𝐕𝐈𝐈𝐈. 𝐃𝐈𝐕𝐈𝐒𝐈Ó𝐍 & 𝐃𝐄𝐂𝐄𝐏𝐂𝐈Ó𝐍
Capitulo 8
RAVENMOORT – CASTILLO WORWICK
La mañana iniciaba y el príncipe Molko ya se alistaba en su habitación para un día más, mientras luz suave y cálida del amanecer apenas bañaban sus aposentos junto al traje militar que descansaba sobre una de las cómodas de la habitación, dispuesto para él.
Molko se colocó la camisa de lino blanco, la que se ajustó a la perfección en su torso marcado, dejando ver los hilos de oro que bordaban los puños de las largas mangas, mientras abotonaba cada pequeño botón dorado con una precisión casi que perfecta.
Tras acomodar el cuello alto que se cerraba bajo su barbilla, Molko tomó el pantalón de lana negra que estaba sobre la cómoda y se los colocó, subiendolos con facilidad para después ceñir el cinturón de cuero delgado y oscuro alrededor de su cintura.
Él tomó las botas de cuero negras y se las colocó, abrochando las correas que estás llevaban. Finalmente, el príncipe acomodó el camisón oscuro de su traje militar a su torso, y lo termino de ajustar con un cinturón grueso de cuero al rededor de su cintura.
Mientras el príncipe acomodaba su larga cabellera rubia, el sonido de la puerta entreabriéndose llegó a sus oídos, y Molko levantó la mirada, observando a su consejero entrar en la habitación.
—Su gracia, disculpe usted la interrupción —dijo el consejero, reverenciándose—. Es mi deber informarle que la princesa Ania ha llegado al castillo ya hace un par de horas.
Molko miró al lord al instante. —¿Por qué no se me informó antes?
—La princesa estuvo conversando con la princesa Zuheyra, quien me pidió encarecidamente que no perturbara su sueño, pero en estos momentos la princesa Ania se encuentra en sus aposentos.
—¿Usted estuvo presente en la conversación? —preguntó Molko, saliendo junto con el lord de la habitación.
—No, mi príncipe. Su madre pidió que me retirara.
Molko asintió, observando al lord y dijo:
—Gracias, mi lord. Puede retirarse.
El consejero de reverenció una vez más antes de tomar un pasillo diferente al que llevaba Molko, dejando al príncipe solo con sus pensamientos. El Worwick continuó caminando hacia los aposentos de su hermana con prisa en cada paso que daba desvelando así sus ansias por verla, y al llegar a la habitación, abrió la puerta sin anunciarse.
El sonido de sus botas era lo único que dejaba leve eco en la habitación vacía, mientras sus ojos recorrían el espacio encontrandose con la cama deshecha, y la ventana entreabierta; lo que permitía que la brisa fresca de la mañana entrara; sin embargo, no había rastro de Ania.
Él avanzó, observando cada detalle de la habitación, hasta que escuchó un ligero movimiento proveniente del cuarto de baño y sin hacer mucho ruido; cruzó la puerta encontrando a Ania colocándose una ligera bata blanca que aún no había sido ajustada, lo que le permitió a Molko ver la desnudez de su espalda.
Mientras ella permanecía ajena a su presencia, él avanzó en silencio sin que ella notara su cercanía, pero en de un momento a otro Ania se giró para salir del cuarto de baño y su cuerpo chocó contra el de Molko. Ella se aferró a los brazos de su hermano al sentir que perdía el equilibrio, pero él la sujetó rodeándola con sus brazos, mientras buscaba su mirada en medio de una sonrisa.
—¡Molko, por los dioses! —Ella cerró los ojos por la impresión que se había llevado en el momento.
Una sonrisa divertida se pronunció aún más en los labios de él al ver la expresión de susto en el rostro de su hermana y ella levantó la mirada, encontrándose con los ojos de él, mientras una sonrisa tímida se dibujó en su rostro.
—Me asustaste —dijo con un suspiro de alivio, relajándose en su abrazo.
—Lo siento, no pude resistirme. —Él acarició la mejilla de su princesa con el dorso de su mano—. ¿Acaso no pensabas ir a verme?
—Claro que sí, pero. —Ania lo observó, debatiendo su mirada entre los ojos y los labios de él, al tiempo que él hacía lo mismo con ella—. Estaba con madre y ya sabes cómo es. Yo quería ir más tarde a tus aposentos o a tu sala privada cuando ella no estuviera tan pendiente de mi presencia aquí; además, pensé que estarías ocupado en tus asuntos.
Molko entrecerró los ojos con ternura y junto a una ligera sonrisa y dijo: —Para ti, nunca estaré ocupado.
Ania sonrió con dulzura, pero una ligera preocupación nubló su mente al recordar que su madre iría pronto a su habitación.
—Madre vendrá pronto a tomar el desayuno conmigo y si nos encuentra aquí juntos, podríamos tener problemas.
—No me importa, Ania. No pienso soltarte —él se inclinó hacia ella con ligereza—. Esta vez va a valer la pena todo lo que hice para traerte de regreso a mi lado.
Ella frunció el ceño, confusa por sus palabras. —¿Qué quieres decir con eso? ¿Qué hiciste?
Molko aligeró el amarre que tenía sobre ella y se separó de su lado, y se dirigió hacia la puerta del cuarto de baño con la mirada fijada aún en los ojos de su hermana.
—Te lo contaré esta noche, durante la cena —Él se giró hacia la salida—. Te esperaré en mis aposentos para que cenemos juntos. Pediré que te preparen una bata cómoda para después de cenar.
Con esas palabras, Molko salió del cuarto de baño, dejando a Ania en medio de un silencio confuso, mientras lo observaba desaparecer con una sonrisa de medio labio curvándose en su rostro; entendiendo a la perfección lo que significaba su invitación y de solo pensar en ello la emocionó, pero más que eso, la preocupación por lo que él había hecho seguía rondando su cabeza, porque parecía saber a lo que él se refería.
ARTARBUR FICXIA – CASTILLO WORWICK
En la extensa sala del consejo, el aire estaba cargado de tensión y expectativa. La luz de las antorchas parpadeaba sobre las paredes de piedra, mientras los miembros del consejo de la regencia de Artarbur yacían sentados alrededor de la mesa. Ocupando su lugar en la cabecera, el príncipe Nicola cargaba con una expresión seria y un tanto preocupada, mientras que a su lado, su primo, el príncipe Varg Worwick, permanecía en silencio con la mirada dura y maliciosa, observando a los demás.
—Bedankt, ga alsjeblieft weg.
(Gracias, retírese) —le dijo Nicola a la sirviente que llenó su copa de agua.
—Vul alsjeblieft mijn kopje.
(Por favor, llene mi copa) —comentó Varg, dirigiéndose a la sirviente, quien procedió a verter agua en la copa del príncipe y después se retiró de la sala.
En medio del silencio, Nicola tomó la palabra, haciendo resonar su voz con autoridad en la sala:
—Los he convocado aquí para tratar un asunto que de urgencia mayor, y se trata de la problemática de la Isla Andrax, que fue recientemente conquistada por el príncipe Vermilion, jefe comandante de los ejércitos de cada reino de la casa Worwick —comentó él, con sus ojos recorriendo a los miembros del consejo—. La regencia de Dunkelheit, representada por el príncipe Varg aquí presente, ha venido ante mí con una propuesta para idear una estrategia para tomar el mando de Andrax, y hemos decidido que es necesario pedir la intervención del regente de Ravenmoort, el príncipe Molko.
Un murmullo recorrió la sala, y uno de los miembros del consejo, levantó la mano para hablar.
—Con todo respeto, majestad, ¿no cree usted que sea peligroso proceder de esa manera? —preguntó el hombre con cautela—. El rey Darcel no ha sido consultado sobre este asunto, y podría interpretarse como una afrenta a su mandato, porque él es quien debería estar tomando cartas en este asunto.
Varg entrecerró los ojos, clavando su mirada en el lord, quien se percató de aquello, sintiendo amenaza en su expresión.
—No consultaré nada con el rey Darcel —dijo Nicola—. Todos sabemos aquí que él ha estado demasiado ocupado tomando nefastas decisiones que están afectando al pueblo de Northlandy y otros más, en lugar de concentrar su atención en proteger nuestras tierras de las amenazas externas, como son los constantes ataques de piratas del mar turbio, por ejemplo, los que intentan abrir caminos para posibles usurpadores de tronos y atentar contra nuestras islas. Mientras tanto, él se dedica a escuchar a su lord consejero y a malgastar recursos, y es nuestro deber no dejar que el imperio se debilite.
—¿Y cómo pretenden que se tome el mando de la isla Andrax? —intervino otro lord miembro—. Esto podría ser visto como un acto de rebelión contra la corona. El rey es quien debería ir a impartir el nuevo mandato y ordenar la nueva regencia.
—El mandato lo tomará el regente de Ravenmoort —afirmó Nicola—. Lo adecuado es que el príncipe Vermilion lo haga, pero estoy seguro de que él no querrá, y con esto no estoy sugiriendo una rebelión, sino una intervención necesaria. La isla está protegida por guardias, pero no está bajo un pilar fundamental, y eso puede ser peligroso. Si el rey no está dispuesto a actuar, entonces debemos hacerlo nosotros.
Uno de los miembros, un poco más longevo, se dirigió hacia Nicola y expresando su preocupación, dijo:
—Es comprensible su preocupación y tiene razón, pero aun así no deja de ser delicado, alteza.
Antes de que Nicola pudiera responder, Varg se adelantó, haciendo resonar su voz profunda y amenazante en la sala.
—Deje de lado la cobardía, lord —replicó con desdén—. Estamos aquí para mantener en alto el imperio, no para ser cómplices de la inacción de un monarca a quien al parecer, le queda grande dirigir once reinos. El rey Darcel no hace más que conspirar contra su propio pueblo. Nosotros en cambio, estamos dispuestos a hacer lo necesario para proteger nuestro linaje en honor de nuestros muertos en guerra.
—Tal vez el rey solo esté siendo mal aconsejado. Es posible que sus decisiones se deban a la influencia de su consejero —sugirió otro lord miembro, tratando de calmar la situación.
—Si es cierto que siempre he tenido profundos deseos de sacarle los ojos a lord Grey por lo que ya sabemos, la realidad es que el rey no es ningún niño —respondió Varg dejando fríos a los hombres en la mesa—. Aunque comprendo también que el haber estado lejos de la instrucción lo inhabilita para tomar buenas decisiones, en la mesa de ese consejo está sentada la reina Diana, y su palabra debe pesar más que la de todos esos malditos juntos, la cual supongo él no escucha. Así que, en base a eso, los regentes de los reinos debemos actuar antes de que el imperio se venga abajo, ya que por si no lo sabe, los Blackroses se están percatando de estos manejos, y el rey de esa casa ha expresado que desea volver a ser la cabeza de los trece tronos de Nordhia.
—Ningún reino puede pretender luchar contra tantos, príncipes —replicó el lord.
—No lo crea, lord; es más fácil de lo que usted cree. Si los reinos de la orden se unen para sacar a Darcel y lo asesinan, él no dejará descendencia legítima para ocupar el trono, contando con el hecho de que estamos nosotros para ser una contención, pero si los reinos se nos vienen encima, solo queda pedirle a los dioses que se apiaden de todos nosotros.
—Solicitaré la presencia del conquistador de la isla para que se entienda con los soldados que le sirvieron allí —declaró Nicola, frenando la discusión—. Mientras tanto, el regente de Ravenmoort tomará posición en ese trono y dictará las nuevas ordenanzas y Artarbur apoyará esta decisión completamente, porque si los reinos ven débil al rey, no podemos permitir que vean débiles a sus regentes; de lo contrario, todo se irá al carajo, y deben entender eso.
El silencio cayó sobre la sala del consejo, mientras los miembros asimilaban las palabras de los Worwick en la mesa. La gravedad de la situación era innegable, pero también lo era la audacia y persistencia que ambos hombres mostraban; siendo consientes de que el imperio estaba en juego, y que la decisión que se tomara en esa mesa podría cambiar el destino de todos.
RAVENMOORT – CASTILLO WORWICK
En la sala privada, el príncipe Molko permanecía junto a su escritorio en compañía de su lord consejero, quien yacía sentado frente a él, hablando en voz baja.
—Debemos enviar las piezas de oro a los hombres que hicieron el trabajo, alteza.
—Quisiera hacer algo más que eso, lord —comentó Molko voz gélida—. Pensé que ya se les había pagado su parte.
—Aún no, mi príncipe y como usted sabe, ellos ya cumplieron con su parte del trato al darle muerte al prometido de la princesa, ahora nosotros debemos cumplir con la nuestra. Ya sabe usted que es peligroso no hacer esto cuanto antes, para que esas monedas cierren sus bocas y borren los rastros de su implicación, porque si alguien se entera de que usted ordenó la muerte de ese hombre, la tormenta que se desataría podría levantar una rebelión entre los reinos que comparten lazos de sangre con ese lord.
El príncipe asintió, analizando las palabras de su consejero, quien había seguido sus órdenes a rajatabla, pero antes de que Molko pudiera responder, un ruido en la entrada de la sala llamó su atención. La puerta se abrió de golpe y Zuheyra entró a la sala con la mirada encolerizada interrumpiendo la conversación.
—¡¿Qué es lo que acabo de escuchar, Molko Worwick?! —exclamó ella, avanzando hacia su hijo—. ¿Fuiste tú quien envió a matar al prometido de tu hermana?
El príncipe suspiró despreocupado en su lugar e intercambio una mirada rápida con su consejero antes de dirigirse a él diciendo:
—Déjenos a solas, lord y prepare las piezas de plata; antes de enviarlas, le daré instrucciones.
El lord consejero de reverenció antes de retirarse, dejando a Zuheyra y a Molko solos en la sala.
—¡Por los dioses, Molko, yo sigo aquí!
—Lo sé, madre, la estoy viendo.
—¿Cómo puedes tomarte esto a la ligera? —insistió—. ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué eliminaste al hombre con quien tu hermana debía casarse?
El príncipe, que había mantenido la calma hasta ese momento, sintió cómo su ira comenzaba a emanar de su interior y levantándose de su lugar, encaró a su madre con una mirada desafiante.
—¿Es eso lo que más le preocupa, madre? ¿De verdad aún no se ha dado cuenta lo que mis acciones significan?
Zuheyra lo miró incrédula, hasta que al analizar más a fondo las palabras de su hijo comprendió lo que él estaba insinuando.
—No puede ser —murmuró, mirando a su hijo con horror—. ¿Sigues pensando en ese tema tan imprudente? ¿Aún albergas esos deseos de casarte con tu propia hermana?
La mención de su deseo detonó un enorme sentimiento de furia en él, quien reaccionó golpeando la mesa del té a su lado, haciendo temblar las tazas de porcelana.
—¡No le falte el respeto a las leyes y tradiciones de nuestros dioses! —gritó él imponiéndose—. Esas mismas leyes y tradiciones han permitido que la familia Worwick mantenga su linaje durante generaciones y nuestro poder intacto. No es imprudente; es sagrado. ¡Y yo voy a cumplir con lo que la sangre Worwick me pide a gritos que haga!
—¡A mí no me interesan esas leyes! —exclamó ella, con desagrado—. ¡No las acepto y no estoy de acuerdo! Esa tradición es inapropiada, y como tu madre no permitiré que también le faltes a los dioses de la casa Derberg.
—No me importa lo que usted piense —respondió, casi en un susurro—. Usted amó a mi padre con devoción, aun sabiendo que era hijo de un hombre que fue concebido bajo el perfecto linaje puro y casto de la casa Worwick, así que deje sus absurdos y ridículos prejuicios.
—Que amara a tu padre no significa que aceptara las prácticas de tu casa; jamás interferí en ellas y las respeté, pero cuando se trata de mi sangre y de ustedes, mis hijos, es otra historia.
—Soy un Worwick igual que el príncipe Dalton, igual que el príncipe Carsten, igual que el príncipe Molko, así que me casaré con Ania, y nadie podrá impedirlo. Mi decisión está más que tomada, así que le aconsejo que no intervenga, madre. Se lo ordeno.
—¡No aceptaré eso! —dijo negándose—. He elegido una candidata para ti, y justo eso venía a decirte. Ella es una joven noble que asegurará la estabilidad del reino, para que selles tu deber de sostener la regencia y así no la destruyas con tus deseos insensatos.
Molko miró a su madre con desdén, mientras sus ojos destilaban una mezcla de rabia y dolor.
—No tomaré a otra mujer por esposa —respondió tajante—. Nadie me obligará a vivir una vida que no quiero, ni a amar a alguien que no siento. —Los ojos de Molko se empañaron mientras observaba a su madre—. He pasado toda mi vida temiendo la infelicidad, sintiendo que estoy condenado a ella por los deseos de otros y es un miedo tan real, que siento que ya lo viví una vez y no lo haré de nuevo. Me casaré con Ania, y si eso no le gusta, entonces no me importa en absoluto.
—¿De qué hablas, hijo? Nadie te ha orillado a vivir los deseos de terceros. ¿De dónde vienen esos miedos?
—¡De aquí! —Molko señaló su corazón—. Siento la decepción de la infelicidad tan real como si ya lo hubiera vivido antes y debió ser por él. Mi padre me lo dijo una vez, y si una parte de él renació en mí, entiendo ese horrible miedo sin justificación que me atrapa, y esta vez no sucederá de nuevo. —Él miró a su madre—. A él lo sometieron diciéndole lo que debía hacer, lo que debía sentir, y esa parte está luchando en mi interior, incitándome a no volver a permitir que nadie decida mi vida, ni a quién amar, ¡ya no más!
—Destruirás el legado de la sangre Derberg.
Molko la observó fijamente, con un deseo inquebrantable de hacer lo que él quería y dijo:
—No se puede destruir lo que ya no existe. La sangre ancestral de la casa Worwick rompió su sangre y lo seguirá haciendo a través del tiempo si la casta se conserva, y yo lo haré. Así que madre, es mejor que no se interponga en esto, porque quiera o no, me casaré con Ania.
Molko abandonó la sala, azotando la puerta tras su retirada, mientras Zuheyra se quedó sola y sumida en su indignación, porque en el fondo ella sabía que a quien menos podía controlar era a su hijo mayor.
NORTHLANDY – CASTILLO WORWICK
La noche había caído sobre el castillo Worwick, envolviendo los pasillos en una sutil penumbra, que se rompía con el parpadeo de las antorchas alineadas a lo largo de las paredes de piedra.
Evelyn yacía sola en sus aposentos, asomada a las puertas del balcón, observando el horizonte, incapaz de callar los pensamientos que se arremolinaban en su mente, sintiendo cómo la confusión la invadía. Por un lado, sus deseos de huir de ahí eran claros, pero había algo más. Algo cambió en el corazón de ella sin avisar y eso la estaba empezando a hacer dudar sin poder ignorarlo y era el recuerdo del beso que compartió con Darcel.
Aquella sensación la había dejado intranquila, con las emociones revueltas y sin poder definir muy bien lo que sentía ya que no era solo la sensación física, sino algo más profundo y con solo pensar que él pudiera volver a besarla, un cosquilleo invadía su estómago.
Ella cerró los ojos, recorriendo con su mente la figura de aquel hombre y recordó sus ojos, haciendo que una leve sonrisa se asomara en su rostro. Pero todo se vino abajo cuando se acordó de cómo la tomó para llevarla hasta allí y aún más cuando recordó a su pequeño hermano.
La preocupación invadió a Evelyn al pensar en él, recordando todos los maltratos que ella soportó de su padre y de su hermano mayor solo para que no lo agredieran a él y el miedo de que en su ausencia él pudiera estar siendo maltratado la inquietaba quitándole la paz.
Finalmente, incapaz de soportar la incertidumbre, tuvo la idea de hablar con Valeria, preguntándose si ella había logrado ir al pueblo. Evelyn se acercó a la puerta de su habitación con la idea de comprobar si estaba cerrada con llave, y acercó su mano a la manija, esperando encontrarla cerrada, pero para su sorpresa, la puerta se abrió sin resistencia. Por un instante Evelyn dudó en salir de ahí por lo extraño que era el hecho de que la puerta estaba sin seguro, pero su deseo por salir de ahí y saber de su hermano la empujó a correr fuera de la habitación, adentrándose en los desconocidos pasillos del castillo.
El aire frío de la noche se colaba por los calados helando su piel y sin saber a dónde ir para encontrar a Valeria, se quedó inmóvil por un momento observando el corredor iluminado solo por las antorchas. Todo era nuevo para ella hasta ese momento al no haber visto más allá de su habitación y en cierto modo, eso hacía que su libertad recién descubierta se sintiera aún más irreal.
Evelyn pensó en huir y en correr hacia la salida más cercana para escapar por fin de aquel lugar que la mantenía prisionera, pero otro pensamiento se cruzó por su mente; la princesa que le había prometido ayudar a su hermano. Ella quería saber si había cumplido con su palabra y si él estaba bien, para así ir con más seguridad por él y huir juntos lejos de Northlandy.
Con el corazón latiendo con fuerza, Evelyn comenzó a caminar por el pasillo, observando las puertas que se alineaban a ambos lados. Cada una de ellas podía ser la respuesta que buscaba con tantas ansias, pero mientras avanzaba, algo la mantenía alerta para que nadie la descubriera y la llevara de vuelta a su celda de oro.
Con mucha cautela, ella comenzó a acercar su oído a las puertas en un intento de escuchar alguna voz femenina parecida a la de Valeria, y después de haber pasado por varias de ellas, finalmente se acercó a una puerta no muy lejos de sus aposentos, y percibió una voz femenina que emitía lo que parecían ser quejidos, y su corazón se emocionó al reconocer la familiaridad en esa voz. Sin pensar en las consecuencias, ella tomó la manija y empujó la puerta, decidida a hablar con la mujer.
Pero lo que encontró al otro lado la dejó congelada en su lugar. Una mujer desnuda estaba en medio de la habitación, entre los brazos del hombre que pretendía desposarla, y al oír como se abrió la puerta, Darcel removió sus labios de los pechos de la doncella de Valeria observando a Evelyn frente a él.
—Evelyn —susurró Darcel, petrificado, mirándola con cierto miedo en sus ojos.
Sin esperar más, ella se dio la vuelta y salió corriendo del cuarto, sintiendo cómo sus pies apenas tocaban el suelo mientras se apresuraba por el pasillo.
Darcel acomodó los botones de su camisón con prisa que estaban a medio abrir, para salir del cuarto, pero la doncella desnuda ante él intentó detenerlo, lo jaló del brazo para que no la dejara, pero él la tomó del cabello con furia y la empujó a un lado apretándola y haciendo que la mujer impactara bruscamente sobre la cama.
—¡Lárgate de aquí! —gritó Darcel con rabia, antes de salir tras Evelyn.
La jovencita, con lágrimas en los ojos, corría sin rumbo, guiada solo por el deseo de escapar, ese era su verdadero propósito y en medio de ese deseo surgió un leve sentimiento de decepción por lo que había visto y por un momento se preguntó porque tenía que sentirse decepcionada de él, pero aun así, era innegable que su corazón crujiera por todo lo que estaba sintiendo en ese momento.
El pasillo parecía interminable y su mente estaba nublada por la confusión y el miedo, hasta que escuchó los gritos de Darcel a sus espaldas, ordenándole que se detuviera, pero ella solo aceleró su paso, rehusandose a enfrentarlo y a oír sus explicaciones.
Finalmente, ella vio una luz al final del pasillo, distinguiendo el cielo oscuro a la distancia, sabiendo que esa era una salida y con todas sus fuerzas, Evelyn corrió hacia la puerta, escuchando aún los gritos de Darcel, que al parecer la impulsaban a querer correr mucho más rápido lejos de él.
Ella cruzó el jardín y el patio de armas, llegando a la puerta sin rastros de guardias a su alrededor, pero justo cuando estaba a punto de salir, un grupo de soldados apareció frente a ella bloqueando su camino. Al intentar detenerse en su desenfrenada carrera, perdió el equilibrio, precipitándose hacia el suelo, y su cabeza impactó contra una pequeña roca que sobresalía en el camino. El dolor instantáneo apareció, acompañado por un destello blanco que le atravesó la mente desplomándose boca abajo, aturdida y mareada, mientras un hilo de sangre comenzaba a correr por su frente.
Evelyn llevó sus manos temblorosas hacia el líquido que sentía recorrer su frente, viendo sus dedos manchados de sangre con una fuerte sensación de aturdimiento que la llevó a desvanecerse y la última imagen que vio antes de que la oscuridad la envolviera fue el rostro de él.
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