⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀007.
☠. LA CHOZA DEL GIGANTE era del tamaño de un planetario y estaba construida con huesos, barro y piel de drakon, desde luego resultaba acogedora.
En el centro ardía una hoguera hecha de brea y huesos; sin embargo, el humo era blanco e inodoro, y salía por el agujero que había en mitad del techo. El suelo estaba cubierto de hierba seca del pantano y trapos de lana gris. En un lado había una enorme cama confeccionada con pieles de carnero y cuero de drakon. En el otro colgaban percheros independientes con plantas secándose, piel curada y lo que parecían tiras de cecina de drakon. El lugar olía a estofado, humo, albahaca y tomillo. Esa choza era mucho más cómodos que la de Rosier.
Bob había colocado a Percy en la cama del gigante, donde casi había desaparecido entre la lana y la piel. Bob el Pequeño saltaba encima de Percy y sobaba las mantas, ronroneando tan fuerte que el lecho se agitaba como una cama con masaje.
Damasén se acercó pesadamente a la hoguera. Lanzó la carne de drakon a una cazuela colgada que parecía hecha con un viejo cráneo de monstruo y a continuación cogió un cucharón y la empezó a remover.
— Mi amigo se está muriendo. ¿Puedes curarlo o no? —preguntó Rosier, con cierta dificultad en la palabra “amigo” hace mucho tiempo que no pronunciaba esa palabra y porque ni siquiera tenía el derecho alguno en decirle a ellos así.
Damasén la miró con el entrecejo fruncido por debajo de sus pobladas cejas rojas. Rosier había conocido a humanoides grandes y espeluznantes, pero Damasén la inquietaba de otro modo. No parecía hostil. Irradiaba pena y amargura, pero Rosier sabía que ella también se veía así porque el Tartaro convertía a todo habitante de él en oscuridad y tristeza.
— No oigo palabras como esas en el Tártaro —masculló el gigante—.
« Amigo» . « Promesa» .
Rosier frunció el ceño.
— ¿Qué hay de la sangre de gorgona? ¿Puedes curarla o Bob ha exagerado tus aptitudes?
Cabrear a un cazador de drakones de seis metros de altura probablemente no fuera una estrategia prudente, pero Percy se estaba muriendo. No tenía tiempo para ser diplomática.
Damasén la miró ceñudo.
— ¿Cuestionas mis aptitudes? ¿Una mortal medio muerta entra en mi pantano y cuestiona mis aptitudes?
— Sí —dijo ella.
— Hum —Damasén le dio el cucharón a Bob—. Remueve.
Mientras Bob se ocupaba del estofado, Damasén examinó con detenimiento sus perchas de secado, y arrancó varias hojas y raíces. Se metió un puñado de plantas en la boca, las masticó bien y acto seguido las escupió en un montón de lana.
— Una taza de caldo —ordenó Damasén.
Bob recogió un poco de jugo de estofado con el cucharón y lo echó en una calabaza hueca. Se la dio a Damasén, que remojó la bola pastosa y la removió con el dedo.
— Sangre de gorgona —murmuró—. No supone ningún reto para mí.
Se acercó pesadamente a la cabecera de la cama y recostó a Percy con una mano. Bob el Pequeño olfateó el caldo y siseó. Arañó las sábanas con sus garras como si quisiera sepultarlo.
— ¿Vas a darle de comer eso? —preguntó Rosier.
El gigante le lanzó una mirada furibunda.
— ¿Quién es aquí el curandero? ¿Tú o yo?
Observaron cómo el gigante hacía beber el caldo a Percy. Damasén lo trataba con sorprendente dulzura, murmurándole palabras de ánimo que ella no alcanzaba a entender.
Con cada sorbo que bebía, el color de Percy mejoraba. Apuró la taza y sus ojos se abrieron parpadeando. Miró a su alrededor con expresión de asombro, luego vio a la chica y le dedicó una sonrisa ebria.
— Me encuentro estupendamente.
Puso los ojos en blanco. Cayó hacia atrás en la cama y empezó a roncar.
— Unas horas de sueño —declaró Damasén— y estará como nuevo.
Rosier suspiró de alivio.
— Gracias —dijo.
Damasén las miró tristemente.
— Oh, no me des las gracias. Todavía estáis condenados. Y exijo un pago por mis servicios.
Rosier se quedó boquiabierta.
— Ah… ¿Qué clase de pago? —preguntó Rosier, mirando al gigante de manera retadora.
— Una historia —los ojos del gigante empezaron a brillar—. El Tártaro es muy aburrido. Puedes ir contándome vuestra historia mientras comemos, ¿vale?
⍦. ROSIER NO SE SENTÍA CÓMODA contándole su historia a un gigante, en cierto modo, nunca antes la había contado así que mintió nuevamente en ella.
Aun así, Damasén se descubrió como un buen anfitrión. Había salvado a Percy. Su estofado elaborado con carne de drakon estaba delicioso (sobre todo comparado con el agua de fuego). Su choza era cálida y cómoda, y por primera vez desde que había caído al Tártaro, Rosier sentía que podía relajarse por primera vez en años, lo que sin duda resultaba irónico, considerando que estaba cenando con un titán, un gigante y un semidios que en cualquier momento podían traicionarla.
Le relató a Damasén su falsa vida y cómo se encontró con Percy en medio de ese aterrador mundo. Le explicó —o al menos lo que sabía— de cómo Percy había conocido a Bob, que le había borrado la memoria en el río Lete y lo había dejado bajo la custodia de Hades.
— Percy intentaba hacer algo buen—aseguró a Bob—. No sabía que Hades se portaría como un cretino, aunque siempre lo fue.
Ni siquiera a ella le pareció convincente. Hades siempre se portaba como un cretino, lo sabía porque más de una vez se había cruzado con él, al fin y al cabo se crió gran parte de su vida con él.
Damasén hizo un gesto circular con la cuchara.
— Sé que mientes, Rosier Dankworth...
Rosier sintió el pánico envolver sus huesos, miró al Titán y al gigante alerta a cualquier movimiento amenazador.
— « Pero he oído de ti, y comprendo porqué mientes —continuó Damasén —. En este lugar, no hay de quién confiar.
— Lo lamento...—logró decir en medio del nudo en la garganta que sentía —. Pero si ya la conoces, debes de saber cómo terminé aquí en realidad...y por quién.
Damasén asintió, brindándole una mirada de comprensión y consuelo.
— Fue terrible lo que te pasó. Y admiro que a pesar de los siglos y del lugar sigas sobreviviendo. —confesó.
— El mundo sabe sobre ti, niña. Y estoy seguro que harás falta en la profecía. —dijo Bob, dichas palabras confundieron a Rosier.
— ¿Qué profecía?
— Percy me contó sobre una profecía de los siete y la leyenda, al igual de una misión de los semidioses y sobre un barco llamado Argo II —Bob vaciló un poco al hablar, acarició al Bob el pequeño antes de continuar—. La profecía dice: Siete mestizos responderán a la llamada.
Bajo la tormenta o el fuego, el mundo debe caer.
Un juramento que mantener con un último aliento,
y los enemigos en armas ante las Puertas de la Muerte.
Y una vieja leyenda será despertada,
en la batalla luchará y su vida restaurada.
Rosier no dijo absolutamente nada, en cierto modo no quería creer que ella hacía parte de una profecía. En cierto modo, no se sentía dispuesta a pelear por un mundo en la que fue traicionada.
— Tal vez la vieja leyenda sea Damasén. —supuso.
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