✶Nove

El Alfa miro de reojo al elegante omega que iba a su lado mientras recorría las serpenteantes colinas de camino a su casa. Dado que llevaba la capota bajada, el viento le agitaba el pelo, pero a él no parecía importarle. El rictus serio de sus labios le indicó que estaba pensando, seguramente estaría preparándose para el papel que iba a interpretar ante su familia. A lo largo de las últimas veinticuatro horas, él había aprendido mucho acerca de Park Jimin.

Por desgracia, los atisbos que había captado solo conseguían que anhelara saber más.

El intenso verde de los árboles y la tierra apareció ante sus ojos y lo recibió de tal forma que sintió su alma en paz. Su familia poseía esas tierras desde hacía generaciones, y todo había pasado a sus manos. Pero, desde su primera visita a Nueva York y Seúl, supo que quería dejar su impronta en ambas ciudades. Su padre lo llevó para visitar a su tío, y el bullicio de esos lugares le fascinaron por el desafío que representaba.

Por desgracia, la multitud y el caos chocaban de frente con su necesidad de intimidad y de espacio. Cuando decidió expandir La Dolce Famiglia, buscó cambiar el trasiego de Seul por una ubicación que ofreciera un ambiente más relajado. Al viajar hacia el interior, descubrió un enclave maravilloso en las montañas y supo que había encontrado el lugar al que podría llamar hogar.

Aunque era feliz en Corea, la tierra donde había crecido siempre le proporcionaba cierta fuerza. Era un recordatorio del hombre que era y de donde procedía. En sus tierras no había tonterías ni mentiras. Tras haber estado inmerso en el cambiante mundo de la tecnología, el dinero y los negocios, necesitaba recordar las cosas que importaban de verdad.

La ciudad amurallada de Bérgamo le recordaba a un tesoro rodeado por una fortaleza. Situada a los pies de los Alpes, estaba dividida en dos, de modo que el antiguo y el nuevo mundo se fundían a la perfección. Disfrutó de potente deportivo mientras conducía por la Città Bassa hacia la Citta Alta, tras lo cual la bulliciosa ciudad dio paso a la tranquilidad de la campaña. Una sensación de paz y de satisfacción se apoderó de él a medida que se iba acercando a su casa.

Captó el aroma floral en el aire y se removio en el asiento. Todo lo relacionado con Jimin era un contraste sexual. El cazador que llevaba dentro ansiaba bucear bajo la superficie y descubrir qué lo hacía reaccionar.

La expresión anonadada que apareció en su rostro cuando le confesó su secreto le formó un nudo en el pecho. Jamás le había contado a nadie la infructuosa búsqueda de una persona que lo completará. Al fin y al cabo, la mayoría de las personas se reirian. Jimin lo había enojado tanto que las palabras se le escaparon. Sin embargo, la evidencia de que él reconocía esa sensación reveló el profundo anhelo que el omega sentía también.

Llegó a la cima de la colina, aparcó delante de una villa de terracota y paró el motor.

–Creo que tendremos un minuto antes de que salgan corriendo a recibirnos.

–Es preciosa, pero no es la mansión opulenta que esperaba.

Yoongi examinó la sencilla estructura de su casa a través de los ojos de Jimin y suspiro.

–Mi madre se niega a marcharse. Tenia pensado construirle un castillo digno de lo que ella había conseguido, pero se rió de mí. Me dijo que se negaba a abandonar las tierras de la familia y el hogar donde mi padre había vivido.

–Ya me cae bien.

–Incluso se negó a recibir ayuda. Nada de empleadas ni de cocineras para mi madre. He contratado una mujer que viene a escondidas para hacer una limpieza más en profundidad cuando mi madre va a misa. –Meneó la cabeza– Bueno, ¿Estas listo?

El rostro del omega era una máscara impasible. Sin embargo, sus ojos verdes jade mostraban ciento nerviosismo. Le tomó la mano y entrelazo sus dedos. Su débil jadeo sonó como música para sus oídos y le provocó un ramalazo de deseo. Por la Diosa, respondia a una simple caricia suya. La chispa que había entre ellos lo tentaba, prometiendole una increíble satisfacción física que se moría por experimentar pero que jamás se permitiría. Sus cortas uñas con pequeños brillitos, se clavaron en la palma, y él aprovecho para acariciar con el pulgar allí donde donde le latía el pulso en la muñeca a fin de comprobar su reacción. Sí. Lo ponía al cien. Sin embargo, El omega se negó a doblegarse, y echó la cabeza hacia atrás con determinación.

–Que comience el espectáculo –dijo él, que salió del coche justo cuando se abrió la puerta de la casa y salieron sus hermanos corriendo por el sendero de piedra.

Se lanzaron a la par a sus brazos. La alegría lo inundó mientras les devolvía el abrazo y su cháchara le regalaba los oídos. Les beso en la coronilla y examinó su aspecto.

–Están más preciosos de lo que recordaba.

Sus hermanos parecian gemelos, ya que compartían la luctuosa melena negra las facciones marcadas y los ojos oscuros. Las voluptuosas curvas de Jennie lo habían llevado a interrogar a sus citas sobre sus intenciones, mientras que el carácter independiente de Chaewon le había provocado muchas noches de insomnio. Sus hermanos eran tercos y osados, pero siempre se plegaban a sus deseos, tal como dictaban las reglas de la familia. Jihoon, con veintitrés años, estaba tardando más en encontrar su lugar. Al instante reconoció la postura encorvada y el intento por ocultar su altura y sus curvas con ropa holgada. Lamentaba mucho no poder estar a su lado durante una etapa tan delicada.

Jihoon se echó a reir al escucharlo, pero las dos mayores pusieron los ojos en blanco.

–¿Así conquistaste a tu omega? – preguntó Jennie– ¿Halagos ñoños y sonrisas dulces para tranquilizarnos? Mira que pasarte meses sin venir y aparecer ahora con un omega para presentarlo a mamá sin previo aviso...

El menor miraba a sus hermana y a Jimin mientras se mordia el labio, con un súbito nerviosismo.

–Cuidado con lo que dices, Jennie.–le soltó el alfa– Quizá mi omega entienda mucho mejor que tú lo que es mejor para la familia.

El castaño se aparto del auto, contoneando las caderas con una cadencia tan antigua como la primera Eva. Se coloco junto a él, como si le diera todo su apoyo.

–Por cierto, me llamo Jimin y soy el esposo de su hermano. Y no, me conquistó con halagos. Lo hizo a la antigua usanza –Hizo una pausa para conseguir el efecto dramático y luego continuó con una sonrisa burlona.–Con sexo del bueno.

Se hizo un silencio atronador que sólo interrumpieron los trinos de los pájaros. El alfa se detuvo a punto de cerrar los ojos, espantado. Iba a matarlo. Jennie y Chaewon lo miraban boquiabiertas. Jihoon resopló.

¿Cómo era posible que se hubiera creído capaz de controlarlo?

Jennie contuvo una carcajada. Chaewon lo miraba con cierta admiración y Jihoon parecía que acababa de conocer a su nuevo héroe.

Acostumbrado a controlar los daños, El Alfa se desvanó los sesos en busca de un comentario apropiado que remediara la situación.

–No hay nada de malo en usar el sexo para esclavizar a un Alfa. –dijo una voz conocida desde la puerta, y al cabo de un instante una mujer delgada echó andar por el sendero– Lo que cuenta es lo que haces después. Al menos te has casado con él y lo has convertido en un hombre honesto.

–¿Mamá?

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