IV

AYUDA A ASTARTE  ❞






                          ASTARTE ENTRÓ A SU CASA, dejó el bolso en el sofá y camino hasta la sala escuchando a su cachorrita correr por la casa ladrando, buscando a su dueña, ella sonrió feliz de oír a Princesa y tomó su alimento que estaba sobre un mueble para agacharse un poco y colocarlo en el plato de su mascota. Justo cuando Princesa llegaba a lamer su mano, saludando y luego comer lo que le sirvió Astarte.

—Lamento llegar tarde, estaba terminando unos papeles —Se disculpó con su cachorra levantándose luego de acariciar su cabezita y tomando el otro tazón, así servirle agua.

Era parte de su rutina contarle todo su día a Princesa como si ella le entendiera, pero ella lo hacía desde que la encontró y lo seguiría haciendo. Porque era su confidente. Y su mejor compañía si se preguntaban.

Se dirigió a la cocina donde sirvió agua fría del grifo para su cachorra, no se molestó en descalzarse ya que pensaba ir a su habitación para buscar ropa e irse a bañar. Se encaminó hasta donde Princesa seguía comiendo y dejó su agua a un costado.

Astarte estaba teniendo un día normal hablando con Princesa, en su nueva vida como profesora, pero no era conciente de lo que ocurría en la casa más cercana a la suya, la casa Cullen.

Los jóvenes Cullen, los “hermanos adoptivos” ya habían llegado, como siempre veloces por no respetar las leyes del pueblo sobre la velocidad a la que hay que ir en verdad. Rosalie estaba escuchando a Esme hablar con Alice y Emmett, quiénes eran los que más interacción tuvieron con Astarte.

Rosalie no quería una humana en la familia, pero viendo el nivel de madurez de Astarte, la educación y amable personalidad, le caía mucho mejor que Bella.

—Ella ya debe haber llegado a su casa, debemos ir a ayudarla, será una gran oportunidad para conocerla —Continuó la matriarca terminando de envolver la comida en el taper para llevársela —¿Creen que le guste la lasaña?

—Le encantará —Asintió la vidente sonriendo emocionada.

Alice en verdad estaba emocionada de ser amiga de Bella, pero viendo que Astarte era el verdadero amor de Edward no le quedaba de otra que aceptar la realidad, aún así, estaba emocionada del gran estilo que tenía la profesora, además de lo simpática que era.

Lo mejor de Astarte era cuando le regalaba estrellas a los mejores alumnos. Alice ya tenía tres y una fue por alagar la chaqueta roja de Astarte que por cierto, era fantástica ante sus ojos. Ya soñaba cuando Astarte se convierta en su hermana para pedirle exclusivamente esa chaqueta prestada.

—Me agrada Princesa, tiene menos olor a perro, siendo un perro, que la manada que apesta a pulgas —Comentó divertido, Emmett, haciendo reír ligeramente a su esposa.

—Dicen que un perro se parece a su dueño, Princesa tiene el cabello anaranjado, rubio fresa como Astarte y son amables —Alice río divertida, escuchando ahora al pelinegros carcajear. Porque si, era cierto.

—¡Son tan lindas juntas, son un dúo perfecto de humana-can! Me imagino comprarles ropa combinada y...

—Alice, te estás adelantando mucho —la frenó Rosalie y Alice sonrió culposa. Ella quería que desde ya Astarte sea parte de la familia.

Jasper bajo las escaleras, ya habiendo terminado la tarea de ese día, la suya y la de sus hermanos. Era probablemente lo único que no lo aburría y lo ayudaba a pasar el tiempo, lamentablemente, tardaba solo minutos en acabarla. Edward salió detrás de él, también habiendo acabado la tarea y con el ceño levemente fruncido por no haber casi visto a Astarte en todo el día.

En cambio solo había visto a Bella, la cruzaba casi en todos lados y lo estaba fastidiando porque solo pensaba: ¿Por qué ella no es Astarte? Quiero ver a Astarte. Astarte. Astarte. Astarte. Agradecía ser él el lector de mentes de la familia, ya que cansaría a los demás si escucharán sus pensamientos. Aún que lo más parecido era Jasper, que sentía sus emociones frustradas.

El cobrizo, feliz de que su familia acepte a Astarte mas queriendo ignorar la charla para ir hasta la puerta y salir, se tuvo que detener.

—¿A dónde vas? —Escuchó a Esme preguntar cuando apenas tomó el picaporte, abrió la boca ligeramente en una “o” siendo descubierto, se mordió el labio por dentro y se encogió de hombros sin querer decir lo que iba a hacer.

—A cazar —Mintió, abrió totalmente la puerta, metiendo sus manos en los bolsillos de su chaqueta.

—Miente —Delató, Jasper. El rubio sonrió burlón tomando asiento a un lado de su gemela.

—Ira a espiar como un loco a su profesora de historia —Tradujo la situación, Rosalie. Compartiendo una mirada cómplice con Jasper.

—y Astarte se siente perseguida, muy feo sentimiento. Pobrecilla —terminó el rubio con fingida preocupación.

Esme abrió la boca, ahogó una exclamación enojada, se giró a su hijo mayor en edad cronológica y se acercó a pegarle un manotazo en su mano derecha, logrando que suelte el picaporte quejándose y sobando su mano herida, también le tiró una colleja en la nuca logrando escuchar nuevamente un quejido de Edward que también se acaricio la nuca refunfuñando.

—¿Qué? —se quejó viendo a su madre adoptiva adolorido. El golpe de un humano no dolía, pero el de una madre vampiro molesta si.

—¡Eso no es de caballeros! —Regañó, ignorando la risa de sus otros hijos que se burlaban a su espalda, Edward trataba de no ver a sus hermanos burlones —¿Cómo piensas llamar así la atención de una dama cómo ella? Ya deberías saberlo —Se devolvió sobre sus tacones a la cocina.

Los demás se callaron abruptamente cuando Esme se dió la vuelta, pero riéndose en sus mentes de Edward. Sabiendo que el lector de mentes los escuchaba y se molestaría. El cobrizo resopló indignado, pero aplanó los labios en cuanto Esme lo volvió a mirar.

—Ni se te ocurra ir de nuevo o verás el castigo que puedo darle a un vampiro como tú —lo señaló amenazante con el cuchillo de cocina, guardo el utencilio en el cajón y tomo la comida para Astarte —Ahora arreglense rápido.

Los demás salieron en un parpadeó para ir a cambiarse, así ayudar a Astarte con su mudanza, mientras Edward maldecía en su mente lo molestos que llegaban a ser sus hermanos.

—no hagas un capricho, pequeño —Jasper pidió pasando a su lado con Rosalie.

—si, no hagas berrinches, los niños buenos se comportan —Asintió riendo con su gemelo.

Edward los imitó molesto, y luego les sacó el dedo corazón. Jasper y Rosalie siguieron divertidos, les encantaba está nueva posibilidad de molestar a Edward por tener dulces diecisiete y su compañera los preciosos e inalcanzables veintitres años para Edward.

Edward deseaba haberse transformado al menos tres años más tarde, tal vez mudarse a Seattle e ir a la universidad hace dos años y no a Forks y a la escuela, encontrar antes a Astarte. Tantas posibilidades... pero el "hubiera" no existía y ahora debía luchar por impresionar a su profesora.




























                              LA PELIRROJA se terminó de colocar la camiseta cuando escuchó unos toques en la puerta, sonrió para si misma sabiendo que era Esme con sus hijos. Fue rápido en un pequeño trote hasta la puerta, se miró en el espejo a un lado acomodando su cabello mojado y abrió la puerta.

En su rostro se pintó una sonrisa colosal al ver a los cinco Cullen bien formados detrás de Esme que tenía una radiante sonrisa con comida en manos. Casi sintió sus ojos cegarse ante tanta belleza, eran extremadamente atractivos, hermosos, bellos y miles de palabras más que definan su hermosura.

—Hola, chicos. Hola, Esme —Abrió sus brazos para recibir un abrazo de la última nombrada, besando ambas mejillas.

—Hola, cielo. Te traje comida —mostró el recipiente recibiendo un gesto agradecido de Astarte —Ellos son mis hijos, ya conociste a Emmett y Alice —Señaló a ambas pelinegros que se acercaron a saludar.

Alice le dió un beso en la mejilla a Astarte escuchando reír a la profesora, risa que encantó los oídos de Edward. Emmett extendió su mano, estrechandola con Astarte que trató de ignorar la piel fría de la familia. Princesa se acercó corriendo, yendo directamente a los pies de Emmett.

—Hola, tú, pequeña aventurera —Se agachó para tomar a la perrita en brazos, acariciando detrás de sus orejas.

Alice miró con cejas alzadas a Emmett.

—Se la voy a robar a Astarte —susurró pero Astarte lo escuchó y lo miró divertida y desafiante, Emmett sonrió inocente.

—Deja a mí mejor amiga en paz —lo señaló amenazante y rieron cortamente.

—Ellos son mis gemelos, ya te hablé de ellos: Rosalie y Jasper —Astarte miró a ambos cuando Esme llamó su atención.

Tenían facciones bastantes parecidas, mandíbulas marcadas y bien definidas, sus melenas junto a sus orbes dorados hacían que el parecido sea aún más y ambos eran probablemente los menos expresivos, pero le dieron con cordinación sonrisas ladinas.

—Un placer, chicos —Jasper estrechó manos con la profesora mientras Rosalie le daba un leve beso en la mejilla a modo de saludo.

—El placer es nuestro, señorita Robert —Alagó Jasper con un movimiento de cabeza.

—Diganme Astarte, es más cómodo —Hizo un ademán con su mano, restándole importancia.

—Como usted prefiera —Terminó Rosalie, aceptando el término de llamarla por su nombre, era un signo de confianza.

—Y él es Edward —Terminó, Esme. Señalando a su hijo que le sonrió a su profesora, captando toda su atención.

Astarte miró a aquel alumno que había ganado gran parte de su curiosidad en el primer día, sentimiento que ella había apagado para no darle mayor importancia a un alumno, o algún tipo de favoritismo.

—Si, ya nos conocimos —Asintió tendiendo su mano a Edward.

Quien, a diferencia de todos sus hermanos, tomó con suma delicadeza la mano suave y delicada de su compañera. Por primera vez, Astarte sintió una extraña electricidad recorrerla. Ella no lo sabía, pero con ese primer roze, de piel con piel, el lazo sobrenatural que la unía a Edward se había marcado.

Edward llevó la mano de Astarte a sus labios, depositando un suave beso en su dorso. Ella retiro su mano abriendo los ojos sorprendida y miró a los demás, pero ellos fingian como si no hubieran visto aquello.

Se movió a un lado dejándolo pasar, como sus hermanos, tratando de no verlo directamente a los ojos.

Los demás comenzaron a adentrarse, yendo directo a dónde Esme les había indicado que estaban las cajas, mientras guiaba a Astarte a la cocina para almorzar. La joven pelirroja se sorprendió de lo bien que decoraban los menores, pero Alice ya había visto su estilo e iban a decorarlo a su gusto.

La profesora limpio con una servilleta sus labios, alzó la mirada para ver cómo iban; cruzó miradas con Edward que le sonrió de manera ladina para seguir ayudando a Alice. Astarte miró a Esme pero, nuevamente, la vampiro fingió demencia.

Una extraña adrenalina recorría su cuerpo y eso le daba curiosidad pero al mismo tiempo le incomodaba ¿Qué sucedía con ella? El resto del día, evito la mirada del cobrizo, concentrándose en hablar con Esme.

—Muchas gracias, chicos, en serio —Les agradeció sincera sonriendo un poco, ellos devolvieron las sonrisas radiantes.

—Fue un placer ayudar, Astarte —Negó, Alice. Era probablemente la más alegre en esos momentos —Cuando nos necesites, solo dilo, ya tienes nuestros teléfonos.

—O cuando necesitemos ayuda con la escuela —Bromeó Emmett haciéndoles reír, más que nada porque para ellos era solo una excusa para en verdad acercarse a ella.

—Que, por cierto, espero tengas en cuenta este gran esfuerzo a la hora de las evaluaciones —Alice bromeó.

—ya sabes, tú entiendes —secundó Emmett guiñandole exageradamente el ojo, Astarte rió irónica y luego sincera.

—Ya sabes que cuando quieras puedes ir a conocer nuestra casa, igual que a mi esposo —Esme tomó sus manos con cariño.

—Uno de estos días —prometió besando su mejilla —Nos vemos luego.

—¡Adiós! Hasta luego —los demás se despidieron al coro, saludando con sus manos mientras se retiraban riendo entre ellos.

Edward se giró sobre sus talones, viendo a Astarte que estaba apoyada sobre el marco de la puerta, de brazos cruzados, esperando a que se alejen lo suficiente. El cobrizo le sonrió e hizo un saludo militar, haciéndola reír ligeramente después de haber evitado su mirada ese último rato.

Astarte aplanó los labios insegura pero alzó su mano despidiéndose del cobrizo que ensanchó su sonrisa, ya más calmado después de ver que ella no le había prestado atención, y se giró para hablar con sus hermanos.

—Lo que hiciste fue muy arriesgado —Regañó, Esme, a su hijo.

—Pero valió la pena —Se defendió encogiéndose de hombros —Un gran paso, para luego dar unos más pequeños —Fingió inocencia recibiendo un empujón juguetón de Emmett.

Edward sabía que por lo pacífico e inocente no iba a conseguir la atención de Astarte, debía ir a lo arriesgado y poco disimulado.

Ya había decifrado que ella era una aventurera adicta a la adrenalina, tal vez por tener ese complejo de Indiana Jones o Nathan Drake al crecer bajo el manto de aventureros intrépidos amantes de la historia. Astarte era una caja de Pandora que él soñaba con abrir y descubrir. Soñaba en si con que sea de su pertenencia y cuidarla por toda la eternidad. Astarte era su mayor anhelo y al fin llegaba a su vida. Su compañera.





































                             EN CARVER CAFÉ, los profesores llegaban y se sentaban en una mesa al fondo, se saludaban amablemente hasta estar todos reunidos, justo en punto a la hora acordada, el sonido de la campana sobre la puerta se escuchó y se giraron felices, allí estaba Astarte que cerraba el paraguas por la lluvia de Forks.

Miró dentro el lugar hasta que su mirada dió a parar con los nueve profesores reunidos, había menos de veinticinco maestros en la escuela pero solo los que más estaban en la ronda de sus años se juntaron, siendo también los que si pudieron ir ya que tres tuvieron que cancelar por asuntos privados.

—Puntual, me gusta —Dijo a modo de saludó la profesora de matemáticas, la que Astarte reconoció como la que Mike Newton llamo "exigente".

—Hola, ¿Están esperando hace mucho? —Saludó, algo apenada por el comentario de la profesora.

—Oh, no. Tranquila —un profesor se acercó a ella con una sonrisa amigable. Astarte vió lo apuesto que era —Soy el profesor de música, Phil Wenneck —Se colocó detrás de ella para ayudarla a retirar, caballerosamente, su abrigo.

Astarte le sonrió agradecida, aún más cuando él movió la última silla libre para dejarla sentarse. Tenía un cabello castaño algo largo, algo ondulado, una sonrisa encantadora y probablemente el más joven del grupo, claro, después de ella.

Pero también reconocía esa sonrisa de Casanova y no era fan de ese tipo de hombres. Ella prefería los devotos, entregados y dulces románticos clásicos.

—Debía conocer a la nueva bebé de los profesores, me hacían burla por ser el más joven —Bromeó sentándose a dos sillas de distancia, haciendo reír al resto —¿Pero eres...unos cinco años menor? Tengo veintiocho

—tengo veintitrés —Asintio riendo, él devolvió la risa —Ya no eres el menor.

La camarera, Cora, se acercó con los menús para los profesores de Forks High así anotar sus pedidos. Dando apertura a una gran noche, finalizando el gran día que Astarte había tenido.

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