𝐝𝐢𝐞𝐳


~Lo difícil que es ser el centro de atención~

.oOo.

Elaine Einar

Todavía el reloj no marcaba ni siquiera las diez, pero ya todos estábamos en el gran dormitorio preparándonos para descansar. Aún sigo sin creer que cada uno de los que están aquí se convertirán en mi nueva familia y en mis hermanos del alma. No proceso el hecho de que estaremos conviviendo por mucho tiempo. De los que he llegado a conocer en este primer día, hasta ahora han sido muy amables. Y de lo que sé hasta hoy, Krista es una niña muy tierna, Sasha tiene un sentido del humor peculiar, Marco se ve interesado por los sentimientos de los demás y Connie tiene una mente bastante curiosa y le gusta aprender de otros.

Mis ojos no despegaban la vista de las palabras escritas en el libro que más marcó mi infancia. Ese mismo que Eren me regaló cuando cumplí nueve años: "Dos Zafiros". Nunca lo consideré un libro infantil, pues su mensaje es profundo y la historia fue compleja de entender en ciertos aspectos cuando la leí por primera vez. Por más que pasen los años, jamás me aburriré de esta maravillosa novela. Aunque me sorprende mucho cómo es que me concentro leyendo dentro de una cabaña ruidosa rodeada de chicos y de chicas que no paran de conversar y reír entre ellos. Tendré que acostumbrarme.

–Vaya. –una voz masculina provoca que suelte un jadeo asustada. –Para leer en medio de la multitud sí que tienes concentración. –su presencia sí que me dio de golpe; no lo vi venir. No supe qué responder ante eso. Fue como si él hubiera leído mi mente. Era un chico quizás uno o dos años mayor que yo. Su cabello y sus ojos eran dorados. Su semblante era relajado y parecía que mi compañía le agradaba sin siquiera saber quién soy.

–No soy mucho de estar en espacios con tanta gente. –manifiesto de manera medio cortante pero no descortés.

–Al menos admites que no está tan mal. –me dice, sentándose en el suelo recargando su espalda en la pared a mi costado izquierdo. –Reiner Braun, mucho gusto. –acerca su puño hacia mí.

–Elaine Einar, encantada. –acerco el mío igual para chocarlo con el suyo.

–¿Qué tal todo hasta hoy? –me pregunta.

–Pues nada mal, creo. –respondo sin despegar la vista de mi libro.

–Vi que muchos se rajaron a última hora, pero fueron chavos de otros grupos. Del nuestro no hay ninguno que haya tirado la toalla hasta ahora. –opina mientras mira desde su lugar a nuestros compañeros dentro de la cabaña. –Qué mal. –habla. –Siendo apenas el primer día prefirieron perderse de la diversión. –lo oigo decir, pero no respondo ante eso. –¿Vienes sola?

–No. –niego. –Vengo con mi hermana y mis mejores amigos.

–Ahhh, ya me acordé quién eres. –recuerda. –Eres esa niña con el que el instructor fue poquito bastante alivianado. Vaya que suertuda. –expresa un poco risueño.

–Yo no lo diría así. –contradigo sin tratar de ser grosera. –Más bien lo considero casualidad. –continuó. –Pero el hecho de que mis padres formaron parte del Cuerpo de Exploración no me hace ni a mí ni a mi hermana superiores a los demás. Yo solamente quiero que nos traten por igual, eso es todo.

–Eres muy humilde. –me dice. –Una virtud digna de aplaudir. –suelto una pequeña risa.

–No es para tanto, enserio. –digo ahora sí divisándolo. –Si ellos creen que todo para mí es miel sobre hojuelas están bien equivocados.

–¿Cómo? –pregunta. –¿Una lindura como tú teniéndola difícil?

–No todos corren con la misma suerte, Reiner. –admito cerrando mi libro. Apoyo mis codos en la cama viéndolo de frente para ahora sí, enfocarme bien en la plática. –Me costó bastante comprender que siempre habrán injusticias; unas peores que otras. Aún así no podía culpar a nadie por más que anhelaba hacerlo. –le explico. Él no cambia su semblante curioso. –La vida se trata de adaptarse pese a las circunstancias. De salir adelante, apreciar aquellas cosas que te hacen feliz y ser agradecidos por lo que tenemos.

–¿Como cuáles? –me cuestiona con interés de saber.

–El hecho de que tú estés vivo y estés aquí ahora mismo viviendo una oportunidad inmensa es un gran privilegio. –le respondo, notando como sus ojos se abren ligeramente por mi respuesta. –No cualquiera tiene la dicha de salir de sus hogares para defender lo que más quieren. Sí puede sonar aterrador, pero para muchos esto comienza como un sueño frustrado. Créeme, conozco a cierta persona que nunca se cansó de decirlo.

–¿Y ese quién es?

–¡Elaine! –su voz se plasma en mis tímpanos. Ambos giramos la cabeza al oír mi nombre y yo suelto una breve risa.

–Hablando del rey. –bromeo, viendo como el chico de ojos verdes azulados se acerca a nosotros acompañado de mis otros dos mejores amigos. –Al parecer alguien se volvió bien famoso en la hora de la cena. Vaya que manera de conseguirte fans en el mero primer día, Jaeger. –le sonrío divertida.

–No solo eso. –Mikasa es la primera en hablar, pero de forma molesta. –Este estúpido llamado Eren no le bastó con que fuera la primera noche y ya se peleó con alguien. –lo señala con el pulgar.

–Ya te dije que él comenzó. –el peli café cruza los brazos defendiéndose del comentario de su hermana postiza. –¡Perdón, pero tenía que hacerlo! Ese sinvergüenza ya me estaba hartando, pff.

–Así que eres el famoso Eren. –ríe el oji dorado. –Este grupo se está volviendo cada vez más divertido. –acerca su mano hacia él para saludarlo. –Reiner Braun.

–Eren Jaeger. –acepta el gesto con gusto. –Ah, y ellos son mis amigos Armin Arlert y Mikasa Ackerman. –los presenta. Los nombrados lo saludan con la mano al igual que Reiner hacia ellos. –Y pues, supongo que ya conoces a Elaine.

–No mucho, solo estábamos teniendo una charla tranquis. Tu amiga sí que es fina, pero se ve que tiene agallas. –me complementa.

–¿Otra vez leyendo esto? –la peli azabache se sienta a mi lado para hojear mi libro. –Ya perdí la cuenta de cuántas veces lo has leído. ¿No te cansas? –le niego con la cabeza riendo. –¡¿Pero cómo?!

–Vaya... –Eren se sienta al pie de la cama. –Parece que fue ayer cuando apenas te lo regalé. –sonríe nostálgico.

–Lo sé. –me contagio de su sonrisa. –Tantas cosas sucedieron después de aquel día. Por eso y otras razones más no me canso de leer "Dos Zafiros".

–Tenía que hacerlo. –manifiesta, brindándome una suave mirada. –No me arrepiento para nada de que tengas la copia original.

–Vaya vaya, como que aquí las cosas se están poniendo medio dulces, ¿No creen? –Reiner nos echa un ojo de forma pícara, notando la química en nuestras miradas.

–¡Ya! ¡No empieces! –exclama con sus mejillas sonrojadas al igual que yo. En cambio Reiner y Armin comienzan a reírse. Mikasa solo bufa y pone los ojos en blanco.

–Hombres... –murmura. Yo levanto los hombros sin saber qué contestarle.

Tan solo los minutos pasaron mientras mantuvimos la charla hasta que el silencio empezó a dominar el ambiente en poco más de media hora; percatándome que ya todos comenzaron a quedarse dormidos en sus respectivas camas. Todas eran literas. Mikasa y yo compartíamos una mientras que Eren y Armin la que estaba a nuestro costado izquierdo. Éclair conoció a una de las chicas de nuestro grupo llamada Sandra Hansen. De lo que logré escuchar de ella, es que al quedar huérfana, fue adoptada por una familia en el campo. Como ella es la mayor, aparte de que los demás hijos no rebasan tan siquiera los diez años, optó por inscribirse a los Cadetes en busca de una mejor oportunidad de vida; según lo que me comentó mi nueva compañera Krista después de la cena. Éclair me preguntó hace rato si no había problema en que ellas dos compartieran la litera para hacerle más compañía y yo le dije que no, recordando que Mikasa me había pedido que compartiéramos la nuestra desde un inicio.

Hay noches en que se me hace complejo conciliar el sueño, y por más que lo intento a veces se me complica. A lo mejor es preocupación mía de tener alguna pesadilla; como si soy propensa a tenerlas a menudo, y más ahora que sigo procesando el hecho de que esta es mi realidad; de que ya no soy Elaine la niña pueblerina de Shiganshina, sino Elaine la joven cadete.

Tengo once años casi doce, y no me da pena admitir que aún duermo con mi muñeca preferida, con Josefina. Aquella muñeca que Mikasa me regaló hace tres años cuando recién cumplí los nueve. Es una de las pocas cosas que me han hecho feliz desde la caída del Muro María. Me pone muy triste pensar que después de aquel trágico día, los juegos nunca volvieron a ser lo mismo. ¿De qué nos servía jugar en nuestros ratos libres del trabajo, si estábamos viviendo una situación difícil? ¿De qué nos servía planear nuestro día si ya sabíamos que ya no había nadie quien nos esperara con deliciosos bocadillos recién preparados? Ya no teníamos a la señora Carla, ni al señor Grisha, ni al abuelo de Armin, ni a mis padres; a nadie. Aquel señor quien cuidó de su nieto por la mayoría de los años, no resistió por mucho tiempo. Murió justo a los pocos meses antes de ser admitidos en el Cuerpo de Cadetes. Fue un día bastante traumático para todos; más para Armin. Nunca olvidaré el espanto y la tristeza en su dulce rostro. Ahora la única persona adulta con la que podemos contar es Hannes, mi compañero de aventuras.

Ver el rostro de Josefina, me trae un montón de recuerdos de cuando yo era más chica. Verla a ella, es ver los rostros de las personas que me hicieron y me siguen haciendo feliz. Sin embargo, la persona que primero se me cruza por la cabeza, es aquella misma que la hizo con sus propias manos.

–Elaine...¿Estás despierta? –me murmura su voz, pero trato de ignorarla para no causar molestia alguna. Aún así fue en vano. Su esbelto cuerpo baja de la litera con cautelo y se agacha para estar más cerca de mí. –Te conozco...yo sé que algo te pasa. –su dicho me da directo en el corazón, pero el tacto de su mano en mi mejilla para secar las gotas de mis ojos con su pulgar me sacude por completo. Me abraza de inmediato, y yo la abrazo a ella sin dudarlo.

–Perdón Mikasa...ni siquiera sé por qué estoy llorando. –admito avergonzada en susurros.

–Tranquila, está bien. No pasa nada. –responde para mi consuelo. –No tiene nada de malo sentir ganas de llorar de vez en cuando; solo hazlo si lo sientes.

–No puedo dormir... –le digo, sin tratar de despertar a Eren o a Armin o tan siquiera a nuestros compañeros.

–Hazme espacio. –me pide. Yo le cedo lugar en mi cama, la cual milagrosamente cabemos sin ningún problema. Mientras nos cubro a ambas con las cobijas, comienzo a sentir sus delgadas y finas manos acariciando mi lacio cabello dorado. –Cuando era pequeña, mi madre solía hacerle así a mi cabello cuando no podía dormir o cuando despertaba de una pesadilla.

–¿Enserio? –le pregunto con el mismo tono bajo de su voz.

–Esa era la única forma en la que lograba dormir. Su voz siempre me daba paz; le encantaba cantar. Era algo que solíamos hacer juntas. Pero cuando murió, mis noches ya no fueron las mismas. Ya nada fue igual. –admite con un tono de profunda tristeza. De por sí, trataba de disfrazarlo con la seria personalidad que tiene. –Me alegro de que ahora tengo un nuevo modo de recordarla. –admite mientras yo la escucho hablar en voz baja. –A veces en las noches en el refugio, cuando dormías, siempre me dieron ganas de pasar mis dedos por tu cabello aunque fuera solo una vez. –confiesa. Mis ojos se abren ligeramente pasmados por lo que dijo, pero ella no podía verme debido a que yo estaba a espaldas de ella. –No sé cuando, pero también quisiera algún día poder peinarte; tal como mamá también solía hacerlo con mi cabello.

–No tienes por qué preguntármelo. –le respondo medio arrastrando las palabras. La suave caricia de su mano por mi cabellera estaba haciendo un gran efecto. –El viernes. –agrego. –Cuando terminemos con el entrenamiento y las clases...nos peinaremos juntas. –le propongo, antes de cerrar por completo mis dos zafiros y dejar que el sueño me domine.

–Trato hecho. –es lo último que la oigo susurrar. Ya de ahí hasta la mañana siguiente, nunca se despegó de mi lado. Gracias Mikasa.

.oOo.

El día en el terreno de entrenamiento de seguro es bien intenso; más cuando no hay ni una sola nube que te haga el favor de darte sombra tan siquiera unos diez segundos. Con poner un pie ahí, ya sientes que te estás quemando; y más estando en manga larga y portando la famosa chaqueta avellana.

Era nuestro primer día de entrenamiento; la primera práctica era combate de cuerpo a cuerpo. Unos ganaban, otros perdían y otros empataban. Mis amigos entrenaban con sus contrincantes; Armin con Sasha y Eren con Reiner. Los dos dúos parecían ir parejos, aunque me sorprende mucho como Armin no ha perdido el ritmo y sigue de pie; mis respetos.

Intento recuperar el aire en mis pulmones; respiraba con dificultad. Aún así, Mikasa no se apiadaba de mí. No me daba tiempo para descansar. Sus intentos de golpearme me mantenían alerta. Apenas lograba esquivar cada uno de sus ataques de no ser por los reflejos que por los años logré dominar gracias a los pueblerinos que intentaban hacerme daño cuando me despistaba al estar sola afuera de la casa. Me daba miedo que me pegara, pero no me puedo quejar ni le puedo reclamar; es por mi bien.

Procuraba mantener la distancia entre ella y yo. Observaba como ella se acercaba a mí para continuar con la revancha. Está completamente dispuesta a no aflojar. Alza la pierna para patearme, pero le agarro el pie y lo jalo hacia mí para intentar tirarla. Cosa que logro hacer sin percatarme que la fuerza fue tanta que me tropecé junto con ella. Sujeto sus muñecas con fuerza contra el suelo arenoso. Ambas gruñimos resistiendo el dolor y el esfuerzo puesto entre las dos. Ella consigue zafarse del agarre al inclinarse hacia al frente y pegarme en el costado izquierdo con el codo. Me muerdo los labios con fuerza aguantándome la molestia y no soltar un quejido; no quiero mostrarme débil ante ella.

Admiro mucho su agilidad; se lo aplaudo. Mis golpes no son nada a comparación de los suyos. No son tan efectivos ni tan fuertes; ella resiste más al dolor que yo, su fuerza es sumamente increíble. Ya sabía que sí era fuerte por como lidia con Eren por su comportamiento rebelde; aunque jamás pensé que eso solamente era una pequeña probada de su verdadero potencial.

Los pulsos casi se me salen por la piel; me quito el sudor de la frente con el brazo. Puedo sentirlo; la adrenalina fluyendo por mis venas. Cierro los ojos para una mejor concentración; todo corre en cámara lenta. Mis recuerdos reproducen el momento en que la gigantesca construcción que solía proteger mi hogar, se desmorona y se convierte en una lluvia de cemento. Justo cuando los bloques están a punto de caer en aquellas víctimas, mi subconsciencia regresa al presente. Abro los ojos. Mis dos zafiros se activan; no despegan la mirada de la peli azabache.

Vuelve a elevar la pierna con fuerza tratando de golpearme. Rápidamente esquivo la ofensiva al agacharme. Aprovecho la altura para meterle el pie y provocar que pierda el equilibrio por segunda vez. Lo logro. Envuelvo su cuerpo entre mis piernas y de nuevo aferro sus muñecas con las manos vigorosamente. Su mirada en mí era sorprendente. Me veía pasmada. Cuando mis ojos destellan, es cuando esto deja de ser un juego. La retenía en el piso con todo mi ser con la intensión de vencerla con todo. Elevo el puño para cerrar con broche de oro el ataque.

–¡Ok ok, tu ganas! –me grita. –¡Elaine ya! –me detengo y me percato de la situación. Suelta un suspiro. –Me rindo. –cierra los ojos.

Mis zafiros vuelven a su estado normal y la ayudo a levantarse estrechando mi mano con la de ella.

–¡Perdón! –me disculpo al ver como Mikasa masajea sus muñecas. –¡No fue mi intención! ¡Enserio! ¡Fue un accidente!

–Descuida, no es para tanto. –me tranquiliza frotando mi hombro izquierdo. –Vaya, parece que tenemos audiencia. –añade, notando como la mayoría de nuestra clase se nos quedaban viendo. Varios de los chicos nos chiflan y las niñas se mostraban admiradas. –Wow... –exclama, tratando de recuperar su aliento. –Eso fue bastante loco. –se limpia las manos. –Me impresionaste.

–No. –niego respirando pesadamente. –Tú fuiste mejor que yo. No soy nada comparada contigo.

–No me contradigas que estuviste genial. –impugna para después hacer una expresión adolorida. Río brevemente por su cara. –Pero conste que yo te he ganado más veces. –me evoca, haciendo memoria de las veces que solíamos jugar entre los cuatro a las luchitas; siendo nosotras siempre las finalistas. Los sonidos de los aplausos se plasman en mis tímpanos.

–¡Bien hecho chavas! –nos felicita Marco.

–¡Eso fue otra onda! –aplaude Connie con una sonrisa.

–¡Lo hicieron excelente! ¡Son grandiosas! –exclama Hitch.

–Wow niñas. –Armin se acerca hacia nosotras con la cara raspada a causa de su anterior combate con Sasha. –Yo no hubiera aguantado tanto tiempo como ustedes. –nos abraza a ambas por la espalda.

–¿Es enserio? ¿Una chulada como ella le ganó a Mikasa? –oigo a cierta voz masculina entre las ovaciones de mis compañeros. –Vaya que no me sorprende. Es una Einar a pesar de todo.

–¿Qué? –le pregunto confundida, llamando la atención de todos.

–Vamos... –este camina hacia nosotros. –Está en tu sangre; corre por tus venas. Es obvio que te crees la gran cosa sólo porque vienes de una familia dotada y privilegiada.

–Oye. –Eren se une a la escena poniéndose delante de mí. –Retira lo que le dijiste.

–No te metas, Jaeger. –responde el peli castaño. –¿O qué? ¿Acaso vas a negar que tengo la razón?

–Tú no la conoces, así que no tienes derecho a opinar.

–Eren. –Mikasa lo llama, pero este hace caso omiso.

Por favor Eren, no sigas...

–¿Estás segura de que eres una Einar en primer lugar? –el chico me pregunta, caminando más hacia mí. –Porque por lo que todos saben, físicamente ni siquiera te pareces a ellos. –el oji verde azulado palmea con fuerza su hombro derecho.

–¿Qué no me oíste? –arremete mi mejor amigo en su contra. –Déjala en paz.

–¿Por qué la defiendes tanto? No me digas que te gusta. –ahora es él quien lo provoca. Todos alrededor nos echan carrilla a mí y a Eren, ocasionando que el rubor en mis mejillas se manifieste; pero yo inclino la cabeza hacia abajo. Armin y Mikasa se dan cuenta de eso, y lo atisban enfadados por eso.

–¿Qué pasó? ¿Te comió la la lengua el ratón? ?¿A poco eres mudita?

Esa última pregunta fue la gota que derramó el vaso. Un montón de recuerdos horribles de mi infancia se vienen a mí. Furiosa, plasmo mi puño derecho en la esquina de sus labios con bastante fuerza. Los espectadores jadean al unísono, incluyendo a Armin, Eren y la mismísima Mikasa. Aquel chico comienza a toser, escupiendo la sangre salida de la herida recién provocada. Este me mira pasmado.

–¡¿OYE QUÉ TE PASA?! –me grita con la intensión de golpearme, pero yo se lo prohibo. En cuanto acerca el puño con velocidad lo pateo con la pierna derecha en la cintura, haciendo que este pierda el equilibrio; mas no se detiene. Vuelve a levantar la pierna y logra darme en el pecho aunque me haya agachado con rapidez. Aprovechó que llevé mis manos al sitio donde me pateó para arrojarme hasta el piso. Mi mejilla derecha roza con fuerza la arena del suelo y siento que me arde todo ese sitio. La bulla se hacía cada vez más grande y los chiflidos eran más seguidos. Veo como el chico de cabello castaño saca ventaja de la posición, cierra sus nudillos y lo lleva hacia atrás para tomar impulso. Rápidamente me muevo hacia la derecha esquivando su ataque. Cierro el puño izquierdo y logro atinarle esta vez en la mejilla derecha debido a la cercanía de su perfil con el mío. La adrenalina vuelve a fluir con rapidez. Abro los ojos activando el poder que yace en mí. –¡¿Pero qué-?!

No lo dejo responder cuando impido su siguiente movimiento usando ambas manos para agarrarle el brazo izquierdo y moverlo hacia el lado contrario. El chico grita fuertemente adolorido, todos jadean. Con la mano izquierda lo empujo hacia el lado contrario, cambiando de posiciones. Siendo yo la que está a horcajadas con él. Estrangulo sus muñecas con bastante fuerza del mismo modo que lo hice con Mikasa anteriormente. Con la rodilla le doy dos veces seguidas un trancazo entre sus piernas. Escuchando como la mayoría del grupo exclamaban empatizando con el dolor de mi contrincante.

–¿Con que soy una chulada y mudita a la vez para ser una Einar?... –le pregunto, acercando mi rostro hacia su cara; aún aplastándolo contra el arenoso suelo con toda mi fuerza. El fulgor azulado de mis ojos se plasman en los suyos. –¿Que no parezco a ninguno de mis padres? –vuelvo a preguntarle. –¿Acaso no soy suficiente para ser su hija? ¿Acaso yo no puedo seguir sus pasos porque se me da la regalada gana? ¿Qué no puedo destacar por cuenta propia? ¿Acaso temes terminar derrotado y hecho trizas por una Einar? –intensifico el agarre de sus muñecas al igual que el destello de mis dos zafiros.

–¡A-AAAAAGH! –exclama con muchísima más fuerza.

–¡Elaine! –oigo a mis tres amigos, pero los ignoro.

–¡Ok! ¡Está bien! ¡Tú ganas! ¡Déjame ir ya! ¡Por favor! –me insiste adolorido para que lo dejara libre.

–Vaya vaya...¿No que muy bravo y muy macho? –me posiciono como si estuviera acostada boca arriba en una cama. Apoyando mis codos en su torso, siendo él mi colchón. –Enserio que todos los hombres son iguales. –escupo. –Nada más esperan a ser enfrentados y no piensan en las posibilidades de terminar hechos pomada por una mujer. –mi voz cambia de tono, sonando un poco más pavorosa. –¿Estás seguro que no estás lo suficientemente conforme? –lo cuestiono, formando un camino con mi dedos índice desde su torso hasta su cuello. –Porque podemos seguir todo el día hasta que mis manos despedacen hasta el último pedazo de ti...

Lo último recién dicho lo hacen temblar y mirarme de una forma que solo pocos han corrido con la mala suerte de haberlo hecho.

–¡N-No, n-no me hagas nada! ¡P-Por favor no me l-lastimes! –chilla, a punto de humedecer sus ojos con lágrimas.

–Qué lástima... –expreso fríamente. –Ya me estaba divirtiendo. –mis zafiros pausadamente se apagan. –Pero que sea la última vez que me subestimas...¿No querrás ver a esta lindura enojada, verdad? –lo interrogo ahora con una voz más dulce, causando que este me divisara con mucho más terror que antes. Me alejo de él para levantarme del piso.

Todo el mundo se queda boquiabierto por lo que acabaron de presenciar. Nadie se atrevió a meterse o a decir algo al respecto. En cambio yo rechazo las ojeadas en mí. Por primera vez, ya no me afectó ser el centro de atención.

–E-Eres... –lo oigo murmurar hacia mí. Sus boca cruje y su respiración tiembla. –Eres una...

–Nos veremos después...Jean Kirstein. –verbalizo, antes de retirarme hacia mi propio rumbo y dejar a todos atrás.

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