—Deberías haberme esperado.

Víctor estaba hecho una bola al lado de la camilla de la enfermería, su cola cubriendo su cara.

La capitana suspiró, viéndolo con preocupación.

— ¿Qué te dijo?

— Nada importante— murmuró, pasando a cubrir su estómago.

— ¿Parecía enfadado? ¿Adónde ha ido?

El enfermero tragó saliva.

— Se ha ido, así sin más. Papaya, no quiero seguir teniéndolo cerca— pidió, aún sentado en el suelo—, por favor.

— Un segundo— Antes de hacer algo, la rubia quería ordenar sus pensamientos. No cometer errores era un punto clave ahora, era un tema serio— mierda. Tengo que- tengo que ir a hablar con él. Todo va a salir bien— le dijo, aunque incluso ella misma dudaba. Tenían que ser optimistas.

Sus pasos resonaban en el suelo, desesperados, ¿Y si hacía algo más?

Finalmente, lo encontró ahí, frente a la puerta del pasillo que los llevaba a la sala de mando, cruzado de brazos.

— Dns— cuándo lo llamó, este levantó la cabeza—, puedo arreglarlo.

—¿Qué crees que pasará cuándo volvamos? — preguntó el de gafas, con rencor en su voz— ¿crees que serán amables conmigo?

— Joder Dns, podemos solucionarlo— ella insistió—, tú y yo.

El copiloto suspiró, rodando los ojos.

—Escucho lo buena que eres como capitana constantemente, y me está empezando a molestar. Qué pesadez— Apartó la mirada por un momento—. Pero, ahora... ¿Qué crees que pasará cuando volvamos? No te verán como la persona tan ejemplar que todos dicen que eres, ¿no es así?

La capitana dudó.

— Qué lo arreglaremos, te digo— siguió insistiendo.

— Todo por lo que hemos logrado a lo largo de nuestra vida. Nuestros logros, nuestros cambios. Nada de eso tendrá importancia.

— No es la primera vez que superas una situación complicada, venga. No debería de ser muy diferente a las anteriores, ¿no? Esfuérzate, poco a poco.

— Esto no es solo cosa mía, ¿No crees? — preguntó, mofándose de la capitana— ¿No que lo tenías todo controlado? La nave, la tripulación, todo lo que no ha salido de aquí... tu responsabilidad, capitana. Eso es lo que oirás el resto de tu vida. O eso, o será recordado como una tragedia. Pese a lo mucho que se esforzó, supuestamente, su admirada capitana. Ah, y la tripulación de la Tulpar nunca apareció. Bonitas casualidades, ¿No es así? — La capitana lo escuchaba en silencio, tratando de no colapsar ahí mismo— Ha llegado lejos, capitana. A lo alto de una escalera que ahora se ve incapaz de bajar, con los pies anclados— miró hacia otro lado—, ahora lo entiendo.

Cuando por fin se calló, Papaya se tuvo que enfrentar a sus pensamientos. Aquella charla no le estaba sirviendo de nada.

— Ya...

Silencio de nuevo. Un silencio incómodo, dónde la furia del copiloto se sentía en el aire, y la duda de la capitana también. Él se acercó, palmeando su hombro y luego dándose media vuelta para ir a la cabina de mando.

— Ya me ocupo yo. — dijo, parándose por un momento antes de proseguir.

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Su respiración era rápida, y su vista era borrosa. El carguero se sacudía de forma violenta y las únicas luces que habían eran las rojas, lo cuál no le relajaba para nada. De nuevo, pisó fuerte el suelo debajo de él y, tambaleante, se acercó a su copiloto.

Dns se cubría la cabeza con las manos, sentado en el suelo.

— Dns, dime que no lo hiciste— habló, agitada. Ante la falta de respuesta, lo removió, algo agresiva— ¿¡Qué coño has hecho?!

Dejó escapar aire, y entró a la cabina. Le faltaba el aire y ahí la sacudida era mucho más violenta. Intentó detenerla, pero falló estrepitosamente.

Lo último que vio fue la luz de un asteroide impactando contra su cara y unos pasos acercándose a su cuerpo, pero ya no sentía nada.