𝗱𝗶𝗲𝗰𝗶𝘀𝗶𝗲𝘁𝗲, 𝗉𝗋𝗈𝖻𝗅𝖾𝗆𝖺𝗌 𝗆𝖺́𝗀𝗂𝖼𝗈𝗌

CAPITULO DIECISIETE
PROBLEMAS MÁGICOS



MATTHEO RIDDLE
—diez—



Violet corría por la cocina mientras preparaba mi cena. Llevaba el pelo negro como el carbón recogido con un viejo calcetín que había lavado. Llevaba la ropa vieja de mamá, que le quedaba un poco pequeña. Me senté en la alfombra junto a nuestra pequeña mesa para dos mientras la miraba. Me sentía mal por ella, como siempre.—No tenemos que comer esta noche—,le dije.

Salió de nuestra pequeña cocina y se puso las manos en la cadera.—¿Disculpa?—

Me encogí de hombros.—Todavía tienes que bañarte y lavar la ropa—. 

Suspiró y me sonrió.—No pasa nada. La comida es una necesidad—.Volvió a la cocina y yo negué con la cabeza, murmurando cosas para mis adentros. Siempre hacía lo mismo y yo me preocupaba por ella. Iba a la escuela, limpiaba la casa, hacía la comida y cuidaba de mí. No debería tener que hacerlo. 

No sabía mucho de nuestra familia. Sólo conocía a Violet. Pero ella me había contado muchas historias. Como la de mi padre, ese hombre horrible. A veces lloraba cuando pensaba en él, y a veces sentía náuseas al pensar que tenía la misma sangre que un asesino a sangre fría. ¿Y mi madre? Según Violet, mi madre era una mujer maravillosa. Era extraordinariamente amable con todos los que la rodeaban y se ocupaba de Violet en su mayor parte. Violet tenía seis años cuando mi padre desapareció. Decía que nuestra madre lloraba de alegría al pensar que no volvería, que no podría hacer daño a sus bebés. 

Yo acababa de nacer cuando mi padre desapareció, o murió, podría decirse. Nunca encontraron el cadáver. A veces le preguntaba a Violet y ella se encogía de hombros y cambiaba de tema, o me decía algo así como 'Está muerto, Theo, no te preocupes' o 'Se ha ido'. Se podría decir que no me lo creía, ni por un segundo. 

Mi madre había muerto cuando yo tenía tres años. Tenía una enfermedad horrible que no se podía curar. No recordaba casi nada, pero podía ver una imagen borrosa en mi cabeza, la de Violet llorando mientras sus dedos acariciaban ligeramente mi mejilla. No recordaba para nada a mi madre, y a veces me entristecía pensando que no sabía nada de la gente de la que había nacido. 

Magia. Violet me había dicho queera mago cuando tenía nueve años. Ahora tenía diez. Al principio no la habíacreído. Pero era verdad. Aunque sólo era medio mago -según Violet, esa mitad sedebía a que mi padre lo era. Mi madre no. Violet dijo que había una escuelapara brujas y magos, que un día tal vez me dejaría ir. Pero mi padre había idoa esa escuela. Ella dijo que nunca había ido y que no quería ir. Pero si yoquería, podría, cuando cumpliera once años.



—once—



Hoy he recibido una carta de Hogwarts. Violet me sentó en nuestra pequeña mesa y dejó escapar un largo suspiro.—Hoy fui a buscar el correo—,comenzó.

Asentí con la cabeza para hacerle saber que la estaba escuchando.—Recibiste una carta, de Hogwarts—. 

Mis ojos se abrieron de par en par y empecé a sacudir la cabeza una y otra vez. —¡No! No. No. No—. Nunca quise ir a esa horrible escuela. Nunca iba a ser mi padre. Yo no era mi padre. Yo no era un mago. 

Ella suspiró.—Oh, Mattheo,—su voz se suavizó, y sus dedos se dirigieron a mi cara, su mano ahuecando mi mejilla.—Quizá deberías ir...— 

Solté un grito ahogado.—¿Quieres librarte de mí?—.Mi mente empezó a dar vueltas. ¿Se había cansado de mí? ¿Me estaba convirtiendo en mi padre? ¿Pensaba que lo era? 

Sacudió la cabeza.—Dios no, Mattheo. No creo que debas seguir dejando de lado esta faceta tuya. En la escuela, tus profesores dicen que las cosas suceden sin que tú las hagas. No puedes seguir haciendo cosas así—. 

—¡No puedo evitarlo!—exclamé.—No lo hago a propósito. Me gusta la escuela normal, con niños normales. No soy como papá—. 

Levanté la vista hacia ella y vi que sus ojos se llenaban de lágrimas.—Claro que no. Tú no eres papá, ni de lejos—. 

—Entonces, ¿por qué tengo que ir?—. 

—No tienes que ir. Es tu elección—,susurró.—Intenta hacerlo mejor en clase—. 

Asentí y sonreí feliz.—¡Gracias, Sissy!—La abracé y ella me rodeó con fuerza. 

—No es ningún problema.Nunca es un problema...—.



—catorce—



Violet me agarró del brazo, con fuerza, pero no me dolió. me empujó al coche y solté un resoplido.—¡¡¡En qué estabas pensando Mattheo!!!—me gritó.

—¿Qué? No he hice nada malo—.Puse los ojos en blanco y me crucé de brazos.

Su cara se puso roja y me miró fijamente:—¡¿No hiciste nada?! ¿bromeas?—.

Me encojo de hombros.—El chico se lo merecía—.

Se llevó las manos al pelo, frustrada, y tiró de él.—¡Te acaban de expulsar de tu sexta escuela Mattheo! ¡Ahora tenemos que mudarnos a otro distrito! Tengo que encontrar un nuevo trabajo—.

Siento que el corazón se me hunde en el estómago. Me siento fatal.—Lo siento pero el chico era un idiota. No paraba de acosar a esa chica—.

Violet gime molesta—¿Así que recurres a la lectura de mentes y a la magia?—.

Me burlo y miro hacia otro lado. Me avergüenzo. No debería haber usado estas cosas contra la gente, me estoy convirtiendo en mi padre. Violet niega con la cabeza—Eres una buena persona por defender a la chica. Buen trabajo—.Dice en voz baja, antes de entrar en el auto e irse.—¿Cómo se llama la chica?—,pregunta tras unos minutos de silencio.

—Madison. Se llama Madison. Maddie para abreviar—.




—dieciséis—



Los policías me rodearon mientras me sentaba en la silla junto a la mesa del director. Aquí íbamos otra vez. Gemí de fastidio mientras esperaba a que llegara Violet. Al cabo de unos instantes, abrió la puerta de golpe y parecía furiosa. Me lo imaginaba.

—Mattheo. Riddle. ¿Qué demonios pasa contigo?—,gritó, lo suficientemente alto como para que todo el campus la oyera. No es que lo hicieran, todo el mundo estaba fuera por lo que había hecho. Realmente me importaba una mierda; todos esos chicos se lo merecían. Ojalá al menos uno de ellos hubiera resultado herido, pero no fue así. Triste. 

—Muchas cosas, por lo visto—,respondí, aburrido. 

Su cara se puso roja mientras miraba al director.—Por favor, dígame que dejará que siga asistiendo a la escuela—,preguntó, con la voz llena de vulnerabilidad y esperanza. 

La señora Shankity sacudió la cabeza con el ceño fruncido.—Lo siento, pero es el decimocuarto colegio al que va en cinco distritos diferentes. No puede seguir asistiendo, sobre todo por el peligro que supone para todos sus compañeros. No puede seguir asistiendo—. 

Pude sentir que toda la calma de Violet la abandonaba mientras se giraba hacia mí.—¡Imbécil! Eres igual que papá—,gritó. Los policías trataron de calmarla y la agarraron de las muñecas, pero ella se defendió.—¡Tenemos que mudarnos otra vez! ¿Estás feliz?— 

Probablemente te estéspreguntando qué hice... Bueno, le prendí fuego al baño. Y por primera vez en mivida, no me sentí mal.



—diecisiete—



Había pasado un año desde el incendio. Violet había decidido educarme en casa. Lo odiaba. Hubiera preferido sentarme en esas aulas de mierda mientras una tonelada de chicas me miraban fijamente que escuchar a Violet regañarme.—¿Puedes dejar de gritarme como si fuera un niño?—le contesté.

—Actúas como tal, así que más te vale que te trate como tal—,dijo, poniendo los ojos en blanco y tirándome los papeles que tenía en las manos. 

Me burlé y salí de casa. Tomé mi patineta y patiné por todo el vecindario, finalmente salí de él y me dirigí a mi traficante. Necesitaba hierba. 

Una vez conseguí lo que necesitaba, fui a sentarme en la azotea de nuestro bloque de apartamentos, a fumar. Miré al suelo y me pregunté qué sentiría al saltar, al sentirme libre, al vivir mis últimos segundos y saberlo. No lo hice, fue una estupidez. Violet me necesitaba. 

Después de un par de horas, volví al apartamento y vi a Violet sentada en nuestra misma mesita para dos personas de hacía tantos años, con una carta en las manos.—Vas a ir a Hogwarts. Quieras o no—. 

Mierda.

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