── 𝟎. 𝐁𝐞𝐠𝐢𝐧𝐧𝐢𝐧𝐠 𝐨𝐟 𝐚 𝐍𝐞𝐰 𝐄𝐫𝐚

𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐂𝐄𝐑𝐎 ── 𝐈𝐍𝐈𝐂𝐈𝐎 𝐃𝐄 𝐔𝐍𝐀 𝐍𝐔𝐄𝐕𝐀 𝐄𝐑𝐀

| 22 años atrás, en Loguetown |

El sol estaba brillando con intensidad ese día en la ciudad donde comienza y termina todo, aquel lugar marcado para siempre por la historia de los piratas y el único de una nueva era. La plaza principal estaba repleta de gente, una multitud de con ojos bastantes curiosos, marinos y piratas que habían venido de todos los rincones del mundo para presenciar lo impensable: la ejecución de Gol D. Roger, mejor conocido como el Rey de los Piratas.

Entre la multitud, estaba una niña de apenas seis años que luchaba por mantener su mirada en alto, a pesar del caos que la rodeaba. Mar, pequeña y delgada con los cabellos rubios oscuros, y ojos de avellana, se aferraba a la mano de su hermano mayor, quien la había traído a ese lugar por razones que ella aún no entendía completamente, la edad de la cierta inocencia. Su hermano mayor quien por aquel entonces no era más que un joven pirata en formación, estaba de pie junto a ella, revelando una expresión de mezcla entre solemnidad y expectación.

Mar no comprendía del todo la magnitud de lo que estaba sucediendo y en la situación que se encontraba, pero la atmósfera densa, cargada de emoción y tensión, no escapaba a su sensibilidad. A su alrededor, la gente hablaba en susurros apresurados, algunos con miedo en los ojos, otros ansiosos y otros con una especie de reverencia. Los piratas presentes, reconocibles por sus vestimentas y actitudes, miraban fijamente hacia el estrado de ejecución, como si el hombre que iba a morir representara algo mucho más grande que su propia existencia, el retumbar de los tambores resonaba en el aire, haciendo vibrar el pecho de Mar mientras intentaba asimilar el espectáculo. Las calles, habitualmente bulliciosas, estaban ahora sofocadas por el silencio expectante, roto solo por murmullos distantes.

—¿Quién es ese hombre? —preguntó Mar, levantando la vista hacia su hermano. Sus grandes ojos reflejaban la confusión de la niñez.

Pero no respondió de inmediato. En cambio, solo miró hacia el estrado, sus labios tensos, como si tratara de buscar la manera correcta de explicárselo a su hermana pequeña.

—Es el hombre que cambió el mundo, Mar —respondió finalmente, susurrando para que solo ella pudiera escucharlo—. Es Gol D. Roger, como el Rey de los Piratas.

El título resonó en la mente de la niña, aunque no entendía completamente su peso. Pero si ese hombre era tan importante, ¿por qué iba a morir? ¿Por qué todos querían verlo muerto? Las preguntas se arremolinaban en su joven mente, pero antes de que pudiera formularlas, el murmullo en la multitud se elevó, indicando que algo estaba a punto de suceder.

Gol D. Roger fue llevado al estrado, encadenado, pero con una postura firme y orgullosa. A pesar de su inminente muerte, no había cierto miedo en sus ojos. Sus movimientos, aunque limitados por las cadenas, eran tranquilos, casi como si estuviera aceptando su destino con una dignidad que desconcertaba a todos los presentes.

—¿Por qué está sonriendo? —susurró Mar, incapaz de comprender cómo alguien en su situación podía mostrarse tan sereno.

Su hermano había ignorado por completo la pregunta de su hermana menor, su mirada estaba concentrado en cada gesto, en cada movimiento de Roger, como si no quisiera perderse un solo detalle de lo que estaba a punto de suceder.

De repente, el silencio se rompió cuando alguien en la multitud gritó.

—¡Dinos dónde escondiste el tesoro! ¡El One Piece!

La voz resonó como un trueno, y de inmediato la multitud comenzó a clamar con más intensidad, exigiendo respuestas, queriendo saber el secreto del mayor tesoro jamás conocido. Roger, al oír la pregunta, dejó escapar una carcajada profunda, una risa que parecía llenar todo el espacio, como si incluso en ese momento estuviera por encima de todos los que lo rodeaban.

—¿Mi tesoro? —repitió Roger, su voz resonando clara y potente—. ¡Lo dejé todo en un solo lugar! Si lo quieren, vayan y búsquenlo. ¡Todo está allí!

Esas palabras cayeron como una bomba. La multitud se agitó en una oleada de emoción. Los piratas comenzaron a gritar, los marinos a ponerse tensos. El caos parecía haber sido liberado por esas pocas frases, fue la primera vez que Mar escuchó el "One Piece" y sintió un escalofrío recorrerle la espalda, aunque no comprendía del todo lo que significaban esas palabras. Solo sabía que algo grande acababa de ocurrir.

Su hermano apretó ligeramente la mano de Mar, como para asegurarle que estaba bien, al final la había cargado en sus brazos, pero cuando ella lo miró, vio algo en sus ojos: una chispa, una determinación que no había visto antes. Él, al igual que todos los demás, había sido impactado por las palabras de Roger. Aunque no dijo nada, Mar supo en ese momento que su hermano ya no era el mismo.

Mientras los guardias preparaban el final de la ejecución, Mar miró hacia el borde de la multitud, donde una figura solitaria observaba en silencio. Era un hombre alto, de cabellos negros y ojos afilados, que destacaba entre la multitud no por su tamaño, sino por la extraña sensación de peligro que irradiaba. Su mirada sería estaba fija en Roger, pero había una calma en él, una serenidad fría que contrastaba con el frenesí a su alrededor.

Mar lo observó con curiosidad, sin saber quién era, pero sintiendo una inexplicable atracción hacia su presencia, algo en su porte le recordaba a un depredador acechando en la sombra, siempre atento, siempre listo.

—¿Quién es ese hombre? —preguntó Mar en voz baja, señalando discretamente hacia Mihawk.

El siguió la dirección de su mirada y frunció el ceño al reconocer al espadachín.

—Es alguien a quien deberías mantener lejos, Mar —respondió con seriedad, aunque sin apartar la vista de él—. Bajo ninguna circunstancia, te acerques a él, puede ser bastante peligroso.

Mar asintió aunque no pudo apartar la mirada de Mihawk, quien ahora había desviado su atención hacia ellos, sus ojos dorados encontrándose brevemente con los de la niña. Hubo un momento en el que Mar sintió como si pudiera ver más allá de su exterior frío, pero el momento pasó tan rápido como había llegado.

Gol D. Roger, mientras tanto, permanecía en silencio en el estrado, su cabeza inclinada ligeramente hacia abajo. Los guardias levantaron sus lanzas, preparándose para el golpe final. Mar miró hacia su hermano, esperando que él dijera algo, que hiciera algo para detener lo inevitable, pero su hermano solo la observaba con una tristeza profunda en los ojos.

Y entonces, sucedió.

Las lanzas atravesaron el cuerpo de Gol D. Roger, y en un instante, la vida del Rey de los Piratas había llegado a su fin, pero en lugar de desatar un lamento de derrota, su muerte encendió una chispa de caos y ambición en los corazones de todos los que estaban presentes. La multitud rugió con una mezcla de furia y emoción, los piratas comenzaron a dispersarse, ya planeando sus propios viajes en busca del legendario tesoro.

Mar observó todo esto con una extraña mezcla de fascinación y horror, no podía entender por qué la muerte de ese hombre había causado tanto revuelo, pero algo en su interior le decía que ese día marcaría el comienzo de algo grande, algo que cambiaría el curso de su vida y la de todos los demás.

Cuando la multitud comenzó a dispersarse, el hermano de Mar abrazó con demasiada fuerza a la pequeña quien seguía mirando el estrado con una expresión ausente.

—Vámonos —dijo suavemente, colocándose su sombrero—. Este no es lugar para una niña.

Pero Mar ya comenzaba a comprender, incluso a esa corta edad, que ya no era solo una niña y aquel acontecimiento cambió no solo su vida, también la vida de su hermano y siendo aún sostenida por este cruzando por las abarrotadas calles de Loguetown, no podía quitarse de la cabeza la imagen de Roger sonriendo, y la mirada intensa de aquel hombre de ojos dorados.

| Años después, en la actualidad |

Miles de piratas hasta los Marineros emprendieron el viaje de encontrar el legendario "One Piece" anteriormente pertenecido a Roger D. Gold y aquel hombre que terminaba por poseerla en sus manos, se convertiría en el Rey de los piratas. Miles de hombres habían desaparecido sin dejar rastro, otros morían por la ambición viajando a rutas e islas desconocidas, la ejecución del Roger fue lo que sacudió todos los mares. Para Mar, no fue nada fácil, abandonada por su hermano un año después de la ejecución de Roger, una herida que la había marcado a una edad tan corta.

En todo ese tiempo, había entrenado incansablemente bajo la tutela de Dracule Mihawk, el hombre que la había encontrado perdida tras el camino que decido tomar su hermano y la había convertido en su discípula. Desde su primer encuentro, la relación entre ambos había sido más que solo maestro y aprendiz; había un respeto profundo, una conexión silenciosa que los unía a través de la espada y el arte de la guerra.

Ese día, el aire estaba cargado de tensión. Ambos sabían que este sería el último entrenamiento. Mar había alcanzado el punto en el que ya no quedaba nada que Mihawk pudiera enseñarle. Sus habilidades con la espada eran excepcionales, y su dominio del arco, único. Hoy, probaría que había superado al hombre que todos los piratas temían.

Mar se colocó en el centro del campo, sosteniendo su arco de violín con una calma estudiada. Los años de arduo entrenamiento habían endurecido sus músculos y afilado su mente. Su mirada, antes llena de preguntas y dudas, ahora irradiaba determinación.

Dracule Mihawk la observaba desde la distancia, su expresión imperturbable como siempre. A pesar de que sus ojos dorados no mostraban emoción, en su interior sabía que este momento había llegado. Desde el primer día, había visto en Mar una chispa de potencial que, ahora, había florecido completamente. Era el momento de dejarla seguir su propio camino.

—Estás lista —dijo Mihawk en su tono usual, sin adornos ni emociones.

Mar no respondió de inmediato. En lugar de eso, colocó una flecha en su arco, el sonido de la cuerda tensándose resonando en el aire. Su mirada se fijó en Mihawk, quien estaba quieto, como una montaña inamovible.

—Veamos si eso es cierto —respondió Mar, con un tono de voz firme pero respetuoso.

Y sin previo aviso, disparó.

La flecha cruzó el aire con una velocidad asombrosa, pero Mihawk ya había movido su espada, Yoru, para interceptarla. El impacto resonó, pero la flecha se desvió a propósito en el último segundo, girando en el aire como si tuviera vida propia y se dirigió directamente hacia su objetivo: una roca que se encontraba a metros detrás de Mihawk. La roca explotó en pedazos al impacto.

Mihawk alzó una ceja, ligeramente impresionado por la maniobra. La precisión y el control de Mar habían superado sus expectativas.

—Interesante —comentó Mihawk, adoptando una posición más ofensiva—. Pero necesitarás más que eso para superarme.

Mar asintió con una sonrisa ligera. Sabía que la verdadera prueba no sería fácil. Guardó el arco en su espalda y desenfundó la espada, el metal brillando a la luz del sol. No era cualquier espada, era una que Mihawk le había dado años atrás, una que había afinado y adaptado a su estilo de combate único.

—He aprendido de ti, Mihawk —dijo mientras avanzaba lentamente—, pero también he encontrado mi propio estilo. Hoy no se trata solo de superarte a ti, sino de demostrarme que puedo ser quien necesito ser.

Mihawk no respondió verbalmente, sino con una rápida estocada. La velocidad de su ataque era suficiente para desarmar a la mayoría, pero Mar estaba preparada. Bloqueó el ataque con su espada, el sonido del choque resonando por el campo. Ambos se movieron en una serie de rápidos intercambios, sus espadas creando destellos mientras el sol continuaba su ascenso.

Los movimientos de Mar eran fluidos, más elegantes que los de Mihawk, quien siempre había sido más directo y contundente en sus ataques. Pero ahora, enfrentándose a su antigua alumna, vio cómo su estilo propio, una mezcla de velocidad, precisión y gracia, era capaz de igualar el suyo.

Después de varios minutos de combate intenso, ambos se separaron, respirando con calma. Era evidente que Mar estaba ya al mismo nivel que su maestro, si no más allá.

—Has crecido —admitió Mihawk, algo que no hacía a menudo.

—Gracias a ti —respondió Mar—. Pero también gracias a lo que perdí. Mi pasado me ha forjado, pero ahora quiero buscar algo más... mi hermano y enfrentarlo.

Mihawk, quien rara vez compartía algo de sí mismo, vio en esos ojos la misma búsqueda que una vez lo había llevado a convertirse en el mejor espadachín del mundo. Sabía que era el momento de dejarla ir.

—Es hora de que emprendas tu viaje, Mar —dijo finalmente, guardando a Yoru—. No puedo enseñarte más. Lo que buscas no está aquí.

Mar, aun con la respiración algo acelerada, guardó su espada y asintió. Había esperado este día, pero ahora que había llegado, no pudo evitar sentir una mezcla de emociones. Durante años, este lugar había sido su hogar, y Mihawk, aunque reservado, había sido la única figura constante en su vida.

—¿Y qué harás tú? —preguntó Mar, con una curiosidad genuina.

Mihawk la miró por un momento, su expresión habitual en calma.

—Seguiré mi propio camino, como siempre lo he hecho. Ya no tienes necesidad de mí. Es hora de que encuentres lo que tú deseas.

Mar sonrió levemente y asintió, sintiendo una mezcla de gratitud y libertad. Se giró, comenzando a caminar hacia el borde de la isla, hacia el barco que la llevaría a su siguiente destino. Pero justo antes de partir, se detuvo y miró una vez más a Mihawk.

—Gracias, Mihawk. Por todo.

Él simplemente asintió en respuesta, con la certeza de que Mar haría historia, no solo como la violinista pirata, sino como una leyenda por derecho propio. Y mientras la veía alejarse, el espadachín supo que, aunque su tiempo juntos había terminado, el nombre de Mar resonaría por los mares como el de alguien que había encontrado su propio camino, libre y poderosa.

Mar subió al barco, con su violín y su espada a cuestas, y emprendió su viaje. Sabía que, aunque el pasado había sido una fuente de dolor, el futuro estaba lleno de posibilidades.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top