𝐄𝐋 𝐏𝐑𝐈𝐌𝐄𝐑𝐎

Capítulo 37

La boda de Veikan y Diana fue celebrada tal cual cómo estaba planeada y los invitados fueron trasladados al castillo Worwick para celebrar el banquete que el rey Valko había preparado en honor a sus hijos.

El príncipe Aiseen no había asistido a la boda colmando una vez más la paciencia de su padre, ya que él estaba ordenado a ir, quisiera o no y al rey le importaba poco si sentía vergüenza o pena, pero la ausencia de Aiseen más que por fastidio se debió a que él debía verse con su espada jurada en el establo donde se encontraba el príncipe peinando su caballo blanco.

Aiseen había logrado tener contacto con el hombre y habían quedado en verse ese día. Él tenía planes para su familia; especialmente sus hermanos y solo el que fue su espada jurada podía ayudarlo a arremeter en contra de uno de sus hermanos y ese era el día perfecto para llevar a cabo su plan y por supuesto no faltaban las notas que Aiseen intercambiaba con Kamille, el que  para este punto ya sabía dónde se encontraba ella y si estaba bien.

Sin ningún tipo de inconveniente, Aiseen se hizo presente en el banquete guardando silencio en todo momento, él se sentó solo aguardando en silencio para observar el inicio del espectáculo que se avecinaba.

Por otro lado, la princesa Diana se encontraba en los aposentos que desde ese momento compartiría con su esposo cambiándose de vestido para salir al banquete en honor a su boda luciendo  radiante y feliz en un hermoso vestido color crema y mientras esto sucedía Veikan, Carsten y Valerio yacían a las afueras del castillo junto a los guardias haciendo una ronda al rededor del mismo, a pesar de las celebraciones a nadie se le olvidaba las advertencias del príncipe Liam.

—¿Estuvo aquí? —preguntó Carsten sorprendido.

—Sí, la vi escondida en la entrada al castillo y cuando fui hacia ella, huyó —respondió Veikan.

—¿Por qué fuiste hacia ella? —inquirió Valerio frunciendo el ceño.

—Pues no sé, yo solo quería saber qué hacía aquí. Si ella vino fue por algo —dijo Veikan despreocupadamente mientras caminaba sin mirar a los lados.

—Veikan, ahora eres esposo de Diana; ten mucho cuidado —advirtió el Arquero

—Lo tengo, solo digo que fue extraño que ella estuviera aquí.

—Dime algo Veikan, ¿cuándo ustedes estuvieron juntos después de intimar ella tomaba el té? —preguntó Carsten curioso.

—Claro que sí, siempre.

—¿Y la última vez? —se apresuró Valerio.

—También lo hizo.

—¿La viste hacerlo? —continuó Carsten preguntando.

Veikan se quedó observando a Carsten confuso, él no había visto a minerva tomando el té y esto lo hizo dudar un poco.

—No la vi, pero no creo que ella sea ese tipo de persona —respondió el mayor convencido.

—¿Cómo sabes qué no?

—Porque ella no es así, y no haría algo como eso. Minerva no sería capaz de embarazarse para traerme problemas después.

—Bueno, solo digo que después de exactamente un mes y unos días más ella vuelva por este lugar después de que ustedes ya no tienen nada que ver, es demasiado raro —constató Carsten dejando pensativo a Veikan. Después de todo, sí podía ser posible, pero él quería creer que no.

—No, no creo que Minerva sea capaz de eso.

—Ruégale a los dioses que no sea así, porque si ella está embarazada tendrás serios problemas; no solo con padre, sino con nuestras tradiciones, y con tu esposa. Ya estás casado y ese bebé se convertiría en un bastado.

—Aparte de eso está Diana, si eso llega a ser así ten por seguro que ella no te lo perdonará —continuó diciendo Valerio tras las palabras de Carsten.

—¡Oigan ya! —exclamó Veikan irritado—. No es para tanto.

—¿No lo es? —miró Carsten a Veikan deteniendo su paso abruptamente—. Te voy a decir algo hermano, confiemos en los dioses que eso no sea así, pero si resulta ser y Diana se entera, tendrás muchos problemas. Ella podría optar por anular el matrimonio y con justa razón, porque sencillamente nadie te ordenó que te enredarás con esa niña estando enamorado de Diana.

—Ordena a los guardias que monten vigilancia y que si la ven la retengan y la mantengan lejos del castillo. Ya deja de tener tanta compasión por una persona extraña y enfócate en proteger tu matrimonio y a tu esposa —fulminó Valerio a su hermano mayor, él y Carsten continuaban la ronda dejando a Veikan atrás.

Veikan entendió el grado del problema que sería el hecho de un bebé fuera de su matrimonio, y él tomaría medidas en ese asunto. Su principal deseo era mantener a Diana protegida junto a su matrimonio y lo haría sin importarle nada.

La tarde había caído y en el salón del trono yacían aún los invitados mientras que en el interior del castillo la señorita Asenya se encontraba cambiándose de vestiduras para quedarse en la privacidad de su dormitorio. Ella no pudo ir al banquete de la ceremonia junto al príncipe Valerio y por esa razón se retiró temprano.

La joven estaba a punto de sentarse a leer un pequeño libro cuando alguien tocó su puerta y al abrirla, se dio cuenta de que no había nadie tras ella lo que le pareció muy extraño. Asenya observó a ambos lados del pasillo buscando indicios de quién había podido tocar su puerta, pero al no ver a nadie se dirigió a cerrarla, y ahí fue donde se topó con una pequeña nota en el suelo. Ella la tomó y se adentró a la habitación volviendo a la privacidad que esta le brindaba.

Al abrirla, ella se dispuso a leer su contenido, el que de por sí fue muy explícito. “Te espero a las afueras del castillo, necesitamos hablar. Sigue al guardia que se encuentra finalizando el pasillo principal, Valerio.”

De inmediato, Asenya salió en busca de ese guardia para que la llevara ante el príncipe, ella estaba intrigada «¿qué era eso tan importante que él tenía que decirle para pedirle tanta lejanía?» Se preguntó la joven. Si bien era cierto que su padre había empezado a analizar su comportamiento con Valerio, el encuentro privado que pedía él se justificó lo suficiente para que ella acudiera confiadamente al lugar que decía la nota.

Asenya llegó al lugar indicado por la nota y vio a un hombre con una capucha esperándole quien al sentir a la joven comenzó a caminar tras hacerle una seña con su mano para que lo siguiera y ella lo hizo sin chistar.

En el salón del trono, Aiseen se encontraba sentado entre la familia Worwick siendo tan ignorado como últimamente solía ser. Él observaba a todos lados pareciendo aburrido, para este punto, los invitados habían sido guiados al lado Este del castillo, lugar en el que se hospedarían hasta el amanecer, donde todos y cada uno de ellos partirían. La mayoría de los invitados eran de Thousands y de Northlandy y algunos pocos de Northros.

Muchas Ladies ya sabían que el príncipe Aiseen se encontraba libre para desposar y ellas esperaban pacientemente a que él se acercará ante alguna de ellas para invitarlas a bailar, pero él no lo hizo y pasó de todo el mundo cómo estaba acostumbrado hacer.

Finalmente, el príncipe no soportó más la estancia en el salón del trono. Los recién casados se había retirado ya a sus aposentos y ya quedaba poca gente en ese lugar así que Aiseen salió de ahí y se dirigió al balcón de la sala del rey sosteniendo una copa de vino mientras observaba el paisaje que se dejaba ver desde ese punto del castillo mientras él divagaba en sus más profundos pensamientos al tiempo que la brisa hondeaba su larga cabellera blanca, cuando una voz femenina captó su atención.

—Lindo el paisaje —se escuchó la Voz de Arlette rompiendo el silencio del balcón.

Aiseen volteó para ver quién había Interrumpido y la vio. Su presencia no le cayó en gracia.

—¡No puede ser!, me voy —exclamó él con notable desagrado y listo para retirarse.

—Espera —habló ella logrando que Aiseen detuviera su paso.

—¿Qué quieres, estás perdida de nuevo? —preguntó él con evidente grosería.

—No, es obvio que no —ella sonrió. Los sarcasmos de Aiseen no hacían el efecto que él deseaba en ella y él se daba cuenta.

—¿Puedes dejar de molestarme?, vine aquí porque quería estar solo.

—Siempre estás solo. —Ella se apoyó sobre el borde de piedra del balcón—. Deberías integrarte más —sugirió Arlette observando el paisaje mientras él lentamente se acercaba a ella.

—¡No me interesa hablar ni estar cerca de nadie de este maldito lugar! —exclamó para finalmente situarse a su lado.

—Yo sé que te llevas mal con todos tus hermanos, pero no te preocupes, el odio es mutuo.

—¿Qué? —preguntó sorprendido con el ceño fruncido.  Aiseen sabía que lo que ella había dicho era cierto, pero no esperaba que se lo dijera en ese tono.

—Sí, ellos también te detestan, incluso mi hermano; no le agradas en lo absoluto. Creo que si le hubiera dicho que me llevaste a mi habitación aquella noche se hubiera enfermado de la rabia —Arlette sonrío inocentemente y Aiseen la observó mientras que de forma inconsciente la comisura de sus labios se curvaron un poco. La pequeña  princesa al parecer le había contagiado la risa, pero rápidamente él volvió a su semblante inicial.

Por un instante, Aiseen analizó las palabras de Arlette sobre la molestia que Jaden sentía por él. Aiseen nunca se había metido con el príncipe, pero quizás si él se metía con algo muy delicado para el pelirrojo, de seguro lo haría enfurecer.

—¿Quieres bailar? —la pregunta de Aiseen tomó por sorpresa a Arlette.

—¿Bailar? —Ella lo miró confusa.

—Sí, están entonando una buena sonata —dijo él animándola con una sonrisa juguetona.

Arlette escuchó el sonido a lo lejos y por un momento dudó en aceptar, pero al final lo hizo al ver a Aiseen extenderle el brazo. Arlette tomó el brazo del Worwick y sonrió inocentemente al ver lo caballeroso que él se estaba comportando, aunque en realidad él solo quería conseguir molestar a Jaden aunque fuera solo un poco.

Ambos caminaron hasta el salón del trono y entraron acaparando la atención de los que estaban cerca. Ellos se situaron en medio del salón y comenzaron a moverse al compás del sonido, las mejillas de Arlette ardían y estaban ruborizadas mientras Aiseen le daba vueltas y la veía sonreír, por un momento, él se perdió en los ojos y en los gestos de Arlette casi que olvidando el propósito de aquel baile que fluía naturalmente entre los dos, pero se ancló rápidamente al propósito real que tenía ese baile, cada gesto de amabilidad estaba bien calculado y su resultado no tardó en llegar.

Jaden y Tanya se dieron cuenta del baile entre Arlette y Aiseen al verlos bailar a la distancia y la molestia no tardó en invadir al pelirrojo, quien rápidamente se levantó de su lugar, llegó hasta su hermana y se interpuso entre Arlette y Aiseen dándole un empujón al Worwick.

—¡Apártate de mi hermana! —ordenó Jaden.

A un costado del salón, Valero y Litta lograron darse cuenta de lo que estaba pasando entre su hijo y el hijo de Valko. El Brandenhill vio a Jaden contender con Aiseen y se levantó de inmediato para detener lo que sea que estuviera sucediendo.

—¿Qué te pasa, imbécil? Solo estamos bailando — reclamó Aiseen agarrando a Arlette por el brazo, colocándola tras él mientras se enfrentaba a Jaden.

—¡Jaden por favor! —rogó Arlette tratando de frenar la actitud de su hermano.

—¡Cierra la boca Arlette! —ordenó Jaden casi que en un regaño, logrando que ella se retrajera y Aiseen lo notó.

—¡No le grites! —exigió el Worwick en un amenazador impulso al darse cuenta como Arlette bajó la cabeza ante el regaño de su hermano.

—¿Desde cuándo te importa lo que pase con mi hermana?

Aiseen se burló del pelirrojo al sentirse tonto tratando de proteger a Arlette y no tardó en retomar su postura inicial diciendo: —Eres tan ridículo Jaden Brandenhill.

Jaden amagó a pegarle un golpe a Aiseen, pero Arlette se  interpuso en medio de ambos para evitarlo.

—¡Jaden no! Él no me ha hecho nada malo —intervino la pequeña nerviosa.

—¡Jaden Brandenhill retírate ahora! —se oyó la voz de Valero a las espaldas de su hijo y de inmediato el bajó su tono, pero aun así alegó:

—¡Pero padre!

—Obedéceme y llévate a tu hermana contigo —musitó Valero con autoridad mientras su mirada se clavaba duramente en el príncipe Aiseen.

Acatando la orden de su padre, Jaden se iba a retirar cuando escuchó la voz de Valero susurrar —Espero que sea la última vez que haces algo como esto. ¡En la casa de Valko no! —advirtió.

Aiseen sonreía con burla al obtener el resultado que quería; logrando enfadar a Jaden, y lo mejor e inesperado para él fue que Valero no permitió que su hijo descargará su ira en su persona.

El Brandenhill observó a Aiseen y vio su burla en la mirada. Él le conocía y sabía que el príncipe no tenía buenas intenciones. —Le he pedido a mi hijo que no te coloque en tu lugar por respeto a tu padre y porque esta no es mi casa, pero si te vuelves a acercar a mi hija se me olvidará dónde estoy y quién putas eres.

—Mis respetos príncipe Valero, solo quise tener un baile con su hija, es la única que tiene la decencia de tenerme en cuenta.

—Ella es demasiado inocente para percibir tu maldad, así que deja de fingir que te importa. Aquí todos sabemos que tienes costumbres impuras heredadas de familia y no precisamente la de tu padre.

La cara de burla de Aiseen desvarío en ese momento al darse cuenta de que Valero se refirió a su madre en aquel comentario que no le agrado ni un poco. —¡Con la familia de mi madre no te metas! —exigió con evidente molestia.

—¿Me tuteas? —sonrió con ironía—. No juegues tú conmigo, niño, ni un duelo con espadas de maderas puedes ganar contra mí. La casta del rey conquistador es solo un adorno más en ti, jamás podrás tener una mujer de verdad a tu lado, ya ves, solo mira lo que pasó con Diana y con mi hija no podrías, ella necesita un hombre de verdad; no un estúpido creído que no tiene idea de lo que son las verdaderas batallas ni sacrificios y que carece de honor y decencia, así que aléjate.

Valero se fue de la presencia de Aiseen dejándolo terriblemente enojado. El hostigador salió hostigado. Él se movió hacia su asiento, tomó lugar en el, percatándose de que su hermana Tanya lo estaba mirando con esa mirada gélida que a ella le caracterizaba y con él se hacía más evidente.

Valerio estaba sentado junto a ella y Aiseen notó como en ese momento una de las doncellas de Tanya se acercó al príncipe rubio y le susurró algo al oído entregándole un pequeño papel. El príncipe lo abrió y lo leyó detenidamente, unos segundos después el arquero se levantó de su asiento y abandonó el salón del trono.

Aiseen sonrió victorioso, llegó el momento de relajarse y observar el caos que estaba por formarse.

Después de un largo día, los recién casados al fin pudieron estar a solas en sus aposentos, ambos se encontraban desnudos con sus cuerpos enredados entre las sabanas de seda de la gran cama que a partir de ese momento compartirían, mientras Diana reposaba sobre el pecho de Veikan quien la tenía envuelta entre sus brazos, plasmando suaves besos sobre su rubio cabello, y sus manos recorrían en una caricia delicada la espalda y los glúteos de su esposa.

Diana disfrutaba a ojos cerrados oír el latido del corazón de Veikan en esa posición.

—Te amo —salió de los labios de Veikan.

—Yo te amo a ti.

Él sonrió. —¿Tomarás el té? —preguntó curioso el príncipe.

—¿Quieres qué lo tome?

—No, pero no sé qué quieras tú.

—Yo quiero ser la madre tus hijos —Diana sonrió al expresar sus deseos.

—Entonces no habrá té, ni hoy, ni mañana, ni nunca.

—¡No exageres! —ambos sonrieron—. ¿Sabes qué he estado pensando? —dijo Diana levantando su cabeza para poder observar mejor a su esposo.

—¿Dime?

—Que tuviste mucha suerte de que ella no quedará en cinta después de todo.

—¡Diana!

Una vez más, Diana llevó al tema de conversación a Minerva, cosa que le incomodaba a Veikan.

—Veikan solo lo pensé, sé que no debo mencionarlo, pero me lleno de miedo de solo pensar que hubiera sucedido si ella hubiera quedado embarazada.

—¿Que hubiera sucedido?

—¿En serio?, Veikan si eso hubiera sucedido, no nos hubiéramos podido casar y yo me hubiera enojado toda la vida contigo.

—¿Toda la vida? —preguntó él arqueando una ceja con preocupación.

—Sí, eso sería un gran problema. Si yo supiera ahora que ella está embarazada, me iría lejos de ti.

Veikan agarró a Diana por la cintura y la colocó de un solo tiro en la cama, dando la vuelta quedando encima de ella.

—No digas eso ni en broma Diana.

—¿Que cosa? —ella sonrió juguetona.

—Lo de irte, yo nunca te dejaría ir y jamás haría algo para que te alejaras de mí.

La rubia sonreía divertida viendo a Veikan casi que molesto. El príncipe al final sonrió encantado por la hermosa sonrisa de Diana y la besó para ambos continuar en su momento más íntimo en la privacidad de sus aposentos.

A las afueras del castillo, la señorita Asenya continuaba caminando tras el hombre que prometía llevarla junto al príncipe Valerio a petición del mismo y para este punto ya habían ido muy lejos y ella comenzó a sentir un poco de temor. Asenya miraba a todos lados con la esperanza de ver pronto a su príncipe arquero, incluso también estuvo tentada en devolverse, pero ya estaba demasiado retirada del castillo como para irse sola y a oscuras. La noche envolvía el lugar por completo y de un momento a otro unas manos envolvieron a la joven Asenya tirando de ella.

Asenya se asustó e intentó gritar, pero su boca fue tapada por aquella grotesca mano masculina que parecía estar parcialmente quemada. Ella intentó zafarse de su amarre, pero otro hombre se colocó justo frente a ella y al intentar mirar hacia un lado, vio a otro hombre más. Asenya no sabía si era el mismo que la guio o era uno de los que la tenían apresada. Ella temió por su vida en ese momento, mientras sus ojos suplicaban por ayuda invadidos de miedo, y entonces uno de esos hombres se acercó a ella y susurró algo a su oído.

“Saludos, le manda el príncipe Aiseen”.

El príncipe Valerio no había salido solo del castillo, junto a él fueron un par de guardias buscando a la señorita Asenya. El Worwick llegó hasta el lugar donde ella lo había "citado según aquel papel" pero no había nadie ahí o al menos eso era lo que él creía.

Asenya estaba siendo violentada brutalmente en ese justo momento a manos de sus captores. Uno de los hombres que la tenía atrapada se retiró la capucha del rostro y ella lo observó mientras su llanto era ahogado por la mano del otro hombre que continuaba presionándola. El mencionado le rasgó el vestido para retirárselo, al tiempo que los tres tipos reían al imaginarse el festín que se darían con la jovencita de piel tersa y aroma dulce, muy diferente a las mujeres de la calle libre que estos hombres procuraban.

Ella lloraba al saber y sentir que a partir de ese momento podía pasar una sola cosa, ella moriría y junto con ella se iría el nombre de la persona que ordenó que le hicieran aquel brutal daño a su persona y a su dignidad.

Los tipos ya cantaban victoria al estar muy cerca de su objetivo y al exponer la intimidad de Asenya frente a ellos, mientras uno de esos hombres desabrochaba sus pantalones para llevar a cabo el acto morboso que pretendía cuando una risa macabra salió de su boca y el afinado oído de Valerio no tardó el oír aquel sonido al estar tan cerca y en medio del el envolvente silencio, y sin demora, él logró ubicarlo. El príncipe caminó sigilosamente y sus hombres le seguían de la misma forma.

La imagen más horripilante se plasmó en sus ojos grises, al ver a su amada Asenya siendo humillada de esa forma, sintiendo una fuerte punzada atravesarle el corazón. El calor de la rabia comenzó a invadirlo rápidamente y él reaccionó fúrico ante el horrible acto que percibió su mirada.

Valerio corrió hacia Asenya, lanzándose encima de aquel tipo, mientras el otro hombre desaliñado la tenía prisionera. El mencionado le pegó un fuerte golpe a la joven al intentar huir inútilmente, ya que los guardias lo apresaron.

Dos de ellos fueron atrapados y uno alcanzó a darse a la fuga.

El rubio vio a Asenya desmayada e intentó hacer que ella reaccionará sin poder conseguirlo. La desesperación en los ojos del príncipe contaba la historia de ambos y la razón del porqué él estaba tan ahogado en dolor en ese momento y entonces el grito más desgarrador salió del interior de Valerio mientras sostenía a Asenya en sus brazos casi que pareciendo un cadáver siendo estrechado en el pecho del Príncipe.

Este había sido el primero.

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