『⸙』
𝚂𝚊́𝚋𝚊𝚍𝚘 7 𝚍𝚎 𝙰𝚐𝚘𝚜𝚝𝚘
6:00 𝚊.𝚖.
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Odio que mis cabellos se peguen a mi rostro cuando voy corriendo. Odio que el aire fresco entre a mi nariz, me haga cosquillas, me deje sin aire y me haga estornudar una y otra vez.
Por eso, siempre que salgo a correr —que son cuatro veces por semana— recojo mi cabello en una coleta alta y tejo el suelto. También utilizó una mascarilla, para cubrir mi nariz y boca. Yo produzco vapor, aire caliente, al correr; que el aire frío se mezcle no me hará nada bien.
Dentado aún parece adormilado. A pesar de que ya lo he despertado, no me sigue por toda la casa como acostumbra.
Le pongo su correra y el lo entiendo: es hora de salir.
Es la primera vez que hago esta rutina con el. Y la verdad, pienso que le haría bien. Con esas energías infinitas que tiene, correr por una hora las bajaría un poco.
Al salir y poner llave, noto que hay niebla. No es muy espesa, por lo que no es impedimento para que no corra.
Miro al frente. La casa del vecino nuevo parece desierta, como antes de que él llegara.
Son las seis de la mañana, seguro sigue bien dormido.
Bueno, no se ni por qué me estoy preguntando sobre lo que él estará o no haciendo.
No es de mi incumbencia, claro.
Pero me es imposible no ponerme a pensar sobre ello.
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4:00 𝚙.𝚖.
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Cuando digo que Dentado tiene bastante energía, ¡es porque es cierto!.
Estaba por meter a lavar la ropa y, mientras desclazaba la de color, Dentado tomó del suelo una playera. ¡Es una de mis favoritas!.
Trate de persuadirlo, de tenerlo controlado. Pero salió corriendo por toda la casa.
Por supuesto lo seguí. Error mío fue haber dejado el ventanal de la cocina abierto.
Aunque daba al patio trasero, Dentado se dirigió al otro extremo de la casa y salió por la puerta principal. Corrió con la playera en el hocico hasta la residencia de la señora Mayoka. Ahí se encontró con uno de sus gatos y dejó la playera en el suelo; comenzó a ladrar y enseguida, a perseguir a felino.
Tome rápido la prenda y de nuevo, comencé a seguirlo. Nunca había gritado tanto en mi vida. No era de las personas que van gritando por la calle tratando de alcanzar algo.
He corrido más que lo que corrí por la mañana.
Hasta que en un punto, simplemente ya no lo vi.
Al dar la vuelta en una esquina, Dentado ya no estaba.
¡Ese perro sí que es rápido!.
– ¡Dentado! – ya no lo oigo ladrar, así que lo llamo – ¿Dónde te has metido, travieso?.
Escucho jadeos y sé que son de él.
Luego vuleve a ladrar.
Y la siguiente esquina aparece. Viene hacia mí corriendo y se lanza, como acostumbra.
– No te vuelvas a escapar así – me río, pero no lo acaricio – Me hiciste correr por toda la manzana.
Dentado voltea y estira su cuello hacia donde venía. Me causa intriga el que pudo haberlo calmado y controlarlo. Ya que sentía que era imparable en ese momento.
Camino un poco y me asomó a la derecha.
Siento que aliento se me va.
El chico de enfrente está parado frente a mi. Él se me queda mirando y creo haberme ruborizado.
Sus ojos grises no me intimidan, a pesar de tener una mirada dura y hostil de cierta forma.
¡Di algo, di algo, di algo!.
No me salen las palabras. Lo único que consigo hacer es esconderme y pegarme en la reja de madera que prolonga la esquina de la calle. Ahí me quedo, con mi corazón latiendo rápido y con un Dentado en brazos que no entiende nada.
Mis piernas se mueven. Debería encararlo y darle siquiera las gracias. Pero no, me voy corriendo hasta la casa.
★彡Chyio67🌻
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