𝗖𝗵𝗮𝗽𝘁𝗲𝗿 𝟭. El Héroe del Tiempo.
🔞TRIGGER WARNING (+18)🔞
Este capítulo contiene escenas de violencia explícita. Lee bajo tu propia responsabilidad.
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Y al fin, la bestia cayó y se quedó postrada en el suelo, apoyándose derrotada en sus dos enormes armas.
Link le observó un momento. Ese animal demoníaco era el mismísimo Ganondorf, aquel que amenazaba el mundo. El que puso en jaque a la Familia Real, aquel que maldijo al Gran Árbol Deku. El que sumió a Hyrule en las tinieblas y por el que él había iniciado su camino lejos del que siempre creyó su hogar.
Link apretó la empuñadura de la Espada Maestra en su mano. Era como si todo de golpe tuviera sentido. Todos sus esfuerzos, toda esa larga travesía para terminar allí, con una enorme bestia postrada ante él, derrotada. Él había ganado y con ello, toda Hyrule. Había salvado el mundo, se dijo Link para sí mismo. Todo había cambiado. Y nunca volvería a ser lo que era antes de empezar su misión como Héroe del Tiempo.
A Link le dio tiempo a observar a la bestia de Ganon a los ojos durante un corto período de tiempo, antes de que un destello de luz apareciera para rematar la faena. Su mirada pareció incluso respetuosa. Link no se movió y la bestia tampoco hizo amago alguno de huir.
Los ojos del animal parecieron leer en lo más hondo del alma de Link, que no fue capaz de hacer nada durante ese pequeño espacio de tiempo. Incluso sus ojos le hicieron recordar esos sueños tan raros que llevaba tiempo teniendo. Sueños... en los que estaba en esa sala del Templo del Agua. La mirada se mantuvo durante unos segundos más. Luego, Ganon sonrió de una forma tan sutil, que solo Link fue capaz de verlo.
Y esa sutil sonrisa quedó enterrada en el destello de luz que emanó de las manos de la princesa Zelda. Link se volvió hacia ella, fuera del círculo de fuego que se había trazado durante el combate. Aquella luz estaba haciendo las veces de soga para retener a Ganon, quien tampoco opuso resistencia alguna.
Fugazmente, Link pensó en el poder de la princesa Zelda, y una pregunta rápida surcó sus pensamientos. Nunca había sido testigo de cómo la princesa hacía uso de sus habilidades. Y de pronto no podía dejar de pensar en que estaba siendo testigo ahora. Ahora que él había hecho la parte más importante del trabajo.
Y él solo. Sin ayuda.
Zelda.- ¡Estoy usando mi poder para detener al Rey Maligno, usa tu espada y dale el golpe final! —intervino de pronto, haciendo a Link salir de sus pensamientos.
Después de eso, Zelda cayó de rodillas al suelo, fatigada. Link la miró de nuevo, pensando que una vez más, tenía que actuar él. En toda su travesía había pensado en aquellas cosas, y la mirada de Ganon no mejoró el cómo se sentía. Le observaba como si se estuviera riendo internamente de la situación, como si supiera lo que pasaría a continuación. Y efectivamente sucedió. Link no podía haber hecho otra cosa.
Con un movimiento elegante, Link obedeció una vez más a la princesa y asestó el golpe de gracia. La hoja sagrada de la Espada Maestra atravesó el cráneo de Ganon, quien se irguió y dio zarpazos al aire con rabia.
Link retrocedió un tanto, preguntándose si lo había enfurecido o esos serían sus últimos coletazos antes de morir.
Más allá, Zelda se había erguido de nuevo y, levantando los brazos hacia el cielo, volvió a intervenir en la distancia.
Zelda.- Seis Sabios, ¡ahora!
El anciano de largas ropas doradas apareció en su pedestal del Reino Sagrado. Era el momento indicado y era hora de poner fin a esa pesadilla. Era la hora de encerrar a Ganondorf de una vez por todas.
Se sintió reconfortado. Link lo había logrado. Y ahora debían de ser ellos los que pusieran el punto final a aquella larga historia.
Rauru.- ¡Antiguos creadores de Hyrule! ¡¡Ahora abramos la puerta sellada y enviemos a la Oscura Encarnación del Mal al vacío del Reino!!
Tan pronto como su voz resonó allí, los cinco Sabios restantes aparecieron en sus pedestales. Su magia liberó su poder, uniéndose en el centro de la sala, convirtiéndose en un vórtice que absorbería al Rey Maligno para apresarlo lejos, allá en el Reino Sagrado, desde donde no podría regresar.
Todo ocurrió deprisa y Ganondorf, en un vacío blanco, maldijo en voz alta a todos los que interfirieron en sus planes, aunque ya nadie pudiese oírle jamás.
Por fin, todo había terminado, pensó Rauru. Por fin, tiempos de paz.
Link apareció de repente en un sitio en el que no había estado nunca. Era un limbo, un lugar tranquilo y hermoso. Una fina capa de agua cubría el suelo y reflejaba en él un cielo despejado, haciéndoles ver como si estuvieran caminando en el aire.
El Héroe del Tiempo se quedó confundido con la mirada de la princesa, que miraba apenada hacia abajo. Hizo el intento de acercarse a ella, desconociendo lo que pasaría a continuación. Quería que regresasen a casa, para disfrutar de lo que habían logrado dar a Hyrule. No comprendía por qué Zelda parecía tan triste.
Link.- Princesa...
Zelda.- Gracias, Link... Gracias a ti, Ganondorf ha sido encerrado dentro del Reino Maligno... La paz volverá a reinar en este mundo, por un tiempo. Toda la tragedia que ha ocurrido en Hyrule fue por mi culpa —dijo torciendo la mirada, para evitar los ojos de Link—. Era tan joven... no podía comprender las consecuencias de intentar controlar el Reino Sagrado... Y también te arrastré a ti. Es hora de que compense mis errores... Debes poner la Espada Maestra a descansar y cerrar la Puerta del Tiempo... Sin embargo, al hacerlo, el camino entre los tiempos se cerrará.
Link se mostró confuso, no entendió bien. A pesar de haber sido el elegido de la Espada Maestra, continuaba sin comprender tantas cosas sobre el Reino Sagrado... sobre el poder que allí había.
Inclinó la cabeza para que Zelda lo mirara y sonrió levemente para tranquilizarla. Link hizo el intento de hablar, para decirle que no se preocupara, que volvieran a Hyrule. En ese momento, Link solo deseaba eso. Volver... para disfrutar de lo que habían conseguido. Y de lo que él había hecho.
Zelda.- Link, dame la Ocarina... —dijo extendiendo la mano ante él—. Como una Sabia, puedo regresarte a tu época original con ella.
Aquella sentencia fue algo inesperado para Link, quien dudó durante un momento. La princesa no apartó la mano en ningún momento y el Héroe del Tiempo temió sobre cuál sería su siguiente movimiento. ¿A qué se refería con época original? No fue capaz de decir nada.
Link sacó la Ocarina del Tiempo despacio y la miró con gesto extraño antes de depositarla en manos de la princesa Zelda. Ella se estaba comunicando de una manera muy críptica y él no sabía qué estaba planeando exactamente.
Zelda puso su otra mano sobre la de Link, quien no dejaba de mirarla, preguntándose qué se le estaba pasando por la cabeza.
Zelda.- Cuando la paz regrese a Hyrule... será el momento de decirnos adiós... Ahora ve a casa, Link, recobra tu tiempo perdido —dijo y finalmente Link dejó la Ocarina en sus manos—. A casa... de donde se supone que eres... de la forma que debes ser...
Link titubeó un momento mientras Zelda comenzó a entonar la Nana de Zelda con la Ocarina del Tiempo. No sabía qué estaba sucediendo, pero algo dentro de él se removió con inquietud. No supo explicarlo, pero era como si supiera que no era algo bueno, o algo que él quisiera.
Una ura de color celeste le rodeó y le aisló de todo para cuando quiso decir algo.
Link.- ¡Princesa! —gritó. Pero Zelda ya no podía oírle—. ¡Princesa! ¡¿Adónde me lleváis?! ¡No! ¡Esperad!
La canción se fue desvaneciendo en el aire y Link dejó de ver a la princesa. Ya era demasiado tarde, pensó antes de perder el conocimiento.
Zelda ya había hecho algo con él a su voluntad sin que él pudiese hacer nada. Una vez más.
Aturdido, despertó al cabo de un rato por culpa de la luz que golpeaba sus ojos. Se incorporó despacio, poniéndose la mano delante de la cara para cubrirse de esa luz tan molesta, lo que le sirvió para ver que éstas volvían a ser las de un niño.
Se miró, algo asustado. Era un niño otra vez. Había retrocedido en el tiempo.
Observó el lugar donde estaba. Estaba dentro del Portal, a los pies de la escalera que conducía al pedestal de la Espada Maestra, la cual volvía a estar allí clavada.
Y en medio de esa visión, se encontró a Navi revoloteando junto a él un poco más allá. Ni él ni ella dijeron absolutamente nada y el hada, sin más, comenzó a volar hacia la luz que entraba por la ventana. Con la luz del atardecer, el hada desapareció de la vista de Link, que se encontró completamente solo en el Templo del Tiempo.
No entendió por qué Navi se marchó, pero estaba demasiado confundido como para detenerla.
Reunió fuerzas para levantarse, se sentía agotado. Inconscientemente se palpó el sayo, notando que le faltaban muchas cosas. Por más que rebuscó, no encontró ni la espada kokiri, ni el tirachinas, ni nada. No tenía absolutamente nada de lo que llevaba consigo cuando era pequeño.
Link se quedó quieto en el sitio y pensó que quizá los Sabios se habrían quedado con esas cosas o se habrían deshecho de ellas. Al fin y al cabo, ya no las necesitaría.
Ese pensamiento le tranquilizó y pensó que eso tendría que haber sido.
Antes de salir de allí, dio un largo vistazo a su compañera de travesía. La que le había dado su nuevo nombre, su nueva e importante identidad. La Espada Maestra, la que le había dado el poder suficiente para enfrentarse a Ganondorf hacía poco rato y la que le había hecho ser considerado un héroe.
Link sonrió para sí. Era un héroe. Ya no necesitaba hada. No necesitaba nada para ser considerado alguien importante. Había salvado Hyrule, al fin y al cabo. Qué más daba que el no tener un hada le hiciese no ser un auténtico kokiri. No lo era, en efecto. Pero era el Héroe del Tiempo, el héroe que había salvado a toda Hyrule. Y estaba deseando regresar al Bosque Kokiri para ver cómo la actitud de esos niños había cambiado drásticamente con él.
Ahora ya nada sería lo mismo, se dijo Link para sí. Ahora los kokiri lo respetarían más, pensó. Los niños del bosque vivirían con el salvador de su propio mundo en el mismo lugar y mostró una sonrisa ladina al imaginar a Mido reconociendo al fin sus méritos... incluso... por qué no... doblegándose ante él y pidiéndole disculpas.
Link se dio media vuelta con una sombra surcando sus ojos de niño, que ya no era un niño corriente. No volvió a mirar a la Espada Maestra. Ella ya le había dado suficiente. Era momento de disfrutar de la gloria de todos sus méritos.
Volvería al Bosque Kokiri, pensó. Podría haberse ido a otro sitio, pero quería ver la reacción de todos. El don nadie, convertido en héroe. No podía dejar de sonreír.
Cuando salió de la sala, el enorme portón se cerró tras él y Link se dio cuenta de que las Piedras Espirituales ya no levitaban sobre el pedestal. Tampoco le prestó demasiada atención, por lo que puso rumbo hacia la salida.
Era por la tarde cuando salió del Templo del Tiempo y le dio tiempo escaso a salir de la Ciudadela de Hyrule antes de que alzaran el puente levadizo.
La noche cayó en su camino al bosque, pero ni un solo monstruo apareció. Con la adrenalina del combate y aquella calma, la somnolencia pudo con Link, que acabó llegando a un desierto Bosque Kokiri en el que ya todos los niños dormían. No podía más. Subió a su casa y se dejó caer en la cama. Estaba ansioso de que llegase la mañana siguiente.
De ver todo lo que quería ver.
Con ese pensamiento, Link se quedó rápidamente dormido.
Al día siguiente, Link se despertó por sí solo. Se levantó extrañamente temprano para lo que era normal en él. Y más aún, sin que nadie le hubiera llamado.
Se quedó allí tranquilo unos minutos, con los ojos abiertos. Era como si nada hubiese sucedido. Como si hubiese sido solo un sueño. Era confuso en cierta medida. Volvía a despertarse en su cama del bosque, sin hada. Volvía a ser un niño más allí. Pero Link sonrió de nuevo. Qué más daba no tener hada. Tenía que recordar quién era. Con eso bastaría para que la actitud hacia él cambiase por fin.
Se puso boca arriba en la cama un momento y miró tranquilo su habitación dentro de ese árbol. Todo había terminado. Incluso esos sueños tan extraños que llevaba teniendo desde hacía tiempo parecían haberse marchado. Ya no se sentía el mismo.
Se notó alegre y se levantó de la cama de un salto. Imaginó que los kokiri le harían miles de preguntas y que no había forma de evitarlas. A ese punto, en verdad... No le molestaría tener que contestarlas. En absoluto.
Se lavó la cara con un poco de agua que había en una pila de madera, y dio un respingo al acordarse de algo.
El brote del Gran Árbol Deku. Y el Gran Árbol Deku en sí.
Supuso qué sería lo que encontraría de ir a la pradera, pero sintió el impulso de ir. Necesitaba al menos guardar un respeto por él, aunque ya no pudiese oírle. Al fin y al cabo, murió antes de que él siquiera viajase en el tiempo y su brote no apareció hasta que él no volvió como adulto. Por lo que imaginó que en la pradera simplemente encontraría a un grisáceo Gran Árbol Deku.
Link se apresuró, imaginando que sería un día ajetreado, lleno de preguntas. Imaginó tantas cosas antes de salir... Tantas cosas que debieron ser y que tan feliz le hacían...
Descorrió la cortina que hacía las veces de puerta, y cuando atravesó el umbral y se acostumbró a la luz del exterior, no encontró a nadie esperándole. Ni siquiera a Saria.
Imaginó que nadie esperaría que se despertase tan temprano, por lo que bajó por la escalera de mano. Cuando lo hizo, paseó despacio, casi inconscientemente esperando preguntas, interrupciones a su paso.
Y el paso de Link se interrumpió, efectivamente, pero por sí mismo.
Link miró a su alrededor cuando encontró a otros niños. No entendió las miradas que vio.
Los niños le miraban con tremenda indiferencia. Ninguno de ellos se acercó a él. El ambiente hasta pareció oscurecerse de pronto. De acuerdo, pensó Link. No... no necesitaba ovación. Pero había regresado del exterior del bosque, de una larga travesía. ¿Nadie iba a decir nada al respecto? ¿A nadie le había extrañado su ausencia? ¿Realmente su presencia pasaba inadvertida hasta ese punto en ese maldito bosque?
Avanzó despacio, dirigiéndose hacia la entrada a la pradera del Gran Árbol Deku. Y allí, parado frente a ella, como un centinela, Mido le estaba mirando.
Y para sus adentros, Link pensó que no era esa la mirada que esperaba encontrar. Era la misma mirada de siempre, esos ojos de desdén y altivez, que le hacían sentirse tan marginal con solo tenerlos posados encima de él. Sin embargo, siguió avanzando hasta que el propio Mido le detuvo con una frase que cambió por completo la cara de Link.
Mido.- ¡Eh tú! ¡Sinhada! ¿Adónde vas?
Link se detuvo, pero no contestó. Después de lo que había pasado, ¿ese era el trato con el que le iban a recibir?
¿Qué demonios estaba pasando?
Mido.- ¿No sabes que para ir a ver al Gran Árbol Deku necesitas ir bien equipado con una espada y un escudo? ¿O es que lo has olvidado, pelele?
La mirada de Link se clavó en Mido. El niño arrogante se calló, pero le sostuvo la mirada. Los ojos de Link se veían extraños. Su expresión facial también. Parecía surcada con un halo inquietante y Mido no hizo nada durante unos instantes que Link no dudó en aprovechar.
No llegó a decirle nada más ni a saber qué le pasaba. Link pasó sin dudar por su lado, chocando violentamente su hombro con el de Mido. El otro niño le miró mientras se escapaba caminando por el sendero que conducía a la pradera, sin entender qué había sido esa mirada tan siniestra que había visto en él.
La alegría con la que Link se había levantado se había esfumado. No entendía por qué se estaban comportando con él de esa forma tan desagradable. Por las Tres Diosas... había salvado el mundo. ¿Nadie se había enterado?
En medio de esos pensamientos, llegó a la pradera, donde se encontró con algo que ni mucho menos se esperaba. Allí, ante él, el Gran Árbol Deku conservaba sus colores habituales, vivo y coleando. Link se quedó allí parado, sin saber qué decir. De las posibilidades que había pensado, esa era la única que no creyó posible. ¿Por qué estaba vivo?
Gran Árbol Deku.- Buenos días, Link —le dijo amablemente—. ¿Qué te trae por aquí?
Link dudó un momento, pero finalmente acabó inclinándose un tanto ante él y empezando a recitar un discurso que no tenía preparado al menos, para un Gran Árbol Deku viviente.
Link.- Gran Árbol Deku, he cumplido con mi misión —sentenció.
El Gran Árbol Deku no contestó inmediatamente. Se movió un tanto, haciendo que su madera crujiera en medio de un silencio incómodo. Link esperó pacientemente su respuesta, pero sabía muy en el fondo de su corazón, que algo raro estaba pasando.
Gran Árbol Deku.- ¿Tu... misión? —le preguntó—. ¿De qué misión hablas, Link?
El rostro de Link cada vez parecía más serio. Tratando de mantener la calma, Link se apresuró a responderle.
Link.- He derrotado a Ganondorf. Aquel que te puso la maldición que acabó contigo.
El Gran árbol Deku, confundido, simplemente se rió un poco, mezclándose con otra risa que apareció a espaldas de Link. Mido se había dado el lujo de acudir también a la pradera para fisgonear. No soportaba que Link tuviera ese trato especial con el Gran Árbol.
Gran Árbol Deku.- ¿Ganondorf, Link? —preguntó confundido—. ¿Es algo que te has inventado?
Link alzó la cabeza, aterrado. Sus ojos bajaron la mirada, helado. No sabía qué contestar. No entendía qué demonios estaba sucediendo. ¿Por qué el Gran Árbol Deku se estaba comportando de esa manera?
Link.- No he inventado nada —replicó, perdiendo la paciencia—. El Rey Maligno, ¿no lo recuerdas? Te puso una maldición, acabó contigo. Yo mismo te vi morir.
El Gran Árbol se volvió a reír y Mido con él.
Gran Árbol Deku.- Es un alivio, Link —le dijo—. Parece que sigo vivo. Habría sido el primero en saber si alguien me hubiese puesto una maldición.
Mido se volvió a reír a sus espaldas y Link le dirigió una mortal mirada cargada de odio.
Gran Árbol Deku.- Eres un chico con mucha imaginación, Link. Sé que tienes sueños curiosos por las noches, posiblemente haya sido tan vívido que lo hayas confundido con la realidad.
Mido.- ¡Solo un loco podría hacer eso, ja, ja, ja!
Gran Árbol Deku.- ¡Mido, por favor! —le riñó con contundencia—. Esas cosas pueden suceder. Link es de esas personas que tienen sueños muy vívidos e interesantes. Ha debido de ser eso, ¿no es cierto?
Link no respondió. Se sentía hervir de rabia. De algo así, estaban haciendo un espectáculo entre los dos. Y lo peor, estaban logrando confundirle.
Gran Árbol Deku.- No hay nada de malo en que eso suceda, Link. Simplemente hay sueños que se pueden equivocar con la realidad, pero no hay que tomárselos demasiado a pecho.
Link incluso había comenzado a dudar acerca de sus propios recuerdos. Escuchó alguna risita más de Mido detrás de él que no hizo más que sumir a Link en un estado de ira en el que nunca se había visto a sí mismo. Tuvo pensamientos raros que tuvo que esforzarse en reprimir con mucha fuerza de voluntad, e incluso el Gran Árbol pareció percatarse de ello, por lo que volvió a intervenir.
Gran Árbol Deku.- Quizá sea mejor dejar este tema para otro momento, Link —le dijo, tratando de transmitirle tranquilidad—. Ahora puede que estés confuso. En otro momento me lo seguirás contando todo. Ve a jugar con otros kokiri, así seguro te despejarás.
Link se irguió y se quedó mirando al árbol con un rostro demasiado sombrío. No pudo evitar replicar a eso último.
Link.- No me hables como si fuera uno de ellos —dijo de golpe, sin contenerse y sin pensar—. No soy un kokiri.
El Gran Árbol Deku sintió una oleada de frío, como si se le hubieran helado hasta las raíces. No sabía de dónde Link había sacado eso. Nadie se lo había dicho, pero más que eso, le preocupaba qué le había pasado durante esa noche.
Para ellos, solo había sido cosa de una sola noche.
Gran Árbol Deku.- ¿Qué estás diciendo... Link...?
Link.- Algo... que sabes que es verdad.
El árbol no fue capaz de contestar.
Link.- ¡¿Verdad?!
El Gran Árbol Deku estaba contrariado. No sabía si lo estaba más por la información que le estaba revelando, algo que él aún no había encontrado valor para decirle, o por el tono que Link estaba usando para dirigirse a él.
No supo encontrar las palabras adecuadas, pero Mido volvió a intervenir con una risotada estridente y orgullosa.
Mido.- ¡Eso es lo que quería oír! —exclamó—. Por fin lo has entendido. Sin hada, no serás nunca un verdadero kokiri.
Link ni siquiera se giró para mirar a Mido. Estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano por ignorar que estaba allí. Solo quería centrarse en su conversación con el Gran Árbol Deku, que lentamente se estaba volviendo más y más incómoda para los dos. El árbol por su parte no sabía ni qué responderle, pero fue Link quien tomó el relevo y siguió.
Link.- No se trata de tener o no un hada —sentenció—. Y tú sabes a qué me refiero. Lo que no comprendo es por qué te comportas así. Por qué actúas de esta manera.
El Gran Árbol no daba crédito a lo que estaba presenciando. Jamás había visto a Link de esa manera. Realmente no comprendía nada delo que estaba diciendo, que en sí, eran cosas completamente ciertas. Pero nadie se las había contado todavía.
Algo tenía que haberle sucedido en esa noche, algo mucho más grande que un sueño, pero el árbol era incapaz de encontrarle una explicación.
Gran Árbol Deku.- Link, no estoy comportándome de ninguna manera —se justificó—. No entiendo qué ha ocurrido. No te entiendo a ti. No comprendo qué significa todo esto, ni de dónde has sacado esa información.
Link dudó más bien poco en contestar.
Link.- Del brote —concluyó—. Del brote que nació tras tu muerte. Él me lo contó todo.
El Gran Árbol comenzaba a sentirse cada vez más desesperado. No sabía cómo hacer para que Link comprendiera lo que trataba de explicarle. No sabía cómo hacer para decirle que solo había sido cosa de una sola noche... pero en esa línea temporal.
En esa línea, solo había transcurrido una noche. Pero lo que ambos no sabían, era que los dos tenían razón.
Mido estaba más allá, riéndose, pero ninguno le prestaba demasiada atención. Ni siquiera se plantearon qué demonios hacía él allí, fisgoneando en la conversación. La misma les tenía tan absortos que ninguno dijo nada al respecto.
Gran Árbol Deku.- Link, te lo repito, mi muerte no se ha producido, ¿no es evidente? Es imposible que yo haya echado brote alguno, es... es sencillamente imposible. No entiendo de dónde has sacado esto.
Link no contestó aquella vez y Mido no podía parar de reírse.
Gran Árbol Deku.- Simplemente trato de entenderte, pero no lo consigo —prosiguió—. No sé qué ha pasado en una sola noche...
Link.- No ha sido una sola noche... —interrumpió, comenzando a estar bastante confuso.
Gran Árbol Deku.- Link, lo ha sido —volvió a decir, molesto por la interrupción—. Ha sido una sola noche. Debes calmarte de una vez. Estás tomando tu sueño demasiado en serio y...
Link.- ¡¡DEJA DE TRATARLO COMO SI HUBIERA SIDO UN SUEÑO!! —vociferó, angustiado—. ¡DEJA DE ACTUAR COMO SI NO RECORDARAS NADA! ¡DEJA DE MENTIRME! ¡Tú me iniciaste en mi camino! ¡Yo te vi morir!
El Gran Árbol se estremeció con aquella voz. Link se veía realmente afectado por la situación, terriblemente desesperado, como si en ese testimonio se estuviese jugando la vida. Porque en realidad, ya dudaba de su propio argumento y necesitaba de golpe, una confirmación.
Gran Árbol Deku.- Link... —le llamó, con severidad.
Link en ese punto, ya no podía parar.
Link.- ¡Yo vi cómo morías! ¡Antes de marcharme del bosque! ¡Antes de ir a ver a la princesa Zelda, como me dijiste!
Gran Árbol Deku.- Link, ya te lo he dicho, tú nunca...
Link.- ¡Me concediste la Esmeralda Kokiri y me encontré con la princesa! —interrumpió de nuevo—. ¡Tú me diste la primera llave del Portal!
Gran Árbol Deku.- Link, quisiera saber quién demonios te ha hablado de...
Link.- ¡YO SOY EL HÉROE DEL TIEMPO!
Se hizo un sepulcral silencio en la pradera, que duró el tiempo que Mido fue capaz de contener la risa. Cuando estalló en carcajadas, fue él mismo quien irrumpió de nuevo en la conversación.
Mido.- ¡¿Tú?! ¡¿Disculpa?! —dijo entre risas—. ¡¿El héroe de qué?!
Gran Árbol Deku.- ¡¡Mido!! ¡Guarda silencio! —le regañó—. ¡Eres el líder de los kokiri, compórtate como tal!
Mido se calló de golpe y disimuló alguna risita más bajando la cabeza, pero no hizo ademán alguno de abandonar la pradera.
Gran Árbol Deku.- En cuanto a ti, Link —le dijo severamente—. Estoy profundamente disgustado con tu forma de obrar esta mañana. Jamás te he escuchado de esta manera. Estás tomando demasiado a la tremenda...
Link.- No —interrumpió de nuevo—. No estoy...
Gran Árbol Deku.- ¡Se acabaron las interrupciones, Link! —sentenció—. ¡Ya has hablado suficiente! No es la forma correcta de abordar las cosas y en el fondo sé que lo sabes. Jamás has irrumpido así en la pradera y temo que de pasarlo por alto sea algo sistemático. No pareces en disposición de hablar de una forma correcta en este momento, y por ello...
Hizo una larga y dramática pausa, como si le estuviese costando tomar la decisión.
Gran Árbol Deku.- Debo pedirte que abandones la pradera.
Aquella frase fue como un mazazo para Link, que se quedó completamente inmóvil en el sitio. Se sintió débil y desamparado de repente, y sus ojos se pusieron vidriosos. Alcanzó únicamente a balbucear algo inentendible.
Gran Árbol Deku.- No hagas las cosas más difíciles, Link —continuó—. No consentiré ese tono. No consentiré que ninguno de los kokiri me alce la voz de esta manera. No consentiré que ni tú ni ninguno me tachen de mentir, como tú acabas de hacer. Seré muchas cosas, pero nunca un mentiroso. Cada ser viviente de este bosque lo sabe. Sois mis hijos y como vuestro padre, merezco un respeto por vuestra parte. No seré tolerante con ninguno que no me tenga ese respeto. Y tú hoy Link... me has demostrado tenerme mucho menos respeto... que el aprecio que yo he sentido por ti.
Link notaba como si le faltase el aire. Cada palabra dolía, dolía como un verdadero puñal clavado a la espalda. Link sentía que los cimientos de su hogar se venían abajo lentamente, con cada frase que el árbol pronunciaba. Se sentía avergonzado, frágil y dudando de cada uno de sus recuerdos.
Empezaba a pensar que pudieron realmente ser fantasías. Que su conversación con el Gran Árbol Deku no había sido más que un duro pero necesario golpe de realidad.
Gran Árbol Deku.- Te invito a regresar ante mí cuando hayas recapacitado. Solo entonces seguiremos nuestra conversación. Piensa, medita. De no hacerlo... es mejor que no regreses.
Link no supo ni siquiera qué hacer durante un rato. De lo que había esperado al levantarse a lo que se había encontrado...
Eso había sido demasiado para él. No fue capaz de decir ni una sola palabra al respecto y evitó por todos los medios dirigir una sola mirada hacia Mido. Sabía que el líder de los kokiri le odiaba desde hacía mucho e imaginaba que todo eso le divertía. Sabía que esa situación le estaba alegrando, pero no quería ver la satisfacción en su odiosa cara.
Link ya no sabía qué pensar. La contundencia con la que el Gran Árbol le había dicho todas esas cosas le había hecho pensar incluso que el que estaba equivocado era él. Que podía ser verdad que todo había sido un sueño y estuviese exagerando. Al final... ¿qué prueba clara tenía entre manos para demostrar que todo había sido cierto?
Se había despertado en el Bosque Kokiri, como cada mañana. Había elegido ir hasta allí para observar el cambio que estaba seguro que todos tendrían con él. Quería ver como Mido al fin le respetaba y como todos los kokiri le hablaban como un héroe. Pero había sido esa elección precisamente la que le había confundido. Elegir dormir en el Bosque Kokiri, en su casa, igual que siempre, antes de comenzar con su destino. Si tan solo hubiese elegido otro lugar... estaría completamente seguro. Pero eso precisamente le había hecho desconfiar hasta de sí mismo.
Se había despertado allí, al fin y al cabo. Y si era cierto... ¿y nada había sucedido? No tenía siquiera rasguños, lo que podía deberse a haber retrocedido en el tiempo... pero también podía deberse a que eso jamás hubiera pasado.
Link dirigió un último vistazo al Gran Árbol, pero ninguno de los dos dijo nada más. El chico dio media vuelta, con los ojos vidriosos y profundamente dolido y se dispuso a marcharse de la pradera.
Antes de salir, la irritante voz de Mido apareció a sus espaldas, con esa satisfacción que Link ya imaginaba que tendría.
Mido.- Has tocado fondo, Sinhada —le dijo—. Era cuestión de tiempo... que acabases volviéndote loco.
Link se detuvo un momento con la cabeza gacha y los ojos en penumbra. Sin embargo, encontró la fuerza para seguir caminando e ignorarle, al menos por ahora. Necesitaba controlarse, no sabía qué le estaba pasando... y necesitaba estar solo.
«Loco...», se repitió en su mente mientras se marchaba de allí.
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