𝐏𝐚𝐫𝐭𝐞 𝐮́𝐧𝐢𝐜𝐚
El sol había comenzado a ocultarse, mostrando un cálido y vibrante atardecer en el cielo para después dar paso a la noche estrellada.
Con ese clima como señal, las tres chicas detuvieron su caminata buscando un lugar para descansar y así seguir cuando se alzará la mañana.
—¡Muy bien, yo seré la primera en vigilar!
Habló la chica de ojos chocolate con entusiasmo y una gran sonrisa mostrando sus pequeños colmillos.
—¿Estas segura, Moroha?
—Es mejor así Towa, así descansaré de sus estruendosos ronquidos por un rato —la oji-violeta se dirigió a la contraria con una leve sonrisa burlona en su rostro.
—¡Hey, que cruel Setsuna-chan! Igual me escucharás hablarte porque tú no puedes dormir.
Esta vez fue el turno de Moroha en mostrarle una risita socarrona, provocando que la cazadora alzara su lanza contra ella de forma amenazante.
—Llámame con más respeto o muere.
La albina al observar la situación —y como era habitual— se interpuso entre las dos con una mueca tratando de aligerar el ambiente, una pelea entre esas chicas era de temer.
—Muy bien chicas, paren la discusión. Te encargamos el primer turno Moroha.
—¡Obviamente! —exclamó la azabache orgullosa, sentándose con las piernas y brazos cruzados sin soltar su espada. Mientras, Towa se abrigaba con su saco de dormir y Setsuna dándole la espalda a las dos.
En momentos de calma y tranquilidad como aquella noche, cierta chica se distraía en las flamantes llamas de la fogata. Pues, a pesar de ser ella quien se ofreció para vigilar, por su desarrollado olfato y audición sabía que estaban en un lugar seguro, fuera de peligro.
El silencio no era algo que a Moroha le gustase del todo, así que para no sentirse abrumada por el callado ambiente comenzó a tararear suavemente para no interrumpir el sueño de Towa y no molestar a Setsuna. Esto último era raro, pero no se sentía con energías para ver las expresiones enojadas de la oji-violeta.
Cuando entonaba esa tenue melodía un leve sentimiento de nostalgia y tristeza la invadía por completo, además de un nudo que se formaba en su garganta, aún se preguntaba de donde la había escuchado, ya que no se consideraba una persona muy capaz de crear tan linda pieza musical.
Y así, con el pasar de los minutos cantando esa dulce canción sus párpados comenzaron a pesar dejándose llevar por el sueño y calor acogedor del fuego de la fogata.
La gran silueta de un hombre fue lo primero que se interpuso en su campo de visión y al aclarar su mirada lo más llamativo que pudo observar frente a ella fue un lacio cabello plateado. Una sedosa cabellera, la cual pensaba que había sido bañada por la resplandeciente luz de luna.
—Así que, mi princesa todavía sigue despierta.
Habló esa voz cálida y divertida para sus oídos, sin saber la razón su corazón saltó de alegría al escucharlo.
—Querrás decir, nuestra princesa —otra voz se presentó ante ella, por lo que deducía la de una mujer. A medida que se fue acercando, pudo distinguir su largo cabello azabache y una sonrisa de ternura dirigida hacia ella.
—Parece que necesitas otra vez de tu canción para dormir —el adulto volvió a hablar mientras se acercaba a Moroha para cargarla en sus brazos.
—A mí también me gustaría escucharla.
El susurro tenue de la contraria fue suficiente para que él comenzará a aclarar su garganta. Empezó a entonar una sutil melodía que conocía muy bien, esa que siempre vagaba en sus memorias aunque no supiera quien la había compuesto.
A medida que continuaba cantando, la mujer se acercó lentamente hacia los dos apoyando su cabeza en el hombro del mayor, mientras acariciaba de forma suave y relajada la cabeza de la niña, para después unirse a la entonación cantando de forma melodiosa.
El sentimiento que llenaba a Moroha en ese preciso momento era indescriptible, su corazón se sentía cálido, protegido entre los brazos de esos dos adultos que la mimaban con tanto amor.
«¿Quiénes son?»
Aunque no podía ver con claridad sus apariencias estaba segura que aquellos ojos que no lograba divisar estaban llenos de cariño y felicidad, desconocía porque, pero lo intuía.
—Recuerda Moroha, no importa que tan lejos estemos de ti, siempre iremos a buscarte.
La voz grave paró por breves segundos su tarareo para decir aquellas palabras, para luego afianzar más el agarre de su cuerpo contra el cálido pecho de peli-plateado.
—Si no estamos cerca... nuestras almas estarán contigo cuidándote y protegiéndote siempre.
Esa voz dulce salió quebradiza de los labios de la azabache, dejando un olor de tristeza a su alrededor, pero sin abandonar esa sonrisa de su rostro en ningún momento.
Su pequeña frente sintió la calidez de los besos de esos dos adultos y volvió a cerrar sus ojos siendo protegida por los amorosos brazos que la rodeaban.
Seguido de eso, todo es oscuridad y llamas comienzan a brotar del suelo rodeándola sin tener una escapatoria. Moroha, desesperada intenta correr de ahí sin éxito alguno, pues sus piernas no respondían y el fuego seguía asfixiándola.
«¡NO, NO! ¡PAPÁ! ¡MAMÁ!»
—¡Moroha! —ante ese llamado abrió sus ojos exaltada sin poder formular alguna palabra coherente— Tienes el sueño muy pesado, te llame muchas veces.
—Se durmió antes de que su turno acabará, ni siquiera podemos confiarle eso a ella.
Esta vez, la que habló fue Setsuna con una mirada de soslayo en su rostro. Al final, igual tuvo que soportar sus ronquidos toda la noche lo que explicaba su mal humor.
Moroha las observó detenidamente tratando de entender todo lo que había sucedido hasta que cayó en cuenta de la realidad.
«Todo fue un sueño... no, eran recuerdos»
Tan sólo ese pensamiento fue suficiente para dejarla con un sabor melancólico y una fuerte opresión en su pecho.
«Esos eran mis padres...» Todavía no salía del asombro al recordar ese sentimiento amoroso y cariñoso que le entregaban.
De lo último que recuerda de su infancia, fue ella en soledad cuidando de si misma sin unas figuras paternas que la cuidarán o eso había supuesto hasta ese momento. Lo había olvidado, aquellos padres que tanto añoraba en su niñez como cualquier niño pequeño.
—Mo-Moroha, ¿Te sientes bien? —habló Towa de forma nerviosa.
—Eh, sí ¿Por qué preguntas?
La de ojos chocolates se extraño por la acción de su compañera, aunque sentía algo extraño en el sonido de su propia voz y estaba comenzando a ver borroso.
—¿Por qué lloras? —está vez fue Setsuna la que preguntó asombrada con todo lo que sucedía. Ella no lo aparentará abiertamente, pero estaba preocupada al pensar en que la había lastimado con sus duros comentarios y no sabía que hacer para arreglarlo.
«¿Llorando?» Moroha tocó su rostro y efectivamente pequeñas gotas de lágrimas comenzaban a caer por sus ojos sin detenerse.
Al darse cuenta de este detalle se volteó de forma rápida secándolas desesperada, se sentía avergonzada porque vieran esa faceta tan débil de ella, una cazarrecompensas y en especial la temible BeniYasha no podía mostrarse a ese nivel.
¿Pensar en sus padres le había afectado tanto? ¿Por qué su corazón estaba comenzado a doler cada vez más? Tenía tantas preguntas, no acostumbraba que la envolviera la tristeza, tenía que estar alegre y optimista como siempre lo había sido.
—Están viendo mal, sólo me entro algo en el ojo ¡Estoy bien, muy bien! —trató de sonar convincente, pero sus hipidos silenciosos la delataron por la sensible audición de las dos chicas.
Ante esto Towa la observó preocupada y le dirigió una mirada de reproche a su hermana, si ella era la culpable se enojaría mucho, Setsuna sólo desvió su mirada para que no la observara directamente a sus orbes violetas y comenzó a mover su pie de forma nerviosa.
—Lo que sea que te esté molestando, nos tienes a nosotras para apoyarte ¿Sí? —la albina la tomó por los hombros haciendo que se voltease, encontrándose con una pequeña Moroha en llanto.
—¡¿De qué hablas?! ¡No hay nada que me moleste! —exclamó la azabache forzando una sonrisa y ocultando sus orbes chocolates con su antebrazo. Pensaba que era un desastre en ese momento, solo por no poder controlar sus emociones debido a los lindos y nostálgicos recuerdos de ese tiempo en familia.
—Sí, sí, ven aquí.
Con esa orden, Moroha ocultó su rostro entre el cuello y hombro de Towa soltando pequeños hipidos producto del llanto, mientras temblaba un poco por estar todavía reprimiéndose.
A pesar de la melancolía que llenaba su cuerpo, una pequeña parte de ella sentía cierto gozo por recordar esas bellas memorias que habían sido olvidadas y esa dulce melodía que la calmaba en las situaciones más angustiantes.
Su amoroso padre y cariñosa madre se lo habían dicho, ella nunca estuvo vagando sola como creía anteriormente, pues aunque no estuvieran cerca físicamente, las almas de ellos dos siempre estuvieron con su hija, día a día cuidándola y protegiéndola.
Sin duda, aquellas eran unas dulces memorias que no quería, ni volvería a olvidar por nada en el mundo.
Y quién sabe, tal vez volverían a reencontrarse en algún lugar para crear nuevos recuerdos juntos, como una familia otra vez.
NOTAS DE LA AUTORA:
Hey! Hey! Ya volví con más fanfics, y esta vez de InuYasha que es uno de mis animes favoritos de la infancia.
Con el estreno de Yashahime estoy en hype y debía escribir algo de mi linda Moroha, que me cautivo con su actitud carismática. Es la combinación perfecta de sus padres, bellisimaaa /fangirl.
Volviendo al one-shot, cómo está en emisión no sabemos demasiado sobre las personalidades de las protas, así que espero no sea demasiado OOC.
La melodía que tararea Moroha es la tan conocida Inuyasha's Lullaby, la cual deje en multimedia. Amo ese OST por lo que debía integrarlo y lo mejor que Inu se la canté a su pequeña. uwu
¡Muchas gracias por leer! ♥️
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