VIII. El desastre

ɪꜱ ɪᴛ ʙᴇᴛᴛᴇʀ ᴛᴏ ꜱᴘᴇᴀᴋ ᴏʀ ᴛᴏ ᴅɪᴇ?

"ꜱʜᴏᴜʟᴅ ɪ ꜱᴛᴀʏ ᴏʀ ꜱʜᴏᴜʟᴅ ɪ ɢᴏ ɴᴏᴡ?
ɪꜰ ɪ ɢᴏ ᴛʜᴇʀᴇ ᴡɪʟʟ ʙᴇ ᴛʀᴏᴜʙʟᴇ
ᴀɴᴅ ɪꜰ ɪ ꜱᴛᴀʏ ɪᴛ ᴡɪʟʟ ʙᴇ ᴅᴏᴜʙʟᴇ"

{ﮩ٨ـﮩﮩ٨ـ♡ﮩ٨ـﮩﮩ٨ـ}









































2 horas y 45 minutos antes del desastre











— ¿Qué pasa acá? — Preguntó Sídney confundida entrando a la cámara acorazada.


Al legar se encontró con Moscú y Tokio bailando abrazados y por otro lado a Helsinki. Levantó una ceja confundida pero una sonrisa se formó en su rostro a pesar de no entender la situación. Moscú se giró hacia ella y levantó ambas manos mostrándole la suciedad de las mismas.

— ¡Tierra, Sídney! ¡Tierra! — Exclamó feliz y siguió cantando la canción de "Bella ciao" que reproducía la radio.

Sídney dirigió su mirada al pozo y comprendió todo al ver que finalmente habían atravesado todo el hormigón. Una risa se le escapó y luego comenzó a reír con alegría mientras se acercaba al hombre para abrazarlo. Al hacerlo dejó un fuerte beso en su mejilla.

— ¡Qué genio que sos, Moscú! — El hombre se separó de ella para comenzar a bailar y cantar libremente junto a Helsinki.

Sídney a punto de hacer lo mismo, con la felicidad siendo lo único que invadía su cuerpo, sintió unos brazos rodear su cuerpo y correspondió el abrazo sabiendo de quién se trataba. Nunca negaría ningún afecto de su parte.

Ambas mujeres rieron feliz y Sídney levantó a Tokio en sus brazos, haciendo que esta envolviera sus piernas alrededor de ella.

E se muoio da partigiano
Tu mi devi seppellir — Cantaron los cuatro al mismo tiempo

Justo cuando el tono de la melodía bajó, como si fuera planeado, Berlín apareció y abrió ambos brazos permitiéndose disfrutar de la canción

E seppellire lassù in montagna — Ingresó a la cámara y se dirigió al pozo con tierra para sostener la misma.

Sídney soltó a Tokio, que se fue junto al hombre, y la argentina se quedó bailando por su lado mientras todos cantaban en coro.

O bella ciao, bella ciao, bella ciao ciao ciao
E seppellire lassù in montagna
Sotto l'ombra di un bel fior — Le letra dejó se cortó por un momento y fluyeron con la feliz melodía del estribillo.

— ¿Qué pasa? ¿Qué fiesta os tenéis aquí montada? ¿Qué pasa? — Llegó Denver confundido y su padre le señaló el mismo lugar que a todos, el pozo.

La cara del chico se iluminó de inmediato y, contagiándose de la emoción del ambiente, les siguió la corriente.

Tutte le genti che passeranno
O bella ciao, bella ciao, bella ciao ciao ciao
Tutte le genti che passeranno
Mi diranno: che bel fior

Todos terminaron afuera de la cámara acorazada bailando y cantando a lo alto "Bella ciao". Denver y Helsinki pretendían que sus armas eran guitarras. En aquel momento, sumándose al recuerdo, llegó Nairobi.

— ¿Qué os pasa? — Preguntó con una sonrisa en la cara y el megáfono en la mano.

Ninguna se dignó realmente a responderle, sólo algunos le señalaron el mismo lugar de siempre y ella comprendió. Comenzaron a formar una ronda y terminaron con sus brazos abrazados a las personas de sus costados mientras giraban al mismo tiempo.

O bella ciao, bella ciao, bella ciao ciao ciao
Quest'e il fiore del partigiano
Morto per la libertà —

Nairobi gritaba cosas a través de su megáfono y Tokio les tiraba billetes a todos pretendiendo ser lluvia. La felicidad era lo único que abarcaba al lugar, borrando por unos minutos de sus mentes en dónde se encontraban. Por ese pequeño momento, pudieron volver a agarrarle la mano a la esperanza y todos los problemas que tenían entre ellos desaparecieron.

¡Quest'e il fiore del partigiano
Morto per la libertà! — Finalizaron la canción con fuerza en sus voces y las rodillas apoyadas en el suelo.

Sin duda, fue el momento que más felices fueron ahí adentro. Sintieron la libertad en las puntas de sus dedos, y el sueño dejó de ser un sueño. Estaban a punto de lograrlo. Que mala suerte que su felicidad fuera la causa de su propia ignorancia. Se relajaron....Y eso fue el peor error de todos.








1 hora y 12 minutos antes del desastre








Esta era la situación. El plan Valencia había salido a la perfección. Sin embargo, en el tiempo que Sídney no estuvo, la policía había intentado contactar a Río. La inspectora Murillo había ingresado a la Fábrica con pequeño micrófono en ella, que adentro llevaba una grabación de los padres de Río y un número de teléfono.

Ahora, tal cual el Profesor les había enseñado, Río se encontraba hablando con la policía para persuadirlos y ganar tiempo, sacándoles ventaja.

— Soy Aníbal Cortés. ¿Qué es lo que quieren? — Habló apenas atendieron.

Habían planeado cada palabra que le diría Río a la policía. Básicamente, toda la protección que tenían adentro, mostrando que sería imposible entrar sin que un accidente pasara. Si así fuera, sería culpa de ellos.

— Hay explosivos plásticos en todos los accesos....Ya. ¿Y por qué iba yo a vender a mis compañeros? — Luego de un rato silencio de su parte, volvió a hablar.

— Vale. Vamos a echar cuentas, inspectora. Mira, robo con violencia: de 2 a 5 años. Delito contra la libertad, secuestro y establecimiento de condiciones para la liberación de los cuatro policías de convoy: 40 años. "Hackear" las alarmas. Delito informático. Hablamos de 6 meses a 2 años — El chico iba leyendo con calma las anotaciones que habían hecho en su brazo antes de llamar — Alteración del orden público por el asalto "in situ" a la fábrica: de 1 a 6 años. Luego, 67 rehenes, y el Código Penal dice que son de 6 a 10 años por cada uno de los secuestrados. Los disparos a la Policía a bocajarro el primer día. De 6 a 8 años por cada agente. Pero es que encima los hemos herido, lo cual conlleva a un delito por lesiones y un agravante de hasta 8 años por cada agente herido. Estaríamos hablando de 723 años. El mínimo que pueden ofrecerme, tanto un juez como la fiscalía en sí, sin ignorar el Código Penal, es de 173 años.

— Aunque hay una cosa con la que sí podemos pactar. El indulto del presidente....No, quiero que le pida al presidente que salga en todas las televisiones y delante de toda España diga que si alguno de los secuestradores se decide a colaborar en el final de la crisis, se valorará la posibilidad de ofrecerle el indulto por su colaboración. Primero que el presidente salga en el telediario. Y después ya me pensaré yo lo de ser un vendido de mierda.

Se calló de nuevo, dejando que la inspectora contara su parte del trato y condiciones — Vale. Un nombre y un número. Coja papel y boli.....¡Mis cojones, 33! — Gritó y cortó la llamada.

Al instante, Oslo abrió la puerta y junto a él, Sídney, Tokio y Moscú, se asomaron al cubículo donde estaba Río sentado encima de la tapa del inodoro.

— Pero, tío, ¿qué coño has hecho? — Preguntó molesta la española.

— Que nos ha jodido la posibilidad de ganar tiempo, eso ha hecho — Respondió de igual manera Moscú.

— No paraba de escuchar putos cuchicheos, joder — Río se levantó de su lugar y salió del cubículo.

— Pero, vamos a ver, ¿tú quién te crees que eres? Tú tenías que ejecutar, no decidir ni cambiar los planes, joder. ¿Y eso de cuchichear qué coño es? — Reclamó el mayor de todos.

Sídney se acercó y puso una mano en el pecho de Moscú para alejarlo con cuidado del chico — Ya está. Lo hecho, hecho está. Y si dice que la policía no mordió el anzuelo, es porque no lo hizo.

— Llevamos días mareando a la puta inspectora esa. Así que no es culpa de él, ¿vale? ¿Estamos? — Defendió también Tokio.

— Eso es. Además, no iba a llamar ni al presidente, ni a la televisión, ni a su puta madre en bicicleta.

— Ya os vale. La madre que os parió....

Moscú se retiró molesto y Oslo le siguió por detrás. Los tres menores del grupo de quedaron solos, y la "pareja" bufó en un intento de risa vaga. Sídney, sin querer quedarse ahí y que la situación pudiera volverse incómoda, dejó un beso en la sien de Río como consuelo y se marchó del baño también.








32 minutos antes del desastre







Su mirada se posaba en los rehenes e iba pasando de uno en uno mientras avanzaba en línea recta con el arma reposando en sus manos. Le tocaba hacer la guardia. Esta vez estaba sola. Se suponía que alguien más tendría que estar con ella, sin embargo ahí estaba, tomando la responsabilidad del lugar y todo lo que pudiera suceder en el mismo.

El silencio abrazaba el lugar, el único sonido constante era el de sus botas chocando contra el suelo, y muy de vez en cuando algunos murmullos charlatanes.

A pesar de su mirada seria y desafiante, sus pensamientos se encontraban más allá de ese lugar, como últimamente lo hacía. La situación de esa mañana le había dejado un sabor de esperanza en la boca, que lograba tranquilizarla luego de tanta mierda sucedida. Además, por un momento, todos habían olvidado sus diferencias y problemas entre sí para compartir la idea del mismo sueño. Por esos cortos minutos dejaron de ser compañeros de atraco en busca de lo imposible, y fueron familia en busca de la felicidad. Que de hecho, estaba cada vez más cerca del alcance de sus manos.

El recuerdo se quedaría en su cabeza por siempre. En un futuro le contaría a sus hijos la historia de su vida ahí adentro como si fuera la de alguien más. Como si estuviera contando un cuento de hadas. O más bien, la nueva historia de Robin Hood. La historia de aquella gente que hizo lo que nunca nadie había imaginado, pero con lo que ahora siempre soñarán.
Dinero, felicidad y libertad.

Interrumpiendo sus pensamientos, pasos provenientes de alguien más sonaron y Sídney, al alzar la mirada, pudo ver a Nairobi que venía con algo de prisa. Al llegar, calmó su paso y fingió tranquilidad mientras acomodaba su arma. Cruzaron miradas por un segundo, en donde Sídney hundió su entrecejo con confusión, pero Nairobi apartó la mirada y comenzó a caminar lentamente vigilando a los rehenes.

Sídney copió la acción y retomó lo que hacía. Su confusión no había desaparecido, pero ahora la fuente de origen era otra. Al principio no entendió por qué su amiga parecía tan apurada, tal vez porque se le había hecho tarde, pero ahora le confundía ver que la ignoró. No le dirigía la palabra ni mirada, siquiera la había saludado con un movimiento de cabeza al llegar.

Fingió una fuerte tos para ver si lograba llamar un segundo su atención, pero no funcionó. Intentó por segunda vez sin logro. Relamió sus labios y comenzó a dirigir lentamente sus pasos hacia ella haciéndose la tonta. Nairobi iba en dirección contraria, así que al pasar por su lado se detuvo y giró hacia ella.

— ¿Está todo bien? — Preguntó Sídney en un tono bajo para que los rehenes no oyeran.

Nairobi se vio en la obligación de frenar su caminata también. No respondió al instante, ella asintió de manera lenta mientras rascaba su mentón y parecía pensar.

— De maravilla — Respondió aún sin dirigirle la mirada e intentó seguir su camino, pero Sídney la detuvo del brazo.

— No, en serio. ¿Qué te pasa? Porque sé que te pasa algo — Insistió.

— Joder — Susurró con lo que parecía molestia — Que no me pasa nada, tía, ¿si?

— Nairobi te conozco. Hasta me arriesgaría a decir que tiene que ver conmigo.

La mayor alzó ambas cejas por un segundo y empujó la lengua contra su mejilla interna, mientras soltaba un bajo bufido. Con esa acción Sídney supo que había pegado en el clavo correcto.

— Nairobi....

— Pero por supuesto que tiene que ver contigo, ¿qué esperabas? — Elevó un poco la voz.

La argentina miró a los rehenes para asegurar que no estuvieran escuchando la conversación. Cuando confirmó que así era, suspiró y volvió su atención a la chica. Se calló unos segundos, tenía miedo de preguntar.

— ¿Es por lo que dijo Berlín? — Más que una pregunta era una confirmación — ¿Lo dedujiste?

— ¡Pues claro! Es que tú....¿Tú de verdad creías que no me daría cuenta? — El tono de su voz era dolido — Una puta asesina. Mira, quien lo diría, ¿no?. La pequeña e inocente Sídney, que se cree más buena que todos aquí, una asesina. Que puto asco.

— Déjame que te explique.

La española la interrumpió — Pero si no hay nada que explicar. Es que yo no lo puedo creer.

— Nairobi, por favor — Su voz tembló ante la tristeza creciendo en ella — No te lo conté porque sabía que te iba a molestar, que te iba a dar asco. Y está bien, porque asesinar gente es horrible, pero es la persona que soy. No te quería perder, me daba miedo, y tampoco te quiero perder ahora — Intentó acercarse pero Nairobi se alejó.

— No es un asco, Sídney, es enfermizo.... ¿Pero sabes qué es lo que más me molesta? — Esperó a que contestara, y cuando la otra negó miedosa con la cabeza, siguió — Que me hayas mentido en la cara. ¿Tengo la cara de tonta?

Negó muchas veces con la cabeza — ¿Qué? No. Obvio que no.

— ¿Entonces?

Sídney abrió y cerró varias veces la boca intentando decir algo pero las palabras no salían de su boca. El miedo de perder su amistad la estaba paralizando.

Nairobi chasqueó la lengua — No sólo me has ocultado el secreto más grande de tu vida, sino que me has mentido respecto a quien eres. ¿De quién se supone que soy amiga ahora, de la Síd de gran corazón o Sídney la asesina?

— Sigo siendo la misma — Sus ojos se pusieron llorosos —Tenes que entenderme.....

La mayor se le quedó viendo con el entrecejo hundido de manera casi interceptible, mientras negaba lento con la cabeza.

— No puedo, Síd.....Lo siento — Se alejó de ella sin dejar que la otra pudiera decir algo más al respecto.

Sídney mordió su labio conteniendo las ganas de llorar, parecía ser todo lo que últimamente hacía. Se sintió pequeña y vulnerable. Su mente y cuerpo volvieron a tener trece años por segunda vez. Era de nuevo esa niña que nunca había tenido amigas y la soledad la seguía abrazando como lo hizo toda su vida. Antes tenía a sus padres, ahora ni siquiera tenía a su hermano junto a ella.

Quiso explicarle todo a Nairobi. Decirle que tenía miedo de perder su amistad porque era la primera que tenía en toda su vida, que por favor no dejase que terminara. Tal vez porque eso lo había arruinado, porque realmente no sabía cómo cuidar una amistad. Sin embargo, al fin y al cabo, tenía razón. Matar era enfermizo, pero es lo que ella era. Era su pasado y, no importa que tanto cambies, nada te separa de tu pasado.

¿Cómo es que podía mandar a matar a alguien sin problema alguno, pero perder una amistad la hacía ponerse a patalear y llorar como si tuviera ocho años?

Una lágrima cayó por su mejilla y la limpió rápidamente. No se permitiría llorar otra vez, estaba cansada de hacerlo. Lo único que más deseaba en ese instante era salir de esa Fábrica. Comenzaba a dejar de importarle si era con el dinero o sin él.

Iba a retomar su puesto de vigilancia, pero una voz en ruso habló. Al girarse divisó a Oslo. No sabía qué había dicho, pero viendo que la observaba a ella, supo que se dirigía a su persona.

— ¿Qué pasa, Oslo?

El hombre señaló con la cabeza las cajas de pizzas apartadas en un costado— Ayudar con la comida para rehenes — Pidió con un marcado acento.

Supo a qué se refería, pues Oslo junto a Helsinki se encargaban de vigilar y alimentar a los rehenes que trabajaban en la parte trasera de la Fábrica moliendo el suelo.

Ayudó a Oslo a llevar las cajas tomando varias de ellas. Ambos se encaminaron hacia el lugar de destino, pero antes de marcharse completamente de ahí, Sídney se dio la vuelta para ver a Nairobi. Esta seguía muy concentrada en vigilar al grupo de gente, o al menos fingía no importarle lo que ella hiciera, así que siguió caminado.

Ambos siguieron el camino en silencio hacia la parte trasera. Sídney en realidad nunca había hablado tanto con Oslo, podía asegurar que del grupo era la persona con la que menos conversaciones había establecido en los cinco meses. No porque el hombre fuera callado, — aunque mayormente lo era — o por su falta de compresión total del español, sino porque, a su simple parecer, no habían conectado tanto.

Al llegar, Oslo ingresó primero y dejó la pila de cajas reposando en el suelo. Sídney repitió sus acciones al entrar luego de él. El hombre tomó el arma en sus manos y observó confundido por unos segundos a los rehenes. Ella miró hacia los mismos para ver que sucedía. Los hombres de encontraban sentados en el suelo con las rodillas es sus pecho  y las manos y pies......las manos y pies sin atar.

Oslo levantó el arma y se dio la vuelta mientras gritaba en ruso, lo que ella supuso, una advertencia para los rehenes que se habían puesto de pie. A Sídney se le escapó un jadeó de sorpresa y susto y apuntó su arma.

— ¡Quietos! ¡Se quedan quiet-..... — Junto a su advertencia, estuvo a punto de disparar al techo, pero alguien le proporcionó una fuerte golpiza en la espalda y cayó en un golpe seco al suelo.

Su sien se dio un cabezazo contra el cemento y gritó con dolor. Con ello, la confusión y el pánico la consumieron. Un pitido constante era lo único que sus oídos podían captar junto con muy difusos ruidos de fondo. La visión se le volvió borrosa y no podía distinguir más que manchas de colores.

Se llevó una mano a la zona golpeada y sintió un líquido caliente humedecer sus dedos. Con sólo observar su color rojo supo que se trataba de sangre, aunque con un golpe como ese no esperaba menos. Comenzó a levantarse con lentitud intentando mantener el equilibrio. Divisó una gran mancha en el suelo que supo que se trataba de Oslo y se arodilló a su lado. Movió su cuerpo varias veces y lo llamó, esperando a que se levantara o siquiera contestara. El sonido de su propia voz se escuchó lejano y con eco por encima del pitido.

Cuando vio que Oslo se encontraba, lo que ella creyó, inconsciente, dirigió las manos a la nube negra a su lado y tomó el arma. Volvió a pararse y comenzó a caminar siguiendo el camino que los rehenes habían tomado. Sus pasos eran torpes y desequilibrados, se tenía que sostener o empujar de las cosas de sus costados para no terminar en el suelo por segunda vez.

Sintió el ruido de una explosión y terminó de rodillas por el temblor que causó el mismo. Cubrió su cabeza con los brazos por las dudas, pero, cuando el olor a polvillo llegó a sus fosas nasales, con rapidez se colocó de pie. Caminó lo más veloz que le permitió la ceguera. Finalmente, terminó llegando a la zona de la explosión, o mejor dicho al agujero en la pared de la Fábrica por donde los rehenes se estaban escapando.

No pudo observar la imagen con exacta claridad, pero su imaginación lo dedució todo por sí sola al ver el gran agujero frente a ella. Sin saber qué pasaba por su cabeza, realizó el primer reflejo que tuvo: disparar. Ni siquiera sabía a qué o por qué, tal vez era hasta una mala idea, pero fue un reflejo. Esperaba darle a alguien, a un rehén o policía, como si fuera la solución, pero con la estúpida esperanza de que todo se detuviera.

Como había pensando, fue una mala idea, se dio cuenta cuando sintió el sonido de un disparo y un incomparable dolor apareció en su brazo derecho. Gritó y cayó al suelo por segunda vez, por lo que arrastró su cuerpo como pudo hasta detrás un estante para estar a salvo.

Estaban finalmente jodidos. Era el fin de sus sueños.

{ﮩ٨ـﮩﮩ٨ـ♡ﮩ٨ـﮩﮩ٨ـ}

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top