11
❝VISITA FAMILIAR❞
Jasper.
HABÍA SIDO difícil, pero el resto de días nos habíamos dedicado a aceptar la unión de Seth y Bree. Hasta que finalmente se hizo.
Estábamos tranquilos en la sala, con mi hermana "gemela" tocando el piano, mi cabeza reposando en las piernas de Valeria y ella acariciando mi cabello. PJ cantaba opera muy desafinado, aturdiendonos. Bree reía con Seth, ahora el niño perro vivía prácticamente con nosotros.
Estaba con los ojos cerrados, no podía dormir, pero era una sensación tranquila, estos últimos años, fueron muchas emociones pesadas con la llegada de Bella, el clan estuvo en situaciones estresantes constante tiempo haciendo que tengas emociones negativas y que sea yo quien tenga esa carga.
Era una de las cosas que compartía con Edward, el estar constantemente cargando con los pensamientos y/o sentimientos de las personas, agobiandonos. Aveces era útil, pero otras veces sólo era para sumarnos estrés, más del que últimamente teníamos, sin embargo también tenía su lado bueno, como en este momento; Valeria me estaba acariciando el cabello mientras miraba mi rostro y podía sentir su felicidad, paz, y amor. Eso me calmaba.
Rosalie esperaba a Emmett para irse a una "cita", haciéndome pensar que nunca tuve una cita en concreto con Valeria.
Abrí los ojos, ahí estaba ella mirándome con ternura mientras acariciaba mi cabello, senreimos. Cuando la miraba, para mí todo se volvía totalmente blanco, sólo estaban sus hermosos ojos dorados. Debía admitir que veces extrañaba sus ojos rojos, iban más con su personalidad.
Ella tarareaba la canción que tocaba Rosalie, mas se detuvo un segundo para dejar un beso en mis labios, haciendo mi sonrisa ensancharse.
Gracias a ese detalle, pensé en el día de la boda de Edward: el ramo había caído donde nosotros, y sería apresurado pedirle matrimonio, pero teníamos toda la eternidad.
Aún así quería tener una cita, ir al cine o algo así... Esperen.
Me paré de mi lugar de un salto, recibiendo un gruñido por parte de ella. Sonreí divertido, besé su frente y salí corriendo.
—es como rarito —escuché a PJ hablar.
Lo ignoré y salí.
VALERIA TENÍA FAMILIA, la única era su abuela, y no tenía idea de lo que había pasado. Sabía que Valeria no tenía intenciones de acercarse a su antigua dirección por miedo a saber si había fallecido, ya sea por causa de su desaparición, por el hecho de que era la única que buscaba su medicamento, cuidaba, y alimentaba.
Fui a Seattle a averiguar que era lo que sería de la señora Mary Jane. Un hermoso nombre.
Fui a donde alguna vez me contó mi amada que vivía: una casa de dos pisos, simple, ni muy grande, cargada o costosa, pero tampoco aburrida o mal cuidada. Era un lindo lugar, con aires hogareños.
Me adelanté y toqué el timbre. Espere unos segundos y se escucharon pasos en el segundo piso, lentos, la respiración era lenta y pesada, su corazón iba a un ritmo un poco más lento de lo normal, supuse que tendría que ser ella. La puerta fue abierta por un señora mayor, me sonrió.
—Hola joven, ¿Qué se le ofrece? —Lo que Valeria no dijo, es que la señora usara bastón, según ella estaba mejor que nosotros incluso sabiendo que somos muertos vivientes.
—Buenas tarde, usted es ¿Mary? —Pregunté con mis brazos detrás de mi, la señora sonrió enternecida.
—Así es joven, que educado eres —Su sonrisa paso a ser una nostálgica —A mi nieta le hubiera encantado salir con un chico como tú.
—Bueno señorita, a eso vengo —Ella frunció su ceño, a lo que continúe —Encontré a Valeria, su nieta.
La señora llevo sus manos a su boca, y una lágrima cayó por esta. Sonreí por el amor que empezó a soltar y la felicidad que sus emociones reflejaban.
—Estos meses estuvo con falta de memoria, no recordaba quien era, hasta hace poco que recordó todo, pero el miedo de que al venir usted no la quiera recibir por el tiempo que se fue, la asustó —mentí en cierta parte, pero no podía justificarla de otra manera.
La señora sonrió feliz y me invitó a pasar, pasamos hablando unas tres horas, hasta que le dije que traería a Valeria, pero su corazón se aceleró, demasiado y del susto le mande una ola de calma, no quería que a la señora le agarré un ataque al corazón.
—Bueno, en un rato volveré —me acompañó a la puerta. —Hasta luego bella dama —besé los nudillos de su mano, haciendo que la mujer se ria.
—Oh, ya basta joven, ¡haras que le robe el novio a mi nieta! —Me reí divertido.
Fui corriendo a casa, estaba emocionado, ¿cómo no?
Valeria estaba en el sofá, leyendo un libro, y se giró con el ceño fruncido, sus emociones pasivas se transformaron en agresivas, demasiado, agresivas.
—¿Donde estabas? —levanté la ceja sin entender su enojo —Esme nos dejó la tarde libre para estar juntos y tú —hizo soñar más fuerte la palabra "Tú" —te fuiste, creí que pasaríamos una tarde en pareja —Su voz se fue apagando hasta que formó un puchero con su boca. Sonreí con ternura, aveces era una niña.
—Lo siento —Me acerqué a pasos seguros y la agarré en brazos al estilo nupcial —que te parece si te cambias a algo más cómodo y vamos a dar un paseo —la llevé a la habitación que compartíamos.
Ella sonrió, y una vez la baje me empujó a la cama y se sentó encima mío, para seguir con un beso. Me separé lentamente mientras ella volvía su ceño fruncido y puchero.
—Cambiate, que tenemos que salir, es importante. —dije sobre sus labios, para dejar un casto beso y bajarla, ella soltó un bufido, acompañado de un gruñido.
Se vistió, bajamos y fuimos al Volvo rojo de Rose. Valeria tenía una obsesión con ese auto.
En el viaje puso música y cantó alegre pero cuando vio el cartel de Seattle frunció el entrecejo.
Sabía que temía que la reconozcan, pero había pasado un poco más de un año de su desapareción, dudaba que lo hagan, aún así estaríamos dentro de la casa. No había de qué preocuparse... Más de que a Mary no le de un patatus.
Valeria.
JASPER SE ANDABA haciendo el misterioso y eso era exitante, hasta que todo modo hot se me fue en cuanto vi el cartel de Seattle, me recorrió el miedo, sabía que él tenía en la mente algo que ya no me daba buena espina.
Bajó la velocidad -porque conducía como maniático-. Me fijé a los alrededores y reconocí mi vecindario, me giré a él cuando estacionó el auto frente a mi casa.
Mi antigua casa.
Mi pecho dolió cómo pocas veces durante mi transformación. No podía con la sola idea de estar en estás calles que sentí que manché cuando a calles de distancia yo había matado y cenado personas mientras fingía estar desaparecida.
—ni se te ocurra —Le hable en tono de advertencia.
—se que quieres ver a tú abuela, la extrañas. Siento tú melancolía cada vez que hablas de ella, estuviste en una guerra de vampiros y lobos, puedes con esto —Tomo mi mano, fije mi vista en la casa y la volví a él.
Me mando una ola de calma, contesté con un gruñido, no me gustaba que juegue con mis emociones.
—no quiero.
—si quieres.
—no puedo.
—si puedes.
—te odio.
—me amas.
Se bajó de auto y lo rodeó abriendo mi puerta. Me ofreció la mano y la acepté sin muchos ánimos, cerró la puerta del auto y me ofreció su brazo para caminar a la puerta.
—me voy —me giré pero él usó su fuerza, se plantó al piso y me sujetó.
—no seas niña.
—¡si soy!
Me arrastró a la puerta y miré el timbre como si fuera un horno ardiente.
Me giré a Jasper que me regaló una sonrisa. ¿por qué me hacía esto?
Volví mi vista al timbre, me acerqué lentamente.
—¿Sabes tocar timbre? —se burló ante mi tardanza. ¿se la daba de chistosito ahora? Luego se molesta cuando yo ando así. Al ver que yo iba a bajar la mano, él puso la suya encima y me obligó a tocar timbre. Lo miré paniqueada.
Escuché pasos pesados pero apresurados, un corazón que palpitaba con fuerza pero apagado, eso me puso triste, no quería que haga esfuerzo en levantarse si no podía. Quería llorar, maldecia no poder hacerlo.
Una vez los pasos estaban cerca, tragué en seco, mis ojos se llenaban de lagrimas que nunca iba a soltar.
Abrió la puerta.
Cuando la tuve en frente, sentí de todo. Verla usando bastón me dolió, sabía que ese era el primer paso, el segundo sería la silla de ruedas y el tercero sería que ya no esté, y mientras... Yo me ocultaba en otra ciudad sin ser capaz de verla a la cara.
No pude más y la abraze, solté un sollozo, sin lagrimas, mientras ella lloraba en mi hombro repitiendo "Mi nenita, estas aquí " "estas bien".
Me separe de ella, mientras ella ponía sus manos en mi rostro.
—Mi niña, estas más pálida, y helada ¿Te sientes bien?
—Mejor que nunca, abue —le contesté cerrando los ojos ante su tacto. La extrañaba demasiado. Parecía irreal.
Me separe totalmente para volver a agarrarme del brazo de mi acompañante. Ella sonrió aún más y nos invitó a pasar, o mejor dicho nos empujó.
Me contó todo lo que pasó desde que me fuí, al parecer, Amalía, la visitaba los fines de semana y ayudaba con lo que podía. Eso fue bueno.
Mentira. Igual no la puedo siquiera ver. Me tuve que “morir" para que ella sienta algún tipo de remordimiento.
—vamos a cambiarte y hacemos las compras, mientras te cuento de las cosas —propusé y ella aceptó radiante. No me importaba si me veían, yo solo quería gritarle al mundo que estaba feliz con mi abuela.
Jasper se quedó abajo mientras.
Cuando estábamos bajando las escaleras, alguien todo el timbre.
—¿Puedes ir a abrir? —Jasper me escuchó y atendió.
—Si, ¿Qué necesita? —preguntó educado.
Estabamos en el último escalón cuando levanté la vista y me encontré con quien no quería. Amalía
Ella ayudó a mi abuela, y lo agradecería eternamente, pero eso no cambiaba el pasado. Me acerqué a Jasper y él me agarró por la cintura, percibiendo mi enojo.
—¡Amalía! Querida, mira, Valeria esta de vuelta, con su prometido, Jasper —en cuanto dijo prometido, me sorprendí pero lo oculte por el enojo. Jasper, en cambio, satisfecho por como lo llamó, sonrió de lado.
Amalía me miraba, sus ojos se llenaron de lagrimas. Antes de que se le ocurra abrazarme, me apresuré a hablar.
—Un gusto verte, Amalia. Gracias por cuidar a mi abuela en mi ausencia. Vamos de salida —dicho esto pase a un lado de ella, Jasper ayudó a mi abuela a ir.
Amalia me miraba con sus lagrimas derramando. No la miré. Solo subí al auto.
—Mi amor, creo que fuiste muy dura —susurró, la abuela al estar medio sorda no escuchó.
—Yo no fui quien llamó perra a su madre y luego la abofeteó —Contesté de igual manera.
Él solo se calló. Compramos de todo, llenamos dos carritos de compras. Le contamos a la abuela de Bree, diciendo que la adoptamos y se la presentariamos. Ella estaba encantada e insistía en que nos casemos.
Regresando a la casa bajamos las bolsas, ordenamos todo, cambié a la abuela y la acosté. Ella se negaba a dormir, no quería que me vaya, pero prometí venir más seguido.
—te extrañé tanto, pequeña —Aun en la oscuridad, ví sus ojos adoloridos.
—y yo a ti —tomé sus arrugadas manos temblorosas.
—tu abuelo estaría radiante de verte así —susurró amorosa —y yo estoy feliz de verte en casa. Sabía que estabas bien.
—yo siempre volveré a ti, abuela.
Una vez dormida, el rubio usó su don para asegurarse de que la calma le otorque dulces y felices sueños.
Bajamos y allí, hablamos de lo ocurrido, aún que poco a poco se fue haciendo una discusión, el me hablaba que fuí muy dura con Amalia, mientras yo le decía que no estaba poniéndose en mi lugar. Entendía que él quiso que esté día sea perfecto, que sea un día de avanzar. Pero yo no.
—De acuerdo, Jasper. Si estas de su lado, ve con ella, no estoy de humor para esto, estoy feliz de ver a mi abuela después de mucho, cosa que te agradezco, pero lo que Amalia me hizo dolió, le agradeceré eternamente por cuidarla, pero eso no quita el odio que se generó en mi —tal vez lo dije más fría de lo que plané —yo no soy Jesús para andar perdonando.
Se quedó callado y desvió la mirada. Simplemente nos fuimos a casa.
El camino fue silencioso. Un poco incómodo porque el manejaba tenso. Yo solo miré las desoladas calles de Seattle, teniendo en mi mente fragmentos de personas que yo había drenado por los rincones y sombras del lugar. El ácido en mi saliva comenzó a gotear al recordar el festín que tuve en el barco con Riley, Bree, PJ y los demás neofitos ahora muertos. Sangre, mucha sangre, sangre que yo derramé en Seattle.
Tragué saliva y solo pensé en regresar a casa para hablar con Bree y PJ.
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