𝐭𝐫𝐞𝐬
~El niño que me cambió la vida~
.oOo.
✧Elaine Einar✧
–¡No, espera! –lo vuelvo a escuchar. –¡No te vallas!
Ignoro de nuevo su súplica. Pues mi cuerpo casi se avienta detrás de un pequeño librero para esconderme de aquel niño. A pesar de mi desesperado intento, todo fue en vano. Me logra encontrar.
–Dime quién eres. Por favor. –me pide. Atraigo mis piernas hacia mí para abrazarlas como protección. –Tranquila. –se acerca un poco, pero atemorizada me alejo más de él. –No oye...está bien. –agacho la cabeza aún tratando de protegerme a mi misma. –No quiero hacerte daño. Enserio... –podía oír una cierta ternura proveniente de sus palabras.
Seguía sin comprender por qué él seguía insistiendo; todavía tenía miedo de confiarme y terminar lastimada como siempre. Me aferro con todas mis fuerzas a la idea de que todo el mundo siempre ha sido cruel conmigo; que nunca me han visto como una persona normal. Alguien sin valor. Sin futuro. Sin nada. Él nota que el brillo en mis ojos azulados se hace presente cuando vuelvo a levantar mi rostro para divisarlo. Dicho fenómeno normalmente sucede cuando estoy nerviosa, presionada, estresada o aterrada. Se mantenía putrefacto ante mi persona; asombrado de que mi mirada solamente se centraba en él y nada más. A pesar de que en ese niño yacían las infinitas posibilidades de salir huyendo, pedir auxilio o inclusive de hacerme algún mal en defensa propia, no lo hacía. No parecía estar asustado con mi presencia; al contrario. Lo veía curioso pero a la vez, interesado.
–Ven... –estira el brazo derecho para brindarme su mano. –Estoy bien, ya no me duele. –añade en referencia a su ojo recién golpeado. –Puedes confiar en mí. No voy a hacerte nada, te lo prometo. –aclara el peli café. Brindándome una de las sonrisas más dulces que me han dado.
Mis finas y delgadas piernas gatean con lentitud hacia aquel niño, contemplando aquella primera persona que me brinda su mano y me promete ningún daño. Todavía no podía creer como estaba experimentando esto. Me costaba mucho creer que aún en este mundo, pueden existir personas con un buen corazón. Me conmovía ver como él no daba ni un paso en falso, que no huía de mí como los otros niños; que estaba completamente seguro y consciente de su acciones. Una fuerte sacudida invadía mi alma. Como si un viento fresco soplara en mí y el mundo girara rápidamente sin parar. El destello de mis luceros azulados se desvanece poco a poco a la par que la tensión de mi cuerpo se extinguía. Nuestras manos se unieron por primera vez al estar suficientemente cerca de uno con el otro. El agarre era suave, cálido, protector y lleno de seguridad. Todo esto era nuevo y mucho para mí digerirlo.
–Ey, ¿Por qué estás llorando? –me cuestiona. Notando las delgadas cascadas cayendo por mis mejillas. –¡P-Perdón, enserio! –balbucea el chico alarmado. –¡Sea lo que sea que hice no fue mi intención! ¡Te lo juro! –exclama casi desesperado, con temor de que me habría hecho algo para hacerme llorar; pero hice caso omiso a su preocupación. No sé de donde saqué el valor, pero ya lo tenía envuelto en mis brazos sin darme cuenta. Lloraba en su hombro, mi pecho subía y bajaba al ritmo de mis sollozos. Mi delicada voz podía oírse entre mi llanto. Y eso que no muchos sabían cómo sonaba; en todo caso era un misterio. Bastante era la conmoción que me daba este instante que seguía sin poder creérmela yo misma. –Tranquila, no pasa nada. –lo oigo decir, pero mis sollozos no cesaban. –No llores. Todo está bien, de veras. –sus manos rodeaban mi espalda, retribuyendo a mi inesperado gesto sin incomodidad alguna. –Lo que acabas de hacer fue tan aterrador, pero al mismo tiempo; mágico. –abrí mis ojos incrédula ante su comentario. Seguido por una diminuta risa por parte de él. –Mis amigos jamás me creerían si les contara lo que acaba de pasar.
Seguía aferrada a su cuerpo, pero mi torso se movió para quedar frente a frente con él. Le negué con la cabeza, suplicando que no les dijera nada. Aún no tenía la confianza suficiente para enfrentar al mundo con los poderes que yacen en mí.
–Oh no, tranquila. –sus manos se dirigen a mis hombros como sosiego. –Me creerían loco si lo dijera, pero mis amigos no son así. –me ayuda a levantarme del suelo. Luego su mano agarrada de la mía, me guía hacia aquel pasillo donde los libros siguen tirados por el incidente que recién provoqué. A lo mejor quiere que recojamos el desorden juntos. –No suelo venir aquí como uno de ellos. –me explica llegando hacia nuestra angosta destinación. –Él es un gran amante de los libros; casi todo un genio. Le encanta leer porque su abuelo también lee muchos de esos. De hecho se parece a ti.
Reabro los ojos atónita. Él ya se encontraba en el suelo recogiendo algunos cuantos libros. Rápidamente me agacho para imitar su acción; pues no me quería ver mal ante él y quería ayudar.
–Tiene el mismo color de tu cabello, pero el de él es un poquito menos rubio que el tuyo. –prosigue con su explicación. –Y sus ojos también son azules pero... –noto de reojo que hace una breve pausa, inclinando su cabeza para abajo con una expresión apenada. –¿Puedo ver tu cara otra vez? Quiero confirmar algo. –dicho eso, nuestras miradas se conectan por segunda vez. Examinaba cada detalle de mi vista, como si estuviera estudiando esa parte en especial para nunca olvidarse de lo más importante. –Lo sabía... –cambia su semblante analítico a uno impresionado. –Tus ojos, ¡Son como dos hermosos zafiros!
Yo alguna vez leí acerca del zafiro, la piedra de zodiaco del mes de septiembre; el mes de mi cumpleaños. Cuyo símbolo hace referencia a la realeza y al romance. Nunca he visto uno en persona. Aunque de lo poquito que escuché de los vecinos, es que los que lo han logrado verlo en vivo, aseguran que esas piedras son tan hermosas, tan resplandecientes e inclusive más azules que el mismísimo cielo. Podía sentir mis mejillas hervir un poco y mi corazón latir con un poquito más de rapidez de lo normal. Dándome cuenta que acaba de comparar mis ojos con una piedra preciosa. Además que me hizo recordar en como mi madre nos relaciona a mí y a Éclair desde que nacimos, como sus dos zafiros.
Desconocía el modo de agradecerle por el tierno comentario; tenía que hacerlo. No quería verme tan descortés con alguien que no se asusta o se disgusta conmigo. Él se distrajo de nuevo con la labor de limpieza, mientras que yo buscaba con desespero entre los libros, aquel que quería continuar leyendo desde que llegué. Logro localizarlo en tan pocos segundos y mis manos lo agarran. Abrazo al objeto como si hubiera encontrado a mi amigo perdido. Mi consciencia se tranquilizaba, sabiendo que finalmente tenía en mi poder la cura de mis penas. Mas mi interés se vuelve a enfocar en él. No sé si fue obra del destino; pero por primera vez, no sé por qué ya no me siento tan temerosa.
Toco su hombro derecho con mi dedo índice para llamarlo. Cuando logro captar su atención al voltearse hacia mi dirección, le enseño el libro que tengo conmigo.
–¡Conozco ese libro! –señala aquel artefacto. –Justo lo estaba buscando porque mi amigo quería que fuera a leerlo en la librería. Lo leyó tantas veces que me lo recomendó. Al parecer ambos estábamos peleando por él sin darnos cuenta. –ríe, pero yo solamente suelto una pequeña sonrisa compartiendo la misma inocente vergüenza. Rememoro el favor que le quería pedir y le vuelvo a señalar la novela. –Ohhh. –clama con realización. –Me estás pidiendo que lo lea contigo. –adivina mi petición. Por lo que asiento con entusiasmo. –¡Claro! ¡No veo por qué no!
Contagiada de su alegría, lo ayudó a terminar de ordenar todo lo tirado lo más rápido posible; él sin dudarlo dos veces imita mi rapidez con diversión; como si estuviéramos jugando. Al no quedar ni un solo libro en el suelo, traigo al chico de ojos verdes de la mano, en lo que con la otra sostenía al gran texto elegido. La sala de lectura era un gran espacio lleno de magia y esplendor. Para mí era mi utopía, mi escape de la realidad. Siempre me imaginaba a mi misma leyendo en un bosque repleto de hadas y lindos animales. Me veía a mi misma correr por una inmensa pradera cubierta de las más coloridas y vivas flores. Me ilusionaba pasar una noche acostada en el pasto sin hacer ni una otra cosa que contemplar las brillantes estrellas de la noche. Todo eso lo imaginaba, pues no sucedía nada más que en mi cabeza. Pero algún día, yo sé que iré a esos lugares que tanto sueño con ir.
El chico se ofreció a leer por ambos en voz alta. A pesar de que yo ya iba casi por la mitad, por esta ocasión no me importó empezarla otra vez desde cero. "Dos Zafiros" es y siempre será mi libro favorito. No podía dejar de prestarle atención a su voz, a sus facciones; a la manera tan admirable que leía y visualizaba las ilustraciones de aquella novela. Había algo en sus ojos que me hipnotizaba; ignoraba la causa. Nuestros cuerpos estaban cercanos; nuestros brazos se rozaban. Ya que teníamos que compartir si leíamos lo mismo. De vez en cuando me hacía unas cuantas dudas, pero yo solo le respondía "sí" o "no" con la cabeza. En ningún momento me cuestionó el por qué de mi silencio; parecía despreocupado que yo no fuera tan habladora como una persona cualquiera. Tampoco se veía molesto. Disfrutaba cada segundo de mi compañía. Como si hubiéramos creado una especie de conexión instantánea. Permanecía sin comprensión. Finalmente después de mucho tiempo, no quise que este momento llegara a su fin.
.oOo.
Yo nunca llevaba un reloj conmigo a donde fuera. Ni siquiera sabía qué hora marcaba ahora mismo. Siempre tenía que depender de Hannes para estar informada. Si no venía a buscarme, es porque quizás no ha llegado el momento para recoger a mi hermana. Realmente no me quería ir todavía. De tantas horas que pasaron, por fin llegamos al capítulo en donde me quedé la última vez. Ahora quiero saber qué pasa con la princesa Gemma.
–"Todo parecía estar perdido. Ninguno sabría qué ocurriría después de la batalla del día siguiente." –lo oía leer con mucha atención. –"La princesa recién había perdido a su más fiel subordinado. La lealtad, se había esfumado como un puñal de cenizas en el momento en el que su esbelto cuerpo, se transformó en una gigante bestia y comenzó a atacar a todos los soldados inocentes que se encontraba. Su mente rememora aquellos sucesos con horror y con una gran tristeza en su corazón. Nadie, inclusive ella, hubiera creído que su propio camarada fue capaz de cometer semejante atrocidad. Creía que lo peor ya había sucedido, sin saber que eso era solo el inicio. "No estás sola." Le dice su mejor amigo a unos pocos metros de la chica. Con suma lentitud sus pasos se dirigían a ella. Jamás la había visto tan vulnerable y desconcertada en su vida. Sin embargo, no podía evitar dejarse llevar por su belleza combinada con la radiante luz de la luna. "Lucharemos hasta el final, y con tu poder venceremos al enemigo. Te necesito. Te quiero." Confesó." –el oji verde azulado se toma unos segundos para procesar lo recién leído. Tanto él como yo, nos observamos entre nosotros con un poquito de pena. Sabiendo que nos estábamos aproximando a una escena romántica. Al parecer la vergüenza nos ganó al grado que ya hasta podía notar el ligero color carmín en sus mejillas. Debo de admitir que se veía bastante lindo con esa cara. El chico recupera la cordura y regresa la vista a la oración en donde se quedó. –"Gemma no sabía reaccionar ante la bonita manifestación. Quedó congelada. Ella sabía que sentía lo mismo por Garo desde hace mucho tiempo. Era su mejor amigo, su confidente; la persona más bondadosa y humilde del mundo. Pero las circunstancias los mantenían desanimados a no lograr expresar sus verdaderos sentimientos. No tenía idea qué hacer o qué decir; mas esta era su gran oportunidad de expresar lo que llevaba oculto por años."
–Vaya, vaya, vaya. –la voz de un hombre mayor provoca que soltemos un fuerte jadeo por el susto. Ambos miramos hacia nuestro lado derecho donde el adulto nos miraba de una forma pícara y con los brazos cruzados. –Yo jamás creí que fueras tan audaz con las niñas. –no entendí a qué se refería. Enseguida, vi como su nerviosismo y el calor plasmado en sus mejillas me cautivaron la atención. Cierra el puño derecho y aprieta los dientes. Me parece que está enojado.
–¡¿Tú nos estuviste espiando achispado chismoso?!
–Justo acabó de llegar. –se excusa para posteriormente reír a carcajadas. –Jamás me esperé ver a mi pequeña Solecito leyendo con alguien más. Al parecer ese "algún día" llegó a ser más pronto de lo que yo pensaba.
–¡¿Q-Qué?! ¡¿Ustedes dos se conocen?! –el peli café nos señala a mí y a Hannes sorprendido. Lo cual su semblante me causó gracia. Yo le contesto que "sí" moviendo la cabeza de arriba hacia abajo tratando de contener la risa.
–¿A poco Elaine está sonriendo? –cuestiona, notando mi semblante en lo que camina hacia nosotros. –Este día ya se está volviendo mucho más interesante.
–¿Elaine?... –sus ojos verdosos azulados se plasman en mí.
–¿No le has dicho tu nombre pequeñita? –se agacha a mis espaldas para sostener mis hombros. –Es muy importante ser cortés y siempre presentarte con las personas que recién conoces.
–No la culpes Hannes, fue mi culpa. –dice el chico oji verde azulado con pena. –Yo la asusté pero, no quise hacerlo.
Rápidamente niego sus palabras. Me señaló a mi misma con desespero, tratando de explicarle al adulto que yo fui la causante de todo. Mis dedos índices señalan a mi par de ojos, luego al libro que estamos leyendo, y después alzo mis brazos hacia delante simulando una especie de explosión al mismo tiempo que represento su sonido con la boca. Posteriormente me quito mi par de gafas; intentando decirle que por accidente los libros le golpearon el ojo izquierdo, por lo que mis manos cubren el mío. Quería seguir detallando lo que había sucedido, pero el niño a mi costado empieza a reírse. Lo volteo a ver con preocupación y miedo de que se estuviera burlando de mí.
–Ya te dije que no pasaba nada; enserio que eres inquieta. –niega con la cabeza entre carcajadas. –Cuando trataste de mostrar la explosión me dió- –no se da el tiempo de concluir con su oración porque la risa le vuelve a ganar. –Eres bien graciosa.
–Por fin ya hiciste un amigo. ¡Bien hecho Elaine! –choca los cinco conmigo.
–Qué chistoso. –el niño se aproxima. –Mi nombre también empieza con la "E". –dice, por lo que me alegro por la coincidencia. –Soy Eren Jaeger. –su mano se estira para agitar la mía. –Mucho gusto en conocerte, Elaine.
–I-Igual yo, Eren...
Ya no sé quién de los dos está más sonrojado. Si yo por la vergüenza que me da hablar, o él al estar pasmado con los ojos tan abiertos como platos por oír mi fina y delicada voz.
–En fin, no me gustaría interrumpir el inolvidable momento tortolitos. Pero ya es hora de que Elaine y yo nos retiremos. Tenemos que ir a recoger a Éclair y no queremos llegar tarde. –recuerda el hombre rubio ayudándome a levantarme del suelo.
–Oww, ¿No te puedes quedar un rato más? –me pregunta haciendo ojitos de perro triste.
–JAJAJA, no me hagas reír Jaeger. –Hannes juega con el cabello color chocolate de aquel niño. Este se molesta un poco eso. –Si tú no eres de leer libros, ni siquiera nunca vienes a la librería.
–¡Pero por ella si vendría!
Definitivamente no me quiero ir.
–Lo siento pequeño Jaeger. Le prometí a sus padres que iría por su otra hija. Hoy me tocó cuidarla mientras trabajan en el cuartel general.
–¡¿Tus papás son parte de los Exploradores?! –exclama Eren dibujando una sonrisa en su rostro.
–Vas a asustar a la pobre. –interfiere con paciencia. Pero yo no creo estar asustada por eso. –Elaine nunca ha hecho amiguitos de su edad. Y sí, sus padres y yo somos compañeros; pero casi no los ve. Sin embargo, hoy tendrá un plan familiar. Lo cual significa que la tengo que regresar a ella y a su hermana a casa cuanto antes.
–Entiendo. –responde el chico. –Al menos, quisiera saber donde vives. Ya sabes...para ir a buscarte y poder jugar.
Volteo a ver a mi gran amigo con entusiasmo. Yo siempre supe que todos los niños que llegaban a la casa, eran amigos de Éclair. Pero jamás pensé que ahora ya habría alguien de mi edad esperándome en la puerta para hacer lo que los demás niños les encanta hacer en sus ratos libres. Quizás si le echo muchas ganas y me lo propongo, podría ser igual que mi hermana y nadie me verá como la rara del pueblo.
–Los Einar viven exactamente a cuatro cuadras de donde vives, Eren. –el hombre le contesta. –Justo en la calle donde tú y tus otros dos amigos se reúnen normalmente para sus juegos.
–¡Sí! ¡Ya lo ubico! –exclama, pero recupera su semblante orgulloso ante él. –Igual, no quiere decir que esté de acuerdo con tus ridículas borracheras cuando te toca vigilar. –cruza los brazos. –Conste que te seguiré regañando si te vuelves a pasar de la raya con tus bebidas.
–Muy bien, muy bien. –repite. –Basta de rodeos. Ahora si tenemos que irnos. –dice, para guiarme de la mano hacia la salida.
–Hoy tengo un compromiso. –me comenta a mis espaldas. –Pero si quieres, mañana voy a buscarte en la tarde. Y de paso, te presentaré a alguien más.
Mi corazón da un brinco de júbilo por escuchar esas palabras. Si trato de convencer a mis papás, quizás por un solo día podré ser libre.
.oOo.
No eran muchas las veces que teníamos la oportunidad de comer en familia. A pesar de lo duro que trabajan mis padres para salvar la vida de todos los humanos, deberían tomarse todo esto de los Exploradores con calma. Un descanso de vez en cuando no les vendría nada mal.
Hannes no es un gran maestro cuando se trata de la cocina. Pero si nos ayudó a calentar la comida que mi madre preparó en la mañana antes de irse para esta hora. Ellos no regresarían a casa hasta un poco más tarde. Según mamá, dijo en la mañana que ella y papá almorzarían con sus compañeros del escuadrón. Mientras más me imagino el cuartel general, más ganas me dan de ir a ver cómo es tanto en su interior como exterior. Él junto a mi hermana y a mí, optó por comer con nosotras para hacernos un poco de compañía. Su turno comienza a las 3:30 de la tarde y solo le quedan quince minutos libres.
–¿Como que fueron a la librería? –interroga la niña peli castaña a mi costado derecho. Dirige su tenedor a la boca para ingerir el pequeño trozo de tomate. –¿A poco les dieron permiso de salir?
–No. –admite el mayor. –Pero mientras tu hermana esté conmigo nada malo le pasará.
–Si mi papá se entera que salen los regañará. –contradice. –Saben bien lo que él piensa acerca de que Elaine esté saliendo al pueblo sin su permiso; y más por cómo está.
–Éclair. –la llama por su nombre. –Uno no siempre puede pasar el resto de su vida apartado de todo el mundo sin saborear el aire fresco ni disfrutar de la dicha de no sentirse solo. Vivir encerrado en cuatro paredes es horrible. Te genera una inseguridad y un miedo del que son difíciles de huir. –agarra su vaso con agua para tomar un sorbo.
–¿Pero eso requiere romper las reglas? –lo cuestiona. –¿Acaso le gusta vagar por las calles mientras las personas la miran como la rara?
–Éclair. –Hannes le llama la atención. –Tus modales.
–¡Pero es la verdad!
–¿Y q-qué hay de las m-murallas?...
Sus miradas se enfocan en mí; algo que de verdad me causa inquietud y nervios. No me gusta ser el centro de atención. Por supuesto que no es para nada ordinario en que los demás me escuchen hablar por lo penosa que soy.
–S-Si p-para mí está p-prohibido ir a la l-librería...¿P-Por qué ellos t-tampoco p-pueden salir de las m-murallas p-por más q-que quieran? –interrogo tímidamente cabizbaja. –Y-Yo n-no le v-veo mucha d-diferencia...
–¿Acaso estás tonta? –mi hermana se enfurece un poco por mi pregunta. –¿Qué no sabes que hay miles y miles de titanes horrendos allá afuera? ¿Acaso piensas que salir de aquí es gratis?
–Honestamente pequeñita, Elaine tiene un muy buen punto. –su respuesta cautiva la atención de ambas. –Pero si tengo que decirles la verdad, ni yo mismo sé. Por eso es que aquellos quienes pertenecen a las legiones como la de Exploración, arriesgan sus vidas por otras. Dejan los miedos, las diferencias y el orgullo detrás para ser uno solo. Para vencer lo que alguna vez inició a causar tormento en el mundo en donde vivimos.
–¿Y para qué? –bufa. –Han pasado muchos años y seguimos sin lograr nada de nada.
–¿Acaso dudas de mí? ¿Estás dudando de la fuerza y la valentía de tus padres, Éclair? –le pregunta el rubio dejando sus cubiertos en su plato.
–N-No, pero-
–Entonces. –la interrumpe. –Con mucho más motivo necesitas tener una mente más abierta, ser menos negativa y mirar con los ojos del corazón. –expresa, señalándola en dirección al sitio donde se ubica el suyo. –Justo como le platiqué a tu hermana hoy en la mañana. –agrega. Ella no dice absolutamente nada. Solamente se queda callada observando a la mesa. Quizás lo que Hannes le dijo la hizo enojar. –Ayúdenme a recoger todo. Mi turno casi comienza y tendrán que esperar a que sus padres regresen. Vamos.
.oOo.
No había pasado mucho tiempo desde que mi fiel compañero de aventuras se retiró de mi hogar para ir a su trabajo en los Exploradores. Éclair y yo siempre tenemos la costumbre de quedarnos solas en casa durante la mayoría de la tarde hasta que mamá y papá llegan casi al meterse el sol. Aunque en la mayoría de las veces soy yo la que se queda sola. Mi hermana después de hacer sus tareas de la escuela, sale a jugar con sus amigos. Mientras que yo disfruto de la soledad en mi casa dibujando o jugando en mi habitación. Sinceramente no me molesta mucho; ya estoy acostumbrada. Claro que jamás faltaban mis colapsos emocionales en donde me la paso por horas llorándole a mi almohada por lo sola e incomprendida que me siento. Pero hoy en particular, no me encerré en mi habitación ni me arrojé a mi cama para llorar. Sino para soltar chillidos de regocijo. Definitivamente hoy fue uno de los mejores días de mi vida. No pienso desaprovechar mi oportunidad de ser igual a los demás. Tengo que verlo otra vez. Tengo que ver a Eren.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top