándole aquel papel que su amiga le había dado, dijo: —Antes de ir por usted, Minerva me dijo que le entregara esto. —Veikan agarró el papel—. Ella me dijo que se lo diera si a ella le llegaba a pasar algo.
Veikan miró a la joven y tomó el papel en sus manos.
—Gracias —respondió él para alejarse junto a sus hermanos y los soldados del lugar de vuelta al castillo.
Un grupo de personas llegaron a la zona costera de Southlandy buscando barcos que partieran hacia otro rumbo lejos de ahí.
Entre esas personas había una mujer que pagó con unas piezas de plata un lugar en uno de esos barcos para irse del sitio.
Sus manos estaban laceradas y su cabello estaba despeinado; su vestido estaba sucio y roto. Ella lloraba amargamente mientras sus manos abrazaban su vientre como si se estuviera lamentando de algo. Al tiempo que se escuchaba decir a un hombre que el barco partiría pronto al continente de Dersia.
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