𝗱𝗶𝗲𝗰𝗶𝗼𝗰𝗵𝗼, 𝗁𝗎𝖾𝗏𝗈 𝖽𝖾 𝗈𝗋𝗈, 𝗇𝗂𝗇̃𝗈 𝖽𝖾 𝗉𝗅𝖺𝗍𝖺
CAPITULO DIECIOCHO
HUEVO DE ORO, NIÑO DE PLATA
✿
El día había llegado. El día que posiblemente podría ser el final de la vida de mi hermano y novio. Sabía que podía estar siendo dramática, pero me estaba volviendo loca. Podía pasar cualquier cosa, y mi cerebro se inundó con todas las posibles consecuencias del día. No me estaba ayudando ni un poco. Y para ser sincera, ni siquiera sabía si quería verlo. No sabía si sería capaz de mantener la compostura si iba; no sabía si sería capaz de verlos hacer algo tan peligroso. No tenía ni idea de cómo algunos enfermos encontraban divertido ver esas cosas. Era horrible.
Estaba sentada en la cama, con las rodillas pegadas al pecho, mirando la pared. No me atrevía a prepararme, aunque empezaría en 30 minutos. Oí que llamaban a la puerta y me giré para mirar. No me levanté inmediatamente, no dije nada y ni siquiera estaba segura de querer contestar.—Amor, soy yo—.Oí la voz de Mattheo resonar en mi dormitorio. Fue entonces cuando me levanté tan rápido, que podría pensarse que acababa de tomarme un litro de café.
Abrí la puerta y lo vi ahí de pie. Una vez que me vio, una sonrisa apareció en sus labios, pero estaba sin aliento y un poco sudoroso.—Hola, yo...—,hizo una pausa y se secó un poco de sudor de la frente con el dorso de la mano.—Me escapé de las tiendas. Quería verte antes de la prueba—.
Me sonrojé y me quedé mirándolo asombrada.—¿En serio?—
Su sonrisa aumentó.—Sí, ¿por qué no iba a querer ver a mi preciosa novia?—.Su mueca se suavizó en una cálida sonrisa.—Mi novia. ¿Puedes creerlo? Eres mía—.
Bajé la mirada, sintiendo que se me calentaba la cara y que el enrojecimiento se extendía por mis mejillas.—Eres preciosa cuando te pones nerviosa, ¿sabes?—,dijo, levantándome la barbilla con los dedos pulgar e índice. Tras unos instantes de contacto visual, me soltó la barbilla y me pellizcó las mejillas.—Sobre todo cuando te ruborizas—.
Le aparté la mano de un manotazo y solté una risita.—¿Cuánto tiempo tienes?—
—Mucho—,respondió con una sonrisa. Lo miré levantando una ceja.—Bien. Unos dos minutos—.
—Mattheo!—
Frunció el ceño, haciendo un puchero juguetón.—Pero quería verte—.Me tomó un mechón de pelo con los dedos y me lo revolvió.
—Eres un bebé—,bromeé.
Sonrió.—Sólo para ti—.Me miró de arriba abajo, levantando una ceja.—Vendrás a ver, ¿verdad?—.
No contesté durante unos instantes. Su sonrisa se desvaneció y su rostro se volvió casi triste.—Vamos. Por favor, ¿no quieres asegurarte de que no les pase nada a tu hermano y a tu guapo novio?—.Hizo hincapié en la palabra novio, y su sonrisa reapareció, haciéndome sonreír suavemente.
—Bien, iré—.
Sonrió feliz.—Entonces te veré en las gradas, ¿sí?—.
—Sí, nos vemos luego—.
Asintió y me besó suavemente en la frente.—Nos vemos, Ángel—.
Se alejó y yo cerré la puerta. Me hundí en el suelo y solté un resoplido. Había aceptado ir y ahora tenía que prepararme.
☆彡
Caminaba por las gradas intentando encontrar a mis amigos. La gente me empujaba, me pegaba y me insultaba mientras me abría paso entre la multitud. La gente tendía a enfadarse mucho cuando alguien intentaba pasar a su lado. Finalmente, vi a Lilly y dejé escapar un suspiro de alivio. Lilly me vio y sonrió feliz, rodeándome los hombros con el brazo.—Hola, ¿dónde estabas?—.
—En nuestro dormitorio—,respondí, dedicándole una cálida sonrisa.
Asintió y apoyó la cabeza en mi hombro.—Oye, no tengas miedo, ¿bien? Estarán bien, lo sé. Lo siento en los huesos—.
Asentí y solté una carcajada.—Dices eso de todo—.
—¡No es verdad!—,se defendió.
Negué con la cabeza.—Aunque tienes razón, estarán bien. Esperemos—.
—Sólo intenta no pensar demasiado; tu mente es muy poderosa—.
Asentí y sonreí. Al cabo de un par de minutos, vi a Ely acercarse.—¡Eh, chicas! ¿Saben quién irá primero?—,preguntó, levantando una ceja.
Lilly y yo negamos con la cabeza.—Ni idea—,dijo Lilly.
Theodore se acercó por detrás de Ely.—Creo que es Cedric—,informó.
—¿Qué te hace pensar eso?—pregunté, con el corazón a punto de salírseme del pecho en cualquier momento.
—Estuve escuchando a través de la tienda. Estoy bastante seguro de que el orden es Cedric, Viktor, Fleur y luego Mattheo—.
Sentí que mi corazón se hundía. Dios mío. Esto era real, y estaba pasando de verdad. Estaba aún más asustada de lo que había estado antes, más de lo que creía posible. No quería perder a mi hermano como perdí a mi madre. No quería perder a mi novio, al que ya estaba tan unida. No podía volver a pasar por este dolor. No podía hacerlo. Los quería demasiado como para perderlos.
Draco apareció a mi lado, rodeándome los hombros con un brazo.—Deja de preocuparte. Estarán bien. Y oye, si no lo he dicho antes, lo siento, ¿si? Tienes razón, este juego es peligroso, pero Cedric y Mattheo no son estúpidos. Estarán bien—.
Asentí y le dediqué una suave sonrisa.—Gracias, Draco.—Asintió antes de soltarme y caminar hacia Theodore, iniciando una conversación con él.
Miré hacia donde se estaba llevando a cabo la prueba y vi un huevo de oro sobre una roca... ¿Cuál es el objetivo de esta prueba? Mi corazón latía con fuerza cuando oí que la gente empezaba a animar, gritar y aplaudir. Me puse de puntillas para intentar ver, y fue entonces cuando vi salir a Cedric. Tenía una enorme sonrisa en los labios mientras saludaba a todo el mundo. Por supuesto, se lo estaba pasando en grande. Ni que su vida estuviera en juego.
Oí un chillido y miré para ver una puerta de metal levantada por cadenas. Un dragón verde oscuro, con púas a lo largo de toda la cola, ojos dorados y alas pequeñas y transparentes, salió de la habitación, con un rugido de fuego saliendo de su boca. Se le veían los dientes afilados y era aterrador. Mierda. ¿Se suponía que Cedric no moriría por eso? Una vez lloró por una cucaracha. Estaba enloqueciendo.—¡¿Cómo demonios se supone que al maldito Cedric Diggory no lo va a matar eso?!—.exclamé, girándome hacia mis amigos. Todos se encogieron de hombros y me miraron con lástima. Ugh.
Vi a Cedric correr hacia el huevo dorado de la roca, y fue entonces cuando me di cuenta. Ohhh. El dragón tenía que evitar que consiguiera el huevo, pero su misión era conseguir el huevo. Esto era tan estúpido. Idiota. Me estremecí cuando la cola del dragón golpeó a Cedric y éste cayó al suelo. Ouch.
Esto duró una eternidad, más bien veinte minutos, pero me pareció muy largo. Cada mueca de dolor que hacía casi me hacía llorar, hasta que Cedric sacó su varita, creando luz y cegando al dragón el tiempo suficiente para tomar el huevo de oro. Todo el público empezó a vitorear mientras él sostenía el huevo con orgullo. Su ego era terrible.
Me alejé de las gradas y fui a ver a Cedric, con Lilly siguiéndome.—¿Ves? ¡Te lo dije!—,dijo con una sonrisa.—Está perfectamente bien—.
—Salvo por un montón de tierra, moretones y cortes—,dije, cruzándome de brazos.
Ella frunció el ceño pero no dijo nada, sabiendo que yo tenía razón.—Pero tienes razón—,dije, dedicándole una pequeña sonrisa.—Está bien—.
Su sonrisa apareció de nuevo, y me rodeó los hombros con un brazo mientras caminábamos. Finalmente llegamos hasta Cedric, y corrió hacia mí, levantándome del suelo y haciéndome girar.—Te lo dije, sigo aquí y mejor que nunca—.
Puse los ojos en blanco y le sonreí.—Oh, cállate—.
Sonrió.—¿Vas a ver el resto del juego?—
—Probablemente no, sólo la última parte—.
—La parte de Mattheo—,dijo, frunciendo el ceño. —No, voy a hacer una fiesta para celebrarlo durante el último tiempo. Deberías venir—.
—No, gracias. Seguro que será una gran fiesta—.
Sacudió la cabeza.—¿Por qué quieres ver la última parte?—.
Miré a Lilly en busca de ayuda. Aunque ella no tenía ni idea de que Mattheo y yo estábamos saliendo, sabía que estábamos... bueno, hablando.—¡Quiero verlo! Y le rogué que viniera conmigo—,se apresuró a decir Lilly.—Va a estar conmigo todo el rato, así que no te pongas así—.
Cedric puso los ojos en blanco.—Bien.—
Sonreí.—Entonces, ¿nos vemos luego?—.
Asintió con la cabeza.—Sí. Ah, y papá viene de visita este fin de semana. Dijo que tiene algunas cosas importantes que discutir con nosotros—.
Mis cejas se fruncieron confundidas.—¿Parecía enojado?—
—Parecía... abrumado—.
Asentí lentamente.—De acuerdo. Adiós—.
—Adiós.—
Lilly y yo caminamos de vuelta a las gradas. Había pasado bastante tiempo, supuse, ya que casi había terminado el turno de Fleur. El siguiente era el de Mattheo. Y por decir algo, estaba aún más asustada por él que por Cedric. Y era por el hecho de que *alguien* estaba tratando de matarlo.
Empecé a morderme las uñas y mi pierna rebotaba arriba y abajo.—Cálmate, Rory—,susurró Lilly.—Te estás poniendo más nerviosa por él que por tu propio hermano—.
Asentí con la cabeza.—¡Sí! Por todo el asunto del asesinato—,susurré.
Ella frunció el ceño.—Me había olvidado de eso...—
Suspiré.—No pasa nada. Es que... tengo miedo—.
Me rodeó el cuello con los brazos, envolviéndome en un fuerte abrazo.—Se pondrá bien. Te lo prometo—.
Asentí, sintiendo que mis ojos se llenaban de lágrimas.—Dios, ¿por qué estoy llorando?—murmuré.
—Porque lo quieres—,susurró.
—No—.
—Sí.—
—No puedo.
—Pero le quieres—.
—No quiero—.
—¿Pero quieres?—
—Sí quiero.
Me dedicó una sonrisa suave y tranquilizadora.—Está bien amar con facilidad—.
Negué con la cabeza.—No...—
Ella asintió.—Sí, y él te quiere. Sé que te quiere—.
Suspiré y empecé a hablar, pero me interrumpieron los vítores de todo el mundo. Oh Dios... aquí vamos. Era el momento. Lo vi salir, con el pelo rizado tan revuelto como siempre. Tenía un corte en la nariz con cicatrices y llevaba una camiseta deportiva de Slytherin con una sudadera gris.
Me sonrojé al ver que me miraba a los ojos. Le saludé con la mano y él se limitó a mirar, sin saludar ni decir nada. Y eso me hizo feliz. No estaba dejando que nadie creyera que estábamos juntos, por mí.
El chillido apareció de nuevo, y la misma puerta de antes se abrió, las cadenas rodando hacia arriba. Este dragón era mucho más grande y aterrador que el de Cedric. Era todo blanco, sus alas eran enormes y transparentes, y tenía púas, grandes y pequeñas, alrededor de la cola y las alas. Tenía cuernos y los pies encadenados. Rugió fuego, y un trozo de la llama casi alcanzó a Mattheo. Pero él lo esquivó escondiéndose rápidamente detrás de una roca.
Me estremecí cuando intentó ir a por el huevo de oro, pero fue golpeado por la cola puntiaguda del dragón. Cayó, con un desgarrón en la camisa que dejaba ver lo que juraría que era rojo. Cerré los ojos cuando vi que el dragón arremetía contra él. Pero Lilly me dio un codazo.—¡Mira, mira! Mattheo lo amarró—, exclamó.
Abrí los ojos y vi a Mattheo casi junto al huevo de oro. Había atado las patas encadenadas del dragón para que no pudiera alcanzarlo. Pero entonces, por alguna extraña razón, las cadenas se rompieron. Mierda. Pude ver la preocupación en toda la cara de Mattheo cuando se dio cuenta, pero ya había llegado al huevo. Todo lo que tenía que hacer era correr con él, sin ser atrapado por el dragón.
Mattheo y el dragón no se movieron; se miraron el uno al otro, casi como en un concurso de miradas. Contuve la respiración, esperando a que ocurriera algo. El dragón hizo el primer movimiento, pero fue entonces cuando Mattheo tomó el huevo en sus manos y corrió, y corrió, y corrió. El dragón lo persiguió. Todos vitorearon a Mattheo mientras salía de la arena. Lo consiguió. Lo había conseguido.
Sonreí feliz mientras corría hacia Mattheo desde las gradas, mientras Lilly decidía quedarse atrás. Cuando lo vi, prácticamente salté sobre él.—¡Lo conseguiste!— exclamé.—¡Realmente lo hiciste!—
Me sonrió suavemente.—Lo hice, ¿verdad?—
—Mhm.—
Hizo una mueca de dolor y fruncí el ceño.—Estás herido—.
—Estoy bien. Mira esto—,dijo, levantando el huevo de oro.—Bastante grande, ¿eh?—
Le sonreí.—Sí, es genial. ¿Qué hace?—
—No tengo ni puta idea. Supongo que tendremos que averiguarlo. Pero parecía que se abría—,pulsó un botón, y un sonido fuerte, anormal y agudo salió del huevo. Me tapé los oídos y Mattheo se los tapó rápidamente.—Qué carajo—,murmuró.
Me encogí de hombros, y él se limitó a negar con la cabeza.—Te dije que estaría bien—.Sonrió.
Me sonrojé.—Cállate.
Se acercó más a mí y me levantó la barbilla con los dedos pulgar e índice.—Te preocupaste por nada—.
—No pude evitarlo. Era fácil preocuparse por ti—.
Sonrió cálidamente.—Oye, al menos tengo un huevo de oro. Supongo que ahora soy un chico de oro—.
—Mmm, pensé que eras más un chico de plata—.
Levantó una ceja.—¿Por qué dices eso?—
—Eras tú—.
Sonrió y me besó la punta de la nariz.
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