✦ ꢁ ❛ 𝗺ᧉm𝗼̀r𝗶℮𝘀 ׅ ۫ ﹗

❛  It's   been   a   couple  months  
That's just about enough time
For me to stop crying when I look at all the pictures
Now I kinda smile, I haven't felt that in a while  ❜

Suspiro por última vez antes de recostarse por completo en su asiento, no era la primera vez que viajaba en avión, sin embargo; sentía que esto era diferente. Era diferente. No había visitado Grace Field house hace años, desde que tenía apenas diez años. Su tiempo de estadía en ese lugar había sido...único.

Probablemente la mejor época de su vida, aunque solo haya sido una mocosa (como diría su padre Yuugo) todos los recuerdos que tenía de aquel lugar eran lindos; cálidos. Siempre la hacían sonreír nostálgica, y especialmente porque siempre en cada recuerdo estaban sus dos grandes amigos; Norman y Ray.

Sus esmeralda fueron hasta la ventana, viendo como el avión iba tomando altura, y se alejaban cada vez más de aquella ciudad. Muy en el fondo todavía seguía dudando si era la decisión correcta. Sus padres tenían empresas en otros países y ciudades, entonces, ¿por qué prefirió la más alejada, y la cual, la dejaría volver a aquella casa hogar?

Su mente era un desastre, y lo único que quería era llegar de una buena vez por todas y aclarar sus dudas.

Un miedo se hizo presente en su pequeña cabeza al darse cuenta de que no veía a sus dos amigos hace años, años. ¿Siquiera la recordarían? ¿Aún piensan en ella? Aunque bueno, no podía culparlos si estaban enojados. Un día simplemente dejo de escribirles, y aunque recibía las cartas de sus hermanos y amigos, nunca respondía.

── »Soy una tonta. Quizás ni siquiera quieren verme y ya hicieron sus vidas.« ──hizo una mueca, la cual termino en un puchero── »Probablemente Norman piense que son solo recuerdos de la infancia y ya, y Ray... ──sus nervios aumentaron a flor de piel con aquel nombre── ...definitivamente debe odiarme.«

Tal vez le afectaba demasiado saber que aquel azabache, con el cual mayormente se la pasaba haciendo travesuras o molestandolo con su cabello para ver sus orbes de un tono más oscuros que los suyos, muy probablemente le tendría resentimiento o no querría ni verla en pintura.

── »Ironico, porque hace un mes tuve que participar en la pintura familiar« ──rodo los ojos mientras se apoyaba en su brazo, aún mirando por la ventana──

Tal vez, tal vez, el azabache no la odiaba. Seguramente pensó en alguna respuesta lógica para que ella dejara de responder sus cartas y llamadas, ¿no? Al fin y al cabo, él siempre había sido muy comprensivo con ella. Y siempre lograba entenderla.

Siempre lograba comprenderla, tal vez más de lo que ella misma lo hacía. Cuando no entendía algo, era el primero en darse cuenta y explicarle de manera que se le fuera fácil de entender. Era el primero en apartarle un lugar en el desayuno, en consolarla cuando se sentía mal, o avisarle a mamá Isabella cuando se metía en alguna travesura de la cual podría salir lastimada.

Siempre era el primero. 

Tal vez por eso le afectaba tanto saber que aquel lindo azabache del cual siempre fue tan apegada en su infancia y en Grace Field, muy probablemente, la odie o ni siquiera se moleste en recordarla.

Suspiro por última vez, ya había perdido la cuenta de las tantas veces que lo había hecho en su viaje y desde que bajo del avión. Parecía que sus pensamientos se ponían en contra suya para ponerla más nerviosa y así arrepentirse para tomar el primer vuelo a Glorybell.

Piso el acelerador cuando finalmente el semáforo cambio a verde, miro por los alrededores, notando que la ciudad no había cambiado mucho. Nerveland no era una ciudad pequeña, pero tampoco tan grande. Y estaba algo cerca de la capital, así que, era conocida a medias.

Pero recordaba algunas cosas, pocas, pero las recordaba.

Pero aún así, ahí estaba su preocupación. Aunque hayan pasado más de diez años desde la última vez que visitó su ciudad natal, recordaba perfectamente la dirección de aquella casa hogar.

Aún dudando, giro el manubrio para entrar en aquella carretera, la cual llevaba a lugares un poco más alejados de Nerveland. Debido a eso, habían grandes terrenos vacíos, un pequeño bosque, y enormes praderas. O eso recordaba ella. Fueron diez minutos los que estuvo manejando hasta finalmente ver a unos pocos kilómetros algo que logro distinguir al instante.

Ahí estaba.

Grace Field seguía casi igual, esa enorme casa de tres pisos y un gran cobertizo en el techo, el cual nunca pudo entrar porque mamá Isabella le prohibía el paso. El gran patio verde con un hermoso pasto que seguía intacto y algunos árboles, con aquel roble que cambiaba los colores de sus hojas en las estaciones a pocos metros del hogar. La diferencia es que ahora no había ningún niño. Y eso internamente le preocupaba.

Por supuesto que pensó en la probabilidad de que el lugar estuviera completamente vacío, o simplemente ya no hubiera nada. Por dios Emma, pasaron dieciséis años. Sería un milagro que alguien aún estuviera ahí, esos tipos de lugares no se mantienen mucho tiempo.

── »Ten esperanza Emma, tal vez sí...« ──esas fueron las palabras que pasaron por su mente en un intento de calmarse y ser positiva, había aunque sea una pequeña posibilidad, y se aferraría a ella──

Sin esperar mucho, y con su estómago hecho un revoltijo de sus emociones camino a paso lento hacía la casa que alguna vez en su infancia considero un castillo. Tal vez jugar con las mangas de su camisa en tono amarillo pastel la ayudarían a calmarse, o eso parecía.

Todo pareció congelarse cuando por fin pudo dar unos suaves toques a la puerta de madera, o al menos a una de ellas. Seguían siendo igual de tradiciones y elegantes.

Un sentimiento de nostalgia apareció en sus facciones al ver aquel rostro tan conocido. Sus orbes violetas aún seguían tan bellos como un amatista con un precioso brillo que adornaba en ellos, con la piel porcelana la cual recordaba que siempre fue suave, pues, solía tocarle el rostro cuando era una niña. Su cabello recogido ahora en una elegante trenza que pasaba por uno de sus hombros, y ya no usaba el mismo vestido oscuro y apagado de todos los días; ahora unas margaritas estaban desordenadas en la tela celeste clara, con una perfecta medida hasta las rodillas, con una chaqueta blanca.

──Mamá Isabella... ──no sabía que decir, lucía tan igual y a la vez tan diferente─

Su expresión relajada se había pintado de sorpresa en cuanto la vió y pareció reconocerla, pero claro, ¿quién más en este mundo tendría los cabellos rubios terminando naranjas -casi rojos- y una antena en su cabeza? Lo veía imposible. Pero aún así, no le extrañaba que la viera de esa manera. Había desaparecido más de diez años y aparecía de la nada un lunes por la mañana. Super normal, me paso ayer.

──Emma... ──unas pequeñas lágrimas parecían querer resbalar por su mejilla, pero permanecían amontonadas en sus ojos── mi niña... ──con miedo, parecía querer acercar sus delicados dedos a sus mejillas──

Sí, ese era el apodo por la que la llamaba de pequeña. Antes de irse a dormir, cuando llegaba a hacer una travesura, o se lastimaba por correr y jugar a las atrapadas. Tantos años habían pasado, ya no era una la misma, pero aquel dulce apodo le seguía gustando. Y era tan malcriada que hasta se dejaría llamar toda su vida así.

──¿Cómo estás, mamá Isabella? ──pregunto, con nerviosismo y sin saber que decir──ㅤ

──Creciste. ──fue lo dijo con su suave voz mientras acariciaba sus cabellos──

──Uhm, sí. Aunque, no soy tan alta, diría que tengo una estatura normal. ──sonrió, aceptando gustosa la muestra de afecto── también has cambiado, mamá Isabella. Ya no usas ese vestido, te ves más...alegre.

──No eres la única que dice eso... ──rió quedita mientras seguía preparando el té── no me esperaba que volvieras. Pasaron muchos años, y en las noticias hablan mucho de tus padres. Hace poco ví que te harías cargo de una de sus empresas, pero no pensé que...

──¿La misma empresa estaría aquí? ──completo, ensanchando aún más sus labios en una curva── no es muy grande, es más un... negocio. Pero papá Yuugo necesitaba a alguien que quisiera hacerse cargo, y lo ví como una manera de salir y empezar una nueva vida.

──Comprendo. No has cambiado nada. ──coloco con cuidado la taza en la mesa ante la atenta mirada esmeralda── siempre decías que querías hacer tu vida aquí, que nunca te irías. Recuerdo que...antes de irte, le prometiste a todos que volverías.

Al instante sintió el calor abultarse en sus pómulos, Dios, ¿enserio había hecho eso? A veces se avergonzada de las cosas que hacía cuando era niña. Recordaba todas las locuras que había hecho, y sus tontas excusas.

──Aunque, ──volvió a hablar──, tú y yo no somos las únicas que hemos cambiado, ¿sabes?

Al instante pudo comprender a que se refería con eso, por supuesto, seguramente sus hermanos también habían cambiado. Tenía tantas preguntas, ¿cómo estaban ellos? ¿Habían sido adoptados? ¿Se quedaron hasta que fueron mayores de edad? ¿Cómo eran ahora? Tenía mucho que quería saber, pero su principal pregunta era sobre Ray y Norman.

─¿Los extrañaste, verdad? ──sus orbes violetas cargados de compasión hicieron que sonriera──

──Mucho. Yo...lamento haber dejado de escribirles y llamarlos, realmente-

──No creo que sea a mí a quien debas explicarle esto, mi niña. ──la interrumpió, llevando la taza a sus labios──

──L-Lo sé, es que...estoy tan nerviosa. Paso mucho tiempo, y...yo no quiero olvidarlos, pero tampoco quiero que ellos me olviden a mí. Me siento egoísta. ──admitió, soltando el aire que tenía retenido──

──Bueno, ellos tampoco quisieron olvidarte. Y aquí entre nosotras... ──acerco su rostro── ellos dos siempre esperaron.

Sentía que podía tirarse de un puente, todo por la culpa. ¿Realmente Norman y Ray siempre la habían esperado? Se sentía lo peor del mundo por nunca haber llegado, y seguramente ahora estarían odiandola o llamándola mentirosa.

──Emma. ──la llamo, obteniendo la atención de la orbes esmeralda── sé lo que estás pensando, y creeme, no es así. ──sonrió con calidez, seguía conociendola a la perfección──

──¿Cómo lo sabes, mamá Isabella? ¿Cómo sabes que ellos...no están odiandome? ──murmuro, apretando la taza con algo de fuerza── no debí prometer eso.

──Eras una niña, Emma. ──aquella característica risa suave salió de sus labios── ¿Acaso olvidas la vez que casi besas a un sapo? ¿O cuando mezclaste los jabones? ¿O usaste mi maquillaje? ──volvió a reír al notar el rostro pintado de rojo en su pequeña── y no olvides cuando anduviste de visita en la casa de aquella ardilla.

──Ugh, ¿por qué tenía que ser tan...yo, de niña? ──cubrió su rostro con sus manos── me parece sorprendente que me tuvieras tanta paciencia. No creo soportarme en ese entonces.

De verdad que aquel recuerdo no podía dejarla dormir por las noches de la pena que sentía, tenía mucha vergüenza, y ni siquiera quería pensar en lo que había hecho.

……

Una pequeña pelirroja corría a la velocidad que sus cortas piernas le permitían, solo tenía seis años, así que no era muy rápida. Aún así, trataba de atrapar a aquella pequeña ardilla.

──¡Vamos, señorita ardilla! ¡Lleveme a su casa! ¿O debería decirle "señorito"? ──lo último lo dijo en un murmuro y hacia una mueca──

El diminuto animal se había subido a una de las ramas de un gran árbol de aquel bosque, bosque que por suerte no quedaba tan lejos del orfanato. Emma, aún sin querer rendirse ─y tan terca como siempre─ empezo a agarrarse de los pequeños bultos en el fuste, aún en su intento por averiguar del hogar del ruedor.

──¡Espera, no vayas tan rápido! ──se colgó de una rama, logrando ganar más altura──  »¿Tan alta está su casa?« ──pensó, mientras seguía al animal──

No recordaba de dónde había sacado esa idea, simplemente estaba jugando con la pequeña ardilla, y en eso ella le había dicho de su hogar al animal. Ahora tenía curiosidad por saber dónde podría vivir el ruedor.

……

──Me imagino que sigues siendo igual de energética, solo que ahora eres más consciente de lo que dices y haces.

──No tanto como quisiera...pero sí. ──recuerdos fugaces de su desastrosa adolescencia vinieron a su mente── aunque no fue al instante, más bien, fue cuando seguía creciendo.

──Aún lo haces, mi niña. ──acomodo uno de los tantos cabellos rebeldes y naranjas detrás de su oreja── todos seguimos creciendo y madurando.

──Lo sé, mamá Isabella. ──una pequeña risa se escapó de sus labios── ¿Cuando fue que cambiaste tanto? Es decir... ──al ver la mirada confusa de la azabache, trato de buscar las palabras correctas── ...bueno, no esperaba verte...así, más...¿Feliz? No sé si sea la palabra. Siempre fuiste dulce con nosotros, dándonos el cariño de una madre, pero ahora...siento que realmente hay otro motivo.

La risa suave que tanto la caracterizaba no tardó en escucharse en la cocina, lo más sorprendente fue que aquel sonido tan familiar ante sus oídos; vino acompañado de un tenue color rosa en los pómulos de la azabache, pintando de un nuevo color su rostro de porcelana, haciendo que aquello sea algo nuevo para sus orbes esmeralda.

──Perdón, Emma, pero la verdad es que no eres la única que me lo ha dicho. Tus hermanos también lo han "notado" ──suspiró, aún con su sonrisa── creo que esa es la maravilla de los sentimientos, ¿no?

Ella, sin entender, ladeó la cabeza mientras aún mantenía su mirada fija en la mujer que en algún punto de su infancia había llamado "mamá".

──No comprendo, mamá Isabella. ──susurro haciendo un puchero, que a los ojos de la azabache era adorable── ¿A qué-

Su oración fue interrumpida por el sonido de la puerta abriéndose, claro, aún rechinaba. La pelirroja entro en pánico al instante, pensando que tal vez sería alguno de sus hermanos, ¿Qué haría? ¿Qué diría? ¿La reconocerá? Estaba temblando de los nervios, y su rostro reflejaba miedo con los orbes de un bosque abiertos a más no poder y con sus manos agarrándose los cabellos pensando que hacer.

──¿Mon lune? ──hablo en un suave tono de voz, el cual no pudo distinguir ni reconocer── oh, aquí estás. ¿Sabes? Chris volvió a escaparse de la clase de Educación física, o bueno, lo inten- ──su voz se fue apagando al notarla a ella en una de las sillas de la mesa──

Un hombre.

Era alto, solo un poco más alto que la azabache, pero su piel era blanca. Pecas estaban en sus mejillas, como pequeñas chispas de chocolate en una galleta; desordenadas pero prolijas y lindas. Sus orbes eran de un violeta aún más claro que el que había visto toda su infancia, y su cabello en un tono igual. Hacían conjunto con su buen corte, pero tenía rasgos algo femeninos según la pelirroja.

Ninguno de los tres decía nada, la cocina estaba en completo silencio, y el único sonido era el de los pájaros que se escuchaban por la ventana abierta. Simplemente ni aquel hombre que aún se encontraba estático en el marco de la puerta no sabía que decir, ni menos la misma Emma, quien estaba preguntándose si debía sacar su celular y buscar en Google alguna solución para romper la tensión del momento.

──Cariño. ──la llamo la azabache── ella es Emma.

Aquello pareció hacer click en ambos.

Los tres sonreían, pero parecía ser que la única que entendía toda la situación era la azabache. En esos treinta minutos ninguno había dicho nada, y todo era muy incómodo para la pelirroja.

──Así que...¿Chris intento escaparse de clases, otra vez?

Aquello pareció romper el silencio, o al menos en los dos mayores.

Pero el simple nombre pareció despertar algo en la menor, simplemente escuchar aquello fue como una explosión en su cabeza.

Pum.

──Sí, aunque, logré atraparlo. ──una risa suave se escapó de él── bueno, más bien Phill lo delato. ──se corrigió mientras volvía a reír──

Pum.

──¿Phill?

Al instante se arrepintió y quiso cerrar su bocota, pues ambos orbes amatista; uno más claro que el otro parecieron chocar con sus esmeralda. No tendría que haber hablado, pero simplemente escuchar aquellos nombres que fueron presentes en su niñez era algo que debía esperarse, y aún así le sorprendió.

Todo volvió al silencio.

──Yo...ellos...¿Los conoces? ──hablo en un murmuro, pero lo suficientemente alto para que ambos escuchen──

Parecía sorprendido, pero luego de unos cortos segundos sus facciones se calmaron y sus orbes fueron cubiertos por sus párpados mientras la comisura de sus labios formaba una linda sonrisa.

──Sí, soy su profesor de francés e inglés. Aunque en un año tendrán también el portugués. ──explico── creo que es obvio que los conoces, Emma, ¿no?

Sus ojos se abrieron par en par── ¿Cómo...

──Emma. ──la azabache la interrumpió── creo que será mejor si te explico.

Todo volvió a centrarse en un silencio, pero la pelirroja simplemente esperaba aquella explicación, o saber quién era aquel hombre.

──Él es...Leslie. ──el mencionado volvió a sonreírle con tranquilidad── mi esposo.

Al instante su mirada viajo a aquellas manos que a diferencia de cuando era niña, cuáles estaban descuidadas y cortas; ahora eran largas y estaban pintadas con un lindo verde pastel. Pero en su dedo anular acompañaba aquel precioso anillo con la piedra violeta, iguales a aquellos preciosos amatista que la observaban.

──Carall. ──se llevo ambas manos a su boca por aquella palabra, otra vez quería tapar su bocota──

──Emma...

──Perdón mamá Isabella. ──ella asintió mientras volvía a tomar su té con tranquilidad, aunque la risa que se escuchó por el único hombre en la cocina llamó la atención de ambas──

──¿Catalán? ──ella asintió ante la pregunta del contrario, quien ahora sabía que se llamaba Leslie── vaya, hace tiempo no lo hablo. Que agradable conocer a alguien que sepa del idioma.

El verde en sus ojos miraban a las joyas violetas claras con total curiosidad, o eso intuía el hombre. Emma tenía demasiadas preguntas.

──P-Puedes preguntarme lo que quieras, si gustas. ──aquel tono nervioso le quedaba bien, era tierno── debe ser raro, ¿no?

──¿Qué cosa? ──Emma lo miro con más intensidad, tratando de descifrar la pregunta──

──Llegar a tu antiguo hogar y que aparezca un extraño, el cual resulta ser el esposo de la mujer que ves como una madre. ──una sonrisa nerviosa apareció en su rostro, mientras sus facciones reflejaban lo sorprendida que estaba──

──¿Cómo es que...?

──Bella me habló de ti. ──parecía nervioso── ella...cuando me conoció, me habló de todos ustedes, nunca los escondió o algo parecido; es más, parecía feliz de contar las anécdotas y problemas que ustedes solían causarle. ¿Sabes? Me contó mucho de ti también, pensó que nos llevaríamos bien, gracioso, ¿no? Ya que solo te conocía por sus anécdotas.

La sonrisa nerviosa que estaba en sus labios indicaba que parecía tener miedo de cometer algún error con ella, pero no tardó mucho en también ver que aquel hombre era amable y muy honesto.

─Yo...me fuí por mucho tiempo, lamento que no pudieras haberme conocido antes, te ves muy agradable, y...se nota que amas mucho a mamá Isabella. ──una risa se escapó de ella al ver el sonrojo en la pareja── me alegro que se hayan conocido, nunca había visto a mamá tan feliz.

──Gracias, Emma. ──la mencionada asintió con su típica sonrisa brillante── Bella está feliz de verte, ¿lo sabes, no?

──¡Leslie! ──el ambiente se llenó de risas al escuchar el reproche de la azabache──

──Perdoname, mon lune. ──elevo las comisuras de sus labios inocentemente──

Aquel apodo había captado por completo su atención, si su francés no estaba del todo mal, aquello significaba mi luna en francés. Leslie sabía francés, catalán e inglés, y probablemente el portugués, eran...muchos idiomas.

──¿Cómo...sabe tantos idiomas? Yo sé lo básico del frances y el español, pero el único idioma que domino es el catalán. ──preguntó, sin saber como aguantar más su curiosidad──

──Leslie viajo a muchos lugares cuando era joven, ya que su familia se mudaba constantemente a varios países. ──fue lo que explico la orbes violetas mientras su esposo asentía──

──Digamos que de niño me crié aquí, yo era amigo de Isabella, ambos crecimos en este mismo lugar. ──aquello la sorprendió, no sabía que la azabache había crecido en Grace Field── pero una pareja de extranjeros me adoptaron, ellos viajaban o se mudaban constantemente a muchos lugares, y tenía que aprenderme los idiomas para adaptarme. También estudie algunos otros idiomas, mi meta era traducir libros cuando era más joven.

──Oh, vaya. Que...¡Genial! ¿Cuántos idiomas se aprendió? ──Leslie notó la emoción en su voz y simplemente rió──

──Dime algún idioma y te diré si lo he aprendido o no, ¿te parece?

──¡Claro! ──lo pensó un momento, y luego habló──: ¿Italiano?

──Sí.

──¿Japonés?

──Sí.

──¿Búlgaro?

──Sip.

──¿Ruso?

──Tambien. Lo aprendí cuando también tenía que aprenderme el búlgaro.

──¿Chino?

──Viví en china un año, lo aprendí con el japonés y coreano.

──Ay...son muchos idiomas, ¿y el español?

──Tambien. Viví en España, pero de ahí me mudé aquí. Aunque tuve una visita a México hace varios años. 

──¡Dígame qué tiene fotos!

Isabella parecía más que feliz con la situación, parecían llevarse bastante bien, y su esposo estaba contento de conocer a su pequeña manzana. Aunque obviamente no se guardo sus quejas cuando aquellos dos empezaron a hablar en catalán.

Habían pasado el rato hablando, Emma conociendo al esposo de la mujer que siempre vió como una figura maternal; y el contrario conociendo a aquella niña que siempre hacía sonreír a la mujer que amaba. Sin darse cuenta, había pasado una hora completa, el té se enfrió y los postres se acabaron, pero la charla fue totalmente agradable.

──Ya ha pasado una hora, ¿no te dijeron cuando llegarían? ──preguntó a su amado mientras lavaba los cubiertos──

──Dijeron que probablemente no merendarian aquí. ──respondió él, secando las tazas──

La pelirroja simplemente los miraba a ambos mientras ella guardaba las tazas en su lugar, el orden donde se encontraba todo no había cambiado mucho tampoco. Podría manejarse. Planeaba quedarse y seguir con su charla con aquel hombre, pero el bostezo que se le escapó llamo la atención de la pareja.

──Mi niña, se me olvidó preguntarte, ¿a qué hora llegaste? ──Isabella se acercó a ella──

──Uh, fue poco después del mediodía, pero descuida, comí algo cuando salí del avión. ──sonrió con nerviosismo ante la mirada de la mujer──

──Te quedarás a cenar, no hay discusión. ──fue su veredicto mientras soltaba el rostro de la pelirroja── y no quiero un "pero" Emma.

──Pe- ──los amatista hicieron que al instante se callara── uh, emm...¿Leslie? ──lo llamó con duda, sin saber si podía dirigirse a él con su nombre, apenas lo conocía──

──¿Si? ──aquella sonrisa en el hombre le hizo saber que parecía feliz de que lo llamara con su nombre──

──¿Se quedará a cenar también?

La risa que ambos mayores habían dejado que se escape de sus labios fue lo que hizo que su rostro pareciera una fresa, ahora se sentía algo tonta.

──Perdón, Emma. ──se disculpó mientras se secaba ambas manos── pero sí, me quedaré a cenar. Al fin y al cabo vivo aquí, ¿no?

Aquello fue como un balde de agua fría, ¡pero claro! ¡Eran esposos! Obviamente viven juntos.

──Ahh, lo siento, lo siento. Es verdad. A veces soy algo tonta. ──se llevo ambas manos a su rostro──

──Descuida, Isabella y... ──un carraspeó lo interrumpió──: ...y Phill me lo habían dicho, pero yo también lo soy.

Aquello había sido algo extraño, pero simplemente decidió ignorarlo. Al igual que la insistente mirada de Isabella en su esposo.

──Emma ──volvió a llamarla── ¿Por qué no vas arriba a dormir? Debió ser incómodo estar en el avión, deberías descansar.

──Uh, n-no creo, puedo irme al hotel a descan-

──Emma, esta es tu casa, no hace falta que hagas alguna reservación en un hotel. ──la sonrisa cálida que le dedicó provocó un sonrojo en sus mejillas──

──L-Lo sé mamá Isabella, pero es que...no estaba segura de si tú o los otros me aceptarían o me dejarían entrar aquí. Pensé que me odiarian o me guardarían rencor. ──murmuro, evadiendo la mirada de la mujer──

Ante aquellas palabras, la pareja se miro por unos cortos segundos luego de asentir y volver a enfocar sus amatistas claros y oscuros en los esmeralda.

──Emma, nunca podría odiarte. ──se acerco y tomo su rostro entre sus manos, eran suaves── eres mi niña consentida, y siempre haría lo que sea por ver tu bella sonrisa. Que hayas vuelto es definitivamente de las mejores cosas que me han pasado hasta ahora, y te agradezco de verdad que lo hayas hecho.

Sin poder aguantar más, abrazo a la azabache, ocultando su rostro y recibiendo aquel cariño y calor que tanto extraño; aunque Yuugo y Dina la hayan criado con mucho afecto, ella siempre tendría un lugar para esos bellos amatista violetas en su corazón.

Al final, temino aceptando y termino durmiendo en su antiguo cuarto. Su cama seguía igual, las sabanas con dibujos de ardillas y bellotas tenía un delicioso aroma a lavanda, haciendo que cayera en los brazos de Morfeo en poco tiempo. Su charla con Leslie y el viaje la habían agotado por completo.

4184 palabras ,  wow .  Oigan ,
lamento   si  no  hubo   alguna
interacción  RayEmma ,  peero
tendrán   que  ser    pacientes ,
por  el momento esto  cambia
mis planes ,  y probablemente
esto se vuelva un two-shot ( o
un three-shot ) .  Depende   de
como lo escriba .

Fuera de todo eso ,  ¿ qué les
pareció ?  Este  cap   es  más
o menos como fue la llegada
de   Emma  de   vuelta   a   su
ciudad natal ( que por cierto ,
aunque no exista ,  queda  en
Alemania ) .  Espero les haya
gustado ,     cualquier     duda
pueden decirmela .  <3

Nos leemos en el próximo cap ,
bye bye !

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