𝐬𝐞𝐭𝐞𝐧𝐭𝐚 𝐲 𝐝𝐨𝐬
~La ciudad donde empezó todo~
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✧Elaine Einar✧
Podré aún sentir la pesadez en mi sistema, pero eso no evitaría derrumbarme de nuevo. Retornando a sentarme en Kiara, mi cuerpo se mueve al ritmo de su cabalgar. Estuve a escasos segundos de perder la cordura y tener un ataque de estrés postraumático. No obstante, recordé de inmediato las palabras de Levi. Que mis sentimientos deben permanecerse neutros. Aún así, será imposible no presenciar emoción alguna cuando todo el distrito esté ante mis ojos. El día de nuevo es nublado; el aire es fresco. En cuanto a mi estado físico, he estado mejor; pero me sirvió mucho dormir en el resto del trayecto. Intento rememorar y desconozco lo que me pasó. Ni sé cómo es que llegué a este nivel de pesadez.
Debido al gran hoyo ubicado en la entrada exterior, es que Shiganshina pasó de ser un vivo distrito a un territorio habitado por titanes. Mismos que debemos exterminar cuanto antes para que así, se realice la tarea de cristalizar las entradas. Cada uno de los soldados, incluyéndome, traíamos puestas las capuchas de nuestras capas. El enemigo podría estar entre nosotros sin que nos percatemos. Por ende, de esta forma será más fácil para Eren y yo mezclarnos entre los demás y confundir a los contrincantes. Y sí. Desde un principio, sabíamos que no estaríamos solos en lo absoluto. Que hay alguien allá afuera con los ojos en los dos.
–¡TODOS ESTÉN ALERTA! ¡PUEDEN HABER TITANES OCULTOS! ¡EN ESTE INSTANTE COMIENZA LA OPERACIÓN! –exclama mi tío removiendo el brazo izquierdo como signo de autoridad. –¡SOLDADOS! ¡CAMBIEN AL EQUIPO DE MANIOBRAS! –impone a todas las alineaciones.
–¡Por favor ten cuidado mi niña! ¡Cuida y protege a tus amiguitos! –le vocifero al oído de mi querida yegua.
Ante el llamado de mi familiar, todos obedecen a su orden. Siguiendo los pasos de mis amigos y de mis supervisores, me levanto cuidadosamente sobre el lomo de Kiara, apretando los gatillos de mis equipos de maniobras tridimensionales para impulsarme en el aire y despegarme de ella. Entre los soldados, habrían distintos grupos. Unos protegerían a los caballos. Mientras que los veteranos y el escuadrón especial serán los encargados de adentrarse al infierno que probablemente, se desataría una vez que los titanes y el enemigo se percaten de nuestra presencia.
–Debemos sellar dos puertas: La interna y la externa. –hago memoria ante las palabras de tío Erwin. –Sellaremos el distrito de Shiganshina y mataremos a los titanes que queden dentro. Si llegan a descubrir el plan...lo más probable es que ataquen a Eren y a Elaine. Esconderemos nuestra identidad bajo la capucha. Seremos en total cien soldados. Para cuando sepan cuál de nosotros son Eren y Elaine...la puerta exterior estará sellada.
Largos sentí los segundos en que mi cuerpo se removió con el viento, hasta que pies aterrizan en la cima. Debido a la velocidad, es que me quedo de rodillas por un instante. Temía levantarme o tan siquiera elevar la mirada. Mi cuerpo no dejaba de temblar. Aún así, no sé de donde saqué el valor; pero me levanté. Un frío y extenso cementerio es que mis ojos llegan a contemplar desde las alturas. Mis labios se entreabren. Mi ojeada se agranda ligeramente. Mi corazón se aprieta. Cada casa que alguna vez fue habitada por seres humanos, se encuentra hecha añicos. Afortunadamente, la mayoría se mantienen en pie. Mis ojos se activan, pasando a convertirse en los zafiros que me han acompañado desde la cuna. La energía vital de Shiganshina es escalofriante. Miles de almas en pena detecto gracias a mis habilidades. Gritos, sangre, muerte y dolor. Todo eso se reproduce en mi cabeza como si hubiese sido ayer cuando mi vida cambió por completo. No la veo, pero siento la presencia de Éclair a mi lado derecho. Entre las dos, no despegamos la vista de aquél sombrío paisaje. Shiganshina era un distrito muerto, sin vida; como nuestra niñez.
Todo pareció dar un fuerte vuelco cuando a lo lejos, en cierta calle frente al río, ubico una gran casa que por obra de un milagro, estaba intacta como la última vez que la vi antes de partir. Sí...esa es mi casa. La casa donde Éclair y yo vivimos durante nuestros primeros nueve años de vida. Éramos tan pequeñas. Tan indefensas como para tener una clara noción de lo que la crueldad del destino sería capaz de hacer con los seres inocentes. Me visualizo en aquél tétrico día. Recuerdo haber entrado con prisas para recoger algunas cosas de ahí. Mi libro y mi muñeca Josefina, son lo único que conservo de mi niñez. Ese día, fue el décimo cumpleaños de Eren. Y recuerdo perfectamente que ese día teníamos planeado hacer un montón de cosas para jugar y festejar la vida del niño que me arrastró a esta alocada aventura.
Una tenue y temblorosa respiración consigo escuchar a mi derecha. Mi cabeza se gira a dicha dirección. Jamás había visto a Éclair tan vulnerable. Estoy estupefacta. Las lágrimas caían una por una de los verdosos azulados de mi hermana gemela mayor. Sus labios luchan por no vibrar. Es cierto...mi mente viaja de nuevo a ese día y lo recuerdo. Éclair vio morir a sus amigas de aquél entonces. De los cinco, Éclair fue la que más le costó adaptarse a la nueva vida después de la caída de la Muralla María. Pese a su fuerte carácter, fue muy difícil para Eren, Mikasa, Armin y para mí consolarla. Si para mi pareja fue traumático ver a la señora Carla, su madre, ser devorada por un titán frente a sus inocentes ojos, quién sabe qué es lo que realmente le atormenta a Éclair.
Lo pienso dos veces, pero de forma un poco nerviosa acerco mi mano derecha hacia su espalda para acariciarla. Se percata. No hace movimiento alguno para removerse. Simplemente se acerca más hacia mí y corresponde mi gesto imitando la misma acción. Ambas, nos rodeamos entre las dos para quedar más cercanas. Su respiración se calma, mas su llanto sigue siendo igual de silencioso. Pero la calma se esfuma cuando soltamos un pequeño jadeo ante sentir la presencia de un adulto a nuestras espaldas. Mi pecho se destensa al identificar su aroma. Volteo hacia atrás. Los dos preciosos zafiros de mi tío Erwin se conectan con los míos, generando una fuerte química que me deja sin palabras. En su mayoría mantiene su expresión neutra. Sin embargo esta vez, su seriedad me reconforta. Como si a través de sus zafiros, comunica un mensaje oculto.
–Díganme...cuál es. –nos musita con sutileza a los dos, pero no despega la vista de mí. Tardé un poco en procesar su petición, pero lo logro. Mi tío, quiere saber cuál de todas esas abandonadas viviendas, es la nuestra.
Éclair señala la misma sección que visualicé instantes atrás. El adulto cambia la dirección de su visión a ese lado. Puedo ver lo pensativo y sorprendido que está. Seguramente, el pensar que alguna vez esa fue la casa de su hermana mayor, le causaba una especie de melancolía. Al igual que yo, tío Erwin vivió tantos años en soledad. Ante el cruel asesinato del abuelo Adler, no me puedo imaginar lo triste y solitario que debió sentirse al no tener a su padre cerca.
¿Por qué?...¿Por qué mamá lo hizo sentir de esa forma siendo su propio hermano? ¿Será que Éclair y yo estuvimos repitiendo todo este tiempo el ciclo al igual que ellos dos? No...lo que menos quiero, es que sea así.
–Es esa de allá... –responde con seriedad y tristeza, apuntando dicho sitio en lo que seca sus lágrimas. –Es la más grande de toda Shiganshina. –explica. –Ahora puedes confirmar lo bien pagados que estuvieron en aquél ayer... –dice en referencia a la exquisitez y el elevado nivel de la arquitectura de nuestro hogar. Misma que la resalta de las demás residencias.
–Es preciosa... –la mirada celeste de mi tío se ablanda ante la dicción de su amada. Iliana Hoover silenciosamente llega a su lado izquierdo, también admirando el sitio.
–Deberían ver su interior. –expreso sin más, haciendo memoria de cada ocasión en la que estuve encerrada dentro de esas cuatro paredes.
–Cuando todo esto termine...nos iremos a vivir ahí. Como la familia que siempre soñamos tener.
Las palabras de mi tío parecieron ablandar mi interior. Un cosquilleo me hormiguea por toda la piel. Éclair parece regocijarse por la propuesta del adulto. Lo sé por la manera en que sus ojitos se iluminan pese a la nubosidad opacando totalmente los rayos del sol. Aunque no sonría, su expresión reflejaba inocencia. Un rayo de esperanza que en su interior, la ilusionaba con la bonita fantasía. No obstante, hay algo en sus palabras y en la tonalidad de su voz que me hace llegar a una cruda conclusión: Erwin Smith, acaba de perder las esperanzas de encontrar a su hermana mayor; a mi propia madre. Cinco malditos años la ha estado buscando como loco. Noche tras noche soñaba con algún día volver a verla. Aún después de lo injusta y distante que fue con él, jamás la dejó de ver como su sangre. ¿Tan poderosos son los lazos entre hermanos? ¿Tan fuerte es amar a un hermano o una hermana más que a tus propios padres?
Antes de que pudiese responder algo al respecto, mis familiares e Iliana ya se habían retirado de mi lado para proceder con la operación. Tan solo me quedo ahí parada. Estática. Víctima de un trance que me impide reaccionar ante la realidad en la que estoy en este instante. Mis azulados ojos no pueden dejar de contemplar mi hogar desde las alturas. No puedo. Cada detalle de la casa me transporta a un recuerdo tras otro. Es como si me estuviese reduciendo hasta quedar como una masita pequeña y desprotegida. Unos brazos me rodean sin más. No hago movimiento alguno. Con solo oler su esencia, dejo mi cuerpo relajarse ante el cariño de Eren Jaeger. Su cuerpo no deja de templar. Su miedo lo consigo presenciar por la piel. Mikasa y Armin llegan enseguida y se posicionan a mi derecha boquiabiertos. Y pensar que alguna vez este frío y muerto cementerio frente a nosotros, fue un distrito habitado por vida e ignorancia pura.
–¡No se detengan! –Eren y yo nos giramos desapercibidos ante la llamada de nuestro capitán. –¡Vayan rápido a la puerta exterior!
–¡Sí señor! –afirma el peli marrón al verlo correr hacia el frente. –¡Elaine! –lo diviso, al igual que él a mí. –¡Te veré allá!
–¡Sí! –respondo, corriendo hacia él en lo que saco una de mis afiladas hojas. Mas todo se vuelve a congelar cuando Armin Arlert me detiene. Su mano izquierda, atrapa firmemente mi mano derecha.
–Ahora sí vas a decirme la verdad Elaine... –masculla con una frigidez insólita, pero no comprendo como es que su voz no elimina su suavidad. –No digas nada...solo mira hacia el frente. –me pide.
Es como si ya sabía que lo iba a cuestionar. Me conoce perfectamente. Después de lo que ocurrió en Stohess, parece que todavía le cuesta confiar plenamente en mí, aunque eso me duela un poco. No...no creo que se trate de confianza. Parece que acaba de descifrar algo que previamente hice. Obedezco a su indicación y miro con detenimiento las manchas oscuras ubicadas a la orilla de la cima.
Esas marcas...sí. El sello me lo mostró apenas que estábamos llegando a la entrada de la muralla.
¡Claro! ¡Eso es!
–Eso es... –abro ligeramente los ojos.
–Así es. –asiente. –Esas son marcas de una hoguera. –ahora, su tonalidad parece ser más insegura y nerviosa. Aprieta su mano contra la mía, al mismo tiempo que alza su hoja derecha refundido en la tensión. Esto, capta la atención de mi tío; quien ha estado a varios metros lejos hacia la derecha.
–¡¿Armin qué haces?! –lo interrogo exclamando a murmuras.
–Solo deja de fingir que no sabes que ellos están cerca. Que son Bertolt y Reiner. –me habla en voz grave y baja. –Por favor Elaine. Deja de mentir y dime la verdad. –mi ser se petrifica y mi corazón se acelera como loco. ¡¿Cómo?! ¡¿Cómo pudo percatarse?! –Ya sabías que no estamos solos... –por más que lo oigo hablar, mi respiración se vuelve cada vez más veloz. –Te prometo que no me voy a enojar. –sus azulados voltean a ver los míos. –Pero si hablas, entonces sólo existe una sola alternativa que tengo en mente.
–Tengo que ir con Eren. Me necesitan allá. –le insisto con tal de evitar que siga atándome a sus aciertos.
–De aquí no te mueves... –se niega y me impacto por su dureza. Sus dedos se entrelazan con los míos. Pocas veces se pone de esta manera. Y cuando lo está, se me eriza la piel. –Tú no irás a desperdiciar tu energía ahora mismo cuando Eren puede cumplir la tarea por sí solo. Ahora, me vas a ayudar a mí...y usarás tu poder de una forma distinta.
–Pero...
Tres bengalas verdes son disparadas desde distintos puntos de Shiganshina. El peli rubio me incita a guardar silencio, ya que se dispone a mirar detenidamente como los demás, lo que está por avecinarse tras la señal recién dada. El cielo se torna cálido y fuertes relámpagos caen sobre la tierra. Eren al conseguir transformarse en titán, mis ojos automáticamente se encienden para revelar sus dos zafiros. No había ni un solo titán alrededor para destruirnos; pero las predicciones de Armin fueron ciertas. Él y yo siempre lo supimos. Lo sabemos. Ahora mismo, estamos siendo vigilados.
Sí...nos están observando desde un punto muy cercano. Dos. ¡No! ¡Tres!
¡¿Qué es esto?!...¡¿Por qué estoy sintiendo tanto desasosiego?! ¡Yo debería estar con Eren! ¡¿Qué estoy haciendo aquí en primer lugar?! ¡¿Por qué no me estoy moviendo?!
–¡No! –sujeta mi brazo al ver que estoy a punto de irme rápidamente de su lado. En compañía del temblor en el sitio, nuestras capas se mueven con el viento. –¡Te dije que no te vayas! ¡Quédate conmigo!
–¡Debo ayudarlo Armin! ¡No puedo estar aquí sin hacer nada! –repelo con desespero en lo que veo al titán de Eren empezar con la labor de cristalización. Misma que debería estar haciendo yo ahora mismo.
–¡Créeme que si te lo estoy pidiendo es por algo! ¡No puedes usar tu sello ahora mismo Ellie! ¡Tienes que descansar más! –me retiene con fuerza y yo me sostengo de él.
–¡Basta Armin! ¡Tengo que hacerlo! –persisto. –¡¿Por qué te importa tanto si me desgasto o no?! ¡¿A qué se debe tanta insistencia?! ¡Dime Armin! ¡¿Por qué?! –mi cuestionamiento lo deja sin perplejo; casi sin palabras que me observa anonadado. De todos modos, no bastaron más de cinco segundos para que recuperara la compostura manteniendo su firmeza.
–¡¿Crees porque solo soy tu mejor amigo me voy a quedar de brazos cruzados a ver cómo lentamente te mueres en vida mientras que nadie hace absolutamente nada para salvarte?! –me grita invadido por la desesperanza. Dejo escapar un jadeo. –¡Ya deja de cargar con todo de una maldita vez! ¡Déjate ayudar por mí! ¡No estás sola en esto Elaine! ¡YA NO!
Sus ojos se tensan y sus dientes crujen. Con su ojeada, me suplica que lo escuche. Ante sus palabras, es imposible que mi vista no se nuble por la ansiedad acumulada en mis sentidos. Estoy tan acostumbrada a decir que sí a todas las indicaciones que me dan. Jamás me he negado pensando en los efectos secundarios del sello. Primero fue Historia, y ahora Armin es el segundo en decírmelo. Ellos siempre tuvieron la razón en todo. Siendo tan egoísta, no he considerado sus sentimientos acerca de mí. Solo causo que se preocupen más y eso me hace sentir culpable. Creyendo que los destellos cálidos durarían por toda una eternidad, finalmente cesan. Todo se vuelve en un silencio mortal. Armin y yo no dejamos de observarnos fijamente, ignorando el mundo a nuestro alrededor. Nuestras tenues respiraciones son quizás el único sonido resonando en el mortal sigilo. El tiempo parece detenerse. Y extrañamente, la tensión entre los dos parece ser algo que me pone nerviosa. Que hace que mi corazón lata sin control.
¿Serán los nervios? ¿Será el miedo? ¿O será...?
–Armin... –susurro en un hilo de voz, resistiéndome a los veloces latidos de mi corazón.
–Ven conmigo. –musita. Su mano vuelve a atrapar la mía. Antes de que pudiese decir algo, inesperadamente sus brazos me atrapan y me cargan en estilo nupcial. Y con sus equipos de maniobras, se lanza conmigo al vacío. Cierro mis ojos y me aferro a él con fuerza esperando a que una monstruosa velocidad invada mi sistema al instante de descender. Pero, un segundo. Estamos...¿Bajando lento? La prontitud en la que vamos es tranquila; ni rápida ni lenta. Mi vista se va poco a poco aclarando. Lo veo y yo...creí que tendría prisas por localizar alguna pista que nos dé alguna respuesta de utilidad. ¿Por qué se ve desamparado y a la vez sereno? –No temas. –giro la vista, divisándolo en silencio. –Sé que las alturas te ponen ansiosa. Trata de no mirar hacia abajo y mantén los ojos en mí...¿Sí? –sonríe levemente. –Preferible es arribar a tierra firme con bien y evitar cualquier accidente. No quisiese que te lastimes sin enemigos a la vista.
Desconozco qué debo decir o hace al respecto. Su profesionalismo ante la coyuntura me impresiona tanto que siento mis mejillas arder.
–S-Sí... –balbuceo sonrojada.
¿Pero qué-?
Niego mentalmente. Lo peor que puedo hacer ahora es involucrar mis sentimientos en la operación. No es un ensayo o una práctica más, sino el verdadero reto de vida o muerte. Quien sabe cuantos de nosotros llegaremos a casa en una sola pieza y con el simple hecho de imaginar el peor de los escenarios me aturde. No...no quiero seguir cavilando de ese modo. De todos modos, mientras tenga a Armin a mi lado, todo va a salir bien. Cierro mis ojos, inclinándome de lado para abrazarlo en lo que me sostiene. No me importa si se percata. Nunca es suficiente para demostrarle todo mi afecto y agradecimiento hacia él. Y como si el tiempo no se hubiese extendido, finalmente arribamos a tierra firme sanos y salvos. Armin me baja cautelosamente de sus brazos y me mira a los ojos como siempre lo hace cuando se dirige hacia mí.
–¿Todo bien? –me pregunta con una pizca de previsión.
–Gracias... –le gratifico frotándole amablemente el hombro izquierdo. –¿Qué estamos haciendo aquí abajo? –cuestiono extrañada, arreglando mi capa y ajustando mi capucha.
–Con la afirmación de que ambos corroboramos la presencia de otros individuos en la muralla, anhelo saber si existe algún tipo de rastro que nos compruebe la hipótesis. –asegura, llevando las manos a su cintura. –Para eso, tendremos que explorar alrededor.
–Ya veo... –realizo sus intenciones, examinando el perímetro cercano a nosotros.
Trozos de construcción, manchas de sangre seca y artefactos rotos y polvorientos en el piso son tan solo una pequeña parte. Pensar que todas esas cosas alguna vez le pertenecieron a los pueblerinos me trae una sensación de melancolía. Regresar a Shiganshina es como retroceder; dar un paso atrás hacia mi desarrollo como ser humano. No voy a mentir que me percibo un tanto incómoda. Es molesto rememorar que mis primeros años de vida fueron tan tristes que hasta un perro sentiría lástima por mí; o quizás terror. Miedo. Odio. Pavor...eso es lo que las personas me tenían. Para ellos yo no era una niña, sino un monstruo. Un ser de otro mundo.
–Una niña que no sabe ser como los demás y que ni siquiera se parece a mí no puede ser mi hermana.
Por eso mismo es que ahora la rabia me desgasta. Éclair ya no es así. Y cualquiera que diga que no es cierto, no son más que unos ignorantes. Nada justifica su imperdonable trato hacia mí, pero siempre hay un motivo detrás de todo. Cada año deseé de todo corazón poder acercarme a ella, y por fin lo estoy logrando. Si alguna persona que jamás ha perdido la fe en esa niña, esa soy yo. Porque todos aquellos instantes en que la he arropado y aconsejado, valen más que cualquier roce y disputa que hayamos tenido en el pasado.
–Huele muy bien... –salgo de mis pensamientos, observando a Armin a pocos metros adelante de mí. Está hincado. Con un artefacto en manos que no consigo identificar. –Ven Ellie. Mira esto. –mueve la mano derecha, incitándome a ir a su lado. Camino hacia el frente y me pongo a su altura para ver mejor. Consigo, trae una taza que parece contener una esencia peculiar. Llevándola a su mano izquierda, vuelve a respirar su aroma, pasándome otra de las tazas con la mano derecha para que yo lo confirmase. Cierro mis ojos y huelo su interior.
–Mmm, sí. –afirmo, al mismo tiempo que activo mi sello. –No cabe duda que las huellas dactilares que estoy detectando son recientes.
–No solo eso Ellie. El olor. –recalca, por lo que los dos inhalamos una vez más el interior de las tazas. –La bebida no parece ser de alguna región cercana. Ni siquiera en los distritos de élite he oído que produzcan este tipo de cosas.
–Tendría que ser Chloe para constatarlo, pero ella se ubica con el resto. –exhalo en derrota. –De todo el escuadrón, ella es la única que proviene de la Muralla Sina. Aunque... –me doy la chanza de aspirar la taza una tercera vez. –No. –niego con la cabeza, corrigiéndome. –Cuando Iliana y yo fuimos a pasar la noche con los Campbell, antes de arribar a la ciudad subterránea, Chloe me dio un recorrido por su casa. Remembro bien escrutar en la cocina una sección en donde sus padres almacenan cada té habido y por haber.
Con mi sello, activo el fulgor de mis ojos y centro el poderío en la palma de mi mano derecha. Una vez que la volteo y la enfoco en no solo las tazas, sino también en la tetera abierta, las partículas de estas se desprenden de ellas, lentamente flotando en el aire y unificándose en una molécula más grande. Armin atisba el fenómeno anonadado y boquiabierto, como si recién descubriese el resultado de un experimento científico. El fragmento líquido desciende con cautela hasta caer en una de las tazas, llenándola por completo.
–Caramba... –expresa el oji azul pasmado, viendo como llevo el objeto hacia mis labios y le doy un sorbo al contenido.
–Lo sabía... –lo saboreo con los ojos cerrados y trago los restos por mi garganta. –Esto no es precisamente un té.
–No comprendo. –gatea para presenciarlo de cerca.
–Sabe amargo, pero tiene rastros de leche, vainilla y azúcar para hacerlo más dulce. –contextualizo, dándole la taza para que lo pruebe. Mi confidente lo acepta y le da un fugaz sorbo. –¿Y? –le cuestiono.
–Mmm... –piensa para darle otra probada. –No lo sé...siento como mi energía acrecienta. Aguarda... –relame sus labios, deleitándolo un poco más. –¡Me siento más activo! –agrega asombrado y desconcertado.
–Así es Armin. –le asevero y el chico se reincorpora; aún atendiendo mi palabra. –Esto parece ser como una especie de bebida energizante pero a la vez llenadora. Lo digo por la forma en que sabe... –mis ojos divisan el líquido claroscuro dentro de la taza. –Siendo franca, se siente de alguna forma pesado para el estómago. Tendría que ser un té bastante particular como para no ser distribuido entre los humanos.
–Vaya... –volteo hacia mi costado izquierdo, viendo como Armin a escasos metros junta en el pasto lo que parecen ser antorchas regadas a nuestra proximidad. –Entonces sí hubo un campamento después de todo.
–Cuidado. No te vayas a quemar. –le advierto, dándole otra probada a la bebida. Extrañamente, sabe tan delicioso que parece ser algo adictivo. Doy gracias a mi sello que al menos pude llenar una sola taza con las partículas que quedaron de cada utensilio.
–Para nada Ellie. –contesta, uniendo dos trozos de leña como si fuesen juguetes. –Estas cosas están más frías que nada. Aunque eso sí. De que fueron utilizados para realizar una fogata, lo fueron. –los deja caer de nuevo en el zacate.
–Tienes razón. –termino de tragar el sorbo, limpiando mis labios. –Huelen a quemado. Como si acabaran de disipar la lumbre.
–Supongo que todo está más claro que el agua. –se aproxima caminando para quedar frente a mí aún estando sentada. –Elaine... –extiende su mano, esperando a que yo la reciba. –Ven. Debemos decirle a tu tío.
Perdí la cuenta de las veces que me cedió la mano en este lapso de tiempo. Una parte mía se confunde, mas la otra le causa cierta gracia de la buena. Es como una paramnesia que se repite; un ciclo sin fin. Eren y Mikasa siempre fueron los más veloces entre nosotros cuatro. Por lo que desde niños, hemos tenido que correr de la mano para igualarnos a ellos; o por lo menos alcanzarlos de cerca. Dudo que Armin lo haya estado haciendo por ser más lento. Al cansarme, sus ojos siempre me atisban y su mano me espera para seguir el ritmo de ellos dos. Siempre se dice que hay que mirar hacia el frente y seguir a toda marcha, pero Armin siempre ha mirado hacia atrás con esa misma sonrisa angelical; buscándome y asegurándose de que fuese al ritmo de los demás. ¿Será casualidad? ¿Un mensaje furtivo? ¿Una especie de señal de que algo insólito está por acontecer?
¿Pero qué rayos te pasa Armin Arlert?
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