── 𝟐𝟐. 𝐃𝐢𝐬𝐭𝐚𝐧𝐜𝐞𝐝
𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐕𝐄𝐈𝐍𝐓𝐈𝐃𝐎𝐒 ── 𝐃𝐈𝐒𝐓𝐀𝐍𝐂𝐈𝐀𝐃𝐎𝐒
Ren estaba recostado sobre la baranda del barco de Buggy, con la mirada fija en el horizonte. El cielo era un inmenso tapiz azul, apenas salpicado por nubes dispersas, mientras las olas rompían suavemente contra el casco, los recuerdos lo arrastraban al pasado, a ese día en la taberna donde había conocido a Mar por primera vez.
Ren sonrió para sí mismo, recordando lo extraño que había sido sentirse aceptado sin condiciones. Durante tanto tiempo había intentado encajar en lugares donde nadie lo quería realmente, cambiando quién era para obtener un poco de aceptación. Pero con Mar, todo fue diferente desde el principio, simplemente le dio un espacio, algo que para él lo había significado todo.
Volvió a la realidad cuando escuchó el crujido de las maderas del barco bajo sus pies. Sabía que no podía permitirse perderse en el pasado. El hecho de que no tuvieran noticias claras de su paradero lo atormentaba más de lo que se atrevía a admitir.
Caminó hacia la cubierta principal, donde Hikari y Kaito estaban reunidos junto a Buggy quien no había perdido su carácter volátil, pero Ren había notado que estaba más inquieto de lo habitual. También él estaba preocupado por Mar, aunque lo ocultara detrás de sus habituales gritos y excentricidades. Su ausencia era un peso que todos compartían, y aunque ninguno lo decía abiertamente, todos sabían que la incertidumbre los estaba consumiendo.
—¿Alguna novedad? —preguntó Ren mientras se acercaba al grupo.
Hikari negó con la cabeza, cruzando los brazos con frustración.
—Nada todavía. Estamos esperando cualquier señal, pero hasta ahora no ha aparecido nada útil.
—Tiene que estar bien —murmuró Kaito—. Lo sabemos por los carteles de Se Busca. Si su rostro está allí, significa que logró escapar.
Ren asintió, pero no podía evitar sentir un nudo en el estómago. Sabía que el cartel era una buena señal; Mar estaba viva, y su nombre ahora resonaba en el mundo. Pero no tener más información lo volvía loco. Quería verla, asegurarse con sus propios ojos de que estaba bien.
Buggy, que hasta ese momento había permanecido en silencio, se levantó de golpe y sacudió la cabeza con frustración.
—¡No puede estar tan lejos! —exclamó—. ¡Es Mar, maldición! No es el tipo de persona que desaparece sin dejar rastro.
Ren observó al capitán con detenimiento. Buggy no era alguien que mostrara fácilmente sus emociones sinceras, pero en ese momento había algo más que preocupación en su voz. Sabía que Mar significaba mucho para Buggy, más de lo que él mismo admitía.
—La encontraremos —dijo Ren en un intento de sonar seguro, aunque la incertidumbre seguía pesando sobre él.
—Más vale que sí —murmuró Buggy, mirando hacia el horizonte con una mezcla de determinación y ansiedad—. No voy a descansar hasta que vuelva a estar aquí, donde pertenece.
Ren sintió una punzada de empatía por el capitán. La sensación de pérdida era algo que ambos compartían. Buggy había perdido a Mar en más de un sentido, y Ren sabía lo que era sentir que una parte de ti mismo estaba en alguna parte del mundo, fuera de tu alcance.
El viento soplaba más fuerte, levantando las velas y haciendo crujir las cuerdas del barco. Ren permaneció unos minutos más en silencio, dejando que el viento acariciara su rostro mientras las olas rompían contra el casco del barco. Sin embargo, sus pensamientos seguían girando en torno a Mar. La necesidad de hacer algo, cualquier cosa que los acercara a ella, lo tenía inquieto. Finalmente, se apartó de la baranda y caminó hacia donde estaban Hikari y Kaito, sentados bajo la sombra de las velas.
—¿Siguen pensando en ella, verdad? —preguntó Ren, sentándose junto a ellos y frotándose el rostro, como si intentara sacudirse el peso de la preocupación.
Hikari asintió lentamente, sin apartar la mirada del mar.
—Mar siempre ha estado para nosotros. No importa cuán mal estuvieran las cosas o cuán perdidos nos sintiéramos, ella siempre encontraba la forma de mantenernos juntos.
Kaito se inclinó hacia adelante, apoyando los codos sobre sus rodillas.
—¿Recuerdas cuando llegamos a un pueblo que estaba siendo saqueado por piratas? —dijo Ren saltando una breve risa, rememorando el momento con una sonrisa nostálgica—. No teníamos por qué meternos, pero Mar no lo dudó ni un segundo. Se lanzó contra ellos como si fuera su pelea.
—Sí, y luego terminamos arreglando los destrozos de las casas porque, según Mar, "era lo correcto". Nos tuvo trabajando hasta que salió el sol —agregó, riéndose aún más fuerte al recordar cómo habían pasado la noche levantando escombros y reparando puertas.
Hikari sonrió con melancolía, como si la esencia de Mar aún flotara en el aire.
—Ella siempre nos hizo mejores de lo que pensábamos que podíamos ser. A veces ni siquiera sabíamos por qué la seguíamos, pero había algo en ella que te hacía querer ser alguien diferente, alguien mejor. Recuerdo cómo me sentía tan perdida antes de conocerla.
Ren asintió, sintiendo un calor extraño en el pecho al escuchar esas palabras. La conexión que todos tenían con Mar era evidente.
—Lo sé. Mar me dio un lugar cuando nadie más lo hizo. Me vio como alguien con valor cuando yo solo quería desaparecer. Cuando llegué, me sentía como un extraño en todas partes, como si no encajara en ningún lugar. Pero ella me aceptó, me hizo sentir que tenía un propósito.
Hubo un breve silencio entre los tres, interrumpido solo por el murmullo del mar y el crujir del barco. La brisa marina parecía susurrar promesas de esperanza, pero también traía consigo la sensación de incertidumbre. Ren apretó los puños sobre sus rodillas, como si intentara contener las emociones que afloraban en su interior.
—No sé cómo lo hace, pero siempre nos ha salvado. Nos encontró cuando más lo necesitábamos, y nunca pidió nada a cambio.
—Ni siquiera cuando la poníamos en riesgo —agregó Hikari, su tono suave pero cargado de significado.
Kaito levantó la cabeza, sus ojos brillando con determinación.
—Mar siempre ha estado ahí para nosotros. No importa en qué situación estuviéramos, siempre ha encontrado la forma de mantenernos a flote. Ahora nos toca a nosotros devolverle el favor.
Ren sintió que una resolución se asentaba en su interior.
—Sí. No podemos fallarle. Sea como sea, vamos a encontrarla y traerla de vuelta.
Hikari apretó los labios, su expresión más firme que antes.
—Ella nunca nos dejó atrás. Esta vez nosotros no la dejaremos a ella.
Kaito se puso de pie, estirando los brazos con energía renovada.
—No importa qué tan difícil sea, vamos a encontrarla.
Ren sonrió, sintiendo un alivio que no había experimentado en días. Sabía que las palabras no resolverían la situación, pero compartir ese momento con Hikari y Kaito le había recordado algo importante: no estaban solos en esto. Mar había formado una familia con ellos, y ahora era su turno de proteger a esa familia.
—Por Mar —dijo Ren, extendiendo el puño hacia sus compañeros.
Hikari y Kaito intercambiaron miradas, luego sonrieron y juntaron sus puños con el de Ren.
—Por Mar —repitieron al unísono.
| Mientras tanto, Thousand Sunny |
La noche en el Thousand Sunny era serena y silenciosa, con la luna colgando alta en el cielo, su luz plateada derramándose sobre el mar como un río de espejos. Mar permanecía sola en la cubierta, envuelta en la brisa fresca que acariciaba su piel, pero ese aire no lograba apagar el fuego inquieto en su pecho. Se abrazó más fuerte con la chaqueta de Buggy, la cual llevaba desde que se habían separado, se sentía un poco menos sola, como si él estuviera allí, en algún lugar cercano, protegiéndola.
Quería verlo, tocar su rostro, hundirse en su abrazo y escuchar su risa. Quería saber si estaba bien, si aún seguía luchando, si aún pensaba en ella tanto como ella lo hacía en él. La incertidumbre era como un ancla pesada que la arrastraba al fondo de un océano de dudas.
Se apoyó en la barandilla, observando el horizonte oscuro. Las olas rompían suavemente contra el casco, y cada sonido del agua la hacía sentirse un poco más pequeña, perdida en la vastedad del mar. Su tripulación también estaba en alguna parte, y aunque sabía que ellos eran fuertes, el no saber dónde estaban la llenaba de angustia. ¿Cuánto tiempo más podría seguir sin encontrar ni una pista sobre ellos?
El viento sopló, agitando su cabello y acariciando su piel como un recordatorio constante de su soledad.
—¿Dónde estás, Buggy...? —murmuró para sí misma, sintiendo que el peso de las emociones amenazaba con derrumbarla.
El crujido de pasos sobre la madera la sacó de sus pensamientos. Brook apareció en la cubierta, caminando con su andar ligero y despreocupado, la saludó con su habitual alegría, inclinando su cráneo en un gesto cortés.
—¡Yohoho! Buenas noches, Mar. Me sorprende encontrarte despierta a estas horas.
Mar se obligó a sonreír, aunque el gesto fue débil.
—No podía dormir... —admitió en voz baja—. Pensaba en Buggy y en mi tripulación. Me preocupan... No sé dónde están o si están bien.
Brook la observó en silencio por un momento, su sonrisa perpetua reflejando la calma que lo caracterizaba.
—Te entiendo perfectamente. —Se acercó, apoyando su bastón-violín contra la barandilla—. Cuando perdí a mi tripulación, pasé noches enteras preguntándome lo mismo. Pero en esos momentos, siempre encontraba consuelo en la música. La música tiene esa magia... te recuerda que no importa cuán lejos estén aquellos a quienes amas, siempre hay una conexión que permanece.
Mar bajó la mirada hacia sus manos vacías, sintiendo una punzada de dolor en el pecho.
—Quisiera tocar algo, pero... mi violín... creo que fue destruido durante el ataque de la Marina. —Su voz tembló un poco al decirlo—. Desde que lo perdí, siento que una parte de mí desapareció con él... era lo único que me quedaba de mi hermano.
Brook inclinó su cráneo hacia un lado, conmovido por la tristeza en su voz.
—Lo entiendo, querida. Un músico sin su instrumento es como un barco sin velas. Pero... —Brook levantó su bastón-violín y lo sostuvo con delicadeza entre sus manos—. Esta noche, me encantaría prestarte el mío. ¿Te gustaría?
Los ojos de Mar se agrandaron de sorpresa.
—¿De verdad? ¿Harías eso por mí? —preguntó con un brillo de esperanza en la voz, como si temiera que aquello fuera un sueño.
—¡Yohoho! Claro que sí. Sería un honor escucharte tocar. La música es para compartir, y tú pareces necesitarla esta noche.
Con cuidado, tomó el violín que Brook le ofrecía. Era diferente al suyo, pero al sostenerlo, sintió cómo algo dentro de ella se alineaba nuevamente. Colocó el violín bajo su barbilla y cerró los ojos, permitiéndose conectar con la música que siempre había vivido en su corazón.
Al principio, las notas fueron suaves, como si dudara de sí misma, pero con cada acorde, su confianza creció. La melodía que comenzó a fluir era una mezcla de nostalgia y esperanza, una sinfonía para Buggy, para su tripulación perdida y para ella misma. El viento se llevó las notas, llevándolas al mar, como si la música pudiera atravesar la distancia y llegar a los oídos de aquellos que amaba.
Brook se quedó a su lado en silencio, dejando que la música hablara por sí misma, cada nota contaba la historia de Mar, de su amor por Buggy, de su lucha por encontrar a su familia y del anhelo que llevaba en el alma.
Con el tiempo, la melodía cambió, volviéndose más ligera, como una promesa silenciosa de que seguiría adelante, sin importar los obstáculos. Cuando la última nota se desvaneció en el viento, Mar bajó el violín y dejó escapar un suspiro profundo, como si hubiera soltado todo el peso que llevaba encima.
—Gracias, Brook... —murmuró, devolviéndole el violín con una sonrisa sincera.
—No hay de qué, querida. Ha sido un placer escuchar tu música. —Brook hizo una reverencia exagerada, inclinando su cráneo—. Espero que encuentres tu propio violín algún día. Y cuando lo hagas, tocaremos juntos para toda la tripulación.
Mar asintió, sintiendo una renovada determinación en su interior.
—Lo haré. Y cuando eso ocurra, será un concierto inolvidable.
Brook rio suavemente, su risa resonando en la tranquilidad de la noche.
—Estoy seguro de ello, querida.
Mar permaneció un rato más en la cubierta, sola bajo las estrellas, pero esta vez, la soledad no se sintió tan abrumadora. Sabía que, aunque el camino frente a ella era incierto, tenía el apoyo de sus nuevos amigos, y eso era suficiente para continuar.
Se aferró a la chaqueta de Buggy una vez más, sintiendo que el amor que compartían seguía intacto, incluso en la distancia.
| Días antes del ataque de la Marina, Sabaody |
El viento marino soplaba suavemente a través de las velas, llevando consigo el murmullo lejano de la fogata que las tripulaciones. En la intimidad del barco de Buggy, la luz de la luna se filtraba a través de las ventanas, bañando la habitación en un resplandor plateado.
Mar estaba de pie junto a la ventana abierta, con la chaqueta de Buggy abrazada a su cuerpo. Hundió su rostro en el tejido familiar, dejando que el aroma de su pareja la envolviera. Sentía su pecho cálido y un nudo en la garganta al pensar en él. Habían pasado muchas cosas desde que cruzaron sus caminos, y aunque su vida había dado un giro inesperado, Buggy se había vuelto su ancla en medio del caos.
Detrás de ella, la puerta se abrió con suavidad, revelando la inconfundible figura de Buggy. Su cabello azul rojizo estaba alborotado por el viento, y su sonrisa, aunque siempre traviesa, se había suavizado al verla. Por un momento, él solo la observó desde el umbral, disfrutando de la calma que Mar parecía irradiar en ese instante.
—Así que aquí estás... —murmuró Buggy con su tono desenfadado, aunque en su mirada brillaba algo más profundo.
Mar giró hacia él lentamente, aún aferrada a su chaqueta. La expresión en sus ojos era suave, vulnerable, como si todas las máscaras que solía llevar con los demás se desmoronaran ante él.
—Estaba pensando en ti —dijo Mar en voz baja, acercándose unos pasos hacia él. Buggy alzó una ceja, con esa mezcla de sorpresa y satisfacción que lo caracterizaba, y abrió los brazos para recibirla sin decir nada más.
Ella se hundió en su abrazo, ambos se quedaron en silencio, escuchando solo el sonido del oleaje y la respiración del otro. La tranquilidad de ese momento les pertenecía solo a ellos, lejos del mundo ruidoso y peligroso que siempre los rodeaba.
—Eres mi refugio, Buggy —susurró Mar contra su pecho.
Él bajó la mirada hacia ella, sorprendido por la honestidad en sus palabras. Con una mano en su barbilla, levantó el rostro de Mar para que sus miradas se encontraran.
—Tú eres mi ancla, ¿lo sabías? —le dijo Buggy, con una sonrisa más sincera de lo que él mismo estaba acostumbrado a mostrar.
Mar sonrió ligeramente y, sin dudarlo, se inclinó hacia él para unir sus labios en un beso suave, lento. No había prisas ni juegos; era un beso que hablaba de promesas silenciosas, de todo lo que habían pasado juntos y lo que aún les esperaba. Buggy respondió con igual ternura, sosteniéndola con firmeza, como si no quisiera dejarla ir jamás.
Cuando el beso terminó, Buggy la miró con los ojos entrecerrados, aún con esa sonrisa despreocupada pero ahora teñida de afecto.
—Sabes... podríamos quedarnos aquí para siempre y que el mundo se las arregle sin nosotros —bromeó en voz baja, acariciando una hebra suelta del cabello de Mar.
Mar rió suavemente y negó con la cabeza.
—No sé si el mundo sobreviviría sin ti haciendo algún caos por ahí.
Buggy soltó una carcajada sincera, y el sonido llenó la habitación como un bálsamo. Mar lo observó con el corazón cálido; en momentos como ese, podía ver al verdadero Buggy, el que solo se mostraba ante ella.
—Bueno, no puedo evitarlo. Soy un espectáculo andante —respondió él con una sonrisa de oreja a oreja.
Se sentaron juntos en el borde de la cama, con las piernas entrelazadas. Mar apoyó su cabeza en el hombro de Buggy, disfrutando de la sensación de su cercanía. Él comenzó a tararear una melodía, una tonada olvidada que resonaba con la calma del mar y la nostalgia de los viajes pasados. Mar cerró los ojos, dejando que su mente se perdiera en la tranquilidad del momento.
—No quiero perderte —susurró Mar, casi como un pensamiento en voz alta.
Buggy bajó la mirada hacia ella, y durante un momento, su sonrisa desapareció. La abrazó más fuerte, como si con ese gesto pudiera prometerle que siempre estaría allí, sin importar lo que pasara.
—No vas a perderme —murmuró Buggy. —Estoy aquí, Mar. Y siempre lo estaré.
Ella levantó la cabeza, encontrando sus ojos una vez más, y volvió a besarlo, esta vez con más intensidad. Era un beso cargado de emociones, de amor y de miedo, como si cada uno de ellos estuviera diciendo cosas que no podían poner en palabras.
—Quédate conmigo esta noche —susurró Mar contra sus labios.
—No pienso irme a ningún lado, mi amor —respondió Buggy, envolviéndola una vez más en su abrazo.
Buggy aplastó sus labios contra los de Mar, una acción que encendió una chispa de deseo entre ellos. Con un movimiento decidido, comenzó a quitarle la chaqueta, sintiendo cómo las manos de Mar se aferraban a su camisa. Luego, tomó su pañuelo con calma, sin apresurarse, mientras su mirada intensa se mantenía en la de ella.
Mar sintió una oleada de emociones al sentir los labios de Buggy deslizarse hacia su cuello. Un gemido involuntario escapó de sus labios al sentir cómo él dejaba un rastro de manchas rojas en su piel. Con un toque suave pero firme, Buggy la recostó en la cama, boca arriba, sin dejar de explorar su cuello con besos apasionados.
—No haré nada hasta que tú lo pidas, no te forzaré a nada —respondió Buggy, separándose un momento para mirarla a los ojos con ternura.
Mar, en un silencio elocuente, dibujó una sonrisa en sus labios. Esa sonrisa fue suficiente para que Buggy comprendiera su respuesta sin necesidad de palabras. Acercó su rostro nuevamente y aplastó sus labios contra los de ella, mientras una de sus manos comenzó a desabrochar la prenda que cubría su cuerpo, botón por botón, revelando una delicada prenda interior de color blanco.
Aprovechando el momento, Mar deshizo el pañuelo que Buggy llevaba envuelto en la cabeza y, con un destello de audacia, tomó su cabellera azul. Pero Buggy, anticipando su movimiento, tomó las muñecas de Mar y las colocó sobre su cabeza, provocando una risa juguetona en ella.
—¿Estás segura? —preguntó Buggy, su voz cargada de una mezcla de deseo y preocupación.
—Más que nunca —respondió Mar, la seguridad en su voz dibujando una sonrisa en su rostro.
Aliviado por su respuesta, Buggy liberó sus muñecas y se inclinó de nuevo para besar su cuello, mientras las manos de Mar descendían hacia su chaleco de rayas rojizas. Con un movimiento decidido, comenzó a desabrocharlo, dejando al descubierto el pecho tonificado de su pareja, lo que hizo que sus mejillas ardieran de vergüenza y emoción.
Buggy la observó, notando la expresión de asombro y deseo en su rostro. Sonrió con ternura mientras acariciaba suavemente su mejilla, luego bajó la mano hacia la cintura de Mar y deslizándola por la mini falda negra que la cubría, dejando al descubierto la siguiente prenda.
Al ver el cuerpo semidesnudo de Mar, Buggy quedó cautivado ante su belleza. No podía imaginar que su corazón perteneciera a una mujer tan fuerte, cuya inigualable belleza, tanto interna como externa, lo dejaba sin aliento. Cada curva y cada línea de su figura le recordaba lo afortunado que era de compartir ese momento íntimo, llenando su corazón de asombro y devoción.
—No podría resistirme a una belleza como la tuya —comentó Buggy, tomando el mentón de Mar entre sus dedos—. Siento que no me lo merezco.
—Soy solo tuya —Mar susurró al oído de Buggy, mordiendo suavemente el lóbulo de su oreja.
Sus ojos se encontraron de nuevo, y Mar, sintiendo una oleada de deseo, observó hacia los pantalones de cuero de Buggy que cubrían su figura desde la cadera hasta abajo. Buscó su aprobación con la mirada, y Buggy, sonriendo, asintió con la cabeza antes de volver a capturar sus labios, intensificando la conexión entre ellos.
Con desesperación y emoción, Mar comenzó a quitar los pantalones de Buggy. La ansiedad del momento aumentó cuando sintió la mano de Buggy presionar uno de sus pechos sobre el sostén blanco que cubría su figura. Los gemidos de Mar fueron creciendo, mezclándose con la excitación, mientras la mano de Buggy descendía por su vientre, acariciando su intimidad con movimientos expertos.
Buggy la levantó de la cama con un movimiento sorpresivo, colocándola delicadamente sobre sus piernas. Con lentitud, sus manos subieron por la espalda de Mar, deteniéndose en el broche del sostén blanco. Desabrochó la prenda con una destreza casi instintiva y la dejó deslizarse por sus brazos, cayendo suavemente al suelo. Sin darle tiempo a reaccionar, Buggy llevó uno de sus pezones a su boca, atrapándolo entre sus labios, mientras con la otra mano masajeaba el otro con caricias expertas.
Mar, atrapada en una oleada creciente de placer, se aferró al cuello de Buggy, soltando gemidos profundos y entrecortados. La intensidad del momento la hizo hundir los dedos en su cabellera azul, tirando de ella con una mezcla de necesidad y deseo. Sentía cada latido del miembro de Buggy palpitando contra ella, pidiendo entrar en su interior, encendiendo aún más el fuego que ardía entre ambos. Buggy la recostó nuevamente en la cama, boca arriba, quitándole con calma la última prenda que cubría su piel.
Sus ojos recorrieron cada centímetro del cuerpo desnudo de Mar, como si estuviera admirando una obra maestra. Su voz fue baja, casi un susurro, cargada de deseo y adoración.
—Eres perfecta —murmuró, acariciando con suavidad la mejilla de Mar—. Prometo ser gentil contigo, solo quiero que te sientas cómoda.
Mar, con una sonrisa cálida y llena de confianza, entrelazó su mano con la de Buggy, acercándola a sus labios para plasmar un beso en ella.
—No tengas miedo —susurró, sus ojos brillando con complicidad.
Buggy esbozó una sonrisa que mezclaba ternura y deseo, antes de volver a capturar sus labios en un beso profundo. Esta vez sus labios comenzaron un descenso pausado, dejando un camino de besos ardientes en su cuerpo. Cada marca que Buggy imprimía en su piel con su maquillaje rojo era un recordatorio tangible del momento que compartían. Sus labios se deslizaron entre los pechos de Mar, bajaron por su vientre y, finalmente, llegaron a su punto más sensible.
El primer roce de la lengua de Buggy sobre su clítoris arrancó un suspiro largo de Mar. Se arqueó ligeramente sobre la cama, dejándose llevar por las sensaciones que la embargaban. La lengua de Buggy la exploraba con una mezcla perfecta de precisión y deseo, cada movimiento calculado para llevarla al límite. Su respiración se aceleraba con cada segundo, y la intensidad del momento la hizo perderse completamente. Buggy, atento a cada gemido, subió una mano para apretar su pecho con firmeza, provocando en Mar una oleada de placer que la llevó más cerca del clímax.
—No... no puedo más, Buggy —jadeó Mar, su voz apenas un susurro cargado de anhelo—. Te necesito dentro de mí... ahora.
La súplica salió de sus labios sin filtros, tan honesta como desesperada. Buggy detuvo sus movimientos por un momento y la miró fijamente a los ojos. Una sonrisa divertida se dibujó en su rostro, encantado de ver a Mar rendida ante el deseo.
—¿Suplicándome, eh? Me encanta verte así —dijo, su voz baja y juguetona.
Antes de que Mar pudiera responder, Buggy se posicionó entre sus piernas, tomándose un instante para contemplarla en toda su gloria. Bajó una mano hacia su miembro, ya completamente duro, y lo alineó con la entrada de Mar. Se inclinó hacia ella, atrapando sus labios una vez más en un beso apasionado mientras comenzaba a entrar en su interior, despacio, permitiéndoles sentir cada momento de esa unión.
El cuerpo de Mar respondió instintivamente, sus caderas se movieron hacia él buscando más, profundizando el contacto. Un gemido profundo escapó de ambos al mismo tiempo, sintiendo esa conexión que iba más allá del simple deseo físico. Buggy la miró con intensidad, sus manos explorando cada rincón de su cuerpo, grabando ese momento en su memoria como si quisiera detener el tiempo.
—¿Así te gusta, Mar? —murmuró Buggy contra sus labios, su voz ronca por la pasión.
—Sí... sigue... —respondió Mar, su respiración entrecortada mientras sus uñas se clavaban en la espalda de Buggy.
Buggy continuó aumentando el ritmo, sus movimientos sincronizados con los de Mar, que se aferraba a él como si buscara anclarse en la realidad. Sus cuerpos se movían al unísono, una danza desenfrenada de pasión donde cada roce, cada beso, y cada caricia los empujaba al borde del éxtasis una y otra vez. Buggy disfrutaba del modo en que Mar se retorcía bajo él, completamente entregada, con sus labios entreabiertos dejando escapar gemidos que se mezclaban con su respiración acelerada.
El cuarto estaba impregnado del sonido de sus jadeos, de la fricción entre sus pieles húmedas y del latido compartido de sus corazones. Buggy llevó una mano al muslo de Mar, aferrándolo con firmeza, mientras sus cuerpos chocaban una y otra vez, buscando ese momento en el que el placer se desbordaría como una ola imparable. Mar arqueó la espalda, su cuerpo completamente al borde, sintiendo cómo la intensidad aumentaba con cada segundo que pasaba.
—Buggy... no pares... —jadeó ella, con la voz quebrada por el placer.
Él respondió hundiéndose más profundo, acelerando su ritmo al sentir que ambos estaban llegando al punto de no retorno. Sus labios buscaron los de Mar una vez más, atrapándolos en un beso hambriento y desesperado, como si quisiera grabar ese momento en su memoria para siempre. La tensión en sus cuerpos alcanzó el punto máximo; las manos de Mar se aferraron a la espalda de Buggy con fuerza, sus uñas dejando marcas sobre su piel.
—Mar...
—Buggy...
Con un último impulso, ambos se encontraron en el clímax, sus cuerpos temblando al unísono. Mar dejó escapar un gemido ahogado mientras Buggy la llenaba, y una oleada de placer los recorrió de la cabeza a los pies. Sus cuerpos se estremecieron juntos, una descarga de emociones y sensaciones que los dejó completamente rendidos. Buggy, aún dentro de ella, la sostuvo con fuerza, como si temiera que el momento se desvaneciera demasiado rápido.
Finalmente, sin fuerzas, Buggy se dejó caer sobre Mar, enterrando su rostro en el hueco de su cuello, su respiración cálida y agitada contra su piel. Mar lo rodeó con sus brazos, acariciando su cabello con lentitud, ambos atrapados en esa calma posterior al éxtasis, donde el mundo parecía detenerse por un momento.
Durante un rato, se quedaron así, inmóviles, dejando que sus corazones volvieran a un ritmo más tranquilo mientras sus cuerpos aún seguían entrelazados. Buggy, con un suspiro profundo, salió de ella con delicadeza y se desplomó a su lado en la cama. Pero no la soltó. En lugar de separarse, la rodeó con sus brazos, tirando de ella para que quedara acurrucada contra su pecho.
—No quiero soltarme de ti nunca —murmuró Buggy, su voz suave, casi en un susurro.
Mar se acomodó contra él, sintiendo el latido de su corazón aún acelerado bajo su oído. Una sonrisa se dibujó en sus labios, y sin abrir los ojos, dejó un suave beso sobre el pecho de Buggy.
—No tienes que hacerlo —respondió ella, acariciando su brazo que la rodeaba con ternura—. Estoy aquí.
Buggy exhaló, sintiendo una paz que rara vez experimentaba, como si por primera vez en mucho tiempo todo en su mundo estuviera en orden. La abrazó con más fuerza, enterrando el rostro en su cabello, disfrutando del aroma de su piel y la calidez de su cuerpo. Mar, exhausta pero en paz, dejó que sus ojos se cerraran, acurrucada contra él, sintiendo la seguridad de esos brazos que la envolvían.
La noche los envolvió en silencio, pero en esa cama no había espacio para la soledad. Solo estaban ellos dos, juntos, en un momento de intimidad que no necesitaba palabras. Exhaustos pero satisfechos, ambos se dejaron llevar por el sueño, sabiendo que, al menos por esa noche, se tenían el uno al otro.
| En la actualidad, Big Top |
El cielo sobre el barco de Buggy era una vasta cúpula oscura, salpicada por estrellas que titilaban perezosamente entre las nubes dispersas. El mar, inquieto pero sereno, se balanceaba en un vaivén que acompañaba los pensamientos del capitán. Apoyado en la barandilla del barco, con la mirada fija en el horizonte y el viento revolviendo su cabello azul, Buggy sostenía entre los dedos un pañuelo arrugado. Era una pieza sencilla, pero impregnada con el perfume suave de Mar, el cual permanecía tan vívido como la noche en la que lo había olvidado.
El aroma lo devolvía al recuerdo de esa noche especial que compartieron en la soledad de su barco, bajo la luz plateada de la luna, encontró una paz que nunca creyó posible, y en sus palabras descubrió un anhelo compartido que le dio sentido a su caos constante.
El beso suave, el calor de sus cuerpos, y la promesa silenciosa de nunca separarse se grabaron en su memoria como un tatuaje invisible, uno que ahora latía en su mente con cada oleada de incertidumbre. Con el pañuelo entre los dedos, Buggy se sentía como si tuviera un fragmento de Mar a su lado, una especie de ancla emocional en medio del torbellino de su búsqueda desesperada por encontrarla.
Apretó los labios, sintiendo cómo una mezcla de ansiedad e ira comenzaba a burbujear en su pecho. Cada noche, al cerrar los ojos, veía a Mar hundirse en las aguas, su figura desvaneciéndose en las profundidades, mientras él gritaba su nombre desde la cubierta sin poder alcanzarla. La idea de que Mar pudiera estar sola, en peligro, o incluso capturada por la Marina, le carcomía el alma. No podía permitir que algo le ocurriera; perderla no era una opción.
Buggy dejó escapar un suspiro, jugueteando con el pañuelo entre sus dedos antes de guardarlo en su bolsillo con delicadeza. Sabía que no podía permitirse la debilidad, no frente a su tripulación ni frente a la de Mar, pero cuando estaba solo, el peso de la incertidumbre lo aplastaba sin piedad. Apretó los puños, sus uñas clavándose en la piel de sus palmas, mientras una ola de emociones lo golpeaba con fuerza. La risa despreocupada que siempre lo caracterizaba se había vuelto más apagada, más forzada. Solo Mar había sido capaz de ver esa vulnerabilidad en él, y ahora que no estaba, sentía como si un pedazo de sí mismo se hubiese perdido en el proceso.
Su mente giraba en torno a las decisiones que había tomado, a los momentos que compartieron, y a la última mirada que intercambiaron antes de que Mar desapareciera en el agua, sacrificándose por su tripulación. El sonido del mar, normalmente relajante, solo le servía de recordatorio de que ella seguía allá afuera, en algún lugar, luchando o esperando.
De repente, un grito interrumpió el silencio nocturno.
—¡Capitán! ¡Un barco a babor! —exclamó uno de los piratas desde el mástil, agitando una linterna. Buggy alzó la vista, frunciendo el ceño con irritación.
—¿Quién demonios se atreve a acercarse a estas horas?
Al inclinarse sobre la barandilla, vio un pequeño barco acercándose entre las olas, iluminado por la luz de las estrellas. Una figura familiar estaba de pie en la proa, con su silueta inconfundible bajo la luna. El brillo en la piel tersa de Alvida y su porte confiado anunciaban su llegada como si fuera la reina del océano.
—¿Alvida? —murmuró Buggy, sorprendido. No esperaba verla, y menos en un momento como este.
El barco de Alvida se alineó junto al de Buggy, y en cuestión de segundos, una tabla fue colocada para que ella cruzara hacia la cubierta. Con gracia y determinación, Alvida caminó hacia el centro del barco de Buggy, sus tacones resonando con cada paso. A pesar de la oscuridad, sus ojos brillaban de emoción y expectativa.
—¡Buggy! —dijo Alvida con su usual tono despreocupado y seductor, agitando su cabello. Luego, sin preámbulo alguno, preguntó—: ¿Dónde está Mar? Vi su cartel de "Se busca", estoy ansiosa por encontrarme con ella.
Buggy sintió que su pecho se encogía ante la mención del nombre de Mar. Antes de que pudiera responder, la tripulación de Mar, que había estado observando desde la distancia, se acercó. Hikari fue la primera en saludar con una sonrisa cálida.
—¡Señorita Alvida! —exclamó Hikari, alzando la mano en un saludo amistoso—. Qué gusto verla de nuevo. ¿Te ha traído hasta aquí la búsqueda de nuestra capitana?
Alvida sonrió, relajando un poco su postura ante la familiaridad del grupo, pero algo en su mirada se endureció al notar las expresiones sombrías en los rostros de Buggy y la tripulación. Ren y Kaito intercambiaron miradas incómodas, y fue evidente para Alvida que algo estaba mal. Había una pesadez en el ambiente, un sentimiento sombrío que no podía pasar desapercibido.
—¿Qué ha pasado? —preguntó, frunciendo el ceño. La curiosidad en su voz había sido reemplazada por una nota de preocupación—. ¿Dónde está Mar?
Hikari bajó la mirada, mordiendo su labio inferior, mientras Ren decidió tomar la palabra.
—Nos atacó la Marina hace unos dias —empezó Ren, su voz baja pero clara—. Estábamos rodeados, sin escapatoria, y... Mar hizo algo impulsivo. Nos salvó.
El rostro de Alvida perdió un poco de su brillo. Frunció el ceño con incredulidad.
—¿Qué hizo? —preguntó con un nudo en la garganta.
—Mar nos ayudó a escapar, distrayendo a la Marina lo suficiente como para darnos tiempo de alejarnos. Pero mientras intentaba alcanzarnos de nuevo, el barco sufrió un impacto, y cayó al agua. Buscamos desesperadamente, pero no logramos encontrarla —continuó Kaito, cerrando los puños con frustración.
El rostro de Alvida se oscureció al escuchar aquello, sentía una punzada de angustia y rabia al pensar en la posibilidad de que su amiga estuviera en peligro. Sin embargo, cuando mencionaron el cartel de Se Busca, esa leve esperanza de que Mar seguía libre la sostuvo.
—Entonces, ¿no la atraparon? —preguntó Alvida, tratando de confirmar lo que ya intuía—. Su cartel de Se Busca es reciente, así que eso significa que sigue libre.
Buggy, que hasta ese momento había permanecido en silencio, con el semblante endurecido, se adelantó un paso.
—No la atraparon, eso es cierto —confirmó con voz firme, aunque su tono revelaba el cansancio y la frustración que sentía—. Pero no hemos podido encontrarla desde entonces.
—Tienen agallas, eso lo admito —dijo lentamente. Sabía que Alvida era una amiga cercana de Mar, y aunque no confiaba completamente en nadie que no fuera él mismo, la presencia de Alvida podría ser una ventaja—. Parece que la situación es más grave de lo que pensé, si hay algo que sé, es que Mar es más dura de lo que cualquiera de nosotros imagina.
Hikari, con un brillo de esperanza en sus ojos, agregó.
—Mar siempre encontraba la manera de salir adelante. Siempre fue así.
—Si están buscándola con tanta desesperación, cuenten conmigo. Hagamos una alianza para encontrarla.
Buggy cruzó los brazos, observando a Alvida con una expresión que mezclaba recelo y gratitud. Era evidente que tener a alguien con la experiencia y el poder de Alvida de su lado aumentaba las posibilidades de éxito. Por mucho que odiara admitirlo, en ese momento, cada aliado contaba.
—De acuerdo —dijo finalmente—. Nos vendría bien un poco más de fuerza. Pero entiéndelo bien, Alvida: esto no es un juego. Vamos a encontrar a Mar, y cualquiera que se interponga en nuestro camino va a pagar el precio... es mi prioridad. No descansaremos hasta encontrarla.
Alvida asintió con un destello decidido en sus ojos. Para ella, Mar siempre había sido alguien especial, una persona con la que compartía una amistad forjada en la libertad del mar y en la lucha constante por su destino. No había manera de que permitiera que su amiga desapareciera en las sombras sin hacer todo lo posible por traerla de vuelta.
—Entonces es un trato —declaró, extendiendo una mano hacia Buggy. El payaso la miró un momento antes de estrechar su mano con fuerza.
El pacto quedó sellado bajo la luz de la luna, y la tripulación sintió un renovado sentido de determinación. La presencia de Alvida inyectó una nueva energía en la misión. Los días venideros estarían marcados por una búsqueda aún más feroz y una alianza fortalecida por la lealtad hacia la persona que, sin saberlo, había unido a todos esos corazones diferentes en un mismo propósito.
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