✶TrentaDue

Horas más tarde, se encontraba sentado en el suelo junto a la litera de los niños con la cabeza apoyada en el colchón. Sólo se escuchaba la respiración pausada de los niños dormidos. Se habían negado a acostarse a menos que hubiera alguien con ellos en el dormitorio, y al ver que Yoongi se largaba a toda pastilla, él se quedó encantada porque de esa forma evitaba pasar más tiempo a solas con él. A esas alturas todavía sostenía la mano de Robert entre la suya. La manita del niño estaba relajada y era muy cálida. Siguió sentado en la alfombra, con la mirada perdida.

Cuando era pequeño sufría pesadillas. Soñaba con un monstruo de grandes colmillos manchados de sangre y ojos amenazadores que salía del armario y quería comérselo. En una ocasión, salió corriendo de su dormitorio para ir en busca de sus padres, pero no los encontró en su cama. Jungkook no era lo bastante mayor como para protegerlo y matarlo, de modo que corrió escaleras abajo, si bien se detuvo al llegar a la mitad.

Su padre estaba en el sofá con una mujer que se reia y genia muy bajito. Había ropa tirada en el suelo. Intentó no hacer ruido, pero estaba tan asustado que acabó llamando a su padre.

Todavía recordaba la mirada que le dirigió. Distante. Furiosa e Indiferente.

–Jimin, vuelve a la cama.

Él trago saliva, aterrado.

–Pero, papá, hay un monstruo en el armario y me quiere comer.

La mujer desconocida se echó a reir y la expresión de su padre se tornó mas asqueada.

–Estoy ocupado y ya no eres un bebé. Sube tu dormitorio si no quieres que te de unos azotes.

–Pero...

–¡No hay pero que valgan!

Jimin regresó a su dormitorio, una estancia llena de juguetes, de peluches y de soledad. Se metió debajo de la cama con su perro de peluche y esperó a que el monstruo fuera en su busca. Se pasó toda la noche llorando con la cara enterrada en la moqueta, preguntándose por qué nadie lo quería. Preguntándose si alguien lo querría alguna vez.

Apretó la manita que sostenía entre la suya. La tristeza y el cansancio lo abrumaron, dejándolo agotado. Apoyo la cabeza en el colchón y aspiro el dulce olor de Robert mientras cerraba los ojos un instante. Sólo un instante.

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