𝐮𝐧𝐨
~Como si hubiese sido ayer~
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✧Narración Omnisciente✧
Alguna vez alguien me dijo que nosotros somos dueños del tiempo. Que se tiene que aprovechar al máximo cada minuto y cada segundo de nuestra vida personal y profesional. Yo cuando lo escuché, no pensé que hablaría tan enserio. Tuvieron que pasar años para percatarme de lo que verdaderamente se refería. Lejos de hacerlo, lo único que fui capaz de hacer, fue atisbar como mi vida fue cambiando día tras día. A mis casi dieciséis años aprendí una lección bastante fuerte: Nunca esperes nada de nadie. Porque hasta la persona más valiosa y querida, podría resultar el peor de los traidores.
Arribé al mar con un sueño. Con una aspiración. Con el anhelo de que aún la esperanza se podría rescatar del infierno. Sin esperar que tan solo las olas del agua y la cálida arena, serían testigos del peor de los dolores. No solo regresé con un fuerte cambio en mí, sino con un roto corazón. Mismo que un año atrás, latía y vibraba con locura. Pero bueno, ¿Qué se puede hacer al respecto? De todas formas ya estoy acostumbrada. No...esta vez es distinto. Porque duele más cuando el causante, es el que menos te esperas. Así que más que dolida, me siento enojada, frustrada, confundida...perdida.
Es a partir de aquí, que mi cabeza se percata de que Éclair siempre tuvo una buena razón para no aguantarme. Fui tan infantil. Tan inocente. Tan buena que ni siquiera era capaz de decir "No". Me odio tanto por haber caído tan bajo, por haber sido tan ingenua y por haber puesto a los demás antes que a mí misma. Es aquí donde realizo que la niña que alguna vez fui, ya no existe. Que lo único que observo en el espejo es una tela negra, y no la esencia de un ser humano. Mi reflejo. Tanto tiempo mantuve el optimismo por los cielos, pero ya estoy harta de dar y esperar para no recibir nada a cambio.
Con mayor razón, es que debo ser más fuerte por mí misma y nadie más. Saber poner los límites cuando se requiere. Fortalecer mi carácter y convertirme en una mujer que se dé a respetar ante la humanidad. No creo estar preparada para dejarme querer por segunda vez. No si mi cabeza y mi corazón se encuentran como un par de rompecabezas difíciles de rearmar. Hace un año, era la sobrina de Erwin Smith. Ahora, solo soy Elaine la huérfana. Nada más.
La hermosa joven, concluye la escritura en su diario personal aplicando el punto final. Su lacia y alargada cabellera dorada se mantiene suelta, pero un poco despeinada. Sus flequillos sobresalen de su frente. Tan solo bastó un frágil suspiro para cerrar el cuaderno que tantas escrituras ha atesorado en secreto. Se levanta de la silla ubicada frente a su escritorio y se dirige en dirección a sus cajones. Abre uno de ellos y observa su interior. En él, guarda todos los diarios que ha ido llenando de anécdotas y vivencias con los años. Eran muchos para contarlos. Cada uno iba ordenado en orden cronológico: Desde el primero que le fue regalado hasta el que hoy a la fecha, utiliza. Y no solo eso. Tan solo su semblante se decae más en tristeza cuando a un costado, yacen cada uno de los escudos que alguna vez estuvieron tejidos en las chaquetas de sus seres queridos que ya no viven. En su diario actual, utiliza como separador el escudo de cierta persona en especial. Acerca el pedazo de tela gruesa a sus labios, cerrando sus ojos en seguida para darle un profundo beso. Ese, era el escudo de Marco Bott.
Dejando el objeto entre las páginas del cuaderno y dejándolo donde pertenece, cierra el cajón y exhala por segunda vez. Sus dedos tallan con cautela sus azulados ojos por el cansancio antes de llevar la vista hacia el alargado espejo ubicado entre el mueble de madera y la entrada a su baño. Definitivamente, ya no era la misma Elaine de antes. La visita al tan esperado océano, la había transformado en su totalidad. Ya no veía a la niña sonriente, amable e inocente que sentía que deberle a las personas era su prioridad. En ella, ya no veía a la misma niña que soñaba sin parar y anhelaba un futuro lleno de paz, luz y color. Tan solo veía el reflejo de una flor marchitándose; un alma sin una llama que fulmine en medio de la oscuridad. Que a pesar de físicamente verse un poco más desarrollada que antes, se sentía tan vacía que desconocía qué podría llenar su felicidad una vez más.
La puerta es tocada un par de veces, haciéndola mirar de reojo hacia atrás.
–Soy yo. –oye una voz familiar en el exterior. No responde; ni un sonido emite. Tan solo deja que la dueña de aquella voz se adentre al interior de la pieza, abriendo la puerta con suma sutileza. –Buen día hermanita. –la saluda con una sonrisa tranquila. –Al parecer sí lograste despertar siendo las tres de la tarde.
Éclair Einar se veía bastante mejor desde el día en que aceptó recibir la ayuda que requería. Al ser asistida por los expertos indicados, su salud fue mejorando hasta llegar a recuperar la masa corporal y alargar un poco la longitud de su cabellera castaña. Dejó atrás los demonios que atetaban contra su estado físico y ahora, degusta la comida como jamás lo había hecho y revivió su inmenso amor por la cocina. La gemela mayor, pese a estar consciente de la situación acerca de su titán, parecía estar en un mejor lugar en su vida. Satisfecha. Agradecida. Sobretodo plena.
La oji verdosa azulada al estar lo suficientemente cerca de su hermana menor, la recibe con un profundo abrazo. Elaine no se desiste; tan solo se deja mimar por su única familiar. Lo que más la amparaba en estos días grises, era que la relación con Éclair ha ido sanando y ajustando para bien. Ella era la única que realmente acudía para contarle sus dilemas, sus alegrías y sus pesares. Jamás creyó que dependería tanto de su hermana, y eso era algo que a Éclair le ponía tan contenta. El hecho de que ya sabía amar a su sangre, le trajo tantas bendiciones en lugar de desgracias. Por ende, hacía todo lo posible para arroparla, cuidarla y protegerla como toda hermana mayor; aunque sus días en el mundo seguían siendo contados.
–Hola Éclair... –la saluda a murmuras. No solo físicamente estaba cambiando; la madurez ya comenzaba a manifestarse un poco en su voz. Solo que aún perduraba la suavidad y la dulzura que la distingue.
–Se ve que no estás de muchos ánimos para estar sanando de la gripe. –se separa y la sujeta de las manos.
–¿Cuándo lo he estado?... –dice con vagues, entrecerrando la mirada.
–Vamos Elaine, estoy bromeando. –aprieta sus mejillas con cariño y las acaricia. –¿Te acabaste la medicina? –pregunta y ella asiente en lo que su otra mitad toca su frente para revisar si ya no tiene más fiebre.
–Solo escribí un poco y rememoré cosas. Es todo. –dice simple y sin importancia. –Parece ser que estoy retomando la costumbre de dormir demasiado por el sello. Mas aún así, me siento exhausta. –menciona, volteándose para ver a su segunda mitad acostarse en la cama recién tendida. –¿Cómo han ido los experimentos?
–Lo mismo de siempre; ya sabes. No es divertido como yo lo recordaba. –alega con simpleza, acomodándose en lo que sostiene a Josefina, la muñeca de peluche de Elaine en brazos. –Por cierto, ¿Hay novedades sobre la mudanza? –le cuestiona.
–Levi ya firmó los papeles. –responde. –Seguramente ya querrá que empecemos a juntar nuestras cosas. –argumenta. –No quise hacerlo tan pronto con la excusa de que quería que la nueva casa estuviese medio llena. Es que...todo pasa tan rápido.
–Te entiendo...sigo sin creerlo. –afirma admirando a Josefina. –Deberías cambiarte de ropa más seguido y no estar tan a menudo con tus fachas. –le sugiere. –Hoy nos toca partir de nuevo a la costa. Es una buena excusa para que te arregles.
–Lo sé, pero-
–Sin peros jovencita. –le reprocha. –Sabes que no puedes evadir a todo el mundo cuando se te dé la gana, y más después de haberte enfermado. No mortifiques más a los chicos de lo que ya están.
–Sí claro, siempre soy yo... –musita fríamente.
–No... –dice antes de exhalar. –No digo que tienes que hacerlo, sino qué es lo que decides hacer: Si cederte a ti misma a cambiar, o seguir tal y como estás. –Elaine se voltea, caminando hacia el otro lado de la habitación para atisbar el exterior desde una de sus ventanas. –Ha pasado un año desde que regresamos de Shiganshina...y yo se que esta realidad, te duele más de lo que me duele a mí.
–Lo dices como si fuese tan fácil... –reprocha débilmente de brazos cruzados, ignorando el contacto visual.
–Jamás lo fue...por algo seguimos vivas hermana mía. –expresa, admirando la verdosa capa que alguna vez le perteneció a su querido tío materno Erwin Smith, colgada en el perchero junto al vestidor y suspira. –Sé que lo extrañas...lo extraño yo también. Y a mamá... –exhala profundamente. –Sin importar los errores que cometió, la extraño mucho.
–Yo los extraño todo el tiempo. Y de noche...me hacen tanta falta. –manifiesta en un tono afligido abrazándose a sí misma. –No importa cuantas veces les escriba cartas en mi diario...yo sé que tío Erwin y mamá nunca las van a leer.
–Tengo fe de que lo hacen donde sea que estén. –empieza a caminar lentamente. –No importa si en Shiganshina, el mar, el cielo, la tierra o el agua. Tío Erwin y mamá por fin descansan juntos con el abuelo Adler. Y donde quiera que estemos nosotras, papá, Iliana y Elian, ya sea cerca o lejos, ellos nos están cuidando y amando como siempre lo hicieron. –al estar lo suficientemente cerca de su hermana menor, Éclair la abraza por detrás con mucho cariño. Cierra sus ojos para disfrutar del acto fraternal. –Podrás estar miles de días y noches desamparada y tu corazón podrá destrozarse infinitas veces más. Pero siempre...siempre podrás contar conmigo que soy tu hermana. Porque te amo...te amo con toda mi vida Elaine. –comunica con los ojos cerrados, mientras que frota los hombros de su hermana a medida que siente su pecho contraerse.
–Pero...¿Por qué después de mucho tiempo, aún siento muchas ganas de llorar? –le cuestiona atisbando la ventana, derramando un par de lágrimas sin tan siquiera parpadear.
–Porque está bien estar mal Elaine. –responde sin rodeos, dejándola reflexiva. –Reprimir tus sentimientos te hizo mucho daño. El optimismo tóxico lastima si no sabemos cuándo y cómo imponer los límites. Por supuesto que tienes todo el derecho a no estar bien cuando no lo sientes. Es lo que muchos de nuestros cercanos no lograron entender, y yo comprendo al derecho y al revés lo que conlleva ser un soldado. Pero...a veces a los soldados se les olvida lo que ser humano significa. Y eso, es algo que les has estado recordando a lo largo de esta travesía. Por eso y más, deberías sentirte muy orgullosa de ti. –la gira para que la mire a los ojos. –Sé la mujer de la que me complazco llamar mi hermana, carajo. –lo último, hace que Elaine deje escapar una diminuta risa.
–Tú sí que jamás dejas de ser tú. –niega risueña, recibiendo un cariñoso beso en la mejilla derecha.
–Te amo. –le repite la oji verdosa azulada con sentimiento.
–Yo te amo más. –replica Elaine con suavidad para corresponder el abrazo de Éclair.
–Yo te amo aún más... –expresa, frotando lentamente la espalda de su hermana con mucho cariño. –Anda, vístete y arréglate. Todos esperan por ti. –palmea su mejilla un par de veces antes de darle su espacio.
Éclair veía el caso de su hermana cada vez más inútil de procesar. Sin importar sus intentos para persuadirla, animarla y al final fallar, aún tenía motivos para no rendirse. Se había prometido a sí misma y en nombre de sus familiares caídos, que sería la hermana que Elaine merece tener. Parecía que los papeles se invirtieron; siendo ahora ella la que ve por su pequeña hermanita. No la presionó; la dejó vestirse al ritmo que desease. Durante las últimas misiones, le fue complicado tener que ir a ellas sin Elaine a su lado. Sabía que era un pilar fundamental en el equipo. Que un integrante menos, se hacía notar entre los demás. Pero Elaine, ella era especial. Era única. Todos la añoraban, cuestionaban por ella; deseaban saber si algo pasaba con ella. Y aunque sabían que sí, a Éclair no le parecía que casi ninguno se atreviese a acercarse a Elaine por miedo a...¿Lastimarla más de lo que ya está?
Aprieta los puños y tensa su mandíbula. Tenía que ser fuerte y no causar un alboroto más cuando su hermana necesita de su apoyo. Sentía la necesidad de arrojar algo contra la pared. Un jarrón, una almohada, un zapato; lo que sea. Solo debía sacar la tensión acumulada en su cuerpo y desahogar la rabia con un grito. Cuando estuvo a punto de quitarse el calzado, Elaine sale del baño con su uniforme puesto, a excepción de la chaqueta castaña y la verdosa capa de su tío. Le deprimía el hecho de ver a Elaine con tanta opacidad en su espíritu. Y pensar que un año atrás se veía a sí misma con esa figura desnutrida y sumamente delgada, le aterraba mucho. Porque no podía permitir que su segunda mitad siguiera los mismos pasos que alguna vez siguió, y se guiara a sí misma a la oscuridad. Pero ella la conocía. Elaine es una chica muy inteligente a pesar de su dolor. A diferencia propia de Éclair, Elaine sería incapaz de matarse de hambre ni acudir a otro tipo de alternativas como ella lo hizo. De todas formas debía estar atenta.
Opta por ignorar su batalla mental y se concentra en Elaine. Atrayéndola de las manos con diversión, le insiste en que sea ella quien la peine. No tuvo porqué pensarlo; aceptó. Se sienta frente al peinador, Éclair recoge su cabello dorado y comienza a cepillarla. No fue complicado arreglarla. Se sabía de memoria el proceso del peinado; le traía oscuros pero irónicos recuerdos. Fueron menos de diez minutos en cuanto finalmente concluye con su obra maestra. Era bastante notoria la diferencia en Elaine cuando se recogía el cabello o se lo dejaba suelto. En casi ningún momento emitió una palabra, pero no le importó. La atrajo a sí misma, la abrazó por encima de los hombros y la llenó de besos por todo su rostro. No podía contenerse más. Amaba con locura a Elaine. Siempre lo hizo.
El día se convirtió en atardecer, en lo que el astro rey lentamente se va despidiendo para desaparecer entre el horizonte. La Legión de Exploración se preparaba una vez más para partir. Serían varias horas de travesía y no había segundo que perder. Diversos soldados se movían de un lado a otro; no eran muchos como la otra vez, pero sí los suficientes para prevenir lo que podría ocurrir a mayores. Ninguno se fiaba de los seres que vendrían desde el más allá. Eran totalmente distintos a ellos, o eso es lo que se auto deducían. Cualquiera de los dos bandos podría cometer una locura y provocar de este intento de negociación, en un problema mayor. El sol casi se ocultaba del cielo, y los integrantes del escuadrón especial sentían el calor en sus frentes. Estaban sudorosos; exhaustos. Por unos instantes, algunas de las chicas aprovecharon la coyuntura y la ausencia de su líder mayor para sentarse en el suelo. Jean las ve, a Sasha, Sandra y Chloe charlar con pesadez y les reclama con la gota gorda. Una vez que se arma la alocada disputa, Lucian les insiste con calma que no se enojasen entre sí y que se relajen un poco si no querían ser reprendidos por los mayores.
–Para ser el líder auxiliar eres muy pacífico...maldición. –masculla el peli avellana entrecerrando los ojos.
–Ya llegó por quien lloraban imbéciles. –los chicos atienden al sarcástico llamado de la mayor de las Einar. Elaine y Éclair, se avecinan a la escena caminando paulatinamente.
–¡Elaine! –exclaman Sandra, Connie y Chloe con suavidad mientras que todos la miran llegar junto a su hermana gemela. Con su característico peinado de siempre, la susodicha disminuye levemente la mirada mientras sus labios se curvean en una pequeña sonrisa. Éclair admira la escena con calidez.
–Ay canija, milagro del cielo que estés aquí. Me hacías mucha falta. –Sasha la recibe con sentimiento en un gentil abrazo. Misma que ella corresponde para también ser rodeada por Connie y Chloe.
–¡Y te peinaste preciosa! ¡Qué bonita! –halaga tierna y sutilmente la rubia oji verdosa clara acariciando el largo de su coleta. Elaine le dedica una suave mirada aceptando el gesto.
–¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes? ¿Necesitas algo? –le cuestiona el chico alto de cabellera chocolate.
–Gracias Lucian, ya me siento mejor. Gracias a ustedes también. A todos. –agrega, rodeando las espaldas de Sandra y Sasha. Connie, camina en dirección a Éclair para sujetar sus manos y besar su frente. El chico, ya comenzaba a rebasar a su ahora pareja en cuanto a la altura.
–Me alegra verte...estuviste mucho tiempo ausente. Aunque odio admitir que nos haces mucha falta cuando no estás con nosotros chaparra. –aún por la pena, Jean se avecina para acariciarle la cabeza a la Einar menor. Mirándolo a los ojos, Elaine se percata de lo mucho que el chico ha dejado crecer su melena avellana. Después de lo ocurrido en la retoma de Shiganshina, la relación entre ambos empezó a hacerse más estrecha, como si fuesen hermanos.
–Sabes que no puedes vivir sin mí, Jean Carlos. –Elaine le sonríe de forma juguetona, llevando sus manos a la cintura.
–Cállate Ellie Lizzie. –le reprende con los ojos en blanco pero después se contagia de su sonrisa. –Sabes que puedes contar con nosotros para lo que sea a la hora que quieras. No te cierres Ellienita, no estás sola. –se aproxima y se inclina hacia abajo para abrazarla con estima.
–Gracias Jean... –lo enuncia en un hilo de voz en lo que el chico frota su espalda. –Significa mucho para mí. –menciona lo último con melancolía, debido a que Jean, le traía bastantes recuerdos agridulces de Marco. Por más que pasasen los años, Elaine jamás lo dejaría ir.
–Ánimo Elaine. Estamos todos contigo. –la aprieta un poco sintiendo la conmoción de la enunciada.
–Mira Elaine, alguien más te viene a saludar. –la oji azul se asoma, viendo a Mikasa traer en brazos a nadie más y nadie menos que Elian, su pequeño primo. –¡Hola Ellie te extrañé! –dice con la voz aguda como si el niño estuviese hablando.
–¡Elian! –Elaine sonríe de oreja a oreja cuando ve al pequeño infante alzar sus brazos hacia adelante para que ella lo cargase. Gustosamente lo recibe consigo y le da un dulce abrazo. –Yo también te extrañé mucho mi amor. ¿Te has estado portando bien? –le pregunta para después besar su mejilla.
–¡Sí! Y Lucian me enseñó a jugar a las escondidas. –Mikasa vuelve a decir en su vocecita tierna en lugar de Elian.
–¡Qué padre! –exclama Elaine poniendo expresión sorprendida. –Deberías enseñarme porque tengo muchas ganas de jugar contigo. –le rasca su pancita haciéndolo reír.
–Se ve que se están divirtiendo. –el duo de mejores amigas se giran en torno a Iliana, quien arriba al igual que el resto de los adultos quienes se dispersan en distintas direcciones. Entre ellos, Eren arriba en medio de los chicos con un semblante neutro y sereno. La Einar menor pareció percatarse, por lo que opta por pretender que su presencia no le incomoda en absoluto. Elian al reconocer a su madre se emociona y mueve sus piernitas. –Sí, sí, ya querías venir con mamá, ya lo sé mi bebé. –la peli azabache sostiene a su hijo, removiéndolo cuidadosamente de los brazos de su ahora sobrina para cargarlo. La forma en que Iliana contempla a su hijo, era para derretirse de puro amor. –Muchas gracias por cuidarlo. –le gratifica a la joven Ackerman.
–Gracias a ti por haberlo traído a este mundo. –Mikasa inclina levemente la cabeza. –Es un niño bastante agraciado. Elian y Alondra son nuestra mayor alegría. –la joven adulta acaricia la mejilla de su cadete con estima. Iliana jamás fue de ser física con sus gestos a diferencia de su confidente Lisette Magnolia. Sin embargo, el haberse convertido en madre, cambió una gran parte suya que por siempre, creyó inexistente.
–Váyanse preparando niñas. En unos minutos más nos vamos. –dice la pecosa oji azul con una sutil sonrisa, regresando la mano para sostener mejor a su cría antes de darse la media vuelta y atender al llamado de Levi.
Después de esa pequeña y cálida reunión, Elaine y Mikasa solo se quedaron ahí, paradas en un silencio que podría considerarse un poco incómodo para el ojo humano. A medida que fueron creciendo, el tipo de comunicación entre el dúo era un tanto ambiguo, pero solo ellas se entendían; y más ahora cuando el cruel futuro estaba cada vez más próximo para arrebatarles todo sin piedad alguna. Mikasa lo sabía. Elaine lo sabía. No tenían idea alguna sobre lo que ocurriría o lo harían para rescatar a tres de las personas mas valiosas en sus vidas. Se sentían inútiles; desconcertadas. Visionar la posibilidad de que solo en unos cuantos años más se tendrían solo una a la otra, era imposible creer que convertiría en una realidad; su realidad. Los intentos de omitirlo eran en vano; y más teniendo la presencia de esos chicos en cada rincón que estuviesen. Como si ocupasen el aire para respirar, pero alguien siempre está ahí para recordarles que el tiempo sigue fluyendo. Que el tiempo, se ha convertido en un fastidioso y retador enemigo al cual tendrían que descifrar cómo manejarlo a favor.
–No paró de preguntar por ti... –es lo primero que articula la peli azabache en voz baja. Su oscura mirada, se mantenía ocupada en Lucian. Quien palmea la espalda de cierto chico y despeina su cabello con la intensión de al menos, hacerlo sonreír un poco. La sobrina menor de Erwin Smith también lo atisba, pero con una profunda mirada que la dejaba atónita por las palabras de Mikasa. –Después de un fatídico año, no es el único quien está cambiando. Es irreconocible... –musita en un hilo de voz afligido.
–El tiempo cambia a las personas. No podemos hacer nacer nada para evitarlo. –recita Elaine secamente.
–Yo creo que sí se puede, y más cuando uno enmienda sus errores. –replica Mikasa. –Por más que una persona cambie, en el interior, siguen siendo igual como los recordamos. Pero...no es el caso de Éclair. La veo...tan feliz a pesar de todo. Me recuerda mucho a ti. –contempla desde la distancia a Connie charlando con Éclair mientras que con el dedo índice, enreda pequeños mechones de sus coletas y posteriormente, reparte una serie de besos su mejilla derecha. La chica, sonríe como nunca antes lo había hecho. Y más cuando Sasha y Chloe se abalanzan hacia ella para rodearla. –Todos la quieren mucho... –piensa en voz alta.
–Nunca sabremos si alguien cambia hasta que lo averiguamos por cuenta propia. Mientras tanto...debemos ser fuertes. Porque ya nada será como solía ser. –añade, viendo como su confidente se aferra a ella.
–Yo no quiero que cambies Elaine... –la enunciada, agranda levemente la vista. –Yo te quiero tal y como eres. –murmura la joven Ackerman abrazándola con estima.
Cerrando sus ojos con pena, Mikasa refleja una mueca de derrota como una niña realizando un puchero. A Elaine siempre le parece lindo cuando su amiga se comporta como una infante. Jamás evita mimarla y animarla cuando se pone de ese modo, por lo que se da la oportunidad de peinar su corta cabellera azabache. Al mismo tiempo era triste el saber lo rápido que se refleja el tiempo en los seres humanos. Mikasa no solo crecía, Elaine lo hacía, Éclair crecía y todos esos chicos quienes contempla a pocos metros, también estaban creciendo. Pensar que eran solo unos pre adolescentes cuando se conocieron, le volaba la cabeza a miles de kilómetros por hora. Para nada deseaba que algo terrible ocurriese con uno de ellos. Nunca es suficiente cuando se pierde un miembro más o casi toda una legión más. Hannes se lo advirtió, Hange se lo recalcó y Levi se lo restregó sin ser consciente. Siempre fue consciente de las consecuencias, pero Elaine jamás se inmutó a mentalizarse hasta aquella trágica tarde en Trost. Tuvo tres años para hacerlo, y nunca lo consiguió. Porque a pesar de lo perdida que veía la situación, no quería darse por vencida. Ahora, ni el convencimiento de Mikasa pareció convencerla. Algo sabía, y jamás se atrevería a decirlo.
–Yo también te quiero por como eres. –sutilmente, sostiene el rostro de Mikasa entre sus manos. –No por algo eres mi mejor amiga. –sonriendo un poco, inclina su cabeza hacia adelante plantando un beso en su frente.
Una voz las llama casi pegándoles un susto. No obstante, su aroma personal era imposible no reconocerlo. El chico las saluda con la mano y Mikasa le regresa el lindo gesto; pero Elaine parece haber congelado sus cinco sentidos. No supo si se trató de una señal, pero ver a su mejor amiga alejarse de ella, tan solo provocó que sus nervios arrasaran y se desconcertara. Se resistió, pero tratar de hacerlo con alguien como él, era algo que solo podría hacerlo en sueños.
–Hola Ellie... –la saluda de nuevo nadie más y nadie menos que el ansioso Armin Arlert. Este, la divisa con una suave sonrisa y una profunda mirada. El corazón de la chica parece perder el control al toparse con él.
–Hola... –le regresa el saludo con los mismos nervios. Por más ganas que tenía en evadir su sonrisa, no podía hacerlo.
–¿Cómo?... –da un par de pasos para estar cerca de ella y lleva la mano derecha a la parte trasera de su cuello. –¿Cómo sigues?
–Ya estoy mejor. Gratifico que hayas cuestionado. –juega un poco con las puntas de su coleta dorada, tambalea su pie izquierdo y lo atisba apenada. –Y...¿Tú como has estado?
–Exhausto. –admite a duras penas. –No he podido dormir bien últimamente. Quizás estoy sobrepensando un sinfín de cosas y ocupándome más de lo común.
–No te diré que bebas un vaso de leche caliente para aumentar la melatonina porque no sirve para nada. –dice de modo bromista y el peli dorado ríe brevemente.
–Al menos es lo que nos hace revivir la infancia. –admite. –Y hablando de leche, también se me antojaron unas galletas.
–¿Con chispas de chocolate y una frazadita calientita? –le indaga, mientras se aproximan levemente uno al otro. Ninguno sabía lo que ocurría, tan solo la química se dejaba fluir.
–Suena como un plan. –ambos se dedican la misma mirada ante la propuesta de Armin. –¿Te parece si...las comemos en mi habitación cuando regresemos y jugamos una partida de cartas?
–Por supuesto, me encantaría. –responde de manera cálida.
–Escúchenme todos. Acérquense. –atienden al enunciado del líder del escuadrón especial llamando a todos sus miembros.
Armin le indica con la mirada a que vayan. Elaine asiente y lo sigue caminando a su lado. No hubo necesidad de tener que buscar a los chicos. Estando todos en el mismo espacio, fue mucho más sencillo de lo anticipado. Los chicos se reúnen en un semi círculo, teniendo a Levi Ackerman en el centro. Lizy se posiciona a su derecha e Iliana a la izquierda. Era conmovedor y hermoso ver a tres de los instructores como padres, por eso se les hacía un poco complicado a los menores verlos como solían ser antes de la venida de esos bebitos, cuyas madres sostienen en sus brazos cada quien.
–Listo capitán, ya estamos todos presentes. –aclara Lucian Hoffman en nombre de todos sus compañeros.
–¿Alguna queja que reclamar? –pregunta el oji grisáceo azulado con esa misma vaga expresión, pero no importaba. Ya todos se habían acostumbrado a su genio.
–No señor. Todos colaboraron equitativamente con el empaque de los suministros y logramos terminar antes de tiempo. –sonríe el chico de la mirada chocolate con esa misma sonrisa que cautivó a Mikasa desde la etapa de cadetes.
–Gracias Lucian, y a todos ustedes también. –le gratifica, viendo como el susodicho inclina respetuosamente la cabeza y se dirige a la altura de sus instructores; en medio de Levi e Iliana. –Como ustedes sabrán, está por transcurrir un año desde que la Muralla María se retomó. –comienza a hablar con neutralidad, recorriendo la mirada a cada chico frente a él atisbándolo con atención. –No tenemos idea alguna de lo que nuestros próximos invitados tengan bajo la manga, o al menos sobre sus verdaderas intenciones para poner pie en la isla. Por ende, les ordeno que tengan total y absoluta atención. Porque puede que estemos metiendo las manos al fuego, y de la manera más riesgosa.
–Iliana y yo nos quedaremos con ustedes desde la lejanía, en lo que Levi y Hange se encargarán de recibir a los denominados Marleyanos. –Lizy es la siguiente en tomar la palabra, pero la pequeña Alondra no le hacía a Elaine tomarse del todo enserio la junta por verla jugar con un mechón de la coleta de su madre. La envidiaba. –Lo ideal, es que esas personas acepten nuestra invitación para conversar; no pelear. No voy a permitir ni un solo comentario o falta de respeto hacia ellos. Uno solo, aunque sea el más inofensivo, puede causar una impresión negativa de nosotros. Deben tener mucho cuidado con sus comentarios y expresiones faciales.
–Pero ellos son los que nos llaman "demonios" Lizy. –alega Connie al costado derecho de Éclair. –¿Por qué nosotros no tenemos el derecho de reprocharles todas las injusticias que nos hicieron pasar? ¿Por qué debemos doblegarnos ante estos extraños? ¿Por qué debemos aceptarlos en nuestro hogar cuando fueron ellos quienes nos hicieron vivir en ignorancia y miedo?
Lizy no supo qué contestar antes las ciertas contestaciones de ese chico. Connie tenía razón. No podía culparlo por cuestionar dicha controversia. Malamente, no existía alguna respuesta que fuese correcta. No había manera de explicar los motivos en que la historia se escribió así. Reproches o no, aún no poseían las suficientes herramientas para persuadir la contrariedad. Así es como la humanidad en Paradis fue criada: Bajo pura ignorancia. Así que tampoco podían reclamar del todo. Los errores del pasado, solo provocan que las nuevas generaciones sufran de las consecuencias y desconozcan lo que significa vivir en verdadera libertad. Lo que tampoco tomaban en cuenta, es la posibilidad de que en Marley, no toda la gente podría pensar con exactitud sobre los supuestos "demonios". Por ende, no había más que tener la suficiente paciencia.
–Entiendo que estés desesperado como nosotros Connie, pero reprochando e insistiendo no cambiará nada. –contesta Iliana. –Ellos no van a creer de la noche a la mañana que no somos los demonios que creen que somos. Debemos confiar en que esta negociación podrá traernos más cosas buenas que malas. Pero para eso, se necesita de tiempo. –explica, frotando la pequeña espalda de Elian mientras lo carga. –¿Lo entiendes, verdad?
–Supongo... –replica cabizbajo.
–Eren, Éclair y Armin. –Levi denomina a los tres chicos. –Contamos con ustedes para esta misión. No será complicado ni pesado, así que no piensen en rajarse. –los divisa notando la falta de oposición en ellos; sobretodo en Eren. Quien lo atisba con esos ojos que desde conocieron el mar, perdieron su brillo. –Andando. Es hora de partir.
El cielo poco a poco va perdiendo los cálidos colores del atardecer para detonar las frías tonalidades de la noche. Para la misión, iba una cantidad estable de soldados. No eran muchos, pero tampoco menos. No obstante, lo que parecía ser extraño y nostálgico para el escuadrón especial, era ver entre los presentes a una buena cantidad de cadetes. Todos eran nuevos, inexpertos; desconocidos de todo el horror que pasarían una vez que se gradúen. Eran incluso mucho más indisciplinados que ellos, por lo que fue un horror estar escuchando a sus supervisores estarlos callando una y otra vez. Para esos niños, el escuadrón especial de Levi Ackerman era intocable. Nadie podía acercárseles. Ninguno estaba a la altura de sus miembros. Aunque eso, solo eran rumores y simples comentarios que se cuchicheaban unos con otros. Ninguno cruzó palabra alguna durante la mayoría del camino, excepto en las pausas que se tomaban para reposar antes de proceder con el trayecto.
Elaine cabalgaba en compañía de Kiara, su yegua color crema y dorada. A sus costados, Éclair y Chloe galopan sin desconcentrarse del camino. Le parecía insólito involucrarse de nuevo a las actividades de la legión después de diversas pausas. Como si vestir con el uniforme ya no le sentaba. No se sentía ella misma, pero sabía que formaba parte de ahí. Haber perdido la costumbre provocó un efecto contraproducente. Porque ni siquiera la tomaban en cuenta en las misiones tanto como antes. Desconocía si era por decisión de los mayores, o porque simplemente ya no la ocupaban del todo ahora que no había ni un solo titán en la isla. Incluso, resultó ser negativo en el hecho de que no habían zafiros titánicos qué encontrar. Después de haber aniquilado hasta el último titán, ninguno resultó poseer en sus cuerpos las dichosas gemas. Era obvio el hecho de que solo los inteligentes los poseerían; solo que tampoco sabían qué otras clases de titanes de ese tipo existían y en donde podrían estar. El tiempo cada vez se acortaba; y eso le hacía perder la poca paciencia que podría soportar.
Poco a poco su energía disminuía, pero debía resistir si no quería ser derrotada por el sueño. Para su fortuna, el camino no fue del todo eterno como lo recordaba. Tan pronto sus oídos identificaron el oleaje de las olas a la lejanía, su alivio fue mayor al saber que ya estaban cerca de arribar al mar. Jamás creyó que retornarían a ese sitio más pronto de lo que anticipó. La urgencia de correr hacia el agua y sumergir sus pies en ella la domaba, y malamente no había tiempo para hacerlo; al menos no ahora. Los chicos se sentían inútiles por estar abajo con los demás, pero por algo los necesitaban a salvo. Ninguno sabía cómo es que exactamente los atraerían hasta la costa, a excepción de Levi, Hange y los tres portadores. Elaine no creía que utilizar sus poderes de titán era la forma correcta de llamar su atención. Podrían pensar que tratarían de darles un buen susto o atacarlos. No estaba segura si funcionaría.
–¿Es necesario que usen sus poderes a fuerzas para atraerlos? –pregunta la Einar menor sentada de chinito por detrás de las gigantes rocas que los encubren.
–No lo sé. ¿Ustedes creen que les asombrará ver a titanes inteligentes entre nosotros? –responde Sandra generando otra pregunta.
–Cualquier cosa se puede esperar de esos extraños. De todos modos que no les sorprenda, cuando fueron ellos quienes mandaron a los suyos para vernos las caras de idiotas. –opina Jean, quien aparta un poco su cabello avellana de la frente.
–No lo digas así Jean, ellos no tuvieron de otra. –replica Lucian en desacuerdo.
–Y aunque la tuvieran, no se vale jugar con los sentimientos de las personas. –deniega cruzado de brazados. –Mordieron la mano que les dio de comer. Punto. No les importó el daño que podrían causar con su actuación.
–Piénsalo un poquito Jean. –interfiere Armin acomodándose mejor de rodillas. –Estamos a punto de conocer a las personas que obligaron a Reiner, Bertolt y Annie a adentrarse a las murallas. Aunque puedan tener buenas intenciones, no podemos fiarnos del todo en ellos. Pero eso no quiere decir que las personas no puedan equivocarse.
–Yo que tú Armin, pensaría dos veces lo que opinas al respecto. –le dice Jean con todo respeto. –No es para llevarte a la contraria. ¿Pero como puedes estar seguro de que ellos lo sienten? Puede que siguen sin arrepentirse de lo que hicieron y realmente nunca fuimos sus amigos. –replica, dejando al oji azul pensativo. –Piensa si realmente lo que tuviste con Annie fue verdad. Si ella verdaderamente se enamoró de ti.
La mirada de Armin se congela; su piel se torna pálida. Los demás no se podían creer la desfachatez que tuvo para mencionar dicha atrocidad. Temían por lo que se podría armar y lo que menos debía pasar, es que entre ellos mismos tengan que discutir. Elaine, ni siquiera se armaba de valor para mencionar el nombre de esa chica que a la fecha, seguía atrapada en ese cristal. El recuerdo de Annie Leonhart, se había transformando en un tabú más.
–¡Oye viejo, no te pases! –lo regaña el oji meloso.
–No es pasarme de la raya Connie, es ser transparente. –contradice Jean observándolo de lado. –Sabes que aquí todos caímos en su trampa. Pero lo que jamás toleré, es que esa chica haya jugado con los sentimientos de mi amigo. –todos se impresionan por su pensar. –Tanto Armin como nosotros, ninguno se mereció sufrir esa traición. –exhala con pesadez. –Tú misma estuviste ahí cuando Eren se destrozó al saber la identidad de esos cobardes, Elaine.
Jamás hubiese creído que Jean haría semejante observación delante de sus colegas. Parecía como si hubiese sido ayer cuando la relacionaban con Eren y viceversa. La susodicha no lo había pensado de esa manera hasta que alguien más lo hizo. Era verdad lo que decía; ella misma también lo vivió. No solo con descubrir a esos chicos, sino enterarse que todo ese tiempo tuvieron una relación cercana con su madre fallecida. Fue la primera vez que vio a ese chico totalmente devastado; siendo de las pocas veces que temió por la rabia que desprendía de su aura. Durante los instantes en que consiguieron dominar a los titanes a su favor, jamás llegó a imaginar que se irían todos contra Reiner y Bertolt. Eren estaba dispuesto a matarlos con todo, y ella permitió que ocurriera hasta que Ymir los socorrió. Y eso, fue lo que le hizo a Historia resentir a esa chica. Para ella, también consideró ese acto como una traición.
–Jean tiene la razón. –dice Mikasa de acuerdo con él, posando la mano en el hombro derecho de Armin. –Esto, nos sirvió como una lección para percatarnos de quiénes realmente valen la pena ser considerados como amigos. Bertolt y Reiner no nos merecieron. Annie no te merecía Armin; tú mereces a alguien mucho mejor. Todos lo hacemos. –el susodicho quería contestar algo, pero en cuanto llegaron Iliana y Lizy, se abstuvo de hacerlo.
–Creo que los marleyanos ya vienen. –dice Sasha agachándose entre Jean y Elaine con un mosquete en manos listo para apuntar. –No sé ustedes, pero estoy muy nerviosa de que pase algo malo.
–Síguelo manifestando y te culparemos a ti. –masculla Connie con los ojos entrecerrados.
–Enfócate en defender nuestro escondite. Si ves algún movimiento sospechoso, ya sabes que hacer. –le notifica Iliana a espaldas de Sasha. –Por lo pronto, mantengamos la calma y oremos que todo salga al pie de la letra.
Las charlas finalmente habían cesado, para darle advenimiento al silencio total. Desde arriba, se conseguía apreciar a los veteranos ocultarse para no ser vistos. Se tenía entendido que el objetivo de la nueva comandante de la Legión de Exploración, era retener a esos individuos de manera pacífica para no sólo charlar, sino para obtener la mayor cantidad de información posible. Las posibilidades de crear negocios con ellos podrían ser nulas, al menos que ocurriese un milagro. Apreciaron a Eren y Éclair transformarse en titanes y esconderse con el mayor sigilo posible. Así como el resto de la legión, ambos chicos aguardaban hasta que la señal fuese dada. Cuando creyeron que jamás iba a ocurrir, todos escuchan un fuerte ruido desde lo más lejano. Fue una especie de silbato, proveniente de una gigante flota marina. En ella, diversos humanos con trajes claros y armamentos puestos fueron identificados a través del sello de Elaine. Uno indicaba una orden. Otro repetía lo mismo a sus otros compañeros moviendo el brazo izquierdo. Los chicos abren sus ojos como platos y jadean por el pasmo. No había duda alguna. La espera, había valido la pena.
–Son ellos. –verbaliza Elaine en voz baja y con su poder activo. –Llegaron los marleyanos.
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