𝐄𝐋 𝐋𝐋𝐀𝐍𝐓𝐎 𝐃𝐄 𝐔𝐍 𝐂𝐎𝐑𝐀𝐙Ó𝐍 𝐑𝐎𝐓𝐎

Capítulo 26

DIANA

Todos en la mesa se veían realmente felices. Tanya y Jaden se notaban muy cómodos juntos y sabía de antemano que ellos estaban una relación porque fueron prometidos desde que eran niños.

A pesar de la distancia que ha habido entre ellos por la lejanía en la que han vivido han podido mantener el deseo de querer estar juntos porque por alguna razón los Dioses han sido  extraordinarios con ellos y de verdad sienten cariño el uno por el otro; ellos se gustan mucho, sus miradas los delatan. Yo en lo personal me alegro por ellos y espero que puedan tener un lindo matrimonio.

Merrie y Carsten parecen también estar muy cómodos juntos, ella me agrada para mi hermano. A Carsten le brillan los ojos cuando la mira y eso es increíble. Él merece ser feliz y tener alguien que lo quiera de verdad y por supuesto ella también.

Valerio se encontraba sentado a mi lado y podía sentir que algo le hacía falta. Podía sentir que en el fondo de su corazón él deseaba que Asenya estuviera sentada junto a él; pero, había problemas mayores que no lo permitían.

Los minutos pasaban y Veikan no se hacía presente en el comedor y pronto padre empezaría a abrir la cena; quizás él sabía que yo estaba también en el comedor y por eso no quería presentarse, aunque debía hacerlo, ya que sería un gran desplante de su parte ausentarse cuando todos teníamos que estar presentes a favor de Carsten y aparte de eso él era el heredero de padre.

Mi padre abrió la cena agradeciendo nuestra presencia en la mesa y en ese justo momento las puertas se abrieron y a través de ellas entró Veikan haciéndome suspirar en silencio.

Él se veía hermoso, sus pantalones negros con botas de cuero del mismo color y camisón mitad blanco y mitad negro, más su cinturón ajustado en la cintura, lo hacían ver hermosamente atractivo. Veikan dejó lucir su cabello blanco y largo en una coleta alta con mechones de cabello colgando en el frente  de su rostro.

Lo miré y él me miró.

Deseé profundamente saber qué pasaba por su mente cuando lo hizo; su mirada fue extraña, así que cerré mis ojos para no verle caminar hacia el lado de la mesa donde yo estaba hasta que él se sentó al lado de Valerio  y entonces abrí mis ojos, sintiendo cómo mi ánimo decaía de inmediato. Mis ojos se fijaron en el plato que había frente a mí y una vez alcé la mirada vi los ojos de mi hermano Carsten puestos sobre mí. Él sabía que yo estaba triste y quizás en su interior él estaba molesto por verme así sabiendo el origen de mi tristeza, pero por fuera él se notaba relajado, era algo tan común en él guardar la calma siempre y entonces la voz de mi padre me sacó de mis pensamientos en ese momento.

—Hijo, bienvenido —comentó padre mirando a Veikan.

—Gracias padre —asintió él en una reverencia.

—Ya estando todos reunidos en familia, quiero hacer tres anuncios importantes la noche de hoy, el primero es que formalmente quiero darle la bienvenida a Lady Merrie Whitemount a la familia Worwick, ella es la joven que se casara pronto con mi hijo el príncipe Carsten Worwick.

—Gracias padre —Carsten reverenció a padre en agradecimiento.

Merrie, espero que te sientas bien en el castillo, siéntete en casa —comentó padre refiriéndose a Merrie en un tono muy amable.

—Muchas gracias mi rey —respondió ella con alegría y agradecimiento.

—También me complace anunciar el compromiso entre mi hija La princesa Tanya Worwick y el príncipe Jaden Brandenhill, quien ya habló formalmente conmigo para pedirme la mano de mi preciada hija en matrimonio.

Todos en la mesa parecían alegres y yo también lo estaba por ellos, mi hermana y Jaden se notaban felices juntos.

Jaden sostuvo tiernamente la mano de mi hermana y dijo: —Prometo hacerme digno de su hija rey Valko —sin duda sus palabras y sus gestos se notaron muy tiernos y hermosos.

—Por último, quiero anunciar que mi hijo Veikan Worwick futuro rey del norte y del sur, se encuentra cortejando a una hermosa jovencita a la cual piensa desposar.

—¡Que bien primo! —comentó Jaden mirando a Veikan, quien solo le brindó una sonrisa esquinera—. ¿Por qué ella no vino?

—Ella estaba conmigo en un viaje que hice a Thousands, volvimos el día de hoy y sinceramente no sabía de esta —respondió Veikan tranquilamente como si le importara poco mi presencia en la mesa.

—Pronto llegará el momento en el que todos conoceremos a Minerva y le demos la bienvenida a la familia —dijo padre.

—De hecho, padre, quería pedir su permiso para invitar a Minerva al próximo entrenamiento en grupo que se hace en el castillo, y de paso presentarla formalmente a la familia.

Las palabras de Veikan me partieron el corazón horriblemente, escuchar que él la llevaría al castillo en mi presencia me molestó profundamente. La tristeza se apoderó aún más de mí, en ese momento, dejándome salir un suspiro que nadie percibió, excepto Valerio, el que me miró sintiendo mi tristeza y de inmediato miró a Carsten quien también se había dado cuenta de que las palabras de Veikan me estaban destruyendo por dentro.

—Claro, hijo, sería buena idea que Minerva conozca parte de tu mundo.

—Gracias padre por su compresión hacia mi futura esposa.

La mirada de Carsten fulminó a Veikan, él se dio cuenta de que mi hermano no estaba feliz de sus palabras, de que me estaba hiriendo terriblemente y yo no pude más. Rompí el momento de conversación en la mesa antes de estallar a llorar. Si lo hacía ahí, debía dar muchas explicaciones y no quería hacer eso, así que me levanté de la mesa y dije:

—Pido permiso para retirarme, padre, no me siento bien.

—¿Hija, qué tienes? —preguntó mi madre preocupada.

—Me duele un poco la cabeza, madre, y quisiera descansar.

—Claro, hija, puedes retirarte —respondió mi padre, comprendiendo mi supuesto malestar.

De inmediato salí de la sala sin mirar atrás y corrí tanto como pude hacia mi habitación. No quería oír más nada de esa mujer que me estaba robando el corazón de mi hermano, me dolía de solo pensar las cosas que ellos pudieron haber hecho en Azzex, y ya no soportaba mis pensamientos. Entré en mi habitación y cerré la puerta tan fuerte como pude y empecé a llorar, dejando salir todo lo que sentía mientras rasgaba todo mi vestido para removerlo de mi cuerpo.

En ese momento odiaba ser yo, odiaba ser Diana Worwick y odiaba estar perdidamente enamorada de mi hermano Veikan Worwick.

El príncipe Carsten había madrugado muy temprano, como era costumbre en él, pero en esta ocasión no se dirigió a tomar el desayuno, sino que se alistó y se vistió para ir a ver a su hermana Diana.

La noche anterior él quiso ir a verla, pues fue más que obvio que algo en ella sucedió cuando se fue corriendo de la cena familiar y él quería saber cómo se encontraba ella; pero Carsten estuvo ocupado esa noche dando instrucciones al personal que atendería a su prometida y más tarde fue a descansar.

Carsten llegó a los aposentos de Diana con una bandeja en mano que contenía un rico desayuno. Él entró en la habitación cuidadosamente y notó que su hermana aún estaba durmiendo bajo las sábanas y dejando la bandeja sobre la mesa del té. Se dirigió a la cama de su hermana para intentar hablar con ella.

—Hermana —llamó el príncipe sentándose en la orilla de los pieceros de la cama de Diana.

Diana se incorporó de inmediato al reconocer la voz de su hermano. Los ojos de Diana estaban rojos e hinchados de tanto haber llorado, su semblante se veía muy desencajado y  Carsten se notó molesto al ver el terrible estado de su hermana menor, era obvio que el responsable de su bajo ánimo fueron las palabras indiscretas de Veikan en la mesa.

—¡Carsten! —Diana se echó sobre los brazos de su hermano rompiendo de nuevo en llanto.

—Diana ¿Qué pasa? ¿Por qué estás así?

—¡No quiero estar aquí! ¡No quiero verlo ni oírlo, me duele! Me duele pensar que tendré también que verla a ella cuando la traiga.

Carsten suspiró. —Cálmate hermana, tranquilízate. —él acarició su cabello—. ¿Hablaste con él?

—Sí, y fue en vano, él fue muy distante y duro conmigo. Todo el tiempo me decía que él había hecho lo que yo le había pedido, pero no recuerdo haberle dicho que buscará a alguien más, juro que jamás lo dije —seguía llorando Diana sobre los brazos de su hermano.

—Hay algo extraño en todo esto, hermana, mírame. —Carsten alzó el rostro de Diana ligeramente sujetando su barbilla—. Yo hablaré con él, ¿sí?

—¡No quiero que ella venga aquí Carsten! ¡No quiero que él la paseé por todos los lugares de este castillo! ¡Esta es mi casa y no quiero que ella esté aquí!

—Diana, eso es imposible y lo sabes, ella ya estuvo aquí, ya todos la conocimos, solo falta que padre la conozca.

—¿Es bonita? —preguntó Diana tímidamente.

—Sí, es bonita, pero tú eres mil veces más hermosa que ella.

—Lo dices solo para hacerme sentir mejor.

—Lo digo porque es verdad, o dime: ¿Quién en este reino tiene ese hermoso cabello rubio dorado, o quién tiene esos ojos azules intensos y mirada dulce, o esa sonrisa traviesa que causa ternura? Nadie más, solo tú, pequeña.

Diana sonrió ante las palabras de su hermano Carsten mientras secaba sus lágrimas.

—Gracias hermano.

—Hablaré con él, él te prometió algo y debe cumplir, yo me encargaré de que haga lo correcto, le guste o no.

—Carsten, sé que quiero que Veikan me escuche y volvamos, pero ... ¿Y ella? Debe estar muy enamorada de él, si él la deja ella sufrirá.

La amabilidad del corazón de Diana congeló a Carsten, pero a la vez le causó ternura. —Hermana, a veces terminamos sufriendo porque nos metemos en el lugar equivocado o involucramos a personas inocentes en nuestros problemas. Sé que esa pobre niña no tiene la culpa de nada; pero mi prioridad eres tú, eres mi hermana por encima de todos y de todo, y si él prometió estar contigo, debe escucharte y hacer lo correcto. Si Veikan está buscando sustituir tu lugar en su corazón con la presencia de esa jovencita, él debe alejarse y hacer lo correcto o, de lo contrario, es ella la que terminará sufriendo, no te sientas culpable por eso. —Carsten se levantó de la cama—. Ahora levántate, date un baño y desayuna algo, hay uvas en el plato.

El príncipe se inclinó para darle un beso en la frente a su hermana y posteriormente se retiró de la habitación mientras Diana observaba en su plato las uvas que tanto le gustaban.

Horas más tarde, Veikan se alistaba en la privacidad de sus aposentos para salir, ya que él había quedado en verse ese día con su preciada rojiza, pero fue interrumpido por el príncipe Carsten quien entró en la habitación sin tocar la puerta.

—¡Oye! —exclamó Veikan al ver la forma en la que entró Carsten—. ¿Pasa algo?

—Necesito hablar contigo.

—Hablamos después, hermano, ahora voy a de salida.

—Quien sea que vayas a ver puede seguir esperándote.

—Eso sonó muy grosero y Carsten no es grosero, ¿por qué esta actitud?

—Por mi hermana, sabes que soy muy tranquilo, pero hay cosas que pueden llegar a irritarme demasiado y una de esas cosas es lo que estás haciendo con mi hermana.

—¿Hablas de ...?

—Diana, no te hagas el estúpido, que de tonto no tienes un pelo.

—Carsten tu tono no me esta agradando mucho si, y con respecto a Diana no quiero discutir el tema.

—¿Vas a huir de esta conversación igual como estas huyendo de lo que le prometiste?

—¿Qué?

—Diana esta muy triste Veikan, nuestra hermana esta llorando demasiado y si te soy sincero no me esta gustando verla cada vez más decaída. 

Veikan suspiró molesto ante las acusaciones de su hermano. —Diana esta así porque quiere, ella se fue tras Aiseen cuando estábamos en Azzex ¡pero resulta que algo no salió bien en Armes y ahora viene aquí pretendiendo que yo vuelva a su lado y estoy cansado de ser su segunda maldita opción Carsten! —gritó Veikan enojado.

—¡¿Acaso no escuchas?! —gritó Carsten de vuelta—. Ella ha estado tratando de explicarte, pero siempre la confundes diciendo que ella te pidió que buscaras a alguien más cuando ella afirma que no hizo tal cosa.

—¡Lo hizo Carsten no estoy loco! Si Diana me hubiera dicho que no quería irse a Armes, yo la hubiera detenido y si se hubiera ido en contra de su voluntad, yo la hubiera esperado. Siempre la he querido en mi vida y ella lo sabía, ella sabía que la amaba y que quería que fuera mi esposa, pero Diana siempre prefería a Aiseen, siempre intentó entender qué había en la mente de él para actuar como un desgraciado miserable, y sabes, ¡me harté!

—¿Por eso buscas sustituir a Diana con Minerva?

—Yo no lo planeé, solo la conocí y me gustó, es… ella es hermosa, tierna, amable y la quiero.

—Pero a Diana la amas …

Veikan guardo silencio, un silencio que dejó en evidencia el peso y veracidad de las palabras de Carsten.

—¡Le prometiste que estarías con ella siempre, y que la ayudarías, así que te exijo que cumplas! Eres un Worwick, cumplimos lo que prometemos siempre, no te deshonres a ti mismo Veikan.

—Si ella necesita que la acompañe ante padre para que hable lo haré.

—¡No me refiero a eso! Tú te encargaste de mostrarle a Diana que se sentía ser amada y valorada de verdad; le pediste que fuera tu esposa y tu reina y ella aceptó, no me importa de donde mierdas sacas tus razones, pero veo llorar a Diana en cada palabra que afirma que ella te ama y le creo, lo veo en sus ojos y es más que obvio que tú solo buscas cumplir tu deber,  no te comportes como un maldito egoísta.

—¿Maldito egoísta? —gritó Veikan.

—Sí, un maldito egoísta —gritó Carsten de vuelta—. Pretendes casarte con una mujer que no conoce nuestro mundo y a la que no amas exponiéndola a muchas cosas que ella no está preparada para vivir, estás intentando desesperadamente cumplir tus deseos carnales con esa niña sin importarte lo que pasará más adelante.

—No pasará nada ...

—¡Sí, pasará! —interrumpió Carsten con carácter en su voz —. Es más claro que el agua Veikan. Te casarás y al pasar del tiempo te darás cuenta de que no la amas y lamentarás ser infeliz porque Diana siempre estará ahí —Carsten señaló su corazón —. Y apuesto lo que sea; incluso por los dioses que querrás anular tu unión con ella para ir tras Diana finalmente. ¿Acaso no piensas en Minerva? No sé ni para qué te pregunto, si es obvio que no lo haces, tú solo piensas en cumplir tu deber como futuro rey. No dejes que el poder te ciegue, Veikan.

—Los dioses saben que quiero hacer bien las cosas.

—Entonces empieza por oír a nuestra hermana, empieza por aclarar las cosas que no encajan y responsabilízate de tus palabras, si no lo haces entonces yo hablaré con padre y le diré todo.

—¿Me estás amenazando?

—Tómalo como quieras, Veikan; pero no estoy dispuesto a ver más a Diana en ese estado. Ella se va a quebrar ante tus actos y será peor si padre se entera de que no solo Aiseen la engañó y la maltrató, sino que tú también la defraudaste y la estas hiriendo con todo lo que estás haciendo ¿Acaso no te das cuenta de que aquí nadie está de acuerdo con tu relación con Minerva porque ven justo eso? Si no te haces responsable de esto y de tus palabras, yo hablaré con padre y le diré todo lo que había entre ustedes y ahí veremos cuál es la realidad de todo.

Carsten salió de la habitación, cerrando la puerta de un fuerte portazo, dejando a Veikan entre la espada y la pared. Él estaba seguro de que Diana le había pedido que se alejara por la carta, pero la actitud de Diana y todo a su alrededor le comenzó a hacer eco a Veikan. Era como si algo no encajara.

LUSSOX (CASTILLO BRANDENHILL)

Las horas de la tarde habían caído sorbe el reino de Lussox mientras que el consejo debatía donde y cuando sería la coronación del príncipe Graner Brandenhill.

Los miembros más la reina Kathie y el mismo Graner se encontraban en el salón del consejo reunidos en la extensa mesa carmesí, mientras que la reina yacía sentada en la silla de su hijo el rey Hasper Brandenhill tomando su lugar; desde que él se incapacitó para salir de sus aposentos ella había tomado su lugar en las reuniones y demás.

Todos estaban discutiendo sobre al asunto del rey regente y de como Graner ascendería al trono después de la muerte de su hermano, hasta que las puertas del salón se abrieron sorpresivamente y un guardia alzó su voz diciendo:

"Presente en la sala del consejo del reino de Lussox el rey Hasper Brandenhill, cabeza del consejo y de la corte, gobernante de islas Blondi y servidor de los dioses Mayores".

La presencia de Hasper impresionó a todos los presentes en el salón, ni la reina, ni el príncipe Graner, ni los miembros esperaban que él se presentará ante ellos ese día.

Hasper caminó con mucha dificultad hacia su silla, en la mesa del consejo, mientras los guardias que custodiaban en el salón permanecían a su alrededor para ayudarlo, pero él quería poder hacer esto solo. Al acercarse, su madre Kathie se colocó de pie frente a él diciendo:

—Hijo, hijo, ¿qué estás haciendo aquí? No deberías salir de tus aposentos. Debes volver.

—¿Quién le ha dado permiso de ocupar el lugar del rey en la mesa del consejo madre?

La mirada dura de Hasper hacia su madre la hizo retroceder de inmediato, ella se apartó y Hasper ocupó su lugar.

—Mi rey, es un gusto tenerlo entre nosotros —dijo el cuarto miembro del consejo.

—¿Seguro? Por eso estaban discutiendo sobre quién tomaría mi lugar sin haber muerto aún —respondió Hasper firme, aunque con mucha dificultad para hablar.

—Todos en el consejo y en la corte sabemos la gravedad de su enfermedad y solo queremos ayudarlo a sobrellevar sus asuntos —volvió a responder el cuarto miembro.

—Pues, sabe Lord, hoy en la mañana  —respiró profundo—.  Hoy, en la mañana,  rogué a los mayores que me ayudarán a levantarme de mi lecho para venir a poner orden en Lussox.

—Escucharemos sus palabras y peticiones, mi rey —respondió el octavo miembro del consejo.

—Debo —se quejó de dolor—. Debo respetar la fe de este reino, la cual mi padre y mi madre burlaron al ponerme en el trono.

—Hijo ...—intervino Kathie sabiendo que él podría arruinar sus planes.

—Madre, guarde silencio, solo es usted una reina consorte, no tiene voz ni voto en este consejo —aclaró Hasper mientras la mirada asesina de su hermano Graner se clavaba en él—. Es mi deseo como rey de Lussox que el príncipe Valero Brandenhill ascienda al trono de Lussox tras mi muerte y ordenó que sea llamado de inmediato para que él venga ante mí y haga lo que yo le pida —culminó, respirando con dificultad, el aire le faltaba.

—Hijo por los mayores, ¿qué estás haciendo? Tu padre te eligió a ti sobre él para esto, debes seguir su deseo y orden.

—No, madre, mi padre y yo solo fuimos víctimas de la ambición de poder que se destiló en este reino —Hasper tomó aire para seguir hablando—. Tal vez cuando ascendí al trono no lo vi, pero ahora lo veo con claridad. Espero que el príncipe Valero acepte el trono como legítimo rey de este reino y —hizo una pausa—. Y que los mayores se apiaden de nosotros.

—Como ordene usted mi rey —comentó  El Lord consejero del rey.

—Lord consejero, quiero un pergamino con mis deseos escritos, especificando que después del ascenso y muerte del rey Valero solo su descendencia ocupará el trono, apenas este listo tráigalo ante mí para firmarlo y que de inmediato sea enviado a los miembros de la corte.

—A sus órdenes, majestad —dijo Lord consejero.

—Se disuelve la reunión.

Hasper Brandenhill se levantó de su silla cerrando aquella reunión donde él acabaría con el mayor problema de Lussox. El trono.

La mirada iracunda de Graner hacia su hermano era fácil de interpretar; si aquella mirada tuviera el poder de matar, Hasper moriría instantáneamente. Graner no estaba dispuesto a soltar su gloria y los Mayores no eran su prioridad.

SOUTHLANDY

La noche más fría se estaba sintiendo en el castillo Worwick mientras la princesa Diana se encontraba inquieta en sus aposentos sin una pisca de sueño.

Ella había estado todo el día encerrada en su habitación y sus ánimos eran nefastos, pero para esas horas de la noche Diana no tenía sueño y quiso salir a rondar los pasillos del castillo.

Después de haber caminado un largo rato, ella decidió salir al jardín principal del castillo para mirar la luna. Los pasillos estaban llenos de guardias como de costumbre, pero ella se las ingenió para no ser vista rondando los espacios penumbrosos que solo eran alumbrados por antorchas.

La rubia estuvo observando la luna por unos minutos mientras disfrutaba del aroma de las flores del jardín, hasta que algo en particular captó su atención cuando, a lo lejos, ella vio la silueta de un hombre alto y cabellos largos, que la observaba.

Aquella silueta le hizo señas a Diana de que se acercara y curiosa, Diana corrió en dirección a esa silueta que ella distinguió claramente era su hermano Veikan y la emoción en los ojos de ella no se hizo esperar.

La rubia se acercó tratando de seguir los pasos acelerados de su hermano y, cuando menos lo esperó, se dio cuenta de que estaba en el patio de armas, justo afuera en la entrada del castillo, encontrándose con su hermano arrodillado de espaldas a ella.

La princesa se detuvo a observarlo mientras se preguntaba qué hacía Veikan arrodillado de espaldas a ella y al acercarse más logró notar que algo estaba atravesando el cuello del príncipe.  Un gran charco de sangre cubría el suelo donde se encontraba arrodillado Veikan y al acercarse un poco más, la princesa pudo notar cómo una espada atravesaba la garganta de su hermano mientras él estaba apoyado sobre la misma. La punta de la espada entraba por su garganta mientras el otro extremo salía por su cabeza y de la nada Veikan alzó su rostro y miró a su hermana extendiéndole su mano pidiendo ayuda y los gritos de Diana no se hicieron esperar.

Fueron esos mismos gritos los que despertaron a la joven Diana, que se encontraba durmiendo en sus aposentos. Al darse cuenta de que solo había sido un sueño, ella descansó aún aturdida por aquella pesadilla que perturbó su mente.

Al levantarse de la cama y caminar hacia el cuarto de baño se encontró de frente con Veikan quien yacía sentado en una de las sillas de su habitación con la mirada fija al techo, totalmente ensangrentado y con su mismo corazón en la mano el cual aún producía espasmos de latidos, sus ojos bajaron para ver a su hermana y mirándola fijamente dijo:

"Ya empezó"

LA GUERRA HA EMPEZADO

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