✶Tre
-Ten toma a la niña.
Jimin agarró de forma instintiva a su sobrina cuando su hermano se la dejó de sopetón en brazos, tras lo cual salto pitando. Típico. Ya había presenciado antes esa sutil treta de pasarle a quien tuviera al lado y se negaba a ser el pardillo en esa ocasión. Normalmente lo hacía cuando su sobrina acababa de...
-¡Uf, que ascó!
El asqueroso olor lo envolvió de golpe. Su sobrina sonreía orgullosa, mientras las babas le caían por la barbilla y le manchaban a Jimin los pantalones jeans. El pañal de Taeha estaba hasta arriba, y los tres pelos de la niña estaban de punta, como si hubiera salido de una película de terror.
-Lo siento, Taeha, el tío Ji no cambia pañales. Cuando seas mayor, te enseñaré a montar una moto, ligarse a alguien guapo para el baile de fin de curso y a comprarte tu primer carnet falso. Hasta entonces no cuentes conmigo.
La pequeña se metió un puño en la boca desdentada y se lo chupo con gusto.
Jimin contuvo una carcajada. Echó un rápido vistazo a su alrededor por sí había algún familiar cerca al que colocarle la niña, pero la mayoría de los invitados se encontraba en la cocina y en el salón, cerca del bufet. Suspiró, se levantó del sofá, se colocó a su sobrina en la cadera y casi se dio de bruces con el hombre que más lo irritaba en el mundo.
Min Yoongi Rizzo.
Él lo sujeto con firmeza antes de que pudiera tambalearse siquiera. El calor del contacto chisporreó como el aceite al tocar una sartén hirviendo, pero Jimin mantuvo una expresión impasible, ya que estaba decidido a no dejarle saber cuánto lo afectaba. Casi le había robado a su amigo del alma, y se había metido en la familia de Taehyung con una simpatía y una facilidad que lo fastidiaban. Dado que su hermano había diseñado el proyecto de recuperación de la zona del río, Yoongi recibía invitaciones a la reuniones en las que se mezclaban los negocios y le placer. Se topaba con él en todas partes, y eso la obligaba a recordar su desastrosa cita a ciegas y le provocaba una constante humillación.
-¿Estas bien, cara?
Su voz aterciopelada le acarició las entrañas como un gigante de seda. Taeha esbozó una sonrisa babeante y soltó una especie de suspiro. ¿Quién no lo haría? Min Yoongi era guapísimo, era innegable.
Analizó su aspecto físico con ojo crítico. Llevaba la melena negra recogida en una coleta baja, en la nuca. Su cara era una extraña combinación de elegancia y de fuerza, con las cejas enarcadas, los pómulos prominentes y la mandíbula en forma de V. Y la piel bastante palida, que no mostraba para nada la ascendencia italiana que poseía.
Sin embargo, eran sus ojos los que lo mataban.
Oscuros e insolubles, almendrados, y enmarcados, por espesas pestañas. Esos ojos siempre siempre tenían un brillo travieso, estaban llenos de buen humor e irradiaba una pasión ardiente que burbujeaba bajo la elegante superficie.
Se puso de mal humor. ¿Por qué lo alteraba tanto? Su trabajo lo obligaba a lidiar con hombres medio desnudos más guapos que Yoongi desde que decidió dedicarse profesionalmente a la fotografía. Pero lo veía como estatuas de mármol y nunca se excitaba lo más mínimo cuando tocaba sus extremidades desnudas para cambiarlos de postura. Había salido con unos cuantos modelos y siempre se mantenía distante; disfrutaba de su compañía, pero después pasaba al siguiente sin volver la vista atrás. Sin embargo, Yoongi lo afectaba de tal manera que despertaba en él un anhelo muy básico y omega que jamás había sentido.
Se desentendió de la perturbadora idea y se colocó mejor a Taeha en la cadera. Se aseguró de que su voz sonaba distante.
-Hola, Conde. ¿Qué te trae por aquí?
Él contuvo una sonrisa.
-Por nada del mundo me perdería la fiesta de cumpleaños de Taehyung.
-No, claro que no. No pareces perderte muchos acontecimientos relacionados con Tae, ¿Verdad?
Yoongi enarcó una ceja.
-¿Estas poniendo en tela de juicio mis motivos, cara?
Jimin detestaba su acento, que se enroscada como cálidas volutas de humo alrededor de sus sentidos. Aunque lo que más detestaba era su cuerpo. Sus sólidos músculos rellenaban la chaqueta de cuero Armani que llevaba. Se había puesto una camiseta azul, unos jeans y unas botas Paciotti. Además de tener un estilazo tremendo, exudaba un poder masculino que desestabilizaba, por no hablar de un encanto letal. El Conde fingía no tener una sola preocupación en el mundo, pero Jimin percibía la aguda inteligencia que ocultaba tras esa fachada y que relucia en las profundidades de sus ojos negros.
Al fin y al cabo, él escondía lo mismo.
Jimin lo miró con la sonrisa agradable y simpática que había perfeccionado a su manera.
-Por supuesto que no. Solo comentaba la relación tan estrecha y personal que pareces mantener con el omega de mi hermano.
Yoongi se echó a reir y le hizo cosquillas a Taeha bajo la barbilla. La niña solto una carcajada. Incluso su sobrina era una traidora cuando él estaba de por medio.
-Ah, pero Tae y yo somos amigos, ¿no? Y sin tu hermano, mi pastelería nunca habría despegado. Ha hecho un trabajo magnífico con el diseño arquitectónico.
Gruño al escucharlo.
-Que conveniente, ¿no te parece?
Como si supiera que si lo irritaba, Yoongi se inclinó hacia delante. Jimin captó un potente aroma a Vino, café y Jazmín, hizo una mueca al percibir el tercer aroma.
Maldito tercer aroma- pensó
Clavó los ojos sin poder evitarlo en esos labios finos que prometían placeres pecaminosos.
-¿Quieres decirme algo, Jimin? -le preguntó él con voz pausaba- Creo recordar que sueles ser más ... directo.
¡Que imbecil! Intento contener el rubor que sintió en las mejillas y lo miró con los ojos entrecerrados.
-Y yo creo recordar que sueles ser más... honesto.
Yoongi se aparto, dejándose espacio.
-Si, tal vez los dos cometimos un error aquella noche.
Jimin se negó a replicar. En cambio, tomó a Taeha y se lo dejó en los brazos. Lo vio sostenerla con tanta ternura y con tanta facilidad que se arrepintió de la decisión al momento.
-Tengo que ir a buscar a Tae. Taeha necesita un cambio de pañales. ¿Te importaría hacerlo el favor de cambiarla? Por favor. -Esbozó una sonrisa dulce- Al fin y al cabo, casi eres de la familia. Ya sabes donde está su habitación.
Y tras esa frase, dio media vuelta y se alejó caminado sobre sus botas de tacón.
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