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Doyoung abrió la puerta de su apartamento, se encontraba cansado. Ni siquiera se molestó en cambiarse, solo se tiró a la cama, pero un minuto después...el molesto ruido de la alarma se escuchó.

Sin ganas de ir a trabajar, se levantó y bostezó, tomó una ducha rápida y cuando salió, se vistió para ir a su trabajo.

Salió de su hogar y llegó hasta el autobús que casi lo dejaba, muchos hombres y mujeres se fijaban en su belleza pero él no les prestaba atención, bueno, en realidad ni siquiera sabía que le miraban. Llegó a su destino y bajó del autobús.

Cuando salió, vio a varias personas con saxofones, tambores y trompetas, pero no les prestó atención pues fue directamente a la cafetería en la que trabajaba por la mañana.

Llegó y se puso su delantal. Empezó a servir el desayuno recién hecho para los clientes y varios le regalaron sonrisas de agradecimiento.

—¡Doyoung!– el mencionado volteó a ver, eran su amigos.

—¿Irás al baile de Marti Gras?– preguntó uno.

—¡Si! ¡Ven con nosotros! ¡Te divertirás!

—Lo siento, chicos...– dijo sirviendo otro platillo, después le pasó una servilleta a un niña.– Saben que estoy– –

—Si, lo sé, lo sé, estás trabajando para tu restaurante, nene, siempre estás trabajando, ¡Deberías divertirte un poco más!

—Chicos, no tengo tiempo para divertirme ahora, la próxima será.

Los chicos asintieron algo disgustados pero aceptaron su decisión. Llegó hasta donde estaba el que cocinaba para tomar más órdenes.

—Otra vez estás hablando de tu restaurante.

—Bob, los huevos se queman.

—¡Oh!– sacó los huevos y los puso en un plato– Nunca vas a reunir lo suficiente para el pago inicial.

—Ya me estoy acercando.– dijo con simpleza

—Oh, ¿Qué tanto?

—Pasame la comida.

Bob hizo caso mientras reía y le dio todos los platos de una vez. Doyoung rodó los ojos y fue a servir la comida cuando en eso, sonó la campanita indicando un nuevo cliente.

—Buen día Señor Kang.

—Buenos días, Doyoung.

—Felicidades por ser nombrado rey del desfile de Marti Gras.

—Oh, fue una sorpresa...¿Puedes creerlo? ¡Por quinto año consecutivo!– soltó una risita y Doyoung rio.– Ahora, ¿Qué opinas si me sirves– –

—Los mejores beignets para usted, señor Kang.

—No dejes de servirmelos hasta reventar– ambos rieron. Doyoung fue a servir a otros clientes cuando la campanita volvió a sonar, fue cuando escuchó la adorable y chillona voz de su mejor amiga.

—¡Doie! ¡Doie! ¿Ya oíste la noticia?– preguntó con un gran entusiasmo, luego se fue a sentar en la mesa de su padre– ¡Dile! ¡Dile, papi!

—Bien...El Príncipe Jaehyun– –

—¡El Príncipe Jaehyun de Maldonia! ¡Viene a Nueva Orleans!– interrumpió y chilló de emoción de nuevo– ¿No es divino, Doie?– volteó a ver a su padre– Dile lo que hiciste papi, ¡Dile!– alargando la "e"

—Bueno, yo– –

—¡Papi invitó al príncipe a nuestro baile de disfraces de esta noche!– chilló nuevamente– ¡Dile la otra cosa que hiciste, papi!

—Eh...

—¡Dile!

—Va a quedarse– –

—¡Va a– – no terminó de interrumpir pues su padre metió un beignet en su boca.

—Va a quedarse en nuestra casa como invitado de honor– Seulgi asintió con las mejillas llenas, intentando tragar el beignet.

—Ay, qué bonito, ¿Te doy un consejo? Papá siempre dice que el corazón de un hombre se consigue conquistando su estómago– dijo dejando otros beignet en el plato del señor Kang. Seulgi volteó a ver y se le ocurrió una idea.

—¡Ya sé!– le quitó el beignet a su padre y fue directo a Doyoung y lo abrazó por detrás– Es una maravillosa idea, ¡vas a preparar como 500 de tus bellezas atrapa hombres para mi baile de hoy!–

Seulgi caminó rápido hasta a su padre y le sacó su billetera, en donde sacó muchos dólares sin contarlos, pero eran muchos y dejó el beignet en la boca de su padre. Después volvió hacia Doyoung.

—¿Esto es suficiente, verdad?– dándole el dinero, Doyoung lo tomó sorprendido.

—Oh, esto es más que suficiente, Seulgi...¡Lo logré! ¡Compraré mi restaurante!

Seulgi soltó un chillido de emoción– ¡Esta noche al fin llegará mi príncipe! ¡Y te aseguro que esta vez no dejaré que se me vaya!– tomó del brazo a su padre y salieron rápidamente sin dejar que el Señor Kang terminara sus beignets.

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