VI. De mal en peor
ɪꜱ ɪᴛ ʙᴇᴛᴛᴇʀ ᴛᴏ ꜱᴘᴇᴀᴋ ᴏʀ ᴛᴏ ᴅɪᴇ?
"ɪ'ᴍ ɴᴏᴛ ʏᴏᴜʀ ꜰʀɪᴇɴᴅ ᴏʀ ᴀɴʏᴛʜɪɴɢ, ᴅᴀᴍɴ
ʏᴏᴜ ᴛʜɪɴᴋ ᴛʜᴀᴛ ʏᴏᴜ'ʀᴇ ᴛʜᴇ ᴍᴀɴ
ɪ ᴛʜɪɴᴋ, ᴛʜᴇʀᴇꜰᴏʀᴇ ɪ ᴀᴍ
ɪ ᴅᴏɴ'ᴛ ᴡᴀɴᴛ ᴘʀᴇꜱꜱ ᴛᴏ ᴘᴜᴛ ʏᴏᴜʀ ɴᴀᴍᴇ ɴᴇxᴛ ᴛᴏ ᴍɪɴᴇ"
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Si tuviera la oportunidad de dar un vistazo al futuro, no creería la imagen frente a sus ojos. El sentimiento que la envolvía en la actualidad debía de ser el mismo que siente un militar al ver a su familia luego de meses o años.
Amor, hermandad, refugio, seguridad, y sobre todo, lealtad, la envolvían.
Pero en ese momento, apenas llevaban poco más de un mes hablando. Nunca pensó que la mujer frente a ella se convertiría en lo que ella nunca conoció pero anheló como cualquier niña. Una verdadera amistad.
-— ¿Y tú cómo has terminado en España? -— Preguntó Nairobi sonriente mientras daba un sorbo al vino en su copa.
Ambas se encontraban solas, sentadas en un banquito del patio de la casa y observando la vista. Luego del almuerzo, mientras que todos se dispersaron, las dos mujeres se fueron por su lado para matar el tiempo.
La pregunta la tomó por sorpresa y remojó sus labios a la vez que pensaba en silencio. Hablar del tema era volver a recordar la época oscura de su vida. Era volver a hundirse en el pozo, incluso cuando ya lo había tapado. Sin embargo, dejándose llevar por la confianza transmitida de la mayor, suspiró y decidió contarle su historia.
— Mi mamá era española. Ella había viajado por diversión a Argentina de joven con sus amigos. Le gustó mucho. Recuerdo las fotos que me mostraba de ese viaje cuando yo era nena. Siempre fue una mujer llena de vida. Al volver a España, pasó un año de eso y decidió que quería vivir allá. Después de unos meses conoció a mi papá. Se conocieron, se enamoraron, qué se yo. Como cualquier historia de amor.
《 Se casaron a los cinco años de novios y me tuvieron a mi dos años después. Eran los mejores papás que había, te lo juro. Más o menos después de once años de eso....., nació mi hermano. Cuando mi mamá estaba embarazada de él, los dos decidieron que nos íbamos a vivir a España......Cuando mi hermano nació, acá en España....., mi mamá murió en el parto. Mi papá cayó en una depresión muy fuerte. Creo mucho que ambos eran almas gemelas, aunque suene muy cursi. La amaba con toda su ser. Yo también lo hacía. Lo hago......Pero parece que no nos quería con esa intencidas también a nosotros, al menos no lo suficiente para seguir viviendo.....Se suicidó......Papá se suicidó. Y lo odié por eso. Pasé mi niñez amándolo y mi adolescencia odiándolo. Ahora....solamente lo comprendo. No lo perdono, pero lo entiendo. 》
《 Tuvimos que ir a un orfanato. Fue la peor experiencia de mi vida. Pasé toda mi adolescencia, y mi hermano toda su vida, en ese lugar. Los cuartos compartidos olían a madera mojada y polvo, y tenían las camas más incómodas del mundo. Las comidas eran un asco. Arroz con leche, carne dura con arvejas......A veces la comida ni siquiera alcanzaba. Las rutinas eran todas las mismas, y, si normalmente era aburrido, eso lo multiplicaba el triple. Lo recuerdo todo como si fuera ayer. Fueron los años más horribles y asquerosos de mi vida. Nunca tuve amigos, y no me dejaban cuidar o ver a mi hermano al ser bebé, al menos que hiciera un escándalo. Después de varios años comenzamos a ir de casa en casa de acogida, pero siempre nos devolvían. Cuando cumplí los dieciocho me fui de ahí y me llevé a mi hermano. Sabía que me quería ir desde los quince años. 》
《 Encontramos un alquiler de departamento barato, y con ahorros de los robos pudimos alquilarlo. Vivimos ahí desde entonces y de a poco la vida mejoró. Si es que se puede decir así. Fuí yo quien crió a mi hermano. Todo siguió igual, hasta que hace un mes el Profesor me encontró justo cuando volvía a casa después de un robo. Lo llevé a cabo con mi hermano. Tendrías que haber visto al Profesor esa noche. Eran las doce de la noche, no había nadie, y de la nada apareció acosándome en su auto. Y bueno, acá estoy. Así que para mi no fue difícil decirle al Profesor que sí. Me juré que a mi hermano nunca más le haría falta algo. Y así lo voy a cumplir. Es la persona más importante de mi vida. Nada me interesa además de él y su felicidad. 》
La mirada de Nairobi se había vuelto cada vez más decaída con el paso de la historia. Su copa había sido dejada en el suelo hacía mucho y su atención estaba en la chica. Su frágil y empatico corazón la estaba matando de pena. No podía creer lo que había tenido que vivir Sídney a tan corta edad, y ni hablar de su hermano.
— Joder..... — Susurró casi interceptible — Lo siento mucho.
La mano de la mayor sostuvo la ajena y la acarició con cariño. Sídney se encogió de hombros con su vista en el césped.
— No es que sea tu culpa.
El silencio entre ambas se hizo presente y fue genuinamente cómodo. En el pecho de Sídney, se instaló un sentimiento que nunca antes alguien que no fuera su hermano había logrado crear. Paz.
— ¿Qué hay del pequeño? ¿Es tan fuerte e inteligente como tú? — Preguntó con un eje de gracia, queriendo subirle el ánimo, logrando su objetivo. Las comisuras de Síd se elevaron un poco.
— Se llama Mateo. Tiene catorce. Es la persona más inteligente e increíble que conozco. Ese nene es todo para mi — Suspiró con nostalgia — No hago esto sólo por mi, lo hago sobretodo por él.
— Pues ya te digo yo, que ese niño se ha gana'o la lotería con el pedazo de hermana que le ha toca'o —Dejó un beso en la sien de la menor y esta le regaló una pequeña sonrisa.
— Gracias.......
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— "Conocido por perpetrar numerosos atracos a joyerías y establecimientos de lujo, a Andrés de Fonollosa también se le atribuyen otros delitos de carácter sexual. En concreto, la pertenencia a una red de tráficos de mujeres que traían del este, desde Albania y Bulgaria para ser posteriormente vendidas....."
— ¡Vaya currículum! Andrés de Fonollosa ¿Quién lo iba a pensar? Con esa finura que tienes....Y ese palo que parece que te han metido por el culo. Y al final, mira, lo que te van son las putas — Dijo Nairobi con desagrado al escuchar las noticias de la TV.
Aquel era el castigo del profesor, Sídney lo sabía. Revelar la identidad de Berlín, o mejor dicho Andrés de Fonollosa. Lo que no sabía si se trataba de algo verdadero o no, era el relato que contaba la periodista en la televisión. ¿Trata de mujeres? Le sonaba algo que sobrepasaba los valores de Berlín, pero, sin embargo, eso no le impedía que un sentimiento de asco y repulsión se instalara en su pecho, junto con un gusto ácido en su garganta.
— ¿También catabas a las búlgaras, eh, antes de venderlas? — Prosiguió la española.
— "Delitos de proxenetismo, extorsión de menores, privación de libertad....."
— ¿Menores? ¿Menores? — Preguntó sorprendida a la vez que Sídney levantaba ambas cejas por la misma razón — Eres un cerdo ¿Se puede saber a qué viene tener a esa niña en tu despacho? ¿Eh?
Sídney también lo había notado, pero decidió no tomar cartas en el asunto. La chica, por alguna razón inexplicable para ella, estaba siempre con Berlín en su despacho o lo buscaba cuando no era así. Hasta una vez había visto al hombre acariciarle el cabello y susurrándole cosas al oído, mientras la pobre parecía querer llorar y salir corriendo. Repugnante si se lo preguntas a ella.
— ¿Qué pretendes hacer, pedazo de escoria? — "Según las últimas informaciones, Fonollosa habría eludido este último cargo gracias a su colaboración como confidente de la policía" — Ah, encima eres un soplón....
En cuanto menos lo esperaron, Berlín tomó a Nairobi del cuello ahorcándola y la dejó recostada en el escritorio. De inmediato, Sídney sacó su arma y apuntó al hombre en la cabeza.
— ¡Soltala porque te mato! — Advirtió sin ser escuchada.
— Yo nunca vendería mujeres. Y mucho menos sería su chulo. Tengo un código ético que me lo impide — Explicó entre dientes con un tono de voz molesto — Como también me impide delatar a un compañero, por mucho que sea un miserable despojo. Y eso no tiene nada que ver con mis gustos y aficiones, Nairobi — No le sacó la mirada de encima.
Cuando la argentina no vio intenciones de soltarla por parte de Berlín, dio vuelta el arma y golpeó la cabeza del mayor con la culata de la misma. Este dejó ir a la chica y se tambaleó hacia atrás adolorido, mientras llevaba ambas manos a su cabeza. Las mismas se tiñeron de rojo por la sangre que chorreaba de su herida abierta.
Nairobi tomó una gran bocanada de aire en cuanto su garganta fue liberada de las manos ajenas. Al instante, se reincorporó del escritorio y comenzó a toser llevando una de sus manos a la zona herida, queriendo recuperar la respiración.
Mientras que Berlín retomaba su camino a la puerta, Sídney se acercó a su amiga y frotó su espalda ayudándola a sentirse mejor.
— Díganme, mujeres, ¿saben dónde está Denver? — Ambas negaron de manera verbal y el español terminó marchándose como si nada hubiera sucedido.
— Que hijo de mil puta. Lo odio. En cualquier momento lo mato — Se quejó enojada Sídney.
Si todavía no había matado a golpes a Berlín, era porque su mente siempre logra ser más fuerte que sus emociones. Es una persona que piensa antes de actuar, no era impulsiva. Podía asegurar que con una mano podría contar las ocasiones en que no fue así, y estaba segura de que hasta le sobrarían dedos. Casi eran inexistentes las veces que se le dejaba impulsar por sus emociones. La única forma de que así fuera, era que explotara o algo la sacara de sus casillas.
Berlín era el pilar que sostenía todo el plan allí adentro, y si él caía, ellos caían con él. Así que se obligaba a ella misma a tragarse ese impulso de dispararle y se marchaba de la habitación lo antes posible.
— ¿Estás bien? — Tomó la barbilla de la más alta y la levantó para poder observar su cuello.
— Sí, no te preocupes.....Ese tío está muy mal de la cabeza.
— Capaz te quede una marca, pero nada grave — Alejó la mano de la zona hinchada y rojiza — Te vuelve a poner un dedo encima y lo reviento.
Nairobi rió vagamente — No le regales la satisfacción de caer en sus provocaciones. Cada vez queda menos para salir de aquí, mantente al margen, ¿si?
— No voy a cagar el plan, no soy Tokio, pero te juro que si Berlín no deja su papel de taradito le voy a encajar una piña que le va a re-acomodar las ideas — Expresó con molestia.
— Hablando de Tokio.....¿Ha sucedido algo más con ella? ¿Habéis hablado? — Preguntó curiosa.
Le preocupaba, justificadamente, el amor que su amiga sentía por aquella chica. Si bien Tokio era también su amiga, Sídney envolvía en ella un lazo especial directo a su corazón. Era mucho más importante que Tokio. Además, sabía que tan buen corazón mantenía guardado la argentina en su pecho, y Tokio podía ser capaz de destruir eso en segundos. Siempre hay peligro si se trata de ella.
Se encogió de hombros, restándole importancia o fingiendo desinterés — No importa. Ya está.
Suspiró pesadamente y su cabeza volvió a pensar en Berlín, era inevitable no hacerlo si seguía molesta por lo sucedido. No fue hasta unos segundos después que su ceño se frunció y recordó las palabras del hombre preguntando por Denver. Eso la hizo reincorporarse del escritorio en el que estaba apoyada.
— Le va a hacer algo a Denver — Dijo preocupada y salió a paso rápido buscando a Andrés. Nairobi la siguió a trote hasta llegar a su lado y caminó con confusión.
— ¿Qué dices? ¿De quién cojon-
La mujer dejó de hablar cuando la voz de Berlín llamando a Denver llegó a sus oídos. La expresión de Nairobi decayó de inmediato y entendió lo que quería decir Sídney. La mayor tomó la delantera y se dirigió hacia el depósito, encontrándose allí al hombre.
— ¡Berlín! ¡Joder! ¡Berlín, para! — Gritó Nairobi, por muchas pasos delante de ella, alterada — ¡Escúchame, para, para, para, tienes razón! Tienes razón. Puede que Denver perdiera un botón de tu chaqueta porque se puso tu chaqueta, pero ¿y qué? No lo puedes cambiar.
— Pero puedo castigarlo — Argumentó Andrés cuando Sídney llegó a ellos.
— Berlín — Habló Helsinki que venía acompañado de Oslo — No está descansando. No está en museo. Ni en túnel. Ni en imprenta.
El español se giró hacia ellas — ¿Se habrá ido a la verbena otra vez? — Ironizó.
Sídney recordaba bien esa noche, uno de los muchos recuerdos buenos creados con sus compañeros de atraco.
— Tranquilo, chicos, yo lo busco.
Mientras que Nairobi fue detrás de Berlín queriendo hacerlo entrar en razón, Sídney fue más rápida y corrió saliendo del lugar para buscar a Denver. Intentar convencer a Berlín era estúpido, así que al menos pondría consciente al otro chico de la vulnerable situación en la que se encontraba.
No lo buscó en las zonas que Helsinki había dicho que no estaba, ni tampoco en los espacios cercanos. Se frenó a pensar un segundo, ¿qué podría estar haciendo Denver tan importante, si no se tratara del atraco? Su cabeza hizo click al instante. Mónica.
Se apresuró a correr nuevamente y al llegar agitada a la cámara acorazada, la abrió. Sin embargo, se llevó una sorpresa al ver que no sólo Denver faltaba allí, sino también Mónica. La única opción que le quedaba fácil era el baño, no podría estar en otro lugar. ¿A dónde más iría con una mujer que apenas podía sostenerse de pie y, se suponen debería estar muerta?
Al llegar al lugar, suspiró con tranquilidad al ver al chico. Se adentró al baño para acercarse al mismo.
—- Denver, por Dios, te tenes que ir ya de acá —- Advirtió.
Este la observó confundido -— ¿Qué dices? ¿Por qué?
— ¿Está Mónica acá? — Cuando tardó en contestar por titubear, repitió — ¿Está Mónica acá?
— ¡Que sí! Está en el puto baño. ¿Qué está sucediendo, Síd? Me estás poniendo de los nervios.
— Descubrieron la identidad de Berlín, lo pasan por toda la TV. Lo están difamando, o eso creo, y te está buscando porque piensa que es tu culpa. Encontraron sus huellas en un botón de su saco en el Set Ibiza del Profesor.
Ni siquiera tuvo que explicarle porqué Berlín le echaba la culpa, que de inmediato unió los cables. Se llevó una mano a la cabeza y tiró con molestia de sus hebras mientras maldecía.
— ¡Denver! — La voz de Andrés los paralizó y se quedaron quietos mirándose — ¡Denver! ¿Denver?
El chico le hizo una seña de silencio, y, antes de salir, le señaló el cubículo donde se encontraba Mónica para que la vigilara y tuviera cuidado de sus acciones.
— Denver. Te estaba buscando — Fingió estar tranquilo.
— Aquí me tienes.
Se mantuvo el silencio unos segundos y luego la voz del mayor se oyó — Resuelta que.....mi cara no deja de salir en los informativos ¿Y sabes lo que están diciendo de mí?
— No — Respondió serio haciéndose el tonto.
— Que soy un ladrón. Hasta ahí, bien, pero también dicen que soy un putero, un proxeneta, que abuso de niños. Y....Y todo por un botón. Un botón de mi chaqueta ¿Recuerdas? La que tú te pusiste — El chico no respondió y tragó duro — Y que al parecer te dejaste abandonado en el coche que teníamos en Toledo. Un coche en el que, por cierto, yo, estoy seguro, no.....No me subí jamás. ¿Sabes lo que eso quiere decir?
Negó con la cabeza, esperando por lo peor — No lo sé.
— Sí que lo sabes.
— No lo sé — Repitió.
— Que me acabas de joder la vida — Concluyó con una ira a punto de salir — ¿Qué hago contigo?
Sídney, desde donde estaba, oyó unos pasos apresurados y luego la voz de Nairobi llamando por Berlín.
— Lo sienton, tío, no me di cuenta del puto botón. Te compenso con 10, 15 millones de los míos y pa' 'lante — Ofreció como tratado de paz — 15 millones. Nos vamos y a tomar por culo. 15 millones.
— 15 millones de euros — Repitió Berlín con un todo de gracia que expresaba todo menos lo mismo.
Sídney podía sentir el sabor metálico de su sangre en la boca de tanto morder su mejilla interna. Estaba al borde de los nervios. Berlín no se lo dejaría pasar a Denver, no importaba si le ofrecía todo el dinero del mundo.
— Te lo firmo si quieres, sí.
— ¿Por un botón? — Preguntó curioso. El tono nervioso de Denver delataba su prisa porque se marchara de allí. Y Sídney esperaba lo mismo.
— Por un botón.
— ¿Qué está pasando aquí? — La argentina maldijo en un susurro y llevó silenciosamente la mano al arma asegurada en su pierna, sólo por precaución.
— No está pasando nada — Aseguró haciendo reír falsamente al contrario.
— Es curioso. Venía.....con la idea de meterte un tiro así, no sé, en el pie para compensar y me están entrando unas ganas de meterte un tiro en la cabeza y no sé muy bien por qué.
Denver ni siquiera tuvo tiempo de dar una respuesta, que el sonido de la cadena del baño interrumpió la conversación. Ambos menores se quedaron congelados en su lugar, mientras Berlín se llevaba el dedo índice a los labios en señal de silencio.
Al ingresar al baño de manera lenta y curiosa, aunque no lo demostró, se llevó una sorpresa a ver a Sídney ahí parada con expresión seria y dura. Sin embargo, no hizo comentario alguna y siguió con lo suyo. Abrió la puerta del primer cubículo y no encontró nada. En la segunda, pasó igual.
Denver ingresó intentando detenerlo pero Berlín volvió a callarlo. Al llegar a la tercera, convencido por la reacción del chico y la presencia inesperada de Sídney, llamó a la puerta.
El tenso silencio se rompió ante una cuarta voz presente — Denver. Denver, ¿eres tú? — Preguntó Mónica insegura.
Andrés abrió la puerta sin prisa y se encontró cara a cara con la mujer, teniendo sus pantalónes bajos y sentada en el inodoro. El hombro miró al chico riendo.
— Te mandé a matarla un viernes. Y hoy es domingo — Rió más fuerte y miró al techo — ¡Domingo de Resurrección! Alabado sea el Señor. Disculpa, voy a dejar que termines con calma. No quiero ser yo quien perturbe tu intimidad.
Cerró la puerta y se giró hacia los otros dos pasando su mirada de uno a otro. Nairobi se mantenía con alerta en la entrada.
— Voy a hacerte una confesión, Denver. Cuando la vi ahí tirada, muerta, algo en mí se removió. A veces me precipito. Este carácter mío — Se dirigió a un lavabo y abrió la canilla para mojarse la nuca. Le dirigió una mirada a Sídney, que no supo descifrar, a través del espejo, y se volteó — Claro que esta no deja de ser una situación incómoda y vamos a tener que solucionarla, pero ¿cómo? En un lado de la balanza, Denver, tienes lo malo.
Ingresaron Oslo y Helsinki al baño con sus armas, el primero se colocó por detrás de Berlín y el otro por detrás de ellos. Sídney, Denver y Nairobi se encontraban del lado de la puerta.
— Me has desobedecido. Yo te pedí que la mataras, porque esa mujer puso en peligro el plan. Nuestro plan. Y tú la has salvado. Por no hablar del botón, que, por tu torpeza, has puesto mi cara en los telediarios, los aeropuertos, las comisarías....Y ahora sí, has roto definitivamente mi futuro — Se calló y se giró hacia Sídney — Tal vez la próxima deba ordenárselo a Sídney, tú sabes mucho sobre deshacerte de la gente, ¿a que sí? — Rió sarcástico.
La nombrada tragó grueso por lo dicho. Ninguno de sus compañeros estaba consciente de que no sólo era ladrona sino también asesina, le había pedido al Profesor que así se quedara. Sin embargo, aunque le tomó por sorpresa que Berlín lo supiera, unió cables al recordar que era hermano del Profesor. Probablemente, sabía todo de todos.
No le importó la mirada que le dirigió Denver, pero su corazón se aceleró mucho más con miedo por la expresión confundida de Nairobi. Estaba segura de que si se enterara, la odiaría. No quería que así fuese.
— Aunque viendo que te encontrabas aquí mucho antes que yo, supongo que ya lo sabías. Ahora estoy decidiendo a quién darle el primero tiro. Pero volvamos a ti — Volvió su vista al chico — Del otro lado de la balanza tienes....que esa mujer está viva. Y yo me pregunto: ¿qué lado de la balanza crees que pesa más?
Sacó repentinamente su arma y apuntó a Denver, haciendo que los siameses detrás de él copiaran la acción. Las dos mujeres sacaron también sus armas y las direccionaron hacia Berlín. El único que se mantuvo igual fue Denver.
— No me jodas, Berlín, que esto no es una película de Tarantino, ¿eh? Baja el arma — Ordenó Nairobi.
— Berlín, baja el arma o vas a ver como te obligo a hacerlo — Amenazó Sídney y este le dirigió una mirada llena de impotencia.
— Es la segunda vez que me apuntas en el día.....Me pregunto si esta vez tendrás los cojones de disparar. El coraje no te falta, ya te digo — Dijo con seriedad. Ahí estaba de nuevo, la insinuación de sus asesinatos.
— Nairobi, baja tú el arma — Pidió Denver.
— ¿Qué?
— Que bajes tú el arma — Repitió y colocó su mano encima de la de contraria — Vamos a solucionar esto, baja el arma. Baja el arma.....
Le sacó de la mano la pistola, a la vez que tomaba la suya, y con una apuntó a Berlín y la otra a Helsinki. Nairobi salió del medio y Sídney dirigió entonces su arma hacia Oslo.
— ¿A quién le vas a volar la cabeza ahora, eh, flipa'o? — Provocó con bronca.
— Vamos a tranquilizarnos todos y a bajar las armas. Berlín, Denver, todos, vosotros también. Díselo a tu primo, venga — Pidió Nairobi a Helsinki y este le dijo algo en ruso al otro.
— Estoy harto de tus órdenes y de tus discursitos de mierda. ¿Te digo yo qué lado de la balanza pesa más, te lo digo yo?
— Hagas lo que hagas, de acá no salís vivo.....De una u otra forma — Dijo Sídney. El mensaje no quedó tan claro para todos, pero sí lo fue para Berlín, que apretó los dientes al saber que la chica se refería a su enfermedad terminal.
Era curioso. Los dos sabían un secreto del otro que no querían que se supiera, y, aún así, ambos mantenían la boca cerrada. Se tenían un raro respecto nunca acordado.
Berlín subió la mano libre en señal de silencio y luego la llevó al picaporte del cubículo para comenzar a abrir la puerta.
— Esperen ambos, tranquilos. Te lo voy a decir yo, Denver, quieto — Apuntó el arma hacia Mónica — Escúchame. ¿Tú sabes lo que pesa más? La vida, por supuesto, Denver — Bajó el objeto rindiéndose — Sí, señor. Así que por una vez...., caballeros, vamos a bajar las armas, porque hay ciertas ocasiones....en que la vida es un milagro.....que merece la pena celebrar.
Mónica salió del cubículo como pudo gracias a su pierna lastimada, y Berlín la sostuvo con delicadeza por los hombros. Unos pasos se oyeron y por la puerta ingresó Tokio.
— ¿Qué hacéis? — Preguntó confundida analizando la escena — Hostia puta, ¿estás viva?
— Está viva, Tokio — Afirmó Berlín — Mírala, Denver. Como esas flores que crecen en el asfalto agrietado.
— Ya está — Susurró Nairobi.
— Ya está, sí — Repitió Denver y le devolvió el arma con inseguridad. Al bajar la suya, fue recién ahí cuando Sídney lo hizo también.
— Berlín, siento cortarte el rollo, pero tienes que subir, te llama el Profesor — Informó Tokio.
— Oslo — Llamó Berlín y señaló con la cabeza a la rubia. Este entendió y se acercó a la misma para levantarla en sus brazos, asustándola un poco.
Berlín salió del baño a paso firme y se dirigió en dirección a la sala principal con todos siguéndole por detrás en silencio. Tokio se mantuvo al lado de Sídney, mas no dijo nada ni tampoco le dirigió la mirada. Al ingresar a la sala, Berlín le pidió a Oslo que se quedara afuera, y tomó el teléfono mientras era observado por los demás.
— ¿Estás ahí?.....Digamos en una especia de....viaje espiritual. Y la verdad es que he vuelto como un hombre nuevo.....Me duele oír eso, me duele horrores. Y, sinceramente, creo que es una medida muy injusta. Verás, quiero que escuches algo — Chasqueó los dedos en dirección a Helsinki y este hizo ingresar a Oslo con Mónica en sus brazos — ¿Cómo te llamas?
— Me llamo Mónica Gaztambide — Habló con el teléfono en su oído.
— ¿Y cómo estás?
— Bien.....
— Y estás viva — Evidenció lo obvio.
— Y estoy viva — Afirmó.
— Y muy guapa. Gracias — Oslo retiró a la mujer — ¿Entiendes ahora por qué eres un hombre injusto? Me castigas por algo que aún no ha pasado......
Luego de oír la respuesta, Berlín cortó la llamada sin decir más y tomó su arma — Señores, queda activado el plan Valencia. Ahora.
Todos, sabiendo lo que tenían que hacer, y como si hacía cinco minutos atrás no hubieran estado a punto de armar un tiroteo, se fueron del cuarto en direcciones diferentes. Sídney estuvo a punto de salir pero Berlín le llamó, haciendo que se diera la vuelta a verlo.
— Sabes....Tengo este raro sentimiento en el pecho de.....¿traición, tal vez? — Habló con calma mientras se acercaba lentamente a la chica — Pensé que había algo especial entre nosotros, Celeste — Claro que el hombre no lo decía en serio, más bien se trataba de una burla — Siempre pensé que serías tú en quien más podría confiar...., tu currículum como ladrona y asesina no dejaba nada que desear — Rió — Sin embargo, creo que pasaré el resto del día decidiendo si pegarte un tiro...., si tirarte por la ventana más alta.....o entregarte a las autoridades.....No sólo sabías que Mónica se encontraba con vida, sino que, sabiéndolo, me has amenazado para que se lo dijera al Profesor, por lo cual terminé difamado, no sólo en España, sino en todo el mundo. Sabes, Sídney, mi reputación es muy importante para mí. Sin embargo, ya no puedo cambiarlo. Lo que sí puedo cambiar, o mejor dicho arruinar, es tu destino, tu vida, tu futuro. Tal cual has hecho conmigo.
Cuando se encontró frente a frente con ella, teniendo la menor que levantar la vista al ser más baja, Berlín colocó el arma en su cuello y la subió lentamente hasta su mandíbula para trazar la forma de la misma de un lado a otro. Se calló por un rato, como si estuviera pensando o, casi diría, analizándola. Luego, se inclinó hacia delante a la altura de su oído.
— Te vas a arrepentir....Haré que te arrepientas — Le susurró casi inaudiblemente.
Sídney no quitó ni un solo segundo su inexpresiva mirada, no se dejaría intimidar. No lo estaba ni un poco. Sin embargo, sin verlo venir, Berlín dio vuelta su arma y golpeó la parte trasera de su cabeza con la culata. La chica cayó inconsciente al suelo.....
Todo iba de mal en peor.
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