𝗖𝗵𝗮𝗽𝘁𝗲𝗿 𝟭𝟱. Las hermanas poe.

🔞TRIGGER WARNING (+18)🔞

Este capítulo contiene escenas de violencia explícita. Lee bajo tu propia responsabilidad.

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En aquel lugar no había la gran cosa. Era otro desierto más, con otra atmósfera y otro terreno diferente. La tierra seca se dividía en grietas, creando algo parecido a la textura de las escamas de un reptil.

En todo el trayecto desde que entró en el Reino Silencioso, Link no vio una sola criatura. En algún momento le pareció escuchar algo moverse. Pero siempre que se daba la vuelta, no veía nada ni a nadie.

Siguió avanzando a lomos de su caballo hasta que su destino se volvió mucho más grande y más visible. Allí estaba, se dijo Link para sí con satisfacción. El Palacio de la Oscuridad. Morada de la primera Gema del Mal que debía conseguir y también, de uno de los tres Sabios que custodiaban el Mundo Oscuro.

Las preguntas que Link se hizo a la salida de la Pirámide, era como si se hubieran disipado por arte de magia. Tenía una corazonada que le decía que, aunque no se lo hubiesen explicado, sabría cómo sellara los Sabios. Se había sentido en parte bien al ver que Xerxeus le mostraba confianza, aunque aún no podía alegrarse por ello. Quizá no era confianza, sino que simplemente, formaba parte de una divertida prueba que le estaba poniendo. Nada más.

Prueba que él estaba dispuesto a superar con creces.

Continuaron la marcha por el yermo hasta que estuvo a una cierta distancia del Palacio. Ese sitio hacía honor a su nombre. Reino Silencioso, porque era cierto que no se podía escuchar ni una sola alma.

Link bajó del lomo del caballo y no le hizo falta atarlo en ningún lugar, aunque tampoco hubiese podido. El animal no hizo amago alguno de moverse y Link, confiando en que no lo hiciese, siguió avanzando a pie.

El Palacio de la Oscuridad no se parecía en nada a los templos de Hyrule. Era un edificio negro que, dada la poca luz que proyectaba el cielo, se veía casi como una sombra llena de picos y aristas sin detalles. No obstante, la forma poco amistosa del lugar, no le detuvo lo más mínimo. Un fugaz relámpago ambarino se cruzó en sus ojos. Encontraría la Obsidiana de los Muertos pronto. Se haría con ella y con las otras tres. Y ningún Sabio podría impedírselo.

Ahora, siendo consciente de lo que llevaba dentro, se sentía mucho más poderoso. Sentía como si nada ni nadie fuese a ser capaz de detener la tormenta en la que se estaba convirtiendo.

Subió una pequeña escalinata y llegó a la entrada del templo, la cual estaba cerrada por una enorme puerta. Link, sin dudarlo, empujó el portón y éste se abrió de forma sorprendentemente fácil.

El interior del templo no era mucho más luminoso. Algunas lámparas salpicaban un largo corredor, colgadas aquí y allá con cadenas desde el techo. Techo que ni siquiera se sabía dónde comenzaba.

Examinó el pasillo y al fondo, muy al fondo, encontró aquello que venía buscando con más ahínco: una pequeña piedra levitaba sobre un pedestal, girando sobre sí misma armoniosamente. Emitía una pequeña luz que oscilaba entre el púrpura y el azul. Esa, sin duda, tenía que ser la Obsidiana. Link se sorprendió de que hubiese sido tan sumamente fácil de ver, pero estaba claro que no podía estar tan poco vigilada. Y efectivamente, así era.

Una figura se dibujó poco a poco en la estancia, cada vez más cerca de él. Era un hombre, alto, fuerte y con ropas que no le resultaban desconocidas. Una tela le tapaba la parte inferior del rostro, y unos ojos rojos llameaban en la oscuridad. Llevaba en el pecho un emblema de un ojo con una lágrima. Era un sheikah, como Impa. Uno de los pocos que quedaban aún con vida. Link sonrió de forma macabra. No se esperaba esa sorpresa, aunque tenía sentido en cierta manera. Habían creado una graciosa coincidencia entre la Sabia de la Sombra y el Sabio de la Oscuridad. Dos protectores de la Familia Real, de los pocos que quedaban. Y Link iba a tener la oportunidad de anular a uno de ellos.

Axiom miró a Link con el contraluz que entraba por la puerta. No parecía más que un chico hyliano normal, pero había algo diferente en él. Aunque jamás había tenido la oportunidad de verle en persona hasta ese momento, el sheikah lo notó inmediatamente. Y viendo esos ojos a distancia, Axiom fue el primero en desenvainar.

Link siguió sonriendo. Ya sabía que no iba a ser tan fácil como llegar y obtener la Gema, aunque tampoco tenía que serlo. No podía simplemente evitar a los Sabios. Tenía que anular su existencia. Era fundamental para desestabilizar el portal que los separaba de Hyrule.

 El chico hyliano tardó un poco en corresponder el gesto, pero también lo hizo. Desenvainó su espada oxidada y, a paso lento entró en el templo, sin poder despegar la mirada de su adversario. 

Se le daba mejor de lo que él se hubiera imaginado. A pesar de que ahora tendría todo el tiempo del mundo para practicar, estaba avanzando a pasos agigantados.

Su oponente esquivó la estocada y le invitó a parar un momento. Era un hombre que podía fácilmente duplicar su edad. Kafei no sabía cuánto tiempo llevaría sirviendo al Rey, pero parecía que serían bastantes años si había entrado con su misma edad. Era muy diestro con la espada y tenía mucha experiencia en todos los ámbitos. Un veterano en toda regla. Y Kafei solía entrenar con él, recibiendo normalmente felicitaciones por su parte. Incluso, el Rey, como capitán de la Guardia, había presenciado los entrenamientos y había acabado gratamente sorprendido con los novatos. Y Kafei no podía sentirse más orgulloso.

—Vale chico, muy bien —le dijo el guarda veterano—. Tienes mucha maña, pero que no te ciegue la impaciencia. Sueles atacar demasiado rápido.

Kafei dejó la espada y asintió. La armadura que llevaba pesaba como un muerto y era solo la que llevaban para hacer las patrullas habituales. Aún así, el chico se sentía como un auténtico héroe.

Los dos se sentaron un poco más allá para descansar. Llevaban entrenando sin parar desde bien temprano por la mañana.

Desde allí, no podía entender lo que decían. Zelda, a través de una de las ventanas de su habitación, los estaba observando. Estaba sentada junto al cristal, encogida sobre sí misma. Desde lo que presenció en el Templo del Tiempo, no había vuelto a ser la misma. Impa lo había notado más que ninguna otra persona del castillo y ya no sabía qué intentar para animarla. No obstante, sabía que no iba a ser posible. Zelda se sentía tremendamente culpable por lo sucedido, y nadie podría quitárselo de la cabeza. Y menos aún, diciéndole que Link no iba a volver a ser el mismo con esa reliquia olvidada dentro de su cuerpo.

Casi no hablaba, casi no comía. Impa intentaba de todo. Pocas cosas funcionaban.

Ahora la estaba observando desde la puerta de su habitación. Llevaba un buen rato viendo a la Guardia entrenar, en completo silencio. Era una cosa habitual en el Castillo de Hyrule. Pero la princesa nunca le había prestado tanta atención como ese día. E Impa no supo por qué.

Zelda.- Impa —la llamó abruptamente, sin volverse hacia la puerta.

La sheikah se sorprendió. No sabía que la princesa sabía que ella estaba allí. Zelda ya estaba acostumbrada a notar su presencia.

Sin cuestionar nada, su respuesta fue ir hacia ella.

Impa.- ¿Princesa? —le dijo.

Zelda.- ¿Sabes por qué mi padre ha tenido que irse... tan rápido...? —le preguntó, volviéndose hacia ella con los ojos vacíos.

Impa tardó un poco en contestar. Hubiera preferido que la princesa siguiera mirando por la ventana. Sus ojos reflejaban un cambio tan drástico en ella que le resultaba difícil mantenerle la mirada por mucho tiempo.

Ciertamente, su padre, el Rey, había abandonado el entrenamiento hacía no mucho. Alguien había solicitado audiencia con él. E Impa sabía bien quién era. Pero sin saber para qué había ido, prefería no dar información de más. No quería preocupar más a Zelda de lo que ya estaría.

Impa.- Han solicitado audiencia con él —respondió.

A Zelda le sorprendió un tanto la brevedad de su nodriza. Ya era consciente de que le ocultaban algo. Y era cada vez más palpable. Sin embargo, solo volvió a girar la cabeza para seguir mirando por la ventana.

Ya que Zelda no parecía querer nada más, Impa se dispuso a salir de la habitación. No obstante, Zelda dijo algo más a su espalda.

Zelda.- Ocultarme cosas... no me hará estar más protegida —sentenció.

Impa frenó en seco y se dio media vuelta. Zelda volvió a mirarla con esos ojos vacíos.

Zelda.- Sé que Link no va a volver a ser el chico del hada que conocí ese día —respondió—. No sé cuál será el precio de lo que ha hecho. Pero también sé que los Sabios conocéis más detalles que yo. Y sé que el lugar al que Link ha ido a parar... sé que allí está pasando algo.

Ciertamente, era lo mismo que Impa se imaginaba. No obstante, a esas alturas, la sheikah sabía lo mismo que ella. El que más sabía era Rauru. Y supo que algo malo estaba ocurriendo cuando le pidió a Impa telepáticamente que hablara con el Rey para pedirle audiencia. ¿Por qué expresamente con el Rey? ¿Qué había pasado en tan poco tiempo...?

Impa.- Me temo, princesa, que sé lo mismo que vos a estas alturas —le dijo con lástima y dándose media vuelta—. Lamento no poder contaros nada más.

 Zelda tardó unos segundos, pero acabó por asentir. Impa salió de su habitación, esta vez sin interrupciones. Estaba dispuesta a esperar a Rauru a la salida de la sala del trono. Zelda quería respuestas, y ella también.

Estuvo un par de minutos pensando en las diferentes formas que podía haber para sacar al poe del cuadro. No obstante, no se le ocurrían demasiadas. Probó a tocar algo con la ocarina, a pesar de que le pareció demasiado enrevesado solo para sacar a un fantasma de una pintura. Probó a ir de un cuadro en otro, haciéndole moverse deprisa... hasta que se dio cuenta de que la idea era una estupidez y solo le hacía cambiar de posición, pero no salir.

Finalmente, optó por la única solución que veía con más posibilidades de funcionar y a la vez, de fracasar. Por lo que había visto, el poe solo se desplazaba por los cuadros de esa sala, pero nada le aseguraba que, después de hacer lo que estaba pensando, no se moviera a otros fuera de ella. Se trató de consolar diciéndose a sí mismo que, de ser eso posible, ya lo tendría que haber hecho en algún momento. No creyó que los poe fueran los reyes de la estrategia.

Sin dudarlo demasiado y sin perder más tiempo, desenvainó la Espada Maestra y puso en práctica su última ocurrencia. La que no dejaba espacio a más ideas.

Cortó por la mitad uno de los cuadros que estaban en negro de un tajo certero y limpio. Mascot supuso que eso habría servido para inutilizarlo, aunque todavía le faltaba comprobarlo.

De los dos cuadros restantes, buscó el que tenía la pintura, se acercó a él y el poe desapareció. Se movió al otro cuadro que aún estaba de una pieza y Mascot se dirigió hacia él. Y el poe, como suponía, volvió al primer cuadro sin hacer el intento de ir al que estaba roto. Efectivamente, había inutilizado el tercer cuadro.

De nuevo, repitió la operación. El cuadro que quedaba en negro lo rompió, rajando el lienzo diagonalmente. Se acercó al único cuadro que faltaba. Y el poe ya no se movió.

En el fondo temió que aquello último no fuese a salir bien, pero acabó haciéndolo igualmente. Dio un salto, pues era el cuadro situado sobre la escalera. Lo rompió y ese lienzo también se volvió negro. No obstante, Mascot escuchó una risa poco después, proveniente del piso inferior. Era esa risa tan característica. Y esta vez sonaba corpórea y mucho más cerca.

El Héroe de la Luz bajó corriendo por las escaleras y juró que jamás se había alegrado tanto de encontrar un poe. Allí estaba. El poe azul, con la antorcha de su respectivo color.

Mascot tuvo poco tiempo para admirarle. Nada más fue consciente de que no estaba solo en la sala, el poe se volvió invisible. Giró sobre sí mismo usando la antorcha como arma, dirigiéndose hacia el chico de blanco. Él, quien no se esperaba que fuese a atacarle tan deprisa, solo pudo esquivarle hasta que se cansó de dar vueltas. Torpemente alcanzó el escudo que llevaba a la espalda, se lo colocó en el brazo izquierdo y se preparó.

El poe, más allá, se alejó un tanto y se volvió visible otra vez. Mascot decidió intentar atacar en ese momento, protegiéndose con el escudo. No podía ser muy complicado derrotarlo.

Se acercó por la espalda al fantasma y con decisión logró golpearle. El poe chilló e inmediatamente se volvió de nuevo transparente. Mascot retrocedió un par de pasos, sin dejar de protegerse con el escudo. Eso era. Tenía que conseguir que el poe fuese invisible la menor cantidad de tiempo posible para poder atacarle con la espada.

Allá iba el poe de nuevo dando vueltas sobre sí mismo. Esa vez Mascot no retrocedió. Interpuso el escudo entre la antorcha voladora y él, esperando que funcionase. Y funcionó. El poe solo logró golpear el escudo y, ante esa defensa inesperada, solo fue capaz de volverse visible otra vez. No eran especialmente astutos, pensó Mascot. Al menos, no le iba a llevar demasiado tiempo.

Logró golpear al poe de nuevo para ver como se hacía invisible. Solo tenía que tener paciencia, atacar y defenderse rápido. No tenía mucho misterio y, ahora que sabía cómo acabar con ellos iría mucho más deprisa, se consoló.

Le bastó con repetir esa sencilla jugada un par de veces más hasta que, una última estocada sirvió para que el poe chillara y desapareciera. Para alivio de Mascot, la antorcha que estaba junto a la salida se encendió con el fuego azul del poe que acababa de derrotar. E imaginó que esa era la señal de que otra antorcha estaría encendida en la sala central, con ese mismo color.

Esperó que así fuera y continuó su travesía, sintiéndose mejor consigo mismo. Ya tenía uno. Faltaban tres. Y ahora iría más deprisa.

Un destello muy fugaz, como un relámpago pequeño, se interpuso entre los dos. Era una de esos movimientos propios de los sheikah, se acordaba de cuando Impa lo hizo al llevarle fuera del castillo esa vez...

Axiom desapareció de la vista de Link, aunque éste no hizo nada por moverse del sitio. No sintió que fuese necesario. Notaba como si el Sabio de la Oscuridad solo fuese un insecto que volaba a su alrededor. Era agradable sentirse tan superior. Era como si supiese dónde estaba sin siquiera verlo.

El Sabio, desde la oscuridad del templo, lanzó una estocada perfecta, cayendo desde una zona alta hacia su adversario. Atacó a la par con sus dos espadas, confiando en sus habilidades y creyendo que serviría para al menos, herirle de alguna manera. Cuando llegó al suelo y finalizó el ataque, Axiom colocó sus espadas en posición defensiva y observó a Link. No podía creérselo.

Sus ataques siempre eran certeros. Lo eran y lo habían sido siempre, con cada criatura que había pisado allí con malas intenciones. Con cada uno de sus adversarios.

Pero allí estaba Link. Seguía de pie, con su espada oxidada desenvainada, apuntando con su filo hacia el suelo. Ni siquiera se había molestado en moverse del sitio. Axiom tardó un tanto en reaccionar. Se quedó examinándole un poco más. Estaba bien tomárselo con calma y hacer que el enfrentamiento fuese lo más largo posible. Así daría más tiempo, pensó.

Link solo le miraba, con esos ojos macabros que ahora tenía. No hizo amago alguno de moverse y Axiom subió un poco más sus espadas, anticipando que estaba pensando en atacar otra vez. El chico hyliano sonrió, pero no movió su espada de posición.

El Sabio se movía muy deprisa, eso era cierto. Aparecía por delante, por la espalda, desde arriba, por los laterales. Ninguna de sus ofensivas tenían efecto en Link. Se mantuvo así durante un par de minutos. Lanzando estocadas desde todos los ángulos que se le ocurrían, con rapidez, creyendo que ésta misma le garantizaría algún ataque certero.

De un salto se retiró y volvió a posarse más allá de Link. Respiraba entrecortadamente. El joven hyliano giró la cabeza hacia un lado para mirarle. Estaba empezando a estar cansado. Levemente, pero estaba empezando a estarlo. Axiom, recuperando el aliento, examinó a Link preparando su próxima ofensiva. Se preguntó qué era lo que su contrincante se proponía al no moverse un ápice. Y para su desgracia, fuera lo que fuese lo que estaba proponiéndose, le estaba saliendo bien. Link no tenía ni un solo rasguño, a pesar de la velocidad de sus ataques. No tenía ningún sentido. Ni siquiera había interpuesto la espada entre los dos. Era lo mismo que pelear con un fantasma, como si sus espadas no fuesen lo suficiente dignas para tocar la piel del chico.

Link no dijo nada. Sonrió otra vez. Era una mueca espeluznante, llena de seguridad. Se estaba jactando de una superioridad de la que ya era consciente. Axiom fue el que se sintió un insecto esa vez. Rauru tenía razón. El Guardián le había hecho consciente de su poder. Y Link estaba disfrutando mientras éste tomaba poco a poco el control de su cuerpo. El chico hyliano estaba abandonando lentamente su esencia, perdiéndose en el abismo del triángulo invertido. Axiom nunca le vio durante su periplo en busca de Ganondorf. Pero esa mirada perversa y tenebrosa señalaba abiertamente a que el Link que una vez fue, se había marchado para no regresar jamás.

El propio Sabio juró que ya ni siquiera era el mismo chico que había entrado al templo hacía un rato. La metamorfosis estaba siendo rápida. Él lo estaba permitiendo todo y disfrutaba con ello. La Trifuerza Oscura se estaba adueñando de él a más velocidad de la que pensaba. Link no se esforzaba en oponer resistencia. Él mismo se estaba abandonando y doblegándose ante él. No quería ser quien había sido hasta ahora y Axiom se dio cuenta de todo.

La estrategia de Link estaba consistiendo en cansarle. Hacer que el Sabio cargara contra él las veces que quisiera. El chico era muy consciente de que nunca lograría acertar con ninguna ofensiva. Y mientras tanto, Axiom seguiría gastando energía, poco a poco, hasta que no le quedase nada.

El Sabio bajó las espadas entonces, comprendiendo cuál era el plan. Era tan rastrero, tan humillante... que no pudo creer que viniera de la misma mente que en ese tiempo salvó la tierra de Hyrule.

Link, aún sonriendo, entrecerró un poco los ojos con el gesto del Sabio, pero no dijo nada. Imaginaba que ya se había dado cuenta. Tampoco le importaba demasiado que ya supiera su nueva estrategia. No sintió que fuese a perder aun haciendo consciente a su adversario de lo que pretendía hacer.

Axiom.- No me menosprecies, chico —le dijo—. Ya sé lo que pretendes.

El joven hyliano sonrió más ampliamente todavía.

Link.- ¿Sí? —preguntó en tono de burla—. Dime entonces, ahora que lo sabes, ¿cuál va a ser tu siguiente movimiento? ¿Qué crees... que puede funcionar...?

Axiom se giró un tanto, dándole mínimamente la espalda. En verdad Link era consciente del poder que tenía. El Sabio también era consciente de que no tenía nada que hacer contra él. Link no había mostrado su poder aún y ya él no era capaz de hacerle un solo rasguño, con ataques que habrían destruido a cualquier otro oponente. No obstante, el Sabio no estaba dispuesto a desaparecer de ese plano doblegándose ante el chico. No le daría la satisfacción de saber que incluso él sabía que ya había un claro ganador aun sin haber finalizado.

Axiom.- ¿Y tú...? —le preguntó, volviendo a mirarle. Link le devolvió la mirada con algo de curiosidad—. ¿Qué crees que puede funcionar... contra mí...? Mis ofensivas no habrán funcionado, pero tú ni siquiera me has mostrado las tuyas.

El Sabio caminó un tanto en su dirección, despacio, con una espada a cada lado.

Axiom.- Estás muy seguro de tu poder sin siquiera haberlo visto aún —le advirtió, aun sabiendo su desventaja—. Y sé que tu plan necesita que los Sabios que vivimos aquí desaparezcamos, ¿me equivoco?

O sea que ya lo sabían, pensó Link. Se preguntó por un momento cómo, aunque no era muy difícil adivinarlo.

Link.- ¿Pides que estrene mis poderes contigo...?

Axiom.- No infravalores a tu enemigo, nunca —sentenció—. Aún no tienes la Gema que tanto buscas. Y a menos que luches y me derrotes... jamás te irás con ella de aquí. Yo no lucharé más con alguien que no se digna a alzar también su espada ni respeta a sus oponentes.

Link agachó un tanto la cabeza y dejó escapar una risotada. Axiom lo interpretó como una amenaza y dejó que sus poderes mágicos como Sabio comenzasen a fluir por su cuerpo. Puede que Link tuviese más poder que él, pero Axiom aún no había desplegado todo su potencial.

Cuando Link volvió a levantar la cabeza, el Sabio vio algo con lo que no contaba. Uno de sus ojos había cambiado de color. Ahora era ambarino. El otro seguía con su color azul normal. Y la mitad de su rostro, del mismo lado que el ojo que había cambiado, estaba perdiendo el color, volviéndose gris con manchas oscilantes y desiguales.

Axiom se colocó de nuevo en posición de ataque, esta vez, con pequeñas llamas de color azul oscuro cubriendo un tanto sus antebrazos.

Link.- No necesitaba ver mi poder para sentirme seguro de él —dijo con un tono mucho más grave en la voz—. Ahora soy mucho más que cualquiera de vosotros, los Sabios.

El Rey se había quedado absolutamente descolocado, a pesar de que él no sabía lo sucedido en otro tiempo. El Rey, como el resto de la gente que no pertenecían al grupo de Sabios, no recordaban nada de lo sucedido con Ganondorf. No recordaban que Link fue el salvador de Hyrule. Para el Rey, Link era solo un chico, un hyliano que creía ser un kokiri hasta que se atrevió a salir del bosque. Era un hyliano más, pero con un poder inimaginablemente grande.

Tras la audiencia que Rauru solicitó con él, el Rey agradeció la información que había venido a proporcionarle. No esperaba ni muchísimo menos un escenario semejante, pero si el más importante de todos los Sabios había acudido a decírselo y además personalmente, debía ser cierto. Y lo peor, inminente.

El Rey se puso en pie y caminó hacia el Sabio, quien no se movió del sitio. El padre de Zelda le puso una mano en el hombro y expresó suma gratitud con la mirada. Rauru se quedó algo sorprendido con el gesto.

Rey.- Debemos empezar cuanto antes —le dijo—. No obstante, si se cumple tu pronóstico, no sé hasta dónde seremos capaces de llegar. Igual que yo, sabes que Hyrule ha disfrutado de una larga época de prosperidad. Las armas... todo el instrumental de batalla... hace mucho, mucho tiempo que no nos era necesario.

Rauru asintió con lástima.

Rauru.- Lo sé —respondió—. Por eso he acudido lo antes posible a decíroslo. En cuanto he sido del todo consciente de lo que está a punto de suceder.

Se hizo un largo silencio y el Rey apartó la mano del hombro de Rauru. Se dirigió hacia la puerta de la sala del trono, en señal de que la audiencia había terminado.

Rey.- Es solo cuestión de tiempo... —comprendió—. Y por ende, si me disculpas, debo poner sobre aviso a los altos cargos de la Guardia. Los novatos deben entrenar mucho más. Y todos debemos estar preparados.

Rauru asintió.

Rauru.- Su Majestad, vuestra hija...

El Rey hizo un gesto con la mano, interrumpiéndole. Era consciente del poder tan importante que ella tenía. De que ella podía ponerse en contacto con las Tres Diosas una vez estuvieran despiertas. De que debían protegerla a toda costa. Lo que no sabía era si ese chico hyliano que ahora estaba en el Mundo Oscuro era consciente de ello.

Rey.- Mi hija permanecerá en el Castillo, tutelada como hasta ahora, por mí, por la Guardia y por su nodriza —sentenció—. En el momento en el que todo de comienzo, ella acudirá a los subterráneos del Castillo, lugar que pocos de aquí conocen. Es el sitio más seguro para ella... hasta que localicemos lo que has dicho. Si es cierto que debemos estar atentos ante la aparición de un portal, la Guardia y yo lo estaremos. Y vigilaremos que lo que salga de él, no pueda llegar al Castillo.

Rauru asintió vagamente. Era arriesgado, pero ciertamente no se le ocurríaningún otro lugar donde poder mantener a salvo a Zelda. No hasta que supieran la ubicación exacta del portal que se abriera desde la otra dimensión. A partir de ahí podrían actuar y mover a la princesa en consecuencia.

Aunque seguía sin gustarle demasiado la idea. Era exponerla demasiado. Que Zelda se encontrase dentro del Castillo era lo más obvio. Sin embargo, era la elección del Rey. Y debía confiar en los subterráneos de los que hablaba, de que a nadie se le ocurriera la posibilidad de algo como eso.

El Rey se percató de que Rauru parecía muy poco convencido con el plan, por lo que, antes de salir, se dirigió de nuevo a él.

Rey.- Es un movimiento arriesgado. No obstante, confiemos en el buen hacer de la Guardia. Confía en mí —insistió—. Yo por mi parte, deposito toda mi confianza en vosotros, los Sabios... Y en Mascot. Solo... ayudadle cuanto podáis. Que consiga la Trifuerza cuanto antes... Si es tal como lo cuentas, es nuestra única opción.

Rauru no pudo mirarle directamente a los ojos. La culpabilidad le corroía por dentro. No se lo había contado a nadie, ni muchísimo menos al Rey. Con él no sabía por dónde empezar, además de que no arreglaría nada haciéndolo. Aparte de que no se sentía capaz de hablarle del tema a nadie. No podía. No era capaz de decirle a nadie que todo eso estaba pasando por la idea que tuvo. Una cosa que él mismo sabía que no tenía que haber hecho desde el principio y que aún así hizo.

No sabía qué opinarían los Sabios de él si lo revelaba. Era un enorme desastre. Y la única forma de redimir su culpa, era ser el primero al frente de todo. Hacerse responsable de todas y cada una de las cosas que sucedieran. Guiar al héroe, en forma física y espiritual. Poner sobre aviso a todos. Y vivir el tormento en silencio por tener que dejar que los Sabios se sacrificasen a su manera.

El Rey dio media vuelta y abrió el portón de la sala del trono. Se encontró con Impa nada más lo abrió y se sobresaltó un tanto. No esperaba que hubiese nadie esperando fuera. La sheikah por su parte, recibió al Rey con una cortés reverencia y éste sonrió amablemente antes de perderse por los pasillos. Poco después, Rauru salió de la sala, encontrándose con unos ojos rojos y juzgadores.

No le hizo falta que hablara para que supiera por qué le estaba esperando. Aunque la Sabia no se hizo esperar demasiado.

Impa.- Rauru, incluso Zelda ya se figura algo —dijo con severidad—. Y me duele no poder explicarle nada porque ni yo misma lo sé. Tú eres quien más ve de todos nosotros. Y sabes algo que ninguno conocemos. No es necesario que sigas ocultando nada. Si has venido a advertir al Rey, tú mismo estás dando pistas. Somos tus compañeros... creía que lo sabías. Nosotros debemos saberlo también.

Rauru fue incapaz de hablar durante un rato. Le sorprendió la dureza en el discurso de la sheikah, pero lo comprendía. Tenía que poner sobre aviso al Rey y a la Guardia Hyliana antes, pero sabía que los Sabios debían ser los siguientes. No obstante, también era consciente de que a Impa no le gustaría conocer los detalles del plan. Ni a ella, ni a ninguno de los otros Sabios. Y debía contarlo a pesar de todo. Como bien decía Impa, todos estaban en el mismo saco que Rauru.

Si quería proteger Hyrule a toda costa, primero debía hacerles conscientes de lo que estaba por suceder.

Rauru.- Link se ha encontrado con el Guardián de la Pirámide —sentenció cuando fue capaz de reunir las fuerzas. El rostro de Impa cambió de golpe—. Y han hecho a Link consciente del poder que alberga en su interior. Le han convencido... para que intente hacerse con las Gemas del Mal y así acceder a la espada que lleva siglos dormida. Quieren a Link como Or-Volka y lo peor es que saben que puede conseguirlo. Por ello le han brindado la oportunidad de intentarlo.

Impa abrió los ojos como platos. Los Sabios eran perfectamente conscientes del funcionamiento del Mundo Oscuro. Rauru guardó silencio, esperando a que Impa asimilara toda la información que acababa de darle. Y para su sorpresa, levantó la vista e intervino mucho antes de lo que él pensaba.

Impa.- Link irá a por los Tres Sabios del Mundo Oscuro... es más... ya debe de haber ido a por el primero, ¿no es así...? —preguntó, desolada—. Axiom... por eso has venido a advertir a Su Majestad, ¿verdad...? Link ya ha ido a por él...

Rauru notó el nerviosismo crecer dentro de Impa a gran velocidad. Sabía que sería difícil. Y, aunque era una mujer sensata, la situación les sobrepasaba a todos. Y no pudo evitar dejarse llevar por el calor del momento.

La sheikah cogió a Rauru de las solapas de su chaqueta y lo zarandeó un tanto. Eso pilló al Sabio de la Luz por sorpresa.

Impa.- ¡Axiom! ¡Y Tamrik y Akelae! —dijo alzando la voz—. Rauru, ¿¡qué te estás proponiendo hacer!? ¡Sabes que Link irá a por los tres, ¿¡y te propones no hacer nada para impedirlo!? ¡Nos lo has ocultado a todos para que ninguno vayamos allí! ¿No es eso?

Rauru fue a intervenir, pero Impa se ponía más y más nerviosa por momentos.

Impa.- ¡Vas a ofrecerlos a los tres como un simple sacrificio! ¡Dijiste que lograrían contenerle, pero no lo harán y tú lo sabías desde el principio! ¡Debemos ir al Mundo Oscuro todos nosotros, ayudar a...!

Rauru se desasió violentamente de Impa y esta vez fue él quien la agarró por los hombros con fuerza. La miró con severidad. Ya sabía lo que estaba haciendo y pensaba que Impa lo habría entendido, pero resultaba que sus sentimientos le estaban nublando la razón. Él sabía mejor que nadie lo que estaba haciendo con ellos. Incluso Axiom lo había entendido a la primera. Pero no les quedaba otra. Los Sabios ahora no eran fuente de poder. Eran protección y tiempo. Sobre todo eso último.

Rauru.- ¡Impa, no se puede hacer nada! ¡Pensé que lo entendiste aquella vez!

Impa.- ¡Claro que se puede, algo debe hacerse! ¡No podemos permitir que caigan sin más! ¡No podemos entregarlos a Link ahora que es consciente de todo como si fueran animalillos para sacrificar! ¡Debes avisar a Tamrik y Akelae para que vayan al Palacio, todos juntos...!

Rauru.- ¡TODOS JUNTOS SOLO ADELANTAREMOS LA CATÁSTROFE!

Impa se calló de golpe. Rauru se había visto obligado a gritar para que Impa se tranquilizase un momento. Sin querer, había armado un escándalo por los pasillos. Tras unos segundos de pausa, Rauru volvió a hablar, en un tono más amable.

Rauru.- Pensé que lo entendiste Impa —dijo mientras ella se ponía a andar de un lado a otro, como un gato enjaulado—. Los Sabios no podemos hacer nada.

Impa.- Rauru, no lo creo... no creo que eso sea así...

Rauru.- Dime pues, ¿como Sabia tú te enfrentarías a una sola de las Tres Diosas?

Aquella pregunta cayó sobre la sheikah como un jarro de agua fría. De golpe, fue consciente totalmente de lo que Rauru decía y de la magnitud del problema. Se quedó mirándole fijamente, sin ser capaz de responder. No obstante, su silencio sirvió para que Rauru lo interpretara como una negativa.

Rauru.- Ahora imagina que no es una Diosa, sino las tres —sentenció—. Un solo Sabio no es rival para ellas. Ni todos nosotros juntos tampoco.

Rauru balbuceó un poco, tratando de encontrar las palabras adecuadas. Impa, por su parte, se detuvo en seco. Ninguno de ellos se percató de que alguien estaba escuchando la conversación.

Impa.- Nada detendrá a Link para conseguir las Gemas...

Rauru negó con la cabeza.

Impa.- Por eso ese plan tan descabellado... ¿Cómo no fui capaz de verlo...? No obstante, no puedo...

Rauru.- No es fácil para mí ser testigo de que un solo Sabio a la vez vaya a enfrentarse a él, sabiendo cuál será su destino —se explicó—. Mascot aún no ha conseguido ni siquiera el primer fragmento. Y solo él, con los tres, es capaz de enfrentarse a Link en su nueva forma. Solo un poder semejante puede detener a Link ahora. Y hasta que no tengamos esa opción disponible, solo nos queda distanciarnos entre nosotros y servirle como un escudo... y como tiempo.

»Uno a uno, lucharemos con él por separado para ganar tiempo. Cada sacrificio nuestro es tiempo valioso para que Mascot consiga la Trifuerza. Si nos unimos y acaba con todos nosotros a la vez, ese tiempo se perderá y Mascot jamás logrará juntar los tres fragmentos. Y si Mascot no lo consigue...

Rauru no continuó e Impa no fue capaz tampoco de terminar la frase. No obstante, algo llamó la atención de ambos. Una figura había aparecido en el pasillo, con el semblante horrorizado. Era la primera emoción que mostraba desde el incidente del Templo del Tiempo. Los dos la miraron y se preguntaron cuánto había escuchado de la conversación.

No les hizo falta que les dijese nada para saber que Zelda lo había oído todo.

Impa trató de dirigirse a ella delicadamente, pero la princesa retrocedió un tanto, incapaz de asimilar tantas cosas horribles de golpe. Link, los sacrificios de los Sabios... y su inminente regreso a Hyrule como otra cosa distinta a lo que cualquiera de ellos conocían. Rauru era consciente de que ella, al igual que él, cargaba con su propia culpa por haberle hecho retroceder en el tiempo. Por eso había querido que Zelda fuese sabiendo la información dosificada, pero ya no era posible. Y era mucho peor de lo que la princesa hubiese podido imaginarse.

Y sentía que todo eso estaba pasando por su culpa, igual que Rauru. Solo que ella eso, no lo sabía.

Zelda.- Link... volverá —fue capaz de decir.

Impa.- Princesa...

Rauru asintió tristemente.

Rauru.- Me temo que...

El Sabio de la Luz se interrumpió a sí mismo abruptamente. Ambas se quedaron mirándole fijamente. El rostro del anciano fue cambiando progresivamente. Algo había llegado a su mente con su sensible percepción. Algo muy malo y que había pasado muy deprisa. Un muy mal presentimiento.

Impa.- Rauru, ¿qué ocurre? ¿Qué has sentido...?

Rauru tardó un poco en reaccionar. Cuando lo hizo, miró a la sheikah a los ojos y sin decir nada, ella lo comprendió.

Impa.- Axiom...

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