𝟏𝟒 | "𝐂𝐎𝐑𝐀𝐙𝐎𝐍𝐄𝐒 𝐌𝐀𝐋𝐇𝐄𝐑𝐈𝐃𝐎𝐒"

✰ ✰ ✰




Samantha estaba sentada en el sofá, mirando por la ventana mientras la tarde caía lentamente. La luz cálida del atardecer dibujaba sombras suaves en su rostro, pero sus ojos reflejaban un malestar que no lograba ocultar. Ale entró a la sala, con el cabello aún húmedo por la ducha, y se detuvo al notar la expresión de su novia.

──── ¿Estás bien? ────preguntó Alejandra, acercándose lentamente.

Samantha giró el rostro hacia ella y le dedicó una sonrisa débil. No quería admitirlo en voz alta, pero las palabras de Paulina le calaron fuertemente en su pecho.

──── Oh, no. ──── Negó tratando de no mirar directamente a la chica frente a ella ──── Estoy bien. Nada de que preocuparse.

Ale no tan convencida se acercó a ella mirándola con preocupación.

──── Quedamos en que ahora nos diríamos siempre la verdad, ¿Recuerdas? ──── Dijo con voz suave. Sam asintió mordiendo el interior de su mejilla ──── Entonces dime, ¿Todo está bien?

────No realmente. ──── Admitió y suspiro bajando la mirada hacia sus manos, que jugaban nerviosamente con un cojín.

Alejandra se sentó a su lado, dejando suficiente espacio para no presionarla, pero lo suficiente cerca para que Samantha supiera que estaba allí.

─── Paulina… ella llegó a verme cuando estaba practicando con Madison afuera. ──── Empezó haciendo sonar los huesos de sus manos para liberar tensión ──── No se como mi cuando llegó aquí. ──── Relató Samantha, con un tono tenso. ──── ¿Sabias que estaba aquí? ──── Se giró hacia la pelinegra mirándola con confusión

──── Dany vino a verme hace rato. ──── Admitió con el ceño fruncido ──── Pero no me dijo que venía con Pau. ──── Ale levantó una ceja, su cuerpo se tensó ligeramente al pensar en las posibilidades de su inesperada visita ──── ¿Qué te dijo? ¿Te dijo algo? ──── Preguntó en tono preocupado

──── No fueron cosas bonitas, eso es seguro. ─── Samantha soltó una risa amarga antes de continuar ────  Básicamente, que nuestra relación está destinada a fracasar. Que no soy suficiente para ti… y que tú mereces algo mejor. Que me alejé de ti.

El silencio que siguió fue pesado, casi sofocante. Alejandra cerró los ojos un momento, como si estuviera conteniendo una ola de emociones, y luego se inclinó hacia Samantha, tomando sus manos entre las suyas.

─── Sam, lo siento mucho. ────
─── La voz de Alejandra era un susurro cargado de tristeza ──── No tenía derecho a hablarte así. Hablaré con ella.

──── No, no lo hagas por favor. ────...──── No quiero que se convierta en una pelea entre ustedes. Y lo último que quiero es ser la causante de una discusión entre tú y ella. ──── respondió Samantha, aunque su voz temblaba ligeramente ──── Solo… no entiendo por qué me odia tanto.

Alejandra negó con la cabeza.

──── No te odia. Pero Paulina… es complicada. Siempre ha sido sobreprotectora conmigo, y aunque no lo justifique, porqué no lo hace, creo que está proyectando sus propios miedos. Pero no voy a permitir que te haga sentir así.

Samantha asintió, aunque las dudas aún rondaban su mente. Alejandra, notando eso, se levantó y la abrazó con fuerza tratando de que con esa acción toda preocupación de esfumara.

El abrazo fue firme y lento, como si ambas quisieran asegurarse de que sus cuerpos reconocieran la presencia de la otra. Samantha apoyó la cabeza en el hombro de Alejandra, cerrando los ojos mientras sentía el ritmo pausado de su respiración.

──── Estoy aquí contigo, Sam. ──── Alejandra deslizó una mano por la espalda de Samantha, reconfortándola ────  Y no voy a dejar que nadie, ni siquiera mi hermana, te haga dudar de lo que siento por ti. ──── Susurró besando su cabeza ──── No ahora.

Samantha no respondió de inmediato. Simplemente se dejó envolver en el calor y la certeza que le ofrecía Alejandra. En ese momento, las palabras sobraban; el silencio compartido era suficiente para sanar las heridas que Paulina había abierto.

Por un rato, el mundo pareció detenerse. No había reproches ni preguntas, solo el consuelo que ambas se daban mutuamente.

Finalmente, Samantha alzó la mirada, encontrándose con los ojos oscuros de Alejandra.

—Gracias.

Alejandra sonrió acercándose lentamente al rostro de Sam conectando sus labios. Era un beso sencillo y lleno de emociones. Ale trataba de transmitirle el amor ys tranquilidad que en este momento necesitaban ambas. Todo fue aún más mágico cuando Ale acariciando su mejilla profundizando el beso.

──── Siempre.

✰ ✰ ✰

La luz del mediodía llenaba la habitación de Alejandra, donde ella y Samantha compartían una comida sencilla en la cama. Los restos de la ensalada y los emparedados se acumulaban en una bandeja al lado, mientras ambas reían a carcajadas por algo que Samantha acababa de contar.

──── No puedo creer que en serio lo hiciste. ──── decía Alejandra entre risas, con la mano en el pecho, tratando de recuperar el aliento.

──── ¡Te juro que fue sin querer! ──── respondió defendiéndose Samantha, contagiada por la risa ──── Pero no podía simplemente admitirlo en ese momento. Por lo menos no enfrente de mi hermana.

El sonido de su felicidad llenaba la habitación, hasta que un golpe seco en la puerta hizo que ambas guardaran silencio. Antes de que alguna pudiera responder, la puerta se abrió de golpe, revelando a Paulina con el ceño fruncido y a Daniela detrás de ella, con los brazos cruzados.

──── ¿Interrumpimos algo? ──── preguntó Paulina con un tono cargado de sarcasmo, mientras sus ojos se clavaban en la pelirroja

Samantha sintió como la mirada de Paulina la atravesaba. Como si estuviera examinando cada uno de movimientos antes de soltar una bomba que acabaría en desgracia.

Alejandra se puso de pie de inmediato, sorprendida por la irrupción.

──── ¿Qué están haciendo aquí? ──── preguntó, sin molestarse en ocultar su irritación ──── Me dijiste que se habían ido hace unas horas. ──── Encaró a Daniela

──── Bueno... Los planes cambiaron.

──── Necesitamos hablar contigo —respondió Paulina, señalándola con la cabeza ──── En privado.

──── ¿De qué se trata? ──── Alejandra frunció el ceño, pero Paulina ya estaba acercándose. Sin esperar respuesta, tomó a Alejandra del brazo y la arrastró hacia el pasillo, cerrando la puerta tras ellas.

Samantha quedó sola con Daniela, cuya expresión era fría y calculadora. El ambiente, que minutos antes había sido cálido y alegre, ahora se sentía gélido.

──── ¿Sabes? Siempre pensé que Ale merecía a alguien fuerte, alguien que realmente la complementara ──── empezó Daniela, su tono bajo pero afilado ──── No entiendo cómo cree que tú eres esa persona.

Samantha sintió un nudo en el estómago, pero trató de mantenerse tranquila.

──── No estoy aquí para competir con tus expectativas, Daniela. ──── respondió con calma, aunque su voz temblaba ligeramente.

Daniela se rio con desprecio.

────Eso es obvio. Porque, sinceramente, no las alcanzas. ¿Qué crees que pasará cuando las cosas se pongan difíciles? Ale tiene sueños, metas… ¿y tú? ¿Qué tienes tú que ofrecerle, Samantha?

Cada palabra era como un golpe, y Samantha sintió que el aire en la habitación se volvía más pesado.

—Yo… la amo —respondió finalmente, tratando de mantenerse firme.

—¿El amor basta? —Daniela inclinó la cabeza, como si estuviera evaluando su respuesta—. Porque, para mí, parece que solo la estás reteniendo. Y eso no es amor. Osea, solo mírate, Samantha. ──── La apunto con su mano con repulsión ──── Eres una chica que fue deportada de su propio país. Ni siquiera tus propios padres te quisieron, ¿Que te hace crees que Alejandra si lo hará?

Samantha bajó la mirada, incapaz de sostener la intensidad de las palabras de Daniela. En ese momento, Alejandra volvió a entrar, seguida de Paulina, quien lucía visiblemente molesta.

──── ¿Qué está pasando aquí? ──── preguntó Alejandra, notando de inmediato la tensión.

──── Nada. —Samantha se puso de pie, evitando la mirada de todos ──── Será mejor que me vaya.

────Sam, mi amor espera… ──── intentó detenerla Alejandra, pero Samantha ya estaba saliendo de la habitación, apretando los labios para no dejar que las lágrimas rodaran frente a ellas.

Cuando la puerta se cerró detrás de Samantha, Alejandra se giró hacia sus hermanas, con los ojos llenos de una furia contenida.

──── ¿Qué demonios hicieron? ¿Pueden darme alguna explicación para esta estupidez que acaban de hacer?

Paulina cruzó los brazos, mientras Daniela se encogía de hombros.

──── Te estamos protegiendo, Ale. Alguien tiene que hacerlo.

──── ¿Protegerme? ──── La voz de Alejandra subió un tono, y el dolor se hizo evidente en ella ──── ¿Creen que lastimando a Samantha me están ayudando? ¡No tienen idea de lo que están haciendo!

Paulina abrió la boca para responder, pero Alejandra levantó una mano para detenerla.

──── Ya basta. No sé qué problema tienen con ella, pero les juro que no voy a permitir que la traten así otra vez.

[...]

Madison y Lilian estaban tumbadas en la cama de Samantha, rodeadas de almohadas y bolsas de palomitas a medio comer. La película que habían puesto en la laptop avanzaba sin que ninguna de las dos prestara demasiada atención, más entretenidas en sus propios comentarios.

Pero cuando Samantha entró a la habitación, cargando su mochila con movimientos frenéticos, ambas se quedaron en silencio.

──── ¿Sam? ──── preguntó Madison, alarmada por la expresión devastada de su amiga.

Samantha no se detuvo. Se dirigió directamente al armario, sacando ropa y metiéndola en la maleta abierta sobre la cama. Sus movimientos eran bruscos, casi desesperados.

──── ¿Qué haces? ──── preguntó Lilian, poniéndose de pie con cautela.

──── Me voy. ──── Respondió Samantha, sin mirarlas. Su voz era baja, quebrada, pero cada palabra llevaba un peso abrumador.

──── ¿Qué? ──── Madison dio un paso adelante, sorprendida ──── Sam, ¿qué está pasando? No puedes irte de Cambridge, ¿Estas loca?

──── No puedo seguir aquí. ──── dijo Samantha, cerrando la maleta de golpe y echándose la mochila al hombro—. Esto… no vale la pena. Parece que lo único que quiere la vida es que me sienta mal cada día con solo respirar. Esto no tiene sentido, ¿Alejandra y yo denuevo? No iba terminar bien. Todo el mundo me lo dijo. ¿Y yo? Yo no quise escuchar. Daniela y Paulina tiene razón.

──── ¿Qué no vale la pena? ──── insistió Lilian, acercándose más ──── ¿Es por Ale? ¿Por sus hermanas? ¿Que te dijeron?

Samantha se detuvo un segundo, apretando los ojos como si estuviera intentando contener las lágrimas. Luego sacudió la cabeza y avanzó hacia la puerta.

──── No puedo… simplemente no puedo más.

Madison intentó detenerla, agarrándola suavemente del brazo, pero Samantha se lo soltó con firmeza.

──── Por favor, no me detengan.

Cuando abrió la puerta, la vio. Alejandra estaba en el pasillo, discutiendo con Daniela y Paulina. Las tres se detuvieron al verla salir, pero Samantha no se quedó a escuchar.

──── ¡Sam! ──── exclamó Alejandra, con lágrimas en los ojos mientras intentaba acercarse. Pero antes de que pudiera dar un paso, Paulina y Daniela la sujetaron de los brazos.

──── Deja que de vaya, Alejandra. Por Dios... ──── dijo Paulina, aunque su tono era más apagado que de costumbre.

─── No. ──── respondió Alejandra, luchando por soltarse ──── ¡No la voy a dejar ir así!

──── ¡Alejandra basta! ──── intervino Daniela, aunque su voz mostraba una grieta de duda ──── Esto es lo mejor para ambas. Y lo sabes.

Samantha no se giró, pero sus hombros temblaban. Caminó más rápido, sus pasos resonando en el pasillo. Alejandra volvió a intentar zafarse, sus ojos fijos en Samantha como si con solo mirarla pudiera detenerla.

──── Samantha, por favor! ──── Gritó Alejandra, su voz parecía iba a desgarrarse

Pero Samantha siguió caminando. Su corazón latía con fuerza, cada paso la alejaba más, no solo de Alejandra, sino de todo lo que habían construido juntas hasta ahora.

Cuando dobló la esquina y salió del edificio, las lágrimas que había contenido finalmente rodaron por su rostro.

Alejandra dejó de resistirse, pero el peso de la situación cayó sobre ella como un torrente.

──── ¿Están felices ahora? ──── les espetó a sus hermanas, con una mezcla de rabia y desesperación en su voz ──── ¿Eso era lo que querían? ¿Separarme de mi novia? Felicidades chicas, lo lograron a la perfección. Esta es su ética manera de protegerme, ¿Eh? Rompiéndome el corazón.

Paulina y Daniela no respondieron. Por primera vez, no tenían palabras.

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