𝗖𝗵𝗮𝗽𝘁𝗲𝗿 𝟭𝟲. Invisible.

🔞TRIGGER WARNING (+18)🔞

Este capítulo contiene escenas de violencia explícita. Lee bajo tu propia responsabilidad.

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Llevaba un buen rato deambulando por los pasillos del templo, desde que había logrado encontrar el poe azul. El Templo del Bosque tenía una estructura laberíntica, a pesar de que parecía tener cada estancia y cada pasillo muy bien diferenciado. Pasó por varios corredores muy parecidos entre sí. Pasó por salas enormes y salas muy pequeñas. Pasó por habitaciones que parecían estar del revés y por pasillos que se torcían. Pero en ningún lado lograba encontrar ningún poe más. No alcanzaba a entender que, aún quedándole tres más por encontrar, fuese incapaz de ver ninguno.

Iba buscando más cuadros negros. Ya sabía al menos de algo a lo que tendría que prestar especial atención. El problema estaba en que no había vuelto a ver ningún cuadro como ese. Por ninguno de los pasillos o salas por los que pasaba. Estaba por jurar incluso que había pasado más de una vez por el mismo sitio. Ese templo se estaba empezando a volver desesperante.

Un largo corredor le hizo regresar al punto de partida, la sala principal. Al menos, llegar allí le hizo tener una pequeña recompensa. Volver al inicio le hizo comprobar que, efectivamente, el fuego del poe que había derrotado estaba llameando sobre una de las antorchas. Si tan solo pudiese encontrar otro pronto... No podía ser tan complicado, y menos quedando aún tres poe de cuatro que eran. Tenía que ser visible, tenía que haber bastantes más cuadros negros como los de la habitación anterior.

Decidió cambiar de itinerario y accedió a un patio interior a través de otra puerta. Bajó a través de un pozo vacío, subió unas escaleras de mano. Entró por una puerta, salió por otra. Y acabó llegando a la misma sala en la que ya había estado antes. Otra vez las escaleras con los cuadros negros rotos.

Cerró la puerta y se apoyó de espaldas en ella. ¿Qué se suponía que debía hacer...? Había entrado por otro lugar, y había llegado al mismo sitio...

Aunque eso no podía ser posible. No. A la primera zona llegó por otro sitio. En ningún momento le fue necesario tomar ese atajo para llegar. Y a juzgar por el lugar en el que estuvo antes, no debía nestar conectados de ninguna manera.

Mascot reparó entonces en algo. Había abierto la puerta, pero no le había parecido ver ese ligero resplandor azul que emanaba de la antorcha. Podía ser...

Se dio media vuelta inmediatamente al caer en ello. Abrió la puerta y entró en la sala. Efectivamente, no había fuego. Y todavía había algo más. Las escaleras no subían desde el mismo lado. Ahora empezaban en el contrario. Si solo el fuego hubiese sido lo que había cambiado, Mascot habría pensado que éste se había apagado, o algo así. Pero eso no era lo que había pasado.

Había encontrado una sala idéntica a la del primer poe, pero en modo espejo. Y si era exactamente igual, eso significaba...

Mascot se precipitó por la escalera como una exhalación. Cuando subió los escalones necesarios, lo vio. Ahí estaba. Un cuadro negro que estaba intacto. Una oleada de emoción le invadió por dentro. Lo estaba logrando. No se le daba tan mal y empezaba a sentirse mejor consigo mismo, a pesar de la nimiedad que era. Había encontrado el segundo poe.

No obstante, cuando fue a subir las escaleras para comprobar los otros dos cuadros, un poderoso destello de luz apareció en la sala. Mascot se cubrió la cara con las manos hasta que se pasó el fogonazo. De la columna de luz apareció Rauru. Y por su actitud, no venía a contarle buenas nuevas.

Venía agitado, casi pálido. Mascot se quedó quieto en el sitio y esperó a que el Sabio fuese hacia él, lo que no tardó en llegar. El Héroe de la Luz se preguntó qué sería lo que podría haber sucedido para que Rauru se hubiese vuelto a presentar allí. Ahora que estaba empezando a animarse y a no verse tan mal como al principio... No tenía ganas de saber que otra cosa mala estaba ocurriendo o estaba a punto de suceder. Aunque debía saberlo cuanto antes, por otro lado.

Rauru.- Mascot, vamos a necesitar que te apresures todo lo posible —le advirtió—. Debes acudir ya al Palacio de la Tierra...

Rauru se calló un momento al ver dónde estaban. No entendía qué hacía Mascot en medio del Templo del Bosque, si solo tenía que bajar por el ascensor de la sala principal. Aquello le hizo entrar en una vorágine aún más grande de desesperación.

Rauru.- ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Te dije que debías bajar por...?

Mascot.- Lo habría hecho —le cortó—, de no haber sido por los cuatro poe que han robado el fuego de las antorchas.

Rauru chasqueó la lengua en señal de fastidio. Resopló.

Rauru.- Tenía que ser ahora cuando decidiesen hacer de las suyas... Maldita sea...

Rauru se quedó en silencio y Mascot, que ya no pudo con la intriga, fue directo y sin rodeos, temiéndose lo que había venido a contarle.

Mascot.- Algo ha ocurrido con Link, ¿no es así?

El Sabio de la Luz se quedó sorprendido con esa pregunta tan directa y con el semblante serio de Mascot. Ya imaginaba que el chico estaba esperando más malas noticias en cualquier momento, lo que no mejoraría su humor. El anciano tardó un poco en contestar y Mascot no dejaba de mirarle fijamente, en señal de que no quería que le ocultase nada.

Finalmente, Rauru acabó por asentir.

Rauru.- Ha formado una alianza con los seres del Mundo Oscuro —sentenció—. Link se dispone a conseguir las Tres Gemas del Mal. Con ellas, conseguirá abrir el portal de la Espada Maestra Oscura, la contraparte de la espada que tú llevas a la espalda.

Mascot abrió los ojos de par en par y balbuceó un tanto. Desvió la mirada con una expresión vacía hacia un lado. A Rauru le conmovió el gesto. El chico no quería demostrar que las malas noticias le afectaban con emociones normales. Y él sabía mejor que nadie, que esas miradas vacías sustituían a las lágrimas o la desesperación. No se quería imaginar qué tendría que estar pasando por la mente del chico en ese momento. No obstante, él habló, sin mirarle. No pensaba que intervendría tan deprisa.

Mascot.- ¿Qué pasará si lo logra...?

Rauru dudó un momento. Esa mirada desangelada en el rostro juvenil del Héroe de la Luz le perturbaba profundamente. Pero tenía que saberlo, por lo que fue breve y conciso.

Rauru.- Obtendrá lo que le falta para emplear todo el potencial de la Trifuerza Oscura. Y además... se convertirá en Or-Volka. Amo y señor del Mundo Oscuro y de todas sus criaturas.

Mascot no dijo absolutamente nada y en la sala se hizo un silencio absoluto. La atmósfera se volvió incómoda hasta límites insospechados. El chico del pelo verde no movió la mirada un ápice de donde la había clavado. A pesar de mirar hacia abajo, no miraba hacia ningún lado. Rauru no supo durante un momento si continuar con la información de la que disponía, aun sabiendo que debía de contarle todo, como ya había hecho con los demás Sabios.

Rauru.- Mascot... he... he venido además a decirte... —tragó saliva. Se le estaba haciendo un nudo en la garganta—. Debes apresurarte para conseguir la Trifuerza, ya lo sabes. Pero... no para ir al Mundo Oscuro.

Eso sí hizo al chico reaccionar y volverse para mirarle, muy despacio. Rauru lo interpretó como una señal para continuar con la explicación.

Rauru.- No... no te dará tiempo —prosiguió—. Link... ya ha conseguido la primera Gema. Mis visiones además, ya no funcionan y no puedo seguir sus pasos. Ya ha anulado a Axiom, uno de los Sabios. Solo un poder equivalente puede hacerle frente, es decir, la Trifuerza Sagrada. Los Sabios... no somos rivales para él. Me temo que... no te dará tiempo a conseguir los tres fragmentos de la Trifuerza antes de que caigan los dos Sabios que quedan. No es suficiente tiempo. Link va muy deprisa y el tiempo en esa dimensión funciona diferente al de Hyrule. Un solo día aquí, son unos tres allí. Link siempre avanzará... más que nosotros mientras siga allí.

Mascot siguió sin decir nada.

Rauru.- Debes seguir con tu búsqueda y... enfrentarte a Link cuando regrese a Hyrule... como Or-Volka. No tenemos otra salida.

El rostro de Mascot continuó inexpresivo al punto de parecer un maniquí. La palidez no pudo disimularla. Se sentía débil. Las rodillas le temblaban por debajo del sayo blanco y la Espada Maestra pesaba a su espalda más que nunca. Se sentía como un niño pequeño, vulnerable e indefenso. Link iba a regresar a Hyrule y ya no había modo alguno de impedirlo. Hyrule otra vez corría peligro, pero ahora era mucho peor que cuando Ganondorf amenazaba con asolarlo. Si Link se volvía líder de quién sabía lo que había en esa dimensión, no solo Link vendría.

El pronóstico era el de una guerra inminente. Más grande y mucho peor que la de aquella vez.

Mascot se quedó tan impactado que no pudo disimularlo esa vez. Rauru fue consciente de lo mucho que le estaba costando asimilar todo. Se veía diminuto en comparación con el poder que ahora Link tenía. Link siempre fue mejor que él. Por eso quería parecerse. Ser como el Héroe del Tiempo. Ser así de digno de la Espada Maestra, con ese temple, esa planta, ese tremendo valor que le caracterizaba. Seguía admirando a Link en lo más hondo de su corazón y, no era solo el negro pronóstico que se cernía sobre Hyrule. Era el hecho de tener que enfrentarse a su Dios en la tierra. ¿Cómo iba a ser capaz de retar a quien él más admiraba...? ¿Cómo iba a mirar a Link y ver en sus ojos... que él sabía que en esos siete años en los que Hyrule dependió de sus acciones no fue capaz de nada...?

El Héroe de la Luz no podía asimilar nada más. De pronto los poe no importaban. Era demasiado. Demasiadas cosas dependían de él y no podía dejar de avanzar. Aunque su cuerpo lo pedía a gritos.

No fue consciente de lo que sucedía a su alrededor y comenzó a experimentar despersonalización, como si lo estuviese viendo todo en tercera persona. No era como Link. No era tan fuerte como Link. No se parecía a Link. No era tan bueno como él. No era...

Rauru le cogió por los hombros, temiendo que se cayera desplomado. No pensó que la noticia fuese a sentarle tan mal. Aunque en el fondo, creyó que era de esperar. Él era el baluarte fundamental de toda esa historia, la primera línea de batalla. Él era quien más peso cargaba sobre sus hombros.

El Sabio le zarandeó un tanto, tratando de que despertara y se espabilara. No obstante, le costó conseguir una leve reacción.

Rauru.- Mascot, escucha —comenzó desesperadamente—. Ya te dije que esta vez será distinta. Nos tienes a nosotros, los Sabios. Tienes la Espada Maestra y estás por conseguir la Trifuerza. Todo será diferente y tu fuerza le igualará con creces.

«Le igualará con creces...» Pensó. ¿Eso iba a ser suficiente...?

Rauru.- Chico... yo te ayudaré. Los poe se han llevado las llamas, ¿verdad? —continuó, zarandeándole—. Bien, tú sigue por aquí, yo encontraré al siguiente poe. Aceleraremos esto lo máximo que podamos. Tampoco yo contaba con este contratiempo.

Rauru, costosamente, abandonó la estancia y dejó solo a Mascot, quien se quedó quieto por un par de minutos. Se sentía patético. Hasta un Sabio tenía que ayudarle a encontrar a esos malditos fantasmas.

Era como un niño, no se merecía esa espada que llevaba consigo. Le quedaba demasiado grande... todo le quedaba demasiado grande.

Axiom dudó poco una vez el semblante de Link cambió. No tenía aún idea de cuál sería su primera ofensiva, pero no estaba dispuesto a averiguarlo de brazos cruzados.

Esa vez, Link sí movió la espada de lugar. Con el rostro dividido en dos mitades y un aura extraña rodeándole, se colocó en posición de ataque para recibir al Sabio de la Oscuridad. Su adversario se dirigió a él corriendo, dejando tras de sí una estela sonora de pasos por todo el templo. Los ojos heterocromos del chico hyliano no dejaban de vigilar cada uno de sus movimientos.

La estocada llegó rápida y sin ningún miedo, pero Link la detuvo con su espada sin ninguna complicación. Axiom, forcejeando con sus dos espadas, vio por encima de la de Link esa sonrisa ladina que tanto estaba empezando a molestarle.

El forcejeó no duró demasiado y Axiom retrocedió un par de pasos. Pensaba hacerlo de forma gradual. No obstante, cuando vio esa cara de satisfacción en el chico, su estrategia cambió.

El Sabio dejó que su poder fluyera a lo largo y ancho de su cuerpo con libertad. Una neblina azul oscuro comenzó a cubrir parte de su figura, haciéndole levitar poco a poco. Link dejó escapar una risotada, dándose cuenta de que el Sabio planeaba sacar su as bajo la manga tan pronto. Pensó que era inútil, sacara lo que sacara a relucir y volvió a colocar la espada en posición.

Axiom, a la par que levitaba, envainó una de sus espadas. La otra la mantuvo y bañó su hoja con la neblina azul que le cubría a él mismo.

Y lo siguiente que Link vio fue a su adversario lanzarse sobre él, volando en círculos, lanzando todo tipo de ofensivas con su poder mágico.

El templo se llenó de destellos azules que volaban de aquí a allá. Link lograba bloquear la mayoría de ellos con esa espada oxidada que llevaba y, los pocos que no bloqueaba los esquivaba, provocando que parte de suelo se rompiera con el impacto. Uno tras otro, los ataques no llegaban a su destino. Ni con el factor de la rapidez ninguno surtía efecto.

Axiom se alzó un par de metros más en el aire a la par que lanzó contra Link un nuevo haz de luz azul, pero éste de nuevo lo bloqueó, exhibiendo un elegante movimiento con la espada. Link se giró para mirarle mientras estaba en el aire. Sus ojos parecían preguntarle cuánto tardaría en cansarse. Y el Sabio respondió a la pregunta negándose a detenerse por mucho tiempo.

Más arriba en el aire, Axiom ya estaba preparando un ataque distinto. La neblina azul de sus antebrazos se volvió más cercana al celeste. La única espada que ahora llevaba se bañó completamente con ese nuevo color.

Y como una estrella fugaz, descendió de nuevo hasta Link.

Destellos celestes de nuevo llenaron la sala del templo. Esta vez, el Sabio atacaba en cuerpo a cuerpo. Cada estocada iba cargada de poder mágico y una fuerza sobrenatural. Link veía la espada del Sabio venir de todas partes haciendo dibujos en el aire como un látigo. Y sin embargo, era capaz de esquivar todos y cada uno de sus movimientos igual que antes, a pesar de la diferencia que había con todo lo anterior.

El Sabio se negaba a parar. Atacaba ya a esas alturas casi con rabia, indignado al ver que ninguna de sus estrategias servía de nada. Y lo peor de todo, Link seguía esquivando, a pesar de haberle dicho que quería una pelea "igualada".

El combate casi parecía una danza. Axiom estaba haciendo gala de sus mejores movimientos y de las mejores ofensivas que tenía. Las estocadas iban cargadas de poder, que salía despedido con cada movimiento que realizaba. Y nada servía. Absolutamente nada.

Axiom arremetió con una embestida, despidiendo más poder mágico. Aquella vez, fue Link quien retrocedió. El Sabio, mientras Link saltaba hacia atrás, aprovechó rápidamente la oportunidad.

Cargó su arma con poder mágico y desde lejos, cortó el aire en su dirección.

Tres haces de luz de aspecto afilado volaron como águilas hacia Link. Él las vio a lo lejos, con la intención de rasguñar esa piel que hasta el momento no había tocado el filo de las espadas del Sabio.

Y no lo harían, pensó Link.

El chico se posó en el suelo hábilmente, en cuclillas. Sentía como si cualquier cosa que quisiera pudiese materializarla. Como si cualquier cosa que quisiera romper, destruir... pudiese hacerlo.

Se puso en pie y recibió los cortes voladores que se dirigían hacia él con una sonrisa en la cara. Axiom, desde lejos, dudó mucho que se dejara golpear por ellos. Aunque una pequeña parte de él quería tener un apice de esperanzas.

Sin embargo, esa vez no evitó su poder como todas las ateriores. No bloqueó o esquivó simplemente.

Girando sobre si mismo, Link dio una estocada circular. Un elegante y veloz movimiento... que partió en pedazos los haces de luz que iban hacia él. El Sabio los vio desintegrarse en el aire, como si fueran tres piezas del cristal más fino y delicado del mundo. Esa no era la conducta normal de los poderes que él poseía. Eso no funcionaba así... su poder no podía simplemente romperse... Era similar a la luz al fin y al cabo.

Link se quedó dentro de la amalgama de cristales que antes habían sido el ataque del Sabio. Axiom no supo qué esperar. Se sentía cómo su oponente supiera lo que hacía y estuviera aprendiendo instintivamente ausar su poder al mismo tiempo. Era algo que no sabía explicar con palabras. Link nunca había experimentado lo que ahora tenía y sin encambio... era como si supiera a la perfección todo su alcance. Como si la Trifuerza Oscura fuese un animalillo que obedecía todos sus designios por imposibles que fueran.

Link hizo girar los cristales de luz a su alrededor y, con un movimientode manos similar al de un invocador, los rompió aún más en pedazos. Pedacitos pequeños, casi invisibles a la vista en esa penumbra. Pedacitos... que volaron hacia Axiom a gran velocidad.

El Sabio retrocedió y comenzó a esquivarlos, pero no logró hacerlo con todos. Una nube se cernió sobre él, clavándose en su cuerpo aquí y allá con incómodas punzadas.

Axiom hincó una rodilla en el suelo y, antes de que pudiera recomponerse, Link hizo un movimiento con la mano y varios dedos. Muy cerca de él brotaron varias enredaderas negras recubiertas con enormes espinas afiladas. Como serpientes pensantes se dirigieron hacia Axiom, desintegrando parte del suelo que tocaban a su paso. El Sabio logró levantarse a tiempo para interponer una espada entre esas enredaderas y él, a la par que desenvainaba de nuevo la otra.

Las enredaderas parecían seguir los movimientos del Sabio y ningún espadazo lograba alcanzarlas. Link, más allá, aún entendiéndolas poco a poco, las movía con sus brazos como un titiritero, haciendo que se precipitaran sobre Axiom.

Las alzó en el aire, las dejó caer. Las lanzó contra él. No logró acertar con ellas, el Sabio se movía muy deprisa. Con cada golpe que las enredaderas daban en el suelo, éste parecía volverse incandescente. Salía humo de las grietas que creaban y la piedra parecía derretirse.

Axiom no sabía qué le pasaría si una de ellas lograba acertar. Si era capaz de desintegrar la piedra... un ser vivo no podría correr mejor suerte. Y a ese ritmo no tardaría en averiguarlo.

Siguió batiéndose con las enredaderas, hasta que logró reunir suficiente poder para poder levitar de nuevo. Tenía que ser rápido y cortar ese ataque cuanto antes. En el aire, las enredaderas continuaban siguiéndole, y daba la impresión de que no importaría a cuanta altura se elevase. No tenían fin. Sobre la marcha, su poder de nuevo se volvió de color más celeste y, esta vez con dos espadas, se lanzó sobre Link a gran velocidad.

Las enredaderas se movieron a su espalda y fueron tras él, capaces de seguir sus movimientos. Axiom vio a Link manipularlas a medida que se acercaba. Tenía que lograr sorprenderle para que eso terminara y, ahora que Link estaba ocupado, era el mejor momento.

O eso era lo que creía él.

Porque a pesar de estar manipulando las enredaderas, Link fue capaz de crear un escudo de color anaranjado a su alrededor. Una escafandra dura, contra la que impactaron las dos espadas del Sabio. Sorprendido a la par que frustrado, nada más falló el ataque contra el escudo inesperado de Link, tuvo que esquivar de nuevo las enredaderas.

El chico era capaz de controlar dos cosas a la vez, al menos que hubiera visto. Y aún estaba empezando a utilizar sus poderes. Era una locura, se dijo Axiom.

Esquivó los ataques de las enredaderas como pudo, a la par que vio que el escudo que había levantado a su alrededor no se desvanecía. Axiom ni siquiera se dio tiempo para pensárselo se lanzó de nuevo contra él, cargando una nueva estocada con ataque mágico.

El combate se tornó caótico por momentos. Link seguía manipulando las enredaderas, que, a la par que Axiom, no dejaban de atacar. El Sabio seguía moviéndose deprisa, pero ya notaba cómo empezaba a desinflarse muy poco a poco.

Link sonrió, pensando en que ya había visto suficiente. Porque ya resultaba obvio que la diversión había llegado a su fin. El Sabio no tendría mucho más que ofrecer a esas alturas. Y creyó que podría estar bien darle una pequeña alegría.

Axiom seguía golpeando el escudo de Link a pesar de que sabía que sería inútil. No lograría abrirlo tan fácilmente, pero algo debía intentar. No podía lochar contra esas extrañas enredaderas que derretían el suelo. No podía llegar hasta él.

Con furia golpeó el escudo con toda la fuerza y poder del que disponía. Sabía que no iba a servir de nada y empezó a plantearse qué sentido podía tener el luchar tan absurdamente.

Sin embargo, después de esa estocada fatal, sucedió algo inesperado. Axiom vio cómo el escudo se hizo aún más translúcido. Era como si hubiese perdido parte de su fuerza y el Sabio pensó que debía ser una consecuencia de llevar dos ataques al mismo tiempo...

Aunque una parte de él le decía que no era así. Llevaba el poder de tres dioses, aunque no tuviera aún la Espada Maestra Oscura para liberar todo su potencial.

No sabía bien si eso podría llegar a pasarle.

Por si acaso, cargó de nuevo contra Link y su escudo, pero situando la hoja de una de sus espadas por delante. Esquivó varias veces más las enredaderas y cuando al fin llegó junto a su oponente, la primera espada logró penetrar dentro del escudo... para no salir.

Axiom se detuvo en seco.

La hoja de la espada se desintegró dentro del escudo y se desvaneció hecha cenizas. Link se volvió hacia él muy despacio y mirándole de reojo, con una sonrisa maliciosa. Estaba fatigado, lo veía en su mirada y en sus movimientos. Había perdido velocidad, no pensaba con claridad, atacaba con rabia y con cansancio. Y había bajado la guardia.

Las enredaderas estaban a su espalda, acorralándole contra el escudo. Axiom soltó la espada que ya no tenía filo y trató de defenderse de ellas sin moverse del sitio. No podía avanzar con ellas ni tampoco retroceder. Si hacía esto último entraría en el escudo de Link y correría la misma suerte que su arma. Y tampoco sabía cuánto tiempo más podría durar así.

Siguió peleando con las plantas negras, hasta que una de ellas al fin se enredó en su espada. Axiom no podía desaparecer más, por lo que usaría la planta. Era extraño que se hubiese enroscado sin más en la espada, pero no lo cuestionó, ni siquiera se lo planteó. La suposición de Link era cierta. Estaba cansado y no pensaba las cosas con claridad.

Creyendo que era fruto de su habilidad, se dejó llevar por los movimientos ondulatorios de las enredaderas, aferrándose a su espada. La planta se movió hacia atrás y sacó al Sabio de donde estaba acorralado. La planta soltó su única espada y el sheikah cayó al suelo. Creyendo que lo había logrado, quiso levantarse.

Pero lo que se encontró al incorporarse fulminó totalmente la alegríade haber escapado de allí.

No sabía cómo, Link había invocado otra enredadera por detrás de las que ya le perseguían desde hacía rato. Y por no pensar, se dejó llevar por la que había agarrado su espada y le había lanzado ahí... para que la tercera se hiciera con él.

Axiom trató de escapar, pero fue tan repentino que ya no le fue posible. El Sabio retrocedió un tanto en el suelo antes de que la tercera enredadera lograse envolver uno de sus brazos, clavando dolorosamente sus espinas en la carne. Axiom se retorció, notó una intensa sensación de calor y sintió como si su brazo se fuese a disolver de un momento a otro. Tiró un tanto de la enredadera, haciendo que el dolor fuese aún mayor. No obstante, la cosa estaba a punto de empeorar.

Las otras dos enredaderas estaban esperando, como dos serpientes hambrientas. Y una de ellas se enroscó en su otro brazo, haciéndole quedar crucificado de rodillas.

El Sabio reprimió un grito de dolor mientras las espinas penetraban en su cuerpo como aguijones venenosos. Link, más allá, disolvió su escudo al fin, atravesándolo tan fácilmente como una cortina de seda.

Fue caminando hacia él, despacio y con calma. Aún con el rostro dividido en dos, Link le obligó a levantar la cabeza. El Sabio le devolvió esa mirada derrotada que él estaba buscando. El chico hyliano solo sonrió, de la forma más fría y sádica que el sheikah había visto jamás... antes de atravesarle de parte a parte con su espada oxidada.

Era una sensación maravillosa...

Era espectacular...

Le hacía sentirse tan bien...

Ese poder que le obedecía en todo. Ese poder que se amoldaba tan bien a su nueva forma de ser. Era simlemente magnífico. Como algo que no podía salir mal. Como si hubiese nacido con él y supiese en todo momento lo que tenía que hacer.

Link sintió un clímax de satisfacción cuando su espada atravesó el cuerpo del postrado sheikah. Ese maldito protector de la Familia Real, y uno de los Sabios. Qué bien se sentía anular a uno de ellos...

Apretó los dientes y exhibió una sonrisa desquiciada. A la par, una neblina negra corrió por la hoja de su espada, internándose en el cuerpo del Sabio.

Abruptamente, Link se deshizo de las enredaderas. El Sabio se quedó con los brazos acribillados, siendo testigo de cómo el chico le estaba poniendo el sello, ese limbo entre la vida y la muerte... el poder del Or-Volka.

Cuando Link creyó conveniente, retiró la espada de su cuerpo, dejando que el Sabio cayese de frente, apoyándose sobre sus dos manos.

Una piedra negra empezó a cubrir con rapidez todo el cuerpo del sheikah, quien pidió mentalmente perdón a todos sus compañeros por no haber podido hacer más.

Link observó todo el proceso con paciencia, hasta que el Sabio de la Oscuridad acabó convertido completamente en una estatua inerte de piedra negra. Estatua de un hombre de rodillas que ahora adornaba la estancia y que no protegía nada.

El chico volvió lentamente a la normalidad y le dio un último vistazo divertido antes de ir hacia el fondo del templo. Con una enorme satisfacción, se hizo con la Obsidiana de los Muertos.

Ya solo quedaban dos.

Tiempo después de que Link se hubiese marchado, había decidido emprender el vuelo hacia una de las regiones por las que el chico hyliano no tendría que pasar. Hacía mucho tiempo en verdad que no pasaba por ciertos lugares del Mundo Oscuro.

El león se posó con la elegancia que era propia de él. Era una región árida, como todas las que había en esa dimensión. No obstante, era una de las más especiales de todas. En ella había un ejército valioso para ellos. Eran esquivos y no solían estar muy abiertos a ningún tipo de diálogo. No obstante, Xerxeus sonrió al pensar que para eso, sí estarían abiertos a prestar atención.

Se fue acercando hacia el enorme pantano que adornaba ese lugar. Un pozo de aguas que oscilaban entre el amarillo y el verde lima. Parecían aguas tóxicas, que manchaban la tierra aquí y allá. Solían llamarlo el Pantano de chispas muertas, ya que a lo lejos, las manchas amarillentas de la tierra brillaban ligeramente.

Xerxeus avanzó por el lugar hasta llegar a la orilla del pantano. Las aguas se movían en círculos, en torno al islote con una construcción que había situado en medio del agua, unido a la tierra por un puente no muy seguro: el Palacio del Trueno.

No obstante, el león no necesitaba llegar hasta allí. Durante un rato, vio cómo el agua se movía en círculos. No era solo agua lo que había en el pantano. Dentro de ese fluido de aspecto tóxico, entidades del mismo color, translúcidas y humanoides, se dejaban llevar por la corriente, en una danza interminable. Eran fantasmas. Distintos a los poe, distintos a los espectros negros. Eran almas vagando sin descanso, con tareas sin finalizar en el mundo de los mortales. Espíritus que esperaban lo mismo que todos los habitantes de esa dimensión, pero con mucho más interés que nadie. Almas que juraron regresar a Hyrule con aquel que supiera cómo guiarles. Almas que llevaban siglos esperando.

De entre todos los seres del Mundo Oscuro, esas almas eran las únicas que se movían un poco más libremente. No estaban demasiado controladas por Xerxeus, el que hasta ahora había llevado el control de todo. O al menos a ellas les gustaba pensar eso.

El león se las quedó mirando un rato. Tampoco tenía mucha prisa por llegar a su siguiente destino. De cuando en cuando se escuchaban susurros en el aire. Xerxeus no les prestaba especial atención, y muchos de ellos ni siquiera los entendía. Algunos otros sí. Algunas de esas almas le pedían que se fuera. Pero a Xerxeus le daba igual lo que dijeran. Sabía que en cuanto confesara para qué había ido hasta allí, serían todo oídos.

Ninguna de ellas salió a recibirle. Nunca lo hacían con nadie. Estaban amargadas por pasar tantos años esperando en ese pozo infesto. Era de imaginar que eso haría que cualquiera se pudiese volver poco hospitalario.

Xerxeus no dijo nada. Simplemente se limitó a actuar por su cuenta, como lo hacía siempre. Levantó una zarpa y movió los dedos sinuosamente. Era muy poco visible, pero lo suficiente para ver que algo había salido de las almohadillas del león.

Eran unos hilos muy muy finos, casi como los de la tela de una araña. El león localizó un objetivo y llevó los hilos con su mente hasta la primera alma que vio más cerca. Éstos se engancharon en ese alma, la cual se sintió invadida y trató de retorcerse durante un momento. Hasta que Xerxeus movió los finos hilos de nuevo haciendo que parara y que saliera del lago por su propio pie... o estela fantasmal. Lo mismo daba.

El alma se detuvo con las órdenes del león, quien una vez la tuvodonde quería, dejó de mover los dedos. La figura verdosa le miró no muy amistosamente. A Xerxeus, de nuevo, no le importó.

Alma.- ¿Qué quieres? ¿A qué has venido aquí después de tanto...?

El león se hizo de rogar un tanto. Ni siquiera soltó al alma de la prisión de sus finos hilos.

Xerxeus.- Creo que la noticia que he venido a daros hará que se te disipe ese mal humor a ti... y a toda tu estirpe.

La figura translúcida se calló. Esperó escéptica a que Xerxeus hablase. No le quedaba otra, ya que el león no parecía muy dispuesto a dejarla marchar.

Durante un rato, se les vio hablando en la lejanía. El resto de almas lo vieron, pero no oyeron nada. Aunque, a juzgar por la expresión de su compañera, debía de ser una muy, muy buena noticia.

Jamás le había costado tanto moverse como aquella vez. Había logrado derrotar al poe naranja de una forma tan distraída que Mascot juró que fue pura casualidad. Cuando estaba a punto de derrotarle, Rauru reapareció. Había encontrado el siguiente poe, por lo que ahora podría ir mucho más deprisa.

Una vez que el fuego naranja se encendió en la antorcha siguió al Sabio. Se sentía forzado, como si alguien tirara de él con una correa de la que no se podía desatar.

Cruzaron un montón de pasillos que Mascot juró haber visto antes, pero ya estaba tan confuso que no lo podía asegurar. Incluso uno de ellos, él creyó que antes estaba torcido. Por algún motivo, ahora no lo estaba. Cada vez entendía menos ese estúpido templo.

Abriendo un sinfín de puertas y siguiendo a Rauru en todo momento, acabaron al fin por llegar a una sala no muy espaciosa. Mascot no dejó de preguntarse cómo Rauru podía orientarse tan bien allí dentro. Parecía tan fácil siguiéndole...

El Héroe de la Luz reparó en que en la pared, había un único cuadro. En él, había una pintura con un poe, esta vez, de color verde. Mascot miró a Rauru. Era diferente a lo anterior. No sabía si al romperlo el poe saldría directamente del cuadro o se iría a otra sala. Le parecía demasiado sencillo.

No obstante, Rauru asintió, en señal de que hiciese lo mismo que había hecho con los otros dos. Mascot tragó saliva y fue hacia el cuadro con la espada desenvainada.

De un tajo cortó el cuadro por la mitad. No obstante, la pintura no desapareció esa vez. Se escuchó una risa fantasmal y poco después, unos bloques se desprendieron del techo. Todos ellos parecían formar la imagen de ese mismo poe, pero desordenada. Mascot miró a Rauru preguntándose muchas cosas que el Sabio no parecía cuestionarse. El anciano simplemente se dispuso a mover los pesados bloques para ordenarlos y a Mascot no le quedó otra que imitar lo que estaba haciendo. La forma de sacar a los poe de los cuadros le parecía cada vez más absurda. Y no quería ni pensar en cómo sería el último de ellos.

A decir verdad, desde la noticia de Rauru, no podía pensar en nada más que una cosa. Lo que le hizo despistarse y no saber siquiera hacia dónde movía los bloques.

El Sabio le detuvo, indicándole que cogiera otro bloque. Mascot despertó levemente y obedeció sin decir nada. Se sentía como un autómata a sus órdenes, y ni siquiera supo cómo colocaron el puzle finalmente. Solo supo que ya estaba cuando Rauru le dijo que se apartaran.

Los bloques desaparecieron al fin y el poe verde se manifestó de forma corpórea ante ellos, haciendo que la pintura se desvaneciera del cuadro. Mascot se colocó torpemente el escudo y bajó para enfrentarse al poe. Rauru le ayudó un tanto desde lejos a golpearle, con pequeñas muestras de su poder. Aquello abrevió muchó el combate, ya que lo derrotaron en menos de tres golpes.

El fuego verde apareció en la antorcha tras el último chillido del fantasma. Rauru, sin dejarle ni un respiro, le animó agitadamente a que volviese a seguirle. Mascot se colocó el escudo a la espalda y enfundó su espada. Después, cruzó el umbral de la puerta para ir tras él. Rauru, a pesar de su avanzada edad, parecía que tenía más energía que él a esas alturas. El Héroe de la Luz no sabía de dónde lo sacaba.

Ni siquiera sabía hacia dónde estaban yendo. Para el chico era como si cruzaran puertas y pasillos sin ningún tipo de lógica. Hasta que llegaron de nuevo a la sala central tras cruzar otra puerta más.

Una vez aparecieron allí, Mascot escuchó unos lamentos extraños. Cuando se asomó un poco desde el sitio alto por el que habían aparecido, el héroe vio al último poe que le faltaba, el de color morado. Era un poco distinto a los demás. Éste no se escondía en los cuadros. Estaba allí, tirado patéticamente en el suelo, lamentándose por algo.

Rauru se volvió hacia Mascot y, poniéndole una mano en el hombro, hizo que se volviese hacia él, con una mirada vacía.

Rauru.- Solo queda este —le advirtió, aunque él ya lo sabía—. Podrás con él tú solo. Yo debo volver al Templo de la Luz. Recuerda, busca la sala inferior, una sala con muchos cuadros. Ahí encontrarás la entrada al Palacio de la Tierra. Buena suerte, Mascot. Para cualquier cosa, usa la red telepática. Sé que sabes usarla.

Al héroe no le dio tiempo a añadir nada. Un destello de luz apareció, teniendo que apartarse un tanto. Una vez se desvaneció, Mascot estaba solo otra vez.

Desanimado, entendió que no le quedaba otra que bajar. Descendió de un salto y se fue acercando despacio al fantasma. Ahí seguía, lloriqueando. Si podía pillarle por sorpresa, podía atacarle.

No obstante, hacía rato que el poe ya sabía que él estaba allí. Y cuando se acercó lo suficiente, éste se rió y comenzó a volar, desdoblándose en varias copias idénticas de sí mismo.



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