𝗖𝗵𝗮𝗽𝘁𝗲𝗿 𝟭𝟴. El Primer Juicio: El Juicio de Farore. (PARTE 2)

🔞TRIGGER WARNING (+18)🔞

Este capítulo contiene escenas de violencia explícita. Lee bajo tu propia responsabilidad.

━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━


El forcejeo terminó con un alarido furioso de Tamrik, seguido por numerosas ofensivas que no tenían efecto alguno en Link. El Sabio ni siquiera había reparado en que el joven hyliano estaba empezando a intervenir en el enfrentamiento. Ya no solo esquivaba.

Link alejó a Tamrik de un sesgo, haciéndole dar un nuevo brinco hacia atrás. Link bajó la espada y se quedó mirándole.

Link.- Parece ser que he acertado —dijo—. Por eso ninguno de ellos me ha impedido llegar hasta aquí, a pesar de saber que tú vives en el palacio. Ni aun perteneciendo a su misma raza.

Tamrik hizo un nuevo intento de ofensiva, pero Link volvió a bloqueársela.

Link.- Parecéis una raza fuerte y más interesante que los zora que viven bajo el sol de Hyrule —continuó, como si nada—. Dime algo, entonces. ¿Por qué alguien de tus características, pues, tendría interés en servir a la Familia Real...?

El Sabio se elevó un tanto utilizando sus poderes. Acto seguido se lanzó sobre Link de nuevo, sin éxito. El chico esquivaba, bloqueaba, sin muchos esfuerzos.

Finalmente, entre todos los destellos mágicos del Sabio, Link lanzó de nuevo esa misma estocada circular de la otra vez. Los haces luminosos de Tamrik se partieron en pedazos, cayendo al suelo como si hubiesen sido simples restos de una vajilla rota.

El zora se alejó, aún en el aire. No parecía muy dispuesto a darle una respuesta, por lo que se dispuso a preparar un ataque nuevo.

Link se limitó a seguirle con la mirada.

Link.- ¿Por qué no contestas...? Estoy verdaderamente interesado en...

La frase de Link se interrumpió un momento. La ofensiva fue realmente fuerte aquella vez. Tamrik se abalanzó contra él sumido en una columna de luz, sirviéndose de las aletas de sus antebrazos para atacarle. Link se deslizó un tanto por el hielo aunque, sin que el Sabio se diese cuenta, estaba dejando salir una ínfima parte de supoder, hundiendo ligeramente los pies en el suelo. Cuando ya tuvo controlado el forcejeo, volvió a mirar hacia esos ojos grises.

Link.- Estoy realmente interesado en saber por qué alguien con estas características tomó la decisión de desperdiciar sus poderes —terminó la frase—. Y... otra cosa.... No me gusta que me interrumpan cuando hablo...

Tamrik se percató entonces de que la apariencia del joven había cambiado ligeramente. La mitad de su rostro era como si estuviese perdiendo el color. Lo tomó como un aviso y fue él esta vez quien volvió a romper el forcejeo. Desde lejos, vio a Link mutar en un híbrido entre lo que era y lo que sería de conseguir las Gemas. Sus ojos se volvieron heterocromos y un aura anaranjada le rodeaba muy sutilmente.

No obstante, otra cosa llamó poderosamente la atención. No se había dado cuenta a consecuencia de la furia con la que atacaba. Su primer reflejo fue palpar sus ropas para verificar que era el mismo. Y efectivamente, ya no lo llevaba consigo.

Linkle estaba mostrando una fina daga de plata, adornada con un sinfín de filigranas en su empuñadura. Cuando vio que el Sabio la buscaba en su ropa desesperadamente, el chico soltó una risotada.

Tamrik le miró amenazadoramente.

Tamrik.- No tienes ni idea... No sabes nada... No sabes nada de ellos, ni de mí... Ni de lo que eso representa —dijo, señalando la daga.

Link siguió riéndose.

Link.- Creo que me subestimas... Fue un regalo, ¿no es así...? ¿De quién...?

Tamrik.- Suelta la daga...

Link.- ¿Fue un regalo de los Sabios...? ¿Del Rey tal vez...? ¿Qué ha hecho la Familia Real por ti o los Sabios para que los aprecies tanto...?

Tamrik avanzó un tanto.

Link.- Os exiliaron a todos —sentenció—. Os condenaron a que se olvidaran de vosotros.

Tamrik.- No tienes ni idea de lo que mi raza causó...

Link.- Y... ¿lo apruebas...?

Tamrik tardó unos segundos en responder.

Tamrik.- Es un castigo a pagar por las fechorías...

Link.- Eso no responde a la pregunta —dijo—. ¿No se te ocurre un castigo para ti y para tu raza... menos desproporcionado...?

El Sabio volvió a dudar de su respuesta.

Tamrik.- Cometieron actos atroces... Yo... Intenté calmar las cosas entre ellos y la Familia Real —se justificó—. Mi misión aquí es noble. Yo los controlo, evito que regresen para repetirlo...

Link alzó el mentón y sonrió.

Link.- Con que eso era... —hizo una pausa—. ¿Estás seguro de eso que dices...? ¿Estás seguro... de que es tan noble...?

Esa vez, Tamrik no contestó. Miró a Link fijamente, pidiendo más detalles. El chico estaba metiendo el dedo en la yaga, hasta el fondo y sin miramientos.

Link.- Te aceptaron como Sabio, con esa supuesta misión —comenzó—. Dime... En todo el tiempo que llevas siéndolo, ¿te han dejado regresar a Hyrule? Siquiera... ¿se te ha permitido pisar el Reino Sagrado...?

Tamrik abrió aún más los ojos. Link no podía ver claramente hacia dónde estaba mirando, pero por su actitud, delataba que esa pregunta había desenterrado algunas cosas. Y pudo interpretar sin mucha dificultad, que la respuesta a todas las preguntas era una negativa.

Link.- Aceptaste ser un mártir a cambio de que te perdonasen —continuó—. Me has parecido interesante... porque los dos nos parecemos mucho.

Tamrik seguía sin contestar. Era como si Link... hubiese desenterrado preguntas ocultas en su mente desde hacía tiempo. Preguntas que no había querido hacerse. No hasta ese momento en que alguien las había pronunciado por él en voz alta.

Link.- ¿Qué significa esto —preguntó, mostrándole la daga—, si no te permiten ser uno más con ellos...? Te usan para condenar a tu propia raza aprovechando tu debilidad. Eres demasiado amable. Crees que eres un Sabio... y eres otro exiliado más, pero con un nombre diferente.

Tamrik fue a decir algo, pero no fue capaz. No obstante, Link continuó.

Link.- Son ellos los que te trajeron aquí y son ellos los mismos que no quieren que salgas —siguió—. Ambos estamos en la misma situación. El Reino Sagrado me trajo aquí porque ya no encajo en Hyrule. Amenazamos la paz. Por eso obstaculizáis los palacios, seguro que ahora más que nunca. Se me condenó al olvido en otro tiempo y, ya que no sirvió a la larga... ahora esperan que no pueda salir del Mundo Oscuro, como vosotros.

Una larga pausa siguió a ese último comentario, antes de que Link volviese para finalizarlo.

Link.- Y es... gracioso que piensen que es tan fácil olvidarse para siempre de todos nosotros. Desconocía hasta hace poco que no fuese el único —concluyó.

Tamrik levantó la mirada.

Tamrik.- ¿Es de eso de lo que va todo esto...? —preguntó al fin—. ¿Cuáles son exactamente tus razones ahora para regresar...?

Link sonrió, pero no respondió.

Tamrik.- ¿Por qué quieres vengarte de ellos por algo que hicieron para protegerte...? —dijo irguiéndose un poco más—. Ellos no te exiliaron.

Link.- ¿Por qué se supone que ahora se esfuerzan en retenerme aquí, entonces...?

Tamrik.- La situación no es la misma —se esforzó en justificarlo—. Todo eso que dices... pese a todo, no tienes ni la más remota idea de cómo funciona el Reino Sagrado, ni de las decisiones de los Sabios.

Link.- ¿Qué más pruebas necesitas?

Se hizo un pesado silencio. Link empezó a asentir para sí mismo poco después. Una parte de él se estaba divirtiendo con la conversación. Esperaba que, tras sonsacar el trasfondo del Sabio, lograra hacerle cambiar de bando. No era que le llamase la atención tener a un Sabio de su parte, simplemente le parecía irónico y divertido. Además, al ser uno de esos zora, pensó que era lógico que acabase escogiendo a su raza por encima de todas las cosas. Ni con la injusticia de su exilio, ni haciéndole ver que no le trataban como a los demás lo logró.

La mirada de Tamrik no cambió un solo ápice y Link, por su parte, lo entendió sin mediar palabra. No tenía remedio. Él ya había escogido un bando hacía tiempo, por lo que nada le haría cambiar de idea. Era un traidor para toda su estirpe. Un traidor que seguiría cargando con su papel de mártir, a pesar de que nunca tendría recompensa alguna. Como le había pasado a él. No era su labor tratar de convencerle más de lo que lo había intentado. En el fondo le daba pena ese zora.

El Sabio adoptó de nuevo una postura de ataque, dispuesto a ponerle fin a la conversación. Link también se preparó. Podía haber sido divertido, no obstante, en vista de que no se dejaba convencer, la diversión había tocado a su fin. Link quería el Ópalo. Y lo quería ya.

El Sabio no dudó en comenzar a correr de nuevo en dirección al chico hyliano. Miraba insistentemente la daga que Link le había arrebatado sin que se diese cuenta. La quería de vuelta, pero el chico no parecía querer devolvérsela tan fácilmente. Él no entendía lo que representaba y, por culpa de esa conversación, Tamrik había dejado de tenerlo tan claro. Link había formulado sus pensamientos en voz alta, aunque el zora no quisiera reconocerlo. Todos eran exiliados, incluido él. Y todos los Sabios, excepto él, habían pisado el Reino Sagrado en algún momento.

Desde que él fue destinado allí... No había vuelto a poner un pie en Hyrule.

Esa conversación había desmoronado los cimientos de lo que el Sabio del Hielo pensaba. Y todo, por escuchar lo que él mismo, muy en el fondo, pensaba. Tenía miedo de no ser en realidad tan bueno como creía que era. Tenía pánico de ser otra bestia, como todos los miembros de su clan. Se había esforzado en diferenciarse de ellos, en demostrar que no todos tenían por qué ser iguales... Y ahora, tras tantos años, no se sentía tan distinto a ellos. No se sentía tan distinto de Link, muy en el fondo.

No podía soportarlo. Todo ese esfuerzo, realmente, tenía que servir de algo. Estaba allí, con una misión... que ahora, a las puertas de su derrota, no entendía su finalidad. Casi toda una vida esperando cumplir su propósito como Sabio, sin saber exactamente cuál era. Tamrik se sintió vacío, más vacío que nunca.

Sus ataques cuerpo a cuerpo se sentían más torpes que antes, a consecuencia de que no dejaba de darle vueltas a todo. Link lo notó. Lo que le había dicho, había puesto el mundo del Sabio patas arriba. Era de esperar. Quizá, de todos los Sabios, era el único con el que podía llegar a empatizar un tanto. Le daba pena que fuese incapaz de decidir. Casi podían verse, desde cada una de sus extremidades escamosas, los finos hilos de titiritero de la Familia Real. Tal y como le pasó a él, hasta el retroceso tamporal.

El Sabio pertenecía a una raza superior. Eran mejor y más fuertes. Posiblemente, depredadores de la raza zora hyliana. No era un delito ser mejor, pensó Link. Era simple selección natural. Pero eso, a la Familia Real, no le importaba. Y era como si el Sabio tratara de rechazar sus lazos de sangre, en pos de ser bien visto, como si quisiera volver al lugar del que fue expulsado.

Ahora entendía cuál era el secreto de la paz tan longeva de Hyrule. Los fuertes, todo aquello que pudiese suponer una migaja de peligro, era mandado al exilio lo antes posible. De modo que, en Hyrule, acababa subsistiendo lo débil, lo incapaz de defenderse.

Tamrik parecía comprenderlo muy en el fondo de su alma, pero se negaba a dar su brazo a torcer. Link pensó que querría seguir honrando a la Familia Real, pese a saber que, como Sabio, todavía seguía recibiendo un trato distinto. Aunque lo cierto era que el Sabio estaba perdido, actuando casi mecánicamente. Por lo que Link, cansado de ofensivas cuerpo a cuerpo y mágicas sin sentido, decidió ponerle fin a su sufrimiento.

Tamrik se alzó varios metros en el aire antes de lanzar otra ofensiva con las aletas de sus antebrazos. Cargó poder mágico y descendió a por el chico hyliano con ímpetu. Éste se colocó la daga en el cinturón y, solo con la espada oxidada, se dispuso a hacer un movimiento.

La ofensiva de Tamrik era muy arriesgada aún sin conocer realmente el alcance de los poderes de Link. El chico le dirigió una mirada con el rostro dividido en dos mitades.

Y cuando estuvo lo suficientemente cerca, Link alzó su escudo de color ámbar frente al Sabio. Al principio fue una aleta, después fue todo el brazo. Tan pronto como éste atravesó el escudo de Link, se fue desintegrando como si estuviese hecho de ceniza.

Los grises ojos del zora se abrieron de par en par y, antes de que el escudo lograse tocar todo su cuerpo, Link lanzó una estocada en diagonal contra él. El Sabio trastabilló y cayó de espaldas al suelo, sin un brazo y con un corte profundo en la pierna izquierda. Desde el suelo, retrocedió un tanto, encogido de dolor por culpa de ambas heridas. Se apretaba fuertemente la zona donde antes tenía otro brazo. No obstante, no sangraba. Era como si el escudo de Link, además de desintegrar todo lo que penetrase en él, cauterizara las heridas.

Cuando Tamrik se miró la herida de la pierna, sintió como si se mareara. Sus poderes mágicos se fueron desvaneciendo poco a poco. Esa herida se estaba tiñendo de color negro y endureciéndose como la roca. Progresivamente, esa textura se extendía más allá de la herida. Tamrik había perdido. Había perdido de forma patética, pensó él. No le había herido de muerte, no había sacado a relucir prácticamente nada de su poder. Tamrik sabía que lo tenía, pero no había hecho gran alarde de él. No en aquel combate.

El Sabio se retorció un tanto, con punzadas de dolor por su brazo perdido. Link deshizo el escudo y caminó en su dirección hasta quedarse a una distancia prudencial. El zora tardó un poco en devolverle la mirada. En poco tiempo, la pierna herida se había convertido prácticamente en piedra.

Tamrik.- ¿Por qué...? —le preguntó, sujetándose el brazo perdido.

Link alzó el mentón y enarcó una ceja.

Tamrik.- ¿Por qué me demuestras compasión...? —dijo levantando la mirada, frunciendo el ceño—. ¿Por qué no me has mostrado todo tu alcance...? ¿No soy suficientemente digno de luchar contra ti...?

Link sonrió muy sutilmente. Vio en esos segundos que tardó en hablar, cómo el sello continuaba extendiéndose por el cuerpo escamoso del zora.

Link.- Esto no consistía en que fueses digno o no lo fueses —se explicó—. Tengo que sellaros para seguir mi rumbo. Necesito las Gemas del Mal. Y para eso, tengo que luchar con vosotros.

Tamrik.- Tengo la sensación de que, con Axiom, no fue igual —inquirió—. Soy un Sabio también. Merezco una caída digna.

Link se pensó un poco lo que iba a responderle.

Link.- Continúas diciendo que eres un Sabio... Digamos entonces, que lo eres. Y a mi juicio, es cierto que eres el que más ha captado mi interés de todos. Aunque aún, no he tenido la oportunidad de conocer al tercero que vive en esta dimensión. Si es como el otro al que ya he vencido, no creo que te iguale.

Tamrik se le quedó mirando, casi con más de medio cuerpo ya inmovilizado por la piedra negra.

Link.- Dices que si no eres lo suficientemente digno —prosiguió—. Efectivamente, sí lo eres. Obviamente eres digno. Tanto, que es una lástima no haberte hecho cambiar de idea.

Tamrik endureció el gesto. Link sonrió. Tenía esa misma expresión que los zora del exterior. Era uno de ellos, uno más, con otra bestia voraz en su interior. Un animal que pedía a gritos que le dejaran salir.

Link.- Eres de los míos ahora... de este bando al que ahora formo parte —se explicó—. Y eres consciente de ello. Te guste o no, sabes que es así.

Tamrik duró un poco más en silencio. Silencio aplastante, en el que casi se podía escuchar la piedra negra extendiéndose por su cuerpo.

Tamrik.- Jamás... —comenzó—. Jamás seré de tu bando... Jamás entenderé tus motivos, ni tu pesar, ni tus propósitos.

La piedra negra casi había cubierto completamente el cuerpo de Tamrik. Link se agachó frente a él. Eran como palabras vacías. Link sabía que mentía. Solo quería hablar como los Sabios.

Link.- No... —le dijo en un tono más bajo—. Ya lo haces.

La piedra negra fue escalando por su cuello, dejando inmóvil ya todo su cuerpo. Tamrik, desde ahí, no volvió a hablar.

Link.- No has caído. Sólo vas a dormir... durante mucho tiempo.

Link observó cómo el Sabio se le quedó mirando fijamente, con esos ojos grises que hablaban por él. Ojos que contaban que no quería estar allí, que realmente era como todos los zora albinos, pero quería desmarcarse de ellos. Por alguna razón que el chico hyliano no alcanzaba a comprender.

Tamrik quedó finalmente convertido en una estatua de piedra inerte y Link volvió a incorporarse. No fue hacia el fondo del Palacio enseguida, sino que le contempló un poco más.

Se llevó la mano al cinturón, donde había dejado la daga aferrada.

Link.- Yo mismo trataré de averiguar qué representa esta daga.

La lágrima se encontraba muy cerca de Mascot, más cerca de lo que le había parecido en un principio. No obstante, el camino hasta ella se le estaba haciendo de pesadilla, como si estuviese en uno de esos sueños en los que cada vez corría más lento. Los Guardianes le seguían tan de cerca que casi podía sentir el frío acero de sus armas a su espalda. Mascot se esforzaba por correr cada vez más deprisa, notando cómo las zancadas de los Guardianes se estiraban más y más, acercándose peligrosamente.

Desesperado y a una cierta distancia, se lanzó de bruces sobre la lágrima para intentar alcanzarla antes. Quería terminar con la tortura de la persecución cuanto antes. Lo que le impulsaba a actuar sin pensárselo demasiado.

Los ojos de Mascot estaban fijos en la lágrima y no se concentraron en nada más que no fuera alcanzarla lo antes posible. Ni siquiera se fijaron en el tercer Guardián que acababa de entrar en escena, que le había visto desde un poco más allá, oculto tras unos matorrales. Era un Guardián un tanto diferente. A diferencia de los otros, el nuevo que acababa de entrar a escena podía flotar. No se percató de que una especie de ente volador se dirigía hacia él, afilando sus dos sables entre sí.

Mascot por un instante se había permitido hacerse ilusiones, mucho antes de tiempo de lo que debería. Lograría la lágrima, la tenía muy cerca. Todo volvería a ese color azul apacible y la atmósfera retornaría a la normalidad.

Su mano ya estaba empezando a bañarse con la luz verde de la lágrima, cuando sintió esa presencia en la que no había reparado hasta ser demasiado tarde. Su mano no logró alcanzar la lágrima que permitiría que todo volviese a ser normal.

Le dio tiempo escaso a volver la cabeza un momento para ver al ente volador alzar uno de sus sables, para asestarle un golpe fatal que no dolió.

Pero que hizo que todo se volviese negro y silencioso.

No sabía decir por qué, pero llevaba días con malos presentimientos. Desde que había llegado el chico de blanco al bosque, en verdad. O incluso un poco antes. No sabía decirlo con exactitud. La cuestión era que era un presentimiento muy malo, como un augurio de algo inminente y, al mismo tiempo, inevitable.

El Gran Árbol Deku sentía una profunda inquietud que llegaba hasta sus raíces. En todo el bosque, él era el único que era capaz de ver más allá de sus límites. No demasiado, pero una parte de Hyrule sí que podía verla, en la distancia. Siempre se había sentido resguardado allí, en esa lejanía, dentro del Bosque Kokiri. Y era una seguridad también para los kokiri, a los cuales sentía tener a buen recaudo dentro de los límites.

No obstante, algo estaba cambiando en Hyrule a marchas forzadas. El ambiente, según el árbol, era mucho más pesado. Era como si un velo invisible cargado de tristeza hubiese caído silenciosamente sobre todo el reino. El árbol no sabía explicarlo con palabras. Y era algo que le resultaba obvio, aunque ninguno de los kokiri parecía sentirlo, lo cual era lógico. Por el momento, era mejor que permanecieran ajenos a todo con esa mentalidad infantil.

Aunque, a decir verdad, había dos kokiri que no estaban tan ajenos como al Gran Árbol le hubiese gustado.

Desde que el chico de blanco acudió al bosque y les contó todas esas cosas acerca de Link, Mido no había vuelto a ser el mismo. Se había encerrado en su pequeña casa árbol, a la entrada del bosque, y prácticamente no salía de ella. Varios niños habían hecho el intento de ir a visitarle con buenas intenciones, lo que no era ni bien ni mal recibido por su líder.

Los que se habían atrevido a visitarle, habían corrido la voz de que Mido siempre estaba sentado en su cama o en algún saliente de madera dentro de su casa.

Algunos simplemente fisgoneaban y miraban por detrás de la cortina de la entrada. Y quienes lo hacían, contaban lo mismo. A penas comía, casi no se movía. Y podía durar horas sentado en el mismo sitio.

Ya no custodiaba la entrada a la pradera. Casi no salía de su guarida. Ninguno de ellos sabía qué le pasaba, porque ninguno había escuchado hablar a Mascot, salvo él. Y Mido nunca contó nada de lo que escuchó ese día.

Sin embargo, el Gran Árbol Deku sí sabía lo que le sucedía al líder de los kokiri. Y se martirizó por no haber sabido detenerlo a tiempo. Mido siempre había sido el que más había atormentado a Link durante los años que convivió con el resto de niños. Le atormentaba diciendo la verdad en cierta manera, pero hasta que Link llegase a saberla, era un suplicio para él. Mido se esforzaba en quitarle la venda de los ojos de la peor forma posible, pues trataba de hacer que el mundo de Link se viniese abajo por completo. Link quería que le aceptaran, quería ser también un kokiri como ellos. Quería tener un hada, que le viesen como a un igual.

Lo que Link no sabía era que jamás podría serlo, pues era hyliano. Y eso fue lo que más asustó al Gran Árbol, pues él nunca llegó a decírselo... No al menos en ese tiempo.

El árbol pensó cómo pudo ser ese tiempo del que Link vino. Cómo llegó a ser antes de acabar en ese tiempo, sustituyendo al Link que ellos conocían. Cómo se enteró de todas esas cosas y lo que debió suponer para él. Se culpabilizaba sin parar por no haber sabido gestionarlo. Por haberle echado sin más de allí, exigiéndole entrar en razón, cuando no decía más que la verdad.

En el fondo, el Gran Árbol Deku intuía el por qué de esa atmósfera tan cargada rodeando Hyrule. Pero no quería aceptar que sus sospechas eran bien fundadas. No al menos, hasta ese día, en el que la otra kokiri que estaba más al tanto que nadie de todo, fue a verle. Saria, la que recién despertó como Sabia de nuevo, según parecía.

La niña tampoco salía mucho de su casa árbol. No hablaba demasiado con los kokiri, porque sabía que detectarían que algo malo pasaba y no quería preocuparles antes de tiempo. No obstante, ese día, sintió la necesidad de tener que hablar con el Gran Árbol. No sabía qué sería lo que vendría a continuación y no se sentía capaz de cargar más tiempo con la información que tenía, sola.

No tuvo que solicitar pasar, pues nadie protegía la entrada a la pradera. A paso lento, atravesó la pequeña ruta, dándole vueltas a cómo le diría al árbol todo lo que sabía. Cómo escogería las palabras. Y cuando llegó ante él, se quedó en la zona más alta y se arrodilló. Si el Gran Árbol Deku ya sospechaba que podía tener razón muy en el fondo, la visita de Saria no sirvió para contrariarle.

Saria estaba destrozada. El árbol se sintió conmovido. Ninguno de los dos podía alcanzar a entender por qué había sucedido todo eso. Cómo Link se pudo convertir en eso. Era cierto que se le habían arrebatado cosas. Pero era por su bien, para recuperar su vida.

Para la Sabia del Bosque era especialmente duro. Sintió como si de un día para otro perdiese a ese amigo tan especial que tenía y en el que siempre podía confiar. No era como ellos, no tenía hada... ¿y qué más daba...? Ella siempre le había querido igual. Cuando todo empezó, había querido abrazarle. Decirle que no pasaba nada. Pero no pudo. Le perdió de vista...

Y el día que reapareció del Bosque Perdido... Ni siquiera fue capaz de acercarse a él. No por rabia, no por enfado. Sino por miedo. Ese no era Link.

Ese no podía ser Link. Sus ojos, esos pensamientos retorcidos, esa agresividad... No podía ser Link, su mejor amigo.

Y al mismo tiempo, tristemente, lo era. Había sido y, aun con el paso de los años, seguía siendo muy confuso para ella, más que para nadie.

Tardó bastante en atreverse a hablar con el Gran Árbol, pero él esperó pacientemente. Sabía bien lo duro que debía resultarle. Desde lo sucedido y hasta la llegada de Mascot, no habían vuelto a hablar del tema. Algunos kokiri lo habían mencionado muy de pasada, casi con miedo y sin hablarlo en presencia de esos dos niños más afectados. Ninguno comprendía nada.

Cuando Saria comenzó a hablar, las dudas no se despejaron un ápice. Las sospechas del Gran Árbol no hicieron más que confirmarse una a una, pero de una forma mucho peor de la que se había podido imaginar. Poco a poco, con dificultad, Saria le fue contando todo lo que Rauru les había comunicado por la red telepática, pidiendo que por ahora, solo lo supiera él.

Le contó que Link seguía en el Mundo Oscuro, pero Rauru ya no podía seguirle con sus visiones. Eso significaba que Link estaba permitiendo que el mal corriese por sus venas a su antojo y además, estaba disfrutando con ello.

Le contó que había formado una alianza con los seres de esa dimensión. Que planeaba hacerse con la espada antagónica de la Espada Maestra. Que había ido a por los Sabios del Mundo Oscuro y que había derrotado ya a uno de ellos... y estaba a punto de vencer al segundo. Que ya poseía una Gema del Mal. Que los Sabios, con el poder que ahora albergaba en su interior, no eran rivales para él, ni uniendo fuerzas.

Que planeaba convertirse en Or-Volka, amo y señor de todas las criaturas del Mundo Oscuro.

Y que la única esperanza que tenían era ese chico de blanco que se había ido al Templo del Bosque hacía ya varios días.

El Gran Árbol Deku se quedó tan conmocionado que le fue imposible hablar durante un rato. ¿Cómo había podido empeorar la situación en tan poco tiempo? ¿Qué había llevado a Link a unirse a saber qué seres vivían en esa suerte de infierno...? ¿Cómo Link había podido acabar en ese sitio infesto, qué moraba ahora en su corazón...?

¿Cómo tenía ahora la sangre fría de derrotar a los Sabios... los mismos que se supone que una vez, en otro tiempo, le ayudaron...?

El Gran Árbol Deku no tenía respuesta para nada, ni Saria. Ni ninguno de los Sabios. Nadie salvo el propio Link podía responder a todo. De golpe, se había transformado en un ser de malignidad tan grande a la que no se le percibían límites. Lo que vieron en el Bosque Kokiri los niños ese día... no era nada en comparación.

Cuando el árbol pensó eso, se estremeció. Se dio cuenta de algo. De tres Sabios que había en el Mundo Oscuro, se sabía de uno que ya había caído y de otro que estaba a punto de hacerlo. Había una remota posibilidad de que, mientras hablaban, ya lo hubiese hecho.

Si los Sabios no eran rivales para él, eso quería decir que...

Link no contaría con impedimentos. Lograría su propósito y...

Saria casi pareció leer el pensamiento del árbol. Se le quedó mirando, con esos ojos pesarosos que ahora tenía. Y con una sola frase, la Sabia del Bosque puso patas arriba todo lo que él pensaba, confirmando su inquietud y sospechas.

Confirmando incluso, los terrores de Mido.

Saria.- Nada le impedirá avanzar —sentenció—. Link... o lo que sea él ahora... regresará a Hyrule.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top