𝐬𝐢𝐞𝐭𝐞


~El día en que las bestias nos quitaron todo~

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Elaine Einar

|𝟑𝟎 𝐝𝐞 𝐦𝐚𝐫𝐳𝐨, 𝐗𝟖𝟒𝟓|

Si hay algo que me pasma y me pone los ojos tan abiertos como platos, es como el tiempo se pasa de volada. Apreciar en el marco de mi puerta el cómo he crecido en medio año me enorgullece mucho. El señor Grisha me ha comentado que el correr y beber demasiada leche ayuda mis huesos a fortalecerse y a estirarse con más frecuencia. Además, ahora en mis chequeos médicos más recientes para tratar mi habla, me han dado la gran noticia de que he logrado superar el reto. Ya no me cuesta para nada expresarme con palabras como antes. Ya puedo mantener una conversación normal sin tener miedo a balbucear. De todos modos sigo siendo igual de introvertida, callada y tímida; salvo con la gente más cercana a mí: Ya sea mi familia, mis amigos y sus familiares. Mi energía durante el día es mayor que el año pasado. Ya no solamente voy a la librería como lo hacía de costumbre. Ahora corro de un lado a otro a donde el viento me guía en compañía de mis amigos. Juego, giro, revoloteo y río sin parar.

¿Así es como se siente estar viva de verdad? ¿Acaso esto es vivir la vida? No lo sé. Solo sé que a pesar de vivir dentro de los muros, ahora no hay nada que pueda empeorar las cosas.

–¡Córrele Ellie! ¡Se nos hace tarde!

Armin me agarra de la mano y corremos a la misma velocidad. Hoy es el penúltimo día de marzo; el primer mes de la primavera, mi estación favorita del año. Donde las flores por fin florecen de mil colores y los árboles recuperan sus hojas verdes. Lo mejor de la primavera sin duda son las hermosas mariposas monarca que viajan desde tierras muy lejanas para así poder desarrollarse y concebir nuevas crías. Ellas tienen la suerte de tener alas y volar. Tienen la dicha de explorar la naturaleza a comparación de los humanos. Quizás las mariposas saben muchas cosas que nosotros no.

Hoy es un día especial. No para mí, sino para Eren, ya que hoy es su décimo cumpleaños. Y lo vamos a celebrar en frente del río del distrito porque Armin nos dijo que tenía algo muy importante que enseñarnos.

–¡Vamos, vamos, vamos! –exclama. Yo solo me carcajeo por la manera tan graciosa y entusiasta que lo dijo. –¡Ya casi llegamos! ¡Solo un poco más! –me anima a seguir su apresurado paso. A pesar de ir detrás de él, nuestras manos no se sueltan. –¡Llegamos! –se detiene. Ambos nos tomamos el tiempo para recuperar el aire. No recuerdo cuando fue la última vez que me cansé tan rápido por correr; al menos el ejercicio vale la pena para estar activa durante el día.

–¿Sí estarán todavía verdad? –pregunto aún respirando exhaustivamente.

–Obvio. –replica del mismo modo. –Ni te quejes, que yo tuve que cargar con todas las cosas. –señala con la vista a la bolsa color beige colgada de su hombro izquierdo.

–Pues tú mismo dijiste que podías con todo. Así que yo creo que el que se está quejando eres tú. –río y Armin infla los cachetes.

–No tienes que ser tan mala, ¿Sabías? –bufa, pero yo por mi parte le palmeo suavemente su cabeza.

–Sí, pero es divertido cuando haces esas caras. Te hacen ver más tierno. –le dedico una sonrisa con tal de que no se sienta ofendido o molesto.

–B-Bueno, si tú lo dices. –responde con ese sonrojo en sus mejillas que distingue su lado suave y penoso. –Anda. Hay que tocar la puerta. –asiento a su dicho. Siendo yo la que realiza la acción y la señora Carla quien nos recibe en un abrir y cerrar de ojos.

–¡Qué alegría! ¡Pero si son mis pequeños Armin y Elaine! –nos saluda con esa gran sonrisa que contagia a cualquiera cercano a ella. –¡Cuánto han crecido!

–No mucho que digamos. –el rubio admite apenado.

–Tonterías. –contradice. –Yo los veo un poco más estirados que la última vez que vinieron. –juega con nuestros cabellos por unos breves segundos, antes de que la campana del pueblo resonara por todo el lugar y nos pegara un ligero susto.

–¡Son ellos! –escucho su voz desde el interior. Sus rápidos pasos se acercan hacia la entrada, divisándonos a ambos. –¡Acaban de regresar!

–¿Quiénes? –interrogo, notando que el sonido de la campana no para de sonar.

–¡El Cuerpo de Exploración está de vuelta! –su respuesta me deja atónita. Es cierto. Mamá y papá fueron a una misión hace como tres días. Y hoy al parecer todo el equipo acaba de regresar. –¡Vamos! ¡Hay que ir a verlos! –insiste antes de querer irse.

–Alto ahí cabeza de chorlito. –las audaces manos de Mikasa lo detienen de salir huyendo. –Si vas a ir tú, vamos todos.

–¡Sí, sí, ya sé pero rápido que nos lo vamos a perder! –corre, siendo ahora nosotros tres quienes tenemos que seguirlo. Lo último que diviso al girar mi cabeza hacia atrás, fue la dulce imagen de la señora Carla riendo y negando con la cabeza mientras nos veía correr tras su hijo.

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Era imposible no mezclarse entre la multitud. Había demasiada gente que quería apreciar el momento más esperado de todos. Ver a los héroes valientes llegar sanos y salvos a casa después de una larga y riesgosa aventura afuera de estos gigantes muros. Yo caminaba tomada de la mano de Mikasa, pues los niños se adelantaron más que nosotras en busca de un cómodo y mejor lugar exclusivo para nosotros cuatro. No me despegaba para nada de ella. Las personas a nuestro alrededor no nos dejaban ni ver bien por dónde vamos.

–¡Niñas! ¡Aquí estamos! –nos llama la voz de Eren moviendo su brazo de un lado a otro para captar nuestra atención. Al notarlo, nos dirigimos con más prisa hacia él y el oji azul; quienes están parados encima de unas cajas de madera para una mejor visión. Eren me da la mano para ponerme a su lado. Mikasa se pone en medio mío y de Armin.

–¿Por qué no nos dijiste que tus papás se fueron de expedición? –me pregunta mi única amiga.

–Se me olvidó. –confieso con un poco de pena.

–¿Quién te cuida a ti y a tu hermana cuando ellos se van?

–Hannes. –respondo a la pregunta de Armin.

–JA, ¿El chavoruco achispado es quien se encarga de ustedes dos? –cuestiona el oji verde azulado como si se tratara de un chiste.

–No veo por qué no. –el genio levanta los hombros.

–¡Ahí vienen! –exclama un señor señalando hacia un punto en donde las grandes puertas se van abriendo. –¡Ahí vienen los soldados!

–¡Sí son ellos! –ahora es una señora quién con una mirada de esperanza contemplaba la escena.

El sonoro ruido de los caballos relinchando es lo primero que alcanzo a identificar de aquel silencioso desfile. Nadie se atrevía a hacer ni un solo ruido; no entendía por qué. Se supone que debería ser un momento de regocijo y felicidad de ver como todos llegan con vida a sus hogares. De no saber que en ese preciso instante, fue cuando la realidad me despierta como un balde de agua congelada. Creía que todo era de otro modo; menos tétrico, más color de rosa. Pero lo que mis ojos presenciaron, nunca jamás se me va a olvidar.

Horror, miedo, trauma, sangre; carruajes llevando cadáveres cubiertos con mantas. Soldados caminando sin ni una chispa de vida; sin ni una señal de emoción alguna. Los ojos se me abrieron como platos. La piel se me pone chinita. El corazón me palpita tan rápido como la velocidad de mi respiración. Desde mi lugar logro identificar a mis padres; vivos pero de una manera que jamás en mi vida los he contemplado. Mi padre tenía la frente y las piernas vendadas. Caminaba sin mirar a nadie; dirigiendo el caballo donde mi madre se hallaba sentada en él. Con su cabello castaño despeinado y manchado de sangre, y parte de su uniforme rasgado. Ver esa tan horrible escena me hizo rememorar un recuerdo que yo misma juré olvidar sin ningún éxito.

Las imágenes eran borrosas pero claras. Éramos mi madre y yo en una cabaña lejos del distrito; solas en medio de la noche. Todo parecía una escena de terror. Había sangre por doquier. No alcanzaba a ver mucho; yo estaba escondida dentro de un armario. Las piernas de mi mamá temblaban. Estaba toda manchada de aquél líquido rojizo por todo su atuendo. El cuerpo me ardía y me dolía tanto pero tuve la suerte de ocultarme. Aún recordaba aquellos gritos desgarradores. Tanto de mi progenitora como los de esos hombres. Esos hombres desconocidos quienes irrumpieron al lugar aproximadamente hace media hora. Estaba lloviendo aquella noche. Mis lágrimas no cesaban para nada, al igual que el esplendor de mis dos zafiros. Ese mismo que se activa ante una señal de alerta, estrés o de pánico. No tenía idea qué querían esos maleantes; al parecer querían algo conmigo. Sus intenciones eran horrorizantes, pero a la vez extrañas. Eso no detuvo a mi madre para defenderme literalmente a capa y espada para que no me llevaran con ellos. Aunque eso le costó una gran parte de ella. Una grave consecuencia que a la fecha mi padre aún no logra superar y que quizás jamás lo hará.

La emoción de Eren viendo a los soldados derrotados me despiertan del trance en el que estaba. Los pueblerinos no dejaban de murmurar entre ellos. Todos parecían preocupados y a la vez desilusionados por el fracaso. La expresión de mi mejor amigo capta la atención de uno de aquellos soldados. Sus ojos azules no miran a nadie más que a nuestra dirección, a nosotros; a mí en particular. Algo que me llena la mente de curiosidad, es el cierto parecido que su rostro tiene con el de mi mamá a pesar de su cabellera rubia y sus ojos idénticos a los míos. Erwin Smith, si no me equivoco. El soldado del que Eren no para de hablar maravillas cuando platicamos acerca de la Legión de Exploración.

No lo entiendo...¿De verdad este es el precio de querer salir a explorar el mundo?

–Ya se fueron. –Mikasa nos indica. Vemos como todos en nuestro alrededor se dispersan regresando a sus labores y deberes del día a día.

–¿A poco no son geniales? –Eren nos deslumbra con una gran sonrisa. –¡Este es el mejor cumpleaños del mundo! –celebra con emoción.

–Querrás decir el más extraño. –digo sin que él lo note mientras sigue brincando. –¿Cómo puede estar tan fascinado con algo así? –le pregunto a Armin. Él levanta los hombros y niega con la cabeza sin saber qué responder.

–Mejor que ni te escuche porque luego se echa sus discursos de casi una hora completa. –la peli azabache pone los ojos en blanco. Ella al igual que Armin y yo hacemos una mueca de disgusto recordando todas esas veces que Eren intentaba persuadirnos de por qué unirse al Cuerpo de Exploración es un verdadero acto de valentía y honor. Sus charlas siempre nos hacen dormir.

–Y bien. –los tres lo ojeamos tras su llamado. –Vamos al lago que este día aún no termina. –se gira para sonreírnos con la misma gran energía de siempre. –¿Vienen?

–El último en llegar es un huevo podrido. –Mikasa es la primera en correr dejándonos al resto detrás.

–¡OYE! ¡NO SE VALE TRAMPOSA! –Eren la empieza a perseguir.

Armin y yo reímos al unísono y decidimos seguirlos a nuestro paso.

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–¡Feliz cumpleaños Eren! –los tres lo felicitamos, haciendo resonar unas pequeñas matracas que el abuelo de Armin creó para esta ocasión.

–Gracias chicos, son los mejores. –agradece. –Con las espadas de juguete que me regalaron ahora sí podremos jugar a los Exploradores de verdad.

–Y vaya que nos costó mucho pintarlas. –admito. –Terminamos bien manchados de pintura y tuvimos que esperar mucho a que se secaran para darle a todo una segunda pasada.

–Pero fue divertido de todos modos. –Armin recuerda. –Ahora, quisiera mostrarles algo que ninguna otra persona jamás ha visto. –dice, buscando dentro de su bolsa un objeto en especial. Mikasa, Eren y yo lo divisamos con curiosidad. Con interés de saber qué es lo que nos mostrará esta vez. –Contemplen...el libro de geografía de mi abuelo. –saca el objeto y lo pone en el centro.

–¿Geografía? –los ojos de Eren se abren como platos. –Armin...¿Que no esos libros están prohibidos?

–Sí, pero mi abuelo tiene muchos de esos entre sus cosas. –nos susurra.

–¿Qué es eso? –pregunto sin tener idea de lo que es.

–La geografía se define como la ciencia que estudia y describe la superficie de la Tierra en su aspecto físico, actual y natural; así como los seres vivos que habitan en ella. –manifiesta el chico de ojos azules.

–Ohhh... –los tres expresamos atónitos.

–Lo sé, es magnífico. –nos sonríe, abriendo el libro donde un montón de imágenes se manifiestan ante nuestros ojos. Ríos, montañas, paisajes, árboles, campos, valles; de todo. –Miren, esta es mi parte favorita. –hojea las páginas; deteniéndose en cierta sección donde las ilustraciones mostraban cosas que nunca supe que existían. –¿Ven ese enorme lago gigante? –con el dedo apunta a un enorme charco de agua. Los tres asentimos. –Eso lo que ven, se llama "mar".

–¿Mar? –Eren se acerca un poco más para ver mejor. –¿Qué rayos es eso?

–Una masa de agua salada que cubre aproximadamente las tres cuartas partes de la superficie terrestre. –define con entusiasmo. –Es como un lago, pero imagínenlo muchísimo más grande que eso. El mar es enorme, ¡Inmenso! –da vuelta a la página, mostrando más imágenes de lo mismo. –Dentro de él viven una gran cantidad de animales marinos: Peces, ballenas, camarones, pulpos; mantarrayas. –nos señala la ilustración de dicho animal. Yo veía emocionada todo lo que Armin nos estaba enseñando a través de ese libro. Mikasa y Eren registraban la información pasmados. –¡Solo piénselo! –exclama. –¿Nunca se han puesto a pensar qué es lo que hay más allá de los muros?

Aquella pregunta me hace reflexionar acerca de todas aquellas veces en las que me cuestioné exactamente la misma duda que Armin. Una cosa es imaginarlo, pero otra cosa es presenciarlo; confirmar que sí hay mucho más que este pueblo.

–¿Pero no creen que sea raro que solamente haya más montañas que personas? –las miradas se tornan a mí. No me pongo nerviosa. –Digo... –pienso en voz alta. –No creo que los soldados del Cuerpo de Exploración sean los únicos quienes salen y entran de los muros. Al menos que en tiempos atrás haya existido gente que huyera de las murallas para hacer sus vidas en otro lado.

–No entiendo. –admite Eren.

–Solo piénselo. –les digo. Capto de nuevo sus atenciones. –En el mundo que supuestamente conocemos, solamente se conforma por las tres murallas: Sina, Rose y María, ¿Cierto? –los tres niños asienten. –De lo que escuché de mi hermana cuando hace su tarea, es que le enseñan en el colegio que nosotros somos los únicos sobrevivientes de los Titanes y los últimos en la humanidad. Que no hay nadie más afuera de las murallas.

–¿Los únicos? –pregunta el peli café. –Eso creo que se me hace medio absurdo. Según los libros del abuelo de Armin, la Tierra es mucho más grande de lo que nosotros pensamos. Tan grande que hasta puede haber mucho más lugares para habitar. Más tierra, más paisajes, más montañas.

–¿Están seguros de que podemos hablar de eso? –Mikasa mira hacia todas partes de forma disimulada. –Tengo entendido que los que se atrevieron a contradecir las creencias de los muros han terminado desaparecidos o inclusive muertos.

–¡Ay no Mikasa! ¡No digas eso! –le pido con temor.

–Tranquilos chicos, casi nadie viene por aquí. –Eren nos tranquiliza. –Además Mikasa, no es por creencias sino por lógica. –concuerda con lo que dije antes. –Imagínense que hubieran soldados del Regimiento que aprovecharon sus misiones para huir. Imaginen que hayan soldados sobrevivientes viviendo en los bosques más profundos y ocultos. –comenta. –Y si esas personas encuentran a alguien con quien formar una familia...

–La familia puede pensar en huir más lejos y viajar a tierras mucho más lejanas de las murallas. –concluyo la oración de Eren.

–Elaine... –Armin pronuncia mi nombre. –¿Insinúas qué pueden existir más humanos afuera de los muros?

El ambiente se vuelve tenso. Nuestros ojos se abren; nuestras pupilas se encogen. Esa es otra cosa que jamás se nos cruzó por la cabeza. Nos miramos entre nosotros atónitos ante esa dicha posibilidad. Todo se volvió en silencio. Pero un estruendoso ruido nos pega el mayor susto de nuestras vidas.

Nuestros cuerpos tambalean; todo el suelo tiembla. Entre los cuatro nos abrazamos con el fin de perder el menos balance posible. Había gente tirada en el suelo; todos confundidos de lo que acaba de suceder. Todas las miradas se fijan a un cierto punto arriba del muro que nos protegía del exterior. Nosotros no entendíamos nada; yo no entendía nada. Aquellas miradas se tornan aterradas y atónitas; mis ojos miran a la misma dirección. No lo podía creer.

No...no puede ser...es imposible...¿Pero cómo?

Es una enorme criatura. Un monstruo cubierto de músculos; mucho más enorme que el mismísimo muro. Un Titán de ojos grandotes; apoyándose de la barda con sus manos gigantescas, a punto de romper la construcción.

–¡CUIDADO! –un fuerte grito es lo primero que mis tímpanos logran distinguir. Lo demás sucedió en un abrir y cerrar de ojos.

El dueño de esa gran voz nos atrapa entre sus brazos a nosotros cuatro. Bloques de cemento caían fuertemente en el pueblo como si fuera lluvia. Veíamos como varias personas morían aplastadas al instante. La sangre comenzaba a salpicar como bombas. La respiración se me acelera después de mucho tiempo de olvidar lo que era sentir un ataque de pánico.

Todo se volvió en una escena de terror. Los pueblerinos corrían y gritaban despavoridos; llenos de horror y de temor. Mis ojos todavía no lo podían creer. Esto no podía ser cierto. No puede ser cierto.

–¡¿Están bien niños?! –nos pregunta aquel adulto que nos protegió. Noto que todos nos encontramos manchados de polvo y rodeados de puro caos.

–S-Sí... –Armin responde por todos.

–Elaine, ¿Estás bien? –aquel hombre toca mi hombro derecho.

– ...¿Cómo sabes mi nombre? –le pregunto, identificando ahora sí, de quién se trata.

–¡C-Capitán Erwin! –Eren exclama pasmado. –¡En realidad es usted!

–Rápido, aquí no es seguro. Tienen que-

Su frase es interrumpida por el estruendoso rugido de aquel gigante monstruo. Nuestras bocas se abren al ver como otro titán se adentraba al pueblo como si nada. Destruyendo la muralla y dejando un inmenso hueco en él. Esto causa que los gritos se vuelvan aún mayores y más fuertes.

Todo esto era demasiado para mis ojos. El pecho se me subía y bajaba; me faltaba el aire para respirar. El corazón se me descontrola. Mi cuerpo tiembla con desenfreno. Todo a mi alrededor me da vueltas.

–¡LOS TITANES ENTRARON AL PUEBLO!

–¡NOS VAMOS A MORIR!

–¡CORRAN TODOS POR SUS VIDAS!

Aquellas advertencias hacen humedecer mis zafiros con rapidez y mi miedo se desborda. Ahora lo que más me preocupaba era si de esta saldría viva o no.

–Tranquila Elaine, todo va a estar bien. –el comandante Erwin me rodea en un cálido abrazo. Como si él ya supiera quién soy yo. En cambio mis amigos estaban estupefactos; boquiabiertos. Este me suelta. –Me tengo que ir, pero escúchenme con atención. –nos dice. –Diríjanse a los botes de escape lo más rápido posible. Como ustedes son niños, los dejarán entrar primero. Vayan antes de que se llenen los espacios, ¡AHORA! –este, nos impulsa a ponernos de pie y a correr lo más rápido posible. –¡CORRAN, CORRAN, CORRAN!

Los cuatro huimos como podemos. Armin llevaba consigo el bolso con las cosas que se había traído para hoy. Corríamos entre la gente, entre los escombros; entre las construcciones y casas destruidas.

–¡Tenemos que buscar a nuestras familias! –nos grita el mayor del cuarteto. –¡Eren, Mikasa! ¡Busquen a sus papás! ¡Elaine! –me llama. –¡Busca a tu hermana! ¡Tus padres deben de estar-!

Reconozco inmediatamente el fuerte llanto de una niña que conozco. Mis ojos se abren como platos. Mi mirada gira en dirección a mi hogar.

Éclair...

Acelero el paso a toda velocidad; dejando a mis amigos atrás. A pesar de que nunca me perdonaría hacer algo así, tenía que hacerlo.

El volumen de los lloriqueos se hacía mayor. Por lo menos me aliviaba saber que ella está viva. Ahí la diviso a ella entre la gente; llorando desconsoladamente.

–¡ÉCLAIR! –le grito, corriendo hacia ella. Una vez estando cerca la sujeto de los hombros. –¡¿Qué pasó?!

–E-Ellos entraron E-Elaine... –llora. –Y-Yo los vi. E-El muro cayó e-encima de mi am-miga. –señala a un punto en el sueño donde una piedra yace encima de un pequeño cadáver despedazado.

Aquella manifestación me heló la sangre y me enchinó la piel. Mi hermana acaba de perder a una de sus amigas. Aquella niña pelirroja que alguna vez hirió mis sentimientos el día de mi cumpleaños, ahora ya no está en este mundo. Está muerta.

La casa se hallaba frente a nosotras. Aprovechando que no habían titanes a nuestro alrededor, me adentro con rapidez para recoger algunas cosas. Cojo un bolso de la entrada y corro hacia mi habitación.

–¡ELAINE! ¡TENEMOS QUE IRNOS! –oigo la voz de mi hermana desde abajo; pero no le hago caso. Busco entre mis pertenencias mis mayores tesoros: Mi libro favorito y mi muñeca preferida. Voy al cuarto de mi hermana y recojo lo más valioso para ella. Bajo las escaleras con rapidez, cojo la mano de Éclair, cierro la puerta de mi hogar y la diviso por ultima vez mientras ambas nos alejamos de él.

–¡ARMIN! ¡EREN! ¡MIKASA! ¡¿DÓNDE ESTÁN?! –grito fuertemente en busca de mis colegas.

–¡MAMÁ! ¡PAPÁ! –la peli castaña trataba de llamarlos, pero no había señal de nuestros padres.

–¡Es imposible! –exclamo con temor y preocupación, evitando derramar las lágrimas acumuladas en mis ojos. A pesar de que estamos en una situación de vida o muerte, tengo que ser valiente. –No encuentro a nadie. –digo, pero no me derroto. –Tenemos que llegar a los botes antes de que-

–¡ELAINE! ¡DETRÁS DE TI!

La fugaz pero repentina advertencia de Éclair alerta mis cinco sentidos. Fue un acto de reflejo instantáneo. Mis dos zafiros se activan. Usando mis manos creo una capa protectora de cristal alrededor de nosotras. Ambas miramos hacia arriba, y nuestra sorpresa fue espantosa. Un titán nos quiso atacar sin que nos diéramos cuenta. De no haber sido por mi gemela, ahorita mismo seríamos comida para Titanes. El monstruo suelta un fuerte quejido de dolor. Al parecer el campo de fuerza logró hacerle daño al momento de querer tocarla.

Desactivo la protección desvaneciéndola con la mirada y rompiéndose en mil pedacitos posteriormente. Aprovechamos que la enorme criatura sigue agonizando para huir de aquel sitio. Entre la sangre, los cuerpos despedazados de los pueblerinos, los trozos de construcción hechos añicos y la gente huyendo por sus vidas, estábamos nosotras dos. Tratando de encontrar aquella oportunidad que el capitán Erwin nos indicó momentos atrás. Quería buscar a mis amigos y huir de aquí con vida. Tengo que encontrarlos.

–¡NO! ¡SUÉLTALA PEDAZO DE DEMONIO!

Eren...

Giro la cabeza en su búsqueda, identificando su grito desgarrador; estamos cerca de su casa. Ahora que reconozco la calle en la que nos encontramos, corro; corro sin parar. No suelto a Éclair para nada. Aunque nuestras manos sudan por la fuerza de nuestro agarre, nunca se soltarán.

–¡MAMÁ! –lo oigo gritar con toda la fuerza del mundo.

–¡Te amo hijo! ¡Nunca lo olvides!

Esa voz...es la mamá de Eren. ¡Es la señora Carla!

La casa de los Jaeger está totalmente destruida; hecha pedazos. Mikasa se halla de rodillas sollozando, teniendo su vista elevada al cielo. Sin duda era el titán más tétrico y horrendo que he visto. Entre sus manos tenía a la progenitora de mi mejor amigo. Luchaba por querer zafarse de su agarre, pero todo fue en vano.

–¡NOOOOO! –vociferamos todos, incluyendo mi hermana Éclair.

–¡MAMAAAAA! –la voz de Eren resuena por mis tímpanos tan fuerte que me duele.

A la bestia no le importó. En cuestión de segundos la torturó, la despedazó y se la metió a su inmensa boca. Un montón de sangre salpica hacia nosotros en el instante en que la mastica. Mi estómago se revuelve de tanta repugnancia.

Eren chilla con un vigor que ni yo misma jamás lo oí hacer; Mikasa y Éclair lloran fuertemente. Y en cuanto a mí...estoy pasmada. No podía creer lo que estoy presenciando; esto no podía ser cierto. Mi cuerpo se quedó congelado; no me puedo mover. Estática como una estatua presenciando como la esposa del doctor que me ayudó a nacer es comida por un titán en cuestión de segundos. Y eso que pude haber encontrado a mis padres para que pudieran destruirlo antes de que la vida de la señora Carla fuera arrebatada. Nunca me había sentido tan impotente; tan incapaz de haber sido más rápida o haberlos buscado en el instante en que regresaron de su misión. Ahora...no los veo por ninguna parte.

No fue hasta que los fuertes brazos de Hannes me cargaron para huir de esa traumante escena. Nos tenía a mí y a Eren en sus brazos; Mikasa y Éclair, quien tenía mi bolsa con ella, corrían a su lado y a su ritmo. Él nos estaba hablado pero yo no le entendí nada; como si ya no tuviera noción de lo que está sucediendo. Llegamos a un punto en donde mucha gente estaba amontonada. Mi compañero de aventuras nos ayuda a avanzar hasta adelante; donde Armin y su abuelo nos reciben sin ningún rasguño. Mi amigo nos divisa con horror, ya que todos a excepción de él teníamos un mal aspecto. Nuestras ropas se encontraban manchadas de sangre, al igual nuestra piel y cabello. Armin tiene mucha suerte de no haber visto lo que nosotros vimos. Veía como el chico de cabellera rubia abrazaba con todas sus fuerzas a Eren; ambos lloraban. Lloraban de tristeza; de dolor. No podía procesar la información que Eren le dijo respecto a su ahora, fallecida madre. Mikasa por su parte se hallaba en un estado de shock; mi hermana por primera vez trata de ayudarla a no desvanecerse. Me sorprendía mucho porque ellas se llevan bastante mal; pero ahora ya no había diferencia alguna que nos separara a todos. Ahora nos unía el deseo de sobrevivir.

Llegando por fin al gran bote de evacuación, Hannes en compañía del abuelo de Armin, nos acompaña a un rincón libre donde podríamos sentarnos y ponernos cómodos. Yo aún tenía la vista puesta desde lo lejos a la caravana de titanes rondando por el pueblo y despedazando a cualquiera que se interpusiera en sus caminos. Los llantos y los gritos de los otros niños no cesaban para nada. Me sentía acorralada; sin salida. Ver como esos niños temblaban de miedo y lloraban de espanto me estremecía por completo. Habían muchos infantes quienes también se les arrebataron a sus padres o sus mismas vidas de forma injusta. En cambio yo, todavía no sé si los míos están vivos o muertos. ¿Por qué no aparecen? ¿Qué no saben que esto es una emergencia? ¿Acaso se olvidaron de sus deberes como soldados del Cuerpo de Exploración? ¿Se habrán ido a otra misión lejos otra vez?

–Elaine... –la quebradiza voz de Eren me nombra. Mis ojos lo divisan a él. A su hermoso y fino rostro sucio y empapado de la sangre derramada del cuerpo de su fallecida madre. Mi mano izquierda acaricia su mejilla; limpiando las gotas de agua salientes. Verlo de ese modo se me partía el corazón. Su cuerpo se abalanza hacia mí, aferrándose a mi cuerpo y dejando ir los sollozos acumulados en su garganta. –Nunca...nunca la volveré a ver. Nunca... –lloraba sin parar. Yo no podía hacer nada más que abrazarlo y darle todo el amor que pudiera.

El barco comienza su ruta, dándonos la señal de que nunca jamás volveremos a nuestro hogar. Que nunca tendremos las vidas pacíficas que solíamos tener. Todos los momentos felices se reproducen en mi memoria como un largometraje de recuerdos. Todas aquellas veces que solíamos jugar frente al lago. Nuestras historias. Nuestra enorme galería de dibujos. Todas las visitas a la librería y todos los libros que leí a lo largo de mi vida. Las visitas de Hannes a la casa. Las comidas y las cenas familiares. Todas las noches que mamá me arrullaba hasta quedarme dormida. Los abrazos de oso de mi papá. Cuando conocí a Eren, Mikasa y Armin. Cuando hablé con fluidez por primera vez la noche de mi cumpleaños. Absolutamente todo.

Ahora, era hora de decirle adiós a todos esos momentos felices. A pesar de no haber tenido una infancia como la de los otros niños, estos últimos meses estuvieron llenos de alegría y color. Me estaba alejando del pueblo que me vió nacer, crecer y aprender como persona. Mis padres quién sabe en dónde están. Los necesito más que nunca. No entiendo por qué no vinieron a buscarnos; por qué no se quedaron a defendernos como el capitán Erwin. A él si le importamos a final de cuentas y vino a nuestro rescate sin que se lo pidiéramos...no como ellos.

Qué ironía...los mejores soldados de la Legión de Exploración, no fueron capaces de venir a ayudar a sus propias hijas ni a su propia gente. Prefirieron mil veces matar titanes de afuera en lugar de quedarse cuando más los necesitamos. Ahora que me doy cuenta, sin importar si siguen viviendo o no, ya no los tenemos. Ahora somos Éclair y yo. Sus sollozos seguían sonando por mis tímpanos, pero Hannes se estaba encargando de consolarla. Eren no se separó de mí en ningún momento. No me quería dejar ir.

Me sentía tan perdida, tan sola; tan confundida. Mi consciencia lentamente perdía noción de todo. El brillo natural de mis ojos se iba desvaneciendo con lentitud; hasta no mostrar ninguna señal de alguna chispa en interior. Ya no sé por qué o por quién estoy llorando ahora mismo. Pero por primera vez en mi vida, ya no le encuentro significado a nada. Ahora lo que siento es eso; nada. Solo un vacío dentro de mi corazón.

Mamá...Papá...me han traicionado.

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