✶Venticinque
Yoongi tenía la vista clavada en la puerta cerrada, a la espera de que saliera su hermano. Por la Diosa, estaba atrapado en un infierno sin escapatoria. Sí, Jennie había sido complicada, pero en cuanto se enamoro de Kai, se tranquilizó y el pudo relajarse. Por supuesto, su decisión de labrarse una carrera profesional fuera del negocio familiar había provocado una tormenta, y él todavía estaba decepcionado; pero eso era una gota en un vaso de agua al lado de la posibilidad de que la dulce inocencia de Jihoon se corrompiera.
Chaewon había sido coser y cantar, ya que no estaba interesada en Alfas y estaba decidida a triunfar en su profesión y a demostrar si valía. Le recordaba muchísimo a su madre, con esa capacidad de concentración y ese olfato comercial que eran los cimientos de La Dolce Famiglia. Aunque su padre consiguió convertir la empresa en una cadena exitosa, sin la visión y la determinación de su madre no habrían tenido nada.
Jihoon era distinto. Siempre había sido el niño bonito de su padre y había demostrado un espíritu puro que nadie más tenía en la familia. Sentía con más pasión que los demás, veía cosas que nadie más veía, y su capacidad de entrega sin reservas había preocupado a su padre.
Recordó la conversación que mantuvo con él en su lecho de muerte. La promesa que le hizo de proteger a la familia, de mantenerla a salvo. De ocuparse siempre los niños. Y de convertir la pastelería en una cadena comercial importante. El fracaso no era una opción.
Se le llenó la frente de sudor mientras observaba a los tres chicos que estaban en la estancia, esperando a Jihoon. Sin duda eran un poco mayores para él. ¿Estaba loco por considerar siquiera dejarla ir?
Se acercó al pequeño frigorífico y cogio una botella de agua, que abrió con más fuerza de la necesaria. Su esposo ficticio lo había vuelto a hacer. Su inocente hermano había participado en una sesión de fotos de ropa interior, había tenido un cambio de imagen y en ese momento quería salir con modelos. A ver, ¿por qué había llevado a Jimin a su casa?
Ah, si. Porque era su esposo.
Fruncio el ceño mientras bebía y lo observaba. Detesto el vuelco que dio su corazón cuando él se volvió y sus miradas se encontraron. Estaba empezando a acostumbrarse a la intensa conexión que existía entre ellos y sus lobos, a ese remalazo de deseo que iluminaba sus ojos felinos y los instaba a traspasar los límites. Se sabía capaz de lidiar con la tentación física.
Pero le preocupaba todo lo demás.
Sobre todo la capacidad de Jimin para sorprenderlerlo. Aunque había esperado cierta intimidad en la sesión de fotos entre Jimin y los modelos, su ojos crítico y sus ademanes relajados lo fascinaron, ya que nunca había presenciado una sesión. Al principio, Jihoon lo distrajo con su presencia en el plató, pero Jimin no tardó en hacerse con toda su atención, hasta el punto de que el resto del mundo desapareció, Jimin controlaba la escena sin resultar amenazante en ningún momento; de hecho, su actitud animada a trabajar en equipo.
Si, era cierto que coqueteaba. Era parte de su forma de ser. Pero mientras lo observaba, atisbó muchísimas más cosas bajo esa fachada tranquilamente. Fue como si hubiera descubierto un arrecife de coral escondido tras los verdes apagados de la flora marina.
Jimin siempre mantenía las distancias.
No en el plano físico. Porque tocaba, y mucho, hasta que incluso él se removió incomodo cuando lo vio cambiar de postura el <<el paquete>> de uno de los modelos.
Jimin reia coqueteando y lanzaba guiños traviesos a diestra y siniestra. Pero lo rodeaba un aura distante, como un arbusto espinoso imposible de penetrar. Era un <<Mira, pero no toques. Toca pero no sientas>>. Tenia las emociones tan controladas que parecía aplastarlo. Aún así, cuando lo miraba fijamente, parecía tentado a darle más. Y él quería más.
La pregunta era si él se lo negaría. El orgullo herido de su primera cita, así como la falsa creencia de que estaba enamorado de su mejor amigo, además de otros factores, conspiraban para que le respondiera con un <<Ni de coña>>
A menos que él tomara lo que quería sin preguntar.
Su cuerpo delgado estaba cubierto por unos ceñidos pantalones negros, una camisa sin mangas de color gris y unas botas con tacones, que enfatizaban sus elegantes pasos y sus voluptuosas curvas. Su gloriosa melena castaña se movía constantemente, resaltando la elegante curva de su cuello, sus suaves mejillas y esa nariz afilada con un lindo lunar en la punta, que siempre fruncia con un mochin de superioridad al verlo. Ser el príncipe que derribara todas esas feroces defensas era una tentación para su naturaleza italiana. ¿Cuando lo había desafiado tanto otro omega?
Lo deseába.
Escuchar su nombre lo saco de su ensimismamiento. Jimin señaló el móvil antes de hacerle un gesto para que se acercará.
–Bien, Giada esta libre. Puede pasarse por aquí dentro de un rato y llevarlo de vuelta a casa. Puedes confiar en ella. Pero es decisión tuya.
Se le aceleró el corazón al pensar que iba a permitir que su hermano se fuera con un grupo de desconocidos. Pero las palabras de Jimin encerraban una verdad. ¿Y su Jihoon acababa explotando por no haberle permitido vivir un poco? No podía meter la pata. Jihoon y la promesa que le hizo a su padre eran demasiado importantes.
–Jimin, ¿Puedo confiarle el cuidado de mi hermano a esta mujer?
Algo brilló en los ojos de su esposo ficticio. El recuerdo de algo doloroso, seguido de cierto rencor.
–Si. Nunca pondría a Jihoon en una situación en la que pudieran hacerle daño. Conozco bien a Giada y no permitirá que le pase nada a tu hermano.
El Alfa asintió con la cabeza al escucharlo.
–Organizalo. Yo hablaré con Jihoon.
–¿De qué quieres hablar conmigo?
Se volvió y se encontró a su hermano a su lado. Con la barbilla en alto, una pose desafiante. Echando chispas por los ojos. No se había desmaquillado, pero hasta él admitía que estaba mucho mejor que antes. En ese momento llevaba un maquillaje muy natural. Como él mismo, pero mejorado.
–Jimin lo ha organizado todo para que una amiga suya te acompañe –contestó.
Jihoon soltó un grito ahogado.
–¡Dios mío! ¿Estas bromeando? ¿Puedo ir de verdad?
Yoongi levantó la mano.
–Hay ciertas reglas. Me mandaras mensajes para hacerme saber donde estas en todo momento. Gianda estará al mando y te llevara de vuelta a casa. Y, antes de que te vayas, voy a hablar con ellos. –Señaló con un rígido dedo a los modelos, que se habían vestido completamente, y que en ese momento se estaban peinando.
–Capisci?.
Jihoon asintió con la cabeza como un loco.
–Sí, Grazie, Yoongi.
El corazón le dio un vuelco al ver la expresión tan feliz de su rostro.
–Ya están listas las fotos. –dijo Jimin.
Todos se congregaron alrededor de su ordenador, por el que pasaron un montón de fotos en rápida sucesión. Yoongi escuchó con atención mientras Jimin los analizaba, indicando los problemas y las deficiencias, lo que le gustaba y lo que no. Sus opiniones eran firmes, descaradas, y los estaban poniendo a mil. Nada como un omega autoritario en su salsa. Siempre había querido eso en una pareja. Por desgracia, la mayoría de los omegas con los que había salido adoraban la idea de que cuidase de ellos y, aunque era cierto que procedía de una familia tradicional, ansiaba algo más de su esposa. Ansiaba a alguien con carácter.
En la pantalla apareció una imagen que los enmudeció a todos. Yoongi se quedó sin aliento.
–Esta – susurró Jimin –Lo conseguí.
El Alfa contempló la foto. Jihoon estaba apoyado en la pared del decorado, con la vista perdida. Su silueta se atisbaba entre las sombras, pero atraía la mirada como si fuera un foco de luz. Un tirabuzón le ocultaba la cara. El mochin en sus labios denotaba cierto anhelo, el deseo de conseguir algo que se encontraba más allá de la ventana.
Los tres chicos estaban detrás de él de forma que el producto se veía a la perfección, pero no parecía un posado. Parecía que habían visto un ángel y se habían quedado petrificados, embrujado por él, a la que contemplaban con el deseo pintado en la cara. El aspecto físico de la imagen palidecia al lado de las emociones contenidas que expresaban los cuerpos y que instaban al espectador a mirar más allá. El productor vítores y chocó los cinco con el fotógrafo, que volvió la cabeza y lo miró.
–¿Puedo usarla, Yoongi?
Jihoon meneaba la cabeza, con los ojos vidriosos, como si estuviera sumida en un trance.
–¿Como lo has hecho? –estaba asombrado– Es preciosa.
Jimin se echó a reir.
–Es parte de mi trabajo. Pero tu eres la estrella. Tu eres el que es precioso.
Yoongi vio que su hermano se ruborizaba y se removia, feliz. Le temblaba un poco el cuerpo, como si estuviera a punto de desmayarse. ¿Cómo se había percatado Jimin de lo que necesitaba su hermano? Cierto, era omega, pero siempre alardeaba de ser un omega con un profundo desapego por la cursileria. Como cocinar, cotillear, hablar de niños y cuidar de la casa. Sin embargo, le había regalado un cumplido a su hermano que procedía de lo más profundo de su alma, sin pretender ser cortes ni hipócrita.
Yoongi se inclinó hacia adelante y beso a Jihoon en la frente. Después miró a los ojos un cachorro convertido en un Omega adulto.
–Pues tiene razón, que lo sepas. Eres precioso. Y si, Jimin, puedes usarla.
De repente, la emoción le provocó un nudo tan grande en la garganta que se vio obligado a darse media vuelta y a perderse por el pasillo. Joder, necesitaba un segundo a solas para recuperar la compostura.
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