𝟏𝟑: tentación

Caminó con paso firme, aunque su corazón latía con fuerza en su pecho, y al llegar a la mansión del original, sus pensamientos se agolparon. ¿Qué pasaría una vez que entrará en la casa de Klaus? No sabía si estaba tomando la decisión correcta, pero ya no había marcha atrás.

Cuando llegó a la entrada de la casa de Klaus, su respiración se aceleró. El miedo y la incertidumbre la invadieron, pero al mismo tiempo, un sentimiento extraño la mantenía en pie. Sabía que debía estar preparada para lo que fuera que Klaus estuviera planeando.

La puerta se abrió antes de que pudiera tocar. Klaus apareció en el umbral, su mirada arrogante y segura, como siempre.

─ Bienvenida, Elena ─ dijo con una sonrisa que no alcanzaba a ocultar la satisfacción en sus ojos ─ pensé que no vendrías.

Elena no respondió. Solo lo miró, tratando de mantener la calma mientras entraba en la casa. Klaus cerró la puerta tras ella con suavidad, y la tensión entre ellos volvió a crecer, más palpable que nunca.

─ Estaba comenzando a pensar que no te atreverías a venir ─ comentó Klaus mientras la guiaba hacia el interior, su tono suave pero cargado de un interés inquietante.

Elena se detuvo en seco, mirándolo fijamente.

─ ¿Qué quieres de mí, Klaus? ─ preguntó, sin poder evitar la desconfianza en su voz.

Klaus la miró con una sonrisa ladeada.

─ Quiero que sepas que siempre estoy observando. Y tú, Elena, eres más importante para mí de lo que crees.

Elena sintió un escalofrío recorrer su espalda al escuchar esas palabras.

Solo lo dice porque sin mí sangre no puede crear a sus híbridos, se recordó Elena mentalmente.

El ambiente a su alrededor se volvió más denso, como si el aire mismo estuviera cargado de algo oscuro.

Y, a pesar de sí misma, se preguntó qué quería realmente Klaus de ella. ¿Qué juego estaba jugando está vez?

Lo único que sabía era que su vida nunca volvería a ser la misma.

Elena sintió el peso de la mirada de Klaus en su espalda mientras avanzaba hacia el salón. Su presencia era una sombra constante, acechando, esperando. El ambiente entre ellos era tenso, cargado de una energía que la hacía sentirse más vulnerable que nunca.

Klaus se acercó a ella con una suavidad casi peligrosa, sus pasos sonaban demasiado cerca, demasiado calculados. Elena apretó los puños, tratando de mantener la compostura, de resistirse a lo que él parecía querer hacer.

─ Elena… ─ murmuró Klaus, su voz baja y suave, acariciando el aire entre ellos como una promesa sin palabras ─ sé que no quieres admitirlo, pero no puedes negar lo que ha pasado entre nosotros.

Elena se giró, enfrentándose a él con determinación, pero no pudo evitar el temblor que recorrió su cuerpo al ver lo cerca que estaba. Sus ojos brillaban con esa intensidad que siempre la descolocaba, y por un momento, tuvo que hacer un esfuerzo para no ceder a la atracción que sentía, aunque la última cosa que quería era darle ese poder sobre ella.

─ No lo hagas, Klaus ─ le dijo, su voz casi un susurro, aunque llena de firmeza ─ no quiero que juegues con mi mente.

Klaus sonrió, una sonrisa tan seductora que parecía capaz de derretirla. Se acercó más, lo suficiente para que el calor de su cuerpo se sintiera contra el suyo.

─ ¿Jugando? ─ repitió el original, levantando una ceja ─ no estoy jugando, Elena.

Elena sintió que la presión en el aire aumentaba, como si cada palabra, cada mirada, fuera un peso extra sobre sus hombros. Su respiración se volvió más irregular, y aunque intentaba mantener la calma, algo en el fondo de su ser le decía que estaba perdiendo el control. No de él. No de lo que Klaus podía hacerle. Sino de sí misma.

El sonido de sus propios latidos en sus oídos comenzó a ahogarlo todo, y una sensación extraña, una mezcla entre ansiedad y deseo reprimido, empezó a invadir su pecho. Era el mismo doloroso tira y afloja de siempre: su cuerpo reaccionando a la cercanía de Klaus, a su presencia, a su voz. Todo eso la atraía como un imán, pero su mente gritaba en contra, diciéndole que no cayera de nuevo en esa trampa.

Él estaba demasiado cerca, demasiado cerca para que ella pudiera pensar con claridad. Y eso la aterraba más que cualquier otra cosa.

Sus manos temblaban ligeramente, las clavículas tensas como si intentara contener algo dentro de sí misma. Algo que se negaba a salir, pero que lo sentía arder bajo su piel. No quería sentirse así, no quería que él tuviera el poder de desarmarla tan fácilmente, de hacerla dudar de todo lo que había estado tratando de construir desde que había regresado a Mystic Falls.

Y sin embargo, ahí estaba él, mirándola con esa mirada fija, penetrante, como si supiera lo que estaba ocurriendo dentro de ella. Como si pudiera ver la lucha, esa guerra interna entre el deseo y el rechazo, entre el impulso y la razón. Elena trató de apartarse, de alejarse, pero el espacio entre ellos se reducía a cada paso que él daba, a cada palabra que susurraba.

Su corazón comenzó a latir más rápido, y en un intento desesperado por mantener las distancias, se obligó a mirarlo a los ojos, a mantener la compostura, a recordarse a sí misma que no debía ceder. Que no debía.

Pero entonces él dio un paso más cerca.

El aire se volvió denso, pesado, y de alguna manera, el mundo alrededor de ellos pareció desvanecerse. La tensión era palpable, cargada de algo que Elena no quería admitir que sentía. Esa atracción. Ese magnetismo que, por más que lo negara, era imposible de ignorar.

Y entonces, antes de que pudiera reaccionar, él rodeó su cintura con sus brazos, atrayéndola hacia él con una suavidad que la desarmó. Elena sintió la firmeza de su agarre, pero no pudo evitar la sensación de su cuerpo pegado al de él. La calidez de su pecho contra el suyo, el roce de su rostro cerca del suyo. La cercanía la anulaba, la hacía sentirse expuesta, vulnerable.

Su mente gritaba que se apartara, que no lo dejara, que no podía ceder a esta cercanía, a este contacto. Pero su cuerpo, traidor, reaccionaba por sí mismo. El calor, la presión, todo eso la hacía sentirse desbordada. Como si su propia voluntad estuviera a punto de desvanecerse, como si estuviera al borde de caer en el mismo abismo que había intentado evitar tantas veces.

Intentó apartarse, pero sus piernas temblaron levemente, incapaces de moverse con la fuerza necesaria para alejarse de él. La sensación de ser atrapada, de estar atrapada por su propio deseo, la hizo sentirse más vulnerable que nunca.

Cada fibra de su ser gritaba que se apartara, que rompiera ese contacto, que lo alejara de ella, pero no podía. No podía moverse. No podía escapar de la corriente de emociones que ahora amenazaba con arrastrarla.

Elena sintió la respiración de Klaus rozar su cuello, una sensación que la hizo estremecerse. Su cuerpo se tensó, cada nervio alertado, cada músculo pidiendo a gritos que se apartará. Pero Klaus no la dejaba ir. No solo la sostenía; la dominaba. Su agarre era firme, pero no doloroso, como si estuviera completamente consciente de su poder sobre ella. La proximidad de su cuerpo la envolvía, ahogándola en una sensación agridulce de atracción y terror.

¿Por qué estás haciendo esto?, pensó Elena, pero no podía encontrar una respuesta. Su mente estaba nublada por el calor de su cuerpo, por la cercanía peligrosa de él, por el sonido bajo de su respiración, la forma en que sus labios rozaban su oído, haciendo que su piel se erizara.

Klaus la miró fijamente, sus ojos llenos de una intensidad que no podía ignorar. Algo en su mirada la desarmó por completo. Lo vio inclinarse hacia ella, su rostro acercándose peligrosamente. Elena intentó retroceder, pero él la siguió, inexorable, hasta que sus labios apenas rozaron los suyos. Un estremecimiento recorrió su cuerpo.

─ Elena ─ susurró.

Elena intentó resistirse, pero algo en su interior cedió. El roce de sus labios contra los suyos, tan suave, tan tentador, la hizo titubear. Un impulso irracional la empujó a cerrarle los ojos, a permitir ese contacto, a permitirle tomar lo que había intentado negar durante tanto tiempo.

Fue un beso lento, torturante, como si él estuviera saboreando cada segundo de ella, cada respiración que compartían, cada centímetro de su piel. Klaus no la apresuró; al contrario, la sostuvo con una calma peligrosa, sabiendo que estaba ganando terreno, que la estaba dejando sin defensas. Y Elena, luchando contra la confusión que se apoderaba de ella, se vio a sí misma cediendo. No lo pudo evitar. Sus labios respondieron a los suyos, suavemente al principio, luego con más fervor, como si su cuerpo supiera lo que su mente aún se negaba a aceptar.

El beso se profundizó, sus bocas se encontraron con una urgencia que parecía marcar el fin de cualquier resistencia. Klaus la tomó de la espalda, atrayéndola más cerca, su cuerpo contra el suyo, sintiendo cómo la tensión entre ellos aumentaba a medida que la química entre ambos se desbordaba. El contacto era intoxicante, como un veneno lento que la envolvía, y Elena no pudo evitar corresponder, aunque sabía que no debería.

El beso terminó tan repentinamente como había comenzado. Elena abrió los ojos, respirando con dificultad, mirando a Klaus, que la observaba con una mezcla de satisfacción y algo más, algo que no podía identificar pero que la hacía sentirse más vulnerable de lo que ya estaba.

─ ¿Lo ves? ─ murmuró Klaus, su voz suave pero llena de esa seguridad que la hacía sentir perdida ─ No puedes resistirte a mí.

Elena, jadeando por la intensidad del momento, intentó hablar, pero las palabras no salían. Su corazón latía desbocado en su pecho, y su mente no lograba asimilar lo que acababa de suceder.

Klaus, sonriendo de una manera que no le gustaba, la guió sin prisa por las escaleras, sin que ella pudiera apartarse. Las manos de él no la soltaron ni por un segundo. El aire parecía volverse más espeso mientras avanzaban por el pasillo, y Elena sintió una creciente sensación de estar atrapada, de que ya no había vuelta atrás.

Klaus la miró sobre su hombro, sus ojos brillando con una intensidad que hacía que su estómago se apretara.

Finalmente llegaron a una habitación. Klaus cerró la puerta con un suave golpe, y luego la empujó suavemente contra la pared, mirándola fijamente mientras la observaba con una expresión que bordeaba entre la diversión y el deseo. Elena, incapaz de alejarse, sintió cómo su corazón se aceleraba, cómo su respiración se volvía más irregular.

Él la mantenía contra la pared, sus manos rodeando su cintura, su cuerpo tan cerca del suyo que Elena no podía pensar con claridad. Se sentía atrapada, pero no de la manera en que lo había estado antes. Era diferente. Había algo en su postura, en su mirada, que la mantenía ahí, sin poder moverse, ni querer moverse.

─ Lo que pasa entre nosotros ─ dijo Klaus, su voz baja y sensual ─ es inevitable.

Elena tragó saliva, incapaz de responder. Solo podía sentir el calor que emanaba de él, el roce de su respiración sobre su piel, la forma en que su cuerpo reaccionaba a él. Y aunque su mente gritaba en protesta, su cuerpo era traidor.

¡ 𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟏𝟑 !

Hola de nuevo. No pensé que alcanzaría la meta de comentarios tan rápido, pero como lo lograron, aquí está. ¡Espero que les guste!

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