✾ ιηςσηdιςισηαl ✾
Un gran suspiro por parte de Naruto se oyó en la oficina del Hokage al ver por la ventana de este que el sol había salido por completo.
– ¿Ya es de día? Demonios
Se dejó caer en el escritorio, había avanzado demasiado en los documentos que tenía y le había llevado toda la noche, por lo que se le encontraba exhausto y con ojeras marcadas.
El calendario marcaba el 10 de Octubre, siendo tan despistado que no dedució la fecha con exactitud hasta después de una leve meditación, ya que algo dentro de si no lo dejaba en paz al no recordar si festejaba algo.
– Es mi cumpleaños ... – sin ánimos, ahora recorría con la mirada las fotos que tenía los antiguos Hokages, hasta la cuarta foto – También es su aniversario de muerte, ¿no? Papá, mamá...
Volvió a suspirar, tenía menos papeleo por hacer y quería simplemente terminarlos para salir de aquel lugar e ir a casa, pues hace tiempo que no iba y realmente le apetecía pasar tiempo con su esposa y sus adorados hijos.
Cada año desde que se convirtió en Hokage es lo mismo: se desvela en la oficina y su familia se turna en visitarlo ya darles presentes, por lo que el llegaba a dormir por la noche.
Llamaron a la puerta, dio la orden de pase, dejando ver a su mano derecha y mejor amigo, Shikamaru Nara.
– Buenos días, Shikamaru – trató de sonar alegre, pero su cansancio lo delataba.
– No has dormido toda la noche, te ves demacrado – con fastidio, como era costumbre, le reprocha al que es su superior.
– Lo sé, pero quiero ir temprano a casa y cenar con todos, así que debo terminar esto – en ese momento, toma otro puño de las dos columnas de palés que tenía y comenzó a leerlas.
– Que fastidio – en tono bajo se reprocho a si mismo – Que más da. Te ayudaré para que puedas irte temprano, casi no teng trabajo y tu no pasas tiempo con tu familia, te lo mereces, en especial hoy.
– Gracias, Shikamaru.
El azabache le sonrió a su amigo y tomó un puñado de papeles para llevárselos a su oficina. Ayudarlo era gusto de el y además, Hinata le había pedido que lo ayudara y le permitiera salir a buena hora para que la fiesta no durara mucho sin su presencia.
Las horas seguían transcurriendo, con constancia, Naruto se cuestionaba: ¿qué estarán haciendo en casa?
Era el hora del almuerzo, dejó el ramen instantáneo y espero a que a la puerta tocara su esposa, como cada día, como cada año.
Añoraba aquel acto de dedicación, apreciaba el hermoso gesto de llevarle un almuerzo casero. No era para nada como comer con todos a la mesa pero era lo más cercano que tenía a eso.
Sin embargo, al cabo de una hora, se cansó de esperar su llegada.
Suspiro con resignación, seguramente habrá pasado algo para que la ex-hyuga no haya podido traerle el almuerzo y tampoco su hija haya podido, así que solo le quedaba su otra opción: ramen instantáneo.
No veía a alguien comiendo ramen instantáneo en cada comida el día de su cumpleaños, pero que más daba; de cualquier forma, fue así durante la mayor parte de su vida.
Antes de poner la cafetera con solo agua para su comida, la puerta se abre sin previo aviso y un sapo de tamaño algo grande a los normales ingresa a zancadas por esa, colocando un paquete en el escritorio y desapareciendo consecutivamente.
Sabia que el sapo era alguno de los del monte Myōboku, era uno de los que usaban para mandar recados en misiones, aunque se cuestionaba el porqué de su visita, pues solo hay otras dos personas que pueden invocar a dichos animales y esos son su hija menor y Konohamaru, y ambos no estaban dentro de ninguna misión.
Se acerco sigilosamente a su escritorio, esperando que no sea una trampa o alguna broma de mal gusto por parte de su aprendiz. Pero logró tranquilizarlo algo, el girasol que sobresalía del paquete.
Una sonrisa se formo en su rostro y tomo el paquete en su manos, abriendo lo cuidadosamente, dejando que el olor de su platillo favorito de Ichiraku sobresaliera y no pasaba desapercibido por su fosa nasal.
Dentro había una nota, la caligrafía bien hecha y fina lo hizo suspirar, más cuando leyó lo que contenía:
Feliz cumpleaños, papá!
Te estaremos esperando con ansias en casa.
Te quiere, Himawari❁
P.d. Ánimo con el trabajo!
Sin duda era corta, pero el saber que su hija se preocupaba por el y le daba su apoyo incondicional lo hacía feliz.
Se comió por completo el gran tazón que le había mandado, había quedado lleno y concluyó poniendo el girasol en un vaso con agua para que no se marchitara.
Contemplo por un momento aquel amarillo que le daba color a su oficina, al pie de este colocó la foto con su actual familia, donde ya incluían a Kawaki como uno de ellos.
Aunque claro, este último no contenía su sangre, pero le había tomado tanto aprecio que lo consideraba como uno de ellos.
Después estaba su primogénito, anteriormente se parecía tanto a él como si fuera ver su versión pequeña; pero el tiempo fue pasando y ahora no lo ve como antes, es tan opuesto a el de todas las formas, es como si hubiera conspirado contra sus genes.
Aún así lo amaba, ¿cómo no amar a la primer persona que comento a su ahora familia?, Hinata llego primero para recibirlo en casa y darle su amor y cariño, después Boruto, quien también lo esperaba y le mostraba su afecto.
Ya después llego su pequeño girasol, adoraba a su pequeña niña y se negaba a aceptar que esta creciendo, que ahora es una de las chicas más codiciadas en la Aldea por lo de su edad y que era fuerte, demasiado a su parecer.
Pues de algo estuvo seguro desde que la tuvo por primera vez en sus brazos, con aquellos grandes ojos azules y las finas cualidades de su esposa, supo de inmediato que esa niña, al igual de su mujer, lo tendría comiendo de la Palma de sus manos, pues no hay cosa que no haría por verla feliz o por complacerla.
Después está su esposa, su hermosa y amada esposa. La primera persona en creer en el y reconocer su esfuerzo, quien no lo juzgó ni lo alejó, quien lo amo desde un principio y lo sigue amando hasta la actualidad.
Sin duda había sido un tonto en no reconocerlo desde antes, pero siempre buscaba su aprobación y su compañía. En aquello tiempos era muy tímida con su presencia pero aún así la buscaba y la protegía sin dudarlo, siempre busco su mano para darse fortaleza, pues ella contribuía con las ganas de seguir con su vida; algo que nunca experimentó con su capricho de "querer" a Sakura.
Los recuerdos van y vienen de su mente, las cosas que vivió con sus amigos y lo que vive ahora con los mismos y con su familia. Todo eso aminora el peso de los documentos, los cuales disminuyen cada vez más.
La vez que conoció a su padre, el día que se enteró la muerte de Jiraiya, cuando conoció a su madre, cuando Kurama y él unieron fuerzas, entablando su inquebrantable amistad. La vez que llegó su padre a la guerra, cuando convivió con ambos aún en el mundo paralelo, Sasuke llegando a la guerra, el renacer del equipo 7, la despedida de Obito, la primera y única vez que su padre le deseó un feliz cumpleaños, el día que perdió un brazo.
Hace años que termino aquel tormento que llaman guerra, años que la alianza shinobi sigue intacta y genera paz, años en que su vida ha sido plenamente feliz y ha mantenido la mente tranquila, sin mortificaciones u otros atribuyentes que lo mantengan inestable.
Su vida es feliz, ya nadie lo hiere emocionalmente y la gente lo admira y reconoce, sus sueños se han cumplido y ahora tiene otros más: ver crecer a sus hijos, amar a su esposa y cuidar de las personas.
Y es que nunca creyó que tener una familia fuera tan feliz, nunca imagino que aquellas personas que nacieron gracias a él lo quisieran tanto. Sin duda, eso que creía una familia antes no se comparaba en nada a lo que realmente es, y se culpa por sus pensamientos tan absurdos que no lo dejaban gozar de una exactitud de que lo que sería realmente la felicidad.
Lo hacían tan feliz, eso lo desmoronaba, pues el hecho de no pasar tanto tiempo con ellos lo entristecía y desanimaba, sin embargo, ellos siempre están para demostrarle su apoyo a todo lo que el hace por la Aldea y el esfuerzo de concentirlos en lo mayormente posible.
La última carpeta y se terminó su trabajo; Shikamaru hace media hora que se ha ido y el puso manos a la obra. Saber que solo faltaba unas pocas hojas para librarse de su trabajo por al menos dos días lo motivaba, pues aun no es hora de la cena y si apuntaba lograba llegar a casa para esta.
No era demasiado, un texto demasiado fácil y explícito, un sello y su firma y todo estuvo solucionado.
Se separó de la silla por primera vez en el día y se estiró por completo, aliviando sus músculos entumidos y deja do su capa en el perchero de la oficina.
Cerro las cortinas, apago las luces, desconecto los aparatos electrónicos y cerró la puerta con llave al salir.
Las pocas personas que aún quedaban en la torre lo despedían con respeto y cordialidad, mientras el correspondía e imitaba su acto, caminando por los pasillos hasta poder sentir el aire fresco del ocaso.
Su residencia no estaba demasiado lejos, algunas cuantas cuadras y estaría ahí, las personas lo felicitaban en su trayecto de regreso y él les regalaba una típica sonrisa.
Se extrañó al ver muy poca luz dentro de su hogar, le parecía extraño que no hubiera nadie y antes de abrir la puerta escuchó voces de mucha gente cerca. Presto atención y dedujo que los sonidos provenían de la parte trasera de su residencia, así que rodeó la casa y se encontró con una hermosa escena.
Cada uno de sus amigos cercanos junto a sus familias, incluso Gaara estaba ahí. Todos reunidos hablando alegremente entre ellos, debajo de un cartel que específicamente le deseaba un gran cumpleaños.
Se quedó estático, enamorado de la escena que sus ojos contemplaban, una lágrima traicionera corrió por su mejilla y un peso se cargó en su espalda, era su pequeña flor, abrazandolo.
– Bienvenido, papi. – dándole un tierno beso en la mejilla, bajo de su espalda – ¡Feliz cumpleaños!
Su hija, hermosa y resplandeciente le ofrecía una sonrisa sincera y hermosa, con un tinte rosado en sus mejilla le ofrecía un regalo.
La abrazo de vuelta y recibió su regalo, toda la gente había Guardado silencio y los contemplaban, enternecidos por aquella hermosa escena.
– Feliz Cumoleaños, Naruto! – Gritaron todos al unísono, y conforme pasaban las personas, cada quien se iba acercando a felicitarlo personalmente, y uno que otro le ofrecía algún presente.
– Papá, te hice una tarta frutos rojos, solo para ti – su pequeña se había acercado a decirle eso y a darle otro pequeño abrazo.
Estaba tan feliz, nunca había pasado un cumpleaños tan acompañado. Sabia que nunca volvería a estar solo y todo aquel aglomeramiento lo demostraba, pues se reía con las divertidas peleas entre Ino y Sakura, lo glotón de Chōuji y su hija, lo bueno que es beber junto a Gaara, Shikamaru y Sasuke, lo deliciosa que es la comida y compañía de su esposa, lo divertido que es ver a la nueva generación conspirando en juego n contra ellos pero creando lazos inquebrantables.
Sin duda era uno de los mejores días de su vida, siguiendo por el día de su vida y el nacimiento de cada uno de sus hijos, era realmente feliz y su cara no disimulaba por nada.
La fiesta fue perfecta, había valido cada segundo que espero por llegar a casa, valió la espera de un obento que nunca llego a su oficina, pero lo que más añoro ese día, fue la conclusión que tuvo a solas con su esposa, cuando todos se habían quedado profundamente dormidos.
✶✶✶
Había despertado de muy buen humor, abrazado a la persona que tenía a lado, dejando que la calidez de su esposa lo impregnara y lo devolviera a la vida.
Bajaba a la cocina, su estómago pedía a gritos comida al instante que el olor de esta inundó cada habitación, parecía un zombie al bajar adormilado, pero no era el único, Kawaki y Boruto solo perseguían el olor a tiendas y balanceos.
Todos se sentaron y la comida fue servida casi al instante, agradeciendo y charlando animadamente entre ellos, realmente no podía pedir más en esa vida.
Al terminar su comida y retirar los platos de la mesa, su primogénito llevó a la mesa los presentes del día anterior, los cuales no había abierto aún.
Comenzó por los de sus amigos, eran cosas típicas pero dadas con un gran cariño.
Después Kawaki le tendió el suyo, de una pequeña bolsa extrajo el cinturón que lo hizo reír a carcajadas, recordando aquel día en que se había puesto un pantalón flojo y en cada momento sufría por que se le caía, era un regalo divertido por el recuerdo y memorable por ser el primero que recibía de parte de él de pelo bicolor.
Después su primer tormento, Boruto le dio una pequeña caja con una pulsera en dije de sapo, sabia lo que quería darle a entender y acaricio el dije con nostalgia, recordando a ese Pervertido que lo entrenaba y lo consideraba un hijo, o un nieto respecto a lo que sus padres se refería.
Después el pequeño moño amarillo se puso en frente, rompió el papel de envoltorio y pudo ver la carcaza de un libro rojo con el sello de su clan materno incluido, por primera vez en su vida, no tenía ni idea de lo que podría ser aquello.
Miro a su hija con confusión aparente, la cual entendió a la primera.
– ¿Recuerdas la misión a la que nos mandaste al país del Remolino, lugar del clan Uzumaki? – el rubio solo asintió – Entre escombros pude encontrar este libro, mi causo curiosidad así que lo abrí y revisé su contenido, de inmediato supe que debería ser tuyo, papá.
Al abrirlo, pudo ver a dos personas pelirrojas abrazadas, un hombre y una mujer, después pasó página y los volvió a ver, cada foto eran los mismos, hasta que una pequeña bebé de pelo rojo intenso estaba de por medio, con una pequeña nota: Bienvenida a la familia, Kushina Uzumaki.
Siguió pasando página la igual que las fotos, donde impregnaba el crecimiento de lo que fue su madre hace demasiado tiempo, algo que le hubiera querido que ella le contara.
Hasta que llegó al apartado donde su madre había escrito un pequeño relato sobre su vida y el conocer de su padre, lo feliz que era al esperarlo y lo alegre que se sentía al visitar su antiguo hogar.
Una lágrima volvió a traicionado y bajo por su mejilla, siendo limpiada por la delicada mano de su esposa y amortiguada por un profundo y sincero abrazo familiar.
Sin lugar a duda, Naruto Uzumaki se sentía el hombre más feliz y afortunado del mundo.
✾\\ fιη //✾
sábado 10 de Octubre 2020
chyio67🌻
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