── 𝟐𝟒. 𝐀𝐥𝐚𝐛𝐚𝐬𝐭𝐚
𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐕𝐄𝐈𝐍𝐓𝐈𝐂𝐈𝐍𝐂𝐎 ──𝐀𝐋𝐀𝐁𝐀𝐒𝐓𝐀
El viento soplaba con fuerza sobre la cubierta del barco de Buggy, agitando las velas y haciendo que los piratas a bordo se aferraran a cualquier cosa para mantener el equilibrio. El ambiente había vuelto tenso en los últimos días; la ausencia de Mar se sentía como una sombra pesada sobre todos, especialmente sobre el capitán. Buggy, sentado en su trono improvisado, tenía la mirada fija en el horizonte, esperando con ansias cualquier noticia, cualquier indicio del paradero de su pareja. Intentaba mantener su comportamiento habitual, repleto de bromas pesadas y su característico humor burlón, pero no lograba engañar a nadie. Su risa resonaba menos frecuente, su mal humor emergía con mayor facilidad, y las largas caminatas por la cubierta, de un lado a otro, eran ahora parte de su rutina diaria.
Hikari caminaba en silencio cerca del mástil, con el ceño fruncido mientras revisaba una y otra vez las cartas de navegación, Ren sentado en la cubierta, afilaba sus armas sin decir una palabra, con la mirada clavada en su trabajo. Y Kaito, siempre serio y analítico, observaba al capitán con ojos penetrantes, midiendo cada uno de sus movimientos, sabiendo bien que Buggy estaba a punto de perder la calma.
La noche caía lentamente, y la oscuridad envolvía el barco como un manto. Las estrellas comenzaron a brillar en el cielo, pero para Buggy, su brillo no hacía más que recordarle la ausencia de Mar, las historias que compartían sobre las estrellas y las leyendas del mar parecían lejanas y vacías sin su risa resonando junto a él.
Mientras tanto, Alvida, recostada en uno de los barriles, observaba la situación con calma. Desde que se había unido a la tripulación de Buggy en busca de su amiga Mar, había notado los pequeños cambios en el comportamiento del payaso. Aunque parecía despreocupada, la realidad era que en su mente rondaba la misma pregunta que los atormentaba a todos: ¿Dónde estaba Mar? Ver su cartel de "Se Busca" en la primera página del periódico había sido un golpe duro, pero ahora, días después de su desaparición, el hecho de no saber nada la inquietaba más de lo que quería admitir.
De repente, un sonido rompió el silencio. Los pasos apresurados de Hikari resonaron en la cubierta mientras corría hacia Buggy, agitando un periódico en su mano.
—¡Capitán! ¡Tienes que ver esto! —exclamó Hikari, su voz cargada de emoción.
Buggy levantó la mirada, sorprendido por el repentino estallido de energía de su estratega. Frunció el ceño, un tanto escéptico. Ren y Kaito también se acercaron, curiosos, mientras Richie, el león de la tripulación, observaba con un ronroneo curioso.
—¿Qué es tan importante como para que estés corriendo como loca por el barco? —murmuró Buggy mientras desenrollaba el periódico con indiferencia.
Hikari lo miró con una sonrisa creciente, señalando con el dedo una pequeña foto en la esquina de la página. Mar. Ahí estaba, su silueta inconfundible sobre el waver que Franky le había dado antes de partir. Su cabello oscuro ondeaba en el viento, y aunque la imagen era pequeña, su presencia era innegable. La luz del sol tocaba su rostro, serio y concentrado, mientras surcaba las aguas del Grand Line.
—¡Es ella! —gritó Hikari sin poder contener la emoción—. ¡Es Mar, está viva!
La tripulación entera se detuvo. Los cuchillos de Ren quedaron olvidados en el suelo, mientras Kaito y Alvida se acercaban para ver mejor. Buggy arrancó el periódico de las manos de Hikari, sus ojos fijos en la imagen, casi como si no pudiera creer lo que veía. Sus manos temblaban ligeramente, pero nadie se atrevió a decir nada.
"Mar, la Pirata Violinista, vuelve a aparecer: La aliada de Buggy se burla de la Marina"
Su mirada se quedó fija en la imagen por un momento que pareció eterno. El sonido de las olas, las voces de su tripulación y todo a su alrededor se desvaneció mientras procesaba lo que tenía frente a él.
—No puede ser... —murmuró Buggy, incrédulo.
—¡Te lo dije! ¡Está viva! —exclamó Hikari, con una sonrisa enorme—. ¡Mar está viva, capitán!
El alivio fue tan abrumador que por un instante Buggy no supo cómo reaccionar. Se obligó a respirar profundamente mientras recorría el artículo con los ojos, absorbiendo cada palabra.
—Tras semanas de incertidumbre sobre el paradero de Mar, conocida como La Pirata Violinista y aliada de Buggy el Payaso, finalmente ha sido avistada en el Grand Line burlándose de las fuerzas de la Marina con su audacia característica. Testigos aseguran que, montada en un waver, se enfrentó a las embarcaciones de la Marina, utilizando su agilidad y destreza para confundirlos. Tras una serie de maniobras que dejaron en ridículo a sus perseguidores, logró escapar hábilmente, tomando rumbo hacia la isla de Jaya. Este avistamiento reafirma su fama como una estratega impredecible y un desafío constante para las autoridades del mar
Richie, al ver la imagen de Mar en el periódico, soltó un rugido de alegría que resonó por todo el barco, comenzó a dar pequeños saltos emocionados, lo cual provocó sonrisas entre la tripulación.
—¡Sabía que era imparable! —exclamó Alvida, cruzándose de brazos con una sonrisa satisfecha—. Desde el primer momento que la vi, supe que no sería fácil de atrapar. No por la Marina ni por nadie.
Ren, aún sorprendido, se inclinó hacia el periódico, inspeccionando la imagen una vez más.
—Es impresionante. Solo Mar podría burlar a la Marina de esa manera y salir ilesa —comentó, con una sonrisa que mostraba su admiración.
Buggy seguía en silencio, observando la fotografía de Mar, su mente llena de emociones contradictorias. El alivio por saber que estaba viva, el orgullo por verla desafiando a la Marina con esa sonrisa que tanto amaba, pero también una profunda añoranza. Mar estaba ahí, pero aún no a su lado.
Finalmente, después de un largo silencio, Buggy levantó la mirada hacia el resto de su tripulación.
—Nos está diciendo que vayamos a Jaya —dijo, con una voz firme.
La tripulación explotó en vítores y gritos de emoción, les había devuelto el ánimo, y ahora, con una dirección clara, no había nada que pudiera detenerlos. Pero no todos en la cubierta compartían el mismo entusiasmo desbordante. Kaito entrecerró los ojos mientras leía la nota con detenimiento, su mente trabajando rápidamente. Levantó una mano para calmar el entusiasmo.
—Espera un segundo. Esto podría ser una trampa.
El silencio cayó sobre la cubierta, y Buggy frunció el ceño.
—¿De qué estás hablando? —preguntó Buggy, impaciente.
—Mar es muy astuta. —Kaito cruzó los brazos, mirando a al capitán con seriedad—. Sabe que la Marina la está siguiendo. Podría haber mencionado Jaya solo para despistarlos.
El silencio cayó sobre ambas tripulaciones y la euforia inicial comenzó a desvanecerse. Buggy apretó el periódico entre sus manos, su mirada volviéndose más seria mientras procesaba las palabras de Kaito. Conocía bien a Mar y sabía que ella no haría nada sin una buena razón y siempre había sido buena para jugar a ambos lados de la moneda.
—¿Qué sugieres entonces? —preguntó Buggy, frunciendo el ceño—. ¿Nos quedamos aquí sin hacer nada?
Kaito se mantuvo firme, sin inmutarse ante la evidente frustración del capitán.
—Propongo enviar a algunos de los nuestros primero, así sabremos si la Marina cayó en su trampa, o si realmente está ahí.
Alvida asintió lentamente, dándole la razón a Kaito.
—Tiene sentido. Si ella sigue viva es porque sabe lo que está haciendo. La última cosa que quiere es que la atrapen y arrastren a todos con ella.
Buggy asintió, dándole la razón a Alvida.
—Bien, envíen un grupo a Jaya. Quiero saber todo lo que puedan averiguar. —Sus ojos brillaban con determinación—. Si Mar está en Jaya, no voy a estar lejos.
Los tripulantes seleccionados se apresuraron a prepararse, mientras Buggy se quedaba parado en el mismo lugar, con el periódico aún en sus manos. Sus ojos volvieron a la imagen de Mar, montando su waver con el cabello al viento y una sonrisa desafiante en su rostro. A pesar de la distancia, a pesar de los peligros, algo en su corazón le decía que pronto la vería de nuevo. Y cuando eso sucediera, no la dejaría ir de nuevo.
—No tienes idea de lo increíble que eres, Mar —murmuró Buggy, su voz suave, casi reverente, mientras sus ojos recorrían la imagen de ella en el periódico—. Haces algo que me deja sin aliento. Eres valiente, astuta... siempre un paso adelante, desafiando las probabilidades, burlándote del peligro como si fuera un juego. Esa determinación, esa fuerza tuya... —hizo una pausa, sonriendo con una mezcla de orgullo y devoción—. Son algunas de las cosas que me hicieron enamorarme de ti.
Se detuvo un momento, recordando su tiempo juntos, cada desafío que habían superado, y su sonrisa se ensanchó mientras el anhelo crecía en su pecho.
—No es solo lo que haces, sino cómo lo haces —continuó Buggy, susurrando como si le hablara directamente—. Siempre con esa chispa en los ojos, como si todo fuera parte de un gran plan que solo tú entiendes. Me vuelves loco, ¿sabes? No sé si estoy más impresionado o fascinado por ti... o ambas cosas. Lo que sí sé es que no hay nadie en este maldito mundo como tú.
Suspiró, dejando que el peso de sus palabras se asentara. Sus dedos acariciaron suavemente la imagen en el periódico, como si pudiera tocarla a través del papel.
—Eres mi igual, Mar. Mi caos, mi inspiración... y cada vez que no estás a mi lado, me doy cuenta de cuánto te necesito. Pero no te preocupes, amor —dijo con una confianza renovada—. Te encontraré, porque no hay nada que me detenga cuando se trata de ti. A veces pienso que el universo se está burlando de mí, juntándonos para luego separarnos, como si quisiera probar cuánto puedo soportar.
El aire salado de mar acarició su rostro, pero no pudo calmar el huracán que sentía dentro. Suspiró profundamente, y su mirada, aunque perdida en el horizonte, estaba cargada de determinación.
El recuerdo de su última conversación con Mar lo atravesó como un rayo. Las palabras que compartieron, los momentos fugaces de calma en medio del caos, el abrazo inesperado que compartieron bajo las estrellas. Cada memoria lo ataba a ella de una manera que no podía explicar, una mezcla de amor, admiración, y un respeto profundo que nunca había sentido por nadie más.
—Eres mi tormenta, Mar, y también mi refugio —murmuró, más para sí mismo que para nadie más. Sus labios se curvaron en una sonrisa mientras sus ojos volvían al periódico, deteniéndose en su rostro—. Te admiro más de lo que jamás podrías imaginar, pero también... me haces querer ser más. Más fuerte, más valiente... alguien digno de estar a tu lado.
De repente, se giró hacia su tripulación, que había estado observándolo desde una distancia prudente. Cabaji y Mohji intercambiaron miradas, acostumbrados a los arrebatos emocionales de su capitán, pero algo en la forma en que Buggy se dirigió a ellos esta vez los hizo enderezarse.
—¡Escúchenme bien, inútiles! —exclamó con un tono que combinaba su habitual exageración con una pasión real—. No vamos a quedarnos de brazos cruzados mientras Mar está por ahí enfrentándose a quién sabe qué. ¡Ella me necesita, y maldita sea si dejo que alguien más intente ocupar mi lugar!
—Pero, Buggy —intervino Alvida, arqueando una ceja con su tono siempre mordaz—, ¿no será más fácil que Mar te encuentre a ti, considerando lo que siempre haces para llamar la atención?
—Esta vez, yo seré quien la encuentre primero. Porque, créanme, cuando vuelva a verla... —su voz se suavizó mientras apretaba el periódico contra su pecho—. Le haré saber que no importa cuán lejos esté, siempre será mi norte. Mi Mar.
Un silencio solemne cayó sobre la tripulación. Por un momento, el excéntrico capitán Buggy no era solo el payaso egocéntrico que todos conocían. Era un hombre profundamente enamorado, dispuesto a desafiar al mundo entero por la mujer que había cambiado su vida para siempre y su tripulación sabían una cosa: si alguien podía causar el caos suficiente para lograrlo, ese era su capitán.
| Mientras tanto, en alguna parte de Grand Line |
Mar se levantó de la roca donde había estado comiendo, guardando con cuidado los restos de su comida en la bolsa de tela. Luego de asegurarse de no dejar rastros visibles, se quedó unos momentos observando el horizonte. El reflejo del sol sobre el agua la hizo recordar los días que había pasado con los Sombrero de Paja, y, sin quererlo, una suave sonrisa se dibujó en su rostro.
Sus pensamientos la llevaron inevitablemente a los días que pasó con la tripulación. A pesar de que había estado con ellos por poco tiempo, Mar había sentido una profunda conexión. Era una tripulación única, llena de individuos excepcionales, y cada uno aportaba algo diferente. Nami, con su intelecto y habilidades de navegación, siempre planeando el siguiente movimiento con precisión. Zoro, cuya determinación y fuerza eran inquebrantables, dispuesto a enfrentarse a cualquier obstáculo. Usopp, con su corazón valiente, a pesar de los miedos que lo acechaban. Sanji, cuya dedicación a proteger a sus compañeros y alimentar sus espíritus nunca flaqueaba. Chopper, con su ternura y habilidades médicas, siempre dispuesto a arriesgar todo para cuidar de los demás. Robin, con su calma misteriosa y vasto conocimiento, cuyo apoyo estratégico y sabiduría ofrecían tranquilidad en los momentos más tensos. Franky, cuyo corazón tan grande como su amor por los barcos mantenía a todos seguros con su inventiva y su humor único. Y Brook, cuyas melodías podían alegrar incluso los días más oscuros, su espíritu inquebrantable un recordatorio de que siempre hay algo por lo que sonreír, incluso después de enfrentar las adversidades más inimaginables.
Cada uno de ellos había dejado una huella en Mar. No sólo eran camaradas, sino que representaban un espíritu libre y valiente que ella valoraba profundamente.
Sin embargo, había alguien que destacaba sobre todos ellos: Luffy.
Desde el primer momento habia notado un recordatorio en Luffy en relación a Roger, considerando aquella sensación que había tenido desde el primer momento que conoció al capitán de los Sombrero de Paja. Era difícil de explicar, pero había algo en la forma en que Luffy sonreía ante el peligro, en su risa despreocupada y su manera de perseguir sus sueños sin dudar un segundo, que le hacía recordar al legendario Rey de los Piratas. Aunque nunca había conocido a Gol D. Roger en persona, las historias que escuchó a lo largo de su vida pintaban a un hombre con una determinación férrea, alguien que no se dejaba intimidar por nada ni por nadie. Luffy poseía esa misma esencia: el mismo brillo en los ojos cuando hablaba de encontrar el One Piece y convertirse en el próximo Rey de los Piratas.
Mar sonrió para sí misma, recordando las veces que había visto a Luffy enfrentarse a situaciones que habrían hecho temblar a otros. No importaba cuán abrumadoras fueran las probabilidades, Luffy siempre se lanzaba al frente con esa confianza inquebrantable. Y lo más curioso era que su sombrero, ese viejo sombrero de paja que siempre llevaba consigo, le recordaba a alguien más. Una imagen vaga, pero poderosa, comenzó a formarse en su mente.
Algo en él evocaba recuerdos enterrados en lo profundo de su memoria. Cerró los ojos, intentando aferrarse a ese pensamiento huidizo, y pronto, la imagen de su hermano comenzó a tomar forma, aunque aún borrosa. Sabía que él había cambiado desde la última vez que lo vio, visualizó la versión actual de su hermano, basada en las descripciones que había escuchado: su cabello, ahora rojo y furioso como el fuego, ondeaba al viento; cicatrices adornaban su ojo izquierdo, marcas de una batalla que él no había podido evitar. Lo que más le impactaba era la ausencia de uno de sus brazos, algo que aún no podía asimilar completamente.
Sabía que ya no era el niño que una vez conoció y había pasado muchos años desde la última vez que lo vio.
—Ya no eres el mismo... y yo tampoco lo soy —murmuró para sí, cerrando los ojos con fuerza por un momento antes de respirar profundamente y enfocarse en el presente.
Aunque su misión personal siempre había sido encontrar a su hermano, ahora, lo que realmente la preocupaba era Buggy. Su tripulación, Hikari, Ren y Kaito, seguían siendo su prioridad, y hasta que no supiera si estaban a salvo, no podía permitirse distraerse con nada más. Su corazón estaba dividido, pero tenía claro cuál debía ser su siguiente paso.
Guardó los restos de la comida y revisó su waver una vez más, asegurándose de que todo estaba en orden. El sol comenzaba a elevarse en el cielo, bañando la pequeña isla en una cálida luz dorada. El viaje hacia Alabasta continuaba, y aunque la incertidumbre sobre el paradero de Buggy la seguía atormentando, sabía que se acercaba a las respuestas.
Montó su waver y, tras un último vistazo a la isla, se lanzó de nuevo al mar. El sonido de las olas golpeando suavemente contra la embarcación la envolvía, acompañándola mientras dejaba la pequeña cueva y la isla atrás. Con una determinación renovada, Mar se dirigió hacia el horizonte.
"Te encontraré, Buggy... y cuando lo haga, no habrá fuerza en este mundo que nos separe."
El sol había avanzado en su camino, deslizándose lentamente hacia el horizonte mientras Mar navegaba por las aguas tranquilas. Horas habían pasado desde que dejó la pequeña isla en la que había pasado la noche. A lo lejos, divisó la costa de Alabasta, el destino final de su largo viaje. Este lugar no solo representaba la siguiente fase en su misión personal, sino que también albergaba a la princesa Vivi, una aliada de los Sombrero de Paja y alguien con quien Mar esperaba poder hablar abiertamente.
La brisa marina soplaba suavemente, moviendo los mechones de su cabello con delicadeza mientras mantenía la vista fija en el punto de encuentro acordado. Según lo que le habían dicho, Vivi la estaría esperando en la playa cercana al palacio para asegurarse de que llegara sin ser detectada. Mar ya había tenido suficientes encuentros cercanos con la Marina y otras facciones que la perseguían. La última noticia sobre ella publicada en los periódicos había atraído demasiada atención, y eso ponía a la princesa en peligro si la acompañaba demasiado tiempo.
Cuando finalmente llegó a la costa, el paisaje desértico de Alabasta la recibió con su característico calor sofocante y la extensión infinita de arena. Sin embargo, lo que realmente llamó su atención fue la silueta de una figura femenina que la esperaba cerca de unas rocas. Mar sonrió, reconociendo de inmediato la figura esbelta y los cabellos azul que ondeaban al viento. La princesa Vivi. Aunque las sombras cubrían gran parte de su rostro, no podía confundirse.
Saltó de su waver con elegancia y avanzó hacia ella, aún sintiendo el peso de la jornada en sus piernas. Mientras se acercaba, sin embargo, comenzó a notar pequeños detalles que la hacían fruncir el ceño. La postura de la persona no era tan elegante como recordaba, y algo en la manera en que sujetaba la túnica le parecía incómodo. Sus sentidos, siempre alerta, la pusieron en guardia.
—¿Princesa Vivi? —preguntó Mar, deteniéndose a pocos metros, sin quitarle los ojos de encima.
La figura frente a ella se sobresaltó levemente, como si no hubiese esperado una pregunta tan directa. Y, antes de que pudiera responder, una brisa más fuerte levantó parte del velo que cubría su rostro, revelando algo que definitivamente no era Vivi.
—¡Espera, no! ¡No soy un enemigo! —exclamó la figura con una voz notablemente grave.
Mar reaccionó de inmediato, su mano ya había alcanzado el arco que Franky le había regalado, preparado para cualquier situación de peligro. La tensión se apoderó de sus músculos mientras miraba fijamente a la figura, que, en ese momento, en un torpe movimiento, se quitó la peluca, revelando su verdadera identidad.
—Soy Igaram, mayordomo del rey Nefertari Cobra —dijo el hombre mientras se quitaba la capa que lo había disfrazado. Aunque seguía con una apariencia cómica, su seriedad y nerviosismo eran evidentes.
Mar no apartó la mano del arco, lo que acababa de presenciar era lo suficientemente extraño como para mantenerla alerta.
—¿Por qué está disfrazado de la Princesa Vivi? —preguntó, aún con tono de incredulidad, mirándolo de arriba a abajo.
Igaram se rascó la nuca, algo avergonzado mientras mantenía una postura sumisa.
—Es un viejo truco que suelo usar en mis misiones encubiertas. El rey me envió en lugar de la princesa para no ponerla en peligro. Los periódicos han hablado mucho de ti últimamente, y no queremos arriesgarnos a que se la relacione contigo directamente.
Mar levantó una ceja, aún sin relajarse por completo.
—Así que decidió disfrazarse de ella... —miró a su alrededor, asegurándose de que no hubiera más sorpresas—. No sé si eso me tranquiliza o me preocupa más. ¿Dónde está?
—Está a salvo en el palacio, como debe estar —respondió Igaram rápidamente—. El rey Nefertari decidió que era mejor no involucrarla en algo que pudiera atraer la atención de la Marina o de otros grupos que te estén buscando.
Mar apretó los labios, tomando una decisión mentalmente. La idea de que Vivi estuviera protegida la aliviaba, pero aún no podía evitar sentirse irritada por la situación. No obstante, Igaram, aunque excéntrico, era de fiar si el rey lo había enviado.
—De acuerdo. Entonces, ¿qué sigue? —preguntó, relajando finalmente su postura y apartando la mano del arco, aunque sin perder del todo la alerta.
Igaram asintió con gratitud antes de sacar la túnica y extendérsela a Mar, pero ella la observó un momento y luego lo miró con una expresión pensativa.
—Ahora que lo pienso, no creo que deban preocuparse tanto por la Marina. Les hice creer que me dirigía a Jaya. No deberían seguirme por Alabasta, al menos por ahora.
Igaram la miró con sorpresa, deteniéndose un momento antes de responder.
—¿Jaya? —repitió, incrédulo—. ¿Lograste engañar a la Marina?
—Lo que sea necesario para mantenerme fuera de su radar —respondió ella, esbozando una sonrisa ladeada—. Tienen a todo el mundo creyendo que busco algo en Jaya, así que no deberían estar mirando hacia Alabasta... todavía.
Igaram soltó una risa nerviosa, impresionado por su astucia.
—Eso explica por qué no he visto ningún movimiento inusual por esta área. Debes ser más astuta de lo que dicen los rumores.
Mar cruzó los brazos, con una mirada calculadora.
—Lo importante es que mantengamos la discreción, por ahora. Si todo sale bien, estaré fuera de aquí antes de que la Marina sospeche algo.
—Esperemos que tengas razón —respondió Igaram, aún con cautela—, pero no podemos subestimar a la Marina. Han demostrado ser más persistentes de lo que parecen. Para que no te reconozcan —dijo mientras le extendía la prenda—. No podemos arriesgarnos a que alguien te identifique en tu camino hacia el palacio.
Mar observó la túnica por un momento antes de tomarla. Era una prenda hermosa, de un color claro, tal vez blanco o marfil, con detalles ornamentales en los bordes de las mangas y el dobladillo. Los remolinos y formas naturales que decoraban la tela añadían un toque elegante, y aunque sencilla, la túnica tenía un aire místico y sofisticado.
—Gracias —dijo mientras comenzaba a ponérsela, ajustando la capucha para cubrir su cabeza completamente. La tela se sentía ligera y fluida, pero al mismo tiempo lo suficientemente gruesa como para protegerla del abrasador sol de Alabasta.
Mientras terminaba de ajustarse la prenda, Igaram señaló la chaqueta que llevaba puesta, la de Buggy.
—Eso también, me temo. —Indicó con la cabeza la prenda. —Es bastante... característica.
Mar frunció el ceño, visiblemente molesta, pero sabía que tenía razón. Esa chaqueta era una de las cosas más personales que llevaba consigo, un recuerdo de Buggy y un símbolo de su conexión con él. Aun así, con resignación, la guardó cuidadosamente entre sus pertenencias.
—Más vale que esto valga la pena, Igaram —dijo con un suspiro mientras se acomodaba la túnica—. ¿Cómo llegaremos al palacio? Ñ
Igaram se río suavemente antes de hacer un gesto con la mano. De repente, desde las sombras surgieron varios Súper Patos, aves enormes de patas largas y aspecto sorprendentemente resistente, que se movían con agilidad sobre la arena.
—Montaremos en un Súper Pato. Son rápidos y discretos —dijo Igaram con orgullo, acariciando el cuello de una de las aves como si fuera un corcel.
Mar lo observó incrédula por un momento antes de soltar una carcajada.
—¿Un Súper Pato? —preguntó, alzando una ceja.
—Te aseguro que son mucho más rápidos de lo que parecen —respondió Igaram, subiendo con agilidad a uno de los animales y tendiéndole la mano a Mar para ayudarla a montar.
Con algo de reticencia, Mar aceptó la ayuda y se subió al Súper Pato. Al instante, el animal comenzó a moverse con una velocidad sorprendente, su largo pico cortando el aire mientras avanzaban por las arenas del desierto.
—No te preocupes —dijo Igaram, girándose ligeramente para mirarla—. Estaremos en el palacio en poco tiempo. Los guardias se encargarán de tu waver mientras tanto.
El viento azotaba la capucha de Mar mientras avanzaban por el desierto, al mismo tiempo que el Súper Pato corría con agilidad por las dunas, Mar dejó que su mente se concentrara en lo que estaba por venir, El viaje en el Súper Pato había sido veloz, mucho más de lo que Mar había anticipado. Aunque la criatura se movía con agilidad, cortando las dunas como si no representaran ningún desafío, el agotamiento del calor y el constante movimiento pesaban sobre ella. A lo lejos, las imponentes murallas de Alubarna, la capital del reino, se alzaban con majestuosidad.
Mar tiró de la capucha de la túnica que Igaram le había dado, cubriendo más su rostro para protegerse del viento y el polvo. Mientras tanto, los recuerdos de su reciente encuentro con Igaram aún resonaban en su mente. Aunque agradecida de que Vivi estuviera a salvo, no podía dejar de sentirse intrigada y, al mismo tiempo, algo frustrada por el hecho de que la princesa no la recibiera personalmente. Aun así, sabía que no era momento para cuestionar las decisiones del rey; la situación en Alabasta siempre había sido complicada, y su presencia allí podía complicar más las cosas si la Marina o algún otro grupo se enteraba.
—Estamos cerca —anunció Igaram desde adelante, su voz más aliviada.
Mientras se aproximaban a las enormes puertas de la ciudad, las primeras patrullas de guardias aparecieron a la vista. Varios hombres en uniformes tradicionales de Alabasta, con sus turbantes y lanzas, avanzaron para recibirlos. Uno de los guardias, visiblemente más alto y fornido que los demás, se acercó a Igaram con un saludo respetuoso.
—Señor Igaram, todo está listo para su llegada —dijo el guardia, con voz autoritaria, pero respetuosa—. Nos ocuparemos de las monturas y de la waver de la invitada.
Mar desmontó con agilidad del Súper Pato, observando con atención a los guardias mientras se llevaban las aves. Uno de ellos se inclinó cortésmente antes de dirigirse hacia el waver de Mar, tal como habían prometido. Aunque confiaba en la palabra de Igaram, Mar mantuvo un ojo vigilante sobre sus pertenencias. Su viaje había sido largo y peligroso, y no quería correr ningún riesgo innecesario.
—Agradecemos mucho su ayuda —dijo Igaram con una inclinación de cabeza al guardia, y luego se giró hacia Mar—. El rey y la princesa Vivi te están esperando en el palacio. Vamos, no debemos retrasarnos más.
Mar asintió con una mirada seria. Sabía que había mucho en juego, tanto para ella como para Alabasta. La preocupación por Buggy y su tripulación seguía acechándola, pero había una parte de ella que confiaba en que Alabasta podría ser el lugar donde encontraría algunas respuestas, o al menos, aliados.
Cuando las puertas del palacio se abrieron, el interior de Alubarna reveló su verdadera grandeza. Pasaron por calles adoquinadas y plazas llenas de comerciantes que se apresuraban a cerrar sus puestos mientras la noche caía. Las luces de las antorchas y faroles empezaban a encenderse, proyectando sombras danzantes en las fachadas de piedra y mármol de los edificios antiguos. Finalmente, el palacio en sí, un monumento imponente de columnas talladas y amplias escalinatas, apareció frente a ellos.
El gran salón del palacio de Alabasta era aún más impresionante de lo que Mar había imaginado. Las puertas se abrieron con un crujido grave, y una ráfaga de aire fresco, perfumado por incienso y flores, la recibió. El salón estaba adornado con tapices coloridos que contaban la historia del reino y estatuas que representaban sus héroes y antepasados. A ambos lados de la sala, guardias reales permanecían firmes y en silencio, pero sus ojos seguían a los recién llegados con atención.
Al final de la sala, sobre un trono de mármol y oro, estaba el rey Nefertari Cobra, con una expresión serena pero solemne. A su lado, de pie y con una sonrisa que destellaba amabilidad y calidez, estaba la princesa Vivi. Verla en persona provocó una leve sorpresa en Mar. Había oído mucho sobre la princesa, su valor durante la guerra civil de Alabasta, su lucha por la justicia y la paz. Y aunque era joven, su porte reflejaba una madurez que solo alguien que ha vivido tanto podría poseer.
Mar avanzó, manteniendo la capucha de la túnica baja para mostrar respeto, pero cuando estuvo lo suficientemente cerca del trono, retiró la capucha, revelando su rostro. Inclinó ligeramente la cabeza en señal de deferencia antes de hablar.
—Majestad, princesa Vivi —saludó con voz firme, aunque suave—. Gracias por recibirme en su reino. Sé que mi presencia aquí puede haberles causado preocupación.
El rey levantó una mano, señalando que no había necesidad de disculpas. Su expresión, aunque seria, mostraba una calidez y una disposición a escuchar.
—No tienes nada que disculpar, Mar —dijo con voz grave pero amable—. Mi hija y yo hemos oído mucho sobre ti y tus acciones. Estamos complacidos de poder ofrecerte nuestra ayuda en lo que necesites.
La sinceridad en las palabras del rey no pasó desapercibida para Mar, quien sintió un leve alivio al saber que estaba en manos amigas, al menos por ahora. Sin embargo, fue Vivi quien dio un paso adelante, acercándose con una expresión más cercana, casi de camaradería.
—Es un honor conocerte finalmente, Mar —dijo Vivi, tomando suavemente las manos de Mar entre las suyas—. Sé que este viaje no ha sido fácil para ti, y quiero que sepas que haremos todo lo posible para ayudarte en tu misión.
Mar se sorprendió un poco por el gesto, pero la sinceridad y calidez de Vivi la hicieron bajar un poco la guardia. De alguna manera, la princesa tenía una energía que irradiaba confianza, algo que Mar rara vez encontraba en personas con títulos nobiliarios.
—Agradezco profundamente su hospitalidad, princesa —respondió Mar, con una ligera sonrisa—. No quiero causarles problemas innecesarios con la Marina o cualquier otro grupo que me esté buscando.
Vivi asintió.
—Sabemos lo peligroso que es para ti ahora. La Marina ha sido implacable últimamente. Pero Igaram nos ha informado de tu situación, y estamos preparados para brindarte el apoyo que necesites. Mi padre y yo confiamos en ti.
Antes de que Mar pudiera responder, el rey Cobra se levantó de su trono, caminando hacia ellas con un paso firme pero tranquilo. Aunque la figura del rey era imponente, sus ojos revelaban una sabiduría y compasión que conmovieron a Mar.
—Te comprendo, Mar —dijo el rey—. Como padre, entiendo tu preocupación por tu tripulación y por tu misión. Pero también sé que a veces, tomar una pausa para reflexionar puede ser más valioso que lanzarse de inmediato a la batalla. Quiero que, mientras estés en Alabasta, te sientas segura y apoyada. No estás sola en esto.
Mar sintió que algo dentro de ella se relajaba un poco. La constante tensión que había mantenido desde que se separó de Buggy y su tripulación había sido difícil de sobrellevar, pero las palabras del rey y la calidez de Vivi la hicieron sentir, por primera vez en mucho tiempo, que podía bajar la guardia, aunque fuera por un breve momento.
—Gracias, Rey Nefertari —dijo Mar, sinceramente agradecida—. Aprecio su apoyo y su confianza.
—Lo más importante ahora es que descanses y recuperes fuerzas —intervino Vivi, mirando a Mar con ojos preocupados—. El desierto de Alabasta no es fácil para los viajeros. Después, podremos discutir los próximos pasos.
—Tienes razón, princesa. Descansaré y estaré lista para discutir lo que venga —respondió Mar, permitiendo que un leve cansancio se asomara en su voz.
—Entonces, te mostraremos tus aposentos —dijo Vivi con una sonrisa cálida—. Y mañana podremos hablar con calma.
Mar siguió a Vivi y al rey fuera del gran salón, mientras Igaram se despedía con una leve inclinación. Sabía que esta era solo una pausa en su viaje, pero por primera vez en mucho tiempo, sentía que estaba un paso más cerca de su objetivo, y quizás, de reencontrarse con Buggy y su tripulación.
Mar estaba recostada en la amplia y lujosa cama de la habitación que le habían asignado en el palacio de Alabasta. Las suaves sábanas y el ambiente tranquilo no lograban disipar la inquietud que sentía en su interior. Miró la chaqueta que descansaba a su lado, esa prenda tan familiar que había pertenecido a él y que ahora llevaba consigo como un ancla en medio de la incertidumbre. La abrazó ligeramente, sintiendo el suave roce de la tela, mientras sus pensamientos vagaban hacia él. La preocupación se enroscaba en su pecho, manteniéndola alerta a pesar del cansancio que empezaba a instalarse en su cuerpo.
Finalmente, su mente comenzó a rendirse al agotamiento. Con los pensamientos de Buggy aún presentes, sus párpados se fueron cerrando lentamente hasta que, sin darse cuenta, se quedó dormida, sumergiéndose en un mundo de sueños.
El prado verde se extendía bajo los pies descalzos de Mar, el aire cálido del verano acariciaba su rostro mientras corría hacia su hermano, riendo y llamándolo con la misma emoción infantil que siempre había sentido cuando estaba a su lado. En este lugar, en este recuerdo hecho sueño, todo parecía más vívido, más cálido, como si la felicidad de aquellos días hubiera cobrado vida.
Su hermano estaba sentado bajo la sombra de un gran árbol, inclinado sobre lo que parecía ser un barco de madera que estaba construyendo. Tenía las rodillas dobladas, y en sus manos hábiles sostenía herramientas diminutas, esculpiendo con precisión los detalles del barco de juguete. Mar, que en este sueño era solo una niña, corrió hacia él con una risa despreocupada, dejando que su voz llenara el aire.
—¡Hermano! —gritó con alegría, lanzándose a su lado y sentándose con un pequeño salto.
Él levantó la cabeza y le sonrió. Era una sonrisa cálida, la misma que recordaba, llena de amor fraternal y de una calma que siempre la había reconfortado. Su cabello, un torbellino de rojo brillante como el fuego, capturaba la luz del sol, haciéndolo parecer más vivo, más intenso. Pero lo que realmente llamó la atención de Mar en ese momento fue el sombrero de paja que llevaba puesto.
—Estás más tarde de lo que pensaba, Mar —dijo él, con esa voz suave que la hacía sentir segura—. Quería enseñarte algo.
Mar miró curiosamente el barco de juguete que él estaba construyendo, pero sus ojos seguían volviendo al sombrero que cubría la cabeza de su hermano.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó, señalando el barco de madera, aunque en realidad su mente estaba enfocada en otra cosa.
—Es un regalo para ti —dijo él, señalando la pequeña embarcación con orgullo—. Quiero que tengamos algo que sea solo nuestro. Un barco que siempre nos recuerde que algún día navegaremos juntos, como lo prometimos.
Mar sonrió ante la idea, pero su atención volvió una vez más al sombrero que llevaba su hermano.
—¿Y ese sombrero? —preguntó, ladeando la cabeza con curiosidad—. Nunca te lo había visto antes.
Su hermano se llevó una mano al borde del sombrero, como si lo hubiera olvidado por completo. Miró a su alrededor, como si no le diera demasiada importancia.
—Es un sombrero que me dieron hace un tiempo —respondió con una sonrisa ligera—. Es especial. Un día tendré que pasárselo a alguien más, pero mientras tanto, lo cuido yo.
Mar frunció el ceño, sintiendo que había algo más en sus palabras. El sombrero, con su forma simple pero icónica, parecía tener un peso que no comprendía del todo.
—¿A quién se lo vas a pasar? —preguntó, todavía intrigada.
Su hermano rió y le revolvió el cabello con una mano antes de ponerse de pie. Desde su posición más alta, la miró con una mezcla de cariño y misterio.
—No lo sé aún. Pero lo sabré cuando llegue el momento —respondió, su voz impregnada de una calma extraña.
Mar lo observó de cerca, sintiendo que había algo que se le escapaba. Se quedó mirándolo mientras él seguía trabajando en el barco, concentrado en cada pequeño detalle, pero su mente estaba en el sombrero. Parecía tan importante, tan conectado a algo más grande, aunque no podía decir qué era exactamente. La sensación de familiaridad con ese objeto la perturbaba, pero no podía precisar por qué.
En ese instante, el sueño comenzó a desvanecerse ligeramente, las imágenes distorsionándose como si el mundo alrededor de ella comenzara a desmoronarse en una nube de niebla.
Justo cuando el prado y su hermano comenzaron a desaparecer, otra figura comenzó a aparecer en la mente de Mar. Su postura confiada, su risa despreocupada y, sobre todo, el sombrero de paja que siempre llevaba puesto.
—¿Cómo es posible? —murmuró en su sueño, su mente tratando de hacer las conexiones necesarias.
Las imágenes se superponían en su mente, confundiéndola aún más. No podía entender cómo ambos podían estar conectados, pero la realidad del sombrero era innegable. "¿Podría estar relacionado con mi hermano?", se preguntaba mientras la escena seguía desmoronándose a su alrededor.
Mar intentó aferrarse a ese recuerdo, pero el sueño se disolvía rápidamente, llevándose consigo las respuestas que tanto ansiaba. La sensación de pérdida se hizo más fuerte, y justo antes de que pudiera hacer alguna otra pregunta, todo se desvaneció.
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