O1.

Actualmente no existían muchas personas que estuviesen a favor de los matrimonios arreglados, puesto que se conocía que estos, en la mayoría de los casos, terminaban horriblemente mal y con suerte cumplían con su propósito inicial. Pero pese a esta realidad, aún existía aquella minoría tradicional y retrógrada que compartía y ejercía con estos acuerdos, los cuales solo empeoraban los lazos familiares y de confianza con las víctimas de estos arreglos.

La familia Todoroki era una de estas minorías, o bueno, mejor dicho la cabeza de esta familia, Enji Todoroki, era quien seguía aquellos pasos infundados por las generaciones anteriores. El pelirrojo, y héroe número dos en la actualidad, se había visto envuelto en un matrimonio por conveniencia con la señorita Rei Todoroki; la base de todas sus razones era poder dejar descendencia mucho más poderosa debido a la junta de los quiks de los mayores, tratando así de lograr lo que llamaba el héroe "la creación perfecta".

Cuatro hijos hubo en esta familia, siendo el primero de ellos una copia —físicamente hablando— de su padre. El joven Touya Todoroki había desarrollado, como era común en la mayoría de la población, un quirk similar al de alguno de sus progenitores.

Aquel chico de azulina mirada había demostrado un poder similar al del héroe, siendo diferenciado por las tonalidades de sus llamas, aquellas que poseían una temperatura superior, la cual se veía reflejada por el tono azul que estas emanaban.

Sus siguientes dos hijos habían sido más parecidos a la fémina, mostrando una cabellera albina —con mechones pelirrojos en caso de su hija— y unos ojos grisáceos. Sus dones se alejaban del fuego, iban al otro extremo contrario: el frío, el hielo. Los dos jóvenes nunca habían mostrado intenciones de seguir los pasos del héroe de la familia, siendo estos totalmente contrario al mayor de ellos, que siempre se había interesado en aquella profesión tan respetada y peligrosa.

Finalmente, y quizás el momento más esperado para el héroe y cabeza de la familia, llegó su cuarto y último hijo. Este pequeño fue la mezcla perfecta entre ambos adultos, teniendo rasgos físicos muy notorios de cada uno de sus progenitores, como su cabello bicolor y aquellos particulares ojos heterocromáticos.

Con ansias se había esperado la aparición de su don, teniendo la clara expectativa de que hubiese una mezcla de ambos quirks del matrimonio. Fue algo que parecía absurdamente imposible en un principio, hubo cierta negación a la idea de que sería muy bueno para ser verdad, pero cuando se trataba de los dones, cualquier avance y desarrollo de estos eran sorprendentes.

Esta llegada de la creación perfecta en forma de infante llamada Shoto Todoroki fue el nuevo centro de atención del héroe número dos, dejando ciertamente de lado el entrenamiento hacia su hijo mayor. Aunque si contamos bien la historia, había más de una razón tras esta, pero sin duda el hecho decisivo para finalizar cualquier tipo de entrenamiento por parte de su padre fue aquel cambio en el cuerpo del menor; desde su cabello albino, que había comenzado como un simple mechón blanco que fue tomando el resto de hebras rojizas, hasta la repentina intolerancia de su cuerpo a su don.

Llegado ese momento el mayor solo cortó todo lo que tuviese una relación con la carrera de héroe de su hijo, no permitiría que siguiese con aquello, no se arriesgaría a que siguiese con eso. Sin embargo, creía que aquella genética tan buena de su hijo no podía perderse tan fácil, si no que debía fortalecerla aún más para el futuro de su apellido.

Así fue como a los 12 años de su hijo, el pelirrojo indagó entre contactos y conocidos que tuviesen alguna fémina joven en su familia para poder hacer algún arreglo, pensando que podría conseguir algo como lo que habían hecho sus padres y suegros con su matrimonio. Pero aunque muchos le ofrecieron un trato justo que involucraban grandes dones, solo una familia logró convencerlo.

La familia Miyawaki había sido de reputación baja la gran parte de su vida, ninguno de sus cabecillas había tomado el valor de ser héroes debido a sus dones que los consideraban inútiles para la profesión. Aún así, al pelirrojo le encantó escuchar que la primogénita de ese apellido podía controlar el humo y la niebla, era una mezcla perfecta de los dones de sus padres, y que le interesaba al de quirk de fuego. Aquel sello se había cerrado con ambos jóvenes presentes y sus respectivos padres, aunque no había sido tan calmado como hubiesen pensado.

—No tengo porqué casarme con una desconocida —se quejó el albino por lo bajo— ¡No quiero!

Un regaño entre dientes fue la única respuesta de su progenitor, mientras que la de ojos dorados miraba con atención a su supuesto prometido nuevo. Una parte de ella estaba algo decepcionada, realmente había creído que tras el matrimonio de sus padres no se atreverían a forzar un matrimonio, pero supuso que sus juicios se nublaban por la presencia del segundo héroe más importante de la sociedad.

—Esto es una porquería —musito con cierto desagrado.

Los padres de la fémina fueron más evidentes ante su reproche, puesto que la mujer de la que había heredado aquella mirada brillante le dio un codazo, que solo resultó en una queja silenciosa de la más joven. Touya les dedicó una mirada a aquellos adultos desconocidos, con asco y quizás irritación; todo le parecía surrealista en cierto punto teniendo en cuenta que hacía bastantes años que los matrimonios por conveniencia se había prácticamente extinto.

Bendita suerte la de ellos por haber nacido en aquellas familias minoritarias.

No se les dio lugar a objeciones a ninguno, aquellos dos hombres solo cerraron aquel compromiso que estaría en pie hasta la mayoría de edad de ambos jóvenes, ambos aspirantes que esperaban fueran equipo en un futuro. Claramente se suponía que el albino debía abandonar la idea de ser héroe, pero su terca cabecita de adolescente no le permitía aceptar esa idea, así que solo se mentalizó con la posibilidad de que quizás la fémina no fuera tan aburrida después de todo.

Ambas vistas claras se alzaron ante una orden por parte de los mayores para que se fuesen y se conociesen un poco en tanto ellos arreglaban los últimos detalles, así que sin ánimos de armar algún problema, la muchacha de cabellos dorados se levantó y con un leve gesto de su mano llamó la atención de su ahora prometido. Sólo revivió como respuesta a los ojos azules rodando con molestia y un asentimiento desganado del joven, que hizo caso omiso a aquella silenciosa petición y poder seguir a su nueva compañera a donde sea que lo llevara.

Parecía ser una pequeña sala abierta que llevaba directamente al jardín, no era una superficie muy grande, pero sí lo suficiente como para que hubiesen unos asientos de madera en los cual sentarse y poder ver por las aberturas que simulaban ser ventanas hacia aquel jardín. No sabía si era el mejor lugar para llevar a su invitado, pero ahí al menos evitarían escuchar lo que tendrían que decir sus padres.

Ambos jóvenes ya no sabían qué más hacer, solo pensaban en que ahora estaban comprometidos el uno con el otro por decisiones externas, y era raro, ninguno de los dos era capaz de verse a los ojos, o si quiera podían formular algún balbuceo para tratar de comunicarse. Estaban perdidos, inmersos en sus cabezas en blanco y en compañía de un total desconocido al que estaban obligados a conocer y aguantar.

—No hagamos esto más difícil de lo que es —musitó la más baja.

—¿Y qué pretendes que hagamos? No voy a sonreír y hacer como que me agrada este estúpido compromiso.

No estaba entre sus posibilidades, pero sería mucho más complicado si llegase a empezar mal cualquier tipo de relación con el albino junto a ella. No buscaría nada más que un trato amistoso, o bueno, mínimo quería poder hablar con el contrario sin necesidad de soportar ningún tipo de insulto o mal trato.

—No seas imbécil —decidió verlo por una vez—. Soy Mei Miyawaki, un gusto, futuro esposo.

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