✶Trentaquattro
Escuchar su nombre de sus labios lo excitó aún más si cabía. Le coloco las manos debajo del trasero y lo instó a levantar las caderas. Jimin jadeo mientras comenzaba a moverse sobre él, torturandolo con el roce. De repente, salió del aturdimiento al escuchar que le bajaba la cremallera de los pantalones.
–Nene, creo que deberíamos... ¡Dios!
Unos dedos calidos se introdujeron bajo sus pantalones y se la acariciaron. El Alfa creyó ver un castillo de fuego artificiales. En la vida le había alegrado tanto su costumbre de no llevar ropa interior. Jimin le dio un suave apretón y después empezó a bajarle los pantalones para...
Alguien abrió la puerta.
El sonido de las risas pusieron fin a la escena como si se tratara de una pésima comedia televisiva. Ambos se separaron como un par de adolescentes pillados in fraganti, colocándose la ropa mientras sus primos atravesaban la puerta. Les bastó una mirada a las sonrojada de Lizzie para comprender que la pareja se había dado un gustito en el auto. Al fin y al cabo, y teniendo en cuenta que eran padres de cuatro hijos, era lógico que hubieran pasado de la tradicional película en el cine y hubieran preferido dedicarse a otra actividades.
Yoongi se sentó y ayudó a Jimin a hacer lo propio.
La sonrisa de Leonardo se ensanchó.
–Vaya, vaya, ¿que tenemos aquí? –cruzó los brazos por delante del pecho y chasqueó la lengua– Mis cuatro inocentes hijos están durmiendo al final del pasillo y ustedes, aquí, recreando una escena de una película para adultos.
Yoongi lo insultó, algo que hizo que Leonardo se riera todavía más. Una mirada al rostro del omega hizo que su primo frunciera el ceño.
–Jimin, solo era una broma.
Jimin se estaba mordiendo el labio inferior. Su tigre parecía haber perdido las ganas de morder. Lo vio ponerse de pie con actitud insegura, un tanto avergonzado, incómodo y vulnerable.
El Alfa lo tomó de la mano y lo acercó a él, tras lo cual le pasó un brazo por los hombros.
–Lo siento, Leo, estamos cansados. Los niños están bien. Eso sí, destrozaron la casa y no he limpiado.
–Que imbecil.
–Yo también te quiero.
Lizzie y Leo se despidieron de Jimin con besos y abrazos, y después Yoongi lo acompaño hasta el auto.
El omega apoyo la cabeza en el asiento y se mantuvo en silencio, con la mirada perdida en la oscuridad. Por primera vez en su vida, Yoongi se sentía incómodo junto a un omega, inseguro de lo que él estaba pensando y deseoso de consolarlo. No, se estaba mintiendo. Antes quería hacer el amor con él y después reconfortarlo.
–Lo siento.
El Alfa meneó la cabeza y se preguntó si lo habría oído mal.
–¿Por qué?
Él suspiro.
–Por lo de antes. Por lo que pasó en el baño en la casa de tu madre. Fui muy desagradable.
Genial. Un omega que admitía que había cometido un error. ¿Qué iba a hacer con él? ¿Por qué no se limitaba a comportarse como de costumbre y dejaba de sorprenderlo?
–Disculpas aceptadas. –Yoongi guardó silencio un instante– ¿Te importaría explicarme por que?
El omega se puso tensó, pero no eludió la pregunta.
–Porque soy un imbecil.
La respuesta le arrancó una carcajada.
–¿Quién no lo es? Me pase de la raya. Estos últimos días han sido abrumadores y te descubrí con la guardia baja.
Jimin resopló.
–¡Que va! Había planeado seducirte, así que no me descubriste con la guardia baja. No soy una delicada florecita que puedas manejar a tu antojo echando mano de tu encanto.
El Alfa sonrió. Esa era él omega con la que le encantaba debatir.
–En ese caso, espero que te decidas pronto. Creo que si paso otra noche empalmado no sobreviviré.
Él comentario le valió una respuesta burlona.
–Si no conducieras como un anciano, llegaríamos a casa antes de que se te baje.
El Alfa no replicó. Se limitó a pisar el acelerador.
✶
Entraron en la casa sin hacer ruido y cerraron con seguro. Tras quitarse los zapatos con los pies, Jimin señaló el cuarto de baño.
–Tu primero. Yo tengo que sacar una cosa de la maleta.
Yoongi se apresuró a hacer lo básico, tras lo cual se quitó la camisa, aunque decidió dejarse los pantalones. Salió del baño descalzo, con el corazón desbocado como si fuera la primera vez que lo esperaba un omega. La verdad, no sabía si seria capaz de aguantar mucho.
Cuando lo vio, comprendió que iba a fracasar. Jimin era un infierno y el paraíso a la vez, pero decidió saludar al demonio con una sonrisa.
Lo esperaba en la penumbra, debajo de una de las lámparas antiguas. La tenue luz enfatizado sus turgentes curvas, cubierto por delicado encaje negro; su sedoso pelo chocolate enmarcando su rostro. Las curvas de su cadera y sus largas piernas, cubiertas hasta las rodillas por la combinación de encaje.
Mientras se acercaba a él, comprendió que estaba hipnotizado, y no sólo por su cuerpo. Era la segunda vez durante la noche que atisbaba un brillo vulnerable en esos felinos ojos verdes. Lo vio mover los pies como si estuviera inseguro, pero él ya había decidido que había esperado demasiado para hacerlo suyo.
Cuando se colocó frente a él, le puso las manos en los hombros. Sintió el roce de sus pezones en el torso una caricia que al omega le arrancó un gemido. Satisfecho, lo miró en silencio, devorando con los ojos cada centímetro de ese cuerpo que estaba a punto de pertenecerle. Su tigre titubeaba...
‐Mmm... Yoongi, a lo mejor deberíamos...
–No, cara. –Sonrió y lo instó a levantar la barbilla con un dedo– Ha llegado el momento.
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