𝐪𝐮𝐢𝐧𝐜𝐞


~Aspirando hacia el futuro~

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Elaine Einar

|𝟎𝟑 𝐝𝐞 𝐧𝐨𝐯𝐢𝐞𝐦𝐛𝐫𝐞, 𝐗𝟖𝟒𝟖|

7:45 AM

Queremos explotar de la risa y ser lo más silenciosos posible, pero la gracia hace hasta lo más sencillo para vencernos. Es tan gracioso querer que el plan salga a la perfección de manera sigilosa. Hacerlo en conjunto y oír como uno que otro realiza un ruido como el rechinado de un zapato, una fuerte pisada o hasta los susurros y casi tropiezos de otros nos provoca bastante las ganas de reír.

–¡SHH! ¡Cállense el hocico! –el cara de caballo nos susurra mientras sujeta entre sus manos un pequeño pastel. Aunque cierto chico de ojos melosos no se apiada de él y le hace cosquillas en su axila derecha a propósito con una pluma para que se le caiga.

El peli castaño le bufa a Connie con suma molestia; aunque la mayoría nos tapamos la boca para prevenir que las risas se nos vuelvan a escapar.

–Ya enserio, cállense. –nos regaña Reiner a susurras, aunque su sonrisa y sus ganas de carcajearse lo delatan.

Solo una persona en toda la cabaña yace profundamente dormida. Acurrucado con una de sus almohadas y abrazándolo tal cual como si fuera un oso de peluche. Tanta es la ternura que me transmite que agarraría sus mejillas y me las comería a besos. No importa que tan grande se vuelva, para mí siempre será mi hermanito. Lástima que no me durará nada el gusto. Por un lado me siento mal por despertarlo y arruinarle el sueño, pero por otro estoy ansiosa de lo que se vendrá a continuación.

–A la cuenta de tres. –mi mejor amiga nos murmura. –Una, dos, tres.

–¡FELICIDADES! –exclamamos a todo pulmón, provocando que el rubio inmediatamente despierte de su sueño y pegue un fuerte grito del susto. No evitamos reírnos todos juntos por su graciosa reacción, aún así Jean le muestra el pequeño pastel en donde en la cima, catorce pequeñas velas son el centro de atención.

–Ándale campeón, pide un deseo. –le dice entre risas, aunque Armin parece estar más cansado que asustado. Por lo que con molestia sopla las velitas del pequeño postre y todos le aplaudimos y echamos porras con suma alegría. Eso sí, no quita el hecho de que su acto seguido haya sido volverse a acostar, cubrir todo su cuerpo con las sábanas y agarrar una de sus almohadas para cubrirse la cabeza. Todo con el propósito de volverse a dormir. La mayoría se van por sus prendas del día; sin embargo, yo no dejo las cosas así.

Abalanzarme hacia él, arrebatarle la almohada de sus manos y abrazarlo con todas mis fuerzas era parte de mi plan maestro; así que lo hice. De un brinco lo atrapo entre mis brazos provocándole otro susto. Sus manos intentaban alcanzar la movilidad de su cuerpo, pero mi deseo de darle mis cariñosas muestras de afecto era mayor.

Algo que a nosotros dos nos fascinaba hacer de niños, eran nuestras inmemorables guerras de cosquillas. Amo cuando Armin me hace reír. Mis peores y más largos ataques de risas siempre han sido con él. No sé qué es lo que hace o qué trucos tiene bajo la manga; por más serio y maduro que se ve por fuera, tiene un enorme sentido del humor y una hermosa risa que puede contagiar a todo aquel quien se encuentre cerca suyo.

–¡Elaine, ya! –bufa, pero yo no le hago caso. –¡Elaine! –trata de zafarse de mi ataques y aún así lo atormento con mis cosquillas; aunque en mi cuerpo empiezo a notar cierta debilidad. El oji azul se rinde ante mis ofensivas y su risa se mezcla con la mía. –¡Ya Elaine tú ganas! –vuelve a reír, y esta vez con más intensidad. Es divertido sacar provecho de que Armin es bien cosquilludo. –¡Ya es enserio! –sus brazos me jalan hacia él y me brinda otro de sus abrazos que tanto me alegran los días. –Eres una tonta. –expresa entre risas.

–Mejor cómete el postre antes de que Sasha lo haga por ti. –despeino su cabellera rubia. –Feliz cumpleaños Armin. –le sonrío antes de que mis labios se plasmen en su mejilla izquierda y que de su garganta se oiga una breve risa.

–Gracias. –me agradece. –No puedo creer lo viejo que me siento. –en su mirada se refleja una pequeña angustia.

–¡Ay, por favor! –Bertolt le contradice desde su litera, donde recoge sus botas. –Si estás más joven que el Reiner y Marco juntos.

–No nos trates como unos ancianos. –el rubio le reprocha dándole un coco en la cabeza. Su mejor amigo se soba el sitio golpeado con algo de agonía.

–Pero de que son de los más viejos de aquí, claro que lo son. –el peli azabache por otro lado sigue con su burla.

Reiner y Bertolt son de esos amigos a quienes les fascina echarse burlas uno contra el otro. Por más que pareciera que discuten, en realidad todo lo hacen como una broma entre amigos. Así es como se llevan entre ellos dos; amor apache como hubiera dicho mi padre. Quién sabe en qué momento los años se pasaron volando. Es como si una gran parte de mí se quedó congelada en el tiempo. Me veo grande, pero yo no me siento grande. A los ojos de los adultos, seguimos siendo solo unos niños. Unos niños quienes los entrenan por tres años para literalmente convertirlos en carnada y arrojarlos a la suerte...qué vida.

Mis lentes posan en el estante que se encuentra en medio de mi litera y la de Eren y Armin. Ahora que los veo, yo creo que es la hora de que los tenga que cambiar. La última vez que los cambié fue literalmente antes de la tragedia. Me quedaban grandes. Ahora me quedan a la medida y me siento algo incomoda usándolos. A decir verdad se me hace medio absurdo que los tenga que seguir usando como si mis padres estuvieran vigilando a cada rato que mi poder no se manifieste en público, si he estado días sin usarlos y todo bien. Pero no fue con intención al contrario, se me olvidaba que tenía que ponérmelos por precaución. Éclair es la que a menudo me anda recordado que me los ponga si no quiero causar otra de mis catástrofes. Como si ella tuviese el derecho de reclamarme cuando ella solía ser una de las causantes de que el pánico me dominara y mis zafiros se salieran de control. Me causaba enojo, pero por más que mi mente lo quisiera, mi corazón no puede sentir rencor.

Quizás le pueda pedir a Hannes que me ayude a conseguir un nuevo par.

Pienso, antes de ponérmelos en el rostro y posteriormente soltar un leve gemido a causa de este cambio tan radical en mi estado de salud. Como si gran parte de mi energía se hubiera esfumado rápidamente desde que le estuve haciendo las cosquillas a Armin. Estoy a punto de perder el equilibrio y caer. Por fortuna logro sostenerme de uno de los barrotes de mi litera.

Me siento débil...

–¡Qué onda Elaine! ¡¿Qué haces aquí sola?! –los brazos de la energética Sandra me abrazan por detrás. Una diminuta risa es lo que se me ocurre soltar de mi garganta con tal de disimular un poco mi estado.

–Nada. –balbuceo. –Solo pensaba. –nerviosa pero gustosamente recibo su gesto.

–Anda ve a vestirte. –me pide. –Tenemos que preparar todo para el festejo de Armin en la noche. Y ya sabes qué significa. –con una sola mirada pícara de parte de la peli castaña logro comprender el mensaje oculto.

Es cierto. El regalo sorpresa ya debería de estar listo.

De todos modos me quito el pensamiento de la cabeza. A pesar de ser sábado, para colmo nos tuvieron que agendar entrenamiento para el día de hoy.

¿A quién engaño? Tener a Lizy como mensajera nunca es suficiente para zafar de los días pesados. Ella también vive bajo las órdenes de sus comandantes y tampoco puede hacer lo que se le venga en gana. Por lo que suspiro de manera rendida y me apuro en arreglarme para el día. Me cambio a toda velocidad en el baño de las niñas, y eso sí. La rapidez se disminuye porque claro, ¿Quién no se distraería con las charlas femeninas? Si Chloe, Sandra y Lilia siempre son las reinas del chisme. Krista empuja de manera bromista a la sarcástica de Ymir. Sasha ríe en conjunto con Sandra quien intenta realizar una de las tareas más complicadas: Sacarle una sonrisa a Mikasa.

Yo no me quise unir mucho a la plática; tenía muchas cosas en mente. Y cuando se halla la ocasión en la que me sitúo en medio de una disputa mental, nada ni nadie me puede sacar de ahí. Y más ahora en estas fechas, que es cuando mis padres solían pasar más tiempo con nosotras en casa.

Noviembre es el mes cuando más se siente la cercanía de las fechas navideñas. Durante los fines de semana, amaba contemplar a mamá experimentando en la cocina para crear nuevas recetas. Éclair solía ayudarle mucho. De pequeña ella soñaba con abrir su propio restaurante y deleitar a sus clientes con sus exquisitos platillos. Y lo digo porque no miento. Ella de vez en cuando cocinaba para todos nosotros y debo de admitir que tiene un gran talento como chef.

Una vez que terminamos de cambiarnos, nos dirigimos hacia la salida de la nuestra cabaña. Cabe en cuenta que un fuerte aire frío nos pega a todos una vez que Marco nos hace el honor de abrirnos la puerta.

Es cierto...cada vez la temperatura disminuye más.

Mis dientes no se limitan a temblar al igual que mi cuerpo. Igualmente no era la única. Ahora que los días son más cada vez más fríos, gracias a la bondad de la familia de Chloe, a todo nuestro grupo nos han brindado no solamente prendas de abrigo y ropa para el invierno, sino también sábanas calientes para pasar la noche. Hannes igualmente aprovecha la oportunidad para regalarnos a mí, a mi hermana y a mis amigos unos cuantos cambios de ropa extra.

Un repentino pero fino estornudo sale de mi boca y la cubro con el brazo cortésmente. Respiro fuertemente por la nariz, y ahí es cuando me doy cuenta de que mi salud no está al cien por ciento cuando de mi garganta se escapa la tos.

–Cúbrete. –me ordena la voz de mi mejor amiga. Sus finas y cálidas manos envuelven alrededor de mi cuello aquella tela peculiar que siempre lleva con ella: La bufanda roja.

–No, Mikasa. –la nombro aún oscilando. –Es tuya. Debes cubrirte.

–Tú eres la que más fácil se enferma; la necesitas más que yo. –termina de ajustármela. –Solía regañarte por eso mismo... –piensa en un modo nostálgico.

Y tiene razón. Puede que Mikasa llegó tarde a mi vida, pero ella es testigo de las veces en que he quedado postrada en la cama principalmente por los cambios en la temperatura. Como mis padres se la pasaban muchos días fuera a causa del Cuerpo de Exploración, ella era la que siempre me cuidaba cuando me sentía mal. Me leía cuentos, me cantaba canciones para que durmiera, me traía las medicinas y los cambios de toallas para ponerlas en la frente y hasta se acostaba a mi lado para que no me sintiera tan sola y "no extrañara tanto a mis padres" como ella decía. Cuando el muro cayó, fue cuando empezó a tomar el papel de "madre" con nosotros. A la fecha se asegura de que nos alimentemos bien, que nunca nos quedemos con hambre, que siempre vayamos bien abrigados, que durmamos las suficientes horas y hasta se convierte en enfermera cuando nos enfermamos o lastimamos.

En cuanto a su preciada bufanda, me contó que Eren solía ponérsela desde que se conocieron. Cuando su familia fue asesinada, finalmente se la regaló como una muestra del gran lazo que hasta el presente los une. A partir de ahí, siempre la lleva puesta sin importar las condiciones climáticas o la ocasión. Quitársela y prestársela a otra persona le cuesta bastante; la comprendo. Es su tesoro. Es tan valiosa para ella que teme que algo malo le suceda. Conmigo es la excepción. He tenido la suerte de portar la tela rojiza alrededor de mi cuello en varias ocasiones y sí; es tan cálida y tan acogedora como ella dice. Su fragancia es literalmente la de ella; a flores silvestres. El mismo olor del perfume que desde niña usa para el día a día.

–Le diré a Lizy que no entrenarás hoy. –afirma a punto de ir a buscar a nuestra tutora en lugar de entrar al comedor.

–No. –la detengo sujetando su mano derecha. –Estoy bien Mikasa. Puedo hacerlo. –su otra mano se dirige a mi frente con el fin de comprobar mi temperatura corporal. Su cabeza niega mientras suspira.

–Hoy vamos a hacer condición física y estaremos corriendo casi sin parar. –me suelta una regañada. –¿Crees que voy a dejar que te desvanezcas en medio del entrenamiento como si nada?

–Enserio Mikasa, estoy bien. –le insisto, en lo que nos adentramos en el calor del comedor. –Si de verdad me siento mal avisaré. Te lo prometo.

Mikasa es de las típicas amigas que son difíciles de convencer en lo absoluto. No me gusta preocuparla; mucho menos mentirle. Hoy no me estoy sintiendo bien pero tengo que aguantar. Si el instructor Sadies me ve en este estado me meteré en problemas y quizás me regañará delante de todos mis amigos.

–Ven Elaine, siéntate aquí. –me ayuda a tomar el asiento. –Armin quédate aquí con ella por favor. Yo le traeré el desayuno. –le indica.

–¿Pero qué-? –a mi amigo quien se sienta a mi costado derecho, no le da oportunidad de preguntar al ver como la peli azabache se retira de la mesa para hacer la fila. No tiene idea de qué sucede. –¿Oye estás bien? –me indaga. No evito recargarme en su regazo en lo que mis ojos se cierran del cansancio. Niego.

–No me siento bien. –finalmente le confieso a susurras; aprovechando que Mikasa no se halla cerca de nosotros. –No sé cómo o por qué pero desde hace rato mis fuerzas se fueron para abaj- –la tos no me deja concluir y automáticamente cubro mi boca con el brazo izquierdo. –Perdón. –me disculpo, sintiendo la mano de mi confidente posarse en mi frente. Su otra mano posa en mi pecho para darle un vistazo a mi respiración y los latidos de mi corazón.

–Tienes calentura. –testifica. –Aparte tu corazón está latiendo un poco más rápido de lo normal.

–Me van a regañar... –niego con preocupación.

–No Elaine, claro que no lo harán. –me contradice.

–Pero Sadies-

–Si él te dice algo hablaremos por ti; tranquila. –se interpone. –Tampoco es que te vaya a castigar pos unos cuantos días de reposo.

–Enserio lo siento... –no evito pedir disculpas. Mikasa regresa con una bandeja y con cuidado la sitúa sobre la mesa.

–Ellie no te estés culpando. A cualquiera le pasa. Mira. –añade. –Tú desayuna tranquila y ya luego te regresas a la cabaña a descansar. No dejaremos que te expongas.

–Anda Elaine, abre la boca.

–Mikasa no soy una bebé. –mis mejillas se sonrojan más de lo que están de la vergüenza. –Nos van a ver. –mis ojos pasean a mi alrededor identificando los rostros de mis colegas y el de cierto chico de ojos verdosos azulados que ríe y charla junto con Marco y Lucian.

–Igualmente sigues siendo la bebé del grupo. –el rubio saca su lengua risueño.

Mis súplicas fueron en vano. La cuchara sostenida por la peli azabache se introdujo en mi boca casi como un relámpago. De haber sido desapercibido me hubiera ahogado. Saboreo el calor y la sabrosura de la crema de verduras en mi paladar. Al tragarla, un dolor corre por mi garganta. Ahí es cuando me cuestiono cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que me enfermé al grado de querer de hacer nada más que estar todo el día postrada en cama y dormir. Así que después de hacer pucheros finalmente me rindo ante la insistencia de mis dos amigos. Me relajo, dejo mi cuerpo recargarse en Armin y dejo que Mikasa me alimente tal cual como si fuera una bebé o una de sus muñecas con las que solía jugar de pequeña. Eso también me recuerda mucho al hermanito que ella iba a tener y que nunca llegó al mundo.

Estoy muy segura que él está muy orgulloso de su hermana mayor donde quiera que esté. Por favor...cuídame y protégeme como lo hubieras hecho con él, Mikasa.

Sí que es complicado resistirse, ¿Pero como le puedo decir que no a la atención gratis?

–¿Sabe bien? –el chico de los ojos azulados cuestiona mientras come a mi lado.

–Mhm. –asiento levemente con la cabeza y me giro a ver a mi mejor amiga. –Yo diría que desayunes algo o se te hará tarde Mikasa.

–Tú solo come. –responde, callándome en lo que dirige el pan tostado con mantequilla frente a mis labios para darle un buen mordisco. –No te preocupes por mí. –agrega, pero una débil risa se escapa de mi adolorida garganta.

–Eso mismo te dije y mira como me tienes. –pongo la mano en frente de mi boca para toser un poco.

–Claro que no permitiría que dijeras payasadas estando casi tan roja como un tomate. –me da otra probada de la crema. –Ya no veo la hora de volver a retarte y buscar mi revancha.

–Descuida, no me he olvidado. –aseguro. –Elaine Einar Smith siempre cumple lo que promete.

–Será muy interesante verlas revolcarse en la arena. –la voz del rubio oji azul se une a la pequeña charla.

–¡Armin! –las dos exclamamos entendiendo el chiste, pero aún así reímos.

–¿Dónde rayos está Eren? Falta nada más él. –Armin lo busca con la mirada.

–¡EREN! ¡TE HABLAN CABRÓN! –el grito de cierta chica de la coleta castaña rojiza logra llamar no solamente su atención, sino el de casi toda nuestra mesa.

–Sasha como que aquí estamos todos. –Connie le reclama.

–Que yo sepa Eren tiene pelo. ¿Eres Eren? No, así que ¡SHH! –lo calla y todos reímos fuertemente. Por otro lado, Connie no se retiene de enseñarle el dedo del medio como respuesta ante ese mal chiste. No es que no tenga pelo, sino lo tiene rapado. Aún así las risas nunca faltan.

Como amo a estos chicos...

.oOo.

Doce horas, y lo único que he estado haciendo es dormir y tomarme los medicamentos que Lizy me trajo a la cabaña desde el cuartel general. Que aburrido. No hay nada que hacer más que estar acostada, observar la madera de la litera, contar mariposas en mi mente o leer mi famoso libro. Si pudiera ir por papel, estaría ahorita mismo haciendo figuras de Origami como las que Armin le fascinan hacer desde niño. La medicina si está causando una mejoría en mí; de todos modos debo reposar para recuperar mis fuerzas. No puedo quedarme atrás y dejar que mis colegas progresen sin mí. Giro mi torso en busca del reloj reposando en la mesita de noche a mi lado izquierdo. Lo agarro y leo la hora. Son las ocho de la noche.

Los chicos han estado todo el día afuera entrenando con el tremendo frío que hace; y eso que todavía no comienza el invierno. Una de las estaciones que más detesto por sus congeladas temperaturas y los tristes recuerdos que me traen a la mente. Cuanto más cerca se aproximan esas fechas, más difícil es olvidar el trauma y el dolor que aquella tenebrosa noche me causó a mí y a mi madre. Y lo peor del caso es que nunca le conté a mis mejores amigos acerca de lo que me pasó. Nunca tuve el valor de confesarles esta verdad. El único que ha sabido completamente todo lo sucedido fue mi padre. Y sí...Éclair tampoco sabe la verdad. Al igual que yo, ella en ese entonces era muy pequeña para entender la gravedad de la situación.

Mi cuerpo busca acomodarse en una mejor posición en la cama. A decir verdad, hallándome en este estado es cuando ya le encuentro la comodidad y la suavidad. Las sábanas son tan calientitas ahora que me cubro completamente con ellas y la compañía de mi muñeca jamás podría faltar en una ocasión así. Cierro mis zafiros tratando de conciliar de nuevo el sueño, ya que es lo que literalmente he estado haciendo en la mayoría del día desde la mañana: Dormir. Creí que estaba logrando conseguir que mi cuerpo se dejara llevar por el agotamiento, hasta que el brusco pero disimulado ruido de la puerta abriéndose me alerta. No decido levantarme ni mi consciencia trata de por lo menos levantar la vista. Solo un breve pero pesado suspiro es lo que suelto de mi garganta.

–¿Quién es? –cuestiono en un débil tono desde mi posición.

–Hola Ellie. –me saluda la voz que tanto me encanta oír.

–Eren... –lo nombro. Oigo sus pasos aproximarse en mi dirección y logro sentir su cuerpo cuidadosamente sentarse a los pies de la cama.

–Lo siento, ¿Te desperté? –me pregunta, viendo como voy descubriendo mi rostro de los cobertores para mirarlo de frente a frente.

–No, no te preocupes. –lo tranquilizo. –Yo ya me estaba despertando. –testifico al sentir sus manos dirigirse a las mías para sujetarlas y ayudar a sentarme. –Están cálidas. –digo, notando la calidez proveniente de sus manos.

–Vengo del comedor. –responde. –Allá adentro es todo un caos.

–No deberías estar aquí. El festejo de Armin aún no termina.

–¿Crees que te dejaría estar aburrida, agonizando y sola en este lugar? –indaga. –Me robé comida y bocadillos de ahí antes de que Sasha se diera cuenta. –observo como a los pies de la cama pone un saco en donde en su interior puedo admirar el aroma de la deliciosa cantidad de alimentos envueltos en servilletas.

–Eres tan dulce. –le gratifico, cogiendo lo que parece ser una magdalena de vainilla. Las mismas que amaba comer en mi infancia.

–También te traje chocolate caliente. Ten. –cuidadosamente me entrega un vaso desechable con la bebida vertida en él. Lo acerco con lentitud a mis labios y le doy un suave sorbo. Una pequeña sonrisa se ilustra en mi cara.

–Mmm. –expreso con deleite. –Está buenísimo.

–Y aparte le hará bien a tu garganta. –asegura sonriente. –Ya perdí la cuenta de cuantas veces tuvieron que rellenar los recipientes. Todo el mundo está yendo por el chocolate como si fuera lo último que tomarán en sus vidas.

–Sí me imagino. –pienso entre risas. –Aunque bueno, si somos realistas... –me dispongo a observar la chocolatosa bebida. –Todos están aprovechando al máximo. –añado. –No sabemos que pasará con nosotros después de graduarnos, Eren. –le doy otro sorbo a mi vaso. –Cada quién se convertirá en lo que más desea representar, unos se quedarán hasta el final...mas otros se irán para ya no volver.

–Elaine...

Y tengo razón. Tanto tiempo juntos nos provoca el olvido. El hecho de que nuestros días a partir de nuestra graduación, se estarán contando.

–Aunque... eso no quiere decir que le demos gusto al destino. –trato de ponerle un poco de azúcar a la conversación. –No todos los malos momentos son eternos. Tal vez no hoy, tal vez no mañana. Yo tengo la fe de que algún día toda esta pesadilla terminará.

–Sí...tienes razón. –su sonrisa se suaviza al igual que su mirada.

–Además. –me divisa de nuevo en lo que dejo mi vaso en la mesita de noche a mi izquierda. –Recuerda que yo estaré a tu lado para acabar con cada uno de esos titanes. ¿O ya se te olvidó? –giro mi visión a la derecha cuando Eren gatea para sentarse y recargar su espalda en la cabecera a mi lado.

Su sed y desespero de venganza lo puedo sentir a través de mis sentidos; tal y como la primera vez que juró con toda su vida destruir a las bestias. Su deseo se había convertido en el mío. No puedo permitir que cargue con una culpa y un dolor indestructible que no le corresponde. No puedo dejarlo sólo. Ha trabajado y se ha esforzado tanto para demostrar que no es ningún perdedor. Sí le ha costado adaptarse tanto como a mí. Aún así con solo tenerlo a mi lado, hace que la caída más dolorosa valga la pena.

–¿Te crees que soy Connie para olvidarme de algo así? –su pregunta me provoca reírme un poco. –Nuestro grupo es el más avanzado de la generación; Lizy y hasta los otros soldados lo repiten. Nosotros seremos quienes callaremos miles y miles de bocas ignorantes y desesperadas por una salida. Además. –agrega. –Imagínate que nos volvemos tan buenos soldados que hasta nos pagan por salvar a los demás como tus padres. ¡Sirve si con ese dinero podemos irnos a vivir a otro lado!

–Espera, ¿Dijiste-? –mis mejillas se calientan.

–Podríamos conseguir un hogar lejos del pueblo donde estemos en medio del campo más sereno y tranquilo que te puedas imaginar. No habrá nada más que pura paz y libertad cuando aniquilemos hasta el último titán de este mundo.

–Eren, qué cosas dices. –digo entre risas.

–Ay Elaine... –puedo sentir el peso de su cabeza recargarse en mi hombro. –Puede sonar tonto. Pero como quisiera saltarme los entrenamientos para acompañarte.

Si no controlo los latidos de mi corazón ahora mismo la calentura en mi cuerpo se podría volver a incrementar.

No fue hasta que por obra de la coincidencia que los dos giramos para vernos a los ojos. De nuevo puedo sentir aquella sensación de cosquilleo como aquella primera vez. Estoy completamente segura de lo que mis labios están rozando no son sus mejillas, sino en el mero blanco.

Maldito seas Eren.

–Te vas a enfermar. –con los ojos entrecerrados le murmuro.

–Valdrá la pena. –objeta. Su fina respiración me causa un cosquilleo.

–Alguien puede entrar. –insisto con preocupación, pero cada movimiento que nuestros labios hacen al tocarse y rozarse me hacen contradecirme a mí misma. Sus dedos apartando mi cabello y sujetando mi mentón hace que me enchine la piel.

Por favor, espera...

–Nadie vendrá. –dice por último, antes de que sus labios atraparan levemente los míos entre los suyos y siguiera el mismo patrón una y otra vez. Tal y como aquella noche.

¿Por qué estoy haciendo esto?...

Una cosa era haber querido dar mi primer beso, pero no puedo ceder a confundir las cosas. Él y yo ni siquiera somos más que amigos; todavía siento que estamos chicos. Es angustiante vivir sin saber qué es lo que aquella persona especial verdaderamente siente por ti.

Lizy dice que las personas a esta edad no saben lo que quieren. Que los adolescentes viven en un río de confusión y experimentación con tal de descubrirse a sí mismos. Que es normal que una niña en la juventud pueda tener más de un novio o dos y pueda besar a varios en el trayecto de encontrar al indicado.

¿Y si es cierto? ¿Y si lo que dijo Sandra la otra vez es cierto? ¿Acaso también los besos son para reforzar la amistad? ¿Será que mi segundo beso ahora es una mentira y no de verdad?

No, esto no es correcto. Yo no quiero esto...pero se siente tan bien. Me encanta. Tampoco quiero que se detenga. Sin tan solo...pudiera quedarme así para siempre.

Un solo ruido. Tan solo el maldito ruido de la puerta abriéndose me pega el más grande de los sustos. Eren y yo rápidamente nos separamos y nos reincorporamos como si nada hubiera pasado. Ya ni sé quién de los dos está más sonrojado.

–Sentimos llegar así como si nada. –Armin se disculpa con pena.

Armin, te quiero mucho...pero me dan ganas de lanzarte al fuego y quemarte.

–¡Qué onda compañeros! –la energética voz de Sasha se aproxima.

Armin, Mikasa, Jean, Connie, Sasha, Reiner, Bertolt, Annie, Ymir, Krista, Marco, Mina, Lucian, Sandra y hasta mi hermana Éclair se adentran a la cabaña con prisas. Marco cierra la puerta antes de que más frío se introdujera al cálido refugio.

–Todos. –Eren se asoma desde su lugar. –¿Qué hacen aquí? ¿No que la fiesta es en el comedor?

–No íbamos a dejar a Elaine sin comer el pastel. –Lucian muestra el sabroso postre. –Así que trajimos la fiesta para acá.

–¡Pero ándale tienes que celebrar con nosotros! ¡El cumpleaños de Armin aún no termina! –Krista me jala de los brazos con cuidado y me ayuda a levantarme de la cama.

Quien se le haya ocurrido traer toda una celebración a la cabaña es un loco de remate. Definitivamente habrá un desastre y nosotros seremos quienes limpien todo hasta el último rincón.

Todos ríen, charlan, gritan y regocijan. Tal como una reunión familiar común cuando en realidad somos un grupo de cadetes a nada de vivir en carne propia el terror del exterior.

Me aterra perderlos. Me da miedo que el destino llegue a separarnos. No me imagino mi vida sin cada uno de estos chicos.

–Apaguemos las luces para que Annie y Armin se puedan comer en la oscuridad. –el cara de caballo dice realizando dicha acción. –¡AUCH! –exclama al sentir como la gruñona de Annie le pega en la cabeza con una escoba que se encontró por ahí cerca.

–Te patearía en los huevos si no estuviéramos aquí. Por eso ninguna se fija en ti. –le contesta.

–¡Pues al menos si tuvieras un mejor sentido del humor y te tomaras las bromas no tan personal quizás no fueras tan pesada y mala onda! –le quita la escoba de la mano.

–¡¿Qué no tengo sentido del humor?! ¡¿Cara de caballo?!

–¡¿A quién le llamas cara de caballo?! ¡¿Pelos de elote?!

Me cae gordo cuando mis amigos discuten. Pero es tan gracioso ver a estos dos pelear por una estupidez. Vamos Annie, todo el mundo sabe mejor que tú que no solo te gusta Armin, te encanta. Es inevitable no reírnos por esta escena. Pero si nos carcajeamos nos irá peor. ¡Casi se tiran de los pelos!

–¡BUENO YA! –Ymir se pone en medio de los dos y los separa. –Dan ganas de vomitar con solo verlos así que cállense el hocico ustedes dos.

–¡EL/ELLA EMPEZÓ! –entre los dos se señalan.

–¿A qué te suena esa escena? –de manera bromista le cuestiono a mi mejor amiga, quien me lanza una mirada escalofriante pero chistosa. Suelto una carcajada por el modo en que voltea los ojos y la abrazo de perfil, tal y como un oso de peluche.

–Aléjate, me pones en ridículo. –sus mejillas se pintan de color carmín.

–Oblígame. –me niego sacándole la lengua. Ella sabe que no puede contra mí por más que se haga la firme.

No pasaron más de diez minutos cuando todos rodeamos la pequeña mesita de noche que Bertolt y Lucian trajeron. Mina y Éclair ayudan a traer el pastel y ponerlo en el centro en lo que Reiner trae consigo un cerillo encendido gracias al fuego de la chimenea en el dormitorio.

–Aguas chicas, no se vayan a rostizar. –el rubio se aproxima a encender las pequeñas velas.

–Uyyy esta maravilla es el paraíso. Ya quiero saber lo que se siente estar en el cielo. –puedo ver como se le ilustran corazones en los ojos de la dulce Sasha. Al tratarse de comida nada la detiene. ¡Y como quiera se ve fenomenal!

–No te lo comas Sasha. –Mikasa la jala del cabello. Cosa que a Sasha le causa molestia por la fuerza que le tiraba de su alta coleta.

–¿Unas palabras antes de soplar las velas, hermano? –el oji verde azulado le habla a Armin para dar comienzo a una de las partes más importante de un cumpleaños: Los deseos.

–Ay no manches Eren, sabes que soy malísimo con las palabras. –se interpone.

–Pero para decirle "Te amo" a Annie no batallas. –Ymir lo expone con la mirada.

–Uyyyy. –todos les canturreamos al par de enamorados. La chica de ojos azules se pega el rostro con la mano como si estuviéramos actuando como unos infantes. Lo que me parece más tierno, es que deja su cuerpo recargarse al lado de Armin muriéndose de la vergüenza. Él no parece incomodarse o querer apartarla de su lado, al contrario. La recibe y gustosamente le rodea la espalda con su brazo izquierdo.

Tenerla de cuñada será muy interesante.

–Bueno bueno ya. –Armin relaja a la multitud y toma una bocanada de aire. –Estos últimos años no han sido para nada sencillos. Ustedes lo saben. Mikasa, Elaine, Eren y Éclair lo saben mejor que nadie. En estas fechas es cuando cierro los ojos y deseo que mis seres queridos quienes ya no viven, estuvieran a mi lado cuando más los necesito. Lo que más me alegra y me hace sentir tan feliz, es poder contar con una familia maravillosa y asombrosa. –sus palabras me llegan directo al corazón. Y eso que dice que es inexperto para expresarse. –Puede que no sea tan bravo como Mikasa y Annie o tenga las mismas habilidades que Jean y Eren...o quizás todo el paquete incluido como Elaine. –la última frase me toma desapercibida. –Mas el hecho de que confían en mí y poder dormir, despertar y disfrutar de cada día con ustedes antes de graduarnos me motiva a seguir adelante y a superarme no solo como cadete sino como persona. Así que...no me queda nada más que decirles gracias a todos, y...

–Aww, está llorando. –vocifera Sandra, notando como la voz del oji azul se quiebra. –Oigan no, me va a dar algo.

–Gracias...por ser mi luz, mi inspiración y mi motor para vivir. –las lágrimas no tardan de salir de sus ojitos. Dicha expresión me contagia y hace que yo también me ponga a llorar en silencio. Mi cariño y amor por él es tan grande que me hace sentir tan orgullosa. –Con tenerlos a todos juntos en el mismo techo y a pesar del frío que hace, no puedo pedir un mejor cumpleaños. Así que... –se toma el tiempo para secarse las lágrimas. –Yo lo único que pido es que nuestra unidad continúe hasta el resto de la eternidad. Que podamos salir de este embrollo juntos y en lugar de estancarnos en que la era de los titanes nunca terminará, mejor cumplamos nuestros sueños; aspiremos a un futuro mejor. Un futuro en donde todos sigamos siendo amigos, ya grandes, cada quién con sus hogares, casados, nuestros hijos conviviendo juntos en las tardeadas y reírnos hasta altas horas de la noche. Porque ese es el futuro que me inspira a dar lo mejor de mí. Los quiero...y de nuevo gracias por todo chicos. –concluye su plática antes de soplar las velas de su pastel.

Todos aplaudimos con mucho entusiasmo y Annie aprovecha para embarrarle un poco de betún en la punta de su nariz con el dedo índice antes de robarle un beso en la mejilla.

El pastel se terminó en cuestión de minutos. Éramos bastantes, pero las porciones lograron saciarnos. El futuro que habló Armin hace rato me ha puesto a pensar si la amistad de verdad es duradera. Si los verdaderos amigos se quedan contigo y no te traicionan o abandonan. Jamás he tenido tantas amistades, ni mucho menos he sido sociable como Éclair. Cada día es un nuevo aprendizaje que llevar a cabo y es parte de crecer.

A partir de ese momento, Eren y yo no volvimos a conversar; pero nuestros ojos no dejaban de buscarse. Como si anhelábamos pasar tiempo juntos y recuperar el momento interrumpido. Igual no quita el hecho de que mi segundo beso me generó más preguntas que respuestas. Muchos dicen que la tercera es la vencida. Pero si la cifra llega a subir, se lo preguntaré yo misma.

Y hablando de él, adivinen quién fue el que terminó postrado en cama al día siguiente por no haberme hecho caso.

Te lo dije Eren.

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