✶Ventinove

Le encantaba la conquista. El roce de las lenguas, los jadeos y el creciente deseo a medida que se aproximaba el orgasmo. Se consideraba un experto en el arte de marcar el paso, pero nada más introducirle la lengua en la boca perdió el control por completo.

Jimin se aferró a su cuerpo, tan mojado por el baño como lo estaba entre los muslos, y ardiente como un llamarada. No fue un beso pausado y lento. Fue una batalla feroz sin cuartel. Y Yoongi disfrutó como nunca mientras se rendía por completo.

Lo saboreo a placer. El omega gimió y arqueo las caderas le enterraba los dedos en el pelo, pegandolo a él y exigiéndole más. Yoongi exploró su cuerpo con las manos, disfrutando al máximo de cada curva, acariciándole su pecho y pellizcandole los pezones mientras se tragaba sus gemidos. Le separó las piernas un poco más, arrancándole un jadeo, y después le levantó una de ellas y lo instó a que le rodeara la cintura. Acto seguido, se separó de sus labios y miró esos ojos verdes como el musgo empañados por el deseo. Emanando su aroma floral, llamándolo.

Dejó de acariciarle el pecho y gluteos bajó la mano, deteniéndose en la parte inferior de sus muslos.

–Llevó días deseando meterte los dedos– murmuró– ¿Estas preparado?

El omega contesto con un hilo de voz, un susurró muy erótico.

–Hablas demasiado, Conde.

Yoongi sonrió y deslizó sus dedos sobre su miembro. Acariciando de arriba, abajo.

Las caricias le arrancaron un gemido a Jimin, que echó la cabeza hacia atrás. El Alfa sintió que su sedoso interior lo acogía y se cerraba en torno a él. Semejante respuesta le hizo soltar una palabrota. Estaba lubricando que no había duda de que lo deseaba. ¡Diosa! Era el Omega más hermoso que había visto en la vida, el que más se entregaba al placer. Lo acarició con frenesí, rozando el punto más erógeno de todos mientras él arqueaba las caderas, a punto de alcanzar el orgasmo, por la doble estimulación.

Su ereccion se torno dolorosa, pero la expresión de Jimin era una muestra de belleza erotica tan magnífica que no quería perdérsela. Tenía los ojos entrecerrados y se mordía el labio inferior, intentando luchar contra el deseo de correrse. Aunque su cuerpo se había rendido por completo, apretó los puños y le asestó un empujón en el torso. La necesidad infinita de Jimin de controlar el resultado de todos sus encuentros lo desafiaba a conseguir su completa rendición. Quería que se entregara a él. Que se rindiera al momento.

Acarició el punto dulce una vez más. Y otra. Después inclinó la cabeza y le chupó un pezon.

–Yoongi...

–Hablas demasiado, cara.

Le acarició el pezón con los dientes mientras seguía torturandolo dejando de lado su miembro, centrandose solo en un punto. Sintió que le temblaban los muslos y se percató de que el corazón le latía desbocado. Aspiró el olor Laureles y canela de su cuerpo y supo que estaba a punto de explotar. Era la primera vez que lo veía entregado al momento, cediendo a las necesidades de su cuerpo, dispuesto a recibir todo lo que él quisiera darle. A esas alturas, su erección era dolorosa y la sangre le corría por las venas como si fuera lava.

–¡Yoongi, no!. Estoy a punto de...

–Quiero que te corras. Ahora. Correte, Jimin.

Le mordió un pezón y se tensó en torno a él sin poder evitarlo. Su grito reverberó por la estancia mientras se estremecia y se arqueada. El Alfa lo sostuvo y prolongó su orgasmo, manteniendolo pegado a su cuerpo, rodeándolo con su aroma.

Hasta que él se quedó sin fuerzas. En ese momento le susurró al oído para reconfortarlo y le dio un beso en la sien al tiempo que sacaba sus dedos y los pasaba por sus labios. Jimin lo observo y pudo ver sus pupilas ampliarse del deseo. Había estado en lo cierto sobre la química que existía entre ellos, pero nada lo había preparado para la descarga emocional que le retorcía las entrañas. Para él vinculo que se había forjado entre ellos. Ansiaba llevarlo a la cama hacerlo suyo por completo. Pasar horas con él entre sábanas revueltas hasta dejarlo agotado que no pudiera soltarle ni un solo resentimiento más y solo pudiera murmurar su nombre, bañado de su aroma. ¿De donde procedía semejante ternura?

El omega aún estaba entre sus brazos, recobrando el aliento. Le frotó la mejilla con la nariz y decidió llevarlo al dormitorio, donde podrían hablar y hacer el amor y...

–En fin, gracias a la Diosa. Lo necesitaba –le oyó decir. Su tono, distante y práctico, contradecía los ligeros estremecimiento que aún lo sacudian, pero antes de que pudiera confrontarlo, lo apartó de un empujón y cogio la toalla del suelo, tras lo cual se envolvió con él– Gracias. ¿Quieres que te devuelva el favor?

Esa actitud tan indiferente le dolió. Retrocedió mientras se preguntaba si habría hecho el ridículo. ¿Por qué estaba tan decidido a actuar como si no hubiera pasado nada especial cuando unos minutos antes había gritado su nombre y se había aferrado a él como jamás lo había hecho ningún omega? Lo atravesó con la mirada, pero él siguió tan tranquilo. Tan distante.

–¿Quieres devolverme el favor? – le preguntó con frialdad.

Él se encogió de hombros.

–Sí te apetece. Así estaremos a mano. Pero no tengo tiempo para maratones. Le prometí a tu madre que la ayudaría con la cena, así que tengo que vestirme. ¿Y bien?

Jimin enarco una ceja y esperó.

El Alfa tuvo un mal presentimiento de que se enfrentaba a un gran problema. Jimin había sido completamente suyo durante unos minutos. Sin embargo, era incapaz de mantener una relación íntima en lo afectivo. ¿Por qué eso le enfurecía tanto? ¿Por qué le preocupaba?

–¿Por qué haces esto, cara? –le preguntó en voz baja.

Jimin se alejó, como si lo hubiera abofeteado. Cuando contestó, lo hizo de malos modos.

–Siento mucho no ponerme a hablar de cosas sentimentales después de un orgasmo, Conde. Creía que este tema ya lo teníamos claro.

El silencio cayo sobre ellos, cargado de emociones y palabras sin pronunciar. Al final, Yoongi asintió y se obligó a arrancar la incipiente ternura que había nacido en su interior.

–Tienes razón, Jimin. Yo también creia que lo teníamos claro. –Aferró el pomo de la puerta y la abrio– Después de la cena haremos de niñeras. Puesto que convenciste a Jihoon de que rompiera la promesa que le hizo a Leonardo, nos cargar con esa responsabilidad.

Eso lo dejo boquiabierto.

–¡Leonardo tiene cuatro hijos! Estoy agotado. No voy a hacer de niñera esta noche ni de broma.

El Alfa se inclinó hacia él con actitud amenazadora y le dijo con tono dictatorial:

–Harás de niñero esta noche. Nos marcharemos después de cenar. Vístete y baja.

Con esas palabras, cerró la puerta para silenciar sus protestas y se alejó, empalmado y furioso

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