✶Dodici

–Quítame la manos de encima – le dijo mientras veía que el sudor hacia relucir su bronceado.

Oh, por la Diosa, ¿y si se derretía y quedaba como un tonto? ¿Y si gemia cuando esos finos labios acariciaran los suyos? No podía zafarse de él. No podía reaccionar. No podía.

–¿Por qué estás tan nervioso? –le preguntó con un brillo alegre en los ojos– Lo has hecho un millón de veces, ¿Recuerdas?

–No me gusta que me manoseen–le soltó

El Italiano esbozó una sonrisa y su voz se convirtió en un ronco susurro que le prometió placeres carnales increíbles.

–A lo mejor es porque no te ha manoseado la persona adecuada.

–Ya. ¿De verdad, hay omegas que se tratan ese cuento? Porque, si es así, deben de ser tontos de remate. Quitame las manos...

Los labios de Yoongi cubrieron lo suyos.

Su boca suave y cálida detuvo el torrente de palabras y lo distrajo de tal modo que perdio el hilo de sus pensamientos, porque lo único que importaba era disfrutar del beso.

Se le frieron la neuronas al instante. Le gustaba besar y ciertamente habia besado a muchas personas, pero con Yoongi todo parecia distinto. Su calor corporal enloquecía a su lobo que sólo quería ser tomado por el contrario.

Sintió que le lamía los labios buscando la entrada a su boca y que después se introducía en ella sin esperar a que los separase. Podría debatirse contra él en caso de que se propasara, pero las caricias de su lengua lo sedujeron completamente y lo invitaron a saborear el momento y se dejó llevar jalando de vez en cuando su labio inferior. El Alfa bajó las manos y le aferró el trasero al tiempo que ladeaba la cabeza para besarlo con más pasión. La postura los hizo ser conciente de sus erecciones.

Jimin gimió, pero el sonido quedó ahogado por el beso. El asalto continuó y al final acabó rindiendose por completo.

Yoongi devoró su boca a placer, recordándole que atacaría su cuerpo con la misma pasión si se lo permitía. Intentó recuperar el control de la situación, pero su lobo no ayudaba y lo empujaba a restregarse contra el mayor, parecía haber perdido las fuerzas para moverse. Lo escuchó murmurar su nombre y le fallaron las rodilla, de modo que se vio obligado a apoyarse en él mientras le devolvía el beso.

¿Cuanto tiempo había pasado? ¿Minutos? ¿Una hora? Al final se separó de él, despacio, como si supusiera un gran esfuerzo. En ese momento Jimin se odió. En vez de abofetearlo o de soltarle un improperio, se limito a mirarlo como un pasmarote. Se pasó la lengua por el labio inferior, que estaba hinchado.

Yoongi gruño. Respiraba con dificultad.

–Tienes razón –susurró–Finges de maravilla.

Jimin retrocedió al instante deseando no sonrojarse. Se obligó a decir.

–Ya te lo había dicho.

Yoongi se dio media vuelta, colocó las maletas en un rincón del dormitorio y abrió la puerta del armario.

Hay espacio de sobra para los dos. Este será nuestro dormitorio durante una semana.

La realidad lo abrumo de repente. La estancia era acogedora con unos toques masculinos, como las alfombras de color azul, los muebles de cerezo y la ausencia de detalles delicados. La cama situada en el centro de la habitación, tenía un cobertor de color gris. Jimin clavó su vista en ella. Era algo más pequeña de lo que esperaba y se percató de que no había ni sofá ni una alfombra mullida en el suelo. La certeza de que tendrán que dormir juntos le puso los nervios de punta. ¡Por la Diosa, si lo había derretido con un simple beso! ¿Y si se abrazaba dormido a él? ¿Y si rozaba sin querer esos duros pectorales y acababa haciendo una tontería?

La ridícula situación lo irritó, de modo que hizo lo que mejor se le daba. Atacar primero.

–Bonita cama.

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