Etapa 4.

Judy guardó el anillo y botó el dedo con notable preocupación.

Con cuidado arrastró a Liam, al mismo tiempo que le pedía a Toby que la siguiera, después de todo quería llevarlos a un lugar seguro ya que presentía que estaban cerca, sin embargo, el canino se negó.

— "Todavía me sorprende que nunca se hayan dado cuenta que estaba arriba de ellos, no vi la necesidad de recuperar mi anillo, no encontré motivos para seguirle los pasos, y me fui — Digo— perdón, me estoy desviando de la historia, continuo".

Toby se retiró dejando solo a los dos jóvenes.

Sin previo aviso se escuchó una fuerte explosión similar a la anterior, creando otro derrumbe que interrumpió la búsqueda de Cecilia. Preocupada no le quedó más opción que regresar a donde estaban sus compañeros, encontrando a ambos con graves heridas de mordidas, siendo parecidas a las que anteriormente habían visto en los animales.

Cecilia entró en un ligero estado de pánico, dudaba de dejar a Liam en aquel lugar, pero a comparación de los dos adultos él tenía más probabilidades de sobrevivir. Con esfuerzo arrastró a los dos cuerpos moribundos a la salida y con cuidado les hizo un torniquete en sus heridas para que sobrevivieran hasta llegar a la cabaña.

Una vez en la cabaña decidió inyectarles morfina, de esta manera continuó tratando sus heridas; en especial a María quien le faltaba un dedo.

Por otro lado, Liam descansaba en las piernas de Judy, la rubia esperaba atenta a que el chico despertara acariciando su cabello.

—Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve...— en cada conteo colocaba un anillo en las manos del castaño— Nueve anillos de Ceenma. Solo falta uno para salir de aquí.

Lentamente, Liam abrió sus ojos encontrando los ojos celestes de la rubia, tomó de su cabeza algo agotado y se fijó en sus manos, notando que eran las de un adulto y que poseían anillos.

—¿Qué... Estás haciendo? — preguntó con su voz ronca y gastada como si llevará tiempo sin hablar.

—No te preocupes amor, esta vez sí lo vamos a lograr— la rubia le dio una sonrisa tranquilizadora, de aquellas que disipan cualquier angustia.

Sin aviso tomó una roca cercana y golpeó con fuerza la cabeza de su amado.

Él observó entre la oscuridad de la cueva.

—No puedo creerlo— dijo Liam algo asustado al mismo tiempo que observaba sus manos.

—¡Apúrate Liam, sal de la cueva! Ya está anocheciendo y nos esperan en casa— dijo Judy preocupada.

Cuando salieron del bosque Liam se cubrió el rostro con su mano derecha, pues la luz de la luna se reflejó en sus ojos en ese momento, dejándolo algo enceguecido.

Nuevamente todo se repitió.

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