I. Sídney
ɪꜱ ɪᴛ ʙᴇᴛᴛᴇʀ ᴛᴏ ꜱᴘᴇᴀᴋ ᴏʀ ᴛᴏ ᴅɪᴇ?
"ᴡʜᴇʀᴇ ʜᴀᴠᴇ ʏᴏᴜ ʙᴇᴇɴ?
ᴀʟʟ ᴍʏ ʟɪꜰᴇ"
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Se le hacía imposible a Celeste todavía creerlo. Le había aceptado a un completo extraño estar en un atraco. Ni siquiera sabía si sería real, tal vez se trataba de un loco que quería engañarla, pero no dudaría en apretar el gatillo si así fuera. Además, para Celeste tenerle miedo a la muerte era ridículo. No era una persona miedosa, pero si así fuera, la muerte nunca sería uno de sus grandes problemas.
Sin embargo, no se hubiera perdonado nunca si fuera cierto y se perdiera semejante robo. Quien podría rechazar la oportunidad de hacer el golpe más grande de España y probablemente del mundo. Además de tener millones de euros en su posesión. Cumpliría su sueño de vida.
Esa era la razón por la cual ahora caminaba hacia aquella vieja, pero gran, casa. Una casa en Toledo junto a extraños, probablemente ladrones como ella, pero seguro que ninguno asesino como ella. ¿Había asesinado? Claro. No por gusto o placer, no era sociopata, pero sí por imprevistos de robos, y nunca nada puede perjudicar su arte de robar. A sus ojos son simples deslices. No siempre las cosas podían salir de acuerdo al plan. Luego le pagaba a algún profesional para que hiciera desaparecer el cuerpo y listo. Nada ni nadie haría que terminara en la cárcel, incluso si eso significara manchar sus manos de sangre.
La casa por dentro era un completo desastre, vieja y pobretona, pero.....linda. Subieron las escaleras en dirección a un cuarto en específico y tomó asiento en uno de los pupitres. Se sintió de nuevo en la escuela por un segundo.
"Bienvenidos" escribió el Profesor en la pizarra — Os doy la bienvenida y.....las gracias por haber aceptado esta.....Esta oferta de trabajo — Habló nervioso.
Una pequeña sonrisa se escapó en el rostro de Celeste por la expresión usada.
— Viviremos aquí, alejado del mundanal ruido. Cinco meses, los cinco que pasaremos estudiando como dar el golpe.
El hombre delante de la argentina interrumpió — ¿Cómo que cinco meses? ¿Estamos locos o qué?
— Mira, la gente pasa años estudiando para tener un sueldo, un sueldo que, en el mejor de los casos, no deja de ser un sueldo de mierda ¿Qué son cinco meses? — Preguntó irónicamente el hombre — Yo llevo pensando en esto....mucho más tiempo. Para no volver a trabajar en mi vida. Ni vosotros....ni vuestros hijos.
El silencio se mantuvo entre todos, esperando a ver si alguien más cuestionaba al hombre, pero cuando no fue así, volvió a hablar.
— De momento no os conocéis y quiero que siga siendo así. No quiero nada de nombres, ni preguntas personales, ni, por supuesto, relaciones personales — Especificó lo último de manera obvia — Quiero que cada uno elija un nombre, algo sencillo. Pueden ser números, planetas, ciudades....
— Rollo "Señor 17, la señorita 23" — Dijo divertido el chico detrás de ella y sintió un toque en su hombro, haciéndole saber que se refería a ella. Eso le sacó una sonrisa.
— Ya empezamos mal. Yo no sé recordar mi número de teléfono — Habló de nuevo el hombre mayor. De inmediato, por el modo en que se hablaban, Celeste supo que eran padre e hijo.
— Por eso te lo digo — Rió.
— ¿Y planetas? — Preguntó el más pequeño de la sala — Yo puedo ser Marte, este Urano.
— Yo Urano no voy a ser, así que te olvidas — Negó serio.
— ¿Qué le pasa a Urano?
— Que tiene mala rima — Celeste se rió por la aclaración.
— Van a ser ciudades, ciudades — Interrumpió el profesor
Fue en aquel momento en que su nombre quedaría por siempre en la historia. Sídney. Ese nombre marcaría su identidad a partir de ese momento y lo llevaría hasta la tumba. Le gustaba la idea.
Así también conoció a sus compañeros de atraco.
Está el señor Berlín. En busca y captura. 27 atracos. Joyerías, casas de subastas y furgones. Su mayor golpe, el Campos Elíseos, en París. 434 diamantes. Es como un tiburón en una piscina. Puedes bañarte con él, pero nunca estás tranquila. Y era el jefe al mando del atraco.
Moscú es el hombre delante de ella. Lo primero que cavó fue una mina, en Asturias. Después comprendió que cavando hacia arriba llegaría más lejos. Seis peleterías, tres relojerías y la Caja Rural de Avilés. Maneja lanza térmica y cualquier herramienta industrial.
El que está detrás de Celeste es su hijo, Denver. Drogas, dientes, costillas rotas. Es el rey de las peleas de discoteca. Pura sangre caliente. Es un plan perfecto, una bomba de relojería.
El más pequeño de todos. Río. Es como un Mozart, pero con los ordenadores. Programa desde los 6 años y lo sabe todo de alarmas y electrónica. Para el resto de cosas de vida es como su hubiera nacido ayer. Le hacía acordar a su hermano.
Luego están los siameses, Helsinki y Oslo. Hasta en el plan más sofisticado hacen falta dos soldados y qué mejor que dos serbios. Pueden que piensen, pero, francamente, nunca lo sabremos.
Al fondo estaba Nairobi, optimista empedernida. Ha falsificado billetes desde los 13 años. Y ahora es nuestra encargada de calidad. Es posible que esté loca, pero tiene tanta gracia. La admiraba y apenas la conocía.
Tokio. La bajita del frente. Celeste no despegó la mirada de ella ni un segundo cuando la vio tan solo llegar. Atracos a mano alzada e imprevistos junto a su pareja, todo lo contrario a ella. Solo ha tenido dos muertos en su vida, su ex pareja, y el asesino del mismo.
Y finalmente estaba Sídney. 19 atracos limpios. Todo en joyerías y museos, son su debilidad. Experta en falsificación y copias falsas, es la razón por la que nunca la han atrapado. Además de ser tan sigilosa como un gato. Roba desde los 11 años, donde comenzó con pequeñas billeteras y siguió a lo grande al cumplir los 13. Todos por si sola. Una genia diría yo. Fue hasta que su hermano creció y descubrió su pasión por poseer cosas ajenas que decidió ayudarla, facilitando las cosas. Son inseparables desde entonces.
También es asesina, pura cabeza de éxito. Hasta que su robo no saliera a la perfección y sin que la policía la atrapase, no dejaría pista suelta. 11 muertos. Y aún así está limpia. No tiene registro en la policía, tampoco está en la mira de la misma.
— Pensad que cada día los telediarios estarán hablando de nosotros, que cada familia de este país se estará preguntando qué estamos haciendo ¿Y sabéis lo que van a pensar? Van a pensar: "Qué cabrones, ojalá se me hubiera ocurrido a mí".
El "Profesor". Sin antecedentes, sin registro. La última vez que renovó el DNI fue con 19 años. A todos los efectos, un fantasma, pero un fantasma muy inteligente.
— Porque no vamos a robar.....el dinero de nadie, porque les vamos a caer hasta simpáticos. Y eso es fundamental, es fundamental que tengamos la opinión pública de nuestra parte — Se calló unos segundos pensando — Vamos a ser los puñeteros héroes de toda esta gente. Pero mucho cuidado, porque en el momento en el que haya una sola gota de sangre, esto es muy importante, como haya una sola víctima dejaremos de ser unos Robin Hood para convertirnos simplemente en unos hijos de puta — Expresó con tanta firmeza que juraría que cualquiera de esa sala dejaría de tomarse este plan como un juego.
Cuando la mirada del profesor se dirigió por una milésima de segundos a Sídney, ella lo supo. Le estaba diciendo: "tienes cinco meses para aprender que la solución no es matar". Y nadie parecía haberlo notado, solo una chica en específico.
— Profesor — Levantó la mano Tokio.
— Señorita Tokio — Cedió la palabra.
— ¿Qué vamos a robar?
El profesor levantó la mano y señaló hacia el fondo de la habitación, haciendo que todos miraran hacia allí — La Fábrica Nacional de Moneda y Timbre.
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— Profesor — Llamó Sídney con delicadeza, abriendo la puerta del aula.
La clase de hoy había terminado. El profesor les había dejado elegir sus propias habitaciones. Había mandado a gente a buscar las pertenencias de cada uno así se podían instalar. A partir de ese momento no podrían salir más de esa casa. Además les dejó el resto del día para que se adaptaran al lugar y pudieran conversar un poco más entre todos. Era el primer día de cinco meses que pasarían allí. De hecho, de eso quería hablar.
— Señorita Sídney, ¿qué sucede? — No le dirigió la mirada. Estaba concentrando acomodando hojas y apuntes, del robo supuso ella.
— Le quería hablar sobre lo de estar cinco meses acá — Respondió dudosa mientras tomaba asiento frente a él.
— ¿Qué sucedió?
— Es sobre mi hermano.
El hombre sonrió casi como si esperase oír esa pregunta. Le dirigió la mirada — Sabía que tarde o temprano me preguntarías por él.
— No puedo estar cinco meses acá y dejarlo solo sin decirle nada. Cuando vine para acá le conté de esto pero no sabía que no iba a poder salir más de esta casa — Vio como el mayor acomodaba sus gafas.
— No tienes nada de qué preocuparte. He hablado con él y entendió todo a la perfección. Es un niño muy inteligente, de hecho — Explicó paciente — Lo dejé en manos de una buena mujer, nada de lo que debas preocuparte. Tampoco podrás comunicarte con él por los cinco meses.
Celeste levantó sus cejas sorprendida y se inclinó para delante en la silla — ¿Cómo? — Claro que había escuchado bien — ¿Estás loco? Mira si le pasa algo. Tiene 13 años.
— 13 años y es tan inteligente para robar y no dejarse atrapar por la policia. Así de inteligente es también para cuidarse él mismo. Además de que he dicho que no está solo — Tranquilizó de inmediato y la chica suspiró con un poco de frustración — Eso él lo sabe y ahora tú también. En cuanto este atraco termine podrás vivir con él donde ustedes decidan y con tantos millones que no volverán a robar en su vida. Te recuerdo que además con 14 millones extra en especial para ti — Sídney sonrió un poco por eso — Pero si quieres rechazar esta oferta de trabajo estás en tu derecho, pero tiene que ser hoy y no podrás volver. Tú decides. Estar cinco meses sin ver a tu hermano y luego tener una vida de lujos con él. O estar con él cinco meses más de tu vida y seguir robando hasta sus muertes.
La respuesta fue inmediata — Me quedo — Afirmó asintiendo.
Él hizo un ademán con la cabeza — Me alegro que así sea.....Vas a ser parte de un momento histórico, Sídney. Recuérdalo.
No respondió nada más al respecto, simplemente se levantó de su asiento y se retiró del cuarto dejándolo hacer sus cosas de nuevo.
— ¿Tienes un hermano? — Preguntó una repentina voz detrás de ella haciendo que se asustase.
Se dio la vuelta y se encontró con Tokio, con esa sonrisa tan típica de ella que apenas descubría pero que sabía que con el tiempo se grabaría en su memoria. No le contestó, solo se dio la vuelta y siguió su camino. No respondería preguntas personales, fue la segunda regla del profesor.
— ¿Vas a ignorarme? — Preguntó con un tono femenino juguetón mientras la seguía — Joder, que extraño. Si cuando llegué parecía que hasta querías ser mi amiga......Por eso me echabas el ojo, supongo.
Sídney frenó su paso y se dio la vuelta para encontrarse cara a cara con la más bajita, su sonrisa todavía seguía allí, solo que esta vez era socarrona. Le devolvió la sonrisa.
— Sé que vamos a ser buenas amigas — Afirmó asintiendo y estiró su mano hacia ella — Sídney.
— Lo sé.....Tokio — Correspondió a su mano.
— Lo sé — Repitió ella también.
No sabía qué pasaría, pero lo que sí podía asegurar es de que aquella chica sería un torbellino en su vida. Sólo esperaba que uno bueno.
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