✶Ventisette
El omega sintio un nudo en las entrañas. Abrió la boca para hablar, pero no fue capaz de emitir sonido alguno, salvo una especie de gemido, porque no tenía aire en los pulmones. Yoongi siguió sentado en el borde de la bañera, sin moverse. Esa postura tan relajada contradecía la pasión y la sensualidad de su mirada. Lo contemplaba como si fuera un felino hambriento, dispuesto a zamparse la cena. La simple idea de que le diera un mordisquito en alguna parte del cuerpo convirtió sus piernas en gelatina. ¿Qué había dicho?
–¿Qué has dicho?
Lo vio esbozar una sonrisa.
–Lo que has oído. Toma pruébalo.
–No quiero un dichoso...
Yoongi extendió el brazo y le colocó un profiterol con nata en los labios. Él los separó por puro reflejo y mordió el dulce. El sabor a mantequilla de la esponjosa masa fue una explosión en su boca. La nata se extendio por su lengua de forma deliciosa. El Alfa lo observó masticar y después le pasó un pulgar por el labio inferior para limpiarle los restos de nata que le habían quedado. Acto seguido, y con deliberada lentitud, se llevó dicho deso a la boca y lo chupo.
Jimin tensó los muslos. Sintió que se mojaba, y no precisamente por estar en el agua. Abrió bien los ojos al ver que Yoongi le acercaba la copa a los labios. El vino frío cayó sobre su lengua y se deslizó hasta la garganta, arancandole un gemido. El Alfa soltó el vino en la repisa y se inclinó hacia él.
– ¿Está bueno?–murmuró.
Él parpadeó.
Su mirada lo había hipnotizado. Su mentón áspero por la barba y aumentaba la imagen de hombre civilizado que se había dejado llevar por el lado salvaje. El embriagador olor del vino y el jabón de coco lo inundó por completo.
–Ah... sí.
El Alfa le coloco las manos en los hombros y las deslizó por ellos, separando las burbujas y poniéndole la piel de gallina.
–¿A qué huele?
–¿Eh? –¡Por el amor de la Diosa, lo había dejado mudo! Hizo un esfuerzo por superar la tortura física que suponían sus caricias sobre su pecho– A coco.
–Me ha estado volviendo loco todos los días. Hace que resalte más tu aroma floral. Cuando por fin te saboree, ¿tu sabor será dulce y floral?
En ese momento Jimin comprendió que él mandaba. Había fingido dejarlo al mando durante todo este tiempo. ¡Con razón le había hecho tanta gracia! Las piernas no le respondían, sentía un palpitante dolor entre los muslos y le ardía la piel aún estando debajo del agua. Ese hombre había aguardado el instante oportuno y se estaba lanzando sobre él en su momento más vulnerable. ¿Por qué cambiaba de repente las reglas del juego? El omega se obligo a pensar pese al aturdimiento provocado por el deseo.
–¿Por qué estás haciendo esto? –Se aferró con uñas y dientes a la irritación, consciente de que, sí se soltaba, se arrojaría a sus brazos y le suplicaría que lo hiciera suyo– ¿Estas poniendo en marcha algún juego perverso conmigo?
La expresión del alfa se volvió decidida.
–El de los juegos eres tú, tigre mio– mascullo– Te he deseado desde el primer día y jamas lo he negado. Estoy cansado de pelear contigo cuando podríamos estar haciendo otras cosas. Cosas más... placenteras para los dos.
El hecho de que hubiera llegado a la misma conclusión que él lo cabreó. Supuestamente, debería ser él quien se lo propusiera, no al contrario. Yoongi estaba loco si pensaba que iba a quedarse tranquilo mientras el lo seducía y se hacía con el control de la situación. La idea de acostarse con él para sacárselo de la cabeza era suya. Antes muerto que dejarlo ganar.
–Necesito pensarlo.
Yoongi se levantó del borde de la bañera y asintió con la cabeza, de forma educada.
–Por favor, pasame la toalla.
Lo miró en ese momento, decidido a no presionarlo, si bien su expresión traicionó la lucha que mantenía consigo mismo. Jimin comprendió que habían comenzado a forjar cierta confianza, y la certeza de saber que por muy furioso que estuviera jamás perdería los estribos aliviaba el temor que llevaba enterrado en su interior tanto tiempo. Tomó la esponjosa toalla de color rosa de la percha y se lo ofreció, tras lo cual se volvió para permitirle cierta intimidad.
Jimin esbozó una sonrisa triunfal. Salio despacio de la bañera y se retorcio el pelo para eliminar el exceso de agua, tras lo cual se quitó la espuma con la toalla. Acto seguido, arrojó la toalla al suelo.
–Bien, ya estoy listo.
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