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Sus ojos estaban mirando al techo mientras jugaba con sus pies que estaban en el respaldar de la cama, hacía ya un tiempo que Klaus la había traído a la academia Umbrella para descansar del largo día.

No sabía que hacer exactamente, ahora debería estar con Cinco, tal vez peleando. Aunque pareciera raro, sus peleas hacían sus días buenos. Era divertido ver como fruncía el ceño y se desesperaba con facilidad. Nunca pensó que estar al riesgo de la muerte le gustaría tanto.

Se puso de pie para examinar aquella habitación que le daba una repentina curiosidad.

Abrió el armario para contemplar uniformes colgados allí, sus fosas nasales absorbieron el aroma a la colonia del chico. Ese esencia le encantaba.

Una sonrisa boba apareció en su rostro al recordar lo pacífico que se veía cuando estaba durmiendo.

Era tan estúpido pensar que él dijo lo que dijo enserio, tal vez lo dijo de broma; podría ser eso. ¡Es algo tan tonto! ¿Qué no podrían ser como unos adolescentes normales? Oh, claro, ¡Cinco ni siquiera es un adolescente!

De pequeña era divertido hacer volar cosas, podía llegar tarde a casa ya que sabía donde estaban sus padres y molestar a los maestros poniéndoles cosas filudas en sus asientos. Pero esto se había salido de control. Ella supo de la existencia de los Umbrella desde el principio, sin embargo estar bajo el mismo techo e incluso llegar a tener una atracción por uno de ellos era demasiado. ¿Desde cuando su vida había cambiado tanto? Antes estaría bailando descalza en su habitación, ahora esta esperando a que un hombre que puede ver a los muertos salga del baño.

Un ruido proveniente fuera de la habitación la obligo a salir, encontrándose cara a cara con las dos personas que la perseguían en el centro comercial. Era obvio que eran ellos por el tamaño.

Los tres se quedaron estáticos por unos segundos, hasta que Melissa habló:

—Mierda...

—¡Bingo! ¡Atrápala!

Aprovecho los segundos en los que agarraban sus armas para empujarlos y empezar a correr todo lo que sus piernas le permitían. ¿Ahora que tendría que hacer? Cinco no estaba, no tenía a nadie allí, a excepción de.

—¡Klaus! ¡Klaus! —empezó a gritar perdiéndose entre sus pasos, no conocía la escuela lo cuál era importante en momentos como estos. —¡Klaus! ¡Maldita sea, Klaus!

—¡Número Ocho! ¡¿Donde estás?!—oyó los gritos de Diego al igual que sus pisadas.

—¡No me digas número....!

Sintió unos brazos a su al rededor que la envolvieron en la cintura y la boca, intento hablar pero era inútil.

—Tenemos a uno. —escucho la voz de la más bajita, quién ya traía su máscara puesta.

Empezó a moverse descontroladamente para zafarse del agarre del hombre, sin embargo era más fuerte que ella, obviamente. Se quedó estática al ver a Diego frente a ellos. Otro tenso momento se inició terminado por un jadeo por parte de la pelirroja a quién le empezaba a faltar el aire.

Cha-Cha agarro su arma, a lo que Diego les tiro sus cuchillos distrayéndolos lo suficiente para que Melissa patee en la entre pierna al hombre soltándose para empezar a correr con Número Dos, quién jalo su brazo atrayéndola hacía él para apegarse a una pared. A Melissa se le hizo difícil no hacer ruido debido al aire que necesitaba recuperar, sin embargo el miedo a ser disparada era más fuerte.

—No salgas, yo me encargaré. —le susurro Diego mientras sentía sus pasos acercarse.

—¿Estás loco? Ellos tienen armas, ¿Tú que tienes?

—No fui yo quién casi es secuestrada, de nada, por cierto. —dijo antes de enfrentarse a Hazel, quién parecía no inmutarse.

Cha-Cha empezó a disparar. Un fuerte sentimiento se hizo presente en el pecho de la pelirroja, quién soltó un grito desgarrador, una ráfaga de aire apareció ocasionando que los tres salgan volando hacía el primer piso. El aire le empezó a faltar provocando que sus piernas le fallaran al igual que su conciencia, quienes se rindieron al cabo de unos segundos.

¿Dónde estás Cinco?

Luther y Allison bajaron a causa del ruido proveniente del primer piso, en el momento exacto en el que los sicarios se pusieron de pie ante aquella abrupta caía, quienes a diferencia de Diego no tuvieron la suerte de caer sobre el sofá.

Luther, al ver como sus hermanos no podían con el hombre, lo agarro del saco tirándolo lejos.

—¿Y esos quienes son? —preguntó Allison confundida, pasando su vista por su al rededor en busca de Melissa, a quién había oído gritar hacía unos minutos. —¿Dónde está Número Ocho?

—De nada—comentó Luther pasando por alto la pregunta de Número Tres.

—No te necesitaba.

—¿Así? Los tenías controlados ¿no?

—¡Era parte de mi estrategia!

—¡¿Donde está Melissa?!

A los hermanos Hargreeves no les dio tiempo a indagar en el tema, pues los disparos no tardaron en reaparecer.

—¡Salgan de aquí! ¡Rápido!

—¡Vete Luther!

Los tres se separaron.

—¿Hola? ¿Oigan están todos bien?

Los llamados de Vanya, a parte de los disparos, lograron que Melissa se despertara adolorida jadeando por la falta de fuerza. Se arrastro hacía las escaleras, donde lucho para ponerse de pie y bajarlas.

—¿Hola? Chicos.

Se tocó la cabeza adolorida, cuando sintió una fuerza envolverla en su interior ayudándola a caminar, no podía explicar que estaba pasando pero agradecía poder estar viva hasta ese punto.

Observo a Vanya unos metros lejos de ella, presentía que algo iba a pasar además que observo una gran sombra a sus pies. Corrió hasta ella, empujándola, logrando salvarla de un golpe seguro por parte de un hombre tras ellas.

—¡Oye idiota! ¿Crees que esta bien intentar matar a una niña?

El hombre se acerco a Luther, quién le quito su arma.

Melissa ayudó a Vanya a ponerse de pie sin esfuerzo.

—Estás sangrando. —le advirtió señalando su frente, la pelirroja se toco la parte adolorida comprobando esa información. —También tu nariz.

—Tu estás sangrando, fíjate en tu sangre primero. —dijo un tanto fastidiada. ¡No le ayudaba que le dijera cuantas heridas tenía!

—¡Salgan de aquí! —oyeron el grito de Luther.

Vanya agarro a Melissa del brazo, escondiéndose con ella detrás del muro.

—¿No estás grandecita como para esconderte?—preguntó Melisa, que estaba pasando por una clase de adrenalina. No quería parar porque sabía que si lo hacía terminaría llorando de dolor en el suelo.

—No puedo hacer nada para ayudarlos.

—Has un esfuerzo. —comento a punto de salir, sin embargo escuchó una voz y luego un gran golpe que la arrimaron a quedarse quieta. ¿Qué había pasado?

Se quedo estática por unos momentos, hasta que escucho unos gritos.

Salió de su escondite encontrándose con tres de los hermanos. Subió la mirada al ver a uno de los matones, presentía que iba a pasar.

Una falsa seguridad la invadió, colocándose frente a ellos con las manos extendidas lista para sostener el candelabro. Pero la adrenalina se había ido causando que sus piernas volvieran a fallar.

Luther la empujo, igual que el resto, causando que todo el peso se fuera contra él. Número Uno se encontraba tirado, debajo de un candelabro enorme.

Estaba a punto de acercarse, lo cuál era mentira ya que no se podía poner de pie, cuando vio como el solo se ponía de pie y empezaba a rasguñarse su camisa, mostrando su cuerpo, el cuál no era de un humano común.

Unos brazos se hicieron presentes ,cargándola. Diego la tenía entre sus brazos, haciéndola sentir pequeña e innecesaria. Pero no podía hacer nada ya que sus piernas no reaccionaban.

—Mierda...—Oyó el murmuro de Número Dos 

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