𝐯𝐞𝐢𝐧𝐭𝐢𝐬𝐞𝐢𝐬


~Lo que no se puede ocultar más~

.oOo.

Elaine Einar

El sol me calienta; me pesa. Aún así, la brisa refrescante ventila mi cara a la par que mis flequillos descubren mi frente. Se siente delicioso; tan pacífico. Estar acostada en el pasto en vísperas de verano es caluroso, pero cómodo. Me hará extrañar la primavera, mi estación preferida del año. Son escasas las ocaciones en que Eren y yo entrenamos en conjunto. Normalmente tiendo a ejercer mis habilidades con personas como Sasha, Jean o Lucian. Extrañamente me tocaba combatir contra Reiner y en una que otra oportunidad me emparejaba con Mikasa.

Mikasa...¿Qué habrá sido de ella después de haber testificado en la corte? ¿Qué estará haciendo ahora? Extraño mucho a mi mejor amiga. La añoro. La echo de menos. Como quisiera que estuviera aquí conmigo. Intercambiando una que otra anécdota y chismes hasta altas horas de la madrugada. Cepillando mi largo, lacio y dorado cabello hasta trenzarlo; decorándolo con las más hermosas flores del jardín. No puedo creer que es la mejor soldado de nuestra generación. Me siento tan orgullosa de ella. Cómo ha crecido.

–Se ve que además de entrenar y limpiar, aprovechas cada rato libre que tienes para dormir.

–¿Hmm? –abro con lentitud mis párpados, exponiendo el azul cristalino de mis zafiros manifestarse en ellos. Tenía la capucha puesta; el vuelo de mi capa me cobijaba hasta mi torso. Sus manos apartan mis flequillos, acariciando mi rostro. –Lizy... –murmuro a rastras.

–Tienes que regular tus horas de sueño muñeca, si no nunca podrás volver a dormir de noche. –agarra mis manos para jalarme con cuidado y posteriormente, sentarme en el verdoso zacate. –Ahora, posees una responsabilidad muy grande en este escuadrón Elaine. Esto ya no es como en los viejos tiempos como cuando apenas llegaste al Cuerpo de Cadetes... –sujeta mi rostro. –¿Lo entiendes verdad?

Esta no es la misma Lizy que conocí cuando tenía once años; o quizás, es una parte de Lizy que desconocía hasta hoy. La veo madura, comprometedora; más grande. Pero a la vez, sigue siendo la dulce y alegre tutora de la Clase A.

¿En qué momento pasaron los años?...

–Lizy... –la nombro. –¿Cómo es que te eligió para pertenecer a su escuadrón especial? –ella suspira ante mi curiosidad.

–Créeme, han pasado seis años desde que nos unimos al Cuerpo de Exploración y me sigo preguntando lo mismo cada día. –observa como desde lo lejos, el capitán junto con Eren, Erd y Gunther, van regresando de su patrulla, deteniendo sus caballos de galopar y bajándose de ellos una vez que lo consiguen. –Aunque nadie lo sepa...yo soy la persona que más lo conoce, tanto por dentro como por fuera.

–¿Cómo así? –indago, queriendo saber toda la información posible.

–Digamos que tenemos mucha historia por detrás. –explica vagamente, como si no quisiera entrar en detalles. –A la fecha no hablamos tan seguido; solo cuando se trata de trabajo o cuando nos juntamos todo el escuadrón. A veces nos piden colaborar en conjunto en misiones cortas.

–Pues es obvio, los dos son tan diferentes. ¿Quién aguantaría a un agrio como él? –Lizy me ojea, como si hubiera dicho un comentario fuera de lugar. –Perdón... –agacho levemente la cabeza.

–Elaine, en la vida uno tiene que aprender a convivir a pesar de las diferencias. –se recarga, apoyando el peso poniendo las manos por detrás en el pasto. –Es lo mismo cuando comenzaste en la base de reclutas. –me brinda un ejemplo. –No conocías a casi nadie, se te asignó un grupo, tuviste que conocer caras nuevas y mira como estás ahora. Su clase terminó siendo el grupo con los mejores resultados de la generación 104. Hasta los diez mejores estudiantes y todas las menciones honoríficas salieron de la Clase A.

–Es gracias a ti. Por haber sido la mejor guía, maestra y amiga del mundo. –le sonrío en agradecimiento. –Cuando los que ingresen a la legión sepan que tú formas parte del escuadrón especial se van a querer morir.

–A mí me gusta dar las sorpresas. –reconoce, apartando su alta pelirroja coleta de los hombros. –No quisiera que mis niños tengan bajas expectativas de mí. Por algo me eligieron para ser su tutora aún estando en la legión.

Yo no quiero que Lizy cambie. Quiero seguir sintiendo que más que mi superior, sigue siendo esa figura materna que me acompañó desde la pubertad, donde es cuando se comienzan los cambios drásticos en los cuerpos y las mentes de las niñas. Ella fue un papel fundamental no solo para mí, sino para todas las chicas de mi clase. Hay tantas cosas de ella que desconozco y anhelo comprender. Y siento que estar en este escuadrón, me servirá para entender no solamente a ella, sino a todos mis nuevos compañeros.

El relinchido de un oscuro caballo y sus pasos nos alerta a las dos, viendo como la figura de Levi, aparece en medio de la plena luz del atardecer. Serio como siempre y frío como la nieve.

–Lizy, es hora de irnos. –le dice, deteniendo el andar de su fiel corcel.

–¿Tan rápido? –le pregunta la oji esmeralda, levantándose del zacate al igual que yo. –Creí que nos iríamos como en una hora.

–El Comandante Erwin adelantó la reunión previa. Quiere la presencia de todos los veteranos y la del escuadrón especial... –aclara, dándole un espacio a la joven adulta para sentarse detrás de él.

–Ya veo... –piensa, para posteriormente subirse.

–¿A dónde van? –les pregunto a los dos adultos.

–Iremos a conocer los nuevos integrantes de la Legión de Exploración. –sus manos rodean la cintura del capitán Levi para no caerse. –Quién sabe, de seguro me encontraré con varios de la Clase A. Estoy ansiosa de volver a verlos.

–Ya entendimos tu felicidad. –responde difusamente el peli azabache.

–Por lo menos déjame alegrarme sin que me cortes la inspiración. –le reprocha de vuelta.

–Como sea... –pone los ojos en blanco. –Ustedes dos nos acompañarán, pero solo podrán ver desde la distancia. Aún no pueden estar en contacto con sus camaradas, al menos por unos días más. –dice, en referencia mía y de Eren. Aquella indicación me duele un poco por seguir estando restringida de ver a mis amigos. –No quiero ni un desastre. Tampoco se les ocurra escapar o rondar lejos de donde estemos.

–Como si tuviéramos a dónde explorar... –bufo entre dientes, cruzada de brazos y evadiendo la mirada de Levi. Por fortuna, ni Lizy ni el capitán se dieron cuenta de lo que dije.

Qué horror. Ya me estoy pareciendo a Éclair.

Un relinchido se plasma en mis oídos; y no del caballo del oji grisáceo azulado, sino del caballo color chocolate de Eren. Quien se adentra a la escena cabalgando como todo un príncipe azul.

–Vamos Ellie, cambia esa cara. –me anima, intentando sacarme una sonrisa en lo que me ofrece su mano. –Vente, no queremos llegar tarde.

¿Cómo una persona es capaz de cambiar completamente tu estado de humor sin esfuerzo alguno?

Es tan perfecto...

Cedo a darle mi mano, ayudándome a subir en el lomo de su caballo marrón. Me siento dentro de un cuento de hadas, como una princesa sacada de mis libros. Soñando con tener mi final feliz al lado de la persona ideal. No quiero poner mis expectativas a la cima. Maldito Eren. Me estás haciendo perder la cabeza.

–Andando. No tenemos tiempo que perder. –nuestro líder toma la iniciativa, jalando las riendas de su corcel para guiarlo.

No nos tomó más de diez minutos, ya que antes de iniciar con el trayecto, nos llevaron al establo para llevar nuestros caballos correspondientes. Los últimos rayos del sol nos acompañaron por todo el camino, siendo nuestra guía hacia nuestro destino. Los cuatro corceles galopaban a la misma velocidad, a la par que los pertenecientes a los colegas de Levi y Lizy se unieron; creando una perfecta formación como un solo ser. Era una armonía verdaderamente impresionante; todos íbamos en sincronía. Si así es como se siente ir en compañía de personas repletas de sabiduría y valor, no me imagino cómo será estar al lado de mis amigos a punto de ir a derrotar a los titanes. Este día llegó más rápido de lo que creí. Todo inició como un sueño frustrado de la infancia. Ahora, cinco años después, estamos a solo pocos pasos para perseguir la libertad. No sé cuántos se animarán a dejar sus zonas de confort atrás para arriesgarlo todo y luchar por una misma causa. Desconozco si los demás siguen con la decisión en pie de unirse a la Legión de Exploración o simplemente rajarse para vivir una vida plena dentro de las murallas sin tener que agobiarse por salvarse del enemigo.

"Díganme...¿Ustedes quién creen que es el enemigo?..."

¿Por qué? ¿Por qué ahora? ¿Por qué estoy recordando esa pregunta?

Esa misma punzada se entierra como un fuerte pulso en mi cerebro. Llevo la mano izquierda a mi frente y gruño. Maldita sea. Estoy sufriendo otro ataque de migraña y la vista se me nubla. Veo doble. Pierdo la fortaleza de mi espalda. No comprendo, más porque me alimento como es debido y aunque mis horas de sueño estén en desorden, consigo dormir las horas correspondientes.

No Elaine. No puedes bajar la guardia. Tienes que mirar hacia adelante, o si no te caerás de tu corcel y te lastimarás más de lo que ya estás. No puedes convertirte en un estorbo.

–¡Elaine! –me llama el oji grisáceo azulado, provocando que me enderece en el acto. Giro la cabeza a mi derecha, contemplando su cabalgar. –Concéntrate. No pierdas vista del trayecto. Una distracción como esa te puede llevar a una muerte segura. Sobretodo si eres la última en la formación. –repite contextualmente mi meditación fugaz, pero tampoco mira hacia delante, sino a mí. –¿Te sientes bien?

¿Ahora se preocupa por mi bienestar? ¿Pero qué le pasa?

–Todo bien señor. –respondo corta y fríamente, acelerando mi cabalgar para evadir su mirada. Seguramente me está poniendo a prueba. No debo caer en su trampa.

No puedo ser débil. Ya no soy una niña pequeña para que me estén cuidando la espalda de los agresores. Tengo que depender de mí misma si formo parte de este escuadrón especial. Tampoco quiero que me den méritos por ser la ahijada de Zoe Hange, la hija de Elior Einar y Elizabeth Smith y la sobrina del Comandante Erwin Smith. Tantas sorpresas cayeron como gotas de agua el día en que Eren y yo fuimos juzgados por nuestros poderes. Hay tantas cosas que los humanos no entendemos, ni hasta el por qué la flor más viva es la que más rápido se marchita. Así es como la esperanza de ser libre se fue pudriendo a medida de que fui creciendo. Pétalo por pétalo, sueño tras sueño.

Por más que quisiera ocultar mi identidad a través de mi capucha, esta simplemente me despeja una y otra vez la cabeza. Como si quisiese que ahora, únicamente en estos momentos sin la presencia de algún contrincante, saboreara los aires de la libertad. Que me complaciera situarme en la posición que alguna vez mis progenitores tuvieron la dicha de percibir. No hay hora, minuto o segundo que cuente para estar a las afueras de ese castillo o para gozar de esta experiencia. El tiempo se ha dormido a la luz del atardecer.

Se siente extraño llegar a las afueras de un escenario montado. Quién sabe cuánto dinero y recursos han invertido para esta ocasión. Desconozco quiénes están en el campo, solo sé que desde lo lejos, puedo ver que hay muchos cadetes presentes en el área. Unos caminando, otros recargados en la pared, algunos sentados y muchos platicando cómodamente con los amigos. Apuestos que los míos están ahí. Son tantas las ganas que tengo de bajarme de mi caballo, correr hacia ese campo y arrojarme a los brazos de Armin y Mikasa. Pero ahora, esto no es posible. No sé cuántos días más tendrán que pasar para volverlos a ver a todos.

Me bajo del lomo de mi yegua, guiándola con las cuerdas siguiendo los pasos de Erd quien intercambia palabras con Levi. El establo está repleto como un mercado. Hay personas caminando por doquier. Por fortuna se nos asignó un área de instalaciones exclusivo para nuestro escuadrón. Todo con tal de que no tuviéramos que buscar como locos un lugar tras otro.

¿Así es como se siente estar en una posición importante? Vaya que nos tratan como reyes.

–Ahhh, qué recuerdos. –suspira Petra, cerrando el portón donde dejó su caballo. –Y pensar que hace muchos años nosotros estábamos ahí formados delante de esa tarima.

–Me imagino los rostros de esos mocosos. Estarán temblando de pavor ante la presencia del Comandante Erwin. –replica el peli castaño claro, acariciando el hocico de su corcel. –Además, no es como si muchos se animarán a matar titanes, y les entiendo. El mundo afuera de las murallas es un laberinto en donde las probabilidades de salir son de una en un millón.

–No te preocupes Auruo, de seguro los cadetes lo tienen más que registrado en sus cerebros. –le palmeo el hombro derecho. –Como que también eres el más indicado para inspirarlos a consagrar sus corazones. Serías un verdadero héroe. –le doy un golpe en el brazo izquierdo con el puño, quejándose en lo que me mira con molestia. –¿Estás seguro de que sí convenciste a todos de unirse a la legión? –ignoro los lamentos del adulto, preguntándole al chico oji verde azulado estacionar su corcel al lado del mío.

–Por séptima vez Elaine Einar Smith, te juro que sí los persuadí. –exhala, pero sonríe. –Aún no me cae el veinte que el Comandante Erwin sea tu tío. ¿Cómo es que jamás lo supiste?

–Tampoco sé. –niego. –Me siento feliz de que ya no estoy sola. Ahora que sé que cuento con mi tío y mi madrina Hange me pone más tranquila. Quizás pueda conocer muchas cosas teniéndolos a ellos cerca.

–Más que madrina, maniática. –tiembla, recordando esa noche que no pegó ni un solo ojo por tener que escuchar a Hange habla y hablar hasta el amanecer. –Juro jamás volver a tener curiosidad por sus experimentos. Prefiero salvar al gato antes que matarlo.

–Conste que te lo advertí. –acaricio el rostro de mi linda y dorada yegua, rodeándolo con mis manos como si la abrazara. –Eres tan suave... –le hablo. –¿Tendrás algún nombre?

–¡Eren, Elaine! –nos nombra Lizy llegando paso apresurado junto a Petra hasta detenerse al costado de Levi. –Por favor vayan a revisar el perímetro en nuestro lugar. Ya tenemos que estar presentes en la reunión previa antes de la ceremonia. Cuídense. –nos pide, tal como una madre hacia sus hijitos. –Traten de no irse tan lejos y no se separen uno del otro. Tardaremos como una hora u hora y media máximo si se retrasa el itinerario.

–Tampoco estamos tan chicos, por favor. –Eren posa la mano detrás de su nuca con algo de vergüenza.

–Ya saben cómo es el capitán aquí presente, así que les conviene. –le recalca la pelirroja clara, guardando sus afiladas hojas ahora que ya no está en labor de guardia. –Por cierto Elaine, felicidades.

–¿Eh? –giro la cabeza, viéndola con una sonrisa un poco tanto pícara. –¿Por qué o qué?

–Solo vámonos de aquí. –Eren no me da la chanza de escuchar la respuesta. El fugaz agarre de su mano con la mía y su presurosa guía me desconciertan. Sobretodo las risas provenientes de las jóvenes adultas mezclándose entre un gentío de soldados.

Cada vez nos adentrábamos entre los oscuros árboles. La noche recién nos arropaba, despidiendo el calor del sol. Los pasos del chico eran veloces, como si tuviera prisa de llegar a una parte en específico por el límite de tiempo que tenemos. Como si cada segundo desperdiciado se iría a la basura. A la velocidad que vamos, me veo obligada a brincar con el pie izquierdo, elevando el derecho para no lastimarlo de más. Si seguimos a este ritmo, me voy a cansar rápido.

–¿Eren me podrías decir a dónde vamos? –le pregunto entre mi cojeo. –¡Eren! –le grito al ver que no me escucha, pero estaba equivocada. De un segundo a otro, soy elevada de tierra firme. Sus brazos me cargan de un modo travieso y juguetón haciéndome reír a carcajadas. –¡Ey! ¿Qué haces? –le pregunto, sigo sin obtener éxito. Algo está tramando. Lo conozco por la forma en que sonríe y en la emoción reluciendo por su rostro. ¿Será que no me quiere decir nada? ¿Acaso hay un sitio por aquí que solo él conoce? No lo creo. Es la primera vez que estamos aquí, dentro de este pasadizo lleno de hojas secas y olor a humedad. Escasa era la iluminación y no sabía si estaba bien dejarme guiar por él. Temía que nos metiéramos en problemas por culpa suya y tengamos que hacer toda la limpieza del cuartel. Si de por sí Hange nos tiene en friega con los experimentos, ya no sé qué podría ser peor. –Eren si no me dices a dónde vamos me voy a zafar de ti y me voy a regresar.

–¡Tranquila mujer! Ya casi llegamos. No te arrepentirás. –responde, para bajarme de sus brazos y guiarme cuidadosamente agarrando mis manos. Aparta una cortina de plantas repleta de flores rosadas. –¿Tú recuerdas...la última vez que vimos las estrellas sin preocuparnos del futuro? –su interrogatorio me hace suspirar y rodear los ojos.

–Cómo no. –respondo en corto. –Si Connie, Armin y Bertolt trajeron sus máscaras espantosas hechas en clase para pegarnos el peor de los sustos y terminé correteándolos a patadas.

–Pues ahórrate las patadas, porque hoy el cielo nocturno brilla más que nunca. –despeja unos arbustos, procediendo a jadear ante lo que estoy admirando.

Era un paisaje precioso. Lleno de flores en el pasto y luciérnagas revoloteando a la luz de la luna. El ruido del gentío se oía cada vez menos, trayendo un silencio que lejos de ser incómodo, invocaba la paz. Sentía gratitud de que los titanes no rondaran a estas horas. Es gracias a la noche, que se mantienen inactivos para dormir. Reía admirada, venerando el cielo más estrellado y colorido que nunca.

–¡Eren! ¡Las estrellas! –le señalo un punto alto en el firmamento, donde muchos de esos puntos color blanco reluciente, empezaban a recorrer el cielo de una en una; creando una secuencia totalmente espeluznante. –¡Wow! –exclamo ante ver esta inusual lluvia de estrellas. Había leído sobre este fenómeno en los libros y creía que solo era pura fantasía; pero no era así. Sus manos rodean mi cintura, atrayéndome hacia él para abrazarme y entrelazar nuestros dedos encima de mi estómago. Su mentón reposa en mi hombro derecho; su fina respiración me cosquillea el cuello al grado de sonrojarme. No solamente soy yo la que aprecia el escenario. Eren sonreía, su felicidad se esparcía y sus ojitos deslumbraban más que nunca. Todo es tan mágico; un sueño del que nunca quiero despertar. –¿Tú planeaste esto? –le murmuro, apreciando sus labios plasmarse en mi mejilla.

–Lo de las estrellas fue inesperado, pero no había lugar más perfecto que este. –me aferra más hacia mí. –Si Hange se percata de esto gritará tan fuerte que espantará a los cadetes.

Río, imaginando la eufórica reacción de mi madrina y exhalo. El calor de Eren me tiene tan envuelta que no hay nada que pueda sacarme de esta nube.

–Oye Eren/Elaine... –nos callamos, encontrándonos de frente a frente. –Este, yo- –cubro mis labios y él posa la mano en su nuca. Ambos reímos en conjunto, queriendo ser los primeros en querer tomar la palabra.

–Adelante. Tú eres el mayor. –le cedo el permiso. –No por algo portas con la fuerza y el coraje de un titán en la sangre.

–¿Te acuerdas que hace un par de días quería decirte algo muy importante? –pregunta, viéndose con los nervios a flor de piel.

–¿Te sientes bien? –poso la mano en su frente.

–S-Sí, solo es que...bueno yo... –balbucea. –Verás...esto es algo que ni en cinco años me he atrevido a decir. Si en verdad confías en mí te suplico que no te asustes, no grites, no me cachetees, ni me mates, ni me reclames, no pienses en salir corriendo de aquí porque si no jamás me lo perdonaré.

–Me estás dando más motivos para hacerlo Jaeger. –digo, manteniéndome de pie como una estatua.

–Tú sabes que... –balancea su pie. –Hemos sido amigos todo este tiempo y hemos pasado por un montón de cosas que a la fecha pienso cómo rayos fue que llegamos hasta aquí. Lloraste conmigo días y noches por mi mamá y fuiste mi más grande consuelo. Siempre me apoyaste cuando más lo necesité, me alentaste a no rendirme a comparación de otros imbéciles que se burlaban por ganar las apuestas y me tuviste tanta paciencia que nunca me tiraste de los pelos como Mikasa. Aunque claro. –musita. –Te hace mal pegarte las malas mañas de tu hermana porque cuando te enfureces me asusta.

–¡¿A qué quieres llegar?! –exclamo con ansias de saber su punto. –¡Tenemos el tiempo contado!

–A lo que quiero llegar es que yo...Elaine tú...tú me... –su respiración se vuelve pesada pero agitada. Está tan rojo como un tomate. Parece que le falta el aire.

–Oye ya es enserio Eren. Si no vas a ser directo entonces mejor me voy que el tiempo no es eterno. –me doy la media vuelta decidida a irme.

–¡Elaine espera! –me grita para que no me vaya. –¡No te enojes por favor! ¡Todo esto lo hice pensando en ti! –detengo mi andar, indecisa si escucharlo o no. –Te lo suplico Elaine...no soporto seguir escondiendo lo que siento por ti.

Mis ojos se abren como platos, estupefacta. Poso las manos en mi pecho sintiendo mi corazón latir de una manera bastante anormal. Creía no tener derecho de experimentar dichos sentimientos siendo tan chica. Que los adultos eran lo suficientemente capaces de saber lo que es querer tanto a una persona. No obstante, la adolescencia es la etapa en donde un sin fin de sensaciones y cambios explotan en nuestro sistema. Imaginaba que la persona ideal jamás la encontraría por la maldición que me encadena a un sufrimiento que ni yo puedo descifrar. No hasta que esa noche, casi tres años atrás, mis labios perdieron su pureza al rozarse con los de mi más fiel amigo.

–¿Lo que...sientes por mí? –mi cuerpo se voltea, viendo a un Eren serio y firme. Con una dulzura que me roba los suspiros. Está sonrojado, y aún así seguro de lo que está haciendo. Eren ya ni siquiera me deja procesar o responder de vuelta. Su abrazo era uno diferente a los que normalmente me da. Este era diferente. Me abrazaba, chocando mi cuerpo contra el suyo con necesidad. Me abrazaba como si temiera que huyera de su lado. Me abrazaba con un amor que cinco años después, estoy llegando a captar.

–Lo siento Elaine. Perdón, pero ya no puedo evitarlo. –insiste, acariciando mi espalda. –Desde el primer día en que te conocí en la librería de Shiganshina, no puedo sacarte de la cabeza. Cada vez que estoy lejos de ti me vuelvo loco. Como si no puedo respirar si no estoy a tu lado. –lo escucho atentamente recitar. –Te juro que a donde sea que voy te veo. Sueño contigo. Me motivo con solo pensar en ti. –sonrío ante escuchar tantas cosas hermosas salidas de su boca. –No sabes cuánto sufrí al saber de tu pasado. Me duele todavía el pensar que durante mucho tiempo estuviste sola; sin nadie. Mi corazón se hace añicos cada vez que lloras por tu familia. –suspira. –Estuvimos tres veces a punto de morir en Trost...el pensar que casi te pierdo, mierda... –su voz tiembla, al igual que sus brazos. –¡Yo me muero en vida si algo terrible te ocurriese!

–Eren no digas eso. –dejo de abrazarlo para sujetar sus hombros. –Tú no tienes la culpa de que yo me vea envuelta en esta injusticia. Es mía, por ser tan débil. Frágil como siempre lo fui. Una inútil que no se atreve a poner las manos al fuego por ti. –Eren niega rotundamente con la cabeza.

–No lo entiendes Elaine... –me contradice, desviando la mirada hacia mis labios. Acariciándolos con la yema de su pulgar mientras entreabro levemente mi boca, suspirando. –Soy yo el que quiere protegerte. Quiero ser yo el que te salve de este apestoso infierno. El que te guíe a la libertad. Yo... –pausa, divisando cada centímetro de mi rostro. Cada frase era un flechazo de amor hacia mí. Mientras más cerca estoy yo de él, más loca me vuelvo por él. Su mano contraria agarra mi quijada, mezclando nuestras tenues respiraciones. –Quiero ser el hombre que te haga la más feliz.

–Eren, yo... –y es aquí, donde me dejo rendir ante su cautivante beso.

El deseo de volver a sentir sus labios me fue inevitable estos últimos casi dos años. Culpo a mi orgullo por no haberme dado cuenta de que Eren y yo siempre hemos sentido lo mismo por el otro. Que los dos caímos entre las redes del amor a corazón abierto, sin importarnos lo que el futuro nos tiene preparado sea bueno o malo. Solo queríamos vivir y sentir. Amar como los chicos de nuestra edad. Cada roce de labios era más suave y gentil que el anterior. Sus besos me elevaban los pies al cielo, haciéndome sentir que vuelo entre las nubes. Echaba de menos la sensación de un beso; de sus besos. Añoraba ser besada por él; sea falso o verdadero, extrañaba el sabor de sus carnosos y rosados labios. Me gusta. Me encanta. No quiero que sus labios se separaran de los míos. Quiero deleitarme más de sus besos. Quiero una segunda dosis de oxitocina. Quiero más.

–Saben a cereza... –susurra contra mi boca, separándose escasos centímetros.

–Me puse un bálsamo antes de venir aquí... –admito con el cerebro tan revoltoso por las hormonas.

–¿Acaso tú también lo planeaste? –me pregunta, recorriendo mi rostro con sus dedos.

–N-No, bueno...en verdad-

–Elaine, me encantas. –su confesión hace que abra los ojos, sonriendo tímidamente. –Me gustas Elaine. Ya está, ya no puedo aguantarlo más; no puedo evitarlo. Me gustas mucho... –poso las manos encima de las suyas que no sueltan mi cara.

–Te tardaste cinco años para decírmelo. –le justifico, pero a la vez le reprocho. Sus ojos se abren grandemente como platos.

–¿Desde cuando? –indaga, curioso ante mi respuesta.

–Desde el día en que te conocí también. –sonrío, pasando mis dedos por su sedoso cabello sin temor alguno. –Al igual que tú, yo nunca tuve el valor de admitir lo que sentía por ti. O me hacía creer a mí misma que estaba confundida, pero ya no lo estoy. –sus ojos me miran con detenimiento, contemplándome. –Eren... –suelto una bocanada de aire, dejando ir la tensión acumulada en mi pecho. –Estoy enamorada de ti.

Eren ríe con pasmo; atónito. Él también estuvo esperando todo este lustro para escuchar en carne propia mi costosa pero honesta confesión. Me abraza, alzándome en el aire y haciéndome girar junto con él. Reíamos al unísono, compartiendo la misma felicidad y gozando el grato momento juntos. Esta noche sin duda, nuestra relación dio un significante paso más. Uno que cambiará nuestras vidas por el resto de la eternidad. La sensación de expresar este sentimiento con Eren era extraño, sumamente nuevo; pero se siente tan hermoso. Yo me supuse desde que ingresamos al Cuerpo de Cadetes, que entre él y yo existía una especie de atracción mutua. Se sentía la química. La tensión entre los dos era inmensa y lo comprobé cuando nos besamos por primera vez. Ahora, es más que la atracción física lo que me lleva a decir que lo que mi corazón siente por Eren es amor. Son sus virtudes, sus cualidades; la manera en que jamás le importaron mis poderes, sino lo que había en mi interior. El hecho de que Eren aprendió a quererme como soy, hizo que me rindiera día tras día más por él. Yo me enamoré de él, y él se enamoró de mí.

Me baja con cuidado, abrazándome ahora de una forma más dulce. Ninguno de los dos quería soltarse. Me siento como en una hermosa novela de amor. No quiero salir de esta fantasía. Y si estoy durmiendo, entonces prefiero seguir soñando.

–Es la tercera vez... –musito, sintiendo su respiración chocar contra mi cuello.

–¿De qué cosa? –me indaga en el mismo tono.

–Que me besas... –las mejillas incrementan su color carmín. Eren se mueve, viéndome a los ojos para después cerrarlos y robarme un beso.

–Ya no tienes que contarlos más. –sus labios vuelven a chocar con los míos, besándome una y otra vez que ya perdí la cuenta.

–No puedo creerlo... –me niego a abrir mis zafiros. –Siento que estoy en el cielo. –digo, para después recibir otro beso suyo.

–¿Cuántos más tengo que darte para que lo creas? –me pregunta, moviendo sus labios contra los míos que hace que me quede sin aire para respirar de tanto amor que estoy sintiendo.

–Eren, me sonrojas... –le digo, sintiendo sus labios besando mi mejilla.

–Elaine, sé mi novia. –me susurra sutilmente al oído.

Al fin. Por fin me hace la petición que esperé bastante. Mi sonrisa incrementa, al igual que la fuerza en que lo abrazo. No podía estar más feliz que ahora, sabiendo que entre toda la tormenta, el arcoíris pinta de colores los días que alguna vez se tornaron tan grises como el desconsuelo.

Eren perdió a su madre, desconoce el paradero de su padre, su hogar fue destruído como el mío, trabajó duro para ser uno de los diez mejores cadetes de la generación...y justo tiene que portar con el poder de lo que más juró destruir. Yo siempre supe que Eren llegó a mi vida por un propósito; desconozco cuál, pero estoy ansiosa por descubrirlo. Yo confío en sus palabras, y sé que junto a él, hace que cada lágrima y gota de sangre y sudor valgan la pena. Estoy lista.

–Ni modo que diga que no. –ahora soy yo quien toma la iniciativa. Tomo su barbilla dejándolo sin palabras que decir para robarle lo que sería el primer beso no como mi amigo, sino como mi nueva pareja. Mi novio.

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