⨳ , 𝙩𝙖𝙡𝙠 𝙙𝙞𝙧𝙩𝙮.

talk dirty
—daniel di angelo.



















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Lo ha lanzado a la cama hace ya un rato. Sus manos enloquecidas buscan de qué lado quitar la camisa estorbosa que el ojiverde lleva, mientras siente las manos de este alcanzar sus cabellos para que vuelva a besarlo con fuerza, totalmente desordenado entre respiraciones agitadas.

Tomás se está colando entre sus piernas y está besándolo con tanto esmero, saboreando su boca como el más rico caramelo, disfrutando cada centímetro de ella como si esta fuera a ser la ultima vez que la probará en toda su vida, incluso cuando sabe que ni él ni el menor pueden estar sin probarse tanto tiempo.

Su rostro va de lado a lado, moviéndose experto contra aquellos labios que devoran los suyos como si ellos tuvieran el más delicioso sabor, y sabe que no está tan lejos de confirmarlo cuando Rodrigo ha echado de su boca varios suspiros complacidos.

Adora la manera en que aquellas manos torpes llegan al borde de su remera, esos dedos deslizando hacia arriba la prenda y Tomás ayudando en esto para que no se le haga tan difícil. Sus propios dedos desabotonan la camisa ajena, encimándose un poco más sobre el cuerpo del mas joven mientras toquetea su pecho, ansioso.

Está tan ansioso por comerlo de nuevo, que no le importa volver a presionar sus labios contra los ajenos con más insistencia. Se convierte en una droga, es adictivo y exquisito en todo su esplendor, él besa tan bien mientras jadea de forma necesitada, tan lindo para la perspectiva de Tomás.

— Dios... Llevo esperando esto todo el día, hijo de puta —jadea, reteniendo un gemido cuando siente la boca de Arbillaga presionarse en la piel de su cuello—. Estás yendo muy lento... Ah...

— Voy lo más rápido que puedo. Además, siempre sos vos el que dice que yendo lento se disfruta más, ¿no? —ríe contra la piel cálida, dejando un beso sonoro en ella.

No cuida la fuerza con la que chupa el cuello contrario, lo succiona con ganas y lo lame segundos después de haber soltado la pequeña porción de piel que tomó con su boca. Sin embargo no se detiene para nada y muerde brusco, buscando marcar como suyo aquel lugar que ya conocía de memoria.

Todas las marcas que pudo haber hecho, que ha hecho, aún están plasmadas allí, como un pequeño recuerdo para el ojiverde. Un recuerdo de quien marca en él cada vez que se vuelven a ver, cada vez que esa boca está cerca suyo.

Rodrigo se puede sentir más sofocado por el inmenso calor que lo invade, y está a punto de llenar de insultos a Tomás, si no es porque aquellas manos están tomando los bordes de su camisa y los están bajando por sus hombros, haciéndolo sentir esos dedos fríos contra su piel cálida. Contiene suspiro tras suspiro, pero deja que el otro se encargue de quitarle la ropa sin rechistar, de alguna forma hace que todo se sienta mucho más caliente si es así.

Tiene el pecho descubierto, su abdomen levemente marcado y las clavículas a la vista de esos ojos marrones que desbordan lujuria y deseo, tan maravillados con el cuerpo que ahora mismo yace debajo suyo, totalmente dispuesto a recibir todo lo que el de cabello lacio quiera darle.

Las manos se deslizan por su cuerpo ligeramente tembloroso, besos que son repartidos conforme toca cada zona que le place. El de menor edad enrolla las piernas y las aprieta al rededor de aquella cintura estrecha, gimiendo bajo al sentir que la erección guardada del más grande choca con su firme culo, desesperándolo un poco.

Tomás está en calma delineando con la yema de sus dedos cada centímetro de piel, descendiendo su cuerpo cautelosamente mientras apoya sus belfos sobre el lugar erizado. Causar esos efectos en él era algo a lo que no estaba acostumbrado incluso con el pasar de los meses. Era algo que aún lo seguía emocionando y calentando en partes iguales.

Los besos son húmedos, casi tan húmedos como se comienza a volver el problema en sus pantalones; aprieta como el mismísimo demonio, y la fricción que crea el culo grande de Rodrigo con la punta de su polla erecta lo hace gruñir con satisfacción, deseando que sus movimientos no se detengan por nada del mundo.

Está bajando la ropa inferior de Rodrigo con cuidado mientras le besa el pecho, yendo hacia uno de los costados para tomar uno de los pezones del joven y posar su lengua sobre él, realizando círculos sobre el botoncito que se pone más duro cada vez. Lo muerde y estira con ternura, ternura que luego de unos segundos se convierte en estirones algo más brutos, buscando los soniditos sugerentes del menor.

M-Mierda, sí —Rodrigo lleva una de sus manos a la cabellera lacia, desordenándola mientras siente aquella boca atender tan bien su pezón, obligándolo a temblar de forma constante—. Dios... Tu boca es... es...

— ¿Buena? —Tomás muerde con fuerza, llevando una de sus manos al pezón derecho del ojiverde, tomando este con sus dedos índice y pulgar. Lo rueda de forma suave, atendiéndolo debidamente mientras disfruta, en secreto, de la forma en la que el cuerpo de Rodrigo le pide más.

— La mejor... —respira fuerte, empujando su cintura hacia abajo, logrando sentir la dureza de la polla de Tomás pegarse a su retaguardia—. La tenés tan dura... L-La puta madre, Tomás...

— Es tu culpa, Ro —Tomás muerde el pezón por una última vez, volviendo a repartir sus besos húmedos que ahora pasan por el abdomen del ojiverde, respirando sobre la piel algo sofocado por la calentura que su cuerpo está acumulando—. Es todo tu culpa.

El pantalón que el más chico usaba ya no es un problema, no para él; lo ha retirado y lo ha lanzado por cualquier parte de la habitación, acomodándose entre las piernas del castaño mientras coloca estas en sus hombros. Humedece sus propios labios con su lengua, la cual babea gustosa de ver cómo el bulto que Rodrigo tiene se deja erguir de forma sucia debajo de la prenda.

Le reparte besos y chupones en los muslos internos, tomándose un tiempo entre cada succión, buscando crear manchas que queden en la piel para cada vez que el menor pueda verse al espejo. Sus dientes forman parte de esto sin autorización con mordiscones que apenas y presionan, pero que luego suben la intensidad.

Ver la forma dulce en la que en la piel quedan plasmados sus dientes simplemente es tan adorable, él se ve a sí mismo como alguien posesivo. Tan territorial con lo suyo.

El pecho de Rodrigo sube y baja delante de sus ojos, dilatando sus pupilas con adoración y alimentando sus ganas, haciéndolo sentir algo más desesperado por llegar a lo que verdaderamente importa. Quiere comerlo bien, quiere oírlo, quiere joderlo sin que lo demás tome importancia, quiere tenerlo para él.

Su lengua crea un camino ensalivado hasta que llega al último obstáculo que lo separa de la polla del menor. Lo mira nuevamente y él se ve tan perdido, sus luceros verdes tan brillantes como la más preciosa esmeralda, con aquellos destellos de necesidad que lo vuelven absolutamente loco. Tomás está seguro de que podría correrse con ello, tan sólo con ello.

Toma los bordes del boxer con sus dedos con una mirada atenta a él, viendo aquellos labios que tantas veces ha comido abrirse con cada acción que ejecuta. Él para Arbillaga es adorable, tan corrompible como un lindo juguete. Adora, le fascina, generarle eso.

Cuando ya no tiene nada más que interrumpa su hora de comer, él se acerca cuidadosamente hacia donde el falo erguido está, respirando sobre este. La sonrisa que se expande por sus belfos al ver el cuerpo de Rodrigo saltar y escucharlo gemir bajo no tiene nombre, verdaderamente le encanta ser testigo de esa parte vulnerable y débil de él. Es una imagen que repetiría día y noche si ambos no tuvieran las agendas algo apretadas.

— Quiero tu boca... —está hablándole en un tono ya algo roto, totalmente ido y un poco arrastrado. Tan adorable— Tu boca, Tomás, quiero–

— No estoy escuchándote bien ¿Cómo decís? —Tomás corta su hablar cuando comienza a repartir besos contra la piel cálida, tomando entre sus dedos el tronco, sosteniendo este con firmeza.

Rodrigo cierra los ojos con fuerza, abriendo la boca para jadear continuamente.

Quiero q-que me comas la pija, quiero-quiero que te atragantes con ella, que la metas hasta el fondo. Quiero- ¡ugh!oírlo desesperado podría volverse una de sus cosas cosas favoritas.

Tomás gruñe ante sus comentarios, dando la lamida larga y repleta de saliva a la extensión, yendo desde la base, pasándose por el tronco y acabando en la punta que llora pre-semen, viéndose húmeda en su máximo esplendor, luciendo como un banquete delicioso para la boca experta del mayor.

— Hablás tan sucio... —su lengua crea círculos sobre el glande, llevándose las gotas de líquido preseminal con ellos.

— A vos te-ah-encanta... M-Mghh... —Rodrigo tiembla, sus dedos aferrándose a las hebras lacias del más grande.

— Sí. A mí me encanta —Rodrigo está tan expectante a él. Y sabe que por fin tendrá lo que quiere cuando Tomás ha puesto sus dedos al rededor de sus caderas, ajustándolos a ella para tener el completo control. El suspiro cálido y el gruñido ronco que salen de él le ponen los pelos de punta—. Quiero comerte. Quiero comerte y cogerte tan bien.

Antes de que pudiera responder a su palabrería sucia, Carrera es capaz de sentir la boca húmeda del mayor alcanzar la punta de su longitud. Es cálida y puede sentirla tan mojada al rededor de su glande goteante, y Rodrigo está completamente seguro de que si el mayor seguía de aquella manera, no podría resistir demasiado. La boca de Tomás siempre era una perdición, una perdición exquisita, tan rica y tan obscena desde el primer momento en el que chupa su polla hasta la última gota de semen que recoje con ella.

La siente deslizarse por su pene tan bien, se siente apretada, pero al mismo tiempo adora la forma en la que Tomás se adapta a él, porque no es que Rodrigo sea precisamente pequeño allí. Tenía un tamaño considerable, un tamaño considerable que hacía agua la cavidad hambrienta del oji-marrón.

Dios. Él cree que es tan suertudo.

El vaivén que comienza a hacer jode la mente de Rodrigo un poco más, puede sentir la forma en la que sube y baja por su polla tan bien, parece sacado de algún vídeo para adultos; sus labios están rojos –probablemente por la forma en la que lo ha besado hace rato–, abiertos para dejar que su miembro se pierda en esa boca que con ahínco lo come.

Las hebras cayendo por su frente, el rojo furioso en sus mejillas y sus expectantes ojos marrones le dan una vista digna de admirar. Se siente afortunado de verlo así, de que él se coma su pija como el dulce más rico jamás existente.

Está tan convencido de que para Tomás eso es casi lo mismo.

Las manos de Tomás aprisionan más su cintura, y Rodrigo está en un limbo de lujuria infinita, adorando en secreto la estrechez y la humedad de la boca de Tomás que hace gotear aún más su polla incluso cuando está dentro de esa garganta profunda. Se encuentra a sí mismo respirando fuerte, reteniendo jadeos y mareándose por el exceso de placer que se está instalando en cada pequeño rincón de su cuerpo necesitado.

Abre la boca un poco más y gime duro cuando ha golpeado la parte posterior de la garganta del mayor, una corriente electrizante avanzando por toda su anatomía, obligándolo a arquearse y, sin querer, embestir la profundidad en la garganta ajena. La sensación es increíble y quiere repetirla una vez más, pues ha causado tanto efecto en él, tanto como para que sus piernas estén temblando mucho más que antes sobre los hombros de su acompañante.

Tomás lo mira. Rodrigo tiene lágrimas asomándose por las esquinas de sus ojos, se encuentra jodido incluso si aún no se lo han follado como es debido, pero es que no puede evitarlo. Las ansias y lo bien que Tomás lo atiende son razones suficientes para hacer que su polla quiera explotar de una vez por todas.

Arbillaga deja los dedos marcados en su cintura, el metal de los anillos que lleva forman parte de aquellas manchas que se crean en su piel lechosa. Rodrigo solo jadea brusco, deseando tener un poco de autocontrol, incluso cuando sabe que ya ha perdido cualquier rastro de él. Puede decir que lo perdió cuando ha comenzado a suspirar con necesidad, cuando su cuerpo ha comenzado a querer más de Tomás.

— Sí, sí, por Dios —su cabeza se hunde en la almohada, por el contrario sus caderas se alzan para dar una estocada en el lugar en el que su polla está metida. Escuchar cómo esto ahoga a Tomás solo alimenta aún más la sed que tiene de sentir más de él—. M-Mierda... Tenés la boquita perfecta d-de un chupapijas... Toda húmeda y sucia, puedo correrme tantas veces en ella. Tantas veces y a vos no te molestaría.

Tomás siente su erección doler más con el hablar obsceno de Rodrigo. Carrera siempre tenía esa forma tan violenta al hablarle durante el sexo, siempre era tan demandante, pero adoraba demasiado eso de él. Que utilice el lenguaje sucio para decirle lo que quiere que Arbillaga haga con su cuerpo caliente y jodido, tan experto en ordenarle y darle una especificación exacta de todo lo que Tomás debe realizar en él.

Siempre usando su lenguaje sucio, tan lujurioso y perfecto para el ambiente en el que están. Siempre sabe cómo prender los sentidos de Arbillaga, siempre sabe cómo obtener lo que busca.

— T-Tu pija es tan rica, mh– —Tomás ha abandonado la polla de Rodrigo unos segundos para respirar, quedando a centímetros del glande tan sólo para que un hilo de saliva separe su boca de este—. Gotéas tanto, Carru —Tomás ríe ronco, entre inhalaciones exageradas y agitadas. Su mejilla se apoya y la restriega contra la piel caliente del miembro erguido, dándole una mirada –para nada– inocente al ojiverde—. Todo mojado para mí...



















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Los dedos entran y salen de él. Apenas y puede sostener su peso sobre sus codos y rodillas. Su rostro se entierra en la almohada que tiene bajo su mentón, sus manos hechas puños apretando el objeto, buscando que este le dé algún tipo de dominio sobre todo el placer que lo recorre conforme aquellos dígitos están dentro suyo y se mueven, certeros.

La saliva ha comenzado a escurrir de los costados de su boca y sus ojos están desbordando en lágrimas que manchan la tela blanca de la almohada. Él se siente tan jodido y a la vez tan sobre-estimulado, por alguna extraña razón la sensibilidad en cada poro de su ser ese día era mucho mas notable que cualquiera de las otras veces en las que ambos hayan hecho esto.

Retener sus gemidos no funciona, no cuando Tomás está moviendo sus dedos tan bien dentro de él, no cuando los ha curvado y ha encontrado su próstata en un roce que le hace gemir roto, tan urgido por sentir más embestidas sobre ese lugarcito que le eriza la piel y le genera tanta adoración. Tal vez no puede pensar con claridad las cosas que está maquinando, pero no está seguro de que eso importe mucho ahora.

La otra mano de Tomás ha separado un poco uno de sus glúteos, poniéndolo ansioso, al tanto de cada acción que realice. Apesar de que ha sido estimulado por esos dedos hace un rato ya, sabe que Tomás todavía tiene cosas para darle.

E incluso cuando no cree aguantarlas todas, aún así las quiere. Las precisa, y las anhela tanto.

Sus jadeos se vuelven constantes, y siente que pierde la cabeza cuando reconoce la muy experta lengua de Tomás, la cual se ha apoyado juguetona contra su entrada, robándole un gemido sonoro que se pierde en las paredes de su propia habitación.

— ¡T-Tom- ¡Aghm! —el sonido es amortiguado por la forma en la que su rostro se estampa contra el objeto suave, llorando en él de forma insistente. Sentir que la sin hueso del mayor está deslizándose por su anillo de músculos es una sensación tan grotesca, pero tan deliciosa al mismo tiempo—. ¡Es-Esperá! ¡M-Me voy a– ¡Ah!

Tomás embiste con dos de sus dedos y delinea la entrada con su lengua, de vez en cuando haciendo a un lado estos para dejar que la humedad de su sin hueso se meta a formar parte de esa pequeña diversión. Es tan experto cuando abre el lugar con su mano libre y se permite saborear el delicioso sabor del agujero del menor, degustándolo tan bien y chupando cada parte de él con esmero.

Sus dedos están rozando el punto dulce de Rodrigo repetidas veces, mientras su lengua está contorneando los bordes, de vez en cuando amagando entrar. Le comería el culo de una mejor forma si pudiera, pero no piensa y tampoco cree poder aguantar más la calentura que sobrelleva su cuerpo.

Menos viendo cómo ese agujero hambriento le come y le aprieta los dedos tan bien, cómo los toma con tanto ahínco, haciéndole desear inmensamente que esa fuera su polla y no precisamente dos de sus largos dígitos follándolo de esa forma tan obscena, con aquel chasquido que pone a volar su mente. Tomás no era una persona con autocontrol –no con tanto–, y si Rodrigo se mostraba así, lo que menos hace es esperar.

Quiere follárselo. Quiere follarlo y recordarle lo buen chico que puede ser con una buena pija insertada en el culo.

Chupa con ganas el orificio necesitado, moviendo su cabeza un poco para los costados para poder darle el gusto a Rodrigo de disfrutar mejor la manera en la que Tomás lo come. Se aleja un poco y luego su lengua vuelve a aparecer, chupeteo tras chupeteo y siente su boca tan endulzada con el adictivo sabor del ojiverde.

Da una última lamida, apartándose y quitando los dedos de ese interior jugoso. Sus ojos brillan al ver la entrada contraerse, a la espera de que algo más grande fuera a llenarla, a la espera de la polla gruesa y grande de Tomás que reemplace de la mejor manera sus falanges. Arbillaga está tan preparado para darle a ese culo juguetón todo lo que tanto quiere.

Desabrochar el cinturón de su pantalón no es un problema, bajar la bragueta y deshacerse de este y su ropa interior tampoco. Las manos vuelven a las caderas ajenas, y lo atrae hacia él hasta que las nalgas blanquecinas de Rodrigo están chocando con su falo descubierto, contento de por fin obtener lo que le gusta.

— ¿Qué pasa? —burlón, Tomás amasa los montones de carne—. ¿Querés esto, bebé? ¿Querés la pija de papi dentro? Mirá nada más lo urgido que estás, Ro. ¿Este de verdad sos vos? —las aprieta como quiere, amando la suavidad de esa piel que espera ser marcada.

Rodrigo gime, meneando sus caderas y llevándolas hacia atrás, abriendo la boca para tomar aire.

— Por favor —él llora, tembloroso—, por favor, por favor, yo-el golpe que recibe en uno de sus glúteos lo hace brincar con sorpresa—. ¡P-Por favor!

— No estás siendo claro. ¿Qué querés que haga?

Tomás está alzando la palma de su mano nuevamente, y cuando Rodrigo menos se lo espera está recibiendo otro azote en el glúteo izquierdo. Puede sentir el metal de los anillos fundirse en su piel, mezclándose tan bien con el exceso de calentura que está abarcando su cuerpo entero.

Cogemelloriquea, volviendo a mover sus caderas con emoción—. Por favor, por-por favor, papi, cogeme tan bien. Qui-Quiero que papi me coja tan fuerte, tan duro como solamente él sabe hacerlo.

Tomás golpea sus glúteos una última vez, antes de que sus dedos vuelvan a enrollarse al rededor de esa pequeña cintura. Acercarlo no es tan complicado debido a lo débil que él está, se ve tan pequeño cuando está esperándolo como un buen chico, es tan obediente que le sorprende que también pueda ser capaz de hablarle tan mal.

Alinear su polla delante de la entrada de Rodrigo no es difícil, pero entrar en ella lo es; tiene que retener los gemidos continuos que quieren abandonar su boca, sin embargo puede deleitarse con la manera dulce en la que Rodrigo está llorando, sollozando, hundido completamente en la sensación de llenura que siente de repente.

El interior es tan apretado, tan estrecho y cálido. Tiene que resistirse a moverse por lo bien que se siente, pero es inevitable, Rodrigo lo toma tan bien, con tanta fuerza, que le resulta tierna la forma en la que el menor aún cuando Arbillaga se encuentra entrando en él todavía puede mostrarse dispuesto a ejercer algún movimiento con tal de sentir la pija de Tom dentro suyo.

Está tomando bocanadas de aire, se siente increíblemente lleno, tan lleno de Tomás que no cree poder aguantar mucho. Su polla gotea tanto, mojando la sábana que descansa debajo de las rodillas que poco a poco pierden el equilibrio por el cúmulo de sensaciones que están jodiendo cada parte de su cuerpo destruido.

No visualiza bien la habitación por las lágrimas que están deslizándose por sus mejillas, y es allí que se le ve perdido, tan sumergido en esa satisfacción que el mayor genera en él cuando apenas está ingresando en su interior. Siente que puede correrse, siente que puede venirse tan mal cuando la punta de la polla de Tomás toca de lleno su próstata.

Enterrar su rostro en la almohada es lo único que puede hacer, apretarla entre sus brazos y morderla suavemente es una forma ridícula de callarse a sí mismo.

— V-Voy a... Voy– y-yo voy– —no puede formular algo coherente, se siente destrozado, completamente ido.

Tomás presiona sus caderas. Rodrigo gime, lastimero.

Te voy a dar razones para venirte.

El llanto alto de Rodrigo está resonando por cada pared de la pieza. La estabilidad en sus codos está yéndose demasiado rápido cuando aquel trozo de carne está moviéndose dentro suyo de forma inesperada, haciéndolo llorar con necesidad mientras temblores se hacen cada vez mas visibles a cada segundo que pasa.

Tomás ha impulsado su pelvis hacia adelante, volviéndose adicto a la forma en la que su polla desaparece por aquel agujero que, ahora, está repleto de él, de él y de su gruesa y palpitante pija. Aún le cuesta un poco moverse con la libertad que desea, pero es un reto que, seguramente, pasará, pues nada le impedirá golpear esa bolita de nervios hasta ver a Carrera explotar ante sus ojos.

Los dedos están marcándose en la piel, una de sus manos está yendo hasta los cabellos ondulados y desordenados del ojiverde antes de tomarlos y enredar sus dígitos en él. Se encuentra a sí mismo atrayéndolo cuando los tira, mientras su cadera se impulsa hacia delante para embestir duramente la próstata del más chico.

Acerca su rostro hasta el cuello ajeno y comienza a repartir besos nuevos allí, suspirando sobre el oído de Rodrigo a propósito, tan sólo para ver cómo la piel del menor se pone de gallina al sentir su aliento sobre aquella zona sensible. Muerde con sensualidad el lóbulo, echando una risa suave mientras gime ronco por la estrechez que está asfixiando su polla dura.

Rodrigo solo puede llorar y cerrar los ojos, abriendo la boca para gemir tan alto como se le dé la gana, pues sabe que Tomás ama escucharlo.

¡T-Tu pija es tan grande, T-Tomi! —solloza, el hilo de saliva que se desliza por su mentón demostrando lo satisfecho que él está— ¡M-Me gusta! ¡Me gusta tanto!

Tomás se muerde el labio, las estocadas están siendo más rápidas conforme el tiempo avanza. Rodrigo se acopla tan bien al tamaño de su pene, lo toma con tanto esmero, con tanta desesperación y tantas ganas que es imposible no gemir por la forma en la que no quiere dejarlo ir. Se le hace tan jodidamente caliente.

Su otra mano está yendo hacia adelante, justo hasta donde la polla desatendida de Rodrigo está. Lo escucha jadear tan fuerte cuando sus dedos se están enredando en el tronco, Tom ríe bajo cuando es testigo de los espasmos que se hacen mas presentes en el cuerpo usado del menor. Se le ve tan jodido, tan lindo que no le parecería raro que con tan sólo unos buenos toques ya esté corriéndose para él.

Su mano es capaz de deslizarse en un vaivén lento con dureza, ejerciendo presión en el tronco, estimulando la punta con su dedo pulgar. Sus caderas están creando movimientos más fuertes, se está moviendo con más velocidad, expandiendo el interior de Rodrigo con una rapidez que le resulta en exceso excitante.

Mordisquea su cuello con ansias, pasando lentamente hasta su hombro, succionando la piel como se le antoja. Es tan precioso cuando Rodrigo suelta suspiros entrecortados, se ve tan pequeño y tan adorable, con el sudor cayéndole por la frente y el pecho subiéndole conforme está recuperando un poco de su aliento.

Tomás es más directo con sus estocadas, machacando con destreza el punto sensible de Rodrigo, sobre-estimulando aquella bolita de nervios que ya está completamente usada, ultrajada y hecha polvo. Es tan rico, se siente tan maravillosa la forma en la que el interior de Rodrigo lo aprieta tan bien.

El tiempo transcurre tan lento para Rodrigo, su próstata maltratada está por estallar, el placer es tanto que apenas y puede respirar correctamente. La polla de Tomás se siente hinchada dentro suyo, puede sentir cada vena de esta palpitar en su interior, una sensación tan estimulante y tan ardiente. Le hace pensar en lo delicioso que es tenerla enterrada en el culo, en lo bien que se siente que lo esté follando tan mal, tan rudo.

Su rostro permanece nuevamente escondido entre la tela suave de la almohada por puro capricho del oji-marrón, pero eso no es un problema, ama que lo controle. Ama que sea tan dominante con él, que no le tiemble la mano para ordenarle las cosas, colocarlo en la posición que más desee.

— Tenés un culo tan gordo. Un culo tan rico, Ro —ronronea, estrellando la palma de su mano contra uno de los glúteos del pequeño. El interior lo aprieta tan bien, se siente tan cerca—. Dios... Mirá lo bien que rebota.

— ¡T-Tu pija me está– —su lengua sobresale sin que él realmente lo quiera, sus manos forman puños para tomar las sábanas— ¡M-Me voy a correr!

—Correte para papi, nene.

Rodrigo está descargándose luego de esa orden. Su cuerpo está temblando de una forma algo anormal, su llanto se está intensificando y el dolor que se instala en su interior se mezcla con el sentir mareante del orgasmo que lo está atravesando. Es tan bueno, y lo tiene tan jodido.

La respiración no la puede regular en un lapso de tiempo corto, mucho menos cuando siente que Tomás está moviéndose nuevamente para conseguir el clímax, embistiendo y usando su próstata un poco más, obligándolo a sollozar contra la superficie.

Tomás está viéndolo mientras siente que Rodrigo se cierra tan bien al rededor de su falo, apretándolo tanto que es sofocante, pero a la vez lo hace jadear con completo gozo. El tiempo transcurre hasta que está corriéndose dentro de Carrera, sus piernas temblando al igual que las de Rodrigo cuando ha comenzado a venirse.

Se encuentra acariciándole la cabellera, apartando aquellos mechones de pelo que se atraviesan por su rostro enrojecido. Rodrigo está abultando su mejilla, los hilos de agua salada aún caen de sus ojos ligeramente cerrados.

— Qui-Quiero– M-Mierda... —respira pesado, temblando.

— Shh... Está bien. Lo hiciste bien, sos un chico tan bueno —Tomas sonríe, brindándole roces dulces a la mejilla sonrojada del pequeño.

Rodrigo está perdido, se encuentra aún en un pequeño trance, temblando y llorando mientras siente que su intenso orgasmo está lejos de acabar. E incluso con ello, sus caderas vuelven a mecerse hacia atrás, pudiendo oír el gruñido que proviene de la boca de Tomás.

¿Él de verdad...?

Cogeme otra vez —Ro lo observa, sus orbes verdes suplicantes con una sonrisa juguetona curvándose en su belfos rojos, hinchados—. Quiero tu pija de nuevo, Tomi.
















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Bueno. No me gustó tanto este, pero alguna canción de Daniel Di Angelo tenía que usar como inspiración para un OS, jejej.

Espero que les haya gustado, sisi<3

PD: escuchen Daniel Di Angelo, 100% recomendado por mí.

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